Paul Alonso
Introducción
La sátira, una mezcla de humor y crítica, dirigida particularmente a líderes políticos e instituciones (Collins, 1996), ha tenido un resurgimiento global durante las últimas décadas. Más específicamente, el infoentretenimiento satírico como un subgénero que parodia las noticias y el periodismo se ha convertido en un fenómeno en la comunicación política en muchas naciones durante las últimas décadas. En los Estados Unidos, comediantes como Jon Stewart y Stephen Colbert fueron considerados dos de los “periodistas” más influyentes del país, y la revista de humor The Onion desempeñó un papel fundamental en la reformulación de la agenda noticiosa después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Las adaptaciones globales de The Daily Show se convirtieron en los principales programas políticos en países como Alemania (Heute Show) o Egipto (Al Bernameg). En Francia, el ataque terrorista más impactante a la libertad de prensa fue dirigido contra la revista satírica Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015, que causó la muerte de 12 personas y destacó el sensible papel que juega la sátira en el discurso sociopolítico de hoy.
Este artículo analiza los casos de dos revistas satíricas contemporáneas –The Clinic (Santiago, Chile) y Barcelona (Buenos Aires, Argentina)– que desafiaron los valores hegemónicos después de experiencias nacionales traumáticas (la dictadura de Pinochet en Chile y la crisis económica de 2001 en Argentina, respectivamente). Mediante el uso de parodia mordaz, noticias falsas y subversión visual, estas revistas satíricas incorporaron un enfoque periodístico original, una perspectiva crítica sobre temas nacionales e internacionales y nuevos ángulos y formas de contar historias de interés público. Con sede en ciudades capitales, estas publicaciones capturaron una audiencia de clase media, desarrollaron un modelo de negocio a veces precario para sobrevivir, y tuvieron éxito (en el sentido de lectores, reconocimiento local y regularidad de publicación). Mediante entrevistas con los editores (realizadas, primero, en 2005 y luego diez años después en 2015) y análisis de contenido, este artículo analiza la relación de The Clinic y Barcelona con sus contextos sociopolíticos, sus patrones de producción y su evolución después de que se hicieron populares. En base a teoría sobre infoentretenimiento satírico y utilizando la noción de “medio alternativo híbrido”, este artículo explora cómo estas publicaciones satíricas negociaron su espacio dentro del panorama mediático nacional a partir de características alternativas, oposicionales y tradicionales (o mainstream). En una era de creciente globalización, estas publicaciones resaltaron la relación entre los medios y la cultura popular local. Establecieron un diálogo directo con el contexto nacional y pueden considerarse catalizadores sociales con un papel importante dentro de un proceso de cicatrización colectiva después de una crisis traumática.
El infoentretenimiento satírico como medio alternativo híbrido
El infoentretenimiento –contenidos mediáticos que desdibujan las distinciones tradicionales entre géneros orientados a la información y el entretenimiento (Geoffrey Baym, 2008)– generalmente ha sido formulado negativamente para la democracia y la comunicación política (Bourdieu, 1998; García Canclini, 2001; Cartero, 1985). Sin embargo, los satiristas contemporáneos también lo han usado para negociar una voz crítica en el discurso público que cuestiona, primero, el periodismo y las prácticas mediáticas, y luego, una variedad de valores sociales y políticos. Programas de televisión populares como The Daily Show y The Colbert Report demostraron ser influyentes en la comunicación y movilización política estadounidense (Geoffrey Baym, 2010; Day, 2011; Jones, 2010), y algunos críticos incluso se refirieron a estos programas como periodismo “neo-moderno” (Geoffrey Baym, 2005) o nuevos tipos de periodismo público (Faina, 2012). Se dice que la revista de “noticias falsas” The Onion, por ejemplo, desarrolló un “llamado a la cicatrización” después de los ataques del 11 de septiembre (O’Rourke & Rodríguez, 2004). Al exponer las noticias como una mera producción y reformularlas como mediaciones, el meta-discurso de The Onion invitó a los ciudadanos a “abordar el racismo y las preguntas fundamentales sobre los motivos de los ataques, y establecer una agenda para aprender sobre culturas e historias políticas de las personas involucradas en la guerra contra el terror” (Achter, 2008, p.86). De manera similar, The Clinic y Barcelona desempeñaron un papel curativo, catártico y reconciliador a través del humor transgresivo en sus respectivas sociedades después de eventos sociopolíticos traumáticos.
La sátira es un tipo de humor que ridiculiza los vicios sociales y la estupidez humana mediante el uso de la parodia, la ironía y lo grotesco; su objetivo es apuntar la responsabilidad de personas e instituciones por sus acciones, atacando “normas religiosas, políticas, morales o sociales peligrosas” (Cuddon, 1991, p. 202). Conectándose con las conceptualizaciones del carnaval de Bakhtin (1984) –un espíritu predominante de diversión mezclado con crítica social– la sátira contemporánea se ha establecido como un espacio transgresor que captura y rearticula el humor de la gente común expresado en los espacios no oficiales de la cultura popular donde pueden burlarse de la autoridad. En el caso de la prensa satírica o el infoentretenimiento satírico, su blanco principal es el periodismo tradicional y los medios de comunicación convencionales. Su uso de la parodia desenmascara el artificio de las prácticas noticiosas contemporáneas, mientras que el humor crítico proporciona herramientas para participar en críticas políticas serias. La etiqueta de “noticias falsas” –que ha tomado un cariz más complejo en la era de Trump–o “satíricamente ficticias” permite a la sátira decir lo que el periodismo tradicional no puede. Su deconstrucción de noticias y retórica política se desarrolla a través de la práctica de political culture jamming (o interferencia cultural política). Derivado del movimiento Situacionista y su estrategia de détournement (que significa “dar la vuelta” o “torcer”), culture-jamming es una forma simbólica de protesta que cuestiona los símbolos centrales de los discursos dominantes, los deconstruye y reintroduce los símbolos en contextos alternativos (Wettergren, 2003). La sátira contemporánea utiliza esta práctica para agregar una interpretación subversiva al flujo continuo de imágenes políticas, explotando sus falencias –errores factuales, contradicciones lógicas e incongruencias– tanto en el discurso político dominante como en los medios que lo difunden (Warner, 2007). La sátira también se convierte en una herramienta de monitoreo crítico de los medios al señalar falsedades, incongruencias o noticias intrascendentes desproporcionadas (Painter & Hodges, 2010). Desafía la legitimidad de las noticias serias y obliga a los profesionales de los medios y al público a pensar de manera más responsable sobre cómo debería ser el periodismo (Feldman, 2007). En este sentido, la etiqueta de “noticias satíricas” no significa que la información que imparte sea falsa. El infoentretenimiento satírico es parte de una ficción solo porque se niega a hacer declaraciones de autenticidad. De hecho, su humor ofrece una manera de restablecer verdades de sentido común para contrarrestar el espectáculo y el artificio de los políticos y los medios de comunicación. Al mismo tiempo, cualquier noción de “falso” o “ficticio” depende de nuestra concepción de lo “real”: “Las noticias falsas [o satíricamente ficticias] requieren suposiciones sobre algún tipo de conjunto de prácticas de noticias auténticas o legítimas, ideales que rara vez son articulados o que necesariamente se ven como evidentes hoy en día” (Geoffrey Baym, 2005, p. 261). Así, un público cada vez más educado en los mecanismos de los medios de comunicación se da cuenta de que las noticias tradicionales no son necesariamente más “reales” que las satíricas, porque las noticias están definidas y restringidas por un conjunto de prácticas culturales arbitrarias y abiertas a la reconsideración. En este sentido, muchos contenidos de infoentretenimiento satírico pueden considerarse como un experimento periodístico, un “periodismo alternativo” que utiliza la sátira para interrogar el poder y la parodia para criticar las noticias contemporáneas. De esta manera, el infoentretenimiento satírico de hoy cuestiona las convenciones del discurso público y cómo damos sentido al mundo político. En última instancia, es una lucha de significados. Como parte de este proceso, la sátira desempeña la función importante de decir lo que de otro modo no se dice, especialmente en ciertos contextos sociopolíticos. Cuando la realidad histórica presenta periodos de ruptura social y política (como guerras culturales, polarización ideológica o líderes impopulares) o realidades fabricadas que causan anestesia social (como la cultura de la celebridad, la manipulación mediática y abundancia de noticias irrelevantes o manipuladas), la sátira se convierte en un medio potente para enunciar críticas y afirmar verdades urgentes que la audiencia necesita o quiere escuchar (Gray et al., 2009).
Debido a su naturaleza transgresora y perturbadora, a la sátira siempre le ha resultado difícil llegar a los medios de comunicación convencionales. No solo porque la sátira generalmente ha criticado valores y prácticas de los medios oligárquicos o corporativos, sino también porque su naturaleza transgresora se arriesga a alienar segmentos de sus audiencias masivas; por lo tanto, afecta la publicidad, que ha sido el método fundamental de soporte de los medios comerciales. Si bien la situación varía según los contextos y plataformas, en América Latina la sátira sociopolítica generalmente ha nacido como proyectos de medios alternativos e independientes. Sin embargo, “medios alternativos” es un concepto muy ambiguo que se ha utilizado para referirse a una variedad de prácticas de comunicación no convencionales. Abel (1997) ha señalado que es “un término tan elástico que carece prácticamente de cualquier significado” (p. 79). Según Downing (2001), los medios alternativos son un oxímoron: “Todo es, en algún momento, alternativo a otra cosa” (p.9). Al buscar un terreno común, Atton (2002) definió a los medios alternativos tanto por su capacidad de generar métodos de creación, producción y distribución no estándar, como por su contenido. En el caso de la prensa alternativa, esta desarrolla su propia construcción de “noticia”, basada en valores y marcos alternativos de producción, fuentes y acceso (Atton, 2002, p. 4). O’Sullivan (1994) cree que un objetivo principal de los medios alternativos es promover el cambio social, ya que “rechazan o cuestionan abiertamente la política establecida e institucionalizada, en el sentido de que todos proponen el cambio en la sociedad o al menos una reevaluación crítica de los valores tradicionales” (O’Sullivan, 1994, p. 10). De manera similar, la noción de Downing de “medios radicales” se refiere a medios que son generalmente de pequeña escala, que expresan una visión alternativa a las políticas, prioridades y perspectivas hegemónicas (Downing, 2001, p.5).
Como se puede notar, los objetivos de la sátira y los medios alternativos comparten un espíritu contracultural, anti-mainstream y crítico. Mientras los estudios de comunicación en América Latina tendieron a discutir el potencial de los medios alternativos como contrapeso a la comunicación transnacional y el imperialismo cultural (Reyes Matta, 1983), estos debates colocaron a los medios alternativos en un lugar rígido y marginal que busca la “construcción de una nueva hegemonía” (Reyes Matta, 1983, p. 52). Rodríguez (2001) ha criticado esta visión no solo por sus categorías estrechas sino también porque “en este escenario de David contra Goliat, los medios alternativos con frecuencia se declaran un fracaso” (Rodríguez, 2001, p. 11). Los casos analizados aquí están posicionados dentro de la tensión de “lo alternativo” y “lo oposicional”, según lo definido por Raymond Williams: “La cultura alternativa busca un lugar para coexistir dentro de la hegemonía existente, mientras que la cultura oposicional pretende reemplazarla” (citado en McGuigan, 1992, p. 25). Más importante aún, este estudio enfatiza la idea de Atton de que el carácter radical de una publicación alternativa puede ser interrogado en términos de su carácter multidimensional, una perspectiva que favorece la superposición e intersección de dimensiones, evidenciando que una publicación alternativa es, al final, un producto híbrido que incluye una variada combinación de voces y discursos. Este crossover (transversalidad) puede incluir “ideas, contenido, estilo, y no menos importante, personas entre lo que podría llamarse alternativo y mainstream (Harcup, 2005). Esta miscelánea de aspectos se enmarca en un escenario global donde el contenido de los medios y los discursos públicos han sido marcados cada vez más por la hibridación: la fusión de noticias, política, espectáculo, cultura popular y marketing. Geoffrey Baym (2005) llamó a este proceso “integración discursiva”, en el que los discursos alguna vez diferenciados han perdido su carácter distintivo y se están fusionando en combinaciones previamente inimaginables. Varios académicos han explicado cómo la globalización produce fenómenos “híbridos” o “glocales”, en los que los elementos locales se incorporan dentro de formas globalizadas y otras combinaciones (Robertson, 1995). Si bien la hibridación y el mestizaje son características intrínsecas de las realidades poscoloniales como las naciones latinoamericanas, la producción y el consumo de productos culturales representan una lucha de significados entre clases sociales dentro de una nación, entre culturas “altas” y populares, y entre las tradiciones culturales locales, nacionales e importadas (García Canclini, 1995; Kraidy, 2005). Para Martín-Barbero (1993), este proceso revela la naturaleza sincrética de la cultura popular que tanto adopta como resiste la cultura dominante, además de transformarla. En este sentido, la hibridación describe un proceso en el cual los elementos de diferentes culturas se sintetizan y crean nuevas formas que reflejan elementos de las culturas originales, pero constituyen nuevas creaciones (García Canclini, 1995).
Como una forma híbrida de múltiples capas en sí misma, la sátira da cuenta de un tiempo, un lugar complejo y dinámicas sociales entre personas (Test, 1991). Ayuda a crear conexiones entre individuos con una comunidad imaginada basada en valores morales compartidos (Schutz, 1977). A pesar del creciente proceso de globalización, las publicaciones analizadas aquí confirman que los contextos nacionales siguen siendo indispensables. Los medios de comunicación y las culturas nacionales todavía tienen lazos esenciales que los unen (Waisbord, 1998). Como señaló Hall: “todos escribimos y hablamos desde un lugar y un tiempo particular, desde una historia y una cultura específica” (Hall, 1990, p. 222). En el caso de The Clinic, este período fue la transición democrática después de la sangrienta dictadura de Pinochet en Chile; para Barcelona, fue después del colapso económico de Argentina en 2001.
Caso uno: The Clinic, la prensa satírica post-Pinochet de Chile
La revista satírica The Clinic se publicó por primera vez en Santiago de Chile poco después de que el ex-dictador militar chileno Augusto Pinochet fuera arrestado en Londres en 1998 por violaciones contra los derechos humanos. Respaldado por los Estados Unidos, Pinochet asumió el poder el 11 de septiembre de 1973 mediante un golpe de Estado contra el presidente socialista Salvador Allende. Durante la dictadura de Pinochet, los militares chilenos desarrollaron una extendida y violenta campaña de represión en la que asesinaron, desaparecieron y obligaron al exilio a miles de personas (Dinges, 2004). Los medios de comunicación, en particular El Mercurio (el periódico tradicional más grande del país), desempeñaron un papel importante en el ascenso de Pinochet. Después de recibir alrededor de 2 millones de dólares de la CIA, El Mercurio desarrolló una campaña para desestabilizar el gobierno de Allende (Kornbluh, 2003), apoyó el golpe de Estado de Pinochet y el subsecuente régimen, y no cuestionó ni investigó las acusaciones de violaciones de derechos humanos cometidas durante la dictadura (Agüero, 2008).
Después de perder el plebiscito de 1988, Pinochet dejó la presidencia en 1990 pero mantuvo el poder como Comandante en Jefe y Senador vitalicio. Los gobiernos democráticos de Patricio Aylwin y Eduardo Frei mantuvieron la estabilidad económica que comenzó a mediados de los años ochenta, influenciada en gran medida por las políticas de libre mercado promovidas por los llamados Chicago Boys, y convirtieron a Chile en una de las economías más fuertes en América Latina. Durante la década de los noventa, el discurso público chileno experimentó un periodo de negación sobre los años de terrorismo de Estado mientras celebró el crecimiento económico que tuvo sus raíces en las políticas neoliberales implementadas por la dictadura militar (Moulian, 1997). Desde que Pinochet dejó el poder, las autoridades trataron de construir la imagen de un país sólido y una transición perfecta. Sin embargo, era irreal: “No ha habido una purificación del karma producido por diecisiete años de terror. El Chile actual se basa en la impunidad, en la aplicación simbólica de castigos, en la ausencia de verdad, en una responsabilidad histórica nunca asumida por las Fuerzas Armadas o los empresarios”, escribió el sociólogo Tomás Moulian en 1997 (p. 66), el año antes del arresto de Pinochet.
La responsabilidad histórica de la impunidad y la ausencia de verdad también incluyó a los medios. En el momento en que arrestaron a Pinochet, una parte importante de la prensa convencional todavía era pinochetista (Macari, 1999). Mientras los medios internacionales condenaban al dictador como un violador de la constitución y los derechos humanos, el lenguaje de los medios chilenos tradicionales estaba lleno de eufemismos: en lugar de “dictador” o “dictadura”, la prensa chilena usaba “general retirado” o “régimen militar”; y en lugar de “crímenes contra la humanidad, asesinatos y torturas”, utilizaba “el proceso” (Velasco, 2004). En este entorno mediático conservador, una nueva generación de periodistas, encabezada por el escritor Patricio Fernández, creó The Clinic. Fue publicado por primera vez en 1998 como un folleto satírico para cuestionar la forma en que la prensa presentaba las noticias sobre el dictador (Alonso, 2005). “Todavía había mucha desconfianza y miedo. Intentamos convertir al viejo en un ser humano. Lo intocable se volvió tocable”, me dijo Fernández en una entrevista personal en 2005. A los editores se les ocurrió el nombre de la publicación del hospital donde Pinochet fue internado (The London Clinic). Desde su inicio, The Clinic estableció un diálogo crítico con respecto al papel de los medios de comunicación en el país: no solo apuntó a El Mercurio y su postura política conservadora, sino también incluyó el lema “Firme junto al pueblo”, copiado del periódico chileno izquierdista Clarín, que fue cerrado después del golpe de Estado en 1973. De esta manera, se posicionó ideológicamente dentro del panorama mediático chileno.
The Clinic explotó la figura de Pinochet y sus compinches. El dictador había sido la principal figura mediática de su régimen autoritario. Después de 1990, como Comandante en Jefe del Ejército, mantuvo una presencia significativa en los medios durante la transición democrática, y después de su detención en Londres, la atención generada por el proceso judicial continuó posicionándolo como un tema principal en la agenda de noticias. Esta cobertura se intensificó por las acusaciones de corrupción relacionadas con sus cuentas bancarias secretas (Velasco, 2004, p. 19). Ridiculizándolo, The Clinic transformó la poderosa imagen del ex-dictador y su régimen, y ofreció una nueva perspectiva que atrajo a lectores que nunca habían visto opiniones irreverentes y brutalmente críticas contra el dictador en la prensa. Algunos ejemplos de esa época: “En Agosto Cagó Augusto” (10 de agosto de 2000), “Dead Man Walking” (9 de marzo de 2000) y “El Rey ha Muerto, Viva el Reo” (8 de febrero de 2001) son titulares de portadas que muestran la decadencia física y política del ex-dictador tras su extradición a Chile.
Al principio, The Clinic no fue diseñada para convertirse en una publicación comercial exitosa. Tenía apenas seis páginas, solo dos colores y distribución gratuita. Los editores produjeron ocho números autofinanciados. Luego, invirtieron alrededor de un millón de pesos chilenos (alrededor de $1.500 dólares estadounidenses) y comenzaron The Clinic como una publicación quincenal, con 16 páginas, diseñadas y editadas en una computadora personal y con una circulación de 10.000. Fernández recordó que durante ese periodo cada tema parecía ser el último: “No teníamos preocupaciones comerciales, sino un compromiso ideológico serio. Creamos nuevas secciones y a la gente le gustaron. La revista fue un caos que encontró su propia organización personal” (Fernández, entrevista personal, 2005).
Al igual que la revista estadounidense The Onion, The Clinic convirtió algunos contenidos de la agenda noticiosa en ficción para “decir mejor la verdad” (Fernández, entrevista personal, 2005). Su fórmula inicial también incluía comentarios satíricos, ilustraciones subversivas y caricaturas de artistas locales. Las portadas de The Clinic se convirtieron en una parte esencial de sus características distintivas. Los fotomontajes irónicos aprovecharon las grandes páginas de formato tabloide, algunas en color y otras en blanco y negro. Un ejemplo es la portada de “Che Tu Madre” (18 de agosto de 2005), en la que Pinochet aparece vestido con el atuendo emblemático del Che Guevara. Hay abundantes ejemplos de portadas disponibles en el sitio web de The Clinic, comenzando con el número 148. Algunos números también se han convertido en coleccionables en Chile, por ejemplo, los especiales para el trigésimo y cuadragésimo aniversario del golpe del 11 de septiembre y los de la muerte de Pinochet, en el que se muestra la cara del dictador muerto, primero, con los ojos cerrados y el titular “Liz Taylor”, y luego, en la segunda edición especial, la misma imagen lo muestra con un ojo abierto con el titular “Cuidaíííto”, anunciando que el pinochetismo aún no está completamente muerto.
Además de la sección popular de titulares de ficción, los editores invitaron a una variedad de intelectuales, artistas, escritores, poetas y periodistas chilenos a participar (como el anti-poeta Nicanor Parra, el escritor y performer Pedro Lemebel o el novelista Roberto Bolaño). La revista también incluía “fuentes secretas de información privilegiada”. Varios periodistas que trabajaban para la prensa tradicional colaboraron con la publicación, filtrando información que no había sido publicada en los medios tradicionales o escribiendo historias con seudónimo. Al mismo tiempo, The Clinic integró un espacio importante para las cartas a los editores, que destacó la importancia de la interacción con los ciudadanos y un editorial a menudo polémico firmado por Fernández. Si bien The Clinic parodiaba continuamente a El Mercurio (incluso crearon una sección llamada El Merculo), la revista también sirvió como plataforma para la reconciliación entre los medios y el público. Un ejemplo de esto fue la carta de mea culpa que María Angélica de Luigi, una ex-periodista de El Mercurio durante la década de los ochenta, publicó en The Clinic (De Luigi, 2004). En esta carta emotiva, admitió su indiferencia como periodista ante las violaciones de derechos humanos durante el régimen, recordó a sus colegas “desaparecidos” y pidió perdón a la sociedad.
Cuando los editores se dieron cuenta de que Pinochet no sería un tema eterno, se enfocaron en la problemática democracia chilena. Si bien, en términos generales, el país les parecía bien encaminado, también seguía siendo una sociedad muy desigual, frívola y conservadora. Entonces, The Clinic intentó desafiar las diversas esferas que controlaban y manipulaban el poder, desde políticos y empresarios hasta los medios de comunicación convencionales y entretenimiento. A pesar de sus afinidades con la izquierda chilena, trataron de seguir siendo críticos con el poder durante la presidencia de Ricardo Lagos, quien había sido un aliado y apoyo de la publicación en sus inicios. The Clinic se dio cuenta de que más allá de la imagen de Pinochet, la sociedad chilena podría describirse como “permanentemente absurda”. Este absurdo se convirtió en noticia y se reflejó en las diferentes secciones de la revista, como Quinta de Recreo (análisis de la agenda de los medios), Historia Nacional de la Infamia (un recuento de episodios críticos de la historia chilena), La Carne (una columna desprejuiciada y coloquial sobre sexo), Caldo de Cultivo (reseñas y comentarios sobre la escena cultural local), Los 100 personajes menos influyentes de Chile (sobre ciudadanos comunes) y The Clinic Interview (una antología de estas entrevistas se publicó más tarde como libro). Al mismo tiempo, The Clinic desarrolló una observación crítica del Chile urbano contemporáneo, cubriendo temas que aparecían escasamente en los medios chilenos, como las variedades de prostitución en Santiago o una investigación sobre los diversos métodos de alteración de drogas que circulaban en el país, especialmente entre los jóvenes. Cada vez incluían más artículos de investigación. A pesar de que estas historias se centraron en la política actual, los escándalos sociales o cualquier tema candente, The Clinic se comprometió a no olvidar el pasado dictatorial. Continuaron publicando notas como la entrevista a Manuel Contreras (ex-director de la DINA, Dirección de Inteligencia Nacional de Chile durante la dictadura); una conversación con Alberto Cardemil (ex- subsecretario del régimen militar), una historia investigativa sobre Iván Moreira (político de la UDI, Unión Demócrata Independiente, el partido de derecha y defensor de Pinochet), y una variedad de crónicas y columnas sobre crímenes cometidos durante la dictadura. Parcialmente debido al Informe Valech en 2004, el cual detallaba los casos de tortura durante la dictadura, The Clinic se convirtió en una fuente esencial de cobertura sobre derechos humanos (Sorensen, 2011). Para no alienar o agobiar a lectores potenciales, los periodistas del pasquín aprendieron a combinar duras notas sobre derechos humanos con bromas ligeras, caricaturas, fotos y referencias a la cultura popular (Sorensen, 2011).
Portadas más recientes sobre política local también rastrean los vínculos entre los personajes públicos contemporáneos y Pinochet, conectándolos humorísticamente con las referencias actuales de la cultura pop, como el equipo de fútbol chileno (8 de octubre de 2015) o una película de la saga Star Wars (22 de octubre de 2015). Después de los atentados del 11 de septiembre y durante la invasión estadounidense a Irak, The Clinic también mantuvo un ataque constante contra la administración de George W. Bush y su política exterior. No solamente criticó las políticas intervencionistas de los Estados Unidos, que afectaron directamente a Chile y permitieron a Pinochet tomar el poder, sino también a los gobiernos autoritarios de Fidel Castro en Cuba y Hugo Chávez en Venezuela. Su posición política en el espectro de la ideología política latinoamericana podría resumirse en uno de sus titulares satíricos de un número especial sobre Fidel Castro: “La CIA planea dejar a Castro con vida para desestabilizar económicamente a Cuba” (10 de agosto de 2006).
En 2005 The Clinic era ya la revista de mayor circulación en Chile (alrededor de 70.000 por número), con 40 páginas, excepto por números especiales que contenían 76 páginas. Sobrevivió económicamente a través de las ventas (su precio era accesible, 500 pesos, casi dos dólares) en lugar de publicidad (The Clinic inicialmente no atrajo mucha publicidad debido a su contenido controversial). Sin embargo, esta situación cambió a medida que aumentaron los lectores. Los editores también usaron la marca de la revista para generar ingresos. Abrieron una tienda de The Clinic en el centro de Santiago, donde vendían antologías de sus mejores entrevistas, afiches de sus portadas más populares, números especiales, discos compactos, documentales y camisetas, entre otros souvenirs. Durante muchos años, mantuvieron su presupuesto ajustado y el equipo de periodistas pequeño. El director y los cuatro editores trabajaron con un grupo de diez personas, incluidos reporteros y practicantes no remunerados. La sala de redacción se convirtió en una escuela para los jóvenes, formando una nueva generación de periodistas.
The Clinic introdujo formas alternativas de informar sobre la sociedad chilena, pero los editores no se consideraban a sí mismos como “alternativos”, creyendo que este término los colocaba en una esfera marginal. “El que dice que algo es alternativo podría reservar el centro para otra persona, normalmente para lo que estamos en contra. The Clinic quiere luchar por el centro, quiere transformar el centro”, me dijo Fernández en 2005. Diez años más tarde, sentado en su oficina en Santiago, Fernández reafirmó esta posición:
Una revista marginal que pretende seguir siendo marginal se llama una revista fracasada, porque quiere decir que tu opción es estar en los bordes y no el triunfo de tus ideas. Acá yo creo que hay ideas nuestras que se han incorporado a la vida democrática… El Clinic dejó de ser solo un pequeño club de amigos y pasó a ser un mundo incorporado a la sociedad chilena. (Patricio Fernández, entrevista personal, 2015).
A finales de 2015, The Clinic había estado en circulación durante más de 17 años y apenas podría considerarse alternativa. Casi 600 números después, en un país de alrededor de 17 millones de personas, la revista se había convertido en una publicación semanal con casi 140.000 lectores, un millón de seguidores en Twitter y un sitio web con más de 3 millones de visitantes únicos al mes. Según el editor, la revista cambió con la evolución de Chile:
Nosotros nacimos en el año 1998 cuando en Chile todavía había censura cinematográfica, no había ley de divorcio, la sodomía era delito, había senadores designados. Era el fin del segundo gobierno de la transición democrática con Eduardo Frei. Chile era otro país en términos de libertad. Por ejemplo causaba escándalo la publicidad contra el condón. Había salido una carta del arzobispo de Santiago hablando de la crisis moral en que vivía la sociedad. Los temas y lo que acontecía era muy diferente. Nuestras primeras portadas del Clinic me daría vergüenza hacerlas hoy por lo conservadoras que eran. Lo que pasa es que causaban mucho más escándalo por el contexto. ¿Fue el Clinic extremadamente vanguardista? Sí y no. Sí para Chile, no para el mundo… Modestamente, yo creo que nosotros ayudamos en el cambio cultural chileno (Patricio Fernández, entrevista personal, 2015).
En tiempos de una crisis económica e institucional de la industria del periodismo en el mundo, The Clinic encontró formas alternativas de sobrevivir financieramente:
Como los avisadores eran muy reacios a nosotros, siempre tuvimos que buscar otras maneras de sobrevivir: organizábamos eventos, conciertos de música, fondas para los 18 de septiembre, llegamos a hacer un campeonato nacional de striptease en un gran teatro donde fueron cerca de 2000 personas y concursaban civiles, obreros, estudiantes de teatro que se empelotaban enteramente en el escenario. Tuvimos una tienda en la que vendíamos objetos a los que se le ponía la marca The Clinic y de pronto vinieron unos tipos a proponernos hacer una franquicia de bares. Ahí quedó más claro que el Clinic no solo era una revista, era una marca. Y esta marca generaba simpatía, confianza, aires de libertad, desobediencia, espacio para lo diferente, una cierta opción política, un afán de burla, unas pocas ganas de tomarse el mundo enteramente en serio. (Patricio Fernández, entrevista personal, 2015).
Desmitificando los símbolos del pasado traumático del país, The Clinic tuvo éxito como una terapia catártica que funcionó como parte de un proceso de cicatrización nacional y luego se adaptó a la imperfecta transición democrática de Chile, mientras se establecía como un actor mediático importante. Cuando le pregunté en 2005 sobre sus proyecciones para la revista, Fernández bromeó que esperaba que El Mercurio se convirtiera en un suplemento de The Clinic. “Un suplemento humorístico”, agregó. Cuando le hice la misma pregunta en 2015, el editor respondió: “No tengo la menor idea. Podría convertirse en, qué sé yo, quizá en un medio financiero”.
Barcelona, la prensa satírica argentina después de la crisis económica de 2001
Después de la dictadura militar (1976-1982) que desarrolló una de las guerras sucias más crudas de la región con un saldo de aproximadamente 30.000 “desaparecidos” (y alrededor de un centenar de periodistas entre ellos), Argentina sufrió una crisis inflacionaria durante su transición democrática. En medio de la crisis económica, el presidente Carlos Menem, del partido peronista, tomó el poder en 1989. Después de ser elegido con un discurso populista que prometía “revolución productiva” y “salariazo”, Menem traicionó a sus votantes e hizo un giro político radical hacia el neoliberalismo (Bonnet, 2008; Fair, 2014; Piva, 2010; Wehner, 2004; Weyland, 2003). En medio de una rampante corrupción gubernamental, su administración implementó una serie de reformas estructurales basadas en la privatización de las empresas estatales, la reducción del gasto público social, la desregulación comercial, aumento de la deuda externa y otras medidas que beneficiaron principalmente los intereses de las empresas y élites corporativas. La “Ley de Convertibilidad” –que estableció la paridad entre el peso argentino y el dólar estadounidense– creó una economía ficticia que minimizó la inflación y elevó a sectores del país a un aparente estado de bienestar. El PNB creció un promedio de 7.9% anual de 1991 a 1994, los salarios aumentaron y la clase media incrementó su capacidad de consumo. Aunque este modelo económico colapsó algunos años después, desde mediados de los 90 el impacto social ya se manifestaba claramente en el paralelo crecimiento de los índices de desempleo y pobreza (Rapoport, 2003).
En 1999, Argentina entró en recesión. Cuando la crisis económica empeoró en 2001, la gente comenzó a retirar grandes sumas de dinero de sus cuentas bancarias, lo que provocó una corrida bancaria. El gobierno promulgó un conjunto de medidas, que incluían la devaluación de la moneda nacional (puso fin a la paridad del peso argentino con el dólar). El infame “Corralito” congeló las cuentas bancarias, permitiendo que solo se retiren sumas menores de efectivo. Esto provocó una insurrección popular que alcanzó su punto más crítico en los violentos incidentes del 19 y 20 de diciembre de 2001 (Dinerstein, 2002; 2003). El presidente De la Rúa declaró un estado nacional de emergencia cuando, en Buenos Aires y otras grandes ciudades, la gente tomó las calles en una protesta popular conocida como el cacerolazo (golpeando ollas y sartenes). Miles de argentinos de clase trabajadora y de clase media fueron a protestar a la histórica Plaza de Mayo y 39 ciudadanos murieron en estas manifestaciones públicas. Su consigna, “Que se vayan todos”, no solo incluía a la clase política, sino también a la prensa tradicional. Se la consideraba parte del complejo institucional que llevó a Argentina a este punto crítico, un negocio más comprometido con generar dinero que con desempeñar su papel de guardián democrático y monitorear las instituciones del poder.
En dos semanas, varios presidentes tomaron el poder y tuvieron que renunciar casi de inmediato. En enero de 2002, Eduardo Duhalde fue elegido presidente provisional. En aquel momento, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INDEC), 57% de la población estaba en la pobreza; 27.5% estaba en pobreza extrema, y el desempleo era 21.5%; todos estos fueron niveles récord en el país. Los medios argentinos también sufrieron la crisis. De 1998 a 2002, la circulación de la prensa argentina disminuyó en un 36% (Rey Lennon, 2002a, 2002b). A fines de 2002, la economía argentina comenzó a estabilizarse debido a una devaluación drástica de la moneda. En 2003, el presidente Néstor Kirchner fue elegido, y el país comenzó un proceso de recuperación económica. En abril de ese mismo año, apareció en las calles de Buenos Aires el primer número de la revista satírica Barcelona, nacida de la desesperación e indignación generada por la crisis (Alonso, 2007).
Debido a la crisis económica, miles de argentinos abandonaron el país. Uno de sus principales destinos fue España. “La gente no tenía trabajo; esperaban en fila en las embajadas para obtener una visa para cualquier lugar. Barcelona era considerada una capital del arte y muchos querían ir allí. Decidimos hacer nuestra Barcelona en Buenos Aires”, me dijo Ingrid Beck, editora de la publicación, en una entrevista personal en 2005. El lema de la revista era: “una solución europea para los problemas de los argentinos”. Si bien el lanzamiento de la revista se retrasó inicialmente durante la crisis (debido al aumento constante del precio del papel por la inflación), a fines de 2002 los editores retomaron el proyecto nuevamente. Gracias a un préstamo familiar de 5.000 pesos argentinos (alrededor de $1.500 dólares estadounidenses en ese momento), pudieron publicar los dos primeros números. Barcelona se distribuyó en Buenos Aires, y estos números iniciales se agotaron. “Cuando apareció Barcelona, los kioscos todavía estaban casi vacíos. Con la crisis, muchas revistas suspendieron la publicación, y algunas desaparecieron. La gente apenas podía darse el lujo de comer y una revista era un artículo de lujo”, dijo Beck. Después de su tercer número, Barcelona se convirtió en un suplemento semanal de la revista TXT. En 2004, volvieron a salir como publicación única otra vez. Desde entonces, se publicó sostenidamente (cada dos semanas) y se distribuyó en varias ciudades del país; su precio se mantuvo alrededor de un dólar estadounidense. Con escasa publicidad en sus páginas, la revista sobrevivió económicamente principalmente gracias a los lectores. “Desde el principio, decidimos hacer una revista que nos gustaría leer, una que no necesite publicidad para subsistir y que no requiera que hablemos con nadie para escribir una historia, ni que hagamos una transcripción de una cinta de audio. De hecho, al principio ni siquiera teníamos un teléfono”, dijo Beck (entrevista personal, 2005).
Los editores de Barcelona describieron su publicación principalmente como una revista política. Seguidores de la famosa revista francesa Charlie Hebdo, el humor ácido y controvertido de Barcelona es parte de una importante tradición de la prensa satírica argentina, que incluyó revistas icónicas como Tía Vicenta (1957-1966; 1977-1979) y Humor (1978-1999). Al igual que The Onion y The Clinic, Barcelona también parodia el formato de los diarios, especialmente el del argentino Clarín, el diario propiedad del principal monopolio mediático del país. E incluso su eslogan es una parodia del de Clarín, “Un toque de atención a la solución argentina de los problemas argentinos”. En relación con la agenda de noticias, Barcelona desarrolló un diálogo crítico con los principios del periodismo. Amado (2006) resumió irónicamente algunos de los “valores de noticias” que la revista critica: “Si hay una duda, reproduzca el rumor” (una negación oportuna transforma lo que no era más que un falso anuncio en noticias); “Sexo oral y visual” (cualquier alusión a las partes ocultas de la anatomía humana asegura la atención de la audiencia); “Libertad de expresión condicional” (las noticias son algo que podría estar ocurriendo o no, y si realmente está ocurriendo, se convierten en primicia; para esto, siempre tenemos verbos condicionales); “La certeza del lugar común” (algo obvio llevado a los titulares y las portadas se convierte en una revelación); “El uso del retoque creativo” (photoshop es una herramienta válida de periodismo); “La fuerza de la generalización” (la opinión de unos pocos es noticia si se presenta como una encuesta); “La cita innecesaria” (una declaración no necesita ser relevante; si aparece entre comillas, incluso podría parecer importante); “La interpretación pseudo-profunda” (una opinión personal podría presentarse como una contribución esencial para la humanidad cuando pretende descubrir algo que nunca estuvo oculto); y “ahora dicen” (no es relevante citar la fuente; lo importante es mostrar que algo se dice mucho) (Amado, 2006, pp. 20-21).
Los editores y escritores de Barcelona son un grupo periodistas inconformes que viven en Buenos Aires. Trabajaron para la revista de rock La García y la revista cultural La Maga (ambas publicaciones locales independientes que ya no existen). Se describen a sí mismos como una banda de rock, en un país donde el llamado “rock nacional” tiene una importante tradición sociopolítica y está profundamente arraigado en la identidad cultural argentina. Influenciados por el espíritu contracultural del rock, han sido muy controvertidos, generando reacciones viscerales de los lectores. Por ejemplo, una vez, una mujer religiosa compró muchas copias de un número en el que Barcelona anunció el romance del año entre el Papa y Terri Schiavo (la mujer estadounidense en coma cuyo caso generó un debate sobre su derecho a morir) para evitar que otros lectores vieran la historia. Hubo otros temas controvertidos, como los del Medio Oriente. Un titular de portada de Barcelona declaró: “Tolerancia. Un judío y una negra deciden el futuro de la humanidad” (Barcelona nº 88). Una foto de Ehud Olmert, el primer ministro de Israel, y Condoleezza Rice de los Estados Unidos aparecía debajo de la imagen. Los editores recibieron muchas cartas quejándose de la portada, especialmente de la comunidad judía argentina, pero también del extranjero. En el siguiente número (Barcelona # 89), los editores publicaron esas cartas de enojo y las que celebraron la portada como una crítica a las políticas exteriores israelíes y estadounidenses, que supuestamente promovían la discriminación. En el mismo número, los editores incluyeron entrevistas con presuntos “terroristas” palestinos que describían “cómo les gustaría explotar”.
Con la misma actitud políticamente incorrecta la revista trató otros temas controvertidos locales, como su contraportada sobre el aborto. En medio del debate legislativo sobre el tema, generado por un caso de violación, Barcelona publicó la imagen de una niña embarazada con síndrome de Down sosteniendo balanzas como un símbolo de justicia con el titular: “No al aborto. Sí a la justicia”. Otros titulares sobre temas controvertidos fueron: “Bush dice que Chávez es ‘un terrorista que trata de imponer sus locas políticas exteriores en el mundo”; “Después del frustrado atentado en Londres, los miembros de Al Qaeda les piden a sus líderes que renuncien: que se vayan todos”; “La Unión Europea exige el fin inmediato de los ataques israelíes sobre Líbano, para que puedan comenzar con el gran negocio de reconstruir Beirut”; “Después de dejar de beber, Lula pensaría dejar la corrupción”; “Kirchner: ‘Hice una fortuna durante la dictadura para evitar que se enriquezcan los militares”; “Estados Unidos prepara 100.000 infantes de marina, varios aviones y tres bombas nucleares para ayudar a la apertura democrática en Cuba”; “El izquierdista Zapatero rechaza la nacionalización del petróleo en Bolivia, pero apoya el matrimonio homosexual”; “Entrevista exclusiva con el prisionero con SIDA que se empoma a Etchecolatz en la cárcel”. A pesar de su contenido provocativo, los editores dicen que no han experimentado ningún tipo de censura. “Quizás sea porque los poderosos no nos toman tan en serio”, dijo Beck (entrevista personal, 2005). Sin embargo, la publicación ha sido frecuentemente comentada y citada en medios de comunicación, como Clarín, Página 12 y otros. Barcelona ofreció un punto de referencia para otros periodistas y, a menudo, se convirtió en noticia en sí misma.
Los escritores de Barcelona usaron de manera original el lenguaje coloquial y la jerga porteña. Publicaron Puto el que lee (Editorial Gente Grossa, 2006), un diccionario ilustrado de 254 páginas de jerga e insultos locales. Mediante la construcción de un propio sello satírico, Barcelona se expandió a otros medios. Los editores han participado en programas de radio y televisión, manteniendo su estilo particular de difuminar las fronteras entre la ficción y la realidad, entre lo serio y lo poco serio. “Toda la tradición de la prensa argentina relacionada con el humor tiene un espacio para opiniones serias. Por lo general, las personas hacen una distinción explícita: aquí hay humor, y aquí no. En Barcelona, no tenemos esos límites”, dijo Beck (entrevista personal, 2005).
Para 2006, Barcelona se había convertido en el producto más controvertido de la prensa independiente argentina con una tirada de alrededor de 17 mil por número. Su uso del humor radical y las historias periodísticas falsas atestiguaron el descontento generalizado de la sociedad, la decepción y el escepticismo generados por la crisis económica de 2001 y contribuyeron a un país traumatizado a lidiar con sus verdades incómodas. Los editores cuestionaron el establecimiento y el funcionamiento del poder en la sociedad. Esta crítica se centró en la política local, pero también se expandió a temas internacionales, la religión, el espectáculo, el deporte, las leyes controvertidas, las tragedias, la cultura sexual, el pasado dictatorial argentino, la represión militar y los valores sociales en general. A pesar de los cambios en la sociedad argentina desde la crisis de 2001, Barcelona sobrevivió durante el kirchnerismo (2003-2015), marcado por los gobiernos de centroizquierda de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, y mantuvo su posición irreverente después de más de 12 años en la industria editorial. Durante las entrevistas realizadas en Buenos Aires en 2015, los editores reiteraron este espíritu de la revista. Para Mariano Lucano, coeditor de Barcelona, su actitud “punk” y contracultural incluso ha aumentado:
La revista conserva la ausencia de fe. Es una revista hecha por escépticos y para lectores que quieren leer cosas escépticas… ¿Qué cosas cambiaron? Bueno, lo más probable es que las ediciones más viejas tengan un tono que al día de hoy lo veas mucho más naive. Entonces, en algún punto es un poco más salvaje la revista. (Lucano, entrevista personal, 2015)
Para Ingrid Beck, la sátira de Barcelona ha mantenido batallas y temas constantes:
Nuestra crítica a los medios de comunicación sigue vigente. Nosotros somos una sátira de los medios de comunicación, así que eso no va a variar. Nosotros vamos a seguir criticando a las instituciones corporativas y conservadoras. Nosotros seguimos haciendo de Barcelona una trinchera contra la violencia institucional, a favor de la despenalización del aborto, la marihuana, algunas luchas que nosotros sostenemos con el paso del tiempo (Beck, entrevista personal, 2015).
Ambos editores reconocieron el papel permanente de Barcelona como una parodia del periódico Clarín y del periodismo argentino conservador y de mala calidad. Sin embargo, durante la era Kirchner, la posición de Barcelona contra el Grupo Clarín, el conglomerado de medios más grande del país, fue controvertida. En medio de una polarización intensa entre el partido gobernante y la oposición, y entre grupos progresistas y conservadores, el gobierno desarrolló una relación altamente conflictiva con los medios. De hecho, la presidenta Cristina Kirchner promovió la Ley de Servicio de Comunicación Audiovisual buscando limitar el poder del Grupo Clarín, el cual era crítico contra su gobierno. Esto llegó a un punto especialmente sensible durante el conflicto “campo-gobierno”, una de las mayores crisis políticas del kirchnerismo. Como parte del debate sobre la concentración de la propiedad de los medios frente a la libertad de expresión, la confrontación subrayó el papel que los medios de comunicación tradicionales han desempeñado como una fuerza conservadora en el país, respondiendo a los intereses de las élites. Los ataques del gobierno contra Clarín eran semejantes a muchas de las críticas de Barcelona contra este conglomerado de medios: “Lo que nosotros decíamos de Clarín lo empezó a oír mucha más gente; además, nos paró del lado del gobierno con un enemigo en común y nos empezaron a acusar de kirchneristas” (Ingrid Beck, entrevista personal, 2015). Además, los críticos de Barcelona acusaron a la revista de recibir publicidad oficial de instituciones gubernamentales. Los editores, sin embargo, explicaron la situación. Mientras los monopolios mediáticos como Clarín tenían prácticas comerciales no reguladas desde antes del kirchnerismo, las revistas independientes, alternativas y culturales enfrentaron muchas restricciones comerciales, como penalidades cuando no vendían más del 50% de su circulación en los quioscos. Como resultado, muchos editores independientes, que representaban el 7% del mercado editorial, se organizaron en una asociación y exigieron reducciones de impuestos y publicidad oficial de los gobiernos nacionales y locales. Estas demandas pretendían nivelar un poco el campo mediático. Como consecuencia, durante la era Kirchner, Barcelona, como muchas otras publicaciones independientes o alternativas, recibió dinero publicitario de instituciones oficiales. “No fue una fortuna, pero nos permitió sobrevivir”, dijo Lucano (entrevista personal, 2015), quien negó que el dinero de publicidad oficial hubiera creado algún tipo de restricción en su contenido. “Al Estado le corresponde distribuir la pauta oficial más o menos equitativamente; entonces es una porción de la torta que nos debería tocar, pero no nos trae ninguna limitación, no nos influye nada. La revista no se juega por ningún candidato ni creo que lo haga porque un poco nuestra misión es satirizar al poder” (Beck, entrevista personal, 2015).
En términos de organización empresarial, Barcelona mantiene una posición precaria. Con seis miembros principales y 14 colaboradores, su presencia en línea no ha sido significativa, y su formato digital es muy similar a la versión impresa (con alrededor de 2.000 suscriptores pagos, principalmente del extranjero, según los editores en 2015). Los editores reconocieron que no han invertido mucho en las operaciones digitales por falta de dinero y tiempo. Si bien hubo periodos en que los editores tenían un salario, en 2015 apenas ganaban dinero:
Barcelona tuvo idas y vueltas. En algún momento fue un trabajo en que cobrábamos un sueldo, en otro momento no lo fue. En un momento tuvimos programas de radio que nos permitían ganar ingresos para sostener la revista; y desde hace unos años que la hacemos porque queremos hacerla. Barcelona para nosotros es déficit, nosotros no ganamos plata, invertimos plata y no hay misterio. La hacemos porque queremos hacerla y queremos que siga saliendo, no hay otro motor (Beck, entrevista personal, 2015).
Tenemos una estructura muy utópica de cómo funcionar… Nosotros nunca dimos con el socio que haga las cosas de los negocios. Nosotros como grupo somos muy tarados a la hora de hacer negocios.… Es un hobby que lleva mucho rato: cinco días en la quincena para llevarte 200 dólares no es un gran negocio (Lucano, entrevista personal, 2015).
Cuando la Argentina dio un giro político a la derecha con la elección del millonario conservador Mauricio Macri como presidente en 2015, después de 12 años de kirchnerismo, Barcelona mantuvo su postura crítica contra el poder y el establishment. Marcados por la crisis de 2001, Lucano explicó que la revista fue creada a partir de necesidades profesionales y creativas por un grupo de jóvenes periodistas desempleados que se convirtieron en satiristas rebeldes de mediana edad que usan el humor como terapia para hacer frente a la realidad:
[La sátira] puede ser tomada como un consuelo de tontos. Para mí es necesaria en lo personal, por mi psiquis. En vez de ulcerarme por cuestiones que no me gustan o que me causan repulsión, trato de sublimarlo haciendo algo que me pueda causar gracia. Entonces, es un consuelo de tontos y para tontos (Lucano, entrevista personal, 2015).
Conclusiones
The Clinic y Barcelona ofrecieron nuevos puntos de vista no convencionales sobre la sociedad después de tiempos traumáticos en sus respectivos países. Estas revistas quincenales de izquierda parodian la agenda de los medios de comunicación, desarrollan una crítica satírica sobre la política y la sociedad local, incluidos el mundo del espectáculo y las celebridades, las desigualdades sociales y la historia nacional reciente. Mantienen siempre en la mira crítica el pasado dictatorial de Chile y Argentina como parte de sus rígidas posiciones anti-autoritarias, recordando el rol de la política exterior estadounidense en sus realidades (a menudo proporcionan las conexiones necesarias para comprender la responsabilidad de los Estados Unidos en la instalación de dictaduras latinoamericanas y regímenes autoritarios).
Ambas revistas usan el humor políticamente incorrecto como un recurso principal. Incluyen jerga local, referencias de cultura popular, noticias satíricas/falsas, y culture-jamming para transmitir ideas subversivas e irreverentes. Autodefinidas como revistas políticas, ambas publicaciones usaron el humor para crear un lenguaje accesible y llegar a audiencias más amplias con ideas y representaciones contra-hegemónicas. Sus críticas sociopolíticas no solamente se dirigen a políticos corruptos, líderes poco éticos, partidos políticos y las más altas figuras del gobierno, sino también, acaso principalmente, contra los medios de comunicación y el periodismo nacional. Desde su inicio, The Clinic atacó al conservador El Mercurio, el periódico más grande del país y un partidario histórico del régimen de Pinochet. Del mismo modo, Barcelona parodió a Clarín, el diario nacional que forma parte del mayor monopolio mediático en Argentina y que fue acusado (junto con la mayoría de la prensa tradicional) de apoyar las políticas neoliberales que llevaron a la crisis de 2001 y de oponerse a medidas progresistas durante la era de los Kirchner.
Basadas en ciudades capitales con sólidas y educadas clases medias (al menos con respecto a la mayoría de los países de la región), estas revistas condensaron las frustraciones, los traumas y los tabúes de diversos sectores sociales urbanos y produjeron un discurso liberador sobre ellos. Después de tiempos traumáticos (como una dictadura sangrienta o una profunda crisis social), las sociedades requieren cicatrización colectiva y reconciliación nacional (las Comisiones de la Verdad –que existieron en Chile y Argentina después de sus dictaduras militares más recientes– son ejemplos de esto). La prensa generalmente juega un papel importante en este proceso. Sin embargo, en contextos donde los medios de comunicación tradicionales han sido tímidos, indiferentes, o fuertemente censurados durante los tiempos represivos no suelen estar listos para asumir un discurso crítico después de la tormenta socio-política. En estos contextos, la sátira y los medios independientes florecen, llenando los vacíos y las fisuras en el panorama mediático. Adquieren la capacidad de insertar temas traumáticos en la agenda mediática y tratarlos con lentes catárticos. El humor, la sátira y las “noticias falsas” con objetivos críticos se convierten en productos culturales que conectan con las clases medias urbanas, generando una liberación que generalmente tiene lugar en tiempos democráticos. En este sentido, The Clinic se centró en el cruel pasado dictatorial, ofreciendo la risa catártica como una alternativa liberadora del largo periodo de represión y de la pasividad y negación de la transición democrática. Barcelona expresó la ira social y la insatisfacción de la sociedad argentina contra las corruptas clases dirigentes y su hegemonía neoliberal que condujo al colapso de la economía en 2001 y a la subsecuente crisis social. Ambas revistas contribuyeron a presentar, mantener y monitorear temas sensibles y relevantes que de otro modo no hubieran tenido suficiente cobertura crítica. Como parodias de periódicos convencionales, asumieron una relación simbiótica con el panorama mediático. A través de un discurso metatextual, cuestionaron las prácticas periodísticas y las nociones de “noticia”.
Como “medios alternativos híbridos”, The Clinic y Barcelona han negociado constantemente sus significados y posiciones entre prácticas y contenidos alternativos, oposicionales y tradicionales dentro del panorama mediático nacional. Han sido alternativas en el sentido de que desarrollaron críticas sociales, políticas o culturales que no estaban presentes en los medios de comunicación tradicionales y el discurso público de sus países. Sin embargo, encontraron un espacio relevante y visible dentro del debate político nacional, y sus editores y periodistas se han convertido en figuras públicas influyentes que participan en otros medios de comunicación comerciales. Si bien han rechazado una afiliación explícita con partidos políticos o movimientos sociales, comparten ideas con políticos izquierdistas en el poder (Lagos o Bachelet en Chile; Néstor y Cristina Kirchner en Argentina). En estos escenarios, han luchado por mantener una actitud crítica hacia el poder y rechazar la cooptación por parte de estos regímenes progresistas.
Después de cumplir sus funciones catárticas, estas publicaciones alternativas híbridas negociaron su propia integración. A través de la creación de una marca sólida y operaciones comerciales alternativas (como una franquicia de bares en diferentes ciudades de Chile), The Clinic se ha establecido como una de las principales publicaciones del país. Su carácter radical ha cambiado a lo largo de los años a medida que la sociedad chilena evolucionó hacia una democracia más inclusiva y liberal. Por el contrario, Barcelona todavía lucha por sobrevivir, pero mantiene su espíritu contracultural y transgresor, operando, en sus palabras, como una banda de rock de los noventa. Tras el gobierno de derecha del presidente Macri, la relevancia de Barcelona puede aumentar mientras que los recursos (como la financiación oficial del gobierno) pueden disminuir. En ambos casos, sin embargo, su relevancia depende inextricablemente de sus contextos sociopolíticos. Si bien la hegemonía y el poder siempre están siendo cuestionados y negociados en el ámbito socio-cultural, la historia muestra que, después de períodos de crisis, aparecen nuevas publicaciones satíricas que adoptan papeles subversivos innovadores para reflejar las tensiones nacionales predominantes.
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- Este artículo está basado en: Alonso, P. (2019). Satiric Magazines as Hybrid Alternative Media in Latin America. Latin American Research Review, 54(4), 944–957. Una primera versión del artículo fue traducida por Neta Kanny, M.S. y editada por el autor.↵