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Capítulo 7: La reproducción tecnomediada en primera persona

¿Quiénes recurren a las tecnologías de reproducción humana asistida en la ciudad de Bahía Blanca? ¿Por qué lo hacen? ¿Cuáles son los recorridos que trazan entre las clínicas y los laboratorios? Las TRTM distan de ser recorridos lineales hacia el logro del embarazo. Al mismo tiempo, no pueden ser estudiadas como eventos separados entre sí. En las narrativas construidas alrededor de estas experiencias las mujeres que ingresan a la medicina reproductiva entrelazan los diversos intentos realizados, las diferentes alternativas evaluadas y los resultados obtenidos. Cuando un ciclo es narrado, entran en juego los acontecimientos previos: puede ser el diagnóstico de infertilidad, un tratamiento anterior en el que no se consiguió concebir o el haber experimentado con un conjunto de técnicas para lograr el embarazo que no se encontraban previstas, un modo inesperado de acceder a un proyecto sumamente esperado.

Ingresar a la medicina reproductiva con el objetivo de concretar la maternidad implica numerosas decisiones sobre reintentar con la misma o con otra técnica, sobre seguir consultando al mismo/a especialista o cambiar, sobre seguir, inscribirse en el registro de adopción o finalizar el recorrido. Así, las mujeres que ingresan y permanecen en la medicina reproductiva construyen narrativas en torno a sus trayectorias. Por ello, en esta primera parte se describen -agrupados por edad y nivel educativo- cada trayectoria en particular. Las experiencias por ellas narradas tienen sentido en el marco de una biografía individual, pero a la vez, los recorridos individuales sedimentan en sentidos sociales sobre la reproducción tecnomediada, formas de racionalización y estructuras de sentido que son pasibles de análisis sociológico. Es por ello que recuperar cada trayectoria en su dimensión biográfica se erige como un recurso metodológico imprescindible para capturar el encadenamiento de dimensiones individuales, discursivas y estructurales de las trayectorias bajo estudio.

En primer lugar, explorar cada trayectoria en su especificidad permite -en un mapa de alta heterogeneidad como es la reproducción asistida- atender a cuestiones individuales hallando hilos conductores entre un caso y otro.

En segundo lugar, y considerando que una de las principales complejidades de la investigación cualitativa es el trabajo con un gran volumen de preguntas abiertas y relatos con elipsis temporales a los que, precisamente, no deseamos estandarizar sino comprender, atender a cada trayectoria facilita la comprensión de relatos caracterizados por múltiples temporalidades (individuales, de la pareja, de la medicina reproductiva, entre otras).

En tercer lugar, analizar cada trayectoria en términos individuales permite comprender que descubrir la infertilidad y recurrir a las tecnologías de reproducción asistida constituyen experiencias que atraviesan la identidad individual y el proyecto de pareja. En este sentido, el ingreso y la permanencia en la medicina reproductiva se constituyen como una profunda huella biográfica y que las expone a arduas negociaciones en relación a sus propias expectativas y deseos. Al mismo tiempo, permite vislumbrar la relación del itinerario individual con los discursos socialmente disponibles sobre la familia y la filiación y con procesos macroestructurales que moldean el acceso económico.

En cuarto lugar, las narrativas individuales constituyen un valioso recurso para la enseñanza de la sociología de la salud en la medicina y la enfermería, disciplinas altamente involucradas en la reproducción tecnomediada[1]. El aprendizaje basado en problemas (ABP), una modalidad pedagógica en ascenso en el campo de las ciencias de la salud, se orienta a la construcción de conocimiento a partir de casos individuales. Específicamente, en sociología de la salud, desde las narrativas individuales se intenta recuperar los aspectos sociales del proceso de salud-enfermedad-atención-cuidado. Narradas en primera persona, las trayectorias tecnorreproductivas permiten comprender los interjuegos que se entablan entre lo subjetivo y lo orgánico, entre la posibilidad de concebir y gestar y las tramas discursivas en las que estos procesos se realizan, las estimaciones prácticas entre el lazo genético esperado con el/la hijo/a, los riesgos y los diferentes grados de cobertura que, de distintos modos, se ponen en juego en la reproducción tecnomediada. En este sentido, las descripciones individuales de cada itinerario permiten identificar un marco amplio de condiciones individuales y sociales en las cuales se ingresa a la medicina reproductiva. y, por último, permiten identificar el entramado de circunstancias en las que se inscriben los verbatim seleccionados de los capítulos siguientes.

Por último, vale la pena recordar que no se emplean los nombres reales de las entrevistadas sino seudónimos y que, tal como se explicitó en el Capítulo 6,  todas las entrevistadas firmaron un Consentimiento Informado que garantiza la confidencialidad de los datos. 

7.1. Mujeres hasta 35 años de edad, nivel educativo bajo

En la siguiente sección, se presentan las trayectorias recorridas por las entrevistadas de hasta 35 años de edad de nivel educativo bajo. Este segmento se caracteriza por acudir, en su totalidad, al servicio de fertilidad del Hospital Interzonal José Penna y por la imposibilidad de acceder a la medicina reproductiva. En relación a este punto, es preciso destacar que las prácticas de diagnóstico y la cantidad de ciclos, encuentra un límite basado en la normativa provincial y en la disponibilidad de turnos y vacantes que dicho servicio presta.

Sofía

Sofía es una mujer de 32 años de edad al momento de la entrevista que se casó a los 19 años, y, aunque comenzó a buscar un embarazo a los 21 años, al cabo de casi dos años éste no se concretaba. Por este motivo, decidieron hacer una consulta médica. A través de una serie de estudios, se descubrió una patología en las trompas uterinas que imposibilitaba la concepción. Hacia el final del trabajo de campo, una entrevistada del mismo segmento con la cual había compartido un tratamiento en serie o grupal, me comentó que la patología era producto de un aborto inseguro que atravesó de joven. Durante la entrevista, Sofía no expresó haber abortado ni relacionó la infertilidad con aquella práctica, de modo que no podemos tomar este dato como concluyente. Sin embargo, las lesiones producidas por abortos inseguros son una causa frecuente de infertilidad secundaria.

Sin cobertura médica, realizó dos tratamientos de alta complejidad en el servicio público de fertilidad del Hospital Penna logrando un embarazo y parto en el último intento. Como tópicos salientes de la entrevista registré: la alta valoración de la correspondencia genética, entendida como el alumbramiento de un «hijo propio», en sus propios términos. Con respecto al riesgo, a lo largo de la entrevista desestimó los riesgos físicos y destacó los de tipo psicológico, tales como la angustia y la depresión provocada por los resultados negativos. Otro tópico saliente es la conjunción discursiva entre medicina y creencia religiosa. Esta relación se expresó cuando afirmó que «Dios hizo posible que tenga un hijo». También se hizo presente cuando interpretó algunos de los eventos que vivió (la llamada de la secretaria del servicio de fertilidad del Hospital Interzonal José Penna) como una «señal divina» que explican las situaciones previas y posteriores a los ciclos tecnorreproductivos que atravesó. Aunque se definió evangelista, en general, no expresó reticencias hacia la fertilización asistida o la manipulación genética, aunque sí se mostró en contra de la fertilización asistida en parejas del mismo sexo.

Lorena

Lorena es una mujer de 28 años que realizó un tratamiento de baja complejidad y dos de alta complejidad en el servicio de fertilidad del Hospital Penna. Cuando la contacté para concertar la entrevista, en un primer momento, se mostró renuente a realizar la entrevista y me pidió que la llame al día siguiente porque quería consultarlo con su marido. En el segundo llamado, comentó que la razón de su reticencia era que nadie en su familia sabía que había hecho tratamientos de fertilidad. Antes de finalizar el contacto, amplié la información relativa al anonimato y la confidencialidad del encuentro en el marco de un proyecto evaluado por el Comité de Ética del Hospital Penna y accedió a brindar su testimonio.

El día pautado para la entrevista, al llegar a su domicilio se encontraba con su marido, que mostró algo de desconfianza. Una vez que comenté en qué consistía la entrevista y que leyó el consentimiento informado, se retiró. Lorena brindó respuestas breves, aunque precisas.

Con respecto a su edad, resulta llamativo que haya sido convocada para el tratamiento en el hospital público dado que no contaba con la edad mínima estipulada por ley provincial -que rige en el ámbito hospitalario bonaerense- al momento de realizar ninguno de los tres ciclos tecnorreproductivos. La edad mínima para realizar el tratamiento es de 30 años pero esta entrevistada hizo su primer intento a los 26, concretando el embarazo a los 28 años de edad, es decir, dos años por debajo de la edad prevista. De esta cuestión se desprenden los siguientes interrogantes: considerando que una paciente de 26 años tiene más chances de lograr la concepción que una de 40, ¿qué rol juegan las probabilidades de éxito en la selección de las posibles beneficiarias del servicio público? ¿Quién decide qué casos que ingresan al servicio de fertilidad y qué importancia se le asigna a la edad en esa decisión? ¿Se seleccionan de acuerdo a la edad en forma explícita o implícita? Los límites de edad utilizados por el sistema público parecen opacos, o al menos no tan estrictos como en el texto de la ley: Lorena ingresó con 26 años al servicio de fertilidad cuando la ley garantiza la cobertura a partir de los 30 y hasta los 40 años.

Como tópico saliente se registra la preferencia por la correspondencia genética y la desestimación de los riesgos corporales y subjetivos. Así también se registran las complejas estrategias desplegadas para mantener en secreto el diagnóstico de infertilidad y las prácticas médicas relativas tratamientos, proceso arduo de ocultar puesto que un familiar cercano se encontraba realizando tratamientos en simultáneo a ella en el mismo hospital. Las razones esgrimidas para no brindar información al respecto se fundan en el temor al estigma, dado que según Lorena su núcleo familiar no aprueba la fertilización asistida.

Rocío

Rocío es una mujer de 30 años que comenzó a buscar un embarazo a los 23 años. A los 25 ya tenía diagnóstico de infertilidad combinado (factor femenino y masculino). A lo largo de su trayectoria experimentó dos eventos adversos. El primero se dio durante una cirugía en las trompas uterinas necesaria para enfrentar una transferencia embrionaria: se suponía sería una intervención breve pero que finalmente se desarrolló durante seis horas. Manifestó no haber sido informada en forma precisa acerca de qué ocurrió durante la cirugía ni de sus resultados, y en efecto, fue dada de alta ese mismo día sin cuidados posoperatorios. Expresó tener vagos recuerdos acerca de ese episodio y no saber qué médico realizó el procedimiento.

El segundo evento adverso se dio durante uno de los ciclos tecnorreproductivos que realizó en el Hospital Penna y en el que le descubrieron un hidrosalpinx[2] en las trompas uterinas. Aun sabiendo que el embarazo era inviable y que el hidrosalpinx podría ser infeccioso en el desarrollo de un embrión, se realizó la transferencia embrionaria. Según manifestó Rocío, el equipo médico argumentó no poder descartar el material genético obtenido de la fecundación por cuestiones legales. Dado que para el Hospital el embrión es considerado «persona» se le practica una transferencia compasiva que concluye en el evento relatado. ¿Cuántas mujeres habrán vivido experiencias similares por la ausencia de reglamentaciones que contemplen este tipo de casos? Las transferencias embrionarias en condiciones similares ¿son realmente compasivas?

A la vez, y en línea con las ambigüedades especificadas en casos anteriores, emerge la cuestión de la edad mínima requerida para ingresar al servicio de fertilidad del Hospital Penna: tuvo que esperar a cumplir los 30 años definidos por la ley provincial para ingresar al programa de fertilidad público aunque, tal como vimos en casos anteriores, este límite no se cumple taxativamente.

Amalia

Amalia es una mujer de 25 años al momento de la entrevista, de estudios primarios completos, que se encuentra en pareja hace 9 años. A los 23 años realizó un primer tratamiento de alta complejidad con resultado negativo. Luego de esta experiencia, decidió realizar una pausa de un año en la que se hizo diferentes estudios, en uno de ellos es diagnosticada como diabética. Ya en tratamiento para la diabetes, tanto sus óvulos como el esperma del marido muestran mejoras, por lo que le practican una inseminación intrauterina también con resultado negativo.

En su trayectoria, Amalia ha realizado el recorrido inverso al estipulado por la medicina reproductiva según el cual los primeros intentos se producen con técnicas de baja complejidad y luego, si éstas no resultan, se pasa a un tratamiento de alta complejidad. En su trayectoria, ha realizado un tratamiento de alta complejidad y luego, uno de baja complejidad. Vale la pena destacar que, al igual que en otros testimonios, la entrevistada tiene una edad inferior a la estipulada por ley pero igualmente accede a los tratamientos bajo estudio.

Se destacan como tópicos centrales la sensación de falta de estudios diagnósticos por parte del equipo médico: en reiteradas ocasiones expresó que le parecieron insuficientes las pruebas diagnósticas y que eso atentó contra las posibilidades de lograr el embarazo dado que el servicio de fertilidad contempla solo dos intentos de alta complejidad y uno o dos, como máximo, de baja complejidad.

Con respecto a la genética, se inclinó hacia la correspondencia: expresó que solo estaría dispuesta a recibir óvulos donados. Al mismo tiempo, descartó la recepción de esperma y la adopción de sus opciones por el rechazo de su marido, que también es asumido como propio por ella. Las razones principales por las cuales no adoptarían se sostienen en el deseo de atravesar la gestación y el parto y la idea según la cual el registro de adopción constituye un procedimiento largo, que tomaría muchos años. No emergió el riesgo físico ni psicológico como tópico prevalente.

7.2. Mujeres de 36 años y más, nivel educativo bajo

En la siguiente sección se presentan los recorridos trazados por mujeres de 36 años y más de nivel educativo bajo. A diferencia del segmento anterior, mujeres de hasta 35 años de nivel educativo bajo, en este grupo de casos, la edad reproductiva está cerca de llegar a su fin, situación que trae aparejada otras complejidades para el tratamiento de la infertilidad.

Sandra

Sandra es una mujer de 40 años de edad que está en pareja hace 25 años en los cuales nunca empleó métodos anticonceptivos. Realizó tres ciclos de baja complejidad y dos de alta en el Hospital Penna. A contramano del sentido común, que identifica a las mujeres de sectores bajos como mujeres que tienen muchos hijos, esta entrevista y las otras correspondientes a este segmento, visibilizan las profundas dificultades que atraviesan las mujeres de sectores vulnerables que experimentan la infertilidad.

Los primeros tres ciclos fueron realizados a través de inseminación intrauterina, con resultados negativos. Luego, realizó un cuarto intento con fertilización in vitro. En este caso, pudo realizar todos los procedimientos menos la transferencia embrionaria porque detectaron niveles muy altos de estradiol. En el quinto ciclo, también de alta complejidad, produjo solo un folículo. Ese fue su último intento, con resultado negativo. Luego de éste, su marido tuvo un problema de salud que Sandra interpretó como explicativo del resultado negativo de su trayectoria tecnorreproductiva. Expresó que, de haber logrado el embarazo, no podría conjugar el cuidado de su marido durante la internación y la crianza de un hijo o hija. Esta situación la interpretó como parte de un plan divino que le da sentido a la falta de resultados positivos.

Como tópico saliente de esta entrevista se registra la valoración de la correspondencia genética y la advertencia de los riesgos físicos que conlleva la estimulación ovárica en la reproducción tecnomediada. Al respecto, señala que llevó registros precisos y diarios de los efectos de la medicación, los resultados de los análisis y de las prácticas que atravesó con los cuales, en algunos casos, confrontó la voz del médico.

Virginia

Virginia es una mujer de 42 años que, a pesar de realizar dos intentos de alta complejidad, no logró quedar embarazada. Cuando le expliqué en qué consistía la entrevista y el propósito del estudio, expresó que quería dar la entrevista porque -por el límite de edad de la ley provincial- ya no podía acceder a más intentos en el servicio público del Hospital Penna. Esta expresión me llevó a suponer que tal vez la entrevistada pensó que dar la entrevista le facilitaría el acceso a un nuevo tratamiento. En este punto me surgieron nuevos interrogantes: ¿qué rol juega un investigador cuando se acerca a un posible entrevistado que tienen una necesidad específica? ¿Esperan recibir algo? ¿Les damos algo? ¿O no les damos nada?

La entrevista se realizó en su domicilio en una zona periférica de la ciudad, cercana al cementerio. Su casa consta de un solo ambiente en el que comen y duermen. En la pieza contigua maneja una pequeña proveeduría con la que abastece al barrio. Frente a la imposibilidad de concebir, menciona haber ejercido el rol materno con niños y niñas de familiares o vecinas que dieron a luz sin haber buscado el embarazo tanto como ella. Estas mujeres, que han dejado sus bebés al cuidado de Virginia durante períodos variables, vuelven a buscar al bebé al cabo de un tiempo causándole sufrimiento por la separación.

Con respecto a la genética, se manifestó cercana a la contingencia. En efecto, al momento de la entrevista, se encuentra analizando la posibilidad de realizar un tratamiento con ovodonación en la ciudad de Buenos Aires, en los cuales, según su percepción, la gestación sella la pertenencia genética. Para recolectar información, con frecuencia, se dirige hacia el locutorio que está en su barrio para buscar en internet y llamar por teléfono a clínicas porteñas en busca de un centro de fertilidad que le permita costearlo en cuotas. Con respecto al riesgo, expresó que advierte riesgos subjetivos pero no físicos.

Mabel

Mabel es una mujer de 52 años de nivel educativo bajo, pero cuyos ingresos son altos. Por el trabajo de su pareja en el puerto, característico de una ciudad portuaria como es Bahía Blanca, se trata de un empleo bien remunerado. Con el nivel de ingresos del trabajo de su marido y sin desempeñarse ella en el mercado de trabajo remunerado, pudieron financiar diez tratamientos privados, de los cuales más de la mitad fueron realizados en Bs. As. Esto significa que no solo costearon la medicación y las prácticas médicas sino también traslados frecuentes. Este caso me planteó una serie de interrogantes: ¿es el nivel educativo o el nivel de ingresos lo que determina la posibilidad de acceder a los tratamientos? ¿Qué rol juega el acceso económico a la medicina reproductiva? ¿Y qué rol juega el nivel educativo en la interpretación de la experiencia con la medicina reproductiva por parte de las mujeres que atraviesan los tratamientos? Finalmente, ¿debía ubicarla en el rango de nivel educativo bajo o nivel educativo alto? Considerando su nivel educativo y su edad, opté por incluirla en el segmento de nivel educativo bajo 36 años y más, respetando los segmentos predeterminados. No obstante, tomé la decisión de distinguir luego en el análisis que los tratamientos fueron realizados en clínicas privadas.

Como fruto de su décimo ciclo tecnorreproductivo, Mabel tuvo una hija que nació con un problema congénito en el corazón. Por esta razón, la bebé tuvo que ser operada a los 4 meses, una situación sumamente estresante durante el puerperio y más aún en su caso, dado que intentó durante 10 años dar a luz. Unos años después de resuelta la intervención quirúrgica, siguió intentado concebir para que su hija tuviese un hermano o hermana.

Hilda

Hilda es una mujer de 42 años que reside en la ciudad de Bahía Blanca desde hace 5 años. Contacté a Hilda a través de otras entrevistadas que hicieron tratamientos de fertilidad en el Penna. 

 

Hilda realizó dos intentos de fertilización asistida de alta complejidad en el Hospital Penna. Aunque expresó no haber experimentado ningún riesgo, en el primer ciclo atravesó un evento adverso ya que en la farmacia del Hospital le entregaron una dosis de medicación para estimulación ovárica muy superior de la cantidad prescripta. Esto le provocó una fisura en su útero a partir de la cual suspendieron su primera transferencia embrionaria. Luego, por el evento adverso experimentado, le dieron la chance de realizar un intento más. De modo que, junto a la opacidad en los criterios de edad utilizados por el servicio público, este caso permitió registrar la flexibilidad en cuanto a la cantidad de intentos ya que, en su caso, accedió a tres ciclos.

Uno de los tópicos centrales de la entrevista es la sensación de que los estudios diagnósticos fueron escasos, en sus palabras expresó sentirse como un «conejillo de indias», según sus propias palabras. Paralelamente valoró la gratuidad de los tratamientos y el buen trato del equipo del personal del Hospital. Expresó su pesar por no poder reintentar dado el límite de edad y haber agotado los intentos establecidos por la cobertura pública. Al igual que Virginia, consultó si responder a la entrevista le facilitaría acceder nuevamente al servicio de fertilidad.

Al igual que otras entrevistadas, manifestó cierto apego a creencias religiosas y apeló a estas creencias para explicar diferentes eventos vinculados a la reproducción tecnomediada por los que pasó. Dos eventos en particular fueron los que despertaron esa sensación con mayor fuerza. El primero, es el caso de una conocida que perdió un embarazo logrado a través de tecnologías reproductivas y que al poco tiempo fue convocada para adoptar un bebé. Hilda interpretó esta secuencia de hechos como ya previstos por dios. Pero, así como las creencias religiosas explican la maternidad en el caso de su conocida, también cuestionó la voluntad divina por los resultados negativos de sus tratamientos.

Noemí

Noemí me recibió en su casa en un barrio de clase trabajadora de la ciudad de Bahía Blanca. Describió el ingreso a la fertilización asistida como un «mundo aparte» en el cual ingresar es un proceso muy arduo. Noemí atravesó dos tratamientos de baja complejidad en el hospital de Mar del Plata, luego, en el Hospital Penna realizó dos intentos de baja complejidad y dos de alta complejidad en el servicio público. Al cabo de esos seis intentos en servicios públicos realizó un único ciclo en forma privada en la clínica Ameris, de la ciudad de Bahía Blanca, de modo que pudo establecer algunas comparaciones entre uno y otro servicio. Al igual que otras entrevistadas, destacó el nivel preparatorio del servicio público de fertilidad, en términos profesionales y organizacionales. Se refiere concretamente a la falta de espacios adecuados en el ámbito del Hospital Penna y a la tercerización de los procedimientos en clínicas privadas lo cual implica desplazamientos por distintos puntos de la ciudad y complejas adecuaciones administrativas.

En general problematizó la dinámica que rige los tratamientos, signada por la urgencia y la falta de estudios diagnósticos. Este aspecto lo destacó porque, al momento de iniciar su ingreso a la medicina reproductiva, se basaron en un espermograma antiguo de su marido, sin solicitarle nuevos estudios. Asimismo, no le indicaron la realización de algunos análisis que, según ella, podrían haber aportado datos concluyentes, tales como estudios de las trompas o de patologías asociadas a la sangre como la trombofilia. Al igual que en otras entrevistas, afirmó que aceptaría recurrir a la ovodonación aunque no a la espermodonación.

Roxana

Contacté a Roxana a través de Noemí y aunque fue difícil coordinar un encuentro, sobre fines de año accedió a brindar una entrevista. Oriunda de una ciudad de la zona , formó pareja con un bahiense y se instaló en la ciudad hace cinco años aproximadamente. Empleada en tareas agrícolas en áreas rurales de la ciudad de Bahía Blanca, brindó respuestas breves, hizo algunas pausas durante su relato y, como noté cierta angustia, preferí no ahondar en algunos de los hitos que expresó como más dolorosos.

Una de las cuestiones emergentes es que realizó dos tratamientos en el servicio de fertilidad del Hospital Penna con una semana de diferencia entre uno y otro, un lapso breve en comparación con el resto de las trayectorias relevadas. El primer intento que realizó fue con técnicas de alta complejidad. De resultado negativo, con solo una semana de diferencia, comenzó el segundo ciclo en el servicio público. Según expresó en la entrevista, la contigüidad de los tratamientos se explicó porque los ovarios, que habían atravesado la estimulación recientemente, según los especialistas se encontraban preparados. Esta velocidad pone de manifiesto las múltiples temporalidades que involucra la medicina reproductiva en donde la preparación corporal no siempre se enlaza con la situación subjetiva para afrontar el tratamiento.

A lo largo de toda la entrevista asignó una valoración positiva a la conexión genética y se mostró renuente a la adopción y a la recepción de gametos de donantes. Uno de los tópicos salientes fue la necesidad de mantener oculto el tratamiento para su familia, como un secreto que no puede ser develado bajo ninguna circunstancia porque frente a casos similares ha observado que opinan con desdén de las tecnologías reproductivas y de quienes recurren a ellas.

7.3. Mujeres de hasta 35 años de edad, nivel educativo alto

En esta sección se presentan las trayectorias seguidas por mujeres de hasta 35 años de edad de nivel educativo alto. A diferencia de las mujeres del mismo rango etario, pero de nivel educativo bajo, en este segmento las posibilidades de realizar o repetir diagnósticos y tratamientos, es mayor. Esto abre el espectro de intervenciones y con ellas, incrementa las chances de lograr el embarazo.

Beti

Beti es una mujer de 34 años, de nivel educativo alto que realizó tres inseminaciones intrauterinas y un intento de alta complejidad que resultó en un embarazo y parto reciente al momento de la entrevista. De buena predisposición para la entrevista, Beti hizo hincapié en la rigurosidad corporal de los tratamientos, y los efectos colaterales de las hormonas, tales como los cambios de humor y de peso resultantes de la estimulación ovárica. Asimismo, se destaca que para lidiar con la infertilidad y atravesar los tratamientos optó por hacer pública su situación en su entorno familiar y social como estrategia para evitar la presión y los sentimientos de angustia.

Como tópicos salientes se destacan la importancia asignada a la correspondencia genética, aspecto central en casi todas las narrativas y la alta valoración que hace del embarazo, definido como un «estado ideal» del cual disfrutó. En su relato, el riesgo emerge como riesgo psicológico, causado por los resultados negativos. Así también, se enuncia en relación al parto vaginal y por el cual se le indica alumbrar por parto abdominal. A diferencia de estudios previos en los que recolecté la preferencia por el parto por vía vaginal, en los datos recabados para la presente investigación, la aceptación de la cesárea no solo se ha incrementado en las mujeres que atravesaron ciclos tecnorreproductivos, sino que ellas mismas han solicitado alumbrar de ese modo.

Dado que le quedaron embriones crioconservados del último tratamiento realizado, expresa que, de no poder concebir nuevamente, en éstos podría encontrarse el/la hermanito/a de su hija recién nacida.

Yanina

El caso de Yanina resulta relevante por diferentes motivos: con menos de 35 años (32 al momento de la entrevista) y de nivel educativo alto, ingresó directamente a la fertilización asistida de alta complejidad. Luego de solo un ciclo infructuoso, realizó otro intento mediante ovodonación cuyo resultado fue positivo y del cual, al momento de la entrevista, se encontraba cursando el quinto mes de embarazo.

A pesar de que en su diagnóstico se señalaba la baja producción de óvulos, resulta llamativo el contraste con otras entrevistadas, mayores que ella, a quienes se les suministraron altas dosis de hormonas para que produzcan sus propios óvulos. A diferencia de estas otras narrativas relevadas, en el caso de Yanina, su edad le permitía intentar nuevamente con su propio material genético, pero, en parte por el consejo médico y en parte por su objetivo de lograr el embarazo, optó por la utilización de óvulos donados. Relativizó la correspondencia genética y se identificó con la retórica de la contingencia genética, priorizando la gestación y la crianza sobre la conexión genética. Se definió a sí misma y a su pareja como «abiertos» con respecto a la homoparentalidad y a la monoparentalidad.

Mayra

Mayra es una mujer de 29 años que sufre de anovulación. Esta condición la atribuye al haber optado por un método de anticoncepción oral para el tratamiento de sus ovarios poliquísticos y que, en la actualidad, sería la causa por la cual no ovula, al menos al nivel de producción compatible con su edad. Sumado a esto, su marido tiene poca movilidad y alta mortalidad en el esperma. A su vez, ambos han tenido clamidia, enfermedad de transmisión sexual que reduce la calidad del esperma y que puede consignarse como factor secundario de infertilidad.

Ante el diagnóstico obtenido, realiza intentos por concebir con relaciones programadas y con técnicas de baja complejidad, todos con resultados negativos. Luego de este intento menstrúa, y, al ciclo siguiente queda embarazada. Al momento de la entrevista se encontraba cursando el segundo trimestre de embarazo. A pesar de no haber necesitado recurrir a las tecnologías reproductivas de alta complejidad, los causales de infertilidad y las experiencias relatadas, resultan pertinentes para el análisis de las trayectorias bajo estudio.

Nerina

Nerina es una mujer de 34 años que realizó un tratamiento de baja y dos de alta complejidad, resultando el último en el embarazo y parto de su hija Azucena. Nerina manifestó que atravesar la infertilidad le hizo cuestionarse ideas previas, principalmente aquellas relativas a la adopción. Entre sus ideas previas figuraba que, ante la imposibilidad de ser madre biológica, recurriría a la adopción. Sin embargo, ante la experiencia real de la infertilidad y frente a las ofertas de tratamientos reproductivos, deciden junto a su pareja, iniciar su recorrido en búsqueda de un hijo/a biológicamente ligada.

Del primer intento, realizado con técnicas de baja complejidad, recordó sentimientos de trato displicente por parte del especialista, razón por la cual, decidieron cambiar de clínica. Luego, realizaron dos ciclos de alta complejidad, de los cuales destacó la rigurosidad del tratamiento para el cuerpo femenino y la necesidad de cumplir con exactitud las indicaciones médicas. Con respecto a la genética, no se expresó en contra de la donación de gametos aunque destacó la preferencia por la correspondencia genética. En relación a los riesgos, enfatizó en los de tipo psicológico, derivados de la rigurosidad del tratamiento y de la frustración cuando resulta infructuoso. Finalmente, destacó el rol de la medicina como ayuda o complemento de la reproducción sexual.

Diana

Diana es una mujer de 34 años con estudios universitarios en biología y especializada en genética que está en pareja desde hace nueve años. Unos años después de casarse comenzó la búsqueda de un embarazo, aunque sin poder concretarlo. Una vez realizadas las primeras consultas, realizó dos intentos infructuosos de baja complejidad y se encuentra en la etapa preparatoria para realizar un tratamiento de alta complejidad en la ciudad de Buenos Aires.

Sin diagnóstico preciso, y dentro de la categoría de esterilidad sin causa aparente, la situación le provoca incertidumbre. Si bien es joven, aún no consiguió quedar embarazada lo que le genera sentimientos profundos de angustia. Del primer ciclo recordó las experiencias de trato displicente por parte de especialistas de una de las clínicas de fertilidad locales, razón por la cual optó por cambiar de especialista para la segunda oportunidad. Del segundo rememoró las explicaciones detalladas y empáticas brindadas por el especialista que le permitieron experimentarlo de una forma diferente. A pesar de su conocimiento en la materia, valoró la comunicación precisa y clara de los especialistas. A la vez, expresó haber buscado fuentes alternativas para atravesar la infertilidad, tales como terapias, acupuntura y yoga.

Selena

Selena es una mujer de 35 años, con estudios terciarios completos y empleada en relación de dependencia. Ante la separación de su pareja, con quien había compartido la crianza de una hija de él de un matrimonio anterior, decidió recurrir a un donante de esperma para cumplir con su deseo de maternidad.

Con la cobertura de la obra social realizó un tratamiento exitoso de baja complejidad con el cual tuvo a su hija, Lola. Optó por cumplir su deseo de ser madre a través de un donante porque la situación de tenencia compartida de la hija de su ex pareja le resultaba demasiado dolorosa y prefería no exponerse nuevamente a la búsqueda de pareja en pos de la formación de una familia.

De respuestas puntuales, no se explayó demasiado y mantuvo una escucha atenta de las preguntas, brindando respuestas breves y precisas. Si bien no manifestó haber recurrido a información circulante en internet o libros, se refirió a la multiplicidad de formatos familiares, en consonancia con nuevas discursividades en torno a la familia y distanciándose del mandato tradicional.

Expresó su arrepentimiento por no haber criopreservado la muestra con la cual tuvo a Lola para gestar nuevamente y así darle un hermanito o hermanita a su hija. Manifestó que luego del nacimiento pensó que formaría una pareja con la cual realizaría el deseo de brindarle lazos filiales a su hija, entiendo, por la vía reproductiva sexual pero que finalmente ese proyecto no se concretó y que en ese nuevo contexto se arrepiente de no haber conservado la muestra con la cual tuvo a su hija. El contexto en el cual fue realizada la entrevista, unas horas antes de bañar y alimentar a su hija, no permitió que la entrevista se extendiera mucho más, aunque en el lapso en el que se desarrolló se obtuvo la información necesaria.

7.4. Mujeres 36 años y más, nivel educativo alto

En la siguiente sección se detallan los recorridos trazados por mujeres de 36 años y más de nivel educativo alto. Al igual que segmento de 36 años y más de nivel educativo bajo estos recorridos se caracterizan por desarrollarse en los últimos años de la edad reproductiva. Sin embargo, a diferencia del mismo rango etario de nivel educativo bajo, en este segmento las opciones técnicas y de financiación de los ciclos es mayor, lo que moldea las trayectorias detalladas.

Graciela

Graciela es una mujer de 47 años, estudios terciarios completos y una buena situación económica. En su primer matrimonio tuvo dos hijas, concebidas a los 22 y 25 años, de forma natural. Al separarse, formó pareja con Fabio, con quien, al momento de la entrevista, se encontraba en proceso de separación.

Mientras estuvo en pareja con Fabio intentaron tener hijos, de hecho, Graciela suponía que, al haber tenido dos hijas concebidas sexualmente, no tendría dificultades en quedar embarazada nuevamente. Sin embargo, al momento de la segunda unión conyugal tenía treinta y seis años y, al cabo de dos años de búsqueda infructuosa, decidieron acudir a una de las clínicas de fertilidad de la ciudad. Realizaron un total de siete ciclos de alta complejidad desde el primer momento, sin considerar la opción de adoptar ni de recibir óvulos o esperma donados porque querían agotar todas las posibilidades con el material genético de la pareja. En su pareja anterior, Fabio estuvo en total 16 años conviviendo con una mujer con la cual, según expresa Graciela, nunca intentó tener hijos. Probablemente, haya atravesado una situación de infertilidad que pasó inadvertida o que no comentó con Graciela. Durante la entrevistada manifiesta la renuencia de Fabio a realizarse estudios diagnósticos que finalmente realizó hacia el final de la trayectoria y en los que se constató que tenía azoospermia. Finalmente, en el último ciclo, y unos días después del nacimiento de su primera nieta, obtiene un resultado positivo que da nacimiento a su tercera hija.

En total realizó siete tratamientos de alta complejidad en forma privada; dentro de esta cantidad de intentos, los últimos tres los realizó en Buenos Aires. Como tópicos salientes de la entrevista registré la importancia asignada a la correspondencia genética y la expectativa de, en sus propios términos, «darle un hijo biológico» a su pareja como símbolo de la unión familiar.

Viviana

Viviana es una mujer de 40 años, que al momento de la entrevista tiene un bebé de unos pocos meses resultante de su último ciclo de fertilización asistida. En la ciudad de Bahía Blanca, realizó dos ciclos de baja complejidad, ambos con resultados negativos. Entre medio, falleció su papá, de modo que, a los resultados negativos de los tratamientos se suma el duelo por la muerte de su padre. Decide consultar en la clínica Halitus, de la ciudad de Buenos Aires, donde le descubren mosaicismo, una alteración genética que podría ser impedimento para concebir. Luego de consultar con diferentes especialistas, expresó las diferentes posturas que fue considerando respecto de la correspondencia genética, manifestando que estas cambiaron a medida que desarrolló su trayectoria por la medicina reproductiva. Tal como ella señaló, al momento del primer ciclo le asignaba gran importancia al lazo genético, pero luego tomó distancia de este ideal y sostuvo que estaría dispuesta a adoptar para «darle un hermanito a su hijo», en sus términos.

Sin embargo, es preciso resaltar, que este cambio de posturas no sigue una lógica lineal: no parte de la preferencia biológica absoluta hasta llegar a la indiferencia con respecto a la conexión biológica. Sus ideas son fluctuantes, en algunos momentos, considera la posibilidad de adoptar, en algunos pasajes relativiza el lazo sanguíneo a la vez que reconoce su preferencia por tener un hijo biológicamente ligado. En su relato, la entrevistada negocia con los discursos socialmente aceptados sobre la maternidad como función de cuidados y afectos más que biológica y en otros vuelve al ideal naturalista de la maternidad.

Celeste

Celeste es una mujer de 40 años de nivel educativo alto que en total realizó nueve intentos: uno de baja complejidad y dos de alta complejidad en la ciudad de Bahía Blanca. Luego, realizó los seis restantes, todos de alta complejidad, en la ciudad de Buenos Aires.

Como tópico saliente, registré que, si bien se trata de una familia de altos ingresos, presentaron amparos en casi todos los tratamientos antes de la sanción de las leyes. Luego, una vez aprobadas, se acogieron a los beneficios de la cobertura. Siguieron minuciosamente los procedimientos médicos y legales. Otra cuestión saliente es la importancia al par anonimato—individualización durante la realización de los tratamientos. Por un lado, rechaza la modalidad de realización de los tratamientos en serie de la clínica local: en los tratamientos grupales es probable coincidir con conocidos con quienes no quería compartir su situación. Por otro lado, valora la baja probabilidad de coincidir con personas conocidas en la ciudad de Buenos Aires junto a la alta singularización de la atención médica que experimentó. Se trata de dos tipos de valoración diferentes: el anonimato respecto de otros pacientes y la individualización respecto de los médicos. Se manifestó cercana a los ideales de la correspondencia genética y expresó el pedido de su marido de lograr la concepción con su propio material genético.

Emilia

El caso de Emilia corresponde a una mujer de más de 36 años, de nivel educativo alto cuya trayectoria por la medicina reproductiva se encuentra signada por diferentes episodios: el haber experimentado el síndrome de hiperestimulación ovárica y la pérdida de un embarazo resultante de la reproducción tecnomediada.

De acuerdo a lo relatado por Emilia, el síndrome de hiperestimulación ovárica no fue detectado por los médicos a pesar de su malestar. Reconstruye que atravesó este episodio por haber revisado los exámenes médicos y contrastado los valores hormonales obtenidos con los valores ideales. A la vez, vincula esta condición con la pérdida del embarazo.

A pesar de las malas experiencias previas y dada la insistencia de su esposo acerca de realizar un intento más con el material genético de la pareja, intenta nuevamente por tercera vez logrando quedar embarazada de un bebé que, al momento de la entrevista, tenía dos meses. La diferencia entre este tratamiento y los dos anteriores es que les brindan la opción de atravesar un nuevo proceso de estimulación ovárica sin punción ni transferencia para lograr la fecundación por la vía sexual.

Durante la entrevista enfatizó en la importancia que su marido le asigna a la correspondencia genética y relativizó la valoración que ella misma hace del lazo biológico. Al igual que en el caso de Viviana, muestra posturas fluctuantes y se pregunta si tener un hijo genéticamente ligado justifica los dolorosos procedimientos y los riesgos que vivió. Se muestra firme en relación a «darle un hermanito a su hijo» a través de la adopción.

Luciana

Contacté a Luciana a través de una conocida que me comentó que recientemente había adoptado a dos hermanitos después de realizar numerosos intentos negativos con tecnologías de reproducción asistida.

Los primeros dos ciclos fueron homólogos pero resultaron infructuosos. A raíz del uso de hormonas para estimulación ovárica, se le generó un cáncer de mama para el cual permaneció en tratamiento durante cinco años. Luego de ese lapso, realizó dos intentos más con óvulos donados que también resultaron infructuosos.

Finalmente, logró adoptar dos hermanitos. El relato de Luciana se centra en la transformación subjetiva que experimentó: desde que descubrió la infertilidad, sus sentimientos iniciales de tristeza y frustración frente al entorno familiar-social hasta que sobrevienen nuevas ideas sobre la maternidad que renuevan sus expectativas. Señala el haber atravesado la enfermedad como un proceso de aprendizaje que posibilitó ese cambio subjetivo y la llegada de sus hijos como una nueva etapa en su vida. A lo largo de la entrevista se perfila como adscripta a la contingencia genética y proclive a entender el lazo filial como fruto de la crianza y el tiempo de calidad en familia en detrimento de la correspondencia genética.

Evelyn

Evelyn es una mujer de 36 años de nivel educativo alto y empleada en relación de dependencia en un estudio contable. Casada desde los 27 años, Evelyn cuenta con los recursos para costear los tratamientos en forma privada. Hizo numerosos ciclos de baja complejidad, en total 6 intentos mediante inseminación intrauterina, un número elevado en relación al resto de las trayectorias relevadas. Luego, intentó 4 veces más con alta complejidad, todos de resultado negativo.

A lo largo de la entrevista se mostró esperanzada de concretar la maternidad, y, para lograrlo expresó que, en caso de no poder realizarlo a través de la medicina reproductiva, preferiría adoptar. Manifestó su preferencia por la adopción en contraste con la recepción de gametos de donantes, aunque destacó en varios pasajes la opacidad del sistema de adopción de la Argentina. Evelyn y su pareja se encuentran inscriptos hace cuatro años en el registro de padres adoptantes, estrategia que es saliente en otras trayectorias de este segmento. Por encontrarse más próxima al fin de la edad reproductiva comenzó a considerar esta vía como una posible para conformar una familia, en paralelo a los distintos ciclos tecnorreproductivos.

Finalmente, durante la entrevista se destacó la confianza depositada en los criterios del equipo médico, aunque éstos le indicaron reiterar mediante inseminación intrauterina, una técnica cuyas tasas de éxito son bajas.


  1. En mi desempeño como profesora en la asignatura Sociología médica, correspondiente al Área de Ciencias del comportamiento de la Licenciatura en Medicina y de Sociología y salud en la Licenciatura en Enfemería (Universidad Nacional del Sur), el trabajo con narrativas individuales constituye un recurso fundamental. Por la estructura la carrera, los contenidos temáticos de todas las áreas (Clínica, Biología, Análisis Epidemiológico de los Determinantes Sociales de la Salud, Salud Individual y Colectiva y Ciencias del Comportamiento) se trabajan a lo largo de un primer ciclo de fromación que consta de 12 unidades temáticas. En cada una de esas unidades se trabaja a partir del Aprendizaje Basado en Problemas (ABP). Cada ABP narra una problemática de salud atravesada por una persona o familia en donde se cosnginan tanto los padecimientos orgánicos como las condiciones económicas, sociales, geográficas y culturales en las que se encuadra. Específicamente, en la unidad 12 «La continuidad vital», se dicta un seminario interdisciplinario sobre «Bioética y tecnologías reproductivas» en el cual se analiza la temática desde la embriología, las tecnologías reproductivas, la bioética y la sociología.
  2. El hidrosalpinx es una obstrucción de las trompas uterinas resultante de la acumulación de líquido en su extremo. Esto provoca que la trompa se dilate, dificultando la correcta fecundación.


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