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Particularidades de la cruzada en los reinos ibéricos

María Inés Carzolio y Osvaldo Víctor Pereyra (UNLP)

Desde muy temprano el esfuerzo de los reinos cristianos en la Península Ibérica contra los territorios controlados por los musulmanes fue parangonado a las cruzadas en “tierra santa”. En el año 1101, el Papa Pascual II prohibía a los españoles acudir a la cruzada palestina otorgando indulgencia a los que permanecieran en la Península para combatir a los musulmanes allí instalados desde el siglo VIII. En 1123, el I Concilio Lateranense equipara plenamente las cruzadas en oriente con la española. De hecho, algunos historiadores hablan de un modelo castellanoleonés de hispanización de la cruzada. Cuando Alfonso VI tomó Toledo (25 de mayo de 1085), caballeros franceses participaron en ello.

Sin embargo, varias diferencias singularizan ambos movimientos en los extremos de la Cristiandad occidental. Un elemento importante para tener en cuenta es la situación de frontera “permanente” sometida a continuos vaivenes y tensa convivencia entre los reinos cristianos y el islam. Tras la conquista musulmana del 711, casi la totalidad de la península Ibérica se encontraba controlada por el islam. Será en el espacio septentrional, en el reino de Asturias, donde surja el primer núcleo rebelde cristiano, asentado en el 722 a través de la victoria de Don Pelayo en la batalla de Covadonga. Hacia finales del siglo VIII, la frontera se había establecido en el valle del río Duero, siendo Oviedo la capital del reino cristiano, sumándose ya los reinos de Navarra y la Marca Hispánica controlada por el Imperio Carolingio. En el siglo XI, el reino de León se extiende hasta la tierra de Campos, constituyéndose también el reino de Castilla, bajo el poder del monarca Fernando I. Al mismo tiempo, en la zona pirenaica se componen los reinos de Aragón y los llamados Condados Catalanes. Todos estos centros cristianos se desarrollaron como fronteras “vivas” del llamado Califato de Córdoba, que cubría la mayor parte del territorio peninsular. La ruptura de la unidad política del conjunto y la conformación de los Taifas constituye, hacia el siglo XII, la condición para la expansión de los reinos cristianos recostados en el septentrión peninsular. Castilla y León amplían sus dominios hasta la línea del río Tajo, paralelamente, en 1139 se crea el reino de Portugal, y en el oriente peninsular, el de Aragón y los Condados Catalanes han superado la línea fronteriza constituida por el río Ebro unificándose en el reino aragonés. A pesar de estos avances territoriales, la situación hacia el siglo XII era, para los reinos cristianos, realmente peligrosa. La unificación de los Taifas por parte de los almohades (llegados a la península desde el norte de África en 1147) significaba el fin de una política de “guerra civil” entre los reinos musulmanes -en la cual los cristianos participaban y sacaban importantes beneficios apoyando a uno u otro contrincante- frente a un enemigo que presentaba ahora un frente unificado. El fortalecimiento de la idea de cruzada en la península ibérica se formaliza en el momento de peligro y de zozobra sufridos por el conjunto de reinos cristianos frente a la amenaza que significaba el imperio almohade. La batalla de las Navas de Tolosa en el 1212 no solo frenó el empuje musulmán, sino que permitió a los castellanos penetrar en el corazón mismo del Al-Ándalus. Aragón, comandado por el rey Jaime I recupera Valencia y toma Mallorca; Portugal se extenderá hasta sus límites históricos; Castilla y León se unificarán el 1250 bajo el reinado de Fernando III, llevando así adelante el peso de la “reconquista” y penetrando en las ciudades de Jaén, Córdoba y Sevilla, Alfonso X conquistará la región de Murcia reduciendo así a los musulmanes al reino de Granada. La unificación de Castilla y Aragón en 1479, con el matrimonio de Isabel y Fernando -los reyes católicos- permitirá el final del avance sobre la península con la conquista del último bastión musulmán en la península en el año de 1492.

Frente a esta situación, inédita en el conjunto de reinos de la Europa occidental, el fenómeno de cruzada ibérica adquiere formas propias que definen su dinámica particular como frontera “viva” de la cristiandad frente al islam. Ello se expresa claramente en la cronística. Podemos afirmar que aproximadamente desde el siglo IX se utiliza, en las cortes de los reinos cristianos, el recurso de asociar la invasión musulmana a la península ibérica con un “castigo de Dios” a la soberbia del pueblo godo, y la protección divina a la empresa “purificadora” gestada por Don Pelayo para la recuperación de los territorios en favor de la madre santa Iglesia. De este modo convivirán hacia el siglo XII, dos concepciones de cruzada que se mezclan en el espacio ibérico (C. Ayala Martínez, 2008, 3). Por un lado, aquella multisecular, dirigida por los reyes cristianos en función de la legitimidad restauradora de carácter político, por la recuperación de los antiguos territorios en manos del invasor musulmán y, por el otro, el llamamiento a Cruzada del propio Papado, equiparando la cruzada ibérica al esfuerzo realizado por los cristianos en Tierra Santa. Ambas conviven, funcionan y se refuerzan mutuamente, según el contexto y la fortaleza política de cada uno de los reinos cristianos peninsulares y su particular relación política con Roma. En perspectiva, la que parece manifestarse más independiente al discurso intervencionista del pontificado es la castellanoleonesa. Alfonso VI supo hacer frente a las pretensiones propias del Papado, al establecer la política de “reconquista” de los espacios ibéricos sin intervención directa del Papa: Roma renunciaba a involucrase en la política interna de Península, y por consiguiente a imponer criterios de soberanía expresados en términos de reconquista, siempre y cuando la corona introdujera, con celeridad y eficacia, las posibilidades del reformismo gregoriano en forma de aceptación de la liturgia romana. El acuerdo alcanzado permitió dotar al impulso “reconquistador” de un claro espíritu de cruzada, la creación de las cofradías militares (J. A. Lema Pueyo, 1997) y la conquista de Almería (1147) se constituyen en el colofón de esta política. La última se concibió en la lógica del espíritu de la cruzada, formaba parte de una gran ofensiva de la cristiandad contra los musulmanes, como lo destaca el llamado “Poema de Almería”, de autor anónimo, que forma para de la Chronica Adefonsi Imperatoris. En la misma el emperador Alfonso VII se mostraba como un cruzado ejemplar, elegido por Dios para la magna empresa de luchar contra los pueblos infieles, y recuperar las tierras para los cristianos y también para quienes lo acompañan en la empresa. Se ha conservado en forma fragmentaria. Esta primera parte, en la cual el poeta enumera el conjunto de la tropa, pero sin llegar a la mención completa de los caudillos que participan en la toma de Almería. Describe los ejércitos con los que contaba Alfonso VII, bajo cuyas banderas se había alistado también su yerno, el rey de Navarra, narra la ocupación de Andújar, Baños, Bayona y Baeza (partes aquí no reproducidas) así como las naves confederadas de Aragón, Montpellier, Génova y Venecia que participaron en la gesta.

Bibliografía

Ayala Martínez, C. (2008) “Reconquista, Cruzada y Órdenes Militares” en Bulletin du centre d’études médiévales d’Auxerre, BUCEMA, [En ligne], Hors-série n° 2. URL: https://bit.ly/3opaB7f

Lema Pueyo, J. A. (1997) Instituciones políticas del reinado de Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134). Bilbao, Universidad de País Vasco.

Selección documental

Documento n° 1: El Cantar de la Conquista de Almería por Alfonso VII.
Fuente: (1992) (Traducción de F. Castro Guisasola) El Cantar de la Conquista de Almería por Alfonso VII. Un poema latino del siglo XII. Granada, Instituto de Estudios Almerienses.

Libro I

[Concentración de las fuerzas cristianas bajo Alfonso VII]
1“Reuniéronse los caudillos españoles y franceses / y por tierra y por mar proyectan la guerra contra los moros. / Púsose al frente de todo el monarca del Imperio Toledano. / Tal era Alfonso, que tiene el sobrenombre de Emperador…
5- Émulo de las hazañas de Carlomagno el cual aspira a equipararse. / Ambos fueron parecidos, en linaje e iguales en la fuerza de las armas; / y fue parecida la gloria de las guerras realizadas por ambos.

[Próximo fin de los moros]

Testigo de ello fue la horrible pestilencia de los moros, / a los cuales no les salvó ni la efervescencia del mar ni su propia tierra…

10- …no pudiendo ser sumergidos violentamente ni elevados a lo alto hasta las nubes, porque la vida que llevaron era criminosa. / No reconocieron al Señor, y así con razón perecieron. / Con razón estas criaturas habían de perecer, / puesto que veneran a Baal (Mahoma) y Baal no puede librarlos.

15- Esta gente bárbara fue para si calamitosa. / Adora a los meses y anuncian las espadas que sobrevendrán. / No pasó impunemente cuanto mal habían obrado. / La espada divina destruyó grandes y pequeños, / no perdonando siquiera a las doncellas agraciadas.

20- Todos los demás son pasados a cuchillo como corderos, / sin quedar ni los que puedan hallarse de corta edad. / Sobre todos se descarga la cólera del cielo…

[Entusiasmo]

30- Tan grande fue el clamor de los prelados y tan celoso su orden, / ora prometiendo, ora con su elocuencia arrebatando, / que hasta los niños difícilmente podían ser retenidos por sus madres. / Y así como el ciervo alborotado en sus bosques por los perros, / anhela las fuentes dejando por doquiera las montañas, / así del mismo modo todo el pueblo ansiando la guerra contra los sarracenos, no descansa de noche ni de día.

40- Por todas las regiones del mundo resuena el clarín salvador. / El nombre de la cruel Almería es a todos conocido / y nada hay más grato ni hay nombre más armonioso jamás; / él es el alimento de los jóvenes y es la dote florida de los viejos; / es la guía de los pequeños, es la luz piadosa de los adolescentes.

45- Es la ley de los prelados, es la perdición última de los Moabitas (Almorávides) / es la suerte de los Francos (cristianos), es la muerte horrible de los Moros…

50- La Cruz es el dilatado descanso y es esplendorosa la gloria de guerrear.

[El ejército] [Las tropas de Galicia]

Es el mes de mayo. Se adelantan las espadas de Galicia, /habiendo gustado primeramente las dulzuras de Santiago. / Como las estrellas del cielo, así refulgen millares de lanzas. / Millares de escudos centellean y las armas están aguzadas poderosamente.

55- La muchedumbre esta armada y se halla cubierta de yelmos. / El tintinear de los aceros y los relinchos de los corceles / ensordecen los montes. Por todas partes dejan exhaustas las fuentes. / La tierra florida entrega para el pasto sus vellones. / Con la polvareda inmensa se oscurecen los rayos de la luna.

60- Y la claridad del aire se desvanece a los destellos del acero. / Acompaña esta hueste el aguerrido Conde don Fernando (Pérez de Trava), / que gobierna la jurisdicción de Galicia por encargo del monarca, / y se honraba con la tutela del hijo del Emperador. / Si le hubieseis visto pensaríais que era ya el Rey.

65- Brillando al par con su gloria el Conde y con la del Soberano.

[Los leoneses]

En pos de estos la florida milicia de la ciudad leonesa / enarbolando sus pendones se precipitan como un león. / Ella ocupa la cumbre de todo el reino hispano, / examina los derechos reales por disposición del monarca…

70- Así como el león con su fuerza y su prestancia domeña a los demás animales, / del mismo modo con esa dignidad ella supera a las ciudades todas. / Según ley antigua ella acomete primero…

80- Las huestes habiendo invocado primero el Santo nombre de María, / obtenido el perdón de sus pecados como acostumbran los buenos fieles, / a banderas desplegadas avanzan tal cual espada de fuego…

[Los capitanea el Conde Don Ramiro Flórez]

A estos los acompaña el admirable Conde Radimiro, / prudente y afable, cuidadoso de la defensa de León, / hermoso de aspecto, vástago del linaje de los Reyes.

90- Es querido de Cristo, cuida de la aplicación de las leyes, / y en todo momento cumple las órdenes del Emperador, / a quien sirve con todo su agrado y con vigilante diligencia. / Era la flor de los Flórez, dotado de las artes de los buenos, / docto en las armas, todo lleno de dulzura.

95- Poderoso en el consejo, ilustre por la justicia de su gobierno. / A los prelados a todos aventaja en lo tocante a las leyes / y supera a sus iguales en segar cabezas de monarcas. / ¿Qué más he de decir? Sus derechos se sobreponen a todos. / Nadie tiene pereza a servir ante tal Conde…

100- … y con jefe tan insigne León las fieras guerras apetece.

[Las mesnadas de Asturias]

El activo asturiano no fue entretanto el último a acudir precipitadamente. / Gente esta que a nadie resulta odiosa o fastidiosa. / Ni la tierra ni el mar han podido nunca avasallarlos. / Es de potentes fuerzas y no tiembla ante el cáliz de la muerte…

[Su caudillo Don Pedro Alonso]

Caudillo fue de esta hueste Don Pedro Alonso. / No era Conde todavía, pero igualaba a todos en merecimientos, …

115- Brilla en honradez y aventaja en bondad a sus iguales. / Es hermoso como Absalón, de fuerzas poderosas como Sansón, / y dotado de bienes posee los conocimientos de Salomón. / Nombrado Conde a su regreso…

120- A causa de sus méritos, siendo enriquecido con esa gran dignidad…


[El ejército castellano]

Tras estos marchan miles de lanzas de Castilla, / varones afamados, poderosos durante luengos siglos, / sus campamentos brillan como las estrellas del cielo. / Resplandecían de oro y portaban vajilla de plata. / No reina entre ellos la pobreza sino una abundancia grande…

130- Todos son robustos y son seguros en el combate… / hay tantas armas como rayos de luz de las estrellas…

135- Sus lenguas resuenan como los tambores con las trompetas. / Pero están engreídos en demasía, están envanecidos con sus riquezas, / y las fuerzas de Castilla fueron rebeldes durante siglos. / La ínclita Castilla fraguando cruelísimas guerras.

140- Casi a ninguno de los monarcas quiso someter su cerviz, / y vivió indómitamente mientras brilló la luz del cielo.

[Mando del Emperador]

El Emperador afortunado en todas horas logró domeñarla… / asentando sobre indomable cuello nuevos fueros y leyes…

145- Persistiendo intacta su bravura. / La esforzada Castilla avanza hacia la profunda guerra / y al despegar sus banderas el pavor se apodera de los ismaelitas (moros), / a quienes luego el rey, no bien llegó, dio muerte con su espada.

[Los extremeños]

Invencible, incontable y sin cuidado

150- La Extremadura conociendo de antemano lo venidero, / sabiendo por los agüeros que la raza malvada había de perecer, / al ver tantos estandartes aúnese audazmente a ellos…

160- Dirige estos escuadrones el Conde Ponce (de Cabrera), lanza nobilísima. / En él se hallaba la fortaleza de Sansón y la espada de Gedeón…

180- Es terror de los moros, de la cual Urgi fue luego testigo. / Este Conde Don Ponce prefiere ser condenado a destierro por siempre, / antes que dejar de manejar la espada de combate. / Por tales merecimientos es grato al Emperador / y por tales guerras vencidas se ve enriquecido con presentes del monarca.

185- Que con su poderío sumo sojuzga a todas las naciones…

[Incorpóranse los más ilustres héroes]

[Fernando Yáñez]

Agréguense también a todos éstos el mismo Fernando Yáñez / esclarecido en el arte militar, jamás vencido en la guerra. / El rey de Portugal tuvo miedo de ser vencido por él, / cuando le vio haciendo la guerra y resplandeciendo en el campo de batalla…

190- Muy a menudo derrotó él a los moros en sangrientos combates, / y no dudo en acometerlos con poca gente por muchos que ellos fuesen…

195- Pero en la dilatada guerra le acompañó su ilustre descendencia, / habiendo dado su varonil compañera numerosos hijos / que imitan a su padre y pasan a cuchillo a los Sarracenos. / Seguro está el padre que blande tales espadas.

[Alvar Rodríguez]

Ved ahora que llega Álvaro, el hijo del noble Rodrigo.

205- Este dio la muerte a muchos en Toledo, / y es alabado como padre por tener tal hijo, y su hijo por tal padre. / Si valeroso fue él, no le va en saga la gloria de su hijo. / Y es grande el hijo a causa de su padre, pero más todavía por su abuelo. / De todos es conocido Álvaro, su abuelo, alcázar de la honradez…

220- Rodrigo mismo, el que es llamado a menudo Mio Cid, / de quien se cuenta no le ganaba ningún enemigo / el que venció a los moros y también venció a los Condes nuestros, / solía enaltecerle, considerándose a sí mismo digno de alabanza; / pero yo confieso la verdad, que no oscurecerá ningún tiempo…

225- Mio Cid fue el primero y Álvaro fue el que le seguía. / Por la muerte del amigo Rodrigo plañe Valencia, / que no pudo ser retenida ya en poder de los cristianos. / ¡Oh, Álvaro! Te lloran y te honran con sus lágrimas los jóvenes / a quienes tan bien mantuviste y a quienes amaste…

[Martín Fernández de Hita]

El hijo de Fernando, llamado Martín, mandó descolgar de la casa las armas, y asestó grandes golpes a los moros.

245- Con él se regocija Hita, porque es señor de ella. / Blanquísimo de rostro, ancho de cuerpo y de miembros, / Hermoso, robusto y bondadoso, es el cuidado del regimiento. / Despavoridos huyen los moros, cuando truena su voz…

[El Conde de Urgel]
No quiero olvidarme del Conde Hermenegildo…

260- que brilla como una estrella en los ejércitos aliados, / y es querido por los cristianos y temido por los sarracenos. / Si puedo decirlo, a muy pocos puede ser equiparado, si se exceptúa a los reyes. / Con la ayuda de Dios, y confiado en los muchos que lo acompañaban…

265-… acudió al combate, y en él dio muerte a muchos por su espada.

[Gutiérrez Fernández]

No tardó tampoco en acudir a la guerra Gutiérrez Fernández, / que goza del favor del monarca. / Sancho, el hijo de nuestro emperador, tan pronto como nació, / es entregado a él para que lo eduque, / y con todo cariño lo mantiene queriendo que aventaje a todos…

[El rey García Ramírez de Navarra]

Aprisa corre a la guerra, enarbolando el estandarte real, / suelta las riendas el yerno amado del Emperador…
275- … llamado García; pero de Pamplona entera / se junta con Álava, y Navarra resplandece por sus espadas…



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