Malena Mazzitelli Mastricchio (UNLP)
1. Introducción
El mapa de coronel mendocino, Manuel Olascoaga (1835-1911), corona un proceso de avance estatal sobre territorio indígena que se fue dando de manera paulatina, constante y contradictoria. Proceso que comenzó en 1779 y que culminó con la campaña del desierto, cuando los territorios indígenas quedaron definitivamente bajo dominio estatal. Efectivamente, después de la línea fronteriza que se estableció con el plan del virrey Vértiz -que consistió en colocar poblaciones permanentes en la zona de contacto y que se convirtió en una valla defensiva (Banzato, 2005)- las campañas de Martín Rodríguez, primero y de Juan Manuel de Rosas después, consolidaron al río Salado como la frontera entre ambos territorios, en 1833. Más tarde la frontera será nuevamente redibujada con el diseño de la zanja de Alsina en 1877. De manera tal que la campaña que encaró Olascoaga en 1879, junto al general Julio Argentino Roca, fue una expedición militar y guerra de conquista que culminó un proceso secular de apropiación de las tierras al sur de la línea de frontera de finales del siglo XVIII. En este proceso la cartografía militar, como veremos, jugó un rol preponderante.
La cartografía militar argentina estaba estrechamente ligada a los trabajos y las necesidades castrenses: se cartografiaban las fronteras de los territorios que aún estaban bajo dominio indígena, se levantaban fortines y se realizaban planos de los campamentos donde se organizaban tareas de destreza militar. En esta época la información geográfica y topográfica necesaria para hacer el mapa era obtenida de las campañas militares y exploraciones geográficas que en muchos casos contaban con acompañantes militares.
Las miradas posestructuralistas sobre la cartografía y la geografía han señalado a las exploraciones geográficas (incluso las encabezadas por militares)[1] del siglo XIX como práctica de dominación; y al mapa como instrumento que materializó la apropiación de los territorios bajo el dominio del Estado Nación. Esto aplica también a las cartografías elaboradas en los procesos de formación y expansión de las nuevas naciones independientes de América del Sur, donde la cartografía contribuyó a la consolidación estatal y fue un instrumento apto para resolver la formación de un espacio sin indios para la llegada del blanco (Navarro Floria 2004; Zusman, 1996; Lois 2007). Los estudios culturales, a su vez, recuperan la iconografía del mapa para echar luz sobre los procesos de invisibilización de los indígenas y analizan a la representación cartográfica como el medio simbólico a través del cual, los logros militares se transformaron en realidad objetiva y tangible (Andermann, 2000). Desde estas miradas, el mapa que hoy presentamos ha sido objeto de estudio de varios autores. Uno de ellos fue Jens Andermann (2000); para este autor el mapa es el resultado de la lucha entre el topógrafo que mide y archiva y el indio que lucha, que resiste. Carla Lois, analiza la estrategia del color blanco y destaca que el valor del mapa no solo es científico sino “que había sido pensado para ser puesto en circulación y dejar asentado el proyecto territorial que estaba encarando el Ejército (Lois, 2007:120). Desde el visual turn Lois (2018) vuelve a analizar el color blanco en el contexto de cartografiar lo desconocido. Para ella, el blanco no es un empezar de cero, “no equivales a la hoja en blanco. Es más bien un acto de borramiento, un acto de eliminación de algo que ya no resulta apropiado” (Lois, 2018, 129). Desde esta perspectiva, para la autora el acto de colocar los topónimos indígenas en el margen del mapa tiene dos efectos, el primero es una apropiación del lenguaje indígena y el segundo la “deshistorización” de la presencia indígena en el territorio (Lois, 2018, 133). Desde el campo de las letras, Claudia Torre (2010), tomó a la cartografía de Olascoaga como una de las imágenes que visualizan el texto: El estudio topográfico de la pampa y rio Negro, al que analiza como literatura de las fronteras.
Como vemos, la relación entre este mapa y la formación de la identidad territorial moderna ya ha recibido varias e interesantes interpretaciones, a las que nos interesa contribuir desde este espacio de análisis documental desde la perspectiva de la (de)construcción del otro. Como señala la bibliografía, se trata más de procesos que de actos, que incluyen diferentes etapas en donde el borramiento y la eliminación es una de ellas, pero no la única. En efecto, el mapa de Olascoaga fue confeccionado casi al calor de la batalla, poco tiempo después de que culminó el avance militar sobre las tropas indígenas. Eso lo coloca en un momento preciso en que se produce una intersección de dos territorialidades diferentes: por un lado, la indígena, que efectivamente comienza a ser derrotada y borrada; y por el otro la territorialidad en ascenso del Estado Nación. Dicho de otra manera, el mapa representa la territorialidad derrotada de los indígenas, pero todavía presentes en la Patagonia y poseedores del conocimiento experiencial de la región.
Una deconstrucción del mapa (como propuso Harley 2005) -analizando tanto la técnica cartográfica, como los silencios de la imagen- nos permitirá desentrañar algunos aspectos del proceso en que una territorialidad es remplazada por la otra en base a la acción bélica, y las expectativas de ocupación futura de la que el mapa se piensa como instrumento[2]. Para ello comparamos el mapa de Olascoaga con otros mapas de la República en construcción, uno de ellos es el “Plano demostrativo de la tierra pública en territorios nacionales del sud” realizado por la Dirección de Tierras y Colonias de la División Geodesia de 1900. Los otros son mapas militares realizados entre 1865-1877.
2. Contexto técnico
Hubo muchas ediciones de este mapa de Olascoaga[3]. En este trabajo analizamos la versión que acompaña la edición de 1880 publicado en el compendio denominado Estudio Topográfico de la Provincia de la Pampa y Río Negro[4].
El 5 de diciembre de 1879 se creó la Oficina Topográfica Militar (OTM). La creación de esta Oficina técnica no es azarosa, sino que debe leerse como parte de la avanzada territorial que el Estado estaba organizando sobre la Patagonia. Olascoaga fue el topógrafo encargado de construir el plano topográfico de la Campaña del Desierto y dibujo su mapa mientras estaba al frente de esta Oficina.
La Oficina Topográfica contaba con poco personal técnico[5], no obstante, el decreto firmado por el presidente Carlos Pellegrini (1846-1906), autorizaba a Olascoaga a contratar más empleados siempre con rango militar. Olascoaga, como muchas figuras públicas de la época, no era solo topógrafo y militar, también fue gobernador de los territorios que anexó, fue periodista y escritor, tal como planteó Andermann, en la Argentina del siglo XIX “representación y dominio, mapa y poder (…) son categorías casi sinónimas” (Andermann, 2000, 110). La Oficina tenía variados objetivos, uno de ellos era realizar trabajos trigonométricos y topográficos, pero también debía reunir información del territorio ya existente, como los trabajos cartográficos, geográficos y topográficos que hasta ese momento habían sido realizados de forma aislada[6] (IGM, 1950).
Tal como plantean Nadal y Urteaga (1990, 15) “el control militar del espacio impone en cada época sus propias exigencias de reconocimiento e información territorial”. En la Argentina de mediados y fines del siglo XIX, las exigencias de reconocimiento del territorio que tenía la milicia se puede sistematizar en tres grandes grupos: los mapas de fortines[7] que bordeaban la frontera con el indígena; los mapas que se producía junto al avance de la tropa, generalmente lineales que visualizaban el recorrido y los caminos[8]; y un tercer grupo, al que pertenece el mapa de Olascoaga, es la cartografía a escala regional que se nutre de las anteriores; una especie de collage de mapas y técnicas que combina la metodología de la recopilación y la observación directa. Realizar los mapas era uno más de los objetivos militares, pero las campañas no se organizaban en función de la cartografía sino de la necesidad de la milicia.
El mapa de Olascoaga que intentamos interpretar se llamó: “Plano del Territorio de la Pampa y Río Negro y de las once provincias chilenas que lo avecinan por el oeste. Comprende el trazo de las batidas y exploración general hecha últimamente en el desierto hasta la ocupación definitiva y establecimiento de la línea Militar del Río Negro y Neuquén por el Ejército a órdenes del señor General Julio A. Roca[9]”.Tal como lo reconoce en la misma leyenda, Olascoaga, se valió otros mapas y de su propia observación: “Construido en vista de planos, croquis parciales, itinerarios de los Gefes (sic) de la Divisiones y cuerpos espedicionarios (sic) y de los Injerieros (sic) Militares que los acompañaron y según exploraciones y estudios propios”.
El método de recopilación suponía la reunión de material cartográfico de la zona a representar que se encontraba en diferentes escalas y con información variada, la destreza del topógrafo consistía en identificar y seleccionar la información que consideraba más actualizada y verdadera y volcarlos en un nuevo mapa. La adaptación suponía adecuar las dimensiones del material a la nueva escala de trabajo. Los mapas que utilizó Olascoaga para realizar su mapa topográfico (además de los itinerarios citados en las leyendas) fueron los que realizó el Sargento Mayor Jordán Wysocki (1830-1883) en 1877[10] que era segundo al mando de la Oficina Topográfico Militar (Imagen 2); y el mapa que realizó en 1875 el Sargento Mayor F.L. Melchert[11] (Imagen 3). Los mapas militares como los de Wysockiy y Melchert solían abarcan aproximadamente 11° de longitud, y latitudinalmente se extienden desde el paralelo de los 33° sur hasta el paralelo de 41° de latitud sur. El mapa de Olascoaga abarca 3° más de latitud hacia el sur ya que su extensión llega hasta el paralelo de 44° (algunos kilómetros al sur del río Chubut) y 5° más de longitud oeste (incluye el territorio de Chile). Esto significa que el mapa de Olascoaga incorporó aproximadamente 430 km hacia el oeste y 333 km hacia el sur[12].
Olascoaga reúne –al igual que los mapas que le sirvieron de fuente- información militar, esta consistía en marcar los itinerarios de las expediciones militares sobre el terreno identificando al militar a cargo. No obstante, no solo incluyó los recorridos de los militares que formaron parte de la Campaña al Desierto (entre ellos el General Roca y el Coronel Villegas; el Coronel Lavalle; Coronel Racedo; Coronel Uriburu y Coronel Lagos[13]) sino que incluyó los recorridos de otras expediciones, como por ejemplo la del coronel Guerrico y la del capitán Muster de 1870. El recorrido de Muster atraviesa todo el territorio de este a oeste y es el único recorrido al que Olascoaga eligió colocar la fecha de la expedición en 1870 (Imagen 4). La estrategia de ubicar el recorrido en el tiempo parece querer romper con el límite que produce la línea en el mapa. Efectivamente, la línea roja punteada podría interpretarse como una nueva frontera contra el indio, la fecha en el centro del mapa elimina esa posibilidad, pues ese recorrido fue realizado nueve años antes de la confección del mapa de Olascoaga.
En el mapa de Olascoaga se grafican, además, el avance de las líneas de fronteras antiguas bajo los topónimos de “Frontera Militar anterior primera línea” y “Frontera Militar anterior segunda línea”. En esto no innovaba, pues la mayoría de los mapas militares que dibujaban la frontera contra el indio incluían su avance (y retroceso), como por ejemplo el “Plano General de la frontera de la República al norte y este del territorio de la Pampa” realizado por los ingenieros militares Jun Czert y G. Hoffmeister en 1869 (Imagen 5); algo que la bibliografía interpreta como una representación y ejemplificación de la movilidad de los límites fronterizos y de sucesos espacios-temporales sobre el espacio (Andermann, 2000; Lois, 2007).
Lo novedoso en la representación de la frontera en el mapa de Olascoaga es que ya no está el topónimo “Frontera militar actual”, en el mapa la frontera militar se convirtió en línea militar. Efectivamente, la frontera actual del mapa de Olascoaga no consiste en una línea de puntos, ni de cruces finas que se une a una línea continua (como era tradicional) ahora la línea de frontera dibujada por Olascoaga es con el límite con Chile y adopta un criterio igualitario para todo el contorno territorial incluyendo el borde con el océano. El topógrafo de la Campaña del Desierto utilizó una estrategia visual que remarca toda la silueta del territorio con una línea compuesta de color rojo. En realidad, son cinco líneas de diferentes grosores: la más ancha en la parte exterior y la más finas hacia el interior del contorno territorial. La misma estrategia utiliza para circunscribir el territorio chileno con color verde, dejando en claro que ese grafismo representa lo que no es parte de la nueva geografía del Estado. La estrategia de la línea compuesta es tan potente que no necesita colocar el topónimo de “Frontera actual”, tiene una apariencia de frontera obvia, natural. Con este nuevo límite desaparece la frontera interna con el indio; ahora los indígenas están en vías de quedar “dentro” de la territorialidad de la Argentina en proceso de unificación y expansión. Con esta nueva manera de marcar el límite del territorio argentino Olascoaga instala una nueva territorialidad, la del Estado en consolidación. En estos territorios anexados, por lo tanto, los topónimos que hasta entonces habían decorado los mapas militares, como “territorios no esplorados” (sic), “campos estériles” (Imagen 3) ya no tienen lugar en esta nueva narrativa del territorio. No obstante, los nombre de las “varias tribus guerreras” e “indios Tehuelches y Pampas” siguen figurando, pero ahora no por fuera de la territorialidad del Estado. En este mapa los indios, puede decirse, todavía son una presencia tangible, su territorialidad está vencida pero no borrada del mapa.
3. Entender el mapa, pertenecer al territorio
Los mapas militares no sólo describen, también proponen el futuro, una suerte de planificación territorial (Lois, 2007) y el mapa de Olascoaga no es la excepción, pues incluye el trazado de ferrocarriles, telégrafos militares, la instalación de colonias al margen de los ríos Negro y Colorado. Brinda la información estratégica suficiente como para conocer el territorio: las vías de acceso (los caminos generales y de los indígenas, ferrocarriles y caminos de Chile hacia las Pampas); los puntos cercanos a la “civilización” (los fortines de la primera y segunda línea de frontera) los toldos ocupados por indios y los abandonados. Coincidimos con Claudia Torre (2010) que la expedición de 1879 no se reduce a lo bélico, sino que contiene los gérmenes de la distribución de gente, de la división y asignación de las tierras. Sin embargo, en la geografía del mapa de Olascoaga todavía no está presente el proyecto de distribución de la tierra, y apenas está en esbozo el plan de cristianización y criollización de las tribus derrotadas. Como en toda conquista, primero se recolecta lo que se puede conocer y se necesita para comenzar a ejercer un control efectivo sobre tierras, personas, animales y otros recursos. Si comparamos el mapa de Olascoaga con el “Plano demostrativo de la tierra publica en territorios nacionales del sud” (Imagen 6) publicado en 1900 vemos que la Dirección de Tierras y Colonias (oficina estatal que dependía de la Dirección de Geodesia) cartografía una geografía de un Estado consolidado y representa la territorialidad triunfante. En este mapa no hay lugar para indios de ningún tipo. Es un mapa que representa al territorio del Estado argentino sin otredad o con “otros internos” [14] (Delrio, 2005). De hecho, podemos observar que en la actual provincia de Río Negro todavía la distribución y asignación de tierras es bastante incipiente. En el centro del territorio observamos algunos loteos ya efectuados con orientación a 45°, como acostumbraba a orientar las parcelas el Departamento Topográfico de Buenos Aires y las tierras asignadas a lo que hoy es el pueblo de Valcheta está representada en amarillo, lo que significaba que las tierras estaban reservadas ya sea decretadas o en gestión[15]. No es nuestro objetivo analizar este mapa en detalle sino ponerlo en contraste con la geografía representada por Olascoaga, donde sí podemos ver la presencia del indígena.
No se puede negar que la conquista de la Patagonia impuso un nuevo control que inauguró necesidades que requerían otro tipo de información territorial. Y el mapa de Olascoaga parece brindar este tipo de información para futuros habitantes de las colonias que se van a instalar sobre el margen de los ríos Colorado y Negro, protegidos bajo el topónimo de “Línea Militar del Rio Negro y Neuquén” (Imagen 7). Efectivamente la implementación y diseño de las colonias en el territorio impuso la necesidad de conocer, pero sobre todo de entender el territorio anexado. Según la Real Academia Española[16] una de las tantas acepciones que tiene el termino entender es penetrar; pertenecer y tocar. El mapa de Olascoaga tiene algunas claves que permiten penetrar en el territorio, ese pertenecer y tocar implican la construcción de la nueva territorialidad.
4. Nombrar, traducir, dominar
Generalmente, el acto de nombrar implica dominar. Sin embargo, en este mapa el cartógrafo no renombró los accidentes o sitios geográficos, sino que los tradujo. Efectivamente Olascoaga incluyó en el margen izquierdo del mapa un diccionario en donde traduce los topónimos de nombre indígena al español bajo el título de: “Los nombres indios son siempre descriptivos de la topografía u otros accidentes importantes de los lugares á que se aplican. Así es he creído útil incluir aquí la traducción de los que contiene este plano”.
Los efectos de esta traducción admiten interrelaciones diversas. En tanto transformación externa e impuesta desde los vencedores esta lista de topónimos contribuyó a la deshistorización de los indígenas y a una apropiación producida por la traducción al idioma nacional (Lois, 2018). Pero cabe señalar que la operación de la traducción tiene efectos diferentes de los que produce el renombramiento liso y llano, que opera en una deshistorización y aculturación más profunda. En efecto, tal como indica la leyenda que acompaña el glosario, incluirlo permitiría al usuario del mapa entender–penetrar sobre la topografía y comprender los accidentes del terreno que estaba por recorrer o habitar. El glosario de Olascoaga es así un indicador de un momento tal vez efímero que retiene de alguna manera las formas de nominación y ubicación espacial de los pobladores derrotados. Si bien, en rigor, la lista toponímica está por fuera del contorno territorial del mapa, recordemos con Harley (2005) que el mapa no se limita solo a la figura del territorio; la ornamentación y las leyendas que lo acompañan, también son parte de la información territorial que hacen al mapa. De manera tal que los topónimos que recoge el glosario, localizados dentro del recorte territorial o no, generan lo que Lois (2010) llamó paisajes toponímicos. Los topónimos visualizan paisajes, reconstruyen una geografía imaginaria indígena que está siendo apropiada -a partir de la traducción- por el Estado. La traducción[17] muestra una de las facetas de la lucha por el territorio, la puja entre las dos territorialidades: la indígena y la blanca.
Al mismo tiempo, la inclusión de esta lista de términos da cuenta del contacto que tenían las figuras públicas del siglo XIX con el indio (Torre, 2011). Olascoaga, por cierto, era un representante de este contacto: dominaba varios idiomas indios como mapuche, quecha y guaraní (De Jong, 2002). De esta manera mostrar su dominio sobre las lenguas indígenas implicaba que no solo conocía el terreno, sino que lo dominaba culturalmente, mediante la operación de traducir. Asimismo, al introducir esta información y hacerla accesible al público Olascoaga introduce una noción que intenta matizar verdades antes inconmovibles: vivir en el desierto es posible y civilizado. De hecho, hacer inteligible el espacio a través del glosario implicaba para Olascoaga salir del oscurantismo y llenar los espacios en blanco en el mapa. Es decir, más que una acción de vaciamiento del territorio -interpretación que cabe aplicar para etapas posteriores- en el momento singular de culminación de la campaña militar, y previo a la distribución y ocupación territorial, el mapa realizado por el Director de la Oficina Topográfica Militar produjo una imagen-puente:
El plano que publicamos y que hemos confeccionado en vista de los conocimientos que ha proporcionado [la campaña], presenta por primera vez, (…) un espacio de más de 20.000 leguas de superficie que hasta hoy figuraban en blanco en nuestras cartas geográficas(…) “[al] blanco [de nuestras cartas geográficas] le dábamos los nombres de pampa, desierto, territorio inútil [y] que creíamos que eso era realmente una pampa desierta e inútil donde los indios [vivían], protegidos por no sé qué ley física imaginaria que debía hacerlos superiores a las necesidades de la humanidad (…) Hoy sabemos que esa pampa es una rejion [sic] generosamente dotada de todas las condiciones de producción y de vida, y que los que en ella habitaban tenían razón de ser fuertes y guerreros.
Como vemos el blanco para Olascoaga, es de todo: producción de vida, bosque, pasto, economía, tierras, indios; menos blanco.
Bibliografía
Andermann, J. (2000) “Entre la Topografía y la iconografía: mapas y nación,” en Montserrat, M. (comp.) La ciencia entre siglos. Textos contextos e instituciones, compilador. Buenos Aires, Manantial.
Benedetti, A. y Salizzi, E. (2014) Frontera en la construcción del territorio argentino. Cuad. Geogr. Rev. Colomb. Geogr., n° 23, (2), pp. 121-138.
Banzato, G. (2005) La expansión de la frontera bonaerense. Posesión y propiedad de la tierra en Chascomús, Ranchos y Monte. 1780-1880. Bernal, UNQ.
Borrás Teruzzi, D. (2017) Manuel Olascoaga y la escritura de la historia territorial argentina: narrativas y representaciones visuales sobre los territorios de la Pampa y la Patagonia norte a finales del siglo XIX. Tesis de Licenciatura en Geografía, FyLo-UBA.
De Jong, I. (2002) “Indio, nación y soberanía en la cordillera norpatagonica: fronteras de la inclusión y la exclusión en el discurso de Manuel Olascoaga”. en Nacuzzi, L. (comp.) Funcionarios, Diplómáticos, guerreros. Miradas hacia el otro en la frontera de Pampa y Patagonia (siglos XVIII y XIX). Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología, pp. 159-203.
Delrio, W. (2005) Memorias de expropiación: Sometimiento e incorporación indígena en la Patagonia, 1872-1943. Bernal, UNQ.
Haesbaert, R. (2013) “Del mito de la desterritorialización a la multiterritorialidad” en Revista Cultura y representaciones sociales, vol.8, n° 15, septiembre.
Harley, J.B., (2005) La nueva naturaleza de los mapas. Ensayos sobre la historia de la cartografía. México, Fondo de Cultura Económica.
Lois, C. (2010) “Paisajes toponímicos. La potencia visual de los topónimos y el imaginario geográfico sobre la Patagonia en la segunda mitad del siglo XIX” en Mapas de metade do mundo. A cartografia e a construção dos territórios americanos. Lisboa, pp. 317-342.
__ (2007) “La Patagonia en el mapa de la Argentina moderna. Politica y ´deseo territorial´ en la cartografía oficial argentina en la segunda mitad del siglo XIX” en Navarro Floria, P. (coord.) Paisajes de Progreso. La resignificación de la Patagonia Norte, 1880-1916. Nuequén, Univesidad Nacional del Comahue, pp. 107-135.
__ (2018) Terra Incognitae. Modos de pensar y mapear geografías desconocidas. Eudeba, Buenos Aires.
Mazzitelli Mastricchio, M. (2008) La cartografía militar en la Argentina: Hacia la especialización topográfica (1865-1912), en Boletín de n° 2, 44, del Centro Argentino de Topografía, Buenos Aires.
__ (2017) Imaginar, medir representar el territorio. Una historia de las prácticas y las políticas cartográficas del Estado Argentino (1904-1941), cuadernos Territorio n°17, Filosofía y Letras UBA-Buenos Aires.
Nadal, F. y Urteaga, L, (1990) “Cartografía y Estado. Los mapas topográficos nacionales y la estadística en el siglo XIX”, en Geocrítica, nº 88, Facultad de Geografía e Historia, Universidad de Barcelona.
Navarro Floria, P. (comp.) (2004) Patagonia ciencia y conquista. La mirada de la primera comunidad científico-argentina. Neuquén, Centro de Estudios Patagónicos, Universidad del Comahue.
Torre, C. (2010) Literatura en tránsito. Rosario, Prometeo.
__ (2011) El otro desierto de la Nación Argentina. Antología de narrativas expedicionarias. Bernal, UNQ.
Zusman, P. (1996). “Sociedades Geográficas na promoção do saber ao respeito do território. Estratégias políticas e acadêmicas das instituições geográficas na Argentina (1879-1942) e no Brasil (1838-1945)”, Tesis de Maestría. Departamento de Geografía, Universidad de San Pablo y Universidad de Buenos Aires.
Selección de imágenes
Fuente: Mapa de Olascoaga, 1885. SEGEMAR.
- En las exploraciones geográficas del siglo XIX era muy común que estuvieran involucrados militares, tal es así que las Sociedades Geográficas como el Instituto Geográfico Argentino fundado por Estanislao Zeballos en 1879 contaba entre sus miembros con una amplia cantidad de protagonistas de la milicia, véase Zusman 1996. ↵
- Entendemos como territorialidad a las estrategias simbólicas y materiales con las que se pretende ejercer poder y control sobre un espacio. Esto incluye las practica sociales de habitar y de apropiarse de ese espacio. R. Haesbaert (2013) analiza el concepto de territorio, para el autor territorio no debe pensarse con categorías dicotómicas. Una de esas categorías es su carácter funcional/simbólico, para Haesbaert cuando se suprime lo funcional ya no estamos hablando de territorio, sino de territorialidad. Por lo tanto, el concepto de territorialidad para este autor no tendría base material.↵
- La avanzada sobre la frontera contra el indígena, como sabemos fue un proceso de larga data que implicó más de una campaña militar. Sin embargo, las dos grandes campañas militares que terminaron de eliminar la frontera interna pueden resumirse en la Campaña al Desierto y la Campaña al Chaco de 1884. La cartografía que se produjo de estas dos grandes campañas fue material que circuló en diversos ámbitos diplomáticas y científicos. Por lo que es de esperar que el mapa de Olascoaga haya tenido más de una publicación. En 1880 se produjo dos ediciones la primera edición del texto Estudio topográfico de la Pampa y Río Negro fuel la correspondiente a la casa litográfica madrileña, ubicada en Alsina 257 en Buenos Aires la cual analizamos en este trabajo. La segunda edición fue editada por Ostwald y Martínez, que se ubicaba en la calle Florida 136, también en Buenos Aires, este mapa no contenía el glosario y el relieve estaba representado a partir del sombreado plástico y con escala cromática. Asimismo, en 1881 el libro fue publicado en francés bajo el nombre La conquéte de la Pampa Recuell des documents relatifs a la campagne de Rio Negro. Publicado en Buenos Aires imprimerie du courrier de la Plata.↵
- Según C. Torre (2010) entre 1870 y 1900 en Buenos Aires hubo un estallido de periódicos, imprentas, editores que sumado a la automatización de la literatura ofrecieron un panorama cultural muy rico. Esa literatura iba acompañada de imágenes, como mapas y fotografías, que representaron los hechos acontecidos en la frontera. ↵
- Entre el personal había un teniente coronel, un sargento mayor y dos dibujantes con el cargo de capitán.↵
- Un antecedente de la Oficina Topográfica Militar fue la Mesa de Ingenieros y que estuvo vigente desde 1865 hasta 1879. La Mesa de Ingenieros fue organizada por el agrimensor húngaro Czerty tenía funciones militares, de hecho, su fundación debe leerse en el marco de la guerra del Paraguay (1865-1870).↵
- Si bien existían mapas de fortines sueltos, también se publicaban Atlas denominado “Planos de la Nueva Línea de Fronteras sobre La Pampa” de 1877, confeccionado por la Mesa de Ingenieros Militares. ↵
- Un ejemplar es el mapa topográfico levantado por Francisco Host en 1886, llamado “Plano de la 4ta. Sección de la Terraza y apertura del Camino entre Salta y Resistencia”.↵
- Según hemos podido calcular la escala original del mapa es de 1:4.750.000. Este valor es aproximado ya que el estado de la fuente nos impide un cálculo más exacto.↵
- El mapa se llamó “Plano topográfico de la Nueva línea de frontera ocupada por las fuerzas de la División costa sud. Comandancia General en Púan al mando del Sargento Coronel Dn. Salvador Maldonado. Construido por orden del Exmo. Señor Ministro de Guerra y Marina Coronel Dn. Adolfo Alsina. Según Plano levantado por el Cpa. Dn. Lorenzo Tock y Tte. José Daza y trabajos propios por el Sargento Mayor Dn, Jordán Wysocki” o “Plano General de la Nueva línea de fronteras sobre La Pampa construído por orden del Exmo. Señor Ministro de Guerra y Marina Coronel Dn. Adolfo Alsina, según los materiales y trabajos propios Sargento por el Mayor Dn. Jordan Wysocki. Marzo 1877”.↵
- El mapa de Melchert denominado: “Carta Topográfica de la Pampa y de la línea de defensa (actual y proyectada). Construida por orden del Exmo. Señor Ministro de Guerra y Marina, Coronel Dr. Dn. Adolfo Alsina, según los mejores materiales y trabajos propios.”↵
- Es decir, aproximadamente 144.000 kilómetros cuadrados. Estos valores se tomaron a partir de calcular cuántos kilómetros representa 1° en la latitud de 40° sur, en el ecuador son 111 km. Hay que tener en cuenta que por la esfericidad de la tierra este valor va disminuyendo a medida que nos acercamos a los polos.↵
- Claudia Torre menciona que si bien la historiografía se concentró en la columna de Julio Argentino Roca las operaciones militares sobre la Patagonia fueron cinco, todas con características diferentes en la manera de actuar (Torre, 2011, 12).↵
- Para Delrio (2005) las prácticas hegemónicas del Estado implican generar un consenso y consentimiento de las formas de control que operan en una sociedad que ya está integrada. Sin embargo, el alcance totalizador del Estado-nación no implica una desaparición de diferencias, por el contrario, el Estado se apoya en esas diferencias sociales y construye los otros internos (Delrio, 2005, 18).↵
- En el original las tierras “reservadas decretadas” “reservadas en gestión” están representados con un tono amarillo muy similar que no es posible. ↵
- https://bit.ly/2VCCdtg.↵
- En otros trabajos hemos analizado el concepto de traducción y transcripción cartográfica (2016; 2017 y 2018). ↵