Introducción
Veintiocho años de vida para una radio bien puede significar un resumen plagado de dificultades, alegrías y desafíos al momento de enfrentar la feliz idea de emitir una voz. Ningún renglón podría describir las entrañas de un medio, resumir sus saberes acumulados y menos aún atestiguar sobre las vidas resignificadas.
La Colifata, primera radio en el mundo en emitir su señal en FM para proponer un método alternativo relacionado con la atención en Salud Mental, orgullo argentino y latinoamericano, ha impulsado la imaginación y generosamente compartido su saber para que se funden muchos medios similares en distintos horizontes.
Conversar con Alfredo Olivera, fundador de la radio, constituye una linda oportunidad para saber más, no sólo de ese medio sino del mapa de las prácticas sobre Salud Mental en la región. ¿Por qué las radios, que no son radios, sino programas, se hacen llamar así? ¿Cuáles son las estrategias de comunicación de estos medios? ¿Cuáles han sido los aportes de estas iniciativas a la Salud Mental? ¿Cuáles podrían ser las prácticas no positivas de estos sonidos hospitalarios? Las respuestas a esas preguntas están citadas en la conversación que está a punto de leer.
Si un sábado de su vida visita Buenos Aires, viva en directo las transmisiones de esta FM. Pase por la calle Ramón Carrillo 375, en el barrio de Barracas, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, allí los colifatos le esperan.
La Colifata, una experiencia seminal
La historia de una radio realizada por pacientes internos de un hospital psiquiátrico dio la vuelta al mundo. Ocurrió en 1991, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Desde el Hospital José T. Borda, locos hacían un programa de radio que era retransmitido por muchas emisoras comunitarias y comerciales. Su creador, Alfredo Olivera, un joven psicólogo por aquel entonces, registró en una pequeña grabadora de casetes los decires de la locura, los sacó del interior de los muros del psiquiátrico y los puso a circular en la esfera pública. Y la magia aconteció: esas voces confinadas al silencio comenzaron a ser escuchadas por la sociedad, a dialogar con otras y a ser reconocidas por lo que podían aportar desde su condición de diferencia. Las sonoridades disidentes fueron acogidas socialmente y se incorporaron, poco a poco, a las conversaciones públicas sobre la Salud Mental, la política, el deporte, la cultura y sobre todo aquello que convocaba por el sólo hecho de ser seres humanos.
Este acto creativo-comunicacional inaugurado por Alfredo Olivera y La Colifata transformó el campo de la Salud Mental y de la Comunicación: la radio derribó las fronteras entre lo normal y lo patológico, entre la locura y la cordura, entre el adentro y el afuera e instauró la posibilidad de hacer comunicación por no expertos. Pero, sobre todo, la radio se volvió sinónimo de inclusión social, de reconocimiento, de incidencia, de cambio y de creación de narrativas que alumbraron horizontes más tolerantes y sensibles con la diferencia.
Los micros, la revelación
Lalo Mir, locutor de la radio argentina y Nelson Castro, periodista, escucharon de esta iniciativa de audios cortos que se grababan en el hospital psiquiátrico y, entonces, colaboraron en el desarrollo de esta propuesta emitiendo micros en sus programas radiales.
Los breves audios no solo se difundieron sino que lograron impactar en la comunidad, y llegaron a ser emitidos en más y más emisoras de la ciudad y el país. La Colifata crecía como la espuma.
A lo largo de sus casi treinta años de existencia, la historia de La Colifata se sigue contando. A través de sus “polifonías saludables”, como las denomina Alfredo Olivera, que se emiten desde su propia antena y que son retransmitidas por muchísimas otras estaciones de Argentina y de otros países; en los recuerdos de sus incursiones en la pantalla grande como lo fue La Colifata TV; con sus numerosos premios y reconocimientos como el premio Martín Fierro (1996), el reconocimiento Konex (2007), los galardones de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) (2009 y 2014), la declaratoria realizada de interés parlamentario de la Cámara de Diputados de Argentina (1997) y la de “Marca País” (2010), entre muchos otros; inmortalizada en documentales y películas de ficción como “Manu Chao, una tarde en La Colifata” y “Tetro” de Francis Ford Coppola; y, más recientemente, a partir de una nueva modalidad denominada “estudio externado” que opera fuera del hospital y que es ofrecido a la comunidad para realizar conjuntamente programas de radio de interés general. Y, seguramente, hay muchas otras formas de seguir contando la travesía mágica de esta primera emisora en el mundo en transmitir con una antena desde el interior de un hospital psiquiátrico.
La visión de la radio
La gran apuesta de esta experiencia de comunicación bien puede verse retratada en este apartado tomado de su sitio web:
“El proyecto ‘Colifata’ lo que hace es instalar una pregunta allí donde hay una certeza. La certeza es loco=peligroso, loco=genio, loco=insensato permanente, por lo tanto, hay que apartarlo. Colifata es… ¿qué es? ¿Loco=que? Así empieza a circular toda otra serie de posibles nuevas significaciones respecto al problema. Vamos generando y promoviendo una gran construcción colectiva de nuevas representaciones que cuestionen estos mitos. El camino propuesto es ir hacia el mito para luego de-construirlo en una tarea de todos. De-construcción participante y participativa. La radio no sólo como emisión sino sobre todo como lugar de ‘escucha’, como una oportunidad para la ‘escucha’ de la pregunta que habla. La radio no sólo como lugar de ‘palabra’, la radio como ‘silencio’ también que permite que el cuerpo social hable”.
En la actualidad, las transmisiones que se hacen en vivo desde el hospital se realizan los sábados, entre las 2 de la tarde y las 8 de la noche. Esas horas de programación en vivo se retransmiten durante la semana en pequeños formatos, de 2 o 3 minutos. Hoy en día, esos audios viajan por el mundo.
Un diálogo con Alfredo Olivera
Después del inicio de La Colifata, destacó Alfredo Olivera, en la década de los 90 del siglo pasado, hubo una proliferación de experiencias que, siguiendo los pasos colifatos, se inauguraron en Argentina, América Latina y otros países del mundo. Muchas de esas iniciativas se apagaron muy rápido sin dejar mucha huella. Unas pocas siguieron sonando, y algunas más nacieron durante la década del 2000: de esas trece radios vivas latinoamericanas que han ido trazando una trayectoria sólida a lo largo del tiempo se ocupa este libro y sobre ellas giró la conversación.
Una de las características comunes que se encontró es la denominación de “radio” que asumen casi todas las experiencias visitadas en este texto. Y, al respecto, se le preguntó a Alfredo Olivera:
Algo que nos ha parecido muy particular es que todas estas experiencias se hacen llamar “radio” aunque en algunos casos son solo programas. ¿Por qué llamarse “radio” si, en realidad, no lo son?
“El concepto ‘radio’ excede la problemática de lo que la define técnicamente, es decir, su antena. El juego lo abrió La Colifata con osar llamarse ‘radio’ cuando realmente no lo era.
Se llamaron ‘radio’ porque en sus orígenes se trataba de contenidos sonoros de tipo radiofónico. Si hacemos una genealogía de las experiencias vemos que hay historias en movimiento y la mayoría se hizo llamar así y hacían microprogramas. Por suerte, esta forma nació porque La Colifata no tenía ni dinero ni antena y eso la llevó a un formato micro que salía en una fantasía de frecuencias.
Quien escuchaba las estaciones que emitían estos audios en Buenos Aires, escuchaba cuando decían ‘conectemos con la radio de los internos del Borda’ y la gente pensaba que había una radio en el psiquiátrico. Y ahí había dos movimientos que eran de tipo político, primero, que era la radio de los internos y eso le otorgaba propiedad al medio de los internos; y, lo segundo, la emisora, pero en realidad lo único que había era un grabador. ¡Con ese juego y complicidad se fue llamando radio a esta experiencia y así se quedó!”
Una de las apuestas nodales de La Colifata ha sido la de poner a circular las voces de la locura en la esfera pública para producir lazo social a partir del diálogo con los otros. En las experiencias radiofónicas analizadas hay, también, resonancias de este desafío. Sobre este tema, se le preguntó a Alfredo Olivera:
¿Cuáles han sido los modos de comunicación, las estrategias que estas Radios de Salud Mental latinoamericanas han utilizado?
“Concibo valioso poder pensar en aquello que tiene que ver con las estrategias llevadas a cabo por cada una de las experiencias, es decir, de qué plataformas se valieron para dar a conocer su voz y ver otra dimensión al pensar la comunicación como un hecho humano; de cómo la radio, como práctica, incorpora al otro como alguien que tiene algo que decir.
La estrategia ha sido distinta para cada medio que se ha ido desarrollando. Eso me parece importante porque a principios de los 90 eso anticipa lo que luego es un modo corriente como ocurre hoy con las nuevas tecnologías: la distribución de los contenidos. Ese germen de distribución, de llevar los audios a otras radios, formó parte de una estrategia de comunicación. La creatividad a partir de reconocer la imposibilidad: vamos a existir en la acción de otros que nos alojen y en el armado de un entramado colectivo que permita que estas voces puedan escabullirse de los lugares a los que fueron confinadas.
Otras estrategias sacaron la radio del psiquiátrico, priorizaron la comunicación cara a cara entre las personas. Es así, entonces, como unas conservaron la acción de programas, más la frecuencia propia, más las versiones itinerantes, nómadas, etc. Otras estrategias se dieron cuando algunas fueron encontrando herramientas de comunicación con el objetivo de llegar al hombre común, al público común, al que porta los temores, los miedos, los prejuicios.
Diría que hay algo en común en sus estrategias y es tratar de poner en contacto realidades artificialmente divididas por modos de nombrar o por lugares a los que se les destina a vivir. Se produce el fenómeno de encuentro entre una comunidad en general y otra comunidad encerrada dentro de un hospital psiquiátrico”.
Otro tramo de la conversación con Alfredo Olivera se centró en examinar los aportes, los retos y las zonas opacas de las Radios de Salud Mental en América Latina. Su sólida experiencia en este campo permitió poner en perspectiva algunos hallazgos e iluminar otras aristas del quehacer comunicacional en lo que concierne a la Salud Mental.
A continuación, una aproximación a las contribuciones que han realizado estas iniciativas radiofónicas:
¿Cuáles han sido los aportes de estas radios a la Salud Mental?
“De por sí, estamos hablando de radios que están llegando a los diez años de existencia y, en otros casos, a casi treinta. Para mí, lo que funciona como indicador es la existencia. Si están logrando trascender en el tiempo ese es ya un aporte porque supone una presencia de continuidad en el escenario público.
Lo segundo es que, si bien todas estas modalidades son diferentes, tanto a nivel del desarrollo de sus dispositivos como de su metodología de difusión y objetivos, también es cierto que todas ellas van marcando recorridos propios y ese es un aporte concreto, casi personalizado en cada una de ellas.
En un tercer aspecto diría que estos medios empiezan a impactar en lo que es la agenda pública, incidir en problemáticas ligadas a la Salud Mental, en procesos legislativos y, de modo más amplio, en un hecho que tiene que ver con la inclusión, con el hacer parte para que estas voces tengan un valor de circulación social. Y es que justamente impactan en procesos ligados a la Salud Mental, ya sea de forma subjetiva o individual, porque lograron salirse de los circuitos preestablecidos de aquello que llamamos Salud Mental. Parece paradójico pero es, precisamente, su mayor valor agregado. Hemos ido pasando de las topologías asilares, del manicomio como lugar en el que se administra la locura, se le encierra, se le tapona, a unos recorridos o circuitos de encuentro. El logro ha sido poder salirse, haber logrado romper la topografía fija de lo asilar como lugar de encierro, e ir por una palabra que circula pero que va haciendo diferencia: la no repetición serial de procesos de guetificación”.
De manera concreta y solo por citar algunos casos …
“En Argentina, en 2010, se sancionó la Ley de Salud Mental la cual fue promulgada en 2011. Los integrantes de La Colifata fueron invitados a la Casa de Gobierno el día en que fue promulgada la Ley. Esa es una incidencia concreta en procesos políticos. En Uruguay, Radio Vilardevoz participa en un movimiento que termina en una Ley y hay una clara incidencia.
A otro nivel, en México, lo que resulta atractivo de Radio Abierta es que no solamente desarrolla un espacio de producción en Salud Mental en una Universidad sino que, además, sistematiza su modelo y lo lleva a otras instituciones que no necesariamente son de Salud Mental.
Además, estos proyectos han generado condiciones de posibilidad para que directivos de un hospital psiquiátrico, como fue el caso en su momento de Radio Podemos Volar en Costa Rica, crearan un instrumento para que esas voces fueran escuchadas.
Otro aporte de estas experiencias es la riqueza que encierra cada una de ellas en los modos en que son narradas, en sus formas de presentarse en lo social y todo ello significa hechos que suman.
Sin duda, el balance es positivo.”
De los aportes se pasó a otro asunto relevante como lo es el de las necesidades que enfrentan estas Radios en su quehacer cotidiano. Sobre este tema, Alfredo anotó:
“Las necesidades más urgentes podrían ser:
- Mantener la producción de la alegría, del desparpajo, del divertirse haciendo lo que se hace.
- Poder saber hacer ese silencio de radio para poder leer los procesos sociales donde se inscriben nuestras prácticas.
- Romper con el suponer que posemos una verdad y que de lo que se trata es de evangelizar al otro sobre esa verdad.
- Conocer todas las posibilidades que nos dan las nuevas tecnologías, pero no abandonar nunca la idea que los seres en búsqueda se expresen y en esas plataformas de comunicación se encuentren. Eso es lo más maravilloso que pueden hacer estos medios.
- Un desafío es no obsesionarse tanto por llegar al gran público sino, sobre todo, no renunciar a escuchar cuáles son las búsquedas de la comunidad en la que cada una de estas experiencias vive”.
Y, en otro sentido, ¿cuáles podrían ser los errores comunes o prácticas no positivas?
“Creo que un error era el de experiencias radiofónicas capturadas por el sistema hospitalario en las que se le daba lugar a la voz del enfermo y que, en algunos casos, se le presentaba al usuario, al aire, hasta con su diagnóstico.
Un error fue creer que se luchaba contra el estigma pretendiendo presentar a los participantes como normales ‘y para que no piensen mal de nosotros, entonces, hagamos como si fuésemos una radio de verdad’. Y, en realidad, lo que se estaba habilitando era un proceso de normalización que no daba oxígeno o posibilidad de desarrollo a procesos de construcción subjetivos, propios, que reconocieran el modo de percibir, sentir y narrar la vida.
Otro error era el pensar en formarnos en técnicas estandarizadas para que no parezcamos tan locos, como se supone, estamos. Pero hay que admitir, también, que en algunos casos ha sido muy valioso tener acceso a formarse en técnicas radiofónicas estandarizadas.
Finalmente, otro error fue o es quedarse únicamente en el punto de la resistencia, es decir, constituirse identitariamente a partir de la negación de lo que el otro dijo que soy. Soy la negación de lo que tú dices que soy, es decir, no soy loco como vos decís que soy. Me parece que una de las grandes potencias de estas radios es no ser diferentes en sí mismas como un valor: nosotros los negros, los locos, etc. Es decir, darse identidad, trasformar, positivar lo negativo como positivo. Pero, en este caso, pasa no tanto porque el otro nos de ese lugar sino por partir del diferente para encontrarnos con otros diferentes, y producir diferencia. El valor está en la diferencia, la diferencia es el plus”.
¿Qué lectura hacer de ese discurso militante desplegado en las Radios?
“La Colifata trabaja sobre tres dimensiones: como un proyecto psicoterapéutico, estético y político. Es una serie de tres motores que le dan fuerza la una a la otra y, a su vez, marcan sus límites.
Proyecto psicoterapéutico en el sentido de generar un espacio de rescate y producción de subjetividad, condición necesaria para iniciar cualquier proceso de democratización que se asiente en la idea del reconocimiento del otro como capaz de producir diferencia.
Proyecto estético porque se trata de un acto creativo donde, en nuestro caso, la materia prima sería el dolor y de él hacemos metáfora, no negación ni banalización, ni morbo.
Proyecto político porque su lógica de construcción en lo social propone nuevos modos de relación y se abre a una clínica donde el proceso de la toma de decisiones se inscribe en el marco de un trabajo colectivo con objetivos terapéuticos.
Hacer del discurso de ‘los locos’ un instrumento para la expresión de nuestro propio discurso significaría, lisa y llanamente, el aplastamiento de la persona. Cometeríamos actos alienantes como los que denunciamos. Se trataría de trocar un discurso amo, el de la institución manicomial, por otro discurso amo, el de nuestra organización militante y luchadora”.
¿Entonces, cómo vencer ese discurso militante?
“Mi ética es trabajar para que quien habla se produzca como sí mismo en el modo particular que él tenga de apropiarse y significar aquello que dice. Eso significa abandonar un posicionamiento desde la organización para acompañar procesos que tengan que ver con la mejora de los derechos humanos. No, no significa abandonarlos pero significa saber que habitamos una tensión sumamente compleja, riesgosa y, a la vez, sumamente rica.
La emergencia de la palabra y la posibilidad de la construcción de lazo social descansan sobre la potencialidad de un tercero que atestigua, escucha, acompaña, sostiene y pone el cuerpo. La posición de terceridad es asumida en casi todas las Radios de Salud Mental por un equipo de profesionales que provienen, mayoritariamente, del denominado campo psi”.
Sobre este tema resultó relevante conocer la perspectiva de Alfredo Olivera, él mismo parte del equipo de profesionales de La Colifata, desde luego, pero también de otras experiencias similares que acompañó en Europa:
¿Qué análisis se podría hacer de los profesionales que acompañan estas iniciativas?
“Los profesionales se inscriben dentro de distintas denominaciones: técnicos, profesionales, productores, intervinientes, etc. Lo importante es que nuestra participación no esté opacando al otro que habla o manipulándolo. Nos cabe, a todos, un enorme nivel de responsabilidad y un enorme trabajo desde el punto de vista ético y tiene que ver con acompañar a quien toma el micrófono.
La posición básica del interviniente es suponer a todo otro como capaz de producir diferencia. Mi predicado universal es suponer a todos, suponerlos potentes. Y crear condiciones de contexto para que su forma de sentir y narrar el mundo conecte. No corregirlo sino, si es posible, crear ciertos modos de conectar con el mundo para acompañar caminos y procesos e ir desandando estas cargas que los capturan, esos modos estereotipados de seguir existiendo”.
Finalmente, se abordó el tema de los encuentros y sinergias que potencialmente pueden producirse entre estas diversas experiencias radiofónicas de América Latina. A contraluz, aparecía la experiencia europea que en algún momento logró conformar una red de radios realizadas por usuarios de Salud Mental.
¿Cómo va la red de Radios de Salud Mental en nuestra región?
“A lo largo de los años hemos venido conectados, hemos participado en distintas actividades. En 2007, realizamos el Primer Encuentro Mundial de Radios de Salud Mental, eso fue en Buenos Aires. Con Radio Vilardevoz nos encontramos un año después de creada esa iniciativa. Luego, los encuentros siguieron en Argentina, Chile y después, a partir del 2000 en Barcelona, etc.
Las redes prosperan a través de la acción, del trabajo conjunto de unos con otros. Cuando aparecen las cuestiones ligadas al reconocimiento, a los modos de organización, al poder, ahí es un poco más complejo pensar en una red. Es importante encontrarnos en la pasión de nuestras prácticas, en un acto de aprender del otro”.
Ficha técnica
Nombre |
La Colifata |
Año de inicio |
1991 |
Horario de emisión |
24 horas al día, 7 días de la semana |
Frecuencia |
100.3 FM |
Coordinador |
Alfredo Olivera |
Sitio web |
http://lacolifata.com.ar/ |
@RadioLaColifata |
|
Correo electrónico |
lacolifataorg@gmail.com |
Ciudad, país |
Buenos Aires, Argentina |