Lo político en la crítica a la ontología de la sustancia
Gustavo Salerno[1]
Resumen
El presente trabajo se articula en tres momentos. Ellos tienen su punto de partida en la argumentación que Jean-Luc Nancy propone en ¿Un sujeto?, texto en el que se compendian un par de conferencias presentadas por el filósofo en Estrasburgo en el año 1992. Mi propósito consiste en recuperar los aspectos políticos de la crítica que Nancy ensaya a la ontología de la sustancia que se sustenta la concepción tradicional del sujeto, y de la posición que aquélla implica ante la denominada “muerte del sujeto”. Considero que en el marco de referencia que utilizo lo político no es un aspecto sobresaliente o evidente por sí mismo. Esto se debe, por cierto, a los objetivos que se plantea el propio Nancy en virtud de los destinatarios de las conferencias. Sin embargo, creo posible identificar por lo menos dos cuestiones que implican una inevitable relación entre lo político y la nueva ontología.
Texto
Lo que pretendo plantear en este trabajo consiste en lo siguiente: ¿qué queda del sujeto tras la crítica que Jean-Luc Nancy realiza a esta noción? La hipótesis que sostengo es la de que para responder a esta cuestión es preciso considerar una problemática aparentemente ajena: el modo en que Nancy comprende la diferencia entre la política y lo político. Sostengo que es en este registro donde se encuentran las categorías adecuadas para pensar lo que (nos) queda después del sujeto. Me voy a referir a esto al final de mi presentación, una vez que puntualice la crítica propiamente dicha del filósofo francés.
1. Del hecho de que subiectum y supuesto sean la misma cosa, en el sentido de que ambos términos refieren a “lo que está puesto debajo”, no se sigue que exista acuerdo en la historia de la filosofía occidental acerca de lo que hay que entender por cada uno de ellos. Lo que se constata más bien es justamente lo contrario: “no ha habido una sola suposición de la palabra sujeto”, dice Nancy, lo que significa que nos encontramos ante un “régimen plural, complejo y retorcido del supuesto sujeto” (2014a, pp. 17 y 24).
Esta polisemia resulta de los muchos intentos históricos por capturar cierta unidad a la que se referiría el supuesto sujeto: aquello que Platón concibió como alguien (tis). Es sobre qué, quién y dónde sea ese alguien que no existe consenso. Nancy rehace la historia de esa proliferación de sentidos, o –si se prefiere– una suerte de genealogía de la equivocidad adherida a la comprensión estandarizada que ha planteado: ser sujeto es tener-se (ser para sí mismo) en lo que me represento y lo que quiero.[2] A este supuesto sujeto se llega por medio de una suerte de combinatoria que encadena aportes que van de Anaxágoras a Hegel.
En efecto, las ideas rectoras de la trayectoria reconstruida por Nancy son las siguientes: el nous de Anaxágoras (suposición de ordenamiento de las cosas que se supone a sí misma), el gnoti seauton (de carácter eminentemente moral en Sócrates y teórico-epistémico en Platón), la recepción y transformación del nous en Plotino (pura relación del pensamiento consigo mismo, acto puro al que se accede extáticamente), el alma de Agustín (en que se da la íntima presencia del ego a sí mismo como respuesta al “otro”, que es aquí la intimidad profunda de Dios en mí), el yo completo de Descartes (necesario, temporal y sustancial), el sujeto trascendental de Kant (supuesto o postulado en el ámbito de la naturaleza, de la moral y del arte, sitio éste en el que la subjetividad hace lugar a una pluralidad de sujetos que –tendencialmente, “hasta el infinito”, dice Nancy– concretarán la humanidad racional),[3] y, por fin, el sujeto deviniente de Hegel (que atraviesa toda la negatividad de su propia historia, acabándose, perdiéndose y renovándose). Este es el punto de arribo del itinerario iniciado en la filosofía presocrática. Al término de esta historia no hace falta suponer otra cosa tras la suposición. De acuerdo a Nancy, el “régimen plural” de significados históricos acerca del sujeto remata en la proposición: el supuesto sujeto es el sujeto supuesto.
2. Ahora bien, la tautología recién señalada puede considerarse de dos maneras, cada una de las cuales permite entender a qué se refiere en última instancia la expresión “fin del sujeto”. De un lado, es posible comprender a partir de Hegel que el sujeto “ya siempre ha advenido y está siempre aun por venir”, que es “una precedencia que se traspone” a la que, por tanto, le falta “la presencia efectiva en la presencia a sí” (Nancy, 2014a, p. 52). De otro lado, se ha llegado a argumentar que el sujeto es tan solo el efecto de la suposición, algo fictivo o ilusorio: es decir, una mera suposición.
Este proclamado “fin del sujeto” no implica sin embargo su envío al olvido; contrariamente, el resultado abre otras problemáticas, como a su modo contribuyen a plantear tanto el rizoma deleuziano (que reemplaza la raíz que pre-supone un sub-iectum) como la subversión lacaniana (que sustituye la substancia que da cuerpo a la tautología). Por su parte, ante el “fin del sujeto” Nancy ve la oportunidad para preguntar sobre quién ha quedado en el lugar de la sustancia, esto es, en el locus de la presuposición y en su reemplazo. Preguntar por quién ha quedado en lugar de, es preguntar aún por el sujeto después del sujeto. Como anticipé, creo que el marco de esclarecimiento de este problema se encuentra en el modo de comprender la diferencia entre la política y lo político. Esto, por cierto, no sucede –al menos no explícitament– en las conferencias compiladas bajo el título ¿Un sujeto?, pero los resultados que allí se alcanzan pueden, y a mi juicio deben, colocarse en el horizonte de la retirada y el re-trazo de lo político.
3. En ¿Un sujeto? la respuesta a la interrogación Nancy la elabora tras la estela de dos filosofías de la praxis y sus correspondientes ontologías, a saber: las de Heidegger y las de Aristóteles. Dice:
Se trataría entonces del sujeto deviniendo otro en el mismo sitio, o bien del lugar del sujeto, o del lugar de la sustancia en tanto que un quis, un ´quién´ que no estaría ya supuesto e incluso menos suponiéndose. Pero, ¿entonces qué? Yo diría ´expuesto´ o exponiéndose. Es decir, a la vez presente afuera, exhibido y arriesgado, aventurado. El hilo de mi argumento es la exposición, como colmo de la suposición o como su extremidad, como su abismo también, o si se quiere y/o como su exceso. (2014a, pp. 58-59; subrayados míos)
Devenir exponiéndose quiere decir ante todo existir, como ya se manifiesta en el ego sum captado por Descartes (aunque ocluido por su comprensión sustancial), el jemand [alguien] alemán, o el somebody [algún cuerpo] inglés. La pregunta por el “alguien” la plantea, justamente, alguien que ya es para estar en condiciones de preguntar, un alguien entonces que es una respuesta que precede a la pregunta. Nancy subraya lo que esto quiere decir: una respuesta es, por principio, una promesa, un compromiso. El alguien, por ende, es ese quién considerado en el sentido del cada-uno (ekaston) de Aristóteles, un singular cuyo “ser” consiste en singularizarse y, así, exponerse. Nancy afirma:
en la singularización del singular ya no se trata de una relación de operación de sí mismo consigo mismo como auto-constitución, auto-engendramiento, presuposición. Yo diría que ya no hay relación poiética, de producción, no habría más que praxis, siendo la praxis para Aristóteles la acción que no tiene más resultado que el agente mismo de la acción. (2014a, p. 64).
4. El alguien, o cada-uno, o singular del que hablamos tiene tres rasgos destacados. En primer lugar, Nancy recupera y corrige la tendencia a la “unicidad” ya presente en la ontología de la sustancia por medio de su reinscripción en el campo ya señalado de la praxis. Esto es forzosamente así porque el sujeto que se auto-constituye soberanamente sin nada fuera de él se auto-destruye como mera abstracción y formalidad, cuestión ya advertida por Hegel en su Lógica al referirse a la autonomía (Selbststandigkeit), e incluso –como podemos agregar por nuestra cuenta– en su Fenomenología al caracterizar el “sentimiento de sí” (Selbstgefühl) que alcanza el señor (Herr) a través de la satisfacción evanescente o gozo de la cosa. Por lo tanto, es preciso que si hay uno entonces haya otros. Por eso el cada-uno sólo puede ser concebido en el registro de una “pluralidad efectiva de los unos (y de los otros)”, esto es, un singular multiplicado por la “esencia numerosa de la existencia”. Este cada-uno es una individualidad y su diferencia, y su concreción práctica y empírica tiene lugar a través del cuerpo. Efectivamente, porque es corporal el singular puede exponerse, mostrarse y comprometer su unicidad ante y por otros.
En segundo lugar, tal como lo anteriormente dicho deja entrever, el uno es singular–plural. O también: el uno es cualquiera, un anónimo que se relaciona por medio de la inconmensurabilidad de los unos. Es importante indicar que Nancy piensa esta relación como aquello que pone-en-común a los cualquiera, ciertamente no para restaurar una unidad sustancial (como ocurre en la ontología de la suposición), sino para unirse en la separación. Se trata, en rigor, de una “comunidad como inconmensurabilidad de los singulares”, en la que lo que está puesto en juego a través de la relación es, precisamente, la singularidad de los cada-cual. En el lenguaje de una nueva ontología este rasgo puede expresarse de dos modos complementarios. Por un lado, la relación es “partición”, en el sentido de que la singularidad es lo que com-parten los unos, por lo que de este modo quedan re-partidos. Por consiguiente, la singularidad es ya siempre un estar-con, un estar-en-común[4]. De acuerdo a esto, puede decirse que la relación de los singulares consiste en su exposición, o sea: en la mostración del existir del cada-cual. Por otro lado, la relación expresa lo-en-común, esto es, el “ser-entre” en tanto que inter-esse.[5] Este interesarse los unos por los otros puede entenderse también, según Nancy, como una “curiosidad trascendental”: ser curiosos de la singularidad del otro a través del amor o el odio, el deseo o el miedo, etc., pero en cada caso cuidando [cura] y preocupándose por el otro.[6] Re-partir, com-partir, interés y curiosidad son entonces modos de la ex-posición o ex-sistencia del singular-plural.
Tercer rasgo del alguien o singular: el ekaston (cada-uno) viene al presente, vale decir, es escatológico. Pero esa presencia no atestigua un sí-mismo sustancial, sino -como Heidegger señaló- una existencia vuelta hacia a la muerte. Este presentificarse, esta exposición se constata a cada-instante ante los otros. Temporalmente hay puesta en acto de la singularización de los unos que son plurales. Nancy sostiene que por la singularización “el uno es constante en la constante puesta en juego de su novedad” (2014a, p. 79); no sabemos (y no hace falta que nos preguntemos) qué es el uno, pero sí podemos interpelar acerca de lo que cada-cual cada-vez compromete, o –según se dijo hace un momento– por lo que ponemos en juego. Nancy llama a eso “sentido”.
5. El sentido no se remite sólo a la dimensión semántica del hacer, sino también, y sobre todo, a la dimensión pragmática más amplia que es la existencia. En efecto, lo puesto en juego en el singularizarse es el sentido de una existencia sin las cauciones que prometía la ontología de la sustancia. Justamente lo que está en lugar de la suposición del sujeto es un “fundamento” comprometido con cada atestación, por tanto, un “fundamento” no esencial sino eventual o acontecimiental. Es decir: el sentido, o sea, “lo que singularmente se compromete, se garantiza, se promete cada vez, a cada momento, no detrás ni delante sino aquí mismo, en el lugar de la exposición de una singularidad” (2014a, p. 82). A esta forma de hacerse presente le es indispensable una materialidad, un cuerpo (según expresa palmariamente el inglés somebody) de la exposición a la innovación del sentido.
6. ¿De qué nos habla esta filosofía que “habla” de un sujeto después del sujeto? Intenta elucidar quién viene después del sujeto sustancial. Este quien (acaso por primera vez -o, al menos- luego de mucho tiempo) precisamente viene. ¿Se puede y se debe llamar a “eso” sujeto? Sí, siempre que no lo encorsetemos por debajo del venir que él es, o sea, siempre que advirtamos que en lugar de lo sub-puesto se hace presente simplemente lo puesto cada-vez por ese quien numeroso y plural. Siempre que, además, consideremos que esa presentificación es in-fundada, o que tiene por fundamento el acontecer que agujerea el propio fundar. Siempre que, en suma, este hablar filosófico signifique la superación del silencio u olvido que ha promovido la soberanía de la representación y la volición. ¿Qué han silenciado u olvidado?: que el sujeto viene siempre como después del sujeto.
7. Como fui comentando, lo anterior se aclara colocando la cuestión sujeto en el horizonte de la determinación de la diferencia que Nancy establece entre la política y lo político. Más concretamente, entiendo que el sujeto que viene después del sujeto debe comprenderse como un desarrollo consecuente de lo que Marchart (2009) ha llamado “pensamiento posfundacional”, del que Nancy es un representante paradigmático. Lo que digo es que con el acto de pensar el fundamento ausente de lo social no sólo se re-traza (re-trait) la esencia de lo político en su diferencia con la política, sino que, a la vez, se retira (retrait)[7] el sujeto-supuesto y hace venir un sujeto-abisal. Me queda espacio para explicar esto en dos líneas.
“Hablando de lo político pretendemos no designar la política”, dice Nancy, y subraya que esta diferencia es la que permite plantear “la interrogación acerca de lo político o acerca de la esencia de lo político” (1981, p. 15). Se trata de una esencia que se retira, o que funda ausentándose, y que en todo caso se erige en cuanto diferencia con la política.[8] La hendidura de lo social no deja en pie substancia última sin despotenciar o debilitar. Es el reflejo de la inexistencia de un fundamento último, que abre productivamente el espacio para la contingencia. Contingencia, por cierto, que no quiere decir simplemente “puede ser de otra manera”, sino que se manifiesta como contingencia necesaria.
A su vez, el retiro del sujeto-supuesto y el venir de un sujeto-abisal se relacionan con la pretensión de Nancy de asumir el denominado “fin del sujeto” como posibilidad de preguntar acerca de quién ha quedado en el lugar de la subiectum. Lo que ahora podemos subrayar es que, precisamente, el sujeto después del sujeto viene en el mismo retiro, como lo que se hace presente en su ausencia. Viene, por tanto, como acontecimiento, es decir, como diferencia respecto del sujeto que hace un cierre tautológico con el supuesto que es él mismo. Este inmanentismo es el complemento del totalitarismo político, que enuncia “todo es político”. El debilitamiento del fundamento es el resultado de la deconstrucción de la inmanencia y de dicha totalidad.
8. No creo que pueda explicarse de otro modo el existir finito y escatológico del ser singular plural. Las diferentes formas en que el pensamiento posfundacional y Nancy en particular intentan captar la infundabilidad corresponden ad portas al sujeto: acontecimiento, libertad, momento. Es de este modo como, junto a la des-obra de la comunidad, el espaciamiento de los singulares y la retirada de lo político, viene el sujeto después del sujeto. Llega en-común como sujeto-abisal. (cf. Nancy, 1996, p. 97)
9. Finalmente: creo que esta manera de entender el sujeto, a pesar de aclararse por medio de su remisión a la definición de la diferencia entre la política y lo político, no implica el “filosofismo” que Marchart (2009, p. 109 y ss.) imputa a Nancy: esta crítica atiende al énfasis de Nancy en el momento de dislocación de lo político por sobre el de su institución, cuestión que no correspondería a su filosofía primera de la contingencia sino a la ontología regional de la filosofía política. En ¿Un sujeto? hay pensamientos concretos, que en nada son “filosofismos”, acerca de que el cada-uno singular-plural es una individualidad y su diferencia expresadas prácticamente a través del cuerpo. El cuerpo es la condición de posibilidad de la ex-posición y de la ex-sistencia. Textos como Archivida (2013) o 58 indicios sobre el cuerpo (2010), por ejemplo, podrían completar y profundizar este señalamiento. Baste por ahora rescatar esta inevitable encarnadura del sujeto: así como para un pensar posfundacional la contingencia es necesaria (o sea: una contingencia no contingente), la corporalidad es la materia que encarna los múltiples modos en que tiene lugar la puesta en juego en-común del sujeto, es decir, su acontecer después del supuesto-sujeto.
Referencias
Arendt, Hannah (1997), ¿Qué es la política? Barcelona: Paidós ICE/UAB.
Arendt, Hannah (2002), La vida del espíritu. Barcelona: Paidós.
Arendt, Hannah (2003a), Conferencias sobre la filosofía política de Kant. Barcelona: Paidós.
Arendt, Hannah (2003b), Entre pasado y futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política. Barcelona: Península.
Heidegger, Martin (2006), Ser y tiempo. Madrid: Trotta.
marchart, Olivier (2009), El pensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau. Buenos Aires: FCE.
Nancy, Jean-Luc (1996), La experiencia de la libertad. Barcelona: Paidós.
N ancy, Jean-Luc (2001), La comunidad desobrada. Madrid: Arena.
Nancy, Jean-Luc (2014a), ¿Un sujeto? Buenos Aires: La Cebra.
Nancy, Jean-Luc (2014b), “El común el menos común”, en Metapolítica, 86, jul.-sept., 47-49.
Nancy, Jean-Luc (2016), La comunidad revocada. Buenos Aires: Mardulce.
Nancy, Jean-Luc, Lacoue-Labarthe, et. al., Philippe (1981), Rejouer le politique. Paris: Galilée, pp. 11-28.
Ranciere, Jacques (2007), En los bordes de lo político. Buenos Aires: La Cebra.
- CONICET-UNMDP. Email: gustavosalerno1@gmail.com.↵
- Este parecería ser el emergente principal de la polisemia propia del sujeto. Es, de hecho, la acepción que Nancy deconstruye. Pero no se le escapa que también son sobresalientes otros significados, a veces complementarios con el antedicho: sujeto como sujeción, en tanto que súbdito o sometido a algo; y sujeto como tema o materia de tratamiento (equivalente a “objeto” de un discurso).↵
- Cf. los estudios de Arendt en torno a la idea de comunidad que emerge del juicio reflexionante en Kant, y el alcance político que le otorga. V. especialmente Arendt, 2002, 2003a y 2003b.↵
- Cf., entre otros, Nancy, 2001, 2007, 2014b y 2016.↵
- Recuérdese que según Arendt (1997, p. 46) “la política surge en el entre y se establece como relación”. V. además Ranciere 2007.↵
- Cf. Heidegger, 2006, esp. lo referido a la Fürsorge (solicitud) y a la Sorge (cuidado).↵
- De acuerdo a doble juego entre re-trait y retrait que Nancy y Lacoue-Labarthe proponen en (1981).↵
- Una aproximación general a la “diferencia” que puede reencontrarse en el denominado pensamiento posfundacional es la siguiente: “En cuanto diferencia, ésta no presenta sino una escisión paradigmática en la idea tradicional de política, donde es preciso introducir un nuevo término (lo político) a fin de señalar la dimensión ´ontológica´ de la sociedad, la dimensión de la institución de la sociedad, en tanto que ´política´ se mantuvo como el término para designar las prácticas ´ónticas´ de la política convencional (los intentos plurales, particulares y, en última instancia, fallidos de fundar la sociedad” (Marchart, 2009, p. 19).↵