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Prefacio

Un archipiélago de revistas policiales

Diego Galeano y Marcos Luiz Bretas

A comienzos de la década de 1960, Marcel Sicot lanzó un libro que buscaba explicar al gran público el funcionamiento de Interpol, organización de la que era Secretario General desde que su sede se instaló en París en 1951. Por los numerosos reportajes radiofónicos y televisivos dedicados a esa institución, casi todo el mundo sabía de la existencia de Interpol, pero en torno de ella se tejían las más extravagantes leyendas. El objetivo de Sicot era distinguir “lo verdadero de lo falso” y el “policía auténtico del detective de novela”. Entre los pormenores de Interpol que venían a la superficie en el libro estaba el funcionamiento de su archivo, dos grandes salas donde trabajaban una docena de empleados. Además de acumular medio millón de fichas de delincuentes internacionales, el archivo recibía y clasificaba “artículos publicados en las revistas de policía”[1], que entonces circulaban en distintos países e idiomas. Las notas más importantes eran guardadas y cada tres meses se enviaba a las oficinas nacionales de Interpol un documento llamado Liste trimestrielle d’articles sélectionné, que en la práctica funcionaba como una especie de revista policial mundial. Además, Interpol tenía su propio órgano mensual, la Revue Internationale de Police Criminelle.

En ese momento las revistas policiales abarcaban un vasto espacio que no paraba de crecer desde el surgimiento de este género de publicaciones periódicas a comienzos del siglo XIX. Las revistas acompañaron la vida de las policías modernas cuando hacia la década de 1820 empezaron a profesionalizarse y a enfocarse en la custodia de la seguridad interior.[2] No es casual que haya sido en Londres, cuna de la new police de Robert Peel, donde apareció una de las revistas pioneras: la Police Gazette. Aunque desde la segunda mitad del siglo XVIII existían en Gran Bretaña gacetas policiales que difundían nombres de contraventores o criminales buscados[3], recién en 1828 Police Gazette adquirió su título definitivo y su carácter de semanario de asuntos policiales. Después de ser editada por diversas autoridades, en 1883 pasó a manos de Scotland Yard y se publica hasta nuestros días. A lo largo del siglo XIX, otras gacetas policiales aparecieron en diversas ciudades inglesas[4], en los Estados Unidos (National Police Gazette, 1845-1922) y en Australia (Victoria Police Gazette, 1853-1870).

Mientras que la historiografía norteamericana dedicó algunas monografías a la National Police Gazette, la veterana revista inglesa no suscitó gran interés, lo que llama la atención en el marco de la sólida bibliografía histórica sobre la policía en Gran Bretaña.[5] En general, un repaso por la historiografía europea revela pocos trabajos sobre revistas policiales, salvando el caso de las revistas italianas Manuale del Funzionario di Sicurezza Pubblica e di Polizia Giudiziaria (1863-1912) y La Guardia di Pubblica Sicurezza (1885-1886), que fueron objeto de estudios específicos.[6] Junto con el Manuale de Roma, otra de las revistas policiales más longevas del mundo latino, Policía Española (1892-1936), fue utilizada por Diego Cerezales como una vía de comprensión de las voces de los agentes de la Guardia Civil en la experiencia de la II República. Escribe el autor:

Las revistas policiales permiten observar una parte de las vivencias, reivindicaciones y aspiraciones de los policías durante el cambio de régimen y los seis años de República. No se trataba de revistas oficiales dedicadas a transmitir orientaciones, formación y espíritu de cuerpo al conjunto de la organización, sino de pequeñas empresas periodísticas con dos o tres redactores, en las que escribían algunos agentes y comisarios con preocupaciones profesionales y se publicaban entrevistas y reportajes de interés para los policías. A falta de vida sindical u organismos representativos, las revistas se proponían como representantes de los intereses de los policías ante los mandos, el poder político y, en menor medida, la opinión pública.[7]

Estos rasgos del periódico quincenal Policía Española se repiten en gran parte de las revistas policiales que proliferaron en América Latina entre los siglos XIX y XX, la mayoría mucho más efímeras, a excepción de la Revista de Policía (1897-1939) publicada en la capital argentina. En Roma, en Madrid y en Buenos Aires se constata un fenómeno similar: la emergencia de un campo de revistas y magazines policiales que giran en torno a una publicación matriz, más estable, que en los tres casos ronda el medio siglo de perseverancia. Desde México hasta la Argentina, pasando por el Caribe y el Brasil, las revistas policiales ocuparon un lugar central en la vida cotidiana de los policías y, muchas veces, del público lector y consumidor de semanarios ilustrados. Estas publicaciones periódicas fueron el principal canal por el cual los policías manifestaban las demandas corporativas de su oficio, ensayaban textos plasmando su experiencia y punto de vista, discutían con la manera en que la prensa narraba los hechos delictivos y seguían de cerca las novedades mundiales de la ficción policial, en la que algunas veces, inclusive, se atrevieron a incursionar.

Este libro reúne un conjunto de capítulos que analizan en profundidad revistas policiales publicadas en América del Sur entre los siglos XIX y XX. El recorte –que se enfoca en los casos de Argentina, Uruguay, Brasil y Chile– responde, en primer lugar, a las conexiones cada vez más estrechas entre historiadores de esos países, que en los últimos años se han reunido con asiduidad en encuentros académicos dedicados a la historia de la policía, del delito y de la justicia penal. La conformación de grupos como Crimen y Sociedad, que acaba de celebrar sus diez años de existencia, y la Red de Historiadores e Historiadoras del Delito en las Américas, muestra un proceso de consolidación del campo de estudios, al que este volumen le debe su génesis y sus condiciones de posibilidad.[8] Hizo posible, ante todo, que el libro fuera mucho más que la suma de textos elaborados en forma individual y sin diálogo con los demás. Los vínculos solidificados permitieron la circulación previa de un documento con preguntas que cada uno de los autores buscaron responder en sus propios capítulos, dentro de las posibilidades de las fuentes disponibles. Versiones previas fueron presentadas y discutidas en eventos que reunieron a la mayor parte de los autores. El resultado está a la vista: un libro que, manteniendo el formato de una compilación, se aleja de las misceláneas actas de congresos y se acerca mucho más a un cuadro pintado a varias manos.

Por otra parte, el libro no analiza un producto “periférico” para la cultura policial de la región. En América del Sur las revistas primaron por sobre las “memorias policiales”, que la historiografía ha estudiado como el espacio de escritura por excelencia de los policías de Europa. Las memorias del célebre jefe de la Sûreté, Eugène-François Vidocq, publicadas en cuatro volúmenes entre 1828 y 1829, pueden considerarse el punto de partida de la visibilidad mundial de este género de escritura. Dominique Kalifa muestra que entre las décadas de 1820 y 1880 el género se consolida entrelazando una narrativa a la vez autobiográfica y literaria, que despertó gran interés en los lectores y en los libreros. Para los policías franceses, tomar la pluma al retirarse y escribir sus memorias se convirtió en una exigencia para ganar celebridad y, en algunos casos, en un buen negocio. Si las memorias policiales terminaron por consolidarse durante la Belle Époque fue porque la sed de lectura que las rodeaba durante esos años formaba parte de un fenómeno más amplio: el interés cultural por las noticias criminales y por la literatura policial. Ese mismo interés marcó la historia de las revistas policiales latinoamericanas, cuyo proceso de surgimiento y expansión fue contemporáneo al del género de las memorias.[9]

Mientras que en América del Norte las revistas policiales irrumpieron en la primera mitad del siglo XIX, en el sur del continente las primeras publicaciones de este tipo parecen hacer surgido en Buenos Aires a comienzos de la década de 1870.[10]La Revista de Policía y su sucesora Anales de Policía salieron a la calle entre septiembre de 1871 y noviembre de 1872, impresas en los talleres gráficos del diario La Prensa. No se trataba de una publicación oficial de la Policía de Buenos Aires, sino de un órgano de divulgación de los intereses policiales producido por funcionarios que habían acumulaban varios años en la institución. Muchos de ellos tenían una relación próxima con el mundo del periodismo gráfico que, en esos años, venía incorporando columnas estables de crónicas policiales. Uno de ellos, Pedro Bourel, trabajó en los diarios El Nacional y El Censor, creó la Revista Criminal (1873), pionera en la región con sus páginas abocadas a la narración de delitos, y más tarde, en 1881, fue uno de los fundadores de la revista La Ilustración Argentina.[11]

La Revista de Policía, Anales de Policía y Revista Criminal inauguraron en Buenos Aires un espacio de publicaciones que dialogaba con las crónicas policiales de la prensa, pero que a su vez trataba de superar sus limitaciones. Por un lado, incorporaban la voz de los policías y buscaban ofrecer relatos más precisos de los delitos cometidos, valiéndose de las informaciones de los anaqueles de la policía oficial, a los que sus editores y redactores tenían acceso. Por otro lado, ilustraban sus páginas con retratos de los delincuentes y otras imágenes, algo que los diarios incluirían en sus columnas policiales mucho más tarde. Sostenidas por suscripciones y aportes particulares, estas revistas iniciaban, además, una larga tradición de publicaciones periódicas que continuaría en la década de 1880, como analiza Viviana Barry en el primer capítulo de este volumen, y que se consolidaría con una revista policial de más de cuatro décadas de duración, que es el objeto del capítulo de Mercedes García Ferrari y Diego Galeano.

Esos capítulos muestran que las primeras revistas policiales argentinas no apuntaron solamente a competir con la prensa comercial en el naciente mercado de crónicas y literatura del crimen. Además, buscaban interpelar a los agentes de calle de la policía, que hasta bien entrado el siglo XX carecían de escuelas de instrucción para ingresar a la fuerza. De esta manera, las revistas fueron el principal espacio de expresión del policía escritor, pero también el lugar de formación de un policía lector. En las páginas de las revistas se encuentran numerosas huellas de las voces de esos agentes subalternos que enviaban cartas a los editores con consultas sobre el oficio, reclamos por el trato de sus superiores y reivindicaciones laborales. En países donde, como en el caso de la Argentina, la conservación y el acceso a los archivos policiales constituyen obstáculos para la investigación histórica[12], las revistas se convierten en un material privilegiado para cualquier historia –no solo cultural sino también social– de la policía. Pero, al mismo tiempo, el aporte de este libro tiene alcances mucho más allá del campo específico de la historiografía de la policía: estudios sobre la prensa periódica, la literatura popular, el mundo del trabajo urbano, las prácticas ilegales, los saberes médicos y criminológicos, entre otros, pueden beneficiarse de una mejor comprensión de esta fuente documental de inagotable riqueza.

En paralelo a las revistas de Buenos Aires, y del otro lado del Río de la Plata, Uruguay contó también con sus propios “órganos de defensa de los intereses de la policía”. La primera de estas publicaciones fue la revista La Policía de Montevideo (1885), seguida por La Revista Policial (1901-1903) y Revista de Policía (1904-1907), de la que se ocupa aquí el capítulo de Daniel Fessler. No es casual que las revistas policiales hayan tenido un desarrollo temprano en el Río de la Plata, en comparación con la mayor parte de las demás policías latinoamericanas. La cultura impresa rioplatense fue una de las más ricas de la región y experimentó, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, una verdadera explosión que acompañaba el avance de la educación primaria obligatoria y el crecimiento de las tasas de alfabetización. Las revistas de policía surgieron en los albores de este proceso, en íntima conexión con los géneros periodísticos y literarios que atravesaron los hábitos de un nuevo público lector. Esas publicaciones producidas por policías tuvieron que renovarse cuando, hacia la década de 1890, se consolidaron las revistas de bajo costo y tapas coloridas, que en forma semanal, quincenal o mensual atraían cada vez más lectores con una combinación de actualidad, noticias policiales, literatura popular y otros entretenimientos.[13]

Caras y Caretas, nacida en Montevideo en 1890 y mudada a Buenos Aires en 1898, fue el paradigma de una época que coincide con el auge y diversificación de las revistas policiales en Argentina y Uruguay. Si en las décadas de 1870 y 1880 las revistas policiales porteñas navegaban en solitario en su tarea de construcción de un agente subalterno lector, a comienzos del siglo XX competían con un generosamente ilustrado Boletín de Policía (1905-1906), con las mucho más modernas revistas Sherlock Holmes (1911-1913) –objeto del capítulo de Martín Albornoz–, Magazine Policial (1922-1946), Gaceta Policial (1926-1931), Policía Argentina (1934-1935), Actuación Policial (1939-1945), Carnet Policial (1941-1944), hasta llegar a la revista Mundo Policial, que se publica desde 1969.[14] Aunque muchas mantenían un vínculo estrecho con la institución policial y, en algunos casos, continuaban la tarea de expresar demandas corporativas, la construcción de una identidad profesional comenzó a mezclarse cada vez más con los formatos de entretenimiento de la cultura de masas. Al folletín criminal –presente desde las revistas finiseculares– se le fueron sumando interfaces con el radioteatro, el cine y la música popular.

Algunas de estas revistas y magazines producidas en Buenos Aires se vendían en el interior de la Argentina y en países limítrofes. Sin embargo, las provincias, que contaban con policías propias, no se limitaron a importar y consumir la cultura impresa de la Policía de la Capital. La Revista de la Policía de Córdoba (1889-1890), la Revista de Policía de Santa Fe (1894), la Revista de Policía de la Provincia de Buenos Aires (1900-1901), la Revista de Policía de Entre Ríos (1938), la Revista Oficial de la Policía de Tucumán (1939) y la Revista Policial de La Pampa (1947-1949), son apenas algunos ejemplos de un mundo que los catálogos de las hemerotecas sugieren mucho más vasto. En este volumen, los capítulos de Pedro Berardi y Osvaldo Barreneche sobre las revistas de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y el de Melisa Fernández Marrón sobre la Policía de La Pampa ofrecen una primera aproximación enfocada en las provincias argentinas. Pero como se constata en los casos de Chile (el capítulo de Vania Cárdenas Muñoz sobre la Revista de Policía de Valparaíso) y de Brasil (las contribuciones de André Rosemberg sobre San Pablo, de Estela Carvalho Benevenuto sobre Río Grande do Sul y de Francisco Linhares sobre Ceará), en la construcción de este volumen colectivo se tomó la decisión de ir más allá de las policías de las capitales en los diferentes países analizados.

En el caso brasilero, las revistas policiales surgieron tres décadas más tarde que en el Río de la Plata, recién en los primeros años del siglo XX. Marcos Bretas analiza en su capítulo la pionera Revista Policial (1903-1906) de la entonces capital, Río de Janeiro, continuada por el Correio Militar (1906) y por una segunda época de la Revista Policial (1919-1920). Es probable que la tardía llegada de las revistas policiales al Brasil tenga que ver tanto con la inestabilidad política de la transición entre el régimen imperial y la República, como con las altísimas tasas de analfabetismo de sus fuerzas policiales.[15] De los países estudiados en este libro, Brasil es el que cuenta con una historiografía de la policía más consolidada.[16] Eso explica que algunos de los capítulos sean resultado de investigaciones de maestría y doctorado abocadas íntegramente al estudio de una revista, como en el caso de las dos revistas Vida Policial de Río de Janeiro (1925-1927) y de Río Grande do Sul (1938-1946).[17] También existen trabajos en proceso de elaboración que dedican un espacio significativo a las publicaciones periódicas de la policía brasilera: así sucede con el capítulo de Marília Rodrigues, en el que se abordan las primeras revistas de los servicios de identificación de Río de Janeiro.

Las principales capitales de los estados brasileros contaron con revistas y magazines policiales a lo largo del siglo XX. En este libro puede encontrarse una muestra significativa de esas publicaciones, desde Río Grande do Sul hasta Ceará y, a su vez, muchas quedan afuera. Sin embargo, en ningún caso parece tratarse de series de la duración que tuvieron en Buenos Aires la Revista de Policía, Magazine Policial y Gaceta Policial, cuyas colecciones suman decenas de tomos encuadernados. En paralelo a las revistas que –como en Argentina y en Uruguay– tenían un carácter de tribuna de defensa de los intereses policiales, en Brasil también prosperaron magazines ilustrados que reunían policías y periodistas para salir a competir al mercado de narrativas sensacionalistas sobre el crimen. Los capítulos de Joseli Mendonça y de Cristiana Schettini, dedicados, respectivamente, a Archivo Vermelho (1918-1921) y a Revista Criminal (1927-1935), dan cuenta de un fragmento de ese rico y complejo universo en el que la policía, la justicia penal y el periodismo se entrelazaban entre colaboraciones, disputas y negociaciones.

Por último, el caso de Chile completa la propuesta de este libro centrado en esos cuatro países de América del Sur. Así como en Brasil, las revistas policiales solo aparecieron a comienzos del siglo XX. Los historiadores chilenos coinciden en indicar como la primera publicación de este género al Boletín de la Policía de Santiago (1901-1924), analizado en el capítulo de Daniel Palma Alvarado. Aunque sus más de veinte años de existencia estaban todavía lejos del casi medio siglo de duración de las revistas de Buenos Aires, Roma y Madrid, superaban ampliamente la estabilidad de las más efímeras publicaciones uruguayas y brasileras. Casi el mismo período abarcó la Revista de la Policía de Valparaíso (1906-1922), tema del capítulo de Vania Cárdenas. En sus últimos años, las revistas de Santiago y Valparaíso dejaron de dominar en casi completa soledad el espacio de las publicaciones policiales chilenas, tras la aparición del semanario Policíaca (1918), El Aspirante (1918) y, en particular, Ilustración Policial (1921-1924), que innovaba en el uso de fotografías y caricaturas. En 1927 se creó lo que hasta la actualidad es la mayor fuerza policial de Chile, Carabineros, que contó con su propio periódico: Revista de los Carabineros de Chile (1927-1931), a la que le siguió la Gaceta de los Carabineros (1931-1945).

Tanto en Chile como en Argentina y Brasil tuvieron lugar destacado las revistas policiales que respondía directamente a las oficinas de identificación y que dialogaban con el campo internacional de las revistas de criminología y policía científica. Así como el Boletim do Serviço de Identificação Judiciária (1900) y el Boletim Policial (1907-1918), las dos publicaciones de la policía carioca analizadas en el capítulo de Marília Rodrigues, hubo importantes revistas chilenas de identificación: por ejemplo, Progreso (1928-1930) –objeto del capítulo de Cristián Palacios Laval, que tuvo una segunda época entre 1944 y 1956– y Detective (1934-1937), revista de la Dirección de Investigaciones, Identificación y Pasaportes, estudiada en el capítulo de Teresita Rodríguez Morales. Una de las más destacadas publicaciones sudamericanas de policía científica fue, sin dudas, la Revista de Policía y Criminalística (1935-1948), editada por la recién creada Biblioteca Policial de Buenos Aires, editorial de la Policía de la Capital (desde 1944, Policía Federal Argentina) que sostuvo también una importante colección de libros.

Argentina, Uruguay, Brasil y Chile: este libro puede leerse como el despliegue de fragmentos de un mapa cuyos contornos van mucho más allá de estos cuatro países. Pero lo cierto es que la selección de casos no es un recorte arbitrario. Los diversos capítulos que componen este volumen revelan toda una trama de circulaciones e intercambios entre las revistas policiales sudamericanas. Veamos algunos indicios. En 1900, pocos años después de haber fundado en Buenos Aires la revista policial más gravitante de la región, sus directores, Antonio Ballvé y José Cesario, viajaron a Chile invitados por la Prefectura de Policía de Santiago.[18] Un año más tarde salía a la calle el Boletín de la Policía de Santiago, en cuyas páginas se reconocía la influencia de la visita de los argentinos. Los intercambios de ejemplares y comunicaciones entre las revistas policiales de Buenos Aires, Santiago y Valparaíso eran permanentes.[19] Por estos años, en 1904, un agente de la policía de San Pablo viajó a Buenos Aires, se entrevistó con varios funcionarios de la policía porteña y, tras su regreso al Brasil, fundó una Revista de Policía.[20] Las conexiones entre las revistas del Brasil, el Río de la Plata y Chile formaban parte de un proceso más amplio de cooperación policial, que se gestó entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. No es casual, en ese sentido, que hayan sido estos cuatros países los integrantes de la primera Conferencia Sudamericana de Policía (1905), como tampoco es casual que su sede haya sido Buenos Aires, ciudad que era reconocida como el eje de esa red de circulaciones.[21] La Revista de Policía de Buenos Aires (y un Boletín de Policía que en ese momento se publicaba en la misma ciudad), el Boletín de la Policía de Santiago y la Revista de Policía de Montevideo dedicaron profusas páginas a relatar ese acercamiento entre las policías de la región.

Pero no solo las revistas vinculadas –directa o indirectamente– a las instituciones policiales, es decir, no solo estas publicaciones producidas por policías y para un público eminentemente policial, establecieron canales de contacto. También los magazines ilustrados, que conforman la segunda parte de este libro, se miraban unos a otros, daban cuenta en sus páginas de un intenso canje de ejemplares, textos e imágenes. Por un lado, entonces, un conjunto de revistas de defensa corporativa de un oficio, que desde el siglo XIX se aproximaban con otras publicaciones del mismo tipo producidas en sede militar y en los cuerpos de bomberos. Por el otro, un diversificado espacio de revistas y magazines de temática policial, que se nutrían y también alimentaban, ellas mismas, al mercado de semanarios de entretenimiento que marcó a fuego la experiencia de lectura de los trabajadores sudamericanos. Entre esos dos polos, un archipiélago de revistas: leídas por policías, leídas por “civiles”, institucionales, pretendidas independientes, hechas por policías en actividad y retirados, especializadas, repletas de tecnicismos, populares, entretenidas y hasta cómicas. Un mundo de periodistas, caricaturistas, policías escritores y delitos impresos.


  1. Marcel Sicot, À la barre de l´Interpol, Paris, Les Productions de Paris, 1961. Consultado en su traducción al español: Marcel Sicot, Interpol, Buenos Aires, Biblioteca Policial, 1963, p. 40.
  2. La bibliografia es extensa y variada, entre otros, ver los libros de Clive Emsley, Policing and its Context, 1750-1870. Londres, Macmillan, 1983; The English Police. A political and social history. Londres, Longman, 1991; Jean-Marc Berlière y René Lévy, Histoire des Polices en France. Paris, Nouveau Monde, 2011 y Jean-Marc Berliére, Catharine Denys, Dominique Kalifa y Vincent Milliot, Métiers de Police. Être policier en Europe, XVIIIe-Xxe siècle. Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2008.
  3. Ese fue el perfil inicial de la revista inglesa que nació en 1772 con el nombre de Public Hue and Cry y pasó a llamarse The Hue and Cry, and Police Gazette en 1797. En Buenos Aires también existió una publicación parecida a mediados de la década de 1820: de carácter quincenal, su primer número apareció el 18 de agosto de 1824 con el título de Gaceta de Policía, que a partir del segundo número cambió a Boletín de Policía, nombre que mantuvo hasta su última entrega en julio de 1827. Cada número divulgaba un listado de sujetos detenidos por la policía, multados o enviados al presidio, ver: Diego Galeano, Escritores, detectives y archivistas: la cultura policial en Buenos Aires, 1821-1910, Buenos Aires, Biblioteca Nacional/Teseo, 2009, p. 61-65.
  4. Ver, por ejemplo: Edward Jacobs, “The Politicization of Everyday Life in Cleave’s Weekly Police Gazette (1834-36)”, Victorian Periodicals Review, vol. 41, n. 3, 2008, p. 225-247.
  5. Sobre la National Police Gazette ver: Dan Schiller, “From rogues to the rights of men: crime news and the Police Gazette (1845-1847)”, Media, Culture and Society, vol. 2, n. 4, 1980, p. 377-388 y Guy Reel, The National Police Gazette and the Making of the Modern American Man, 1879-1906, New York, Palgrave Macmillan, 2006.
  6. Michele Di Giorgio, “Differenti prospettive: poliziotti e Pubblica Sicurezza dopo l’Unità nelle pagine del Manuale del Funzionario di Sicurezza Pubblica e di Polizia Giudiziaria e de La Guardia di Pubblica Sicurezza (1863-1886)”, In: Raffaele Camposano (ed.), Poliziotti d’Italia tra cronaca e storia prima e dopo l’unità, Roma, Quaderno I, 2013, p. 107-129. Recientemente se publicó una antología de artículos del Manuale: Nicolas Labanca y Michele Di Giorgio (eds.), Una cultura professionale per la polizia dell’Italia liberale. Antologia del Manuale del funzionario di sicurezza pubblica e di polizia giudiziaria (1863-1912), Roma, Unicopli, 2015.
  7. Diego Palacios Cerezales, “Las voces de la policía durante la II República”. Consultado en línea: http://eprints.ucm.es/8625/1/Polic%C3%ADa_rep%C3%BAblica_v2.pdf
  8. Un buen balance de este campo historiográfico puede encontrarse en: Lila Caimari, “Los historiadores y la ‘cuestión criminal’ en América Latina. Notas para un estado de la cuestión”, In: Daniel Palma Alvarado (comp.), Delitos, Policías y Justicia en América Latina, Santiago de Chile, Universidad Alberto Hurtado, 2015, p. 491-507.
  9. Dominique Kalifa, “Les mémoires de policiers: l’émergence d’un genre?”, In: Crime et culture au XIXe siècle, Perrin, Paris, 2005, p. 67-103. Para un análisis de las memorias policiales europeas en más larga duración ver la obra colectiva: Vincent Milliot (dir.), Les Mémoires policiers, 1750-1850. Écriture et pratiques policières du Siècle des Lumières au Second Empire, Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2006.
  10. En el caso de México apareció algunos años antes que en Buenos Aires, el 9 de agosto de 1868, una revista titulada La Gaceta de Policía, “periódico destinado exclusivamente a promover las mejoras de los ramos judiciales, administrativos y de policía en el Distrito Federal”. Según parece, se publicó por el lapso de un año y sus números se conservan en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de México. La Gaceta de Policía volvió a publicarse en 1880 y nuevamente entre 1905 y 1906. Sobre esta última edición ver: Pablo Piccato, City of Suspects: Crime in Mexico City, 1900-1931, Durham, Duke University Press, 2001, p. 54-57 y Elisa Speckman Guerra, Crimen y Castigo: legislación penal, interpretaciones de la criminalidad y administración de justicia (Ciudad de México, 1872-1910), México, El Colegio de México/UNAM, 2002, p. 115-136.
  11. Diego Galeano, Escritores, detectives y archivistas, op. cit., p. 65-75. Sandra Szir, “De la cultura impresa a la cultura de lo visible. Las publicaciones periódicas ilustradas en Buenos Aires en el Siglo XIX”, In: Marcelo Garabedian, Sandra Szir y Miranda Lida, Prensa argentina siglo XIX: imágenes, textos y contextos, Buenos Aires, Biblioteca Nacional/Teseo, 2009, p. 71-72.
  12. Lila Caimari y Mariana Nazar, “Detrás de una puerta gris. Notas sobre los archivos policiales públicos argentinos”, In: Carlos Aguirre y Javier Villa-Flores (ed.), From the Ashes of History: Loss and Recovery of Archives and Libraries in Modern Latin America, Raleigh, North Carolina State University, 2015, p. 117-144.
  13. Adolfo Prieto, El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, p. 27-82; Eduardo Romano, Revolución en la lectura: el discurso periodístico-literario de las primeras revistas ilustradas rioplatenses, Buenos Aires, Catálogos, 2004, p. 181-312 y William Acree, La lectura cotidiana: cultura impresa e identidad colectiva en el Río de la Plata, 1780-1910, Buenos Aires, Prometeo, 2013, p. 13-26.
  14. Sobre algunas de estas revistas ver: Laura Kalmanowiecki, “Soldados ou Missionários Domésticos? Ideologias e Autoconcepções da Polícia Argentina”, Estudos Históricos, n. 22, Rio de Janeiro, 1998, p. 295-323 y Lila Caimari, Mientras la ciudad duerme. Pistoleros, policías y periodistas en Buenos Aires, 1920-1945, Buenos Aires, Siglo XXI, 2012.
  15. El analfabetismo de los agentes policiales es un problema generalizado en la América Latina del siglo XIX y, a veces, del siglo XX. En el caso de las policías brasileras ver: André Rosemberg, De Chumbo e Festim. Uma história da polícia paulista no final do Império, São Paulo, EDUSP, 2010 y Wellington Barbosa da Silva, Entre a Liturgia e o Salário. A formação dos aparatos policiais no Recife do século XIX (1830-1850), Jundiaí, Paco, 2014.
  16. Un racconto de esa historiografia puede consultarse en Marcos Bretas y André Rosemberg, “A história da polícia no Brasil: balanço e perspectivas”, Topoi, v. 14, n. 26, 2013, p. 162-173.
  17. Estela Carvalho Benevenuto, A polícia e a revista Vida Policial: uma face do Estado Novo no Rio Grande do Sul, Dissertação de Mestrado em História, Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul, Porto Alegre, 1997 y Elena Shizuno, A revista Vida Policial (1925-1927): mistérios e dramas em contos e folhetins, Tese de Doutorado, Universidade Federal do Paraná, Curitiba, 2011.
  18. “Las policías chilenas y la revista”, Revista de Policía, n. 67, Buenos Aires, 1/3/1900, p. 326.
  19. “En Buenos Aires. Confraternidad chileno-argentina”, Boletín de Policía de Santiago, n.16, Santiago de Chile, sept. 1903, p. 491-493; “Las policías chilenas. Párrafos de una carta”, Revista de Policía, n. 71, Buenos Aires, 1/5/1900, p. 385-386; “La policía de Valparaíso”, Revista de Policía, n. 77, Buenos Aires, 1/8/1900, p. 76-77; “Las policías chilenas. El boletín policial de Santiago”, Revista de Policía, n. 90, Buenos Aires, 16/2/1901, p. 278-280; “La Revista de Policía de Buenos Aires”, Revista de la Policía de Valparaíso, n. 8, Valparaíso, 1/10/1921, p. 17;
  20. “Delegados de la Policía de San Pablo”, Revista de Policía, n.164, Buenos Aires, 16/3/1904, p. 315; “De la policía brasileña”, Revista de Policía, n. 169, Buenos Aires, 1/6/1904, p. 15; “Publicações. Revista de Polícia”, Correio Paulistano, San Pablo, 6/4/1906, p. 2.
  21. Diego Galeano, Criminosos viajantes: circulações transnacionais entre Rio de Janeiro e Buenos Aires, 1890-1930, Rio de Janeiro, Arquivo Nacional, 2016, p. 119-147.


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