Paula Cuestas[1] y Santiago García Martín[2]
La sección final del libro está conformada por las producciones de la investigadora argentina Vanina Papalini y la investigadora brasileña María Elvira Díaz Benítez. En una primera lectura de los títulos que enmarcan sus trabajos, el lector podrá advertir la convivencia de dos objetos de investigación, de dos preguntas que parecieran ser bastante disímiles. Por un lado, Papalini nos invita a reflexionar sobre las prácticas de lectura y la circulación de lo literario. Seguido de ello, Díaz Benítez propone abordar un espacio de interacción poco habitual para las ciencias sociales: las prácticas de violencia y humillación en el ámbito del erotismo, a través de la descripción de un segmento particular del mercado pornográfico. No obstante, sus lectores podrán encontrar preocupaciones comunes al adentrarse en sus trabajos. En primer lugar, ambas autoras colocan en el centro de su reflexión la indagación por aquello que motiva e inclina a los actores sociales sobre un determinado gusto o consumo cultural. ¿Por qué leemos? ¿Qué hay de constitutivo en esa experiencia? Más aún, ¿qué hay de seductor en esa experiencia? O siguiendo la argumentación de Díaz Benítez: ¿Por qué resultan atractivas para ciertas personas (las que lo llevan a cabo y las que lo consumen) las prácticas sexuales humillantes? ¿Cómo se articula el placer en esas prácticas extremas?
En esa inquietud por la relación entre gusto y placer podemos encontrar una defensa común por un estilo de investigación que señala ciertas precauciones teóricas para un abordaje descentrado del gusto. En las derivas y repreguntas conceptuales que ambas autoras describen en sus recorridos de investigación podemos identificar un cuestionamiento hacia ciertas lecturas morales y disposicionalistas sobre sus propios objetos desde perspectivas que establecen relaciones y afinidades con el enfoque pragmático de la acción social. El gusto puede ser entendido, ya no como un mero reflejo del modo en que las determinaciones sociales imprimen en los actores ciertas disposiciones a actuar, sino como una forma social que se constituye en la articulación de múltiples mediaciones que posibilitan escenarios de acción e interacción social donde los actores construyen experiencias de filiación plurales (Hennion, 2002; 2010). En ambos trabajos, el gusto emerge como la descripción de una actividad reflexiva, como una performance que habilita experiencias de placer y en la cual pueden producirse fisuras que desafían las certidumbres proyectadas sobre las interacciones sociales en las que participamos.
En el trabajo de Papalini, la noción de gusto se expresa a través de una inquietud por los “vínculos”. Los vínculos con el mundo literario, un mundo que habita no sólo en el acto de la lectura, sino también en la escucha y la narración. Tomando distancia de aquella figura moderna del lector como sujeto aislado y ensimismado, Papalini nos devuelve la imagen de una experiencia que se construye con otros y que transcurre en la trasposición de diferentes temporalidades: en el antes, el durante y el después de la literatura (ya sea leída, como escuchada o narrada). Del mismo modo, la autora propone expandir la perspectiva sobre las prácticas de lectura a partir de la consideración de los lazos sociales que posibilita, las afectaciones que supone (en un nivel emotivo e íntimo), y del carácter fluido y siempre cambiante de sus sentidos atribuidos. Su preocupación por lo literario coloca en tensión algunas de las moralidades comúnmente inscritas sobre el acto de leer y los cánones de producción literaria. Literatura no es sólo aquella definida como tal por un público erudito, es también literatura popular, literatura en diferentes formatos, géneros y formas de circulación, más allá de la denostación ejercida por congregaciones de críticos literarios. Ampliar la concepción sobre lo literario, dice la autora, nos permite echar luz sobre los vínculos que entraman literatura y sociedad, pensar lo literario en su circulación por las “nervaduras sociales”, en su capacidad de gestar lazos y comunidades. Los lectores, en efecto, se revelan como agentes no pasivos, afectados por lo literario, capaces de introducir transformaciones en sus vidas a partir de experiencias emotivas con materiales textuales. Es sobre la base de esas experiencias, y no sin ellas, que puede comprenderse mejor el modo en que las determinaciones asoman sobre el mundo de la lectura y su relativa indeterminación, o mejor dicho, la relativa indeterminación de lo social.
En el trabajo de Díaz Benítez encontramos una pregunta formulada explícitamente por el placer. En un tono que dialoga reflexivamente con su producción académica previa, la autora analiza un género particular del mercado pornográfico: aquel comprendido por las prácticas sexuales entre mujeres basadas en la dominación y humillación (expresadas, generalmente, en ciertos fetiches) como vía de placer. Para ello trae a colación la idea de performance, como la puesta en escena de una práctica que es guionada y convenida por un grupo en un set de grabación. Sin embargo, a diferencia de otras producciones del porno donde actor y espectador siguen el ritmo de una serie de movimientos coreográficos previsibles, este fetiche requiere de performances hiperreales dónde miedo y humillación son practicados al extremo y con un cierto grado de imprevisibilidad. En su carácter cuasi “real” radica, en gran parte, la posibilidad del espectador de participar de una fantasía en la cual experimenta placer. Ciertamente, el porno de humillación se basa en la representación de jerarquías sociales bien conocidas. A pesar de ello, dice la autora, el porno no debería ser analizado meramente como un ámbito escindido de producción de roles desiguales. Las prácticas de humillación, en todo caso, teatralizan en un formato hiperreal las desigualdades que organizan diversas esferas de interacción social. En la misma línea, la idea de “fisura” cobra relevancia. Las fisuras que se producen en el estudio de grabación, como situaciones borderline, como desajuste de lo previamente pautado, de lo moralmente aceptable, no son estrictas del porno de humillación. La fisura, un momento de desacople de una interacción social esperada, es una figura conceptual aplicable al análisis de variadas formaciones sociales tales como el amor romántico o la relación de padres e hijos.
Como mencionamos al comienzo, ambas autoras ponen en primera consideración componentes del orden del deseo, de lo afectivo y de lo sensible. El lector podrá encontrar, en las páginas siguientes, que el deseo es el lugar desde el cual los actores recuperan centralidad en el análisis de estas experiencias culturales. Las autoras realizan desplazamientos desde perspectivas sociológicas tradicionales al repreguntarse sobre el carácter de lo social, sobre el modo en que las determinaciones sociales confluyen en una perspectiva que pueda preservar simultáneamente la capacidad de agencia de los actores. Dichos desplazamientos, las convocan a discutir con posiciones consolidadas al interior de sus campos de interlocución de pares. De allí es que emergen con fuerza las categorías de experiencia y de fisura, conceptos que cobran importancia al interior de sus procesos de investigación pero que resultarían aplicables al análisis de otras esferas de la vida social, de otros objetos posibles, y que devuelven incluso una nueva pregunta por la naturaleza del devenir social.
Por último, la centralidad por lo afectivo las vincula de otro modo con el propio texto que aquí presentan, con ciertas reminiscencias literarias y poéticas que las descentran de las lógicas de producción de conocimiento académico más corrientes. Estos artículos son también una invitación a repensar las posiciones en el campo académico y a restituir la afección y el deseo por las propias prácticas de investigación.
Bibliografía
Hennion, A. (2002). La pasión musical. Barcelona: Paidós.
Hennion, A. (2010). Gustos musicales: de una sociología de la mediación a una pragmática del gusto. Comunicar, 17(34).