En los confines de la tercerización, hay que trabajar a pesar de todo: el caso de las trabajadoras de limpieza

Saphia Doumenc[1]

La limpieza es uno de los sectores de actividad más desgastantes. Se registra, en particular, una sobrerrepresentación de trastornos musculoesqueléticos (TME),[2] así como un índice de frecuencia de accidentes de trabajo muy superior a la media nacional (37,5 frente a 25,7). Asimismo, es un sector que se caracteriza por tener una tasa de ausentismo particularmente alta en relación con su penosidad.

Además de la dureza de la actividad, las trabajadoras[3] sigue estando relativamente invisibles para la sociedad. Estas trabajadoras sufren una verdadera “violencia económica” (Maruani y Puech, 2006): el 75% de los contratos del sector, compuesto principalmente por mujeres (66%),[4] son de tiempo parcial[5] y, por lo general, se aceptan a falta de algo mejor. Situadas en los confines de la tercerización, trabajan en horarios desfasados en relación a los ritmos colectivamente compartidos por lxs demás trabajadorxs. Esta invisibilidad alimenta una descalificación social y una relegación espacial. Al mismo tiempo, la obligación de trabajar los fines de semana, presente en la mayoría de los contratos, altera el equilibrio de la vida familiar. Trabajar en la limpieza, fuerza a las mujeres a aprender a hacer malabares entre los diferentes tiempos sociales. Cuando están en una relación, las mujeres pueden contar a veces con el salario de su pareja, e incluso con su disponibilidad para ocuparse de la administración del hogar. Sin embargo, como las tareas domésticas siguen estando repartidas de manera desigual, muchas trabajadoras realizan en la práctica una doble jornada de trabajo.[6] Por lo tanto, ante una ruptura conyugal, las mujeres se ven más afectadas en el plano material: “la pérdida de nivel de vida directamente imputable a la ruptura es del orden del 20% en las mujeres y del 3% en los hombres”.[7] La precariedad profesional se manifiesta en precariedad matrimonial o sentimental.

Trabajar en el sector de limpieza expone a numerosos perjuicios: a los dolores físicos, psíquicos y la relegación social se suma la vulnerabilidad económica. Tampoco se puede olvidar que ser parte de esta mano de obra requiere de verdaderos sacrificios personales, sobre todo en términos de disponibilidad (horarios escalonados) y de movilidad (lugares de trabajo alejados). Por ende, no es de sorprender que esta profesión esté atravesada por un malestar social, que se traduce en un alto índice de accidentes laborales, ausentismo y depresión. Sin embargo, estos indicadores no alcanzan para describir la realidad del sector. En efecto, en sí mismos, solo permiten observar una pequeña parte de esta mano de obra. Ahora bien, ¿qué sucede con aquella que, a pesar de todo, sigue trabajando?

Si bien el indicador del índice de accidentes laborales es útil para conocer los riesgos en el trabajo, no permite describir el conjunto de condiciones laborales. Por un lado, no todos los accidentes se declaran. Por el otro, parece ser de poca ayuda para pensar la penosidad de trabajo porque no toma en cuenta a aquellas mujeres que, a pesar de los accidentes, las licencias o la depresión, siguen trabajando como pueden. En una nota publicada en 2012, la Agencia Nacional para la Mejora de las Condiciones de Trabajo de Francia (ANACT) invita a observar las condiciones de vida extralaborales para poder determinar y conocer mejor los indicadores de salud: “el análisis de los indicadores de salud (ausentismo, estrés, etc.) debe tener en cuenta la estructura familiar (composición familiar, personas a cargo, principal ingreso, división de tareas, etc.) para reflejar la acumulación de presiones extralaborales”.[8]

Esta consideración es tanto más necesaria cuando se estudia una población feminizada, dado que está aún más agobiada por la carga extralaboral. Es por eso que, en las últimas décadas, varios trabajos insisten en la necesidad de integrar una dimensión de género en el estudio de las relaciones profesionales y, en particular, en el conocimiento de las condiciones laborales. Algunos datos son sumamente impactantes: en el período 2000-2010, por ejemplo, el índice de accidentes de trabajo disminuyó, pero de manera muy desigual entre los sexos: los accidentes de trabajo en los hombres cayeron un 21,3%, mientras que en las mujeres aumentaron más de un 23%.[9] Además de la dimensión de género, la distribución por sectores también resulta esclarecedora. Las mujeres forman parte principalmente del CTN I,[10] es decir, el comité que agrupa el trabajo temporal, las actividades relacionadas a la acción social, la salud y la limpieza. Por todas estas razones, una investigación sobre las trabajadoras de la limpieza exige adoptar un análisis interseccional.

Con esta perspectiva, este artículo se propone examinar la manera en que las trabajadoras de limpieza están atrapadas en diferentes relaciones de dominación en lo que respecta a las relaciones sociales de clase, raza y género (Crenshaw, 2005). Un enfoque de este tipo obliga a contextualizar, situar e identificar no solo las situaciones de dominación, sino también las situaciones de elusión, adaptación o resistencia que pone en marcha esta población. Porque estas mujeres, además de ser trabajadoras, son esposas, madres, hijas, hermanas, miembros de una comunidad religiosa y/o cultural, etc. Como no pueden darse el lujo de renunciar (Barnier, 2011), se ven obligadas a gestionar lo mejor posible condiciones de trabajo patógenas sin dejar de involucrarse (o no) en los diferentes tiempos sociales que están a su cargo. En efecto, cuando se estudia un sector feminizado, es importante prestar especial atención al modo en que estas mujeres trabajadoras se organizan para administrar los diversos tiempos institucionales: trabajo, familia, centros de crianza, etc. Para estudiar las interrelaciones entre trabajo y vida extralaboral, la sociología ha trabajado, desde la década de 1980 particularmente, para dar lugar a la idea de una articulación de las esferas de producción y reproducción (Barrère-Maurisson, 1984).

Algunos indicadores institucionales dan cuenta de los accidentes laborales y las enfermedades profesionales y conceden a la víctima derechos y cierta forma de “justicia”. Pero, ¿qué sucede cuando estos accidentes o enfermedades no son reconocidos (o son silenciados)? En estas situaciones, ¿cómo es posible relevar la mayoría de los casos en los que las trabajadoras siguen trabajando a pesar de la penosidad y las limitaciones de este sector?

Este artículo se basa en el trabajo de campo que llevé a cabo para mi tesis doctoral[11] sobre la génesis del compromiso político y sindical de una población sometida a diferentes formas de dominación. Esta investigación se realizó entre trabajadoras mujeres (y hombres, en menor número) de limpieza que, durante sus trayectorias profesionales, tuvieron la oportunidad de participar en un sindicato. Para ello, se privilegió un enfoque etnográfico y se llevó a cabo un trabajo de campo en dos ciudades: Marsella y Lyon. Al principio, me contrataron como “encargada de desarrollo” por seis meses en un sindicato lionés especializado en la defensa de trabajadoras del sector de la limpieza (CNT-Solidarité Ouvrière). Esta inmersión me permitió realizar una observación participante y obtener abundante información sobre la configuración sindical y salarial. En Marsella, entre marzo de 2017 y julio de 2018, realicé nueve estadías de campo intensivas. El método se basa en diversos materiales de investigación: la observación multisituada de las trabajadoras en diferentes situaciones (paros, juicios laborales, manifestaciones, negociaciones con los empleadores, etc.), así como entrevistas repetidas en el tiempo.[12]

Se abordarán tres casos que resultan significantes en la medida en que se pregunta por las diversas modalidades de la experiencia del trabajo. De hecho, existe una pluralidad de instancias que les permiten a estas trabajadoras obtener el reconocimiento de la dureza de su labor y adquirir beneficios materiales (ya sea por recomendación médica o jurídica, a través de los tribunales laborales, o política, mediante huelgas combativas). Teniendo en cuenta la estructura de esta rama de actividad y de la forma del trabajo en sí mismo, la “vida extralaboral” se convierte en el espacio privilegiado para comprender, empatizar y compartir las dificultades causadas por este tipo de actividades profesionales. Las mujeres que trabajan a pesar de todo no son “sobrehumanas”: si “aguantan” es porque, por fuera (Thibault, 2013) o junto al (Weber, 1989) trabajo, movilizan recursos sociales que les permiten gestionar a situaciones delicadas con mayor o menor facilidad.

1. Trabajar para contener la(s) precariedad(es)

Trabajar en el sector de la limpieza en hoteles o para proveedores privados conlleva una gran cantidad de inconvenientes. Por definición, la tercerización ofrece una gran disponibilidad de mano de obra a un mandante. La empresa de limpieza que emplea a las trabajadoras las pone a disposición de su cliente. Al no formar parte de la comunidad de trabajo del lugar en el que desempeña sus tareas, el aislamiento de la trabajadora de limpieza es un elemento importante de su día a día en el trabajo. Este aislamiento se atenúa ligeramente en el caso de la hotelería –sobre todo en hoteles con un número significativo de habitaciones–,[13] aunque determinados establecimientos no disimulan su voluntad de “poner distancia” con el personal “que limpia”.

Como se mencionó anteriormente, desempeñarse en este trabajo instituye una verdadera invisibilidad ante la sociedad. Por un lado, estas trabajadoras desarrollan sus actividades muy temprano por la mañana o, por el contrario, muy tarde por la noche. Por otro lado, cuando trabajan –como en el caso de la hotelería– en horarios clásicos (es decir, de día), se les pide entrar por la puerta de servicio para que no se crucen con los clientes.[14]

Laila: una situación de emergencia

La historia de Laila muestra sin rodeos cómo esta invisibilidad puede ser vivida de una manera muy violenta en el plano de lo simbólico. En 2003, a los 20 años, abandonó su país de origen, Marruecos, para seguir los pasos de su hermano que se había ido a estudiar a Alemania, donde vivió por tres años. Allí, Laila encuentra un empleo como trabajadora de limpieza en un hotel de lujo y conoce a su futuro marido, también de origen marroquí, pero con nacionalidad francesa. Luego, acepta seguirlo a Francia, donde se casan. Para obtener la residencia, Laila debe justificar ante la Prefectura que ha permanecido más de tres años en territorio francés. Comienzan entonces tres años difíciles:

Me hacía sufrir porque no tenía papeles. Él decidía todo. Y yo no podía hacer nada, no podía salir. Me decía “no, vos no salís”, así durante mucho tiempo, durante varias semanas. Antes de casarme no me había dado cuenta, pero era alcohólico. Es muy grave. Me hizo sufrir. De verdad.

El marido de Laila es violento, tanto física como psicológicamente y la presiona por los papeles que todavía no tiene. La engaña y tiene hijos con otra mujer. Durante esos tres años de transición, Laila queda embarazada de su hija (en 2007) y luego de su hijo (en 2008). El contrato de alquiler está a nombre de su marido. Ella le pide el divorcio; él termina aceptando. Laila no tiene los medios para mudarse sola y prefiere convivir con él durante el (poco) tiempo que él pasa en la casa antes que ajustarse (aún más) el cinturón. En 2010, consigue un trabajo como trabajadora de limpieza en un hotel “económico” del centro de Marsella. Trabaja 88 horas por mes y nunca llega a los 800 euros. Durante la primera entrevista en su casa, en marzo de 2017, Laila sigue viviendo en lo de su “ex”. Y si bien sufre esta convivencia, no logra ahorrar tanto dinero como esperaba.

Luego, Laila refiere, sobre la situación de las trabajadoras de limpieza en el hotel:

Son más baratas [las empresas de limpieza] porque a las trabajadoras de limpieza no les pagan las horas extras, las comidas, nada. Pero, ¿quién se hace cargo de todo eso? Las trabajadoras de limpieza. Las víctimas son las trabajadoras de limpieza. Hasta en el hotel nos tratan como esclavas. Porque a veces. Por ejemplo, una vez, vi a una mujer que estaba con mucho trabajo y tenía sed, pero no podía tomar agua de la canilla. Entonces bajó a la recepción donde se sirve el desayuno, y le pidió a la directora “por favor, ¿puedo servirme un vaso de agua en la máquina de abajo?” y le dijo “¡no! No puedo abrir la máquina por un vaso de agua”. La mujer se puso a llorar… No está bien… Estamos mal, somos las que peor nos tratan. Somos las peor, menos… No nos dejan bajar [a la recepción]. No nos dejan tomar un café, no nos dejan tomar el desayuno, está prohibido.

P: ¿Y los demás, por ejemplo, pueden ir a la recepción y todo eso?

Sí. Nosotras. Yo no bajo, es la verdad. No puedo. Me llevo de casa lo que quiero tomar de casa. No quiero que alguien me mire raro. No puedo. Me hace mal. Después, cuando vuelvo a casa, pienso mucho en esto.

P: Y vos, ¿no podés hacer eso?

Sí, podemos. Pero la mirada de los demás. Te miran mal. Ya viste, si querés un vaso de agua, bajás, agarrás un vaso y ellos te hacen así [imita una mirada de arriba abajo]. Y al día siguiente te dicen “no, no bajes, no vengas al desayuno, no”. ¡Tiran todo! Tiran las medialunas, los panes con chocolate, ¡todo tiran! Pero ¿por qué no se los dan a las chicas? ¡Hay algunas, pobres, que no comen! Y tiran todo a la basura, las medialunas, los panes con chocolate… ¿¡cómo puede ser!? ¡No, pero en serio! Me parte el alma, de verdad, wallah! Pienso, pucha, ¿cómo puede ser? ¡Tirás todo a la basura, medialunas, panes con chocolate, yogures, quesos, de todo! ¡Dáselos a las chicas de limpieza! (Laila, entrevista del 14 de marzo de 2017).

Aunque Laila vive relativamente mal esta marginación, por no decir desprecio de clase –y, además, racializado–, parece encontrar en el sindicato una fuente de compensación. En julio de 2016, Laila y sus compañeras empezaron un paro respaldado por la CNT-SO (Confederación Nacional de Trabajadores – Solidaridad Obrera). Entonando consignas como “trabajadoras de limpieza en huelga” o “para fregar, fregar, hay que pagar” en la puerta del hotel, las trabajadoras se reapropiaron por un tiempo del espacio que se les suele negar. Se podría considerar el ejercicio de la huelga frente a la empresa que las contrata como una especie de “venganza” por el constante aislamiento que sufren. En la entrevista, Laila insiste en el hecho de que después de la huelga, siente que el personal del hotel y la ama de llaves les prestan más atención a las trabajadoras de limpieza. Pero, aunque esta lucha por el reconocimiento es importante, sobre todo para la moral, no merma la penosidad física del trabajo.

Aquellas que “aguantan” no lo hacen por elección sino por necesidad. Se controlan y se esfuerzan a pesar de las numerosas dificultades que tienen que enfrentar. Laila se “sacrifica” por sus hijos: así lo manifiesta repetidas veces en las diferentes entrevistas que le hice. Cuando le pregunto si se toma tiempo libre, me responde que en su vida no hay lugar para eso:

Los chicos, la casa, ¿cómo hacés? Preparar la comida… es muy difícil. Ya bastante con que salís tarde del trabajo… Porque no es fácil el trabajo de una trabajadora de limpieza. Es… Te duele todo. Hasta en tus descansos, en tu día de descanso, no tenés ganas de hacer nada. Pero tenés que ir a casa, limpiar, lavar la ropa, preparar la comida, los chicos, bañarlos, esto, lo otro, etc. No descansás. Nunca descansás. Ni siquiera en el día de descanso: no descansás. Mi ex me ayuda. No quiero mentir, me ayuda. Pero la mujer hace casi todo. Ella es la que hace. La vida es muy dura. La vida en Francia… (Laila, entrevista del 14 de marzo de 2017).

En este fragmento vemos que el mandato de la mujer de ser una “buena” madre y responsable del hogar constituye un peso extra en términos de tiempo y carga mental. Sin embargo, Laila afirma que puede contar con la ayuda –aunque mínima– de su ex marido. Pero las cosas cambian con el tiempo y el día a día se desestabiliza cuando uno de los recursos básicos para su equilibrio vuela en mil pedazos. Estas circunstancias ocurren en períodos de crisis, ya sea por desempleo, separación, etc. De este modo, cuando el ex marido de Laila le ordena que se vaya del departamento, toda su estrategia de supervivencia se resquebraja. De urgencia, se ve obligada a mudarse con sus dos hijos a lo de su pareja, a quien, sin embargo, acaba de conocer. Esta nueva relación, puesta a prueba de golpe por una experiencia desafortunada, no dura mucho tiempo y, luego de unas semanas, Laila se queda en la calle con sus hijos de diez y once años. Al principio, un amigo los recibe en su casa, pero les avisa de entrada que el ofrecimiento es solo temporal. Laila y sus hijos se refugian en la casa de este amigo durante tres meses y después consigue un lugar en un hogar: las mujeres solas con hijos suelen tener prioridad.[15] Este período caótico en la historia de Laila coincide con su falta de disponibilidad para realizar una tercera entrevista.[16] Limitada por la urgencia de su situación, Laila tampoco va al sindicato. A fin de cuentas, el sindicato parecer ser un recurso solo para personas que, como mínimo, tienen donde vivir. En los casos de falta de calificación extrema, el sindicato deja de ser el recurso más importante. Unos meses después, Laila sufre un accidente de trabajo: al enchufar la aspiradora (un modelo viejo), el tomacorriente se prende fuego. Este accidente no da lugar a una licencia. Sin embargo, Laila es trasladada al hospital, ya que los bomberos querían asegurarse de que no hubiera inhalado humo. Finalmente, aunque Laila queda en shock durante varios días, no se deja constancia de ninguna lesión física. Laila vuelve al sindicato para cerciorarse de que se hayan seguido bien las normas. Ahora bien, el uso que hace en ese momento del sindicato es totalmente individual y se asemeja a un servicio social como cualquier otro. Presionada por todos lados, Laila olvida la dimensión colectiva y reivindicativa del sindicato.

Efectivamente, el uso de la herramienta sindical como herramienta de lucha, o de lucha colectiva, exige que la persona esté “instalada” en una situación. El caso de Laila se revela heurístico en la medida en que comprueba que, a falta de estabilidad en la esfera privada, el compromiso por y con el trabajo no es (o deja de ser) una prioridad. Los motivos que permiten sindicalizarse van más allá de la mera esfera profesional. Pero, en ocasiones, el sindicato constituye un medio tanto para que se reconozca simbólicamente la dureza de un trabajo, como para ganar materialmente nuevos derechos.

2. Trabajar resistiendo: el recurso al sindicalismo

El Instituto Nacional de Investigación y Seguridad de Francia (INRS) para la prevención de accidentes y enfermedades profesionales[17] publicó en 2007 un documento científico y técnico titulado “Sous-traitance et accidents” [Tercerización y accidentes] en el cual se evalúa la situación actual de las consecuencias de esta práctica económica (Grusenmeyer, 2007). Mediante el establecimiento de una relación de trabajo triangular entre unx empleadorx, una empresa contratista y unx trabajadorx, la relación de tercerización siempre escatima un poco más en las condiciones laborales de lxs trabajadorxs. Por un lado, instaura una doble subordinación para lxs trabajadorxs que deben responder tanto a las órdenes de la empresa que lxs contrata como a las de su cliente. Por otro lado, como la voluntad de recortar gastos en determinadas prestaciones está en la base de este régimen, las empresas especializadas libran una verdadera competencia de precios que provoca forzosamente una intensificación del trabajo sin un aumento del salario (Algava y Amira, 2011).

En los hoteles, los servicios de limpieza se suelen tercerizar a empresas especializadas. En esta configuración, no es raro que se eluda, o incluso se viole, el código laboral. El pago a destajo está lejos de ser una excepción: la mayoría de los contratos de las trabajadoras de limpieza del sector hotelero son contratos de 5 horas por día, es decir, de 108 horas mensuales, con una remuneración promedio de 1.000 euros. Sin embargo, muchas de ellas trabajan más horas que las especificadas en el contrato. Por lo general, las empresas de limpieza no pagan horas extra porque consideran que una habitación debe higienizarse en 15-20 minutos. Sin tener en cuenta cuán sucias están las habitaciones, se pide a las trabajadoras que limpien una determinada cantidad por día. Por lo tanto, como no quieren pasar todo el día en el trabajo sin que les paguen las horas extra, las trabajadoras siempre se apresuran para no terminar (demasiado) tarde, sobre todo cuando tienen obligaciones familiares. Cuando un equipo de trabajadoras de limpieza con tales condiciones de trabajo decidir acudir a los abogados de la CNT-SO, el sindicato puede negociar “fácilmente” este tipo de casos.

Niora: “aguantar”, cuando no resistir

Para ilustrar de forma sucinta un caso de movilización, el recorrido de Niora resulta particularmente heurístico. Nacida en 1980 en Comoras, de un padre empleado de la prefectura y una madre ama de casa, Niora inmigró sola a Mayotte a los 21 años por razones económicas. Tras la muerte de su padre, pronto se ve obligada, como hermana mayor, a ayudar económicamente a sus seres queridos. En Mayotte, conoce a su ex marido, con quien tiene dos hijos y consigue su primer trabajo en cantinas escolares. Como su ex marido tiene nacionalidad francesa, la familia logra mudarse a Marsella sin demasiadas dificultades. En 2015, tan solo un año después de su llegada, el padre de familia conoce a otra mujer y los abandona. Niora no tiene más remedio que buscar un trabajo y, gracias al apoyo de su prima, pronto encuentra uno en la industria hotelera. Niora es empleada del hotel Easy House[18] desde comienzos de 2016. Unos meses después de que la contrataran, en septiembre de 2016, participa de su primer paro con el apoyo de sus compañeras y del sindicato CNT-SO. Durante una de las entrevistas, Niora reflexiona sobre las razones de aquel conflicto, que duró 15 días:

Era por la paga porque pagaban por habitación y no por hora. Entrábamos a las 9:30 y a veces salíamos a las 17:30 o 18 por 600 o 700 euros por mes.

P: ¿Y vos cuánto trabajás?, ¿todos los días?

Sí, sí, todos los días, con dos días de descanso por semana y si no todos los días. Y ahí pedimos y nos dijeron que no. Nos dijeron que no iban a pagarnos por hora. […] Además, las horas extra tampoco las pagan. No pagaban por hora, no pagaban las horas extra, no pagaban nada. […] Le pedimos al jefe que queríamos cobrar por hora, un viático para comida y el aguinaldo y nos dijo “no, yo no puedo darles eso”.

P: ¿Y ahí fue cuando decidieron hacer un paro?

Sí, sí. […] Una compañera nos habló de Anouck y del sindicato y fuimos a ver a Anouck. Parece que fue una amiga de ella la que le dijo. Fuimos a verla y nos encontramos con un montón de gente. Porque nosotras, antes, ya habíamos hecho un paro más chico.

P: Ah, ¿sí?

¡Sí, sí! ¡Entre nosotras, pero sin sindicato! […] Eso fue en julio. Hicimos un paro chico, de un solo día. Esa vez fui yo la que lideró y después el jefe me mandó una carta a mi casa diciendo que me iba a despedir por eso. […] Y entonces Anouck dijo: “si ustedes están listas, nosotras las vamos a ayudar a hacer el paro”. ¡Y nosotras aceptamos! Nos preguntó “¿Están seguras?” y nosotras “Sí, sí”. ¡Aceptamos! […] ¡Y no era cualquier cosa, porque de verdad hicimos el paro! ¡Pero sigue siendo todo una porquería con la otra empresa, ¿eh?! Sigue siendo un desastre. Estuvimos, cuánto… dos meses tranquilas, pero desde enero hasta ahora, es una porquería. Porque nosotras tenemos un contrato indefinido de 4 horas por día y en general, con esos contratos, el empleador está obligado pagarnos las horas que están en el contrato, aunque no haya trabajo, ¿no es cierto?

P: Sí…

¡Pero ellos no nos las pagan!

P: Ah, entonces cuando hacen menos de 4 horas, ¿les pagan menos?

Sí. Y acá tengo los mensajes que me mandó [la jefa del lugar]. Pero yo le respondí. Le dije “¡no está bien! ¡Porque mi contrato es de 4 horas por día más el viático de comida!”.

P: ¿Porque cuánto ganás en general?

Son 680 euros en mano más el viático de comida más los domingos que se pagan más, ¡pero ahora ya no!

P: Así que están haciendo lo mismo de nuevo…

[…] Mirá el mensaje que me mandó [la jefa de equipo de la empresa de limpieza] porque, la verdad, esto ya es demasiado. Yo le mando: “Quiero hablar de mi sueldo, esto está bien”. Y ella me responde y me dice: “El sueldo es proporcional a lo que trabajás. Febrero es un mes tranquilo y además llegaste tarde”. Sí, es verdad, una sola vez llegué 10 minutos tarde [sigue leyendo el mensaje de la jefa de equipo] “… y faltaste. No hay ningún error de nuestra parte. Si vos fueras más seria y respetuosa, te podríamos pagar por hora, pero no lo sos, así que CORTALA. Que tengas un buen día”. Y yo le respondí: “Mi contrato es de 4 horas por día más el viático de comida. No coincido con lo que me decís”. A lo que me respondió: “Ok, entiendo. Presentá la queja por correo y nos ocupamos”. Y después me mandó otro mensaje: “Acabo de fijarme, faltaste 3 días” [comenta] fue un día [retoma la lectura] “… llegaste tarde” [comenta de nuevo] una vez, 10 minutos [sigue leyendo el mensaje] “… y te pagamos el viático de comida. Te pagamos todo y más. Hiciste 65 y te vamos a pagar 74. No entiendo de qué te quejás. Soy yo la que debería quejarme de tu comportamiento en el trabajo.” [Me mira con cara de sorpresa] ¿Qué comportamiento? ¡No tengo idea! En el último mensaje me dice: “Si no les gusta, pueden renunciar, ¿ok? Y si me siguen acosando, las voy a denunciar. Somos honestos, Niora, no nos aprovechamos de nadie, ¡no como ustedes!”. Y yo le respondí: “No, no te estoy acosando, quiero entender, nada más. Gracias”. ¡Es Prop’Hôtel! ¿Vos viste…? Nuestro contrato es de 86 horas y ella me paga 74. Y para ellos, ¡ está todo perfecto! (Niora, entrevista del 22 de marzo de 2017).

Este fragmento de entrevista deja ver que la lucha por preservar las condiciones laborales y garantizar la aplicación del código de trabajo es constante cuando se es una trabajadora de la base de la pirámide (Nizzoli, 2015). Niora es agredida por su jefa de equipo y, aunque trabaje duramente, no llega a cobrar más de 900 euros por mes (incluyendo las diferentes los adicionales que consiguieron gracias al paro).[19] Las empresas de limpieza cambian constantemente en el hotel donde trabaja Niora. De hecho, los beneficios que se consiguen con los paros son tan significativos que se vuelven un trato poco común y no demasiado rentable para las empresas de limpieza que, por ende, nunca permanecen por mucho tiempo.[20] El problema es que cada vez que cambia el proveedor, las trabajadoras tienen que batallar de nuevo para proteger sus conquistas sociales.[21] Según las palabras de la abogada del sindicato que se está ocupando de este caso, lo que sucede en este hotel es un “movimiento social continuo”. El sindicato, el hotel y la empresa proveedora intercambian correos electrónicos con regularidad. En cuatro años, hubo tres paros en el hotel. Sin embargo, esta lucha agotadora dio sus frutos: en julio de 2019, un último conflicto social obligó al hotel a internalizar a todas las trabajadoras con la adopción de las cláusulas establecidas por el protocolo que puso fin al conflicto en el primer paro. Es la primera vez que sucede esto en el sector hotelero de Marsella.

En este caso, el sindicato resulta ser un recurso eficaz para imponer al empleador nuevas condiciones laborales. En este sentido, constituye una manera de revalorizar su identidad. Pero, al mismo tiempo, para involucrarse en la actividad sindical, hay que tener previamente una vida extralaboral estable.

3. Las que se van. ¿Hacia nuevos horizontes?

3.1. Niora: soltar cuando se experimenta la estabilidad

Cansado de los incontables movimientos de paro, el hotel en el que trabaja Niora termina internalizando a las trabajadoras de limpieza. Pero Niora no es una de estas trabajadoras “afortunadas”. En efecto, en 2017, cuando por fin logra conseguir un departamento con un alquiler accesible en uno de los barrios del norte de Marsella (cambia su dos ambientes por un cuatro ambientes, adonde se muda con sus dos hijos, su hermana y el hijo de su hermana),[22] se lastima en su lugar de trabajo. Este accidente se reconoce como accidente de trabajo. El diagnóstico es formal: Niora tiene un esguince en la muñeca derecha y por este motivo se le concede un mes de licencia. Al mes siguiente, Niora vuelve al trabajo a pesar de que todavía está dolorida. Asume sus responsabilidades por una buena razón: su sueldo es el único que mantiene el hogar. No puede darse el lujo de renunciar ahora. Dos meses después, el dolor se hace insostenible. Con la muñeca hinchada, Niora va a la guardia. La radiografía muestra una fractura múltiple en los huesos de la muñeca, la operación es inevitable. El médico le ordena hacer reposo por ocho meses, pero esta vez no lo consideran un accidente de trabajo.

Este segundo accidente llega en un momento en que Niora empezaba a “levantar cabeza”. De hecho, unos días después de volver al trabajo, se enamora de un joven de origen comorense. En realidad, es un vecino que con el que se empezó a ver desde cuando se mudó al nuevo departamento. Luego, las cosas se aceleran. Su nuevo compañero se compromete rápidamente con Niora y la ayuda a nivel económico; él tiene un trabajo en un restaurante y, en palabras de Niora, “gana buen dinero”. Aquí se hace patente la hipótesis de T. Ben Jelloun (1977: 69-70): “en un nivel simbólico, podemos interpretar el accidente de trabajo como el comienzo de una especie de “rebelión pasiva” que atraviesa el propio cuerpo: una mutilación simbólica”. La estabilidad económica que le da su nuevo compañero la tranquiliza y le permite “soltar”.

El recorrido de Niora no es un caso aislado, sino que es bastante representativo de la realidad de este sector de actividad. Las enfermedades profesionales –sobre todo las causadas por las tareas repetitivas y físicamente duras, así como por el uso de productos que a veces son tóxicos– aumentan mucho más en el sector hotelero (+3%) que en los demás sectores (+1%).[23] Incluso las trabajadoras más motivadas mencionan que están cansadas. En definitiva, el trabajo de limpieza es una ardua labor en la que es difícil hacer carrera. Pocas son las que aguantan durante mucho tiempo.

3.2. Saliha: ¿una oportunidad para volverse profesionales?

El sector de la limpieza se caracteriza por tener una muy baja movilidad ascendente. Es más, según R. Sainsaulieu, hay indicios de que quienes lo intentan suelen meterse en problemas: “Sus recursos externos –escolares, económicos y familiares–, se ven rápidamente afectados por esta aventura interna del trabajo y se percibe la gran fragilidad de esta posición del desarrollo” (1977: 183). Sin embargo, aunque los recursos externos pueden sufrir un impacto negativo se “fracasa”, también pueden prestar apoyo.

Saliha[24] era trabajadora de limpieza en un hotel 3 estrellas de Lyon desde 2010. Su marido le consiguió el trabajo a través de la esposa de uno de sus ex colegas, también trabajadora de limpieza. Empezó su carrera a los 32 años después de que su tercer hijo alcanzara la edad escolar.

Saliha es una “trabajadora” y una “luchadora”; en el trabajo no escatima esfuerzos. Por eso, no fue ninguna sorpresa que se la considerara a la hora de elegir a una trabajadora de limpieza para cubrir la suplencia del puesto de gobernanta de los fines de semana. Esta nueva función le permitió aumentar la cantidad de horas de trabajo (9 horas más por mes). En pocas palabras, la gobernanta realiza “controles”, es decir, comprueba que el trabajo se haya hecho bien –se asegura de que no queden pelos ni polvo y que no falten café ni toallas– y administra los horarios de las demás trabajadoras. Tiene un máximo de tres minutos para controlar cada habitación, los cuales son suficientes si la habitación está limpia, pero a menudo es necesario corregir el trabajo de algunas colegas. En esos casos, los tres minutos se superan ampliamente. Al igual que a Laila y Niora en Marsella, a Saliha le pagan a destajo. Si termina más tarde, su sueldo no se modifica. Nunca cobra más de 900 euros por mes. Además, con su nuevo puesto, no cambió de categoría: sigue estando en el escalón más bajo de la grilla salarial del sector de limpieza (AS1) y tiene que trabajar los sábados y domingos.

Pero Saliha resiste, a ella le gusta su trabajo: “a mí me gusta que todo esté limpio. Cuando vuelvo del trabajo, limpio en casa. No me gusta ver polvo. No paro nunca”. Y agrega: “si alguien se queda en el hotel es porque es valiente, porque está motivado”.[25] De esta nueva función “honorífica” de “gobernanta de fin de semana”, Saliha obtiene una especie de reconocimiento y “privilegio”: se permite, por ejemplo, bajar a tomar un café a la recepción.

Yo tomo el café. Haya clientes o no, no me importa. Me visto como corresponde. ¿Cuál es el problema? Hace mucho que estoy ahí, tomo mi café, no me dicen nada. Pero las chicas, por ejemplo, nunca lo hacen. Pero yo no soy un perro. Si el hotel está limpio es gracias a nosotras. Es mi trabajo, listo, asunto cerrado. (Saliha, entrevista del 6 de junio de 2017)

Saliha da muestras de verdadera conciencia profesional, e incluso de abnegación. Lamenta el ausentismo de algunas de sus colegas y se diferencia de ellas: “yo si estoy enferma, no puedo dejarlas, hay que ir a trabajar”. Además, Saliha tiene más de una hora de viaje hasta su lugar de trabajo, cerca de la estación de Perrache, ya que vive en una vivienda de alquiler accesible en Vaulx-en-Velin.[26] Es muy amiga de su vecina, Inès, una madre soltera con tres hijos. Las dos se ayudan entre sí y hacen muchas cosas juntas. Su amistad se basa principalmente en una fuerte homogamia social.

Sin embargo, una serie de elementos llevan a Saliha a una depresión que se podría calificarse como de burn out profesional. Después de nuestra primera entrevista, en marzo de 2017, Saliha logra conseguirle un trabajo a su amiga Inès en el hotel. Pero a Inés no le resulta conveniente este trabajo, ya que le parece excesivamente desgastante y muy mal pago. Inmediatamente después de recibir su primer recibo de sueldo, Inès renuncia: “No voy a perder mi salud por 700 euros por mes. Prefiero quedarme en casa tranquila. Con la CAF, cobro lo mismo”.[27] El hecho de que Inès se negara a realizar el trabajo funciona como una especie de repudio para Saliha. Cuando Inés rechaza su profesión, contribuye a deslegitimar lo que Saliha “se cuenta” para aguantar, en particular el acto de nobleza que para ella significa que no la mantengan, a pesar del trabajo que realiza.

Es probable que esta primera experiencia haya debilitado algo que Saliha daba por sentado en su vida. Sin embargo, la visión que Saliha tiene de su trabajo se desestabiliza aún más cuando conoce a una segunda persona. En la primavera de 2017, una sindicalista de la CNT-SO visita el hotel donde trabajan Saliha y sus colegas, con la intención de formar un equipo de sindicalistas. En ese momento, conoce a Nadja, una trabajadora de limpieza que ya estaba formada en cuestiones sindicales. De hecho, Nadja es una joven de treinta años, licenciada en Letras en Argelia, que, antes de abandonar su país rumbo a Francia, era docente de lengua y miembro del sindicato nacional de educación. Al poseer un bagaje educativo y haber tenido una experiencia profesional gratificante, Nadya sabe que no va a realizar este trabajo toda su vida. Por eso, se involucra en el sindicato y ve su compromiso gremial como una oportunidad para salir de su condición de trabajadora de limpieza. Saliha y Nadya se hacen amigas. Saliha se embarca un tiempo en el sindicato, donde cifra su esperanza de un cambio. Empieza a pensar que ella también tiene derecho a soñar con un futuro distinto al de seguir siendo trabajadora de limpieza por el resto de su vida.

Esta doble comparación, primero con Inès, que pone en contradicción su dedicación tenaz, y luego con Nadya, que se permite proyectarse, abre el espacio de lo posible y lo pensable. Sin embargo, este espacio de lo pensable no es tan abierto como parece. Saliha no tiene un título y su marido no está recibiendo ingresos, ya que tuvo que someterse a una importante cirugía de espalda tras un accidente de trabajo, no reconocido como tal por la agencia de trabajo temporal que lo empleaba. Su familia depende de ella, “elige lo necesario” y debe seguir trabajando (Bourdieu, 1979: 443). Después de Inès, le toca a Nadja dejar el puesto de trabajadora de limpieza. Saliha resiste unos meses más, pero no mucho más. Un psiquiatra le da una licencia. Saliha “tom[ó] demasiadas pastillas para dormir porque, si no, no paraba de llorar”.

Mi hija llamó a los bomberos porque yo no podía despertarme. Me desperté en el hospital [psiquiátrico]. Dije “no me quiero suicidar. No estoy bien, es verdad, pero no quiero quedarme con ustedes”. Querían que me quedara en el hospital un mes. Yo dije “no, no estoy enferma, no tomé las pastillas para suicidarme”. Amo a mis hijos, solo quería dormir un poco para olvidar”. (Saliha, entrevista del 11 de junio de 2018)

En octubre de 2019, Saliha seguía con licencia. Estaba menos flaca que cuando trabajaba todos los días en el hotel. De modo general, parecía estar en mejor forma. Este breve relato de la experiencia de Saliha invita, una vez más, a descentrar la mirada y llevarla más allá de la vida profesional. Si bien es cierto que existen una serie de encuentros que llevan a Saliha a poner en tela de juicio su dedicación al trabajo, es solo cuando su marido puede (por fin) volver a trabajar que Saliha “se quiebra” y logra finalmente tomarse tiempo para pensar en ella.

Conclusión

El trabajo de trabajadora de limpieza exige poca cualificación. Sin embargo, es un trabajo que se basa en el “dominio de ‘habilidades temporales’, basadas en la disponibilidad, e incluso en la esclavización”. No obstante, “esta disponibilidad temporal […] no se reconoce materialmente –en lo que respecta a salarios, carreras y cualificación– ni simbólicamente” (Bouffartigue y Bouteiller, 2012: 44), a pesar de que se admite que el reconocimiento constituye un punto importante en la construcción de su identidad en el trabajo (Sainsalieu, 1977). El sector de la limpieza agrupa diferentes imposiciones: la feminización y la externalización lo convierten en un sector particularmente opresivo para las trabajadoras. En una investigación de un sector constituido de manera similar, Gabrielle Schütz (2018) demostró cómo la pluralidad de restricciones afecta a las trabajadoras y contribuye a su desvalorización profesional.

Los recorridos de Laila, Niora y Saliha arrojan luz sobre las dificultades a las que se enfrentan estas trabajadoras que, como sus familias dependen de ellas, no tienen más opción que seguir trabajando. Estos rodeos biográficos ponen de manifiesto el grado de imbricación de los diferentes tiempos sociales. El lugar acordado al tiempo libre tiene un significado diferente según la situación laboral. P. Bouffartigue y J. Boutellier (2012) han demostrado con claridad cómo en función de las condiciones laborales y del contenido de la actividad, los individuos dedican su tiempo fuera del trabajo de diferentes maneras. Cuando el trabajo es duro y penoso, parasita el tiempo libre, ya que por lo general es necesario “recuperarse” del cansancio físico.

Sin embargo, los individuos cuentan con una serie de recursos para hacer frente y salir adelante a pesar de todo (Faure y Thin, 2019). En algunos casos, apelar al sindicato puede presentarse como un recurso para (re)negociar su lugar en el trabajo y, de manera más amplia, en la sociedad. Al ocupar las entradas de los hoteles en las huelgas, las trabajadoras de limpieza se vuelven –al menos por un momento– visibles ante los ojos de lxs transeúntes que el resto del tiempo las ignoran. De este modo, la lucha ofrece un reconocimiento no solo simbólico, sino también y, sobre todo, material. No obstante, el compromiso sindical tiene un precio y no todas pueden pagarlo. En algunos casos, las obligaciones externas consumen demasiado tiempo y desbordan la mera esfera privada.

En realidad, existe una interdependencia entre los diferentes tiempos sociales de los individuos. Se podría hablar de una interseccionalidad de recursos o, al menos, de una convergencia de recursos. Así, mientras que algunas veces estos recursos actúan conjuntamente para generar adhesión sindical, otras veces pueden imponerle a la trabajadora otras obligaciones. Estos recursos sociales, como la familia, los amigos, la religión, el sindicato, las relaciones de vecindad, etc., dotan al individuo de un determinado número de vínculos sociales. Sin embargo, no todos los vínculos sociales funcionan como emancipatorios. Algunos, más frágiles, pueden encerrar al individuo en situaciones difíciles (Paugam, 2008). En esos casos, los accidentes –laborales o extralaborales– pueden ofrecer una pausa en el trabajo. Ya se trate de Laila, Niora, Saliha o sus colegas, la mayoría de ellas tuvieron o tendrán un accidente en su carrera. Sus cuerpos, tomados como rehenes, no tienen más remedio que soltar. Es entonces cuando pueden respirar, descansar y ocuparse de ellas. En cierto modo, este es un efecto perverso de este trabajo: en el sector de la limpieza, dejar de trabajar y descansar no solo tiene un costo, sino que el costo es elevado.

Bibliografía

Algava, E. y Amira, S. (2011). “Sous-traitance: des conditions de travail plus difficiles chez les preneurs d’ordre”. DARES Analyses, (011).

Barnier, F. (2011). “Emploi précaire, travail indigne: condition salariale moderne dans le nettoyage”. Intérrogations ?, (12).

Barrère-Maurisson, Marie-Agnès (1984). Le sexe du travail: strcutures familiales et système productif. Grenoble: Presses Universitaires de Grenoble.

Ben Jelloun, T. (1977). La plus haute des solitudes. Misère affective et sexuelle d’émigrés nord-africains. París: Seuil.

Bouffartigue, P. y Bouteiller, J. (2012). Temps de travail et temps de vie. Les nouveaux visages de la disponibilité temporelle. París: Presses Universitaires de France.

Bourdieu, P. (1979). La Distinction, critique sociale du jugement. París: Minuit.

Crenshaw, K. (2005). “Cartographie des marges: intersectionnalité, politique de l’identité et violences contre les femmes de couleur”. Cahiers du genre, (39), pp. 51-82.

Faure, S. y Thin, D. (dirs.) (2019). S’en sortir malgré tout. Parcours en classes Populaires. París: La Dispute.

Grusenmeyer, C. (2007). Sous-traitance et accidents. INRS, NS 266.

Maruani, M. y Puech, I. (2006). “Les dégâts de la violence économique. Travail, genre et societé, (16), pp. 17-18.

Nizzoli, C. (2015). C’est du propre ! Syndicalisme et travailleurs du “bas de l’échelle” (Marseille et Bologne). París: Presses Universitaires de France.

Paugam, S. (2008). Le lien social. París: Presses Universitaires de France.

Sainsaulieu, R. (1977). L’identité au travail. París: Presses de la Fondation Nationale des Sciences Politiques.

Schutz, G. (2018). Jeunes, jolies et sous-traitées: les hôtesses d’accueil. París: La Dispute.

Thibault, M. (2013). Ouvriers malgré tout. Enquête sur les ateliers de maintenance de la RATP. París: Raisons d’agir.

Weber, F. (1989). Le Travail à-côté. Étude d’ethnographie ouvrière. París: INRA.


  1. Universidad de Lyon 2, Triangle/LEST.
  2. En términos generales, la encuesta SUMER (Seguimiento médico de la exposición de los trabajadores a riesgos profesionales) de 2010 indica que las mujeres tienen más probabilidades de estar expuestas a los TME.
  3. Cabe precisar que optamos por feminizar la mayor parte de la muestra encuestada por dos razones: por un lado, porque el 66% de la mano de obra en este sector es femenino y, por el otro, por la realidad de nuestra muestra: 2 hombres por cada 39 mujeres.
  4. Según las cifras de la Federación de Empresas de Limpieza de Francia (FEP) de 2017.
  5. Según las cifras de la Federación de Empresas de Limpieza de Francia (FEP) de 2017.
  6. Según un estudio del Consejo Económico, Social y Medioambiental de Francia (CESE), “Le temps de vie des femmes” [El tiempo de vida de las mujeres], realizado en 2018, las mujeres dedicaban en 2010 en promedio más de 34 horas a las tareas domésticas, es decir, casi una semana de trabajo extra no remunerado.
  7. Según un estudio del INSEE de Carole Bonnet, Bertrand Garbinti y Anne Solaz, Les variations des niveaux de vie des hommes et des femmes à la suite d’un divorce ou d’une rupture de PACS [La variación de los niveles de vida de hombres y mujeres tras un divorcio o la finalización de una unión civil], INSEE références, 2015.
  8. Nota de la ANACT del 9 de julio de 2012, “Inégalités en matière de santé au travail: pour une approche genrée des conditions de travail” [Desigualdades en materia de salud laboral: por un enfoque de género de las condiciones de trabajo].
  9. Nota de la ANACT del 9 de julio de 2012, “Inégalités en matière de santé au travail: pour une approche genrée des conditions de travail” [Desigualdades en materia de salud laboral: por un enfoque de género de las condiciones de trabajo].
  10. Comité Technique National [Comité Técnico Nacional], nomenclatura del régimen general de la seguridad social francesa.
  11. Con la dirección de Sophie Béroud y Paul Bouffartique.
  12. En total, se realizaron 41 encuentros y 60 entrevistas grabadas.
  13. De modo general, la tercerización en el sector hotelero concierne en especial a los grandes hoteles. Cuando se trata de establecimientos más pequeños, es frecuente que el servicio de limpieza esté directamente internalizado.
  14. Esta práctica de apartamiento de las clases populares en los hábitats burgueses se remonta a la arquitectura haussmaniana. Se puede encontrar un equivalente en las escaleras de servicio destinadas a los empleados domésticos.
  15. De lo contrario, los plazos para obtener un lugar son más largos.
  16. La información relativa a este período difícil fue comunicada únicamente por teléfono.
  17. Este instituto es una asociación sin fines de lucro al servicio de lxs profesionales de la salud, empresas y trabajadorxs.
  18. Todos los nombres de hoteles y empresas de limpieza fueron modificados.
  19. Se trata de un estipendio de comida de 8 euros y un bono por cambio de vestuario.
  20. En total, en menos de cuatro años, pasaron cuatro empresas por este hotel.
  21. Cabe destacar que se incluye una disposición para que, cuando haya un cambio de proveedor, el personal pueda permanecer en su lugar de trabajo si así lo desea. Se trata del artículo 7 del Convenio Colectivo de Empresas de Limpieza.
  22. Como su hermana todavía no tiene papeles, Niora es la única que trabaja. Las cinco personas viven con el sueldo de una sola.
  23. INRS (mayo 2012). “Femmes de chambre et valet dans l’hotellerie”. ED 991.
  24. De nacionalidad algeriana, Saliha nació en 1978 y llegó a Francia en 2004.
  25. Fragmento de una entrevista realizada con Saliha el 6 de junio de 2017 en una de las sedes del sindicato en Villeurbanne.
  26. Es una ciudad popular compuesta por barrios de viviendas sociales con alquileres accesibles, llamados HLM, en los suburbios de Lyon.
  27. Fragmento de una entrevista con Inès realizada el 16 de junio de 2017 en su casa. [N. de las T.: CAF significa Caisse d’allocations familales. Es un subsidio para pagar el alquiler que otorga el gobierno francés]


Deja un comentario