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Prólogo

Suyai M. García Gualda, Laura Duimich y Fernando Lizárraga

Diciembre de 2021 señaló el centenario de uno de los momentos más dramáticos de las huelgas patagónicas de 1920-1921: los fusilamientos masivos de obreros y jornaleros en la estancia “La Anita”, en la Gobernación de Santa Cruz. Este libro busca no sólo retomar las reflexiones en torno de aquellos episodios, sino también poner en discusión dos conceptos, tragedia y sacrificio, que están íntimamente asociados a esa experiencia y a muchas otras, pasadas y presentes, en el espacio patagónico. Dicho de otro modo, estas páginas nos convocan a pensar la Patagonia como un espacio de tragedia y de sacrificio o, mejor aún, a pensar en la tragedia y el sacrificio desde la condición patagónica.

Como es sabido, las huelgas de los peones rurales de Santa Cruz fueron narradas por primera vez en el libro La Patagonia trágica, de José María Borrero, en 1928. La famosísima investigación en cuatro tomos de Osvaldo Bayer, publicada entre 1972 y 1978, mantuvo la idea de tragedia y se tituló, precisamente, Los vengadores de la Patagonia trágica. El éxito de la película de Héctor Olivera, La Patagonia rebelde (1974) y la popularidad de esta denominación hizo que, en las últimas ediciones, Bayer cambiara el título de su obra y adoptara el que había sido elegido para el filme. Lo que aquí importa, en todo caso, es que desde un primer momento la lucha desigual de los obreros en Santa Cruz y la cruenta represión ordenada por Hipólito Yrigoyen y ejecutada por el teniente coronel Héctor B. Varela fueron pensadas y descriptas como una tragedia.

La noción de tragedia evoca imágenes de violencia, sangre, puñales, venenos, catástrofes, intrigas, grandes batallas, lágrimas y desenlaces fatales. Pero, en términos más técnicos, si se quiere, la tragedia es a la vez una experiencia (personal y colectiva) y un género artístico, de los cuales son inescindibles dos ideas: sufrimiento y muerte. Desde el canon clásico, la tragedia supone un destino inexorable, una necesidad de que las cosas ocurran de un modo tal que la voluntad humana no puede burlar, y una concepción sobre la naturaleza de los dioses (o lo divino). En la tragedia clásica, que luego encuentra una forma igualmente sublime en la tragedia isabelina –sobre todo en William Shakespeare–, los personajes heroicos son atormentados y arrasados por las fuerzas del destino. Como observa Raymond Williams, en la tragedia, el héroe o la heroína siempre resultan destruidos, pero con esto no termina todo: la muerte, la destitución, el destierro o la locura producen efectos en el esquema social o en el orden del poder. Por eso, la tragedia, desde sus inicios, es un fenómeno coral que expresa –en las tribulaciones de los grandes personajes– el (sin)sentido de la vida y de la historia.

Y en toda tragedia, además, hay sacrificio: ya sea porque los dioses reclaman víctimas; ya sea porque el héroe o la heroína saben que no tienen más remedio que transformarse en víctimas; ya sea porque el Mal actúa gratuitamente. Se ha dicho que el tiempo del mito es el tiempo de la tragedia, puesto que la tragedia representa tanto la muerte como la renovación del orden; y se ha dicho también que, por esta misma asociación, la tragedia no puede prescindir del sacrificio. No hay vientos propicios sin la sangre de Ifigenia; no hay paz en Dinamarca sin la muerte de Hamlet. El sacrificio, como se ha estudiado largamente, puede adoptar la forma de ritual sangriento, de ofrenda incruenta o de exilio purificador. Con su violencia real o simbólica, el sacrificio restaura un orden, asegura un ciclo o cierra una serie de venganzas. Pero, también, en sus versiones más radicales, puede convertirse en un hecho de denuncia, en un gesto revolucionario. Y esto no es todo: en los últimos años la noción de sacrificio, a tono con metáforas marxianas de inspiración bíblica, ha proliferado para describir, precisamente, la lógica predatoria del capital, ese “Moloch [que reclama] el mundo entero como víctima ofrecida en sacrificio en sus altares”. Así, vastos territorios han sido entregados al sacrificio; pueblos enteros han sido aniquilados a los pies del Baal. En este punto, la tragedia y el sacrificio parecen coextensivos; parecen señalar grandes derrotas, finales apocalípticos; horizontes distópicos. Sin embargo, como bien sabían los antiguos, la tragedia –con todo su terror– también puede sanar, o puede acicatear el deseo revolucionario de seguir desafiando el destino, a pesar de que el ángel de la historia –como advirtiera Walter Benjamin– no pueda ver más que ruinas sobre ruinas.

Así, las páginas que siguen alojan reflexiones teóricas y análisis de casos atravesados, precisamente, por las nociones de tragedia y sacrificio, en la Patagonia de ayer y de hoy. El genocidio de los pueblos originarios, las luchas de diversos sujetos sociales, las catástrofes ambientales que lindan con el ecocidio, el extractivismo endiablado, las reivindicaciones territoriales, los reclamos de justicia y reconocimiento en la intersección de diversas opresiones, las respuestas desde los Estados y sus políticas públicas, entre otros temas y problemas, son pensados en clave patagónica, desde múltiples enfoques disciplinarios y registros expositivos. Este es un libro que expresa el compromiso de un grupo que, desde hace más de diez años, viene reuniéndose de manera ininterrumpida –trajinando los interminables caminos que van del mar a la montaña a través de la estepa implacable– para producir saberes y conocimientos relevantes para los campos intelectual, científico y de las prácticas políticas transformadoras.

Es de toda justicia, entonces, mencionar las instituciones que nuclean a quienes dieron origen y actualmente sostienen este Encuentro Patagónico de Teoría Política, cuya novena edición (en formato virtual, en abril de 2021) sirvió de marco para la discusión de los textos que componen esta obra: el Instituto de Estudios Políticos y Sociales de la Patagonia (IESyPPat) de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco; el Centro de Estudios Históricos de Estado, Política y Cultura (CEHEPyC) de la Universidad Nacional del Comahue, a través del Grupo de Estudios en Teoría Política; el Departamento de Estudios Políticos, de la Universidad Nacional del Comahue (Centro Universitario Regional Zona Atlántica); el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa-CONICET/UNRN); y el Núcleo de Estudios Políticos del Instituto Patagónico de Estudios en Humanidades y Ciencias Sociales (IPEHCS-CONICET/UNCo).

 

Newken, Wajmapu, enero 2022



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