Mag. Ana María Amarante[1]
“[Centro mi preocupación clave en:] las personas que tienen que hacer las cosas y no tanto en las cosas que tienen que hacer las personas”
Carlos Llano, 2007.
Introducción
Asumimos las Instituciones Educativas como formadoras de personas con responsabilidad social. Esta reflexión nos invita a centrar nuestro modo de concebir la persona, la educación, el medio ambiente, la naturaleza y la institución educativa con sus públicos internos y externos, inserta en su medio local y regional. Es un paradigma sobre el que tenemos que reflexionar en las Instituciones Educativas en todos sus Niveles. Afecta al modo de enseñar y aprender, la organización curricular, la convivencia, la organización institucional, las relaciones con el entorno, las familias y todos los públicos de referencia. Exige un compromiso de los educadores, una apertura y sensibilidad social, un trabajo en equipo, un asumir responsablemente la tarea de educar en todas sus dimensiones e implicancias.
1. La Institución Educativa
La educación en la Responsabilidad Social es una tarea que debe abordar la Institución Educativa en todos sus niveles, acompañando todo el proceso formativo de la persona, como itinerario formativo permanente, desarrollando sus proyectos de gestión Institucional y sus propuestas curriculares.
La Educación en la Responsabilidad Social incluye la formación de competencias básicas que configuran el derecho a la educación que le corresponde a todo ciudadano, y por lo tanto, que debe abordar la Institución Educativa en su conjunto, como comunidad educativa, desde la Misión y Visión, la elaboración de un Proyecto Educativo con Responsabilidad Social.
El núcleo básico de la educación de la persona con Responsabilidad Social se da en una formación ética, una educación de la libertad responsable.
Surge así un interrogante ¿Qué entendemos por formación ético-cívica?
Es un proceso que pretende sacar a la persona de su aislamiento, de su encierro sobre sí mismo, abriéndola a la objetivación de sus intereses, aumento de actitudes prosociales. La Formación ética y la responsabilidad social se deben plantear en forma transversal, busca configurar la base de toda formación humana completa, sobre la cual el estudiante orientará su proyecto de vida.
Cuando decimos transversal nos referimos a una dimensión educativa que los docentes de cualquier materia han de tener presente. La perspectiva integral, cívica y ética debe ser planteada como una dimensión integradora.
Es necesario pensar en nuestras Instituciones Educativas una formación permanente para nuestros docentes, capaces de orientar una formación ética, con responsabilidad social, para esto necesitamos competencias docentes como:
- Implementar transversalmente los temas éticos y sociales de los currículos, así los alumnos puedan proyectar y diseñar en las aulas, distintas propuestas de solución a los complejos temas de nuestro entorno y se preparen para hacerlo, luego, en el ejercicio de su profesión o trabajo como ciudadanos responsables.
- Personas involucradas: En este compromiso de responsabilidad social en el mundo y el ambiente que nos toca actuar, mostrar su ejemplaridad, es responsabilidad de cada uno.
- Creatividad: proactividad, espíritu emprendedor y creativo para superar problemas complejos, cambiantes e imprevisibles.
- Globalidad: pensar de manera global y actuar en forma local. Se debe encontrar en cada caso la fórmula que combine las normas internacionales con los contextos locales, de manera que se encuentren soluciones apropiadas y superadoras.
- Compromiso: hacen falta más alianzas entre sectores y enfoques movidos por los stakeholders en los distintos niveles, así como más reacciones transformadoras desde lo educativo, desde las políticas públicas, desde las empresas y desde la sociedad civil.
- Sostenibilidad: pensar en forma sostenible en el medio y largo plazo y actuar en el corto plazo. Podríamos decir que el sistema económico y comercial actual tiene un diseño que de algún modo está fallando en la concepción de la propiedad, del bien común y de la dimensión familiar y social del ser humano. Así, la degradación social, ambiental y ética es cada vez más grave. Lograr una contribución positiva al desarrollo sostenible de la sociedad es la esencia de la Responsabilidad Social, no como añadido, sino como una manera de vivir en esta sociedad y de trabajar en distintas disciplinas y –entre estas– de hacer negocios y de vivir en el medio que nos toca.
La tarea educativa se enfrenta ante diversos y apasionantes retos, dilemas y problemas. Estamos en un mundo plural –con una realidad intercultural–, una sociedad con graves desajustes socio-económicos-culturales y una educación, que busca ser inclusiva (Delors, 1996). Ante este panorama los docentes necesitan una ética profesional para el ejercicio de su función, socialmente reconocida, como transmisores de conocimientos y cultura, así como suscitadores de personas críticas, con curiosidad intelectual, honestidad, colaboración, participación, etc. Y es ahí donde surgen muchas dudas que convendrá responder desde planteamientos éticos: ¿qué contenidos transmitir?; ¿cuáles son los criterios que tendremos en cuenta para seleccionar, organizar, secuenciar, jerarquizar los contenidos?; ¿cuáles son los valores que hay que promover? ¿Qué hacer desde las aulas para despertar intereses en el alumnado?; ¿cómo se despierta el sentido crítico? Esto requiere capacitación y trabajo personal comprometido, trabajo en equipo de los docentes. Exige visión integral de la formación humana, no solamente como ámbito de transmisión de saberes sino como ámbito compartido de búsqueda de la verdad. En este marco, es interesante pensar en redes de instituciones educativas que impulsen este punto de vista, sumando esfuerzos para lograr docentes especializados, generar material de apoyo, realizar investigaciones y renovar los currículos.
Estos retos institucionales se dan con diferencias propias en los distintos Niveles Educativos, desde el nivel inicial, vínculo familia-escuela, socialización del niño, integración. En el Nivel Primario aprendizaje colaborativo, integración grupal, aprender con otros. En el Nivel secundario, conciencia de las realidades que vivimos, conocimiento, interacción con ellas, compromiso.
La Universidad tiene un papel decisivo en la formación de profesionales en su dimensión ética y de responsabilidad social. En la Universidad se aprende a ser médico, economista o abogado, pero ¿no se debería también aprender a ser un ciudadano comprometido con el medio ambiente, un consumidor responsable, un empresario o directivo prudente y justo? ( cfr. Concepción Naval y Silvia Martino – Rev. Española de Pedagogía – La formación ética y cívica en la Universidad)
2. La Misión – Visión – Proyecto Educativo de Responsabilidad Social
Los principales retos que se nos plantea en una Institución Educativa, considerada como unidad Pedagógica, es la reflexión sobre la Misión y Visión, cómo deben ser expresadas para que esté implicada la Responsabilidad Social, la formación ética.
El grado de implicancia en el Proyecto Educativo Institucional de la Responsabilidad Social, el compromiso es de toda la comunidad, no podemos educar a los alumnos si los adultos no generamos un clima de responsabilidad y ética social donde estos puedan desempeñarse, un clima y ambiente ético, en un modo de convivir y relacionarse. En una organización educativa que contenga propuestas de responsabilidad social hacia dentro y fuera de ella.
En muchas instituciones educativas que asumen este compromiso, han tenido que revisar su Misión y Visión, elaborar un Proyecto Educativo desde y con la Comunidad Educativa y el entorno de referencia donde está inserta la Institución formadora. Una propuesta educativa con una comunidad que quiere comprometerse con las grandes problemáticas que surgen desde la realidad, no las vive como ajenas, se involucra, ellas son las familias, los docentes, los administradores, el personal, los agentes externos que cumplen servicios en la comunidad educativa y los que integran la zona de influencia de la escuela y constituyen el mundo circundante, empresas, fábricas, municipalidad, servidores públicos, etc.
La institución educativa no se cierra en sí misma sino que se abre a la comunidad para educar.
Una institución educativa con responsabilidad social requiere ampliar los escenarios y campos de actuación para asegurar que los estudiantes, docentes, directivos y personal todo, participen y se implique horizontalmente, de la misma manera que la comunidad debe implicarse verticalmente en la institución educativa. Para esto es necesario establecer redes, pactos, alianzas.
La colaboración con las familias y la inserción con la comunidad de la escuela son imprescindibles. No sólo en el currículo hay que poner énfasis de mejora, paralelamente hay que actuar con la comunidad. Incrementar la formación en la responsabilidad social supone una acción conjunta con las familias, municipio, barrio, empresas, fábricas… como modo de hacer frente a los nuevos retos sociales.
Esto implica un cambio organizacional en la institución y un modo de establecer relaciones en red, alianzas, pactos, acuerdos.
3. La organización institucional
Entendemos la organización como la disposición conveniente de un conjunto de elementos (personas, grupos, entidades, órganos…) esencialmente dinámico y vinculados a unos objetivos que le dan sentido y constituyen su principio ordenador.
La organización está íntimamente relacionada a la Misión y Visión de la Institución. La organización supone: diversos factores o elementos – unidad o totalidad – objetivos comunes – un carácter práctico, instrumental.
Para la organización de nuestras instituciones educativas con responsabilidad social, tenemos que tener en cuenta lo que plantea Freeman (2004), stakeholders son aquellos grupos que pueden afectar o ser afectados por el logro de los propósitos de la organización.
Desde una perspectiva general, el espectro de stakeholders es amplio, y en el caso de las instituciones educativas se podrían distinguir los siguientes: padres, docentes, alumnos, directivos, promotores, personal de servicios, sindicatos, abuelos, amigos, entorno ocio, proveedores, vecinos, benefactores, comercios, industrias, agentes y fuerzas de seguridad, medios de comunicación, asociación de antiguos alumnos, asociación de padres, asociaciones juveniles, ONGs, clubes deportivos, servicios de asesoramiento, médicos, otros centros educativos, inspectores, gobernantes, servicios comunitarios, comunidades religiosas, universidades, academias, futuros empleadores…
Según sea su influencia directa o indirecta sobre la organización, Freeman se refiere a los stakeholders ‘primarios’ y a los ‘instrumentales’. Los primarios son vitales para el crecimiento continuo y ordenado de la organización, mientras los stakeholders instrumentales están en el entorno amplio de la institución y son aquellos que pueden influenciar sobre los primarios (Freeman, 2004).
Desde el particular caso de un centro educativo, se pueden considerar como stakeholders primarios a los padres, los docentes, los alumnos, los directivos, al personal de servicio y a los financiadores del centro, ya que sin su incesante participación, la institución educativa no podría continuar su actividad
Asimismo, Guerras y Navas (2007) hablan de stakeholders “internos” y “externos” en función de su posición respecto de la propia institución. Esta clasificación distribuye a los stakeholders de forma diferente. Los internos son los docentes, los directivos y el personal de servicio, las familias, alumnos y financiadores del centro formarían parte de los stakeholders internos.
La relación familia-escuela implica que los padres, sin dejar de ser los primeros educadores de sus hijos, delegan en la escuela ciertas funciones educativas. Así,
“los padres de familia, como titulares de la educación, pueden conceder o revocar la delegación; pero no pueden inmiscuirse en el ejercicio de las funciones propias del delegado”.
4. La comunicación institucional, abierta y responsable
Siguiendo con la base teórica de Carlos Llano (2010), definimos la Comunicación Institucional Educativa como la disposición voluntaria de la institución educativa que, como espacio natural de comunicación, favorece la transmisión y la participación de sus stakeholders para establecer y compartir un valor en común.
Cuando los comportamientos de los stakeholders primarios entran en sintonía con el proyecto educativo del centro y asume su responsabilidad social educativa, la institución entra en un círculo virtuoso que se despliega hacia todos los stakeholders. Por el contrario, cuando los comportamientos habituales de los stakeholders primarios no son socialmente responsables, se entra en un círculo vicioso que arrastra y afecta a todos (Herrscher, 2007).
El proyecto de la institución se hace vida mediante el desarrollo de los proyectos de las personas que forman esta unidad.
La comunicación institucional socialmente responsable es abierta, y basada en la confianza conduce a un “crecimiento Institucional hacia fuera de sí en sí”. Esto es el “desplegarse hacia” propio de la responsabilidad social, con lo que la institución se hace grande haciendo grandes a los stakehorlders internos y externos como don recíproco. Enriquecimiento mutuo que permite vivir con los demás y para los demás.
En el informe Delors, (1996) considera para un futuro, los pilares de la educación se constituyen en la persona que sabe, sabe ser, sabe estar y sabe actuar. Esto converge en el proceso formativo que lleva a una persona con responsabilidad social y ciudadana:
- Nivel mínimo: conoce proyectos de su localidad, asociación de vecinos, no se excluye a nadie. Hay poca o ninguna implicancia en el Proyecto. (saber)
- Nivel social: comienza con el grupo de amigos. Interacciona con otros, entabla debates. No se implica en el desarrollo de los proyectos, sin embargo son tolerantes, respetuosos, escuchan., etc.(saber estar)
- Nivel civil: se da el compromiso y la responsabilidad social, participación en el proyecto, asume responsabilidades y tiene iniciativas, se caracteriza su actuar por valores de compromiso, responsabilidad, solidaridad. (saber actuar)
5. Modelo curricular
Es necesario profundizar en cómo incorporar la dimensión ético-cívica en los currículos y preparar a los docentes para que puedan afrontar estas cuestiones transversales con solidez, reflexión y realismo.
La incorporación de cuestiones éticas y la modificación o creación de condiciones que hagan posible que el escenario de aprendizaje también lo sea, requerirá, sin duda, el establecimiento de algunas pautas o marco normativo.
Avanzar hacia un modelo curricular que comparta la conveniencia de incorporar en sus programas de formación contenidos de aprendizaje relacionados con valores y actitudes, requiere que en los programas de las carreras, en las materias que conforman el programa de estudio, se establezcan objetivos referentes a lo ético en sus diferentes etapas. Esta educación exige una renovación didáctica. Si su finalidad es socializar a la persona, que adquiera una dimensión ética de la vida y responsabilidad social, el aprendizaje en el aula debe formar en valores que hagan posible una sana convivencia, promover la tolerancia y comprensión entre los distintos grupos, motivar la participación activa y dar lugar para ella. Debe existir una coherencia entre los aprendizajes que realizan los estudiantes fuera de la escuela y la creación de comunidades en la escuela. En consecuencia, la educación ética y cívica no debe queda recluida exclusivamente en los límites de la escuela.
Es evidente que la Educación en la responsabilidad social no es tarea de una asignatura, es tarea de toda la escuela y aún más de toda la comunidad social. Es una tarea comunitaria, que está vinculada con la apertura de la escuela a su entorno y con la implicación de la comunidad en ellos.
Educar la responsabilidad social es tarea de todos. Hay que responsabilizar a la sociedad de la educación y construir un espacio público educativo por medio de redes (culturales, familiares, sociales) que propicien nuevos compromisos en torno a la educación conjunta como ciudadanos.
El aprendizaje de valores y actitudes exige vivirlo de manera experimental en la trama organizativa de la escuela, por lo que hay formas de organización y gestión que institucionalizan mejor la formación de la responsabilidad social.
El Proyecto Curricular, los Planes y Programas, que se desarrollen respondiendo a necesidades sociales, adaptarse a los cambios locales, nacionales, regionales y globales. Velar por una formación integral adecuada en lo que hace referencia a las habilidades, actitudes, capacidades, valores, conocimientos. Una propuesta de aprendizaje colaborativa y autorregulada, donde el alumno toma conciencia de su propio aprendizaje y sabe trabajar solo y con otros., que aprendan a comunicarse, producir el aprendizaje, dialogar. Estos temas de formación en la responsabilidad social son transversales en todo el planteo curricular. También en la Universidades, capacitar a los alumnos para que puedan transferir conocimiento para satisfacer necesidades de la sociedad, buscar solución a problemas mundiales y locales, sus investigaciones tiendan hacia esta problemática. Esto podrá llevarse en la vida universitaria a través de experiencias de Aprendizaje en Servicio que podrían llevarse a cabo en forma conjunta y colaborativa por alumnos de distintas Unidades Académicas de una misma Universidad o en red con otras Universidades.
El grado de implicancia que la Institución asume con los problemas medioambientales de hoy, tema urgente, ya expresado en su Encíclica Laudato sí el Papa Francisco expresa,
“Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo. Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos.”
210. “La educación ambiental ha ido ampliando sus objetivos. Si al comienzo estaba muy centrada en la información científica y en la concientización y prevención de riesgos ambientales, ahora tiende a incluir una crítica de los ‘mitos’ de la modernidad basados en la razón instrumental (individualismo, progreso indefinido, competencia, consumismo, mercado sin reglas) y también a recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios. La educación ambiental debería disponernos a dar ese salto hacia el Misterio, desde donde una ética ecológica adquiere su sentido más hondo. Por otra parte, hay educadores capaces de replantear los itinerarios pedagógicos de una ética ecológica, de manera que ayuden efectivamente a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión”
215. “La educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza. De otro modo, seguirá avanzando el paradigma consumista que se transmite por los medios de comunicación y a través de los eficaces engranajes del mercado.”
Todo esto implica un cambio en la metodología de enseñar y aprender, una metodología que promueva el trabajo solidario y colaborativo, como medio de socialización y optimizar su formación académica, el aprendizaje basado en proyectos, metodología basada en la interdisciplinariedad, una metodología basada en problemas, donde parte de interrogantes que se ofrecen en la realidad, para que a través del estudio y la investigación podamos juntos dar respuesta a los mismo. Fomentar el trabajo en equipo, el diagnóstico, la búsqueda de información, la planificación, la organización de datos para llegar a una conclusión.
El interés y esfuerzo por el bien común, ocuparse de las necesidades de los demás y ser promotores de la justicia social.
Así, se plantean cuestiones tales como las siguientes: superpoblación, baja natalidad y desigualdades; el incremento del efecto invernadero; la destrucción de la capa de ozono; la humanización del paisaje; la preservación de la biodiversidad; la erosión, la desertización y la destrucción de la selva.
A escala local: el sistema productivo, el agua, los residuos domésticos, el suministro energético y el sistema de transportes.
Que las universidades se comprometan, otorgando créditos académicos, para actividades de promoción social o proyectos sociales que pueden plantearse de varias formas: el Aprendizaje Servicio, una metodología de enseñanza que promueve el trabajo solidario de los estudiantes como medio para optimizar su formación académica e integral (Tapia, 2001), o el Aprendizaje Basado en Proyectos Sociales (ABP), una metodología basada en la interdisciplinariedad, que requiere un manejo básico del diseño de proyectos, así como una clara definición de roles en el equipo. Se fomenta en los estudiantes el desarrollo de habilidades como la coordinación, el trabajo en equipo, la búsqueda de información, la planificación y la organización. Resulta así un trabajo en el aula autorregulado, colaborativo y cooperativo.
Conclusiones
Desde esta visión, la responsabilidad social permitiría que los jóvenes comprendan que sus vidas están íntimamente conectadas con el bienestar de otros, del mundo social y político de su entorno, lo que implica que puedan participar creando un sentido más justo, pacífico y ecológico del mundo, para el bien común, para la casa común donde todos habitamos.
Para esto necesitamos una toma de conciencia en cuanto la Gestión y organización de nuestras instituciones educativas, que atiendan a sus públicos internos y externos.
Una formación permanente de los educadores, sobre esta conciencia de responsabilidad
Asumir la responsabilidad social como una competencia formativa de la persona en todos los Niveles de enseñanza
Los temas de responsabilidad social son transversales en todos los Programas y Planes de Estudio
Reconocer la importancia de la apertura de la Institución educativa al entorno y el entorno a ella para compartir un valor común.
Bibliografía
Delors, J. (1996) La educación encierra un tesoro Ediciones Unesco – Santillana. Madrid
Freeman (2004) EthicalLeaderchip and CreatingValueforStakeholders. En R.A, Peterson y OcFarrell, Business Ethics.Me.Sharpe. London Pág. 82-97
Guerras Martin, Luís – Navas López, José (2007) Dirección estratégica de la empresa. Teoría y aplicaciones. Editorial Civitas. Madrid
Herrscher, Enrique (2007) Pensamiento sistémico. Ediciones Granica. Bs. As
Jaim Etcheverry, G. (1999) La tragedia educativa. Fondo de Cultura Económica. Bs.As.
Llano, Carlos (2010) Ser del hombre y ser de la organizaciónEdic. Ruiz. México
Morin, E. (1999) Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Rev. De la Unesco. París
Naval, Concepción – Martino, Silvia (2013) La formación ética y cívica en la Universidad. Revista Española de Pedagogía N° 43, pág. 161 -186
Papa Francisco (2015) Encíclica Laudato si – Sobre el cuidado de la casa común. Ediciones Palabra. Madrid
Pujadas, Carlos. 2012. Responsabilidad Social Educativa. [En línea] 23 de Enero de 2012.[Citado el: 10 de abril de 2013.] http://goo.gl/MiFClx.
Tapia, Nieves (2001) La solidaridad como pedagogía- El aprendizaje-servicio en la escuela.Editorial Ciudad Nueva. Buenos Aires
- Universidad Austral, Escuela de Educación.↵
¡Enhorabuena por tu trabajo, Ana Mª! Un auténtico despertador de conciencia social. ¡GRACIAS!