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18 El sentido cristiano de la gestión con un liderazgo ético y socialmente responsable, desde la alteridad[1]

Prof. Hugo Héctor País[2]

Resumen

La Responsabilidad Social en ámbitos educativos, no es simple proyección social. Requiere liderazgo ético ejercido desde cuatro pilares: prudencia, justicia, moderación y fortaleza.

Se hacen necesarios cambios, que comprometan: comportamiento, gestión y liderazgo. La RS es un proceso que requiere liderazgo capaz de hacerse cargo del otro, como relación ética de acogida del otro.

De allí que sea necesario encontrar el modo de abrirse y dialogar entre, de formar profesionales capaces de ser ciudadanos activos agentes de desarrollo, dispuestos a servir e innovar, desde una educación donde acontece y se produce un encuentro no del que sabe con el que no sabe, del profesor con el alumno, en un ejercicio de transmisión de saberes, sino el encuentro del que se sabe responsable del otro, obligado a darle una respuesta en su situación de radical alteridad.

Gestionar responsablemente, supone algo más que la simple implementación de estrategias y no tan solo separar competencias. Nuestro desafío está en orden a reflexionar acerca de la responsabilidad social, desde una visión cristiana, y como una relación más radical tanto como originaria, que se produce e involucra a los actores de una institución educacional, lo que se traduce en acogida desde un liderazgo ético.

Palabras claves:

Responsabilidad – liderazgo – alteridad – moralidad


Abstract

Social Responsibility in educational settings is not simple outreach. It requires ethical leadership exercised for four pillars: prudence, justice, temperance and fortitude.

Behavior, management and leadership: necessary changes are made to compromise. The RS is a process that requires leadership able to take over the other as ethical relationship of acceptance of others.

Hence, it is necessary to find a way to open up and talk to each, to train professionals to be citizens active agents of development, willing to serve and innovate, from an education where a meeting takes place and not knowing occurs with no know, the teacher with the student, in an exercise of transmission of knowledge, but the meeting is known responsible for the other, forced to give an answer in his situation radical otherness.

Manage responsibly, it involves more than the mere implementation of strategies. It is not simply separate competition. The Christian challenge is to reflect the RS, as more radical and original relationship that occurs between the actors of an educational institution, which translates into care from an ethical leadership.

Key words:

Responsibility – leadership – otherness – morality


Introducción

Nuestro planteo tiende a profundizar en el sentido ético –moral, de la responsabilidad social en la formación universitaria, como desafío, de una mirada al rostro del otro, que en el decir de Gabriel Marcel (1944) es mi hermano. Formar desde allí, y recuperar miradas que comprometen, en la alteridad es para uno, pensar desde un liderazgo que se ejercita en las diversas dimensiones de las instituciones y de la gestión educativa en la universidad.

Nos sentimos desafiados, a pensar, en como ejercer algunos desafíos de hoy, como lo son el diálogo, el encuentro y la hospitalidad, en la verdad y el bien, como suma responsabilidad de las universidades, en estos tiempos.

Desarrollo

Pertenezco a una generación de universitarios, que vivió los finales de la llamada Universidad Crítica, donde utopías e ideales se entrecruzaban, dando lugar a profundos debates y reflexión en torno de la realidad, a la búsqueda de respuestas que resolvieran la cuestión social, desde un espacio donde primó el debate, la autonomía, la investigación y una acción pedagógica de calidad y con educadores sumamente capaces e investigadores. Vivimos un tiempo donde valorábamos, la convivencia en la pluralidad y la diversidad, potenciándonos hoy día por recuperar la posibilidad de reflexionar y hacer posible el volver a creer en ser críticos, reflexivos, creativos, propositivos, desde estos mismos espacios e incitando a debatir y confrontar posturas, ideas, pero nunca combatir a las personas.

En lo personal, e institucional, encaramos la cuestión de la Responsabilidad Social, transitaba el año 2001 y avanzábamos angustiados por la realidad Argentina en el 2002, pero comprendimos entonces, que el diálogo constituía una buena alternativa para revertir la situación, con compromiso de las partes y del todo. En 2003, se nos convocó a pensar en la posibilidad del Desarrollo y el Crecimiento, de la mano de la Ciencia y la Tecnología, como desafíos de un tiempo nuevo, de una aspiración de cambios y esperanzador recupero de nuestra nación, a la vez que comenzamos a participar de reuniones, Seminarios, Jornadas, e intervenir en Foros particularmente de la Iniciativa Ética Interamericana, que eran promovidas desde el BID y la OIE, conjuntamente con el Ministerio Nacional de Educación, Ciencia y Tecnología, en el espíritu de comprometernos en una reflexión profunda de búsqueda de alternativas para salir de la crisis.

Desde el comienzo, orientamos la búsqueda en el camino de recuperar la importancia de un trabajo de profundización en la línea de la Responsabilidad Social de las Universidades y los Universitarios, cuestionándonos en torno del modo de formar y preparar con espíritu de emprendedores a las nuevas dirigencia de nuestra Nación, será quizás aquí la razón, para habernos incorporados a la Red Inter – universitaria de Ética, Responsabilidad Social Universitaria y Capital Social, dispuesto a encontrar en dicho ámbito, experiencias y pareceres desde varias líneas de pensamiento, sobre cuestiones que nos ocupan en esta presentación. De esta cuestión de la pro – socialidad, ya habíamos abrevado en el pensamiento de Roché Olivares (1998) en nuestra cohorte del Doctorado en Educación de la UCSF.

Ocuparnos desde nuestra ocupación de formador de formadores, en torno de la necesidad de restablecer la “formación ética y/o deontológica” al interior de las Carreras Universitarias, fue nuestro gran disparador en tanto que, el vacío de la formación filosófica – antropológica y ética se había apropiado de las reformas introducidas en las Universidades, y en los currículos de la preparación docente en el país, consecuencia de los cambios generados, como consecuencia de las propuestas originadas en los 90 con la nueva legislación de la educación, y desde el Ministerio Nacional de Educación.

Mientras tanto, desde la Red, se entendía necesario plantear los dilemas éticos en los distintos cursos que constituyen el currículo universitario y se promoviera la reflexión y la toma de decisiones encaminadas hacia el fomento de una conciencia socialmente responsable. Se vio, entonces, como pertinente involucrar a estudiantes y administrativos en proyectos medioambientales, de apoyo social, de gestión orientada al respeto de normas y principios de convivencia a través de talleres y programas específicos. Y se sostuvo todo ello, en la afirmación que en la medida en que se lograra sembrar la semilla del interés en algunos miembros de la comunidad universitaria, seguramente ésta crecería y se multiplicaría en toda la institución.

Esta reflexión, en torno de abordar la cuestión de la Responsabilidad Social, más allá de las concepciones dominantes, desde la economía y la política en la región, la que se habían instalado en el sistema educativo, ahondando la crisis del mismo, provocándonos a un trabajo solidario, cooperativo y en la dimensión del otro. El desafío estaba claro, había que volver a situar, el valor de la persona humana, por sobre las cosas y recuperar en la reflexión tres conceptos que consideramos clave, para el desarrollo de la cuestión: mismidad, otredad y alteridad. Conceptos que, permitirán comprender en profundidad, esta particular mirada, de re – estructurar la vida comunitaria universitaria.

Al concretar esta presentación, comprendimos que era absolutamente necesario delimitar el carácter de uso del término sentido, en tanto que hablar del mismo, invita a reflexionar por el motor más auténtico y profundo del ser humano, en tanto el sentido, está siempre asociado a una situación concreta y única, relacionado con una persona, una situación concreta. (Frankl, V. 1991), aquí es, donde nuestra mirada se profundiza en la gestión, en el liderazgo, en la responsabilidad, y en la alteridad, surgiendo de primera, la cuestión del prójimo, en la imagen del otro, tema que nos ocupará para fundamentar nuestra postura y comprender el valor cristiano que damos a la cuestión de fondo. (Laín Entralgo, P.1968)

Sostenemos que educar, es por sobre todas las cosas, responder a la pregunta del otro (Ortega Ruiz, P 2013), dejando de lado la indiferencia y provocando el interés, el gusto por saber sobre sí y sobre el mundo, por conocerse y saber interpretar el mundo que le rodea, por dar sentido a su existencia, encontramos el camino y comprendemos que no hay educación si no hay una pregunta y una respuesta a la persona concreta y singular. En oportunidades, nos preguntamos, en torno de la mirada, su sentido, la profundidad de la misma, el rostro y su valor en la acción de gestión educativa. Hay rostros y miradas que nos interpelan, nos cuestionan, nos movilizan. En oportunidades hemos escrito y nos hemos interrogado, acerca de si el pobre es también prioridad en educación, porque entendimos que no mirábamos su rostro, no prestábamos atención a las huellas de su vida, no cuidábamos a nuestro alter. (Pais, H. H. 2003)

Convengamos que educar, supone algo más que la simple implementación de estrategias o dirección de procesos de aprendizaje, implica por sobre todo

“acoger al otro, lo que supera la capacidad de mi yo y me obliga a salir de él, de un mundo centrado en mí mismo, para recibirlo” (Barcena y Melich, 2000).

Ello supone la aceptación de la persona del otro en su realidad concreta, en su tradición y cultura, es reconocerlo como alguien, desde su dignidad. No se acoge a un ser abstracto, sin pasado, ni presente, sino a alguien que vive aquí y ahora, y es acá, donde la responsabilidad social y ética de la Universidad, se compromete en la tarea profunda con el ser del hombre, desde una pedagogía de la alteridad, que es fundante de la comunidad.

Precisamente, desde esa pedagogía de la alteridad, entendemos, que es como se puede responder mejor a las exigencias éticas, originarias de la educación, desde la visión de cuatro pilares, que entendemos fundamentales, en el liderazgo educativo:

  • Conocimiento de sí mismo
  • Ingenio
  • Amor
  • Heroísmo

De allí, que no podamos eludir afirmar que no hay liderazgo ético posible (Chris Lowney- 2004), sin empezar por saber uno mismo, dirigirse, entender sus fortalezas, debilidades y valores, poseer la capacidad de innovar, confiar y adaptarse, con un amor al prójimo en actitud positiva y fortaleciendo la relación de apertura al mundo y al otro, con aspiración heroica.

De hecho, que en nuestro transitar las aulas universitarias, se nos presenta la idea del otro, nos desafía la auténtica ocupación por él, como podríamos decir desde el pensamiento de Levinas, cuando habla de alteridad, aflora ese ser en toda su complejidad, aparece el tema del Rostro y la huella, irrumpe con fuerza el principio de autonomía y heteronomía, intersubjetividad y memoria, como ética de la atención, la tolerancia y responsabilidad.

La ética de Levinas, se da en el encuentro con el otro, que no se reduce a un “encuentro simétrico”, sino como llamado a la responsabilidad con el otro, donde aquel se me impone como mi responsabilidad ética. (Levinas, E 1995). Asumo ser responsable, sin esperar reciprocidad, donde el Rostro, es la huella del otro, es la presencia activa es la palabra de aquellos que no poseen voz y donde mi eticidad, se transforma en el cuidado del otro, con una ética heterónoma, que le interesa el sujeto moral, responsable de los sufrimientos del otro, vigilante y actuante con verdadero corazón.

Adquiere especial lugar, el valor de la persona, la mirada antropológica que ofrece un sentido crítico y profundo a la reflexión de la gestión institucional, lo que conduce al encuentro (Laín Entralgo, P 1968) desde el respeto, la amistad social y la projimidad, en una sociedad que nos has llevado a vivir en la proximidad, pero no en la profundidad ética de la alteridad, donde el involucrarse se supone como compromiso, sin que ello sea entrega verdadera, que es lo que realmente debemos cultivar en los universitario, la disponibilidad, el espíritu de acogida y el compromiso como donación.

Aquí deseo ocuparme de tres claves que nos permitan comprender la acogida, como hospitalidad:

  • El espacio que acoge
  • El lenguaje que acoge
  • El corazón que acoge

La hospitalidad, no se puede imponer por imperativo categórico o legal, sino que se circunscribe a la lógica del corazón, donde la “escucha” no es mero accidente o algo irrelevante, sino condición de posibilidad para comprender al “otro”, es por sobre todo, expresión de recepción propia de la hospitalidad. Esta, evoca en nosotros la responsabilidad, la compasión, la solidaridad, la acogida, donde se manifiestan y reconocen las necesidades del otro. En Laín Entralgo, es la “amistad médica” que hace al anfitrión más vulnerable. En el antiguo Testamento es reclamada como algo fundamental, aquí nuestro desafío de sentido cristiano a una gestión más humana y comprometida con mi hermano.

Hablar de ética nos conduce a sostener que no se limita a exponer hechos, sino que establece normas, a la que debe ajustarse la conducta del hombre, no es un saber descriptivo, sino normativo, si el hombre se ajusta a esa norma es definida su conducta como buena si se opone como mala, y he aquí donde aparece la moralidad, que se caracteriza por comparar y poner en relación los actos con las normas. Y sentimos necesidad de fundamentarnos desde el pensamiento de Etienne Gilson (1989) en tanto sustenta que

“una moral cuyos principios están profundamente enraizados en lo real, dependiendo tan estrechamente de la estructura misma del ser al que rigen, no experimenta ninguna dificultad para fundamentarse.

El basamento de la moral es la misma naturaleza humana y desde ella se nos provoca reflexionar sobre la responsabilidad moral, donde el sujeto se hace moral, cuando va, sale, al encuentro del otro, desde la alteridad.

El bien moral, es todo objeto, toda operación que permita al hombre realizar las virtualidades de su naturaleza y actualizarse según la norma de su esencia, que la de un ser dotado de razón”.

Comprender y encarnar este desafío, es tarea de hoy para los universitarios, es asumir con responsabilidad moral y respeto al alter.

De suyo vale consignar, que esos principios morales se ordenan en una realidad institucional, desde tres caracteres:

  • en primer lugar, se encuentra el énfasis en que lo que es más propio de una realidad está dado previamente a cualquier acción o intervención humana sobre ella;
  • en segundo lugar, que esto que es dado es propio de la realidad en cuanto tal y en su totalidad, en cuyo marco, por lo tanto, se ha de comprender el ambiente infrahumano; y,
  • en tercer lugar, que lo dado se encuentra en tensión hacia un fin y, así, no es algo informe o caótico, sino ordenado e inteligible, es decir, tiene una dirección o un sentido.

He aquí que convengamos, que para hablar de gestión, es necesario hablar de un sentido humano y cristiano de la misma, en tanto compromete al “encuentro” entre personas, que buscan y ofrecen o proponen, desde la propia experiencia, modelos éticos, y al decir de Bárcena y Mélich (2000) un acontecimiento ético por el que el educando es re – conocido y acogido en la singularidad de su existencia, por lo cual incorporamos a la reflexión tres conceptos más: natalidad, narración y hospitalidad.

A su tiempo, en el ámbito de la Red Interuniversitaria de Ética, Capital Social y Responsabilidad Social, de la cual hemos hablado ya, se planteó entre otras cuestiones el:

  • Dilucidar cómo la Universidad debe rediseñar su rol social y profesional encauzando la formación de los estudiantes hacia el perfil ético que les permita la evaluación de los problemas sociales y su coordinación con el desarrollo global del país.
  • La búsqueda de una armonía entre las necesidades reales de la vida profesional y la elaboración de una metodología que promueva la transformación de la sociedad escudriñando mejoras en el ámbito profesional y humanístico lo cual lleva a formar sociedades más solidarias en la lucha contra la pobreza.
  • Introducir en el pensamiento académico valores que permitan su interacción con el entorno social.
  • El profundo cisma que existe entre los rápidos avances en ciencia natural y la capacidad para comprender los problemas humanos. En otras palabras, la separación entre la ciencia y las humanidades que en épocas anteriores habían estado unidas mediante la educación liberal.
  • Acabar con la organización separada del saber en especialidades y, al contrario, instituir el pensamiento complejo, interdisciplinario para formar una élite profesional con responsabilidad social.
  • Principios para la creación de un currículo que avance sobre la disociación entre la ciencia las ciencias y las humanidades, cuestión que afecta la conciliación humana y la comprensión de la problemática social.

Precisamente, el profesor François Vallaeys de la Pontificia Universidad Católica del Perú fue el encargado de encauzar la segunda parte del diálogo dentro de la Red, y facilitar el intercambio de impresiones y experiencias. Así, luego de años de experiencia en el tema y tras una breve enumeración de problemas latinoamericanos frente a los cuales la Universidad no puede permanecer pasiva, Vallaeys definió la Responsabilidad Social Universitaria (RSU) como “la gerencia ética e inteligente de los impactos que genera la organización en su entorno humano, social y natural”, teniendo ésta como objetivo final, armar mejor a la Universidad Latinoamericana del siglo XXI para ayudar y hacer frente a las nuevas realidades y amenazas de la región. Y para ser capaces de ello es necesario replantear las cuatro áreas pilares de la Universidad: la organización interna de la Universidad misma, la formación educativa, la investigación científica y epistemológica, y la relación con la sociedad; áreas que si no son reformadas para una mejor gerencia de sus impactos, pueden dar lugar a un currículo oculto y enseñar a los estudiantes actitudes no deseadas.

Estamos convencidos, que frente a lo que se nos demanda y a lo que los jóvenes esperan, hace falta precisar que

“Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo” Frankl, V. (1999)

y he aquí la responsabilidad social, del universitario de asumir un liderazgo ético que a los postres, sea, socialmente responsable, desde la dimensión de la alteridad, con principios morales, que tiendan al Bien, en una relación ética que se traduce en acogida y compromiso de hacerme cargo del otro, desde una pedagogía con rostro humano.

Compartimos que la década de los ’90 ha provocado una profunda crisis en la Universidad Argentina, que ha llegado con el neoliberalismo, que la ha transformado y ha pretendido que deje de ser la Institución Social que supo estar al servicio del pueblo y le ha planteado una transformación, giro e innovación, para hacer de ella una organización más de un modelo injusto, cuyo único vínculo está centrado en los mercados. (Chaui, M. 1999) En otras palabras convengamos que se la ha transformado en un engranaje de la máquina del capital en los 90, propia de la denominada “Economía de mercados” y es precisamente en este pasaje donde entendemos que la Universidad ha perdido el sentido de autonomía, que la caracterizó y definió. Las Casas de Altos Estudios, pasaron a engrosar los engranajes de un modelo de exclusión que ha postrado a nuestra Nación y que hace falta revertir, con dirigentes con sentido ético de acoger al otro e inmersos de lleno, en la realidad socio – histórica

Corresponde destacar, que hemos abrevado en los importantes antecedentes que en la materia existen en Universidades de Chile y en aportes de las Corporaciones Participa y Fundación Avina. También en los logros reflexivos de la Red Interuniversitaria, desde aportes de representantes de universidades de la República (Uruguay), Autónoma (Madrid), o Javeriana de Centroamérica, Nuevo León (México), Comunera (Paraguay), UBA (Argentina), Nacional de Formosa (Argentina), de Lomas de Zamora, (Argentina), de Mar del Plata (Argentina), del Atlántico (Colombia), a Distancia (Costa Rica), Tijuana de Baja California (México), Spenta University (México) AUJAL (Red de Universidades jesuitas de América Latina) y el ICEP del CENOC de la Secretaría de Desarrollo Social de Presidencia de la Nación (Argentina) con las cuales se tendió a forjar un criterio común en Iberoamérica, reafirmando el compromiso, en la búsqueda de una respuesta universitaria comprometida y centrada en la idea fuerza que indica “que ser responsable, es ser capaz de responder”.

Podemos sumar algunas apreciaciones nacidas de un contacto directo con la realidad y personal experiencia en Francia, Suiza y Dinamarca, en oportunidad del Seminario Internacional de UNESCO – Columbus – sobre los Sistemas Educativos Europeos, donde hemos apreciado la trascendencia de la formación superior en dichos pueblos y el significado de responsabilidad social impreso en la formación de los profesionales, UNESCO (1995) precisamente allí donde alteridad y compromiso constituyen premisas de la acción.

Pensar los retos que se le plantean a la educación desde el peculiar espacio de la Universidad, nos llama a reflexionar desde un estilo de ejercer la docencia, frente a desafíos de este tiempo nuevo, intentando expresar nuestra mirada, desde la vocación de formar comprometidamente a cada educando. Colocamos por delante la esperanza y el diálogo, de modo no marginal, ni accidental o añadido, sino que esencial y fundante, que une, da sentido, orienta y nutre nuestro ser y hacer pedagógico. (Pais, H.H. 2000)

Conscientes que estamos en un tiempo, signados por la incertidumbre y la complejidad, que crece la inseguridad, la impaciencia e inquietud, y surgen nuevas formas de intolerancia; violencia, frente a una realidad siempre desafiante, donde la comunidad toda, vive la crisis de desconfianza y desvalor dejando entrever la falta de sentido en muchos de sus actos, es allí donde comprendemos la necesidad, en tanto que educadores de cuestionar nuestras prácticas y reordenar nuestro “hacer”, de un particular modo.

En ese caminar, procuramos descifrar y encontrar rutas para integrar armónicamente todo aquello que se hace presente como desconocido y ante lo cual muchas veces expresamos temor. Será entonces que planteemos la necesidad de revisar la función docente y cuestionar el ¿cómo debemos en este contextos, pensar y hacer el futuro, para que el mismo constituya un camino de esperanza?

Nuestro compromiso es con el ser humano que se pone en evidencia, en tanto tomamos conciencia de la responsabilidad social del acto de educar, el que se expresa en la fraternidad, donde cada educando logra su autonomía y ejerce su unicidad en el mundo, en la medida que realiza su proyecto existencial de vida, en una nación que ofrezca oportunidades de desplegar sus potencialidades y que no le transforme en un integrante más de la categoría de excluido o desocupado.

Vivimos un tiempo, donde como ciudadanos- docentes, debemos dar testimonio del modo de pensar y actuar, lo cual no es moneda corriente y donde somos testigos de cómo muchos se aferran al individualismo y se adjudican ser neutrales frente a los problemas de su comunidad y no reaccionan ante la necesidad de tomar decisiones sustanciales, en tanto que se adjudican el rol de independientes, objetivos, ecuánimes. Esto nos interpela, acerca de qué tipo de profesionales, que dirigencia estamos formando y qué futuro estamos proyectando.

Precisamente, en este tiempo, nos resulta imposible conciliar asumirse como neutrales frente a la realidad, en tanto constituye a nuestro criterio, la mejor manera, el camino más directo, para acabar sin ideas propias, concluir sin responsabilidad frente a los acontecimientos de la vida y debemos afirmar con fuerza que esto en educación, es la “educación neutra”, es en otras palabras brindar educación vacía, justamente allí se pone en evidencia la ausencia de convicciones firmes, valores claros y precisos y es así como se fomenta el individualismo vacío de responsabilidad por el otro, donde la justicia está ausente y se carece de prudencia y moderación en el obrar.

Los que abrazan los modelos individualistas, lo hacen en la convicción que quienes sostienen lo contrario, son los que manipulan, adoctrinan, restringen la libertad de sus educandos. Y debemos decirlo que este es el camino que se ha tomado para destruir la calidad de la educación y atentar directamente contra la formación integral del ser humano.

Retomar una educación universitaria comprometida con la verdad, reflexiva, crítica, constructiva, capaz de sembrar esperanza en los educandos, sostenida en la cooperación, la personalización y la interdependencia no sólo de medios sino de todos los actores, frente a este vaciamiento, es sin dudas intencional, e aquí nuestro ocuparnos por el compromiso, prudente y moderado, en la relación de la alteridad, en la relación generosa del otro, que en nuestra concepción es nuestro hermano.

La propuesta de revisar nuestro camino, se fortalece aún más a partir del diálogo (Pais, H. H. 2000) con nuestros educandos quienes a menudo nos preguntan y es cuestionamiento que compartimos:

  • ¿Para qué país estamos formando en este tiempo?
  • ¿Qué esperamos de estas generaciones en el futuro?
  • ¿Qué posibilidades de apostar al desarrollo tienen los jóvenes en un contexto globalizado como el que hoy se nos ofrece?

Indudablemente todas esas preguntas tienen que ver con otras, que a la hora de reflexionar con los jóvenes afloran:

  • ¿Cuál es el proyecto de país?, o más bien
  • ¿Hay un proyecto nacional?

Comprendemos que el desafío está echado, en la búsqueda de una nueva apuesta ética, por una vida – no del instinto y la supervivencia – , sino de la dignidad de la persona humana, asumiendo los deberes de la realidad y de la idealidad, desde horizontes no utópicos y si esperanzadores, con una verdadera perspectiva social, que recupere el sentimiento de pertenencia, de participación responsable en las organizaciones, e instituciones, de gestión compartida, desde una ética centrada en la austeridad y en las virtudes, donde la prudencia, justicia, moderación y fortaleza, sean los pilares de la formación integral de los futuros líderes y dirigentes de nuestra sociedad.

La gestión, con sentido auténticamente cristiano, en las universidades, debe identificar las notas de la realidad y no improvisar la formación ciudadana. Ha de cuestionar la propia formación del profesorado universitario, con un nivel de competencia en dimensiones de ciudadanía, ética, y política, con habilidades para realizar trabajos en equipo, con autoridad moral, con garantía del buen y noble hacer.

El método de cooperación, ayuda a las personas a discernir juntos frente a un conflicto, ello puede ser tan sencillo como ofrecer una explicación, brindar apoyo, saber escuchar. Sin embargo, si no se dispone de la capacidad de discernir, ni de cooperación adecuada, ni de un método correcto para proporcionarla, no se experimentará satisfacción, en la tarea emprendida.

La justificación de una metodología de enseñanza-aprendizaje que tenga en cuenta los valores morales, en la formación de profesionales con responsabilidad social, se sustenta en varios argumentos que se expresan en objetivos, para una educación en valores éticos (Buxarrais, M R 1997):

  • Desarrollar las estructuras universales del juicio moral y guiar su razonamiento moral por las ideas de justicia y responsabilidad.
  • Competencia para dialogar, predispuestos a la participación democrática y logro de acuerdos justos.
  • Construir una imagen de sí mismos y del tipo de vida que quieren llevar de acuerdo a los valores personales.
  • Capacidades y conocimientos necesarios para el diálogo crítico y creativo con la realidad.
  • Habilidades para hacer coherente el juicio con la acción moral.
  • Reconocer y asimilar los valores universales y los Derechos Humanos.
  • Comprender, respetar y construir normas de convivencia que regulen la vida colectiva.

El abordaje transversal de esta problemática en todo el currículum, contando con espacio propio de la disciplina: ética – moral, pues si se mantiene en la transversalidad, se la sitúa en el “no lugar”, se carece así de identidad, de espacios y tiempos propios para aprender. Negar el espacio curricular a la ética y a la formación en valores, en nombre de la transversalidad, es asumir una concepción virtual, utópica de la educación, es no brindar el reconocimiento que ella merece por sí.

Se hace menester recordar el sentido profundo de las virtudes como hábitos o modos de actuar, que operan contrario a los vicios y desvalores que se ponen de manifiesto en nuestra cultura y desde allí afirmar que no existe un auténtico proceso educativo, si no se tiene como objetivo educar para una vida con sentido, que tienda a la vivencia de lo que reconocemos como valores, que comprometan en la veracidad con sencillez, honestidad y rectitud. (País, H. H. 2009)

Educar en valores, nos lleva a educar con y desde el amor como actitud humana que engrandece el espíritu, supera las reflexiones interesadas y no se somete a estadios predeterminados, sino que crece constantemente en disposición de entrega, en la capacidad de servir por el misterioso placer que lleva a uno a dar de sí a los otros, aquello que uno tiene, no lo que nos sobra o despreciamos, sino por el contrario, aquello que somos y poseemos. (País, H.H. 2005)

El objetivo constante, en una gestión, que se precie de ser ética y responsable, centra en la cooperación, como perspectiva de beneficio mutuo entre las interrelaciones humanas; y ello se fundamenta en el principio del respeto mutuo. Ser cooperativo y solidario, es posible cuando se es sincero y generoso.

El valor, la consideración, el cuidado y la participación proporcionan un fundamento a partir del cual puede desarrollarse el proceso de la cooperación y la acción prosocial. La generosidad, apertura, acogida, nos hace dignos de recibir cooperación y consecuentemente, concretar una acción compartida, para lo cual las instituciones formativas, particularmente las universidades, deben orientar una propuesta concreta a la ciudadanía, con responsabilidad y empoderamiento ético.

Si uno ofrece con fe y confianza su todo a los demás, ello nos retorna, con respeto, en verdadera actitud de apoyo y solidaridad. Este es el enfoque profundo que debemos dar, a n compromiso con sentido cristiano a la responsabilidad social.

La realidad nos reclama una educación fortalecida en valores, donde es necesario decir que es el hombre el que vive y expresa, una verdadera crisis de sentido (SS Juan Pablo II, 1998), lo que torna difícil y por momentos vana la búsqueda, lo lleva a la confusión , los puntos de vista se multiplican y hacen imposible retomar el camino de lo justo, en tanto debemos reconocer hay una fuerte arremetida del cientificismo vacío de trascendencia, destino final de la búsqueda de todo ser humano. Junto a ello, es comprobable una particular crisis del sentido moral (S.S. Juan Pablo II – 1995), que no permite contemplar con claridad los límites entre el bien y el mal y distinguir los caminos para retornar hacia el Bien, entendemos este es nuestro desafío en nuestro tiempo como universitarios comprometidos.

En esa “crisis de sentido”, parecería que los seres humanos hemos quedado atrapados en un modelo de comportamiento que ha distorsionado el valor del amor y la capacidad de confiar mutuamente en los sentimientos e intenciones. Es como si el intelecto hubiera perdido la conexión con la única Fuente eterna de amor y se apoyara en los recursos temporales, allí donde lenguaje, espacio y corazón acogen y comprenden en la alteridad. Por lo que pensamos que recuperar la educación con sentido ético de responsabilidad social, es educar con y en valores en todos los ámbitos, llevando a reafirmar la necesidad de fortalecer la formación en las virtudes humanas que hacen a formar ciudadanos solidarios y comprometidos.

Una educación con “responsabilidad social”, constituye un verdadero proceso humanizador, tanto en lo individual como en lo social, que se da a lo largo de toda una vida, en cada persona y se ordena en la educación atendiendo a la:

  • Intencionalidad, propósito, voluntad, proyección o idea, que permite encaminar el proceso educativo hacia el modelo formativo, vinculando la realidad con el deber ser y dando sentido y significatividad a la formación
  • Explicita, expresa, clarifica, manifiesta, connota, aquello que es socialmente significativo, precisando contenidos y valores a formar y desarrollar
  • Particulariza, define la peculiar y exclusiva forma de enriquecimiento del saber y el saber hacer e involucra en una actividad consciente, protagónica y comprometida

Recordar que todo proceso educativos transmite valores a través de un saber social, cargado de sentido, donde es necesario replantear los valores que deben ser inculcados, el cómo hacerlo, o el cómo conseguir que el estudiante se apropie e incorpore los mismos como guías efectivas de su accionar. He aquí uno de los más grandes desafíos a la gestión educativa de nuestro tiempo.

Entendemos que esto debe ser una convocatoria a restaurar la ética, a fortalecer el sentido de responsabilidad de la ciudadanía, en todos los campos profesionales, sin distingos de especialidad o carrera alguna. Sabemos que es un espacio de aprendizaje, donde hace falta un cambio de cultura docente, para poder producir las respuestas que se esperan. Ella hoy nos convoca a formar (Astegher, N. 2003) hombres y mujeres que se asuman como ciudadanos y ciudadanas del mundo, que evidencien una actitud reflexiva, crítica, tolerante, y que se admitan como virtuosos, que no sean manipulados ni manipuladores, que encuentren y promuevan la libertad por medio de la educación, de la que se apropian y contagian con alegría en los medios en los que se desenvuelven.

La Universidad, en este siglo, se ve convocada, en el marco de sus responsabilidades genuinas, por abordar la situación de crisis que debilita la trama social, que hunde en el estancamiento a la economía local y profundiza la deslegitimación de las instituciones. Los argentinos, necesitamos pensar una Universidad, centrada en el país, pero dentro de un contexto global, que nos condiciona y favorece, y donde debemos participar con competencia, en el interjuego de la toma de decisiones y fortalecer las señas de identidad nacional en un contexto regional y global.

Precisamos replantear la formación, orientándola hacia el aprender a emprender, aprender a cuidar y desafiarnos a seguir aprendiendo permanentemente, como premisa propia, de la educación permanente, que ya hablábamos en los años 70 del siglo pasado, pero ahora en un mundo de cambios cada vez más acelerados, donde decir hoy Sociedad de Conocimiento, es decir arma, poder, prestigio, en un orden mundial que se asume desde el Conocimiento. (País, H. H. 2014)

Cuando hablamos de Responsabilidad Social Universitaria, entendemos necesario recordar que es la Universidad depositaria de las “esperanzas” de su pueblo, y que ella la construye y la sostiene, a través de los tiempos, el propio pueblo, es decir aquellos que esperan del ámbito universitario las respuestas a sus interpelaciones y las soluciones a sus enigmas. Es conveniente reconocer que a la Universidad se le asigna la responsabilidad de formar la dirigencia (García Hoz, V.1980), de forjar las futuras generaciones para las diversas ramas del quehacer social

Es la comunidad toda, la que confía en que la Universidad transmita conocimientos y difunda la cultura, brinde espacios de discusión en torno de ellos, y promueva valores, visiones y actitudes sociales y en suma forme a hombres y mujeres moralmente responsables.

El Papa Francisco (2015) ha llamado a la humanidad a mirar el planeta con una nueva visión, verlo como nuestro hogar. Es un llamamiento a la valentía y la unidad, para que todos los hombres y mujeres cuenten con las oportunidades y la capacidad de poner de su parte, especialmente los más marginalizados, para quienes la sostenibilidad significa mucho más que leyes y políticas “verdes”, significa nuevas formas de pensar y de comportarse como ciudadanos globales, con una nueva manera de ver los océanos y la biodiversidad. Necesitamos esta visión y esta valentía más que nunca para alcanzar el nuevo acuerdo climático universal y esta es una muestra de una convocatoria directa a la formación de los universitarios con responsabilidad social, donde prudencia, justicia, moderación y fortaleza son virtudes que se deben ejercitar por el bien de toda la humanidad.

Conclusión

Estamos convencido, que resulta imposible pensar la gestión de la Universidad, como institución de máximo nivel formativo en lo cultural, científico y tecnológico de una nación, sin reflexionar respecto de su función de modelar a la ciudadanía, de formar los líderes que se deben comprometer ética y socialmente con su entorno, contemplando la posibilidad de promover y atender las demandas de los ciudadanos de un modo activo. Se necesita de instituciones, que gestionen proactivamente, con gran generosidad y con corazón abierto y sensible a las personas.

En este, nuestro tiempo, precisamente en los primeros 15 años de este nuevo siglo, se nos reclama la formación de una dirigencia, con responsabilidad social y sólida formación ética y moral, en razón del caos generado por desvalores que han aflorado en el contexto político, económico, cultural y la des jerarquización de principios esenciales y fundaméntales de la comunidad. Se requiere formar una dirigencia, que sean los artífices de la formación de generaciones responsables del siglo XXII, es hora de tomar conciencia debida del tiempo y sus implicancias, en el cuidado del otro y de nuestro hábitat.

Por lo cual, y frente estado de postración, – de gran parte de nuestra población en Argentina y en todo el contexto latinoamericano – , por recetas económicas nefastas y sistemas políticos que desalentaron el lugar central del ser humano, que han conducido a mayores grados de exclusión social, pobreza y marginalidad, la Universidad no puede quedarse o reducirse, a un debate vacío o estéril, por el contrario debe actuar y responder, ofrecer alternativas, salidas, interactuar, ofrecer caminos de acción conjunta, debe asumir el reto de la historia con responsabilidad plena y socialmente valiosa.

Así, la gestión en las universidades que se precien de ser socialmente responsable, serán verdaderos ámbitos de impacto, donde los valores ético, se expresen, se jueguen, y se asuman, donde se marquen huellas firme de servicio a la comunidad, a su entorno, y no sólo, seguir formando una dirigencia que solo sepa servirse de ella.

Es a la Universidad, a quien se le reclaman cambios de comportamiento y de gestión, con transparencia, no sólo lanzando la expectativa de la responsabilidad en sus futuros egresados, sino que asumiéndose ella misma como responsable, estando preparada para ser capaz de mantenerse vigilante y ágil, donde acompañe desde aprendizajes morales, y sitúe el discurso pedagógico no ya sólo en los medios, sino en el qué y el para qué (Fullat, 1997), recuperando el discurso antropológico y ético que da sentido esencial a la acción educativa, donde se asuma, que educar sin una clara concepción antropológica, no deja de ser un “sin sentido”, un caminar sin dirección y sin meta y convertir la educación en un vulgar adiestramiento

Confiamos totalmente en la afirmación de SS. Francisco (2015), cuando dice que:

“La educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza. De otro modo, seguirá avanzando el paradigma consumista que se transmite por los medios de comunicación y a través de los eficaces engranajes del mercado”,

y ello es un verdadero desafío a la responsabilidad moral de todos quienes habitamos esta casa del hombre que es la Tierra.

Estamos finalmente, lanzados a trazar rumbo para producir cambios necesario para concretar la visión del encuentro, la otredad y la hospitalidad, desde una vocación comunitaria, comprometidos en la búsqueda de la verdad y en la adquisición de competencias culturales y profesionales, donde, desde nuestra particular mirada, no se pierda el diálogo entre la fe y la razón, siendo en todo momento una “universitas”, dispuesta a redescubrir la unidad del saber en oposición a la fragmentación de la dignidad de cada “quien”.

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  1. The Christian meaning of management with an ethical and socially responsible leadership, from otherness.
  2. Universidad Católica de Santa Fe, Facultad de Humanidades, Instituto de Investigaciones Educativas y Extensión, prof.hugo.pais@gmail.com.


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