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Tardes Nuestras

Presentación

Con una apuesta fuerte por desestabilizar la lógica manicomial y por trazar caminos alternativos de atención, Eduardo Mutazzi y un equipo de profesionales idearon y fundaron en 2003, desde el Hospital Psiquiátrico Dr. Agudo Ávila, de la Ciudad de Rosario, Argentina, el programa Tardes Nuestras. Un nombre que esconde, tras de sí, una linda idea que ya tendrá tiempo de conocer si recorre este capítulo.

Como adelanto, podemos decir que cada semana los usuarios internos se trasladaban, en un autobús, desde el hospital a una cabina de una radio comunitaria para emitir en vivo un programa. El solo hecho que usuarios dejaran el lugar de internamiento por unas horas para ir a realizar un programa significó, en su momento, toda una proeza.

Después de muchos años, los participantes siguen acudiendo en autobús a la cabina de radio para emitir en vivo, cada semana. Pero ya están externados y llegan por sus propios medios.

Gracias a Eduardo por atender nuestro llamado y dejarnos pasar con él una linda tarde, una tarde que hicimos nuestra y que ahora la compartimos con ustedes.

En el principio fue el Taller…

Año 2003. Ciudad de Rosario, Argentina. Hospital de Salud Mental Dr. Agudo Ávila. Un grupo de psicólogos y trabajadores de la Salud Mental comenzaron a pensar en otras modalidades de atención fuera de la lógica manicomial. Entre ellos, estaba Eduardo Mutazzi, recién llegado de Brasil. Así fue tomando forma un nuevo espacio, insurgente y disruptivo, al que denominaron asamblea.

En ese entorno participativo y grupal, se dieron las primeras discusiones sobre los derechos de los usuarios del hospital, sobre sus necesidades y carencias relacionadas con el tema del trabajo y la vivienda. Psicólogos, trabajadores sociales, estudiantes y personas internadas por largos períodos (algunos por décadas) comenzaban a tramar un tejido colectivo que fue albergando la emergencia de la palabra y la escucha, frente al silencio del encierro.

“El psiquiátrico interrumpe la historia, desgarra el tiempo del sujeto; la asamblea repone, instala, amarra al sujeto, contradice cada semana a la institución, la niega, a veces la afirma, porque reproduce su violencia, su mortificación”[1].

La Asamblea fue alumbrando –en el doble sentido de iluminar y de parir– la posibilidad de que ese espacio de expresión y conversación tome la forma de un taller de radio, pensado como un tipo de intervención clínica.

Eduardo Mutazzi había realizado un Doctorado en Salud Mental en Brasil, y de allí trajo nuevas ideas y experiencias de atención a personas con sufrimiento mental. Dentro de su maleta tenía las lecciones de Basaglia, la Reforma Psiquiátrica en Brasil, los Centros de Atención Psicosocial (CAPS), y las aportaciones de Paulo Amarante. Pero, además, le gustaba la radio: “soy fanático de la radio. La radio siempre me pareció una herramienta para liberar la palabra”. Los dados ya estaban tirados. Y así nació el taller: entre la pasión, el calor de la Asamblea y la potencia de un decir colectivo que sigue hablando hasta el día de hoy.

“A partir de ese momento, comenta Eduardo, creamos un taller que no era, estrictamente, un taller sino todo un programa en vivo en el que participaban los pacientes internados una vez a la semana, durante tres horas. Se hacía radio en vivo sin transmitir, con una preproducción simultánea en la que los miembros del equipo estábamos presentes. Era en un salón de usos múltiples accesible para todas las personas internadas. Además, existían altavoces en el patio donde estaban los dos pabellones del hospital psiquiátrico”.

Este espacio se desarrolló semanalmente durante los años 2003 y 2004, y constituyó un entrenamiento y un aprendizaje de la puesta en escena de una comunicación que apostó por liberar la palabra y al sujeto encerrado.

Según Mutazzi, “este acto semanal en vivo fue el fogueo y el comienzo de la experiencia para muchos, el despertar del gusto por la comunicación radial. Desde la receta de cocina hasta los comentarios de fútbol, la poesía, la música, los cantantes”. En esos comienzos estaban Hernán Rosatti, el “poeta loco”, Rolando Báez con su columna sobre el tiempo y el esoterismo, Alejandro Petisce que siempre alentaba al Atlético Colón, Emilia y Liliana con las recetas de cocina, Hugo con su columna de opinión y Claudio que hablaba de política, entre muchos otros temas.

Esta suerte de radio abierta era para quienes estaban internados un éxito por la novedad de la forma de comunicación, por la accesibilidad al micrófono, por la música, y por la posibilidad de expresarse.

Se logró convencer a los directivos del hospital de la importancia de esta actividad y, entonces, se compraron los equipos: micrófonos, consolas, parlantes. Sin embargo, el taller generaba una disrupción y una alteración de la normalidad de la institución;

“no pocas discusiones instaló esa tarde de radio que daba voz a los que muchas veces no son escuchados ni siquiera por los que los atienden. Crecía como un foco resistencial a las lógicas manicomiales y no fueron pocas las voces en contra de la continuidad del taller: desde que el volumen era invasivo hasta las acusaciones que allí se dejaba a los pacientes decir cualquier cosa, lo que potenciaba los delirios y la locura”, recuerda Eduardo.

Si bien el contexto del hospital era reticente, en el sistema de salud de la Provincia de Santa Fe se mostraba una sensibilidad favorable para la redefinición de los modelos de atención, hubo el interés de las autoridades provinciales para que esto pudiera surgir y después sostenerse durante todos estos años, aunque con pocos recursos económicos y humanos. Una Ley Provincial de Salud Mental que databa de 1991 enmarcaba la necesidad de replantear las modalidades de atención centradas en el encierro y la hospitalización.

“Hoy el presupuesto dedicado a estas experiencias es mínimo al lado de los destinados para la medicación o la internación. La Ley Provincial nos ayudó para sacar adelante el proyecto pero aún no se ha establecido un financiamiento propio y depende de los criterios arbitrarios de los funcionarios ejecutores”, puntualizó Eduardo.

El reconocimiento pleno de las intervenciones comunitarias, de los dispositivos sustitutivos y de la desmanicomialización tuvieron que esperar hasta el año 2010 en que fue sancionada la Ley Nacional de Salud Mental, que hasta el momento tiene muchos problemas para su cabal implementación.

De regreso al taller. Esas reuniones semanales, que tanto entusiasmo generaban entre los pacientes internados y el equipo de trabajadores, comenzaron a ser grabadas y pequeños tramos de esas conversaciones fueron editados para su transmisión por alguna estación. Noticias Piratas, un programa informativo de la emisora de la Universidad de Rosario, hizo posible que esos decires circularan por el éter, “allí, durante el año 2004, se pasaban los micros con las distintas columnas que se armaban mientras se hacía la sesión en vivo. Cada semana se decidía grupalmente qué se editaba para llevar a Radio Universidad”. Con navíos de palabras y con viento a favor, los microprogramas de los internos del hospital psiquiátrico comenzaron a surcar el río Paraná.

Los diálogos, los encuentros y la música de esas tardes de taller de radio se hicieron entrañables, se volvieron las tardes de todos, y por eso se llamaron Tardes Nuestras.

Nos vamos en bondi [2]

En el año 2005, se emprendió la búsqueda de alguna emisora que pudiera transmitir el programa. Seguramente, no hubo un encuentro más feliz con un nombre que el que ocurrió con FM Aire Libre, una radio integrante del Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO). Si, aire libre para Tardes Nuestras que, a partir de ese momento, fue parte de la parrilla de programación de la estación, les acogieron con una gran hospitalidad, y les dieron un bloque horario de un día a la semana que siempre se transmitió de 14 a 16 h.

Pero FM 91.3 Aire Libre significó mucho más que la oportunidad de que Tardes Nuestras fuera escuchado fuera del hospital psiquiátrico, los días miércoles por los habitantes de la ciudad de Rosario. Lo realmente importante fue que los pacientes internados se desplazaban a la cabina de la FM para realizar desde allí la emisión semanal. Tardes Nuestras encontró aire libre para salir del hospital. Por eso, además de ser un programa de radio, fue también un viaje: los pacientes cada miércoles dejaban el hospital por unas horas para trasladarse en bondi a la emisora, un recorrido que duraba treinta minutos y que era toda una travesía de palabras, de historias y de vidas.

Del taller intramuros a grabar fuera del hospital psiquiátrico. Una verdadera locura. Se dejaba atrás el mundo suspendido y sin sentido del encierro para revivir, por un rato, la Ciudad de Rosario: sus barrios, sus personajes, los partidos de fútbol, la brisa del río.

Eduardo recuerda que “en principio tuvimos que discutir el tema de los traslados pues no era tan sencillo hacerlos. La dificultad para las autoridades y el personal del hospital era más cultural, la de permitirle a alguien que supuestamente estaba loco que pudiera estar en una cabina de radio fuera del hospital y que fuera escuchado por la comunidad rosarina. La asistencia no era solamente del equipo sino de una docena de simpatizantes que los acompañaban en el ómnibus y después se quedaban afuera del estudio de grabación, a puro mate y galletas”. Y anota,

“en el primer momento de la historia, los participantes eran internos y se les llevaba a la radio. Hoy, la mayoría están externados con asistencia ambulatoria al hospital, y son pocos los que están internados que participan en el programa. Llevamos catorce años en esa dinámica de ir y venir. Del equipo de ese entonces, hoy quedan dos o tres participantes”.

El viaje en colectivo se sigue haciendo cada semana a la cabina de la FM Aire Libre, pero ya no desde el hospital psiquiátrico. Hoy son seis columnistas externados los que realizan Tardes Nuestras.

“Un programa que no tiene razón, la hace”

Con un formato de revista, Tardes Nuestras tiene varias secciones encabezadas por Leo Villarroel como conductor, por Rolando dedicado a las variaciones del clima y las tormentas solares, por Darío que en su columna analiza la coyuntura política, por Bernardo que con Miscelánea nos pasea por la literatura, la poesía y la reflexión filosófica, por Luis que a través de sus comentarios nos acerca al barrio, y por Verónica quien comparte recetas de cocina.

A veces, a estos columnistas que transmiten desde la cabina de la FM Aire Libre se le suman otros participantes vía celular, cuyas contribuciones también son incluidas. El teléfono móvil hace posible ser parte del programa cuando no se puede acudir físicamente a la emisora.

Con muy pocos materiales pregrabados, Tardes Nuestras se elabora con lo que cada participante prepara previamente para su columna. El programa tiene varios bloques y en el último, denominado “living”, se tratan temas relacionados con los derechos humanos y la Salud Mental.

Las decisiones sobre los contenidos se toman de manera participativa teniendo en cuenta la no estigmatización y el cuidado de la libertad de otros. Siempre se trata de no naturalizar ni hacer rígido el programa, y para ello se intenta hacer cambios con cierta regularidad y rotar, en la medida de lo posible, a los conductores.

A través de un convenio establecido con la Provincia de Santa Fe se cubre el pago de la pauta a la estación de radio pero lo que sigue siendo una aspiración no alcanzada aún es la retribución económica a los columnistas que generaría más motivación y ganas de participar.

El leit motiv de Tardes Nuestras, nos dice Mutazzi, “es el derecho a la comunicación y a la libre expresión; esa es la piedra angular con la cual nació y que hasta hoy se mantiene más allá de los gustos y creaciones personales en cada una de las columnas”.

Parece estar bastante claro que el desafío de Tardes Nuestras es lograr el ejercicio de la palabra y del derecho a la comunicación de los usuarios más que ser escuchados por una gran audiencia. Y, hasta se podría decir, que lo principal es el viaje a la emisora para realizar el programa y no tanto los radioescuchas:

“la apuesta, dice Eduardo, es más el derecho a la libre expresión en la radio que el reconocimiento social público de quienes están hablando. La escucha, los oyentes, son un coletazo de la producción. No nos preocupa el número de oyentes, nos preocupa más lo interno, poder hacer la transmisión y no las audiencias”.

Tal vez por eso, Tardes Nuestras no abraza internet ni las redes sociales. No tienen un sitio web, ni Facebook ni Twitter. Sus programas se pueden escuchar por la FM pero no están disponibles en podcast. Así que si no escuchó Aire Libre los miércoles de 14 a 16 h, se quedó sin disfrutar la emisión.

En el Gomecito

La audiencia es pensada como un coletazo pero, hay que decirlo también, a Tardes Nuestras le gusta la interacción cara a cara con la gente de la comunidad. Por eso, desde hace algunos años, una vez a la semana, se realiza una radio abierta en un espacio comunitario llamado Centro Cultural Gomecito. Mejor dicho: el Gomecito, a secas, que lleva este nombre como un homenaje a Carlos Gómez quien fue un paciente del hospital psiquiátrico Dr. Agudo Ávila.

Este centro cultural es un espacio abierto y sustitutivo de Salud Mental, que se encuentra a la vuelta del edificio del psiquiátrico, y que brinda actividades y talleres artísticos, audiovisuales y productivos para personas con sufrimiento mental desde el año 2008. La radio abierta que se realiza los jueves por la mañana es en vivo pero no se trasmite, y rememora un poco el iniciático espacio del taller del año 2004 que se realizaba al interior del hospital.

Esta actividad está dirigida a los usuarios pero pueden participar vecinos, estudiantes o ciudadanos de a pie que quieran incluirse. Así, entre mate y mate, se van calentando los motores: se sacan las sillas al patio, se arma el equipo, empiezan a sonar los separadores y los copetes. Y comienza la radio abierta de Tardes Nuestras en el Gomecito.

“La dinámica es la apertura de micrófonos y parlantes, y dependiendo del estado del tiempo se realiza en el patio que da a la calle y es abierto con lo cual se suma la comunidad que nos rodea. Los usuarios pueden hacer una columna, interpretar un tema musical, contar una historia, etc. A diferencia de la transmisión por la FM, es un espacio más lúdico y de entretenimiento que sirve de semillero de un futuro columnista o participante que, dado el caso, puede hacer el pasaje de esta experiencia al programa que se emite por la radio comunitaria Aire Libre”, agrega Eduardo.

En el Gomecito, se cuenta con más recursos humanos que acompañan cada sesión semanal. Desde trabajadores de la salud hasta estudiantes de las carreras de Comunicación, Psicología y Trabajo Social quienes se van formando en modalidades de intervención no tradicionales en Salud Mental y no enseñadas en las Facultades.

En este espacio sustitutivo y autonomizado del hospital psiquiátrico han colaborado profesionales que dejaron su huella en Tardes Nuestras como Ignacio Blaconá, José Alberdi y Laura Coll, además de Eduardo. Y que han asumido un compromiso ético-político con una nueva forma de producción de subjetividad y de relación con la locura.

Decir Tardes Nuestras es mate, galletas y un bondi rumbo a la FM Aire Libre. Columnistas que dejan el hospital psiquiátrico para llevar a todo Rosario palabras e ilusiones, anuncios del clima y las tormentas solares, los goles de Colón, recetas de cocina, poesía y música. Pero sobre todo, les cuentan a los rosarinos que no están dispuestos a bajar los brazos en la lucha por la Salud Mental y los derechos humanos.

Cada semana, a través de FM Aire Libre o en el Gomecito, las Tardes Nuestras siguen sonando.

Breves

¿Trabajan con algunos diagnósticos en particular?

Los diagnósticos tal vez tengan su sentido y su correspondiente medicación psicofarmacológica, pero a nosotros no nos dicen nada y no nos resultan un impedimento para que alguien participe en el programa de radio. La “enfermedad” la ponemos entre paréntesis para poder sacar lo otro que está dentro de la persona; lo que nos importa es qué puede decir que sea interesante.

¿Alguna experiencia positiva de Tardes Nuestras?

En el año 2006 hicimos una visita a Radio La Colifata, en el Hospital Borda, y fue una experiencia impresionante porque era la primera vez que se daba un encuentro entre usuarios que hacían radio. Para nosotros, ir desde el interior a Buenos Aires, la capital, y tener ese encuentro fue realmente algo muy positivo. Porque si bien ya nos habíamos encontrado en otras ocasiones en los congresos sobre Salud Mental organizados por las Madres de Plaza de Mayo, ese encuentro dentro del Borda tuvo otra dimensión tanto para nosotros los trabajadores como para los usuarios.

¿Les preocupa que la FM Aire Libre deje de transmitir Tardes Nuestras?

No tenemos temor de que la FM deje de emitir el programa, pero es algo que está latente. Tardes Nuestras siempre tuvo un perfil bajo en tanto no es conocida como ‘la radio de los locos’ y eso es sano, pero tiene su identidad como un programa en relación con la Salud Mental.

¿Cuáles son los desafíos para los próximos años?

Estamos experimentando transmitir por streaming desde Gomecito, y este será un año clave para eso. Pero tenemos que buscar presupuesto. El otro desafío es volver a entusiasmar a más gente con la radio; captar a más personas, a más columnistas. Queremos tener a más personas para que hagan más radio.

Tres recomendaciones para hacer un programa de radio en el que participen usuarios de Salud Mental
  • Paciencia para escuchar al otro.
  • Persistencia con planificación y presupuesto.
  • Solidaridad con otros grupos sufrientes.
Ficha técnica

Nombre

Tardes nuestras

Año de inicio

2004

Coordinador

Eduardo Mutazzi

Correo electrónico

tardesnuestras91.3fmairelibre@gmail.com

Ciudad, país

Rosario, Santa Fe. Argentina


  1. Mutazzi, E. 2010. “La Asamblea instituida”. Ponencia presentada en el Congreso Nacional de Musicoterapia, San Marcos Sierra.
  2. Bondi, en lunfardo, es colectivo o autobús.


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