Un motivo central en la reformulación aleteiológica de la cuestión de la libertad
Alejandro G. Vigo[2]
1) Introducción
En un trabajo precedente,[3] he intentado identificar los principales elementos presentes en la concepción elaborada por Heidegger en SZ que proporcionan los puntos de partida para la radicalización que la problemática de la libertad (Freiheit) experimenta en los escritos de los años inmediatamente posteriores, hasta comienzos de los años ’30. Esos escritos forman una apretada seguidilla que da testimonio de una esfervescente combinación de creatividad filosófica, potencia especulativa y energía ejecutiva, que, en esa forma, probablemente ya no encuentra parangón dentro de la amplia producción que sigue al famoso “giro” (Kehre) de mediados de los años ’30. En el período que va de SZ hasta comienzos de los años ’30, la radicalización de la problemática de la libertad tiene lugar, como se sabe, al hilo de una reformulación de la concepción del “ser en el mundo” (In-der-Welt-sein) y el “estado de abierto” (Erschlossenheit), como estructuras fundamentales del ser del Dasein, en términos de la noción clásica de “trascendencia” (Transzendenz). Ésta aparece empleada en un sentido renovado, que apunta, sobre todo, a enfatizar el papel fundamental que cumple el “sobrepasamiento” (Überstieg, übersteigen) del ente en dirección del mundo y el ser, a la hora de dar cuenta de la posibilidad de la venida a la presencia del ente mismo, esto es, de su apertura a la comprensión.
Ahora bien, la conexión estructural entre trascendencia y libertad que Heidegger busca poner en el centro de la mira sólo puede ser comprendida en su verdadero alcance, a mi modo de ver, si no se pierde de vista el marco metódico y temático, de carácter estrictamente aleteiológico, en el que queda inserto desde el comienzo mismo su tratamiento. En la pervivencia del enfoque estrictamente aleteiológico que Heidegger intenta poner en práctica reside, pues, un elemento básico de continuidad con la concepción de SZ, que no sólo no queda puesto en cuestión en los escritos posteriores, sino que, además, proporciona un punto de referencia clave, a la hora de determinar la orientación de los desarrollos que esos escritos contienen y de enjuiciar su alcance y su pertinencia. Lo dicho vale no sólo para el modo en el que Heidegger busca apropiarse de la temática de la libertad, en conexión con la elucidación de la estructura de la trascendencia, sino también para su intento de recuperar en clave aleteiológica la problemática del fundamento (Grund) y el fundar (gründen, begründen), que había sido poco menos que el bastión inexpugnable de las concepciones de orientación básicamente arqueológica elaboradas en la tradición del pensar metafísico. Y en este mismo contexto metódico y temático se inscribe también el peculiar modo en el que Heidegger elabora un motivo central que se situa en el eje mismo de la posible articulación entre libertad y verdad, a saber: el motivo referido al “carácter vinculante” o, si se prefiere, la “vinculatividad” (Verbindlichkeit) de aquello que ha de contar, en cada caso, como verdadero.[4]
En lo que sigue discutiré algunos de los aspectos más importantes en la elaboración de dicho motivo, tal como Heidegger la lleva a cabo en dos escritos de enorme fecundidad filosófica, a saber: la lección sobre los conceptos fundamentales de la metafísica del semestre de invierno de 1929/1930 (cf. GBM) y el escrito sobre la esencia del fundamento de 1929 (cf. WG), que, por razones que quedarán claras a lo largo de la exposición, trataré en la secuencia indicada. Previamente, sin embargo, expondré de modo más general algunas de las razones que explican la importancia sistemática que Heidegger concede al problema de la vinculatividad, en conexión con el intento de una reformulación aleteiológica de la cuestión de la libertad.
2) Verdad, medida, vinculación
Como nadie ignora, la noción de vinculatividad juega un papel central en la reflexión filosófica, al menos, desde Kant. Dado que se trata de una noción que hace referencia a aquello que posee una cierta valencia normativa, uno de sus empleos más importantes aparece allí donde se busca tematizar las estructuras fundamentales del acceso práctico al mundo y, muy especialmente, cuando se apunta a aquellas condiciones que dan cuenta de su carácter específicamente moral, en el sentido amplio que incluye también la esfera de lo jurídico. En este tipo de empleo, la noción de vinculatividad apunta, de diversos modos, al ámbito de lo que en nuestra lengua se designa por medio de términos como “obligación” y “obligatorio”. Sin embargo, ya en el uso corriente de la lengua alemana la expresión posee un campo de empleo mucho más amplio, que no queda restringido a la referencia a mandatos, normas o reglas –sean éstas de caráter moral, jurídico o bien meramente práctico-operativo–, sino que alude también a formas de normatividad o fenómenos dotados de valencia normativa, situados en el espacio de juego que abren modos de comportamiento propios del acceso teórico-constativo al mundo, tales como, por ejemplo, el enunciar o el afirmar. Así, por ejemplo, se puede decir en alemán que un “enunciado” o una “declaración” (Aussage) es “vinculante” (verbindlich), en la medida en que trae consigo una pretensión de verdad, al (pretender) afirmar lo que resulta ser el caso. Naturalmente, hay aquí toda una gama de otros posibles contextos de consideración en los cuales intereses teóricos y prácticos aparecen entrelzados de diversos modos, y que deberían ser tomados debidamente en cuenta, a la hora de intentar una reconstrucción de la totalidad de las posibles formas y fenómenos de normatividad que quedan comprendidos en el campo de aplicación de la noción de vinculatividad. Aquí, sin embargo, basta con rescatar la conexión general entre vinculatividad y (pretensión de) verdad, tal como aparece en conexión con el enunciar y, más precisamente, con el enunciar puramente declarativo, porque es la que ocupa el centro del interés en lo que sigue.
Pues bien, según lo dicho, el enunciado aparece como dotado de carácter vinculante, en cuanto trae consigo una cierta pretensión de verdad. Pero esto sólo puede ser así, en la medida en que el propio enunciar constituye un modo de comportamiento que se atiene, de cierto modo, a aquello sobre lo cual versa en cada caso la enunciación, esto es, al ente al que el enunciar mismo hace referencia. Para ello, resulta necesario, a su vez, que el ente se presente él mismo de un modo tal que haga posible ese modo específico de atenerse a él. Como nadie ignora, en el tratamiento del enunciado (Aussage) y la verdad (Wahrheit) en los §§ 33 y 44 de SZ, respectivamente, Heidegger presenta el enunciar como un modo de ser por referencia al ente que posee él mismo un carácter fundado, en cuanto brota del (mero) “dirigir la mirada” (Hinsehen) propio del “conocer” (Erkennen). Por lo mismo, el “ser verdadero” del enunciado, entendido como su “ser descubridor” (entdeckend-sein), sólo resulta posible él mismo sobre la base del “estado de descubierto” (Entdeckheit) del ente, en tanto correlato estructural del (mero) “dirigir la mirada”. La secuencia de fundamentación delineada de este modo es la que, en el plano de reflexión que corresponde a la teoría del conocimiento y la verdad, queda recogida en las concepciones adecuacionistas tradicionales. En efecto, éstas afirman la dependencia de la verdad del enunciado y el conocer del cual brota respecto del modo en que ambos se ajustan a aquello a lo que quedan referidos, esto es, el ente que toman por “objeto”, tal como éste se presenta en y desde sí mismo.
Así pues, dado que, para ser verdaderos, el conocimiento y el enunciado deben ajustarse al ente al que quedan en cada caso referidos, este último aparece investido aquí de un peculiar “carácter vinculante”, precisamente, en la medida en que oficia como “medida” del conocer y el enunciar. Por lo mismo, el enunciar sólo puede “pretender verdad” y resultar así “vinculante”, si previamente, vale decir, a través del “dirigir la mirada” (“conocer”) del cual él mismo brota, él mismo se deja vincular al ente de una determinada manera, al tomarlo como la “medida” a la que debe ajustarse. Aquí reside, a juicio de Heidegger, una de las intuiciones nucleares de las concepciones tradicionales de la verdad que apelan a la noción de “concordancia” o “correspondencia”, a la hora de caracterizar la relación, constitutiva de la verdad, que el conocimiento y el enunciado mantienen con el “objeto” al que quedan referidos. El peculiar tipo de vinculatividad remite, pues, a un modo específico del “medir(se)” y el “oficiar de medida” o el “proporcionar la medida”. Un pasaje de los seminarios de Zollikon, perteneciente a la sesión del 6 de julio de 1965, formula el punto con admirable claridad. Cito:
Por el contrario, no todo medir (Messen) es necesariamente un medir cuantitativo (ein quantitatives Messen). Cada vez que tomo conocimiento de algo como algo (etwas als etwas zur Kenntnis nehme), me atengo como medida a aquello que la cosa es (messe ich mich dem an, was das Ding ist). Este atenerse como medida a lo dado (dieses Sich-anmessen an das Gegebene) es la estructura fundamental (Grundstruktur) del comportamiento humano respecto de las cosas (das menschliche Verhaltens zu den Dingen). En todo concebir (Auffassen) algo como algo (etwas als etwas), por ejemplo, la mesa como mesa, me atengo como medida a lo <así> concebido (messe ich mich dem Aufgefaßten an). Por ello se dice también que lo que decimos sobre la mesa (das, was wir über den Tisch sagen) es un decir adecuado a ella (ein diesem angemessenes Sagen). Habitualmente se define también la verdad sobre una cosa como la adaequatio intellectus ad rem. Esto es también una <forma de> asimilación (Angleichung) <a algo>: un constante medirse del ser humano (ein ständiges sich Messen des Menschen) con (arreglo a) la cosa (mit dem Ding). Pero se trata aquí de un medir, en un sentido completamente fundamental, en el que está fundado, por lo pronto (erst), todo medir científico-cuantitativo (alles wissenschaftlich-quantitative Messen). La relación del ser humano con la medida (das Verhältnis des Menschen zum Maß) no puede ser concebida íntegramente por medio de la medibilidad cuantitativa (durch die quantitative Meßbarkeit), ni siquiera puede ser interrogada por medio de ella. La relación del ser humano respecto de algo que <le> proporciona la medida (das Verhältnis des Menschen zu einem Maßgebenden) es una relación fundamental respecto de aquello que es (eine fundamentale Beziehung zu dem, was ist). Pertenece a la comprensión del ser misma (zum Seinsverständnis selbst) (cf. Zollikon p. 130; traducción mía).
Como lo ponen de manifiesto las sentencias finales del texto, al valerse de nociones tales como el “atenerse a algo como medida”, el “medirse con (arreglo a) algo” o el “proporcionar la medida”, Heidegger tiene en vista, en último término, una estructura existenciaria fundamental, cuyo ámbito de validez no se restringe al entorno del comportamiento meramente teórico-constatativo. Por el contrario, también en el ámbito del trato práctico-operativo con lo que es “a la mano” (zuhanden) dentro del mundo imperan formas específicas de “adecuación”, de carácter no cognoscitivo, en las cuales aquello con lo cual el trato en cada caso se ocupa provee, a la vez, la pauta a la que éste debe poder ajustarse, por cuanto en dicho “ajuste” reside una condición básica de su propia competencia y su propia eficacia. En efecto, el tratamiento del ser del ente “a la mano” en términos de la noción de “conformidad” (Bewandtnis), tal como Heidegger lo lleva a cabo en el § 18 de SZ, pone al descubierto estructuras específicas de adecuación, de carácter no cognoscitivo, que dan lugar a un entramado de referencias significativas que aparecen dotadas, de uno u otro modo, de una cierta valencia normativa.[5] Sin embargo, este aspecto del problema puede ser dejado de lado aquí. En el presente contexto, se trata, más bien, de atender al modo en el cual la estructura existenciaria avistada por Heidegger permite dar cuenta, de modo específico, de los fenómenos de vinculatividad que caracterizan al acceso teórico-constatativo al mundo, en algunas de sus modalidades más elementales, como son el conocer y el enunciar.
Una segunda observación a tener en cuenta concierne al hecho de que en el pasaje citado Heidegger no emplea expresiones que remitan de modo directo a la noción de vinculatividad ni tampoco a la de libertad, sino que se limita a emplear una serie de expresiones conectadas, más bien, con la noción de medida. A primera vista, se podría pensar, pues, que las conexiones sugeridas al comienzo poseen un carácter forzado. Pero, como se verá, esto último no es realmente el caso. Más bien, ocurre que el pasage citado de los seminarios de Zollikon recoge, sin entrar en mayores complejidades, resultados de elaboraciones precedentes, en las cuales las conexiones señaladas no sólo son tematizadas de modo expreso, sino que ocupan, en rigor, el centro mismo del interés. En efecto, su decisiva importancia sistemática no salta a los ojos de modo inmediato, sino que se pone de relieve sólo allí donde se pregunta por las condiciones existenciarias que dan cuenta de la posibilidad misma de que el ente oficie como medida del comportamiento y, por lo mismo, aparezca investido del correspondiente carácter vinculante, en el contexto del acceso teórico-constatativo al mundo. Tal es, precisamente, el camino que intentan seguir los escritos de los años 1929-1930 que comentaré brevemente a continuación.
3) Libertad y vinculatividad en el plano óntico
La dimensión óntica del nexo entre libertad y vinculatividad, tal como éste se presenta en el contexto del acceso teórico-constatativo al mundo y el ente intramundano, aparece tematizada de modo específico en la discusión de lo que puede llamarse los presupuestos “prelógicos” (vorlogisch) del enunciado, tal como Heidegger la lleva a cabo en la lección del semestre de invierno de 1929/30 (cf. GBM § 73 c) p. 492 ss.). Tales presupuestos prelógicos son tres, a saber: a) el originario “ser libre para el ente, como tal” (das Freisein für das Seiende als solches); b) la “totalización” o “complementación” (Ergänzung), consistente en la apertura previa y concomitante de un cierto plexo total de significación; y c) la “revelación” o el “desvelamiento” (Enthüllung) del ente intramundano, en su ser de tal o cual manera, esto es, tal como posteriormente lo tomará por “objeto” el enunciado. La discusión de los presupuestos b) y c) transita por caminos que son conocidos ya a partir del análisis del origen del enunciado y su verdad llevado a cabo en los §§ 33 y 44 de SZ, respectivamente. Dicho de modo muy simplificado, Heidegger explica aquí, respecto de c), que un enunciado del tipo “la pizarra está colocada de modo inapropiado” (die Taffel steht ungünstig) sólo puede brotar él mismo a partir de la previa venida a la presencia (“revelación”, “desvelamiento”) de la pizarra en su estar colocada de modo inapropiado, tal como ésta tiene lugar en el plano del acceso antepredicativo al mundo. Pero a su vez, y esto concierne específicamente a lo que establece b), dicha venida a la presencia presupone la previa apertura de un plexo total de referencias significativas (“totalización”, “complementación”), en este caso particular, el constitutivo de la sala de clases en la cual se ubica la pizarra (cf. § 73 d) p. 498 ss.).[6]
Más importante a los fines que aquí interesan resulta la discusión del precupuesto a), el cual cumple, además, un papel fundante respecto de los otros dos. En efecto, Heidegger pone aquí en el centro de la mira precisamente los aspectos concernientes a la pregunta por las condiciones de carácter prelógico que dan cuenta de la posibilidad de la adecuación característica de la verdad del enunciado. El enunciado, tomado en el sentido preciso del lógos apophantikós, constituye, explica Heidegger, una capacidad (Vermögen) del Dasein, más precisamente, la capacidad para un modo de comportamiento respecto del ente que posee un carácter esencialmente mostrativo o indicativo (ein das Seiende aufweisende Verhalten), ya sea en el modo del desocultamiento (entbergend), como ocurre en el caso del enunciado verdadero, o bien en el modo del ocultamiento (verbergend), como ocurre en el caso del enunciado falso (cf. § 73 c) p. 492). Tal capacidad, explica Heidegger, sólo es posible, en la medida en que se funda (gründet) en un “ser libre para el ente como tal” (ein Freisein für das Seiende als solches), pues ella misma constituye una peculiar modalidad de dicho “ser libre”, que se despliega como tal en el comportamiento de carácter esencialmente mostrativo o indicativo. Por ello, este último puede ser caracterizado como un “ser libre para el desocultamiento o el ocultamiento” (Freisein zu Entbergung oder Verbergung) del ente, es decir, para la verdad o la falsedad (cf. p. 492). Por tanto, la posibilidad del “desocultamiento” (Entbergung) y del “ocultamiento” (Verbergung) del ente a través del enunciado, en cuanto éste puede ser verdadero o bien falso, respectivamente, se abre recién allí, donde impera ya “libertad” (Freiheit). Y esto último debe entenderse en el sentido preciso de que la posibilidad de que el ente se muestre como dotado de “carácter vinculante” (Verbindlichkeit) presupone ya ella misma la libertad, como acontecer fundamental del Dasein. En efecto, es en y a través del “mostrar (indicar)” (Aufweisen), que es propio del enunciado en tanto comportamiento respecto del ente, como surge la posibilidad misma del “atenerse a algo como medida” (Anmessung an…) y el “atarse (vincularse) a algo” (Bindung an…), de modo tal que el ente, como aquello a lo que el comportamiento queda en cada caso atado (vinculado), se anuncie (sich bekunden), precisamente, en su “carácter vinculante” (in seiner Verbindlichkeit) (cf. p. 492).
Como se echa de ver, Heidegger tiene en vista aquí básicamente el mismo ámbito de fenómenos al que alude el pasaje de los seminarios de Zollikon citado más arriba, donde se trataba, entre otras cosas, también de la función de medida que cumple el ente respecto del enunciado que lo toma por objeto. Sin embargo, en el caso de la lección del semestre de invierno de 1929/1930, la referencia a la libertad y, en conexión con ella, a la vinculatividad aparece en el centro mismo de la atención, pues de lo que se trata aquí específicamente es de las condiciones existenciarias que dan cuenta de la posibilidad misma de que el ente pueda oficiar como medida para el “dirigir la mirada” (“conocer”) y el enunciar que brota de él. En tal sentido, dicha función de medida, que proporciona, por así decir, la pauta normativa para la adecuación cognoscitiva, sólo puede desempeñarla el ente allí donde se dan dos condiciones elementales, a saber: en primer lugar, el ente tiene que mostrarse dentro de un cierto “espacio de juego” (Spielraum) abierto ya de antemano (cf. § 73 c) p. 493); en segundo lugar, en la apertura de tal “espacio de juego” para la venida a la presencia del ente tiene que haber acontecido siempre ya un cierto “conceder la medida” (Maß-gabe) al ente mismo, de modo tal que éste pueda mostrarse, a su vez, como aquello que “provee la medida” (das Maß gibt) a la que debe “dejarse vincular” el Dasein, en el modo correspondiente al comportamiento característico del enunciar que brota del “dirigir la mirada” (“conocer”) (cf. p. 496). Por lo mismo, la “apertura manifestativa de carácter antepredicativo” (vorprädikative Offenbarkeit) debe tener aquí la estructura de un “acontecer” (Geschehen), dentro del cual tiene lugar un peculiar modo de “dejarse vincular” (Sich-bindenlassen) al ente por parte del Dasein, por cuanto es el ente mismo el que aparece aquí investido del carácter de medida para la “adecuación” o la “inadecuación” del enunciado. En el enunciar, como modo de comportarse (Verhalten) respecto del ente, va siempre ya incluido, por tanto, el momento correspondiente a un cierto “conceder” (Zugeben), en virtud del cual el ente puede mostrarse justamente como “aquello que provee la medida” (maßgebend), a la cual debe sujetarse luego el enunciar mismo (cf. p. 496 s.). Pero tal “conceder” y, junto con él, también el correspondiente “someterse a lo que aparece dotado de carácter vinculante” (sich Unterstellen unter ein Verbindliches) sólo resultan posibles ellos mismos en virtud de la libertad, en cuanto ésta constituye la condición de posibilidad de la previa “transferencia de carácter vinculante” (Übertragen von Verbindlichkeit) al ente, a través de la cual únicamente éste puede mostrarse como medida para la “adecuación” (Angemessenheit) o “inadecuación” (Unangemessenheit) del comportamiento, vale decir aquí, del enunciar que brota del “dirigir la mirada” (“conocer”) y lo articula. En suma: sólo donde ya ha tenido lugar tal tipo de “transferencia de carácter vinculante” al ente queda abierto originariamente el “espacio de juego” dentro del cual resulta posible decidir sobre la “adecuación” o la “inadecuación” del comportamiento respecto del ente mismo (cf. p. 497).
No parece necesario aclarar que la libertad que Heidegger tiene en vista aquí no constituye, en modo alguno, un disponer a capricho sobre el ente, ya que ni siquiera se trata aquí de decidir o hacer nada respecto del ente mismo. Por el contrario, lo que el análisis heideggeriano busca poner de manifiesto es, como se vio, la imprescindible función posibilitante que cumple la apertura originaria de un cierto “espacio de juego” dentro del cual pueda tener lugar el tipo específico de venida a la presencia del ente que lo deja aparecer como “medida” del comportamiento, vale decir aquí, de la mostración indicativa por medio del enunciado, y en tal medida como investido del correspondiente “carácter vinculante”, es decir, justamente del que corresponde a su función de “medida”. Lo que tiene lugar en tal modo de comportarse respecto del ente es, pues, un determinado modo de “dejarse vincular” a y por aquello que, en cada caso, provee la “medida” para la “adecuación”. Pero ello sólo resulta posible allí donde a aquello que ha de proveer la medida de la vinculación se le ha permitido ya comparecer como vinculante. En tal sentido, Heidegger explica que el “dejarse vincular” (das Sichbindenlassen) debe ofrecerse (sich entgegenbringen) de antemano (im vorhinein) como “vinculable” (als bindbar) a aquello que, de uno u otro modo, ha de aparecer como “proveedor de medida” (maß-gebend) y como “vinculante” (bindend)” para el propio “dejarse vincular” (cf. p. 497). Por ello, el peculiar modo de apertura prelógica del “espacio de juego” donde el ente puede mostrarse como medida del enunciar tiene el carácter de lo que Heidegger caracteriza como un “ponerse por delante” el ente o, si se prefiere, un “enrostrarse” el ente, dejándose vincular por él (die sich-bindenlassende Entgegengehaltenheit) (cf. p. 497). Este modo de “enrostrarse” el ente como algo que vincula al comportamiento, vale decir aquí, al enunciar que brota del “dirigir la mirada” (“conocer”), constituye él mismo un “modo fundamental de comportamiento” (Grundverhalten), justamente, en la medida en que presta fundamento (gründen) a otros comportamientos, tales como el enunciar (cf. p. 497). A este “comportamiento fundamental” se refiere, pues, el momento del “ser libre para el ente”, que Heidegger identifica como uno de los “presupuestos prelógicos” del enunciado. Este caracterizado modo del “ser libre” del Dasein constituye, pues, una condición básica de la posibilidad del peculiar tipo de vinculatividad que impera en el ámbito del acceso teórico-constatativo al mundo y el ente intramundano.
4) Libertad y vinculatividad en el plano ontológico
Un paso ulterior en la elaboración del motivo referido a la conexión entre libertad y vinculatividad, tal como ésta se presenta en el caso del acceso teórico-constatativo al mundo y el ente intramundano, viene dado por la trasposición de la cuestión desde el plano óntico, es decir, el que concierne a la referencia al ente intramundano mismo, al plano ontológico, esto es, el que concierne a la función posibilitante que desempeña, en todo posible comportamiento respecto del ente, el ir más allá del ente mismo, en dirección del mundo y del ser.[7] Como se dijo ya al comienzo, es la asociación con la cuestión relativa a la estructura de la trascendencia del Dasein lo que hace posible que la problemática de la libertad el tipo de radicalización que se observa en los escritos que siguen inmediatamente a SZ.
Como se sabe, el tratamiento de WG, donde la trascendencia es presentada como situada en una dimensión más profunda que toda posible forma de intencionalidad (cf. p. 133; véase también MAL § 11 esp. p. 215 ss.), busca poner de relieve, sobre todo, el carácter “sobrepasante” de la trascendencia respecto del ente intramundano, en su totalidad. Heidegger conecta expresamente el punto con lo que denomina aquí la “diferencia ontológica” (ontologische Differenz), es decir, la diferencia entre el ente y el ser (cf. WG p. 132).[8] En efecto, el fundamento (Grund) de la diferencia ontológica se encuentra en la trascendencia misma del Dasein: en y con ella ha acontecido siempre ya la distinción entre el ente y su ser. Y es con la irrupción de dicha distinción, y a una con ella, como se hace posible, y también necesaria, la diferenciación de un nivel óntico y un nivel ontológico en la esencia misma de la verdad (das… notwendig ontisch-ontologisch gegabelte Wesen von Wahrheit) (cf. p. 133), a saber: por un lado, el que corresponde a la apertura manifestativa del ente (Offenbarkeit von Seiendem), tal como acontece ya en el acceso antepredicativo, en la cual se funda, a su vez, la “verdad proposicional” (Satzwahrheit); por otro lado, el que corresponde al “desvelamiento del ser (del ente)” (Enthülltheit des Seins), sobre la base de su previa comprensión (Verständnis des Seins) (cf. p. 129 ss).
En cuanto a la estructura formal de la trascendencia, ésta queda caracterizada por referencia a tres aspectos básicos, a saber: 1) el “sobrepasar” (Überstieg) “desde” algo “hacia” algo; 2) el “hacia donde” (woraufzu) del sobrepasar; y, por último, 3) lo trascendido o sobrepasado en el sobrepasar (cf. p. 135). El “hacia donde” no es otro que el mundo, mientras que lo sobrepasado es el ente intramundano, como tal (cf. p 136). Ahora bien, como “hacia donde” (Woraufhin) de la trascendencia, el concepto de mundo es un concepto de carácter trascendental, pues designa el “horizonte” que pertenece estructuralmente a la trascendencia (p. 137). Tomado en sentido trascendental, el mundo no constituye, pues, una mera totalidad aditiva del ente, en la cual el Dasein se encontrara junto a las demás cosas. Representa, más bien, el horizonte de manifestación que provee, en cada caso, el “límite” y la “medida” (Grenze und Maß) con arreglo a los cuales se determina de antemano (vorgängig) el “modo” (Wie) en el que el ente intramundano comparece “en totalidad” (im Ganzen) (cf. p. 141). Por lo mismo, en y con la trascendencia del Dasein el ente intramundano está siempre ya develado, de algún modo, “en totalidad” (im Ganzen). Ello no implica, desde luego, que dicha totalidad (Ganzheit) haya sido conceptualizada (begriffen), ni que su pertenencia estructural a la trascendencia del Dasein haya sido develada expresamente (cf. p. 154). Por el contrario, explica Heidegger, la totalidad (Ganzheit) es comprendida como tal, sin que haya tenido lugar previamente una estricta conceptualización ni mucho menos una investigación exhaustiva del todo (das Ganze) del ente así manifiesto, en sus conexiones internas, sus diferentes regiones y sus diferentes estratos (cf. p. 155). La apertura significativa de dicha totalidad tiene, en cada caso, la forma de un “comprender”, de carácter “anticipativo-abarcativo” (das je vorgreifend-umgreifende Verstehen), a través del cual acontece el “sobrepasamiento” del ente intramundano “hacia el mundo” (Überstieg zur Welt) (p. 155). Por su parte, la totalidad así abierta del mundo no es ella misma un ente intramundano, sino que representa, más bien, el plexo total de significación a partir del cual el Dasein comprende, en cada caso, el ente intramundano de cierta manera y, a la vez, se comprende también a sí mismo de cierta manera (p. 155). Comprensión del ente intramundano y compresión de sí mismo por parte del Dasein no son, en definitiva, sino dos aspectos inseparables en un mismo y único movimiento de sobrepasamiento trascendente del ente en dirección del mundo, puesto que toda apropiación significativa del ente y de sí mismo por parte del Dasein acontece siempre sobre la base de un cierto “poder ser” (Seinkönnen) del Dasein mismo. En tal sentido, atendiendo a su enraizamiento en el “poder ser” fáctico del Dasein, puede decirse que el “ponerse por delante un mundo” (Vor-sich-selbst-bringen von Welt), constitutivo de la trascendencia, consiste en el “proyecto originario” (der ursprüngliche Entwurf) de posibilidades del Dasein (p. 156). En tanto caracterizado esencialmente por el sobrepasamiento del ente intramundano, dicho proyecto tiene el carácter de lo que Heidegger denomina una “sobre-yección” del mundo proyectado en cada caso (Überwurf der entworfenen Welt), “por encima y más allá” (über) del ente intramundano mismo. Y es sólo en virtud de tal “sobre-yección” previa (vorgängiger Überwurf) como puede venir a la presencia el ente mismo, tal como se muestra dentro del mundo esbozado proyectivamente (cf. p. 157). Que el Dasein es trascendente significa, pues, que es esencialmente “configurador de mundo” (weltbildend), en el sentido ya indicado de que en y con la trascendencia misma, es decir, en cierto sentido, antes de cualquier comportamiento fáctico respecto del ente intramundano mismo, acontece siempre ya la “sobre-yección” de un mundo, como horizonte de manifestación para la venida a la presencia de dicho ente.[9] “Sobre-yección de un mundo” e “ingreso del ente en el mundo” (Welteingang des Seienden) aparecen, pues, desde esta perspectiva, como dos aspectos inseparables en el movimiento unitario de la trascendencia del Dasein (cf. p. 157)
Pues bien, con este marcado énfasis en el carácter “sobrepasante” de la trascendencia se conecta de modo inmediato, en el contexto de la argumentación desarrollada en WG, su caracterización en términos de libertad. Como sobrepasar trascendente, que abre tanto una dimensión óntica como una ontológica de la verdad, la trascendencia del Dasein puede ser caracterizada también con arreglo a dos dimensiones de la libertad, a saber: como “libertad para el ente” y como “libertad del ente para el mundo”, las cuales se corresponden, respectivamente, con la dimensión óntica y la dimensión ontológica de la verdad misma. Sobre esta base, Heidegger ofrece aquí una caracterización de la trascendencia en términos de libertad que trae consigo un claro desplazamiento de la acentuación desde el plano óntico al plano ontológico. Con ello, va decididamente más allá de lo alcanzado en el tratamiento de GBM, en la medida en que éste, al orientarse básicamente a partir de los presupuestos prelógicos del enunciado, no pone propiamente de relieve la dimensión ontológica de la trascendencia, a pesar de tomar en cuenta, como se vio, el papel posibilitante del momento de la “totalización” o “complementación”. El tratamiento de WG desplaza, en cambio, el eje de la consideración decididamente hacia el plano ontológico, en la medida en que caracteriza la conexión entre trascendencia y libertad no ya por referencia a un posible modo de comportamiento respecto del ente intramundano, sino, más bien, por referencia al movimiento de sobrepasamiento del ente intramundano en dirección del mundo mismo. Así, en tanto caracterizada por la bi-dimensionalidad óntico-ontológica, la trascendencia es no sólo “libertad para el ente”, sino también “libertad del ente para el mundo”, en tanto horizonte de manifestación del ente y, a la vez, en tanto “por mor de…” (Umwillen) de la trascendencia misma. En tal sentido, explica Heidegger, el “sobrepasamiento hacia el mundo” (Überstieg zur Welt) no es sino la libertad misma (die Freiheit selbst) (p. 161). En su sobrepasar trascendente, la libertad “se pone por delante de sí misma” (hält sich entgegen), vale decir, “se enrostra”, el “por mor de…” de la trascendencia, de modo tal que, en y con la apropiación significativa del mundo y de sí mismo llevada a cabo de este modo, el Dasein queda “obligado para consigo mismo” (auf sich selbst verpflichtet) en la esencia de su existir, y puede así ser un “sí mismo libre” (ein freies Selbst). Dado que sólo la libertad, entendida como el trascendente sobrepasamiento del ente intramundano, puede “dejar” (lassen) que un mundo “impere” (walten) y “despliegue su ser mundo” (welten), se sigue entonces que la libertad se revela como la condición de toda posible “vinculación” (Bindung) y todo posible “carácter vinculante” (Verbindlichkeit) (cf. p. 161 s.). Considerada en este plano, la libertad no es, pues, sino el “dejar imperar un mundo”, en el “trascender proyectivo-sobrepasante”, que va más allá del ente intramundano (das entwerfend-überwerfende Waltenlassen von Welt) (p. 162).
Como se puede ver, al igual que en el tratamiento más acotado de GBM, también en el tratamiento de WG la libertad aparece caracterizada no como un mero disponer a capricho sobre el ente a partir del obrar espontáneo, sino, más bien, en términos del acontecer originario de una apertura posibilitante y, sobre esa base, también por referencia al fenómeno básico de la “transferencia de carácter vinculante”. Sin embargo, la discusión de WG se sitúa en un plano diferente de consideración, pues el fenómeno de la “transferencia de carácter vinculante” es abordado aquí desde la perspectiva abierta por la referencia al mundo, como horizonte de mostración del ente y como “por mor de” de la trascendencia, y no, en cambio, desde la perspectiva que concierne a la referencia al ente intramundano, en su función de medida para la adecuación del enunciado. En tal sentido, puede decirse incluso que el tratamiento de la trascendencia como libertad elaborado en WG apunta a poner de manifiesto los presupuestos que, en el plano ontológico, trae ya siempre consigo la posibilidad del “ser libre para el ente”, tal como había sido tematizado expresamente en GBM. En efecto, el “ser libre para el ente”, que está en la base del comportamiento (tendencialmente) teórico-constatativo y del enunciar que brota de él, sólo resulta posible él mismo sobre la base de un más originario “ser libre del ente para el mundo”. El “dejar imperar un mundo” provee la condición de posibilidad de todo modo de referencia al ente intramundano y, con ello, también de todo modo de dejarse vincular a dicho ente, tomado como medida, tal como ocurre, por caso, en el acceso teórico-constatativo y en el enunciar que brota de él. Y ello es así, porque, en tanto “hacia donde” y “por mor de” de la trascendencia, el mundo opera él mismo, según se dijo ya, como “límite y medida” del modo en que, en cada caso, comparece el ente intramundano.
Como se sabe, en el contexto del tratamiento de WG, la referencia a la función de “límite y medida” del mundo hace posible la conexión con la problemática del “fundamento” (Grund). En efecto, la trascendencia, como “libertad del ente para el mundo”, puede ser caracterizada también como “libertad para el fundamento” (Freiheit zum Grunde) (cf. p. 162). Sobre esta base, la discusión de los momentos estructurales del “fundar” (gründen) –a saber: el “instaurar” (Stiften), el “tomar suelo” (Bodennehmen), y el “fundamentar” (Begründen) (cf. p. 162 ss.)– apunta, entre otras cosas, a poner de relieve el carácter necesariamente finito del sobrepasar trascendente, constitutivo de la libertad del Dasein. En efecto, la apertura proyectiva del “espacio de juego” (Spielraum) del mundo, a través del doble movimiento del “instituir” y el “tomar suelo”, trae siempre ya consigo también el momento de la “sustracción” (Entzug) de determinadas posibilidades, en y a través de la propia facticidad (Faktizität) del Dasein, como proyectar finito (cf. p. 165). No es posible considerar aquí en detalle el modo en el que Heidegger elabora este punto, de crucial importancia sistemática. Baste, pues, con señalar que es, precisamente, a través de tal “sustracción”, que excluye determinadas “posibilidades” del ámbito de lo que resulta realizable, como las restantes posibilidades abiertas en el proyectar aparecen como genuinas posibilidades y adquieren así su peculiar “carácter vinculante” (Verbindlichkeit) y su peculiar “fuerza imperativa” (die Gewalt ihres Waltens), en el ámbito de la existencia fáctica del Dasein (cf. p. 165). Como nadie ignora, este nuevo énfasis en la función posibilitante del momento de la “sustracción”, dentro del movimiento propio de la trascendencia finita, abre una de las vías que llevará posteriormente, en el marco del tratamiento de la conexión entre libertad y verdad del escrito sobre la esencia de la verdad de 1930 (cf. WW), a la puesta de relieve de la esencial finitud de toda posible “verdad ontológica”. Y, de hecho, la noción de “sustracción”, extrapolada hacia un plano de consideración diferente, juega un papel decisivo en la transición hacia la concepción eventual-historial de la “verdad del ser” (Wahrheit des Seins), característica del pensamiento de la Kehre. Pero esto pertenece ya a una historia diferente, que no puede ser abordada aquí.
5) A modo de conclusión
Por medio de la reconducción de la problemática de la libertad y la vinculatividad hasta sus raíces últimas en la trascendencia del Dasein, tal como la lleva a cabo en los escritos de los años 1929-1930, dentro de una concepción de conjunto caracterizada por su orientación radicalmente aleteiológica, Heidegger logra conducir hasta su último extremo una parte importante de las posibilidades teóricas más prometedoras que abría originalmente la concepción que había presentado en SZ. En ese sentido, puede decirse que es aquí mismo donde la concepción de SZ alcanza también algunos de sus propios límites internos. El posterior “giro” hacia el pensamiento ontohistórico pretende dar respuesta a la situación de impasse en la que, a juicio del propio Heidegger, habría desembocado necesariamente el exigente camino de radicalización emprendido en esos años de inigualable vigor creativo.
Que esa respuesta posea la pertinencia y la relevancia que Heidegger mismo pretendió asignarle es un asunto diferente, sobre el cual, como se sabe, hay amplio espacio para las diferencias de apreciación. Pero, aunque se tienda a ser más bien escéptico al respecto, como es mi propio caso, ello en nada afecta el juicio positivo sobre la fecundidad de los intentos llevados a cabo en los años precedentes. Bien miradas las cosas, puede más bien ocurrir exactamente lo contrario, pues, ya sea mayor o menor, es la propia insatisfacción con el rumbo posterior del pensamiento heideggeriano la que podría proporcionar una nueva oportunidad de preguntarse si acaso no fue apresurado declarar definitivamente cerrado el camino de los comienzos, que podría albergar tal vez, pese a todo, posibilidades todavía no exploradas. El nuevo protagonismo del pensamiento temprano de Heidegger en el actual debate acerca de las condiciones existenciales de la racionalidad y la normatividad parece hablar en favor de esta sospecha esperanzada.[10]
Referencias bibliográficas:
Obras de Heidegger citadas:
- (GBM) Die Grundbegriffe der Metaphysik. Welt – Endlichkeit – Einsamkeit (1929/30), GA Bd. 29/30, ed. Fr.-W. von Hermann, Frankfurt a. M. 1992 (=1983)
- (Grundprobleme) Die Grundprobleme der Phänomenologie (1927), GA Bd. 24, ed. W.-Fr. von Herrmann, Frankfurt a. M. 1975.
- (MAL) Metaphysische Anfangsgründe der Logik im Ausgang von Leibniz (1928), GA Bd. 26, ed. K. Held, Frankfurt a. M. 1978.
- (SZ) Sein und Zeit, Tübingen 1986, reimpresión de la 7a. edición de 1953 con el agregado de las notas del ejemplar de mano del autor.
- (WG) Vom Wesen des Grundes (1929), en: Wegmarken, Frankfurt a. M. 1978, p. 123-173.
- (WW) Vom Wesen der Wahrheit (1930), en: Wegmarken, Frankfurt a. M. 1978, p. 175-199.
- (Zollikon) Zollikoner Seminare (2959-1971), ed. M. Boss, Frankfurt a. M. 2006.
- Este trabajo presenta un nuevo desarrollo, modificado y ampliado, de una de las partes de la conferencia titulada “Trascendencia, verdad y fundamento. La reformulación heideggeriana del problema de la libertad”, que tuve oportunidad de dictar en el marco de las “Primeras Jornadas Nacionales de la Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos (SIEH)”, realizadas en la Universidad Nacional de San Martín, San Martín, Argentina, el 24 de noviembre de 2016. Quiero agradecer a los demás ponentes y los participantes del congreso por sus observaciones y preguntas. También, y muy especialmente, agradezco a los Profs. Dr. Adrián Bertorello y Dra. Leticia Basso Monteverde por su gentil invitación a participar del congreso y el volumen que recoge los trabajos presentados. La versión final del trabajo fue redactada en el marco del proyecto de investigación “Vínculos, emoción e identidad. La dimensión moral de los vínculos sociales” (Proyecto FFI2015-67388-P, Ministerio de Economía y Competitividad, España; Investigadores Responsables: Prof. Dra. Ana Marta González y Prof. Dr. José María Torralba, Universidad de Navarra, Pamplona, España).↵
- Universidad de Navarra.↵
- Véase A. G. Vigo, “Ser libre y dejar en libertad. Sein und Zeit y la reformulación aleteiológica de la cuestión de la libertad”, en: A. Jiménez Rodríguez (ed.), Heidegger, lector de la tradición, Granada (en prensa).↵
- He discutido de un modo más amplio los principales motivos elaborados en la secuencia de escritos que va desde SZ hasta WW, pasando por GBM y WG, en A. G. Vigo, “Verdad, libertad y trascendencia en Heidegger. La radicalización de un motivo central de Sein und Zeit en los escritos de los años 1929-1930” (2003), en: A. G. Vigo, Arqueología y aleteiología. Estudios heideggerianos, Berlin 2014, p. 159-205. Aunque me baso aquí, en buena medida, en resultados alcanzados allí, desplazo ahora el eje del interés hacia los aspectos referidos a la conexión entre libertad y vinculatividad, que no ocupan el centro de la atención en el mencionado trabajo. ↵
- A la luz de lo dicho al comienzo, no puede resultar sorprendente que en el caso del trato práctico- operativo con lo que es “a la mano” la tematización de las peculiares estructuras de adecuación a las que hace referencia la noción de “conformidad” conduzca, en la misma medida en que se ocupa con las condiciones de posibilidad de formas especificas de vinculatividad, también a poner al descubierto su conexión con determinadas modalidades del “ser libre” y el “dejar (poner) en libertad”. De hecho, la conexión entre “conformidad” (Bewandtnis), como ser del ente “a la mano”, por un lado, y “puesta en libertad” (Freigabe), como modo de comportamiento que hace posible la venida a la presencia (apertura a la comprensión) de lo “a la mano” en su “ser a la mano” (Zuhandenheit), por el otro, juega un papel central en el análisis heideggeriano. Para un desarrollo más amplio del punto remito a la discusión que ofrezco en el trabajo citado en nota 1. ↵
- Como el ejemplo de Heidegger muestra con suficiente claridad, no se trata, en rigor, de un caso de enunciación puramente descriptiva que brota del mero acceso teórico-constatativo, tal como éste tiene lugar allí donde el ver y el enunciar ya se han desprendido completamente del trato práctico-operativo con lo “a la mano”. Por el contrario, se trata de un ejemplo que remite a casos de disrupción del tipo de los que se tematizan en el § 16 de SZ, para mostrar de qué modo, en el ámbito del propio trato páctico-operativo, se anuncia la posibilidad de que lo que es “a la mano” (zuhanden) comparezca como algo que es meramente “ante los ojos” (vorhanden). Como se sabe, Heidegger echa mano aquí de la noción del llamado “útil cosa” (Zeugding), en calidad de concepto transicional que hace posible la mediación entre los extremos del “útil” (Zeug) y la “cosa” (Ding) (cf. § 16 p. 73). Como quiera que sea, a los fines que aquí interesan, y sin desconocer su importancia sistemática, se puede dejar de lado la diferencia entre enunciados que brotan del mero “dirigir la mirada” (Hinsehen), por una parte, y enunciados que, en su origen, remiten todavía al trasfondo de significación abierto en y por el “ver en torno” (Umsicht), por otra. ↵
- La oposición entre lo óntico y lo ontológico debe entenderse aquí como referida a dos aspectos de la trascendencia misma, tal como ésta acontece en la ejecución del existir. Por lo mismo, la referencia a un nivel “ontológico” debe tomarse en el sentido de lo que en SZ se denomina, de modo más preciso, como lo “preontológico”.↵
- La temática de la diferencia ontológica aparece desarrollada, por primera vez, en la lección sobre los problemas fundamentales de la fenomenología del semestre de verano de 1927. Véase Grundprobleme § 22.↵
- Esta caracterización del Dasein como “configurador de mundo” (weltbildend) es objeto de un amplio tratamiento en la lección del semestre de invierno de 1929/1930. Véase GBM §§ 64-76↵
- Al respecto, véase, por ejemplo, los notables trabajos de S. G. Crowell reunidos en Normativity and Phenomenology in Husserl and Heidegger, Cambridge 2013, esp. caps. 8-13.↵