Otras publicaciones:

9789877230567_frontcover

9789871354894_frontcover-224x344

Otras publicaciones:

12-3054t

9789877230215-frontcover

10 La Revista Policial de La Pampa

Una aproximación a la cultura institucional, 1947-1949

Melisa Fernández Marrón

Durante los años treinta del siglo XX y los que siguen al surgimiento del peronismo, la policía procuró afianzar un “espíritu colectivo” que se cristalizaría en varios aspectos; fuente de sentido para los propios actores. Uno, quizá el más importante, “sanear” su cuerpo de los “elementos viciosos que se refugiaban en épocas de malas rachas” persuadiendo a que sus miembros abrazaran la carrera policial. Para consumar ese proceso de profesionalización se apeló a la formación y entrenamiento de sus hombres a través de la creación de academias. A ello se sumaba, una serie de medidas sociales que tenían como propósito mejorar las condiciones laborales de los empleados. El ascenso del mutualismo (en torno a la Caja de Ahorros y Ayuda Mutua y la Cooperadora Policial) confluyó en un elemento central en la construcción de la llamada “familia policial” bajo colectas, fiestas, recompensas y auxilios a los agentes como a los familiares de la institución. En esa comunión entre pares la exaltación de los “caídos en el cumplimiento del deber” apelaba a la memoria colectiva que justificaba el ser y el hacer cotidiano policial en su relación con los “otros”. A estas innovaciones, en términos materiales, se incrementaba el número de comisarías con edificios propios, un sostenido interés por incorporar nuevas tecnologías de la comunicación (centrales radioeléctricas y radiotelefónicas), y algunas novedades en armamento como transporte (aviones, ambulancias, automóviles).

La redefinición institucional que este nuevo contexto habría de producir, llevaría consigo una transmutación hacia una estructura más centralizada y un modelo de organización basado en el carácter sectorial, militarista y corporativista. El despliegue de esa racionalidad supuso el desarrollo de representaciones y símbolos que se montaron alrededor de la creencia de una justicia y deber social de la policía en consonancia con los preceptos peronistas. Tal percepción trajo consigo una reinterpretación de los significados del ser y el hacer policial que quedarían plasmados con la sanción del Estatuto Orgánico de la Policía de Territorios en 1946.

En esta coyuntura, surgiría la Revista Policial de La Pampa. La publicación se editó mensualmente desde agosto de 1947, cuya distribución geográfica y tirada darían cuenta de su alcance entre el público policial y el resto de los ciudadanos. La misma buscaría transformarse en el lugar desde donde impulsar y afirmar la unidad. El contexto particular en el cual dio luz la revista, un momento de consolidación profesional de la institución, profundizó el proceso de definición y construcción de una nueva identidad.

El foco de interés del presente trabajo está puesto en la construcción de la cultura institucional a partir de esta publicación como uno de los elementos que generará y construirá lazos de pertenencia a una identidad corporativa. Para analizar el caso de Revista Policial de La Pampa, los sistemas de valores que fueron creados y divulgados por el folklore institucional constituyen una vía análisis.[1] Se buscara allí explorar la reproducción de mitos, leyendas, normas y símbolos propios trasmitidos oralmente y que este órgano de difusión recuperó. Esta primera aproximación a la problemática procura detenerse en el desarrollo de los intersticios que le permiten al policía adaptar, redefinir, sobrellevar y significar sus experiencias como miembros de la institución. Aquellas “acciones y producciones imaginarias por ellos mismos construidas mediante procesos complejos de interiorización e individualización cultural-institucional.”[2] Esta propuesta sigue la línea de los estudios en perspectiva histórica en la temática que han comenzado a crecer en Argentina y América Latina.[3]

Para rastrear estos problemas el trabajo se divide en tres partes, y cada una desarrolla un aspecto de la cultura institucional. La primera se ocupa de las características propias de la revista (formato, editores, colaboradores, tirada y forma de venta). Ello obliga a indagar sobre las condiciones generales de su producción. La segunda refiere a los propósitos de la revista de alcanzar una (re)construcción institucional. Una publicación oficial sin fines económicos, claramente era una prensa doctrinaria encargada de formar a los cuerpos policiales en la camaradería, la disciplina y la técnica. Por último, se analiza el posicionamiento y la búsqueda de reconocimiento frente a la sociedad. La visibilidad en la esfera pública que produjo la revista posiblemente permitió a la institución sellar una nueva imagen ante la comunidad.

Intentaremos responder a estas inquietudes a partir del análisis de los números disponibles de la Revista Policial de La Pampa que se encuentran en la Biblioteca Nacional (Argentina) y de un corpus de documentación producida por las mismas agencias estatales: órdenes del día, memorias y expedientes de Gobierno. Hemos incluido las crónicas de un ex-policía territoriano además de la prensa comercial de la época, cuyo aporte suplementario enriquecerá la indagación.

Una iniciativa oportuna

A partir del golpe militar que derrocó al gobierno de Hipólito Yrigoyen, el Estado asumiría un mayor intervencionismo con su posicionamiento en las relaciones de fuerza entre los actores políticos y en cuestiones económicas, con un aumento en la burocracia y complejidad en la gestión administrativa.[4] En el caso de La Pampa este proceso de transformación política otorgó a los gobernadores un protagonismo más notorio y el Estado tuvo una presencia y dinamismo mayor.[5] Frente a la gobernación del territorio pampeano entre 1933 y 1946, dos funcionarios Evaristo Pérez Virasoro y Miguel Duval, proyectaron un orden político social de rasgos autoritarios, en la misma línea que el país en ese período. Las dos gestiones cumplieron un rol más activo en el diseño de políticas gestando modificaciones en las agencias administrativas y públicas que luego se acentuarían en el mandato de Duval.

Durante la gestión de este gobernador, en función desde julio de 1939 hasta julio de 1946, hubo una innovación en la forma de hacer política: realizó recorridas periódicas por el interior del territorio para mantenerse informado; para dar cuenta de su labor plasmó en la prensa todas las gestiones realizadas y en la producción de informes burocráticos; se promovió el culto a su personalidad con la propaganda y una mayor presencia en el espacio público. Sus acciones gubernamentales estuvieron enmarcadas e influenciadas por su cosmovisión jerarquizada y centralizada del poder.[6] Después del golpe militar de 1943, sería confirmado en el puesto por tres años más.[7]

Al momento de asumir la gobernación, trabajaban en el Departamento de Policía 726 empleados (125 plazas de empleados superiores y 585 de tropa).[8] La intencionalidad de Duval en el campo policial, fue generar una política de intervención y control social en sintonía con los mandatos a nivel nacional y local. Aunque el disciplinamiento social se había acentuado desde hacía una década, se agudizó con su gobierno.[9] Así, en 1942 se creó la Sección “Orden Social y Político” dependiente de la División de Investigaciones con el objetivo de vigilar “la actividad de los partidos políticos, elementos sectarios, organismos obreros y patronales y toda actividad contraria a la soberanía nacional y al régimen republicano de gobierno”.[10] Hasta la creación de la Delegación Regional de la Secretaría de Trabajo y Previsión en 1944, también tendría a su cargo la vigilancia del cumplimiento de las disposiciones laborales. Aún después, la policía actuaría como delegada de esta Secretaría producto del avance del movimiento obrero en el territorio. Esta función quedaría bajo dirección de la recientemente creada Sección “Información, Vigilancia y Cumplimiento Leyes Obreras” a cargo del comisario de la capital José Regazzoli.[11] Como infiere Alonso, la complejidad de las relaciones laborales y la poca estructura existente en el territorio para atender diferentes asuntos, llevó a que fuera la policía como institución más consolidada quien intervendría en una serie de cuestiones motivadas generalmente por los reclamos obreros.[12]

Con el triunfo electoral de 1946 a nivel nacional, se integraría a la policía como parte concurrente del proyecto político y social peronista. Estudios recientes, han comenzado a abordar el papel de la institución policial en este período. Se ha postulado, para el caso de la provincia de Buenos Aires, que la reforma policial en esos años no fue ajena al proceso de transformación institucional encarado por el proyecto político peronista.[13] En el ámbito local, a poco de ser nombrado gobernador Juan L. Páez, entre los principales funcionarios que lo acompañarían se encontraba Eduardo Reguero como jefe de policía (con experiencia en el área, era hombre de confianza de Perón). En ese contexto, producto de un largo proceso de renovación al interior de sus cuerpos y su estructura organizativa, la institución policial comenzaba a consolidarse.

En esta situación se inscribirían las condiciones de producción de la Revista Policial de La Pampa. Por iniciativa del jefe de policía, Eduardo Reguero, con motivo de celebrar el día del policía saldría el primer número de esta publicación “netamente policial”. Se editó mensualmente desde agosto de 1947 apareciendo del veinte al treinta de cada mes. Con diferentes rangos jerárquicos, la comisión directiva, de redacción y de administración de la revista quedó en manos de empleados de la jefatura. Se presentaba como una publicación técnica e informativa y orientadora en su faz táctica.

Sin alteraciones significativas a lo largo de su existencia, es posible estimar en 6.000 la cantidad de ejemplares impresos. La revista se distribuyó en todas las reparticiones del territorio para que fuera leída por todo el personal y por quienes se suscribieran por año o semestre pagando 10 y 6 pesos respectivamente. De circulación local y nacional, cada ejemplar costaba un peso.[14] No se aceptaban avisos comerciales, por lo que se puede suponer se costeaba con el ingreso de las suscripciones, contribuciones y donaciones que llegaban de distintos organismos privados del territorio.

De tamaño mediano y forma apropiada para su lectura, la revista difundió sus novedades en blanco y negro sobre papel de buena calidad. La primera tapa estuvo caracterizada por la austeridad en la edición. En el centro con letras de color azul sobre un fondo sepia se anunciaba el nombre y el sumario, rodeados por un banderín y el escudo de la nación argentina. Un mes más tarde, en su segunda entrega, la portada había sido diseñada por el oficial y dibujante Nicolás Toscano. Ahora se imprimiría en color con la imagen de un gallo posado sobre una esfera en posición de canto. Detrás los rayos del sol irradiaban su luz sobre los contornos del mapa pampeano. El sentido otorgado a esta ilustración era “el deber con el gallo por ser ave tempranera que se adelanta vigilante, atento al primer ruido; la voluntad con el equilibro del mismo animal sobre la esfera y la satisfacción con el canto que al nacer la aurora, expende sobre el dilatado territorio.”[15] La figura del gallo, expresa Diego Galeano, desde los griegos estaba vinculada al sol; con su canto anuncia el regreso del sol y vela en las horas de oscuridad. El gallo simbolizaba vigilancia, firmeza y virilidad. Había toda una retórica en torno a la policía que no descansaba. De sol a sol, el policía emprendía una tarea de iluminación. En la imagen de la tapa, el sol representaba el poder de la soberanía y sus rayos el lugar de los policías.[16] De esta forma la totalidad del territorio, se tornaba visible y en estado de alerta.

Sus colaboradores eran funcionarios de la institución sin distinción de jerarquías, en actividad y retirados. Existía una clara intención de que la revista fuera un medio de expresión de todos los policías del territorio; a fin de evitar las diferencias que se habían acrecentado en el largo plazo entre aquellos empleados que ocupaban puestos en los centros urbanos de los que realizaban sus tareas en el medio rural. Resultaba imperioso mostrar la diversidad de experiencias policiales en la dilatada geografía. Más aún, edificar sobre esos “archivos de la calle” y la campaña una sola institución. No obstante, en general, el emprendimiento estuvo acompañado por policías que eran parte del grupo ilustrado de la jefatura.

Cada redactor dejó al descubierto su identidad con su firma; los seudónimos no fueron frecuentes. Eso evidencia que abocarse a dejar impresa “toda manifestación creadora de la superioridad y sus subalternos”, posiblemente, diera poco margen de libertad para exponer las disidencias y críticas que circularan dentro de la institución. La revista fue el lugar desde donde se expresó públicamente la comunicación oficial. Su intención de situarse en la esfera pública como voz autorizada la llevaría a mostrarse acompañando el imperativo de la época: patria, moral, lealtad y justicia social.

Con distintos recursos estéticos y narrativos, participaron de las entregas auxiliares de la magistratura judicial, médicos de policía, funcionarios de institutos penales, y profesionales de distintas áreas (por ejemplo, profesores, agrónomos, abogados). Además, de las notas que llegaban de otras reparticiones del país para colaborar. Se alternaba entre el desarrollo de temas específicos del metier y aproximaciones al campo literario (los poemas de escritores y policías locales cerraban cada edición). Sin una clara organización temática en secciones que vertebrara el sumario, se pueden distinguir algunas preocupaciones e intereses que variaban de número en número (técnica dactiloscópica y taquigráfica, educación, normativa, reproducción de fallos del tribunal de justicia, comunicaciones e historia de la institución). El peso del ecléctico contenido específicamente policial dejaba poco lugar para abordar otros temas; aunque no se excluyeron los sociales y políticos (comunismo, vagancia, alcoholismo, nacionalismo). Para atraer al lector, se incluían fotografías y discursos de personalidades destacadas del ámbito nacional o territoriano (Juan y Eva Perón o Juan Páez, por ejemplo) que iluminaban las notas de una revista de tendencia peronista.

La revista si bien tuvo una duración breve, su amplia distribución y el número de su tirada darían cuenta del alcance del proyecto que la sostenía. La revista duró solo el mandato de su fundador. En septiembre de 1948, Páez se alejaba de la gobernación. En los meses que siguieron fuertes versiones corrían a favor del entonces jefe de policía para ocupar el puesto vacante. Con el apoyo de los sindicatos obreros e incluso de la Confederación General del Trabajo que convocó a una asamblea en la capital territoriana, se promovió su candidatura a nivel local y nacional. Aunque algunas autoridades del partido peronista se opusieron, varios centros y asociaciones cívicas femeninas se sumaron a la campaña de designación. Pero el proceso se dilató e intervino como gobernador el secretario de la gobernación, Alberto Bouges, quien renunció al poco tiempo. Siendo el segundo en la línea de sucesión como jefe de policía, Eduardo Reguero se halló a cargo de la gobernación por un año hasta noviembre de 1949. A pesar que se había retomado la campaña entre los sectores obreros y el partido peronista para lograr su designación efectiva, se impuso por primera vez un pampeano en el cargo, Juan Carlos Neveu.[17] De este modo, con su partida de la jefatura se entiende que la publicación no tuvo continuidad.

“Una nueva policía para una nueva Argentina”

Revista Policial fue uno de los instrumentos empleados para gestar una nueva imagen institucional que apuntaría a la reafirmar la unidad y los lazos de pertenencia a la “familia policial”. La construcción de ese sentido común compartido por la mayoría estaría cimentada en la camaradería, lealtad, idoneidad y disciplina. Fue empresa de la publicación definir los requisitos que debía reunir el “policía moderno”: arrojo, voluntad, perseverancia, dedicación, serían algunos de los valores consagrados como precondiciones del nuevo policía. Un breviario de estos principios, sería formulado y pronunciado por el gobernador Páez en la celebración del día del policía, el 30 de agosto de 1947. “Los 10 mandamientos del policía pampeano” que aparecerían en la segunda entrega, debían grabarse “indeleblemente en su corazón y su mente”. Para ello, se ordenaba dar lectura de los mismos en las reparticiones, insertarse en la orden del día para el conocimiento de todos y su transcripción en carteles para su difusión en lugares adecuados de las oficinas.

Al momento de configurar la identidad policial a la que daba forma y contenido la revista, se emprendió la redacción de una versión selectiva y deliberada del pasado institucional. Como en otras latitudes, la policía apeló a crear “una tradición que predispusiera una estructura de sentido desde donde trazar el germen del perfil institucional.”[18] Una historia de la policía desconocida, aún por contar, que “atesora en páginas ejemplares, elocuentes hechos edificantes que dignifican a la institución.”[19] Sería el inicio de una trayectoria de policías que intentaron consolidar una historia oficial y canónica.

Así, la revista fue el lugar desde donde se impulsaría una reivindicación de acciones pasadas por parte del ejército y la policía como una “reafirmación patriótica” de las tradiciones de esta tierra. Ante la determinación de encontrar en ese legado una “tradición de honor”, de esa etapa se resaltaba el coraje y la bravura de los funcionarios policiales. En ese recuerdo, el “milico” era descripto como soldado y extranjero “acriollado”. Por encima de todo, valiente y cumplidor.[20]

Volver la mirada hacia el pasado exigía “un justiciero reconocimiento” a las figuras caídas en el cumplimiento del deber. Entre los policías una “clara conciencia de lo nuestro” suponía reconocer que la institución para desempeñar su función en La Pampa de entonces, “debió ser tal cual fue y si por su obra no se la juzgara suficientemente merecedora de la consideración y respeto del pueblo, ahí está para iluminar la oscuridad de esos tiempos el ejemplo esclarecido de sus integrantes que cayeron en cumplimiento del deber y señalaron un derrotero de honorables precedentes.”[21] El culto a los héroes policiales, argumenta Galeano, “servía para exhibir al gobierno la dignidad de un oficio que no era reconocido en términos presupuestarios y también para mostrar a la sociedad los sacrificios del trabajo cotidiano de los policías.”[22] Era un reconocimiento en dos sentidos: uno que propagaba el compromiso y la vocación policial entre los agentes; el otro, la invocación del peligro de luchar contra el crimen para resguardar a la sociedad hasta dar la propia vida.

En esa contribución a recrear la identidad policial, para algunos sectores del Departamento central era necesario que la historia policial fuera contada “sin esconder u omitir los hechos que pudiesen enturbiar la imagen de la institución”. El comisario inspector Romero expresaba, “la historia de la policía no nos pertenece individualmente, pero merece en todos sus aspectos, gratos e ingratos, nuestro respeto. Sería perjudicial hacer un estudio regulado del pasado, porque la historia de nuestra repartición debe ser escrita con la mayor veracidad, es decir, con el caudal de errores o el legado de sus virtudes.”[23] Solo así “la nueva policía” podría trabar una conquista del imaginario sobre el que se erigirían los valores en una naciente comunidad de sentido.[24]

Por este motivo, Revista Policial enfatizaba un proceso de “evolución” dentro de la institución. De los célebres personajes del escritor Roberto Payro en su obra “Ya tiene comisario el pueblo”; se había dado paso a una elevación moral de la policía con la renovación de principios en el orden nacional. En 1946, la sanción del Estatuto Orgánico de la Policía de Territorios impulsó la profesionalización de los cuerpos. Entre otras cuestiones, el estatuto establecía los mecanismos de ingreso, estabilidad y ascenso impidiendo el “sistema de la cuña o la simpatía personal”. Acorde con las expectativas del momento, se avanzaba sobre una recomposición salarial en base a la jerarquía y los beneficios jubilatorios con el decreto de retiro que equiparaba a los policías territorianos con los de la Policía Federal. Con su puesta en práctica, no tardó en producirse una reestructuración interna de la cual si algún “Don Belindo” había escapado a la “depuración” realizada, a no dudar lo alcanzaría el retiro por límite de edad.[25] Una empresa de “saneamiento” que había comenzado unos años antes durante la gobernación de Duval. En tanto la institución se orientaba a un proyecto de “justicia social”, era “necesario que se sepa que la policía arbitraria de otros tiempos, de acción empírica, rayana en el abuso, ha pasado felizmente a la historia, siendo suplantada por otra de observación, respetuosa, con noción exacta de la responsabilidad que el cargo impone”.[26]

La publicación no podía desconocer las delaciones infundadas por parte de la institución. Era una actitud fundamental para crear un acto de confianza y garantía del ejercicio de su autoridad y de su poder. Sin embargo, algunos de sus colaboradores apelaron a la excepcionalidad de las prácticas del “mandonismo”. La búsqueda de argumentaciones a favor de la legitimidad del poder de policía se centraba en la determinación de colocar los episodios de arbitrariedad más cercanos a la literatura gauchesca que a la realidad institucional. [27] Esto explicaría la circulación de ideas de una historia como una trayectoria “de esfuerzos, limpia y ejemplar”. No solo importaba que se conocieran determinados personajes, sino que se diera al público una “verdadera historiografía de la policía pampeana”. El entramado de suposiciones y creencias profundamente arraigadas que se entretejieron alrededor del recorte de la versión del pasado; cristalizó las tensiones y presiones en la creación y propagación del sentimiento institucional.

En tanto se emplazaban en ese sentido común las virtudes de valentía y arrojo de los camaradas de ayer; se reafirmaban la educación y la cultura en “los agentes de hoy”. Sin perder esos valores, se sumaba la capacidad profesional y la urbanidad en el trato. El éxito en el desarrollo profesional de este “nuevo policía” estaba cimentado en la formación. En el avance de un espíritu opuesto a la improvisación, a la ausencia de orientación intelectual y a las formas de actuar “primitivas”; se advertiría la posibilidad de reubicarse socialmente. La empresa cultural emprendida en estos años supondría dejar atrás las condiciones o medios desfavorables con que se instruían los viejos camaradas; aquellos que habían “suplido con patriotismo y sacrificio”, los conocimientos técnicos que no podían adquirir.[28]

Al finalizar la década de 1930 la ausencia de manuales o cursos de instrucción definiría la formación del empleado.[29] A partir de allí, el pasaje de una educación basada en la tradición oral a una formal de signos académicos condujo a una trama de empleados con experiencias diversas en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Estos diferentes niveles de formación convivieron en el acceso al metier. De alguna manera, la transmisión oral de mitos y leyendas propios colaboró en la representación simbólica de la institución.

A partir de 1946, un limitado número de policías del grado de auxiliar u oficial (8 en total) eran enviados semestralmente a la División Institutos de la Policía Federal Argentina con el fin de realizar el curso de oficiales sub-inspectores de seguridad.[30] Dos años más tarde, en abril de 1948 el jefe de policía, Eduardo Reguero, inauguraba la academia de policía en la capital, de acuerdo a lo previsto en el artículo 32 del Estatuto Orgánico de la Policía de Territorios.[31] Allí se impartirían conocimientos básicos para las primeras jerarquías del personal superior y subalterno, orientados en tres sentidos: instrucción teórica, enseñanza práctica en comisarías y educación física. Los profesores serían empleados nombrados por la jefatura (aquellos que se formaban en la escuela de policía de Territorios en la capital del país) y profesionales interesados en la docencia. Los cursos serían obligatorios con una duración de 9 y 4 meses para los cargos superiores y subalternos respectivamente.

El plan cultural comenzaría perfeccionando a los policías en actividad para luego ocuparse de los ingresantes.[32] La socialización policial (a través del entrenamiento y luego a través del trabajo) debía crear una cultura organizacional cuyas percepciones y explicaciones sobre el mundo social y físico fueran homogéneas. Desde entonces, los “Policías de Escuela” se convertirían en “una cátedra de disciplina, civismo y argentinidad que no puede sino responder ampliamente a la consigna revolucionaria: una nueva policía para una nueva Argentina”.[33] Una nueva identidad policial moldeada por el orden social, cultural y político del momento.

Revista Policial complementó las estrategias de reclutamiento y profesionalización. La publicación se articuló con un proyecto mayor. Era parte de una serie de disposiciones que incluía (además de la creación de academias) la organización de bibliotecas en cada una de las reparticiones con nombres de compañeros caídos en el cumplimiento del deber y una especialización para los empleados de la División de Investigaciones en la Policía Federal. Inclusive, se preveía la conformación de un consultorio médico en el Departamento Central, un laboratorio móvil de policía científica y la conformación del servicio del cuerpo de bomberos (con la provisión de un local y moto-bombas).[34] Sobre la base ya existente de la cooperadora policial (1940) y la Caja de Ayuda Mutua (1936), se apuntaba a la adquisición de un avión, la construcción de un campo de deporte, un sanatorio policial y una casa-alojamiento para los hijos de los empleados afectados en su escolaridad por los traslados.[35] Las páginas de la revista informaron estos alcances y logros que contribuirían a fortalecer el sentimiento de pertenecer a la gran familia policial. Cada uno de estos elementos simbolizaba el respeto, la moral, la preparación y la educación que debían identificar a sus miembros.

Como parte de ese designio, Revista Policial se impondría la tarea de comprometerse con una particular fracción de la sociedad: los trabajadores. Por esta razón, se trató de infundir la idea de la policía como institución del pueblo y para el pueblo; que le daba todo sin pedirle nada. Un policía que ante todo debía actuar como hombre, como un trabajador.[36] En la comprensión de la sociedad, sus razones y acciones, la policía adoptó los principios formulados por el discurso peronista.

“Una acción revolucionaria”

Con amplia llegada al público en general, Revista Policial buscó resolver la doble diatriba que era un lugar común entre los policías: el ataque a la indiferencia de los gobernantes y la defensa contra la hostilidad del pueblo.[37] Por un lado, en la reconfiguración de las relaciones de fuerza, donde la lucha por la legitimidad del poder era fundamental, la aproximación y su consecuente reconocimiento por parte de quienes representaban el Estado nacional resultaba una estrategia necesaria para establecer a la institución en un lugar central.[38] De modo que, la revista funcionó como una plataforma de propaganda de la gestión gubernamental. A partir de su nombramiento como gobernador interino, el jefe de policía buscó alcanzar el reconocimiento de las autoridades nacionales y locales como de los dirigentes gremiales y organizaciones obreras. Durante los últimos meses de 1948 y a lo largo de un año, sus discursos e iniciativas como las notas dedicadas a su actuación crecieron en detrimento de ediciones cada vez más reducidas.

Por otro lado, era necesario sellar una imagen distinta en la sociedad. El núcleo de debates fue el nuevo rol que cumpliría la institución. La función entendida como “misión” separaba a la antigua policía dedicada solo a perseguir o aprehender delincuentes y castigar infractores. En esos años, la policía aspiraba ser “una institución social sólidamente organizada”. El registro policial de una “misión” imparcial, sin debilidad, enérgica y sin violencia funcionaría como sostén que la facultaría a intervenir en escenarios de acción que trascendían lo propiamente policial. Desde este lugar, perseguía la justicia sin distinción de condiciones sociales.

En esa lucha simbólica por definir su función-misión, Revista Policial consagraba como parte de su sentido de actuación el “trabajo apostólico” desinteresado, sin ostentaciones y anónimo. Se construía así una retórica de omnipresencia; la vigilancia diurna y nocturna de una policía que no descansaba. Es que sus amplias funciones no habían variado desde sus orígenes. Obligaciones que iban desde la seguridad y el orden público hasta auxiliar a la justicia; desde la dirección del tráfico urbano y la cooperación con otras instituciones hasta las guardias rurales en las apartadas y desoladas regiones. En los años cuarenta, actuarían como vigías moderando “los desacuerdos producidos entre el capital y el trabajo.” En este marco, el policía moderno fue representado como un funcionario imbuido de “sentimientos argentinistas” que reunía “las condiciones de ascendencia moral sobre las partes” para lograr una solución armónica entre el trabajador y el patrón.[39] En primer plano, sobresalía esa investidura sacerdotal, de autoridad indiscutida, que podía transitar y operar en diferentes espacios.

A partir de entonces, su misión era una “acción revolucionaria” que acompañaba el proceso nacional.[40] Bajo esos términos, la nueva policía debía gozar de un espíritu social que le permitiera realizar su profesión con vocación de apostolado. Se creaba un arquetipo que conciliaba el principio de autoridad y la atención de los detalles. Una representación que condensaba su poder de “velar” por todos y todo. Estar alertas suponía disciplinar hábitos como la embriaguez o la vagancia; pero también cuidar del órgano primario de la sociedad: la familia. Dado ese carácter humanizante, se construía la idea de ser responsable de ayudar “moral o materialmente a todos los habitantes”.

Con todo, si la modernización de la policía no escapaba a su “elevación cultural”, tampoco el pueblo. Como se sabe, el peronismo requería de la puesta en marcha de mecanismos tendientes a desarrollar una pedagogía de multitudes. Pudo hacerlo a través de la educación formal y no formal, con el control de periódicos –o la creación de otros- y emisoras de radio, edición de libros y revistas, el fomento al deporte, entre otros instrumentos.[41]

Así a la labor cumplida por el viejo policía debía el policía moderno agregar una tarea más: “educar o re-educar”.[42] “Frente a cada taberna, una biblioteca”, rezaba el mensaje que promocionaba la publicación acompañando el proyecto general. En materia de prevención, propiciar actos de difusión cultural y científica tendría efectos en la disminución del delito.[43] Al seguir estos lineamientos, se alimentaba en cada entrega la imagen de una policía que había sufrido una transformación enorme. Sus vínculos con la sociedad en el presente estaban atados por “lazos afectivos de amistad”. Una relación a la que se había llegado, según la institución, gracias a la metamorfosis cultural propia y la del pueblo.

Poder desempeñar ese universo de quehaceres significaba despojarse de la costumbre de considerar “Novedad” solo aquel acto de origen delictuoso. El nuevo centinela debía irradiar su presencia en todo lo pudiese afectar el orden social, cultural y gremial.[44] En esa tarea de comunión con el pueblo, el Departamento central estaba obligado a perfeccionar sus mecanismos de vigilancia y control. El solapamiento del control político y social se evidenció en una serie de medidas a nivel nacional y local.[45] Como se ha observado en algunos estudios, la policía de Buenos Aires durante el régimen de facto primero, y el peronista después, mantendrá una vasta red de espionaje político y será la Policía Federal la ejecutora del castigo a los enemigos del momento: a los comunistas, a la disidencia política más en general e incluso a los militares que se oponen a Perón.[46]

En el caso de La Pampa, la oposición fue excluida del sistema político y social mediante la represión abierta, intervención y control de los medios de comunicación y de todos los mecanismos institucionales del gobierno, entre ellos, la policía. Con ese fin, desde 1939 comenzaron a instalarse en cada comisaría servicios de comunicaciones a través de radioestaciones (sobre todo en el oeste pampeano) y desde 1947 funcionaron escuelas de radiotelefonía y radiotelegrafía en la jefatura y en distintas reparticiones.[47] Cuando la policía pampeana incorporó estos medios de comunicación a fines de la década de 1930 y en 1940, la información fue utilizada en las comisarías para conocer todas las tendencias, las opiniones, las aspiraciones de los individuos y las agrupaciones de cada pueblo. La recopilación de datos servía para controlar y calificar a las personas (especialmente a los maestros, directivos e inspectores de escuela). Informes que circulaban y se intercambiaban entre otras policías provinciales y territorianas.

Bajo sus mantos misionales, el policía requería “saberlo todo y no hacer nada”, es decir, el conocimiento de todo le permitía intervenir cuando las “convicciones tiendan a imponerse o afirmarse de hecho sobre el orden jurídico”. Esas “actividades secretas de la policía” se efectivizaban no sólo a través del espionaje e inteligencia dirigidas por la Sección de “Orden Social y Político”. A la par, la serie de labores pedagógicas que desarrollaban facilitó su inserción en espacios antes cerrados a la presencia policial.[48]

La figura de desacato a la autoridad fue ampliamente utilizada como recurso jurídico para el control de la oposición. Toda clase de delitos o infracciones eran la excusa de jueces o policías para consumar la detención. Además de las persecuciones policiales y legales contra dirigentes de izquierda que pretendían quebrar la hegemonía opositora en algunos gremios, se adicionó el rol vigía de personas bajo cobertura partidaria. La Defensa Antiaérea Pasiva era una institución que había sido creada durante la Segunda Guerra Mundial con el propósito de proteger a la comunidad por posibles ataques aéreos y que se mantuvo como forma de resguardar a la población civil ante diferentes eventualidades (desde las catástrofes naturales hasta las provocadas por el hombre). Durante los primeros años del peronismo en el territorio, miembros de esa estructura participaron en la política de control implementada por el gobierno. Los denominados “jefes de manzana” llevaron adelante una vigilancia activa de cada cuadra que tenían asignada (a partir de una planilla donde figuraban desde datos personales hasta la participación política y el grado de oposición que se le atribuía). [49]

En este escenario, la institución redefinió su función en dos sentidos. De un lado, se acercaba a un espectro de tareas pedagógicas y doctrinarias; del otro, perfeccionaba sus mecanismos de vigilancia y disciplinamiento social y político.

Conclusiones

La experiencia política y social en La Pampa habría colocado en el centro de preocupación de la institución policial la necesidad de forjar una estrategia –la publicación de la revista- capaz de (re)significar su imagen hacia el interior de su cuerpo y en la esfera pública. La naturaleza del contexto en la cual se forjó Revista Policial de La Pampa no escapa al de otras policías del país. Con el advenimiento del peronismo, era necesario fundar una nueva policía que consumará su unión con el pueblo. Para ello había que humanizarla.

Sus páginas se transformarían en una operación política de una facción de la jerarquía institucional. De manera que, se convertiría en un aparato autorizado de lectura de la realidad. Como infiere Bourdieu, “el discurso de autoridad no sólo describe un estado de cosas sino que ejecuta una acción, eso es posible porque el locutor, quien pronuncia las palabras no sólo es su portador, sino el portavoz autorizado, en la medida que su palabra concentra el capital simbólico acumulado por el grupo que le ha otorgado ese mandato y de cuyo poder está investido.”[50] Así, Revista Policial fue un espacio desde donde se visibilizó y divulgó la comunicación oficial entre sus miembros y un amplio público lector.

No bastaba con el posicionamiento frente a la sociedad, y su objetivo de imprimir una nueva imagen ante la comunidad. La revista apuntaría a la consolidación institucional. Este proyecto aspiraba atraer la pluma y voz desde la cima hasta la base. Un intento de construcción colectiva de una nueva identidad (que actuaría como arquetipo de valores y compromisos policiales).


  1. Sobre “cultura policial” véase Robert Reiner, The politics of the police, London, Harvest Wheatsheaf, 1992; E. Schein, “Culture: the missing concept in organizational studies”, in Administrative Science Quarterly, vol. 41, n. 2, 1996; Peter Waddington, “Police canten culture”, British journal of criminology, vol. 39, n. 2, 1999.
  2. Gregorio Kaminsky, “Acerca de la cultura institucional policial”, Trabajo presentado en el Primer Congreso Nacional de Psicosociología Institucional, Universidad Nacional de San Luís, 2008, mimeo.
  3. Para Argentina véase Sandra Gayol, “Entre lo deseable y lo posible: perfil de la policía de Buenos Aires en la Segunda mitad del siglo XIX”, Estudios Sociales, n. 10, Santa Fe, 1996, p. 123-138; Lila Caimari, Mientras la ciudad duerme. Pistoleros, policías y periodistas en Buenos Aires, 1920-1945, Buenos Aires, Siglo XXI, 2012; Diego Galeano, Escritores, detectives y archivistas. La cultura policial en Buenos Aires, 1821-1910, Buenos Aires, Teseo, 2009, Id., “Caídos en el cumplimiento del deber”. Notas sobre la construcción del heroísmo policial”, In: Diego Galeano; Gregorio Kaminsky, Mirada (de) uniforme. Historia y crítica de la razón policial, Buenos Aires, Teseo, 2011; Viviana Barry, “Garantizar el orden. La Revista de Policía de la ciudad de Buenos Aires, 1882-1883”, In: Silvia Mallo; Beatriz. Moreyra (eds.), Miradas sobre la historia social en la Argentina en los comienzos del siglo XXI, Córdoba, CEH/CEHAC, 2008, p. 671-710; Laura Kalmanowiecki, “Soldados ou missionários domésticos? Ideologias e autoconcepções da polícia argentina”, Revista Estudos Historicos, vol. 12, n. 22, Rio de Janeiro, 1998, p. 295-323. Para el contexto territoriano véase, Norma García, “Organizar un orden, formar los custodios: La Revista Policial de Neuquén en tiempos de definición institucional (1936-1937)”, In: Leticia Preslei (comp.), Pasiones sureñas. Prensa, Cultura y Política en la Frontera Norpatagónica (1884-1946), Buenos Aires, Prometeo-Entrepasados, 2001, p. 325-343. Para América Latina véase Marcos Bretas, “Revista Policial: formas de divulgación en Río de Janeiro”, In: Ernesto Bohoslavsky; Lila Caimari; Cristiana Schettini (comp.), La policía en perspectiva histórica: Argentina y Brasil desde el siglo XIX a la actualidad, Buenos Aires, ediciones el autor, 2009; Vania Cárdenas, El orden gañán. Historia social de la policía, Valparaíso 1896-1920, Concepción, Ediciones Escaparate, 2013; Elisa Speckman Guerra, Crimen y castigo. Legislación penal, interpretaciones de la criminalidad y administración de justicia (Ciudad de México, 1872-1910, México, El Colegio de México/UNAM, 2002.
  4. Fabio Alonso, El peronismo en La Pampa. Conformación partidaria y construcción estatal (1945-1955), Rosario, Prohistoria, 2015, p.41.
  5. María Silvia Di Liscia, “Dificultades y desvelos de un estado interventor. Instituciones, salud y sociedad en el interior argentino (La Pampa, 1930-1946)”, Anuario IEHS, n. 22, Tandil, 2007, p. 93-126.
  6. Véase: Fabio Alonso, El peronismo en La Pampa… op. cit., p. 41-45. Jorge Etchenique, Pampa Central. Segunda parte (1925-1952), Santa Rosa, Nexo Di Napoli, 2003, p. 105-130.
  7. Hasta la provincialización en la década de 1950, los gobernadores territorianos eran elegidos y designados por el Poder Ejecutivo Nacional en acuerdo con el Senado. Existe una considerable producción académica sobre los Territorios Nacionales véase entre otros: María Silvia Leoni de Rosciani, “Los Territorios Nacionales”, In: Nueva Historia Argentina, Academia Nacional de la Historia, Tomo VIIII, Buenos Aires, Planeta, 2001, p. 43-76; Martha Ruffini, La pervivencia de la república posible en los territorios nacionales. Poder y ciudadanía en Río Negro, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2007; Susana Bandieri, “Ampliando las fronteras: la ocupación de la Patagonia”, In: Mirta Lobato (dir.), Nueva Historia Argentina. El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916), Buenos Aires, Sudamericana, 2000, p. 119-177.
  8. Archivo Histórico Provincial de La Pampa (en adelante AHPLP), Duval, Miguel, Memoria presentada al Superior Gobierno de la Nación, Período: 1940-1941, Santa Rosa, Talleres Gráficos de la Gobernación de la Pampa, 1941.
  9. Para un análisis más general de los cambios en la institución policial véase, Laura Kalmanowiecki, “Police, politics, and represión in Modern Argentina”, In: Carlos Aguirre y Robert Buffington (eds.), Reconstructing Criminality in Latin America, Wilmington, Delaware, Jaguar Books on Latin America, 2000, p. 199-218, y Osvaldo Barreneche, “La reorganización de los policías en las provincias de Buenos Aires y Córdoba (1936-1940)”, In: Silvia Mallo y Beatriz Moreyra (coord.), Procesos amplios, experiencia y construcción de las identidades seriales. Córdoba y Buenos Aires, siglos XVIII-XX, Córdoba, CEH Carlos Segresti-UNC, 2008.
  10. AHPLP, Orden del Día n. 3048, 29 de diciembre de 1942, libo 93.
  11. AHPLP, Orden del Día n. 3368, 8 de noviembre de 1946, y N. 3372, 2 de diciembre de 1946, libro 106. Biblioteca Nacional, Hemeroteca (en adelante BN, Hem), José Regazzoli, “Función social de la policía”, Revista Policial de La Pampa, n. 1, La Pampa, agosto de 1947, p. 5.
  12. Fabio Alonso, El peronismo en La Pampa… op. cit., p. 62
  13. Las investigaciones de Osvaldo Barreneche avanzan sobre este proceso y período. Véase del autor, “La política para la seguridad pública: Adolfo Marsillach y la nueva policía peronista”, In: Claudio Panella (comp.), El gobierno de Domingo A. Mercante en Buenos Aires: 1946-1952. Un caso de peronismo provincial, La Plata, Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires, 2005, p.73-92; Id, “La reforma policial del peronismo en la provincia de Buenos Aires (1946-1951)”, Desarrollo Económico, vol. 47, n. 186, IDES, Buenos Aires, 2007, p. 225-248.
  14. El intercambio con otras revistas policiales estuvo limitado al ámbito nacional. En la sección “Palabras de Estímulo” circulaban reproducciones de las cartas oficiales de sus pares que llegaban a la redacción felicitando y alentando el emprendimiento pampeano. No existen en La Revista Policial de La Pampa evidencias de contacto con otras publicaciones internacionales, tampoco traducciones de artículos publicados por policías de otras partes del mundo.
  15. BN, Hem, “Nuestra carátula”, Revista Policial de La Pampa, n. 2-3, septiembre-octubre de 1947.
  16. Diego Galeano, Escribientes, detectives y archivistas… op. cit., p. 42-45.
  17. Fabio Alonso, El peronismo en La Pampa… op. cit., p. 147-150. BN, Hem. “La designación de gobernador interno de La Pampa, Señor E. Reguero”, Revista Policial de La Pampa, n. 16, noviembre de 1948, p. 1. 
  18. Norma García, Organizar un orden… op. cit., p. 340.
  19. BN, Hem, Eduardo Reguero, “Ecos del día de la policía”, Revista Policial de La Pampa, n. 2-3, septiembre-octubre de 1947, p. 13-15.
  20. BN, Hem, “La policía de La Pampa proyecta un homenaje a los héroes de Cochi-co”, Revista Policial de La Pampa, n. 2, septiembre-octubre de 1947, p.9; Gabriel Anza, “Mirando al pasado”, Revista Policial de La Pampa, n. 2, septiembre-octubre de 1947, p. 12; Jorge Romero, “Nuestros símbolos patrios y su tutela penal”, Revista Policial de La Pampa, n. 7, febrero de 1948, p. 5-8, “La nueva policía”, n. 5, diciembre de 1947, p. 1. Manuel Segovia,“Poema Milico”, Revista Policial de La Pampa, n. 13, agosto de 1948, p. 57.
  21. BN, Hem, Enrique Segura, “Camaradas caídos en el cumplimiento del deber”, Revista Policial de La Pampa, n. 7, febrero de 1948, p-12-13. “Contribución a la historia de la policía pampeana”, n. 4, noviembre de 1947, p.6-8. “Ermita policial”, n. 17-18, diciembre de 1948-enero de 1949, p. 12; Pedro Cornejo, “La sepultura del comisario Díaz”, Revista Policial de La Pampa, n. 19-20, febrero-marzo de 1949, p.20.
  22. Diego Galeano, Caídos en el cumplimiento del deber… op. cit., p.216.
  23. BN, Hem, Jorge Romero, “La historia de la policía pampeana y nuestra revista”, Revista Policial de La Pampa, n. 14-15, septiembre-octubre de 1948, p. 30-31.
  24. Norma García, Organizar un orden… op. cit. 342.
  25. BN, Hem, José Silva, “Evolución”, Revista Policial de La Pampa, n. 1, agosto de 1947, p. 8 y 9.
  26. AHPLP, Duval, Miguel, Memoria presentada al Superior Gobierno de la Nación, Período: 1939, Santa Rosa, Talleres Gráficos de la Gobernación de la Pampa, 1940, p. 43.
  27. BN, Hem, “El principio de Autoridad”, Revista Policial de La Pampa, n. 7, febrero de 1948, N. 1-2.
  28. BN, Hem, “La nueva policía”, Revista Policial de La Pampa, n. 5, diciembre de 1947, p. 1; “Academia policial”, n. 9, abril de 1948, p. 1-2.
  29. BN, Hem, Julio Rojas, “Esbozo de un plan cultural para la policía de territorios”, Revista Policial de La Pampa, n. 13, agosto de 1948, p. 39
  30. El Poder Ejecutivo por decreto N. 15978, el 1 de junio de 1946 creó la Escuela de Policías de Territorios conforme a las previsiones del Estatuto. Conjuntamente con la instrucción, los auxiliares hacían un intercambio de conocimientos y cultura con sus iguales de los demás territorios, a la vez que vivían por un año en estrecho contacto con empleados de la Policía Federal.
  31. El jefe de policía, Reguero, contaba con una aceitada experiencia en la apertura de escuelas policiales en los distintos puntos en los que había trabajado (San Juan, Catamarca, San Luis). En 1947, los diputados Rouggier y Reynes presentaron un proyecto para otorgar un subsidio de 50.000 pesos para su construcción e instalación. BN, Hem, “Proyectos presentados por legisladores peronistas Sres. Reynes y Rouggier para beneficio de la policía del territorio”, Revista Policial de La Pampa, n. 2-3, septiembre-octubre de 1947, p. 25; “Academia policial de La Pampa”, n. 9, abril de 1948, p.4-7. AHPLP, Resolución 493, 19 de abril de 1948.
  32. BN, Hem, J. Rojas, Esbozo de un plan… op. cit., p. 41-45.
  33. BN, Hem, “Academia policial. Fin de curso y entrega de premios”, Revista Policial de La Pampa, n. 16, noviembre de 1948, p. 10-13.
  34. BN, Hem, Eduardo Reguero, “Ecos del día de la policía”; “Creación del consultorio Médico Policial”, n. 2-3, septiembre-octubre de 1947, p. 20-28.
  35. BN, Hem, “Proyectos presentados por legisladores peronistas Sres. Reynes y Rouggier para beneficio de la policía del territorio”, “Cooperadoras policiales de La Pampa, comisión pro-adquisición avión”, Revista Policial de La Pampa, n. 2-3, septiembre-octubre de 1947, p. 26-31, “Cooperadoras policiales de La Pampa, comisión pro-adsiquisición avión”, n. 4, noviembre de 1947, p. 8, Lucio Felice, “Acción social del Mutualismo”, Revista Policial de La Pampa, n. 13, agosto de 1949, p.58-66.
  36. BN, Hem, J. Rojas, Esbozo de un plan… op. cit., p. 40.
  37. Diego Galeano, Escritores, detectives y archivistas… op. cit., p. 67.
  38. Norma García, Organizar el orden… op. cit., p. 337.
  39. BN, Hem, J. Regazzoli, Función social… op. cit. p. 5
  40. BN, Hem, Miguel Martínez Galvéz, “Influencia de la Moral cristiana en el plan quinquenal”, Revista Policial de La Pampa, n. 10, junio-julio de 1948, p. 14-15.
  41. Fabio Alonso, El peronismo en La Pampa… op. cit., p. 265. Sobre los mecanismos empleados por el peronismo a nivel nacional, véase entre otros: Carlos Altamirano, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001; Mariano Plotkin, Mañana es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el régimen peronista (1946-1955), Buenos Aires, Ariel, 2007.
  42. BN, Hem, Valentín Clotet, “Transformación en la policía de territorios”, Revista Policial de La Pampa, n. 10, junio-julio de 1948, p.21.
  43. BN, Hem, “Acción social de la policía”, Revista Policial de La Pampa, n. 6, enero de 1948, p. 1-2.
  44. BN, Hem, Mario Martínez Almudevar, “No hay novedad”, Revista Policial de La Pampa, n. 14-15, septiembre-octubre de 1948, p. 35.
  45. Además de las ya mencionadas con anterioridad, durante 1945 se organizaron la Junta de Vigilancia y disposición final de la propiedad enemiga (AHPLP, Orden del Día, n. 3295, 29/9/1945); el Registro Nacional de Personas al servicio de entidades extranjeras (Orden del Día n. 3247, 12/1/1945); el Registro especial de Nacionales de los países enemigos residentes en la República (Orden del Día n. 3265, 4/4/1945). Además se reglamentó el derecho de reunión dictado por el Ministerio del Interior (n. 2842, 5/11/40).
  46. Lila Caimari, Mientras la ciudad duerme… op. cit., p.191.
  47. BN, Hem, Carlos Pianciola, “Nuestras comunicaciones”, Revista Policial de La Pampa, n. 1, agosto de 1947, p. 6. “Servicio policial de radiocomunicaciones de La Pampa”, N. 2-3, septiembre-octubre de 1947, p. 32; “Inauguración de una escuela de radiotelegrafía y radiotelefonía y estación transmisora y receptora L.P. 171 Victorica”, n. 4, noviembre de 1947, p. 3-4.
  48. BN, Hem, Eduardo Reguero, “Policía Interior. Seguridad pública”, Revista Policial de La Pampa, n. 14-15, septiembre-octubre de 1948, p.4-7.
  49. BN, Hem, Jorge Arágor, “Lo que todo habitante debe saber de la defensa antiaérea pasiva”, Revista Policial de La Pampa, n. 13, agosto de 1948, p. 51-54. Fabio Alonso, El peronismo en La Pampa… op. cit., p. 87-88.
  50. Pierre Bourdieu, ¿Qué significa hablar?, Madrid, Akal, 1985, p.75.


Deja un comentario