El siglo XXI nos encuentra abandonando progresivamente una moral sexual y reproductiva que definió al cuerpo femenino como agente reproductor y garante de la comunidad nacional. Dejamos atrás una moral organizada en torno -y para- la familia heterosexual como núcleo constitutivo de la comunidad nacional. Nos hallamos en el tránsito hacia una nueva forma de interpretar tanto los procesos que dan origen a la vida humana como a las uniones familiares y los vínculos filiales que la alojan. Como en todo período de transición, coexisten núcleos retóricos y prácticas de distinto signo en un mismo espacio geográfico y social, convivencia conflictiva sobre la cual la sociología tiene mucho para decir.
En las sociedades contemporáneas -y en contraste con los posicionamientos feministas que veían a las mujeres conquistar mayores grados de autonomía respecto de la maternidad- el siglo XXI revalorizó la lactancia, el colecho, la nutrición y el cuidado materno, tareas que implican una presencia dedicada, amorosa y continua y que, en el sentido común son tematizadas como parte del instinto materno. La reposición del parto hogareño entre los eventos reproductivos ilustra una época en la que la injerencia biomédica en los eventos relativos a la reproducción es vista como garantía, para algunas/os, y con recelo, para otras/os.
En este contexto, la reproducción tecnomediada, que se vale de la intervención biomédica, se ha presentado como acompañamiento de estos procesos, postulando que sus actuaciones imitan y favorecen las lógicas de la reproducción sexual. En su proceso de consolidación como oferta válida para sortear la infertilidad en la ciudad de Bahía Blanca, la medicina reproductiva apeló discursivamente a resignificar aquellas dimensiones de su actuación que en el imaginario social resultaban amenazantes de un entramado social naturalizado como es la reproducción humana y la familia heterocentrada. Pero la propuesta técnica que se hace desde la medicina reproductiva es inescindible de su recepción por parte de quienes recurren a ella y que, experimentando las diferentes técnicas, hablando de ellas, han nombrado en sus propios términos cada uno de los eventos transitados en este campo.
La infertilidad y el acceso a las tecnologías reproductivas son experiencias sentidas en forma individual pero socialmente configuradas. Se trata, en efecto, de una problemática social que atraviesa por completo la biografía de quienes la padecen y cuyo efecto disruptivo va más allá de la imposibilidad de concebir.
El concepto de trayectorias, ampliamente utilizado en ciencias sociales pero escasamente empleado para dar cuenta del conjunto de experiencias físicas y subjetivas de quienes recurren a las tecnologías reproductivas para conformar su familia, permite aproximarse y aglutinar dimensiones diversas de una trama compleja. En este sentido, se definió el concepto de trayectorias de reproducción tecnomediada para abordar comprensivamente las dimensiones biográficas, discursivas y estructurales que entran en juego en el proceso de emplear las tecnologías reproductivas. El interjuego de estas tres dimensiones delimita el modo en que las personas con dificultades reproductivas conforman sus familias.
Abordar la problemática bajo estudio en sus dimensiones biográficas permitió analizar, ya no tratamientos desvinculados entre sí, sino eventos a partir de los cuales las mujeres entrevistadas construyen una narrativa vital. De este modo, se hace inteligible un espectro más amplio de condiciones individuales y sociales, discursivas y materiales que rodean y atraviesan a los tratamientos experimentados. En relación a este punto, hallamos que las trayectorias bajo estudio involucran eventos biomédicos que no se desarrollan en forma lineal hacia el logro del embarazo sino que, por el contrario, involucran numerosas inflexiones biográficas, orgánicas y discursivas.
En esta dirección, hallamos que el abordaje de las TRTM habilitó la comprensión de los procesos corporales pero también de las interpretaciones desplegadas por las mujeres entrevistadas en torno a ellos, empleando estos objetos de investigación como prismas a partir de los cuales indagar en significante más amplios como el cuerpo, la constitución subjetiva, la familia y la vida social. Es preciso destacar que, si no se hubiera empleado la noción de trayectorias, solo podría haberse registrado un conjunto heterogéneo y disgregado de eventos. En términos biográficos, el análisis de las TRTM, los discursos sobre la genética y el riesgo se convierten en parte integrante de una cadena mayor de significados sobre la familia y la vida en sociedad.
En términos discursivos, hallamos que a lo largo de las trayectorias se ponen en práctica diferentes modos de significar el lazo genético. Cuando el embarazo no puede conseguirse por la vía reproductiva sexual se inaugura una densa trama de significación que enlaza el vínculo genético con la pertenencia de ese/a hijo/a a la familia. La alta valoración del vínculo genético, sobre el cual se monta la medicina reproductiva, cataliza las trayectorias bajo estudio y los esfuerzos corporales y subjetivos para conseguirlo.
Considerando los aspectos antes mencionados, la noción de retóricas de la genética habilitó el análisis de las tramas discursivas que concatenan lo biológico y lo social mediante diferentes graduaciones. Es decir, en la reproducción tecnomediada, la ausencia de la sexualidad en la fecundación es reinterpretada como correspondencia cuando la fecundación se realiza con los gametos de la pareja. A la vez, la correspondencia garantiza la posesión del/la hijo/a. De acuerdo a los datos obtenidos, desde la retórica de la correspondencia el material genético vehiculiza el parecido físico y similitudes identitarias tales como los gustos, las habilidades y las formar de actuar de la unidad familiar. La correspondencia genética, en el marco de las trayectorias analizadas, sella una proximidad biológica que se traduce en afinidad, afecto y vínculo familiar. Mientras que, cuando ésta ocurre con gametos de terceras personas, emerge como contingencia. Aquí, la descendencia se logra a través de un préstamo. Desde la retórica de la contingencia ha sido posible capturar otras modulaciones entre la genética y el lazo filial, abiertas a un marco causal más amplio desde el cual se produce la búsqueda de descendencia. Aquí, el peso conferido a la distancia genética se morigera enfatizando la gestación y el vínculo afectivo construido durante la crianza. Así, la retórica de la correspondencia y la retórica de la contingencia permitieron reponer el esquema de sentidos desde los cuales las mujeres interpretaron sus experiencias en la reproducción tecnomediada.
A través de las retóricas de la genética fue posible comprender la reapropiación de un conjunto de saberes científico-técnicos por parte de las entrevistadas. En relación a esta cuestión hallamos que, de acuerdo a la retórica de la genética que encuadran las trayectorias se toman decisiones que definen la exposición a un tipo de riesgo, exposición vinculada a la complejidad y a la cantidad de ciclos. Si se le confiere mayor importancia a la conexión genética se intentará un mayor número de veces mediante tratamientos homólogos. La retórica de la correspondencia justifica que se reiteren los ciclos en orden a lograr la fecundación con el material genético de la pareja. Esto supone una mayor exposición a riesgos físicos propios de las tecnologías reproductivas ya enunciados o a riesgos subjetivos vinculados a la falta de resultados.
Como vemos, a través de la reproducción tecnomediada es posible acceder al esquema jerarquizado de vinculaciones genéticas, afectivas y sociales emergentes en este estudio. En esta escala, la reproducción sexual consta de mayor legitimidad que aquellas logradas mediante la injerencia tecnológica. Asimismo, la descendencia lograda con el material genético de la pareja es vista como dotado de mayor jerarquía frente a aquella concebida con materia genético de terceras personas.
En esta lógica, si la trayectoria se desarrolla apelando a la retórica de la contingencia emergen otros riesgos tales como experimentar el estigma asociado al empleo de material genético donado en un contexto provincial en el que la correspondencia genética goza de mayor prestigio. La adopción, en tanto forma no genética de maternar, es uno de los últimos eslabones de esta cadena jerarquizada de significantes. En suma, desde cada núcleo retórico se pondera la conexión genética dada por el ADN o la conexión afectiva dada por la crianza, lo que hizo posible trazar vinculaciones con respecto a los riesgos corporales y subjetivos. Experimentados o imaginados, físicos o subjetivos, los riesgos forman parte de las estimaciones prácticas entre genética y riesgo que se desarrollan en la totalidad de las TRTM.
En este sentido, es posible concluir que, en el marco de este estudio, los riesgos no se vinculan mecánicamente con el nivel educativo. Contrastando los riesgos percibidos y aquellos experimentados a lo largo de las trayectorias, hallamos que las mujeres de nivel educativo bajo se encuentran expuestas a experiencias de riesgo psicológico. La prevalencia del riesgo psicológico se vincula con las menores posibilidades de acceso a los tratamientos médicos y la mayor valoración de la maternidad expresada como proyecto vital femenino. Esto no significa que no se encuentren expuestas a riesgos físicos, de hecho, éstos se han constatado y se vinculan a la menor singularización en la atención médica. Entre las mujeres entrevistadas de nivel educativo alto, la concreción de la maternidad también es un proyecto altamente valorado, pero éste se encuentra matizado por el desarrollo laboral-profesional que compensa la ausencia de descendencia. En contraste, hallamos que las mujeres de nivel educativo alto se encuentran expuestas a riesgos físicos derivados de la reiteración de los tratamientos reiterados. El mayor acceso económico les permite costear una mayor cantidad de ciclos, generando una mayor exposición a experimentar eventos adversos durante la estimulación ovárica, la aspiración o la transferencia embrionaria.
En virtud de los datos producidos, es posible afirmar que, en la ciudad de Bahía Blanca, la mayor proporción de tratamientos son homólogos, es decir, que la opción prevalente es la de concebir con el propio material genético de la pareja, aun cuando esto suponga estar sujetos a reiteración de los ciclos. Este dato se vincula con el contexto social y cultural bonaerense y la persistencia de ideales normativos en torno a los géneros y la familia, más cercanos a la retórica de la correspondencia, aunque no impermeables a los nuevos diagramas que aporta la retórica de la contingencia. El despliegue de tecnologías reproductivas locales se propone preferentemente como una «imitación» de la reproducción sexual orientada a sostener a la pareja heterosexual como locus privilegiado de la descendencia.
Por último, consideramos que la más efectiva y profunda intervención que puede realizarse para mitigar los efectos sociales y psicológicos de la infertilidad no debe realizarse en el cuerpo de las mujeres que atraviesan esta problemática sino en aquellos discursos que ven la ausencia de descendencia como un destino inalterable. Si bien como resultado de las leyes nacionales y provinciales en materia de cobertura se instaló la idea según la cual la infertilidad es una enfermedad, esta problemática aun no ocupa un lugar permanente en la agenda social: no se habla de ella, excepto en circunstancias excepcionales, lo que indica que, en definitiva, aún resta un camino por recorrer para revertir el estigma de la infertilidad y propiciar nuevas trayectorias.