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Derroteros de la institucionalización

La investigación en comunicación

Nancy Díaz Larrañaga (FPyCS-UNLP)

“En los juegos infinitos, el juego se trata no de ganar, 
sino de crear las condiciones para poder seguir jugando”.

(John P. Carse)

Un campo de saber/es

El presente texto pretende problematizar las condiciones de institucionalización de la investigación en comunicación. Para ello, ubicaremos primero a la comunicación como campo de saber para luego pensar las políticas de investigación en Argentina. Estos dos caminos nos permitirán problematizar las condiciones de producción del conocimiento en ámbitos universitarios.

Los múltiples recorridos de la institucionalización de los estudios en comunicación no pueden sino comprenderse en una compleja trama que articula la formación, la investigación, la extensión, la gestión, la comunicación pública de la ciencia, la profesión, las redes académicas, los medios, la política y las políticas públicas, entre otros.

Sin embargo, para poder pensar el campo de saber/es constituido por la comunicación hay que circunscribir su posicionamiento al interior de la ciencia y de las ciencias sociales en particular. Desde ahí, en una conformación transdisciplinar, surgen los primeros estudios de comunicación fusionados con una perspectiva informacional y periodística/mediática. Su aparente falta de especificidad provocó, a lo largo de un siglo, múltiples debates por la legitimación y el reconocimiento. Esta disputa sigue vigente en el marco de las ciencias sociales, lo que provoca una suerte de desplazamiento de ciertas lógicas institucionales que iremos detallando en este artículo. Si a la anterior marginación le sumamos la perspectiva tradicional del campo científico que prioriza las ciencias exactas y naturales sobre las sociales, la comunicación al decir de Jorge González (González, 1998) sufre de una triple marginación considerando que ya de por sí la ciencia no es privilegiada en las políticas estatales de Latinoamérica.

Si nos anclamos en las prácticas de producción de conocimiento, el Programa Nacional de Incentivos a docentes-investigadores[1], con sus más y sus menos, posibilitó inicialmente el agrupamiento de docentes que tenían inquietudes vinculadas a la investigación y no se encontraban vinculados a otros organismos que todavía le cerraban la puerta a éste y otros campos disciplinares. A partir de allí se visibilizaron temas, objetos de estudio, voluntades y, también, se evidenciaron los límites del sistema: la inexistencia del área específica para categorizarse y el no reconocimiento simbólico y económico a la totalidad de colegas/compañeros que forjan estas prácticas investigativas en lo cotidiano.[2] Sin embargo, de la mano de dicho programa y de otros circuitos, la investigación en las carreras de comunicación vino para quedarse y posibilitó el fortalecimiento de la producción académica (ponencias, artículos, entre otros) y de los ámbitos de encuentro, debate y difusión. Integró, en parte, la docencia y la investigación en las prácticas cotidianas de los docentes. Asimismo, la conformación de equipos incrementó la formación de recursos humanos, sumando a la investigación a alumnos, graduados, tesistas, becarios e investigadores en formación.

Entre 2003 y 2015 las becas de distintos organismos nacionales[3] se incrementaron sustancialmente, aumentando el financiamiento y la cantidad de becas otorgadas, y con ellas creció, nuevamente, la formación de recursos humanos. El aumento fue significativo para todos los campos disciplinares, pero fue muy notorio para las ciencias sociales. El impacto tuvo anclajes históricos, dado que la desigualdad de recursos e inversión en la investigación vinculada a las ciencias sociales, y entre ellas la comunicación, había profundizado la brecha en la producción del conocimiento.

Resulta difícil determinar la cantidad de proyectos o de investigadores del campo de la comunicación en Argentina. El motivo es, en parte, que las bases de datos no cuentan con una categoría afín que permita el filtrado. Un ejemplo de ello es el proceso de categorización que recuperan otras áreas disciplinares para la evaluación. Y las bases de datos de los proyectos acreditados posibilitan la búsqueda por el área genérica de las ciencias sociales, no existiendo en el campo ‘disciplina científica’ un desglose que permita agrupar los proyectos vinculados a la comunicación y al periodismo[4].

Por ejemplo, el programa de incentivos a docentes investigadores proporciona las siguientes áreas donde mayormente se han agrupado los comunicadores: Antropología, Sociología, Ciencias Políticas y Educación.

En el marco del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) se encuentran agrupados bajo la comisión de sociología, comunicación y demografía. Y en la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) de la provincia de Buenos Aires se nuclean en Ciencias sociales y humanas.

Mientras tanto, las Universidades y dichos organismos nos solicitan que volquemos nuestro curriculum en sistemas tales como SIGEVA que propone distintas áreas de actuación para seleccionar, con sus distintos niveles de elección:

  • Ciencias Sociales
    • Comunicación y medios
      • Periodismo
      • Bibliotecología
      • Comunicación de medios y socio-cultural
      • Otras comunicación y medios

Y cuando se visualiza la disciplina desagregada aparece:

  • Varias Ciencias Sociales
    • Campo de aplicación: Ciencia y cultura-Cultura
    • Comunicaciones-otros

Para un campo de saber que se concibe desde la producción social del sentido y desde las prácticas sociales significantes, la clasificación anterior resulta insuficiente y sesgada en su formulación. Entendemos que parte de este proceso se debe a la constitución tardía de la comunicación como espacio de saber. Nótese que evitamos nombrar la palabra disciplina para remitirnos a la comunicación social. Tal decisión corresponde al reconocimiento transdiciplinar que la comunicación tuvo desde sus orígenes, y de su objeto que se constituye como “blanco móvil” tal como Piccini y Nethol la nombraron (Nethol y otro, 1984).

Así concebida, la comunicación es una cuestión de mediaciones, demandando que el campo se desplace en sus problematizaciones de los medios a las mediciones, tal como nos propone Jesús Martín-Barbero (Martín-Barbero, 1987). Y, a su vez, se impone un desplazamiento de las mediaciones a las prácticas de producción social del sentido.

Desde mediados de la década de los noventa, los congresos y jornadas se constituyeron en espacios sistemáticos de reunión, de puesta en común y de acreditación de cierta labor realizada durante el año. Los eventos académicos se institucionalizaron, así, como aquellos lugares que posibilitaron y posibilitan cierta actualización a la carrera docente y a la carrera de investigador. De estos ámbitos se desprenden análisis sorprendentes de la ampliación y hasta fragmentación del campo de la comunicación. La dicotomía de los estudios que trabajan los medios y las prácticas sociales fue superada hasta estallar los sentidos de los objetos de estudios fusionados, mixturados, imbricados en y con otros campos de saberes que demuestran una vez más la inexistente separación entre los estudios de comunicación y las ciencias sociales en su conjunto.

He aquí una primera paradoja: mientras en las prácticas investigativas se avanza hacia el desplazamiento de las barreras disciplinares, generando enfoques inter y transdisciplinarios, se sigue reclamando la evaluación de las mismas por pares disciplinares, en un juego de apertura y cierre que diagnostica el momento en el cual se encuentra el campo de la comunicación. Para profundizar este reconocimiento inicial sería interesante, y podríamos afirmar que también sería necesario, contar con información certera de cantidad de investigadores, cantidad de proyectos y temáticas y objetos de estudios abordados. Permitiría, sin duda, diseñar políticas de formación y articulación compartidas y superadoras de la actual fragmentación.

Las prácticas de producción del conocimiento se fortalecen, asimismo, en hitos de institucionalización académica. Las redes de carreras, de investigadores y las publicaciones temáticas son un claro ejemplo de estos procesos. No es casualidad que en Argentina estas redes también se hayan constituido hace aproximadamente un poco más de veinte años y que sean ellas las forjadoras incansables de los eventos académicos antes mencionados. Estos espacios posibilitaron intercambios y tramas entre unidades académicas e investigadores que antes no existían. Posibilitaron solidaridades académicas y profesionales. Posibilitaron debates, reconocimientos, políticas.

Dichas prácticas, además, articulan con la institucionalización de un saber que se produce y reproduce en los ámbitos universitarios. En las últimas dos décadas se multiplicaron las carreras de grado que proponen la formación de comunicadores, periodistas o profesionales afines. Presenciamos un sostenimiento significativo de las matrículas que, si bien disminuyeron en parte, supieron contener a los trayectos formativos con un porcentaje elevado de inscriptos. A las propuestas de carreras generalistas dentro del campo de la comunicación (tanto licenciaturas como profesorados), se sumaron carreras especializadas: tecnicaturas y licenciaturas que retoman aspectos particulares del complejo entramado. Así, gran parte de las universidades nacionales y privadas ofrecen alguna propuesta vinculada al campo de la comunicación. De este modo, se visualiza la amplia cobertura del campo disciplinar en la totalidad del territorio nacional, repitiendo el esquema de mayor concentración en el área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) que se presenta para otros campos disciplinares.

La política interpeló a los comunicadores y a los periodistas, y viceversa, así como también a los planes de estudios que los forman[5] y a las investigaciones asociadas. De la mano de los debates que posibilitaron la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual[6], la currícula pudo, en gran parte de las carreras, reconfigurarse dando pie a nuevos planteos, preguntas y certezas sobre el rol del Estado en materia de medios, garantizando el derecho a la comunicación. Asimismo, las políticas públicas confrontaron, de manera directa e indirecta, las lógicas de formación que cada vez más desplazan el perfil del graduado hacia nuevos roles profesionales.

La discusión sobre los modos en cómo los poderes operan, se pudo expresar en los últimos tiempos en clave política, recuperando una mirada sustancial en la configuración de los procesos socioculturales.

Las reconfiguraciones del campo y del rol de los comunicadores, no pueden sino generar una reconfiguración en la formación del cuerpo docente. Es necesario que los profesores e investigadores acompañen con una formación continua, una lectura crítica y una militancia social comprometida, a los procesos que la emergencia política y las transformaciones socioculturales nos enfrentan.

Un proceso similar ocurre con las prácticas y los proyectos de extensión en comunicación. Las universidades nacionales incrementaron en los últimos años, de manera significativa, la cantidad de proyectos de extensión acreditados y financiados. La profundización de esta política vino acompañada de una resignificación del concepto mismo de extensión que repiensa la relación universidad/comunidad. La Red Nacional de Extensión Universitaria (REXUNI) da cuenta de la complejidad de este movimiento a nivel nacional.

Si analizamos las distintas convocatorias regulares, deberíamos distinguir entre las de proyectos de extensión y aquellas provenientes del Programa de Voluntariado Universitario. En ambas priman las presentaciones disciplinares y hay una tendencia creciente al cruce con otras unidades académicas/disciplinas, por la valoración positiva que ello genera en las evaluaciones y los criterios de acreditación. La estrategia de articulación proporcionó una buena base transdisciplinar para el conocimiento y fortalecimiento de diversos campos de saber, entre ellos la comunicación.

Los avances registrados en el proceso de institucionalización nos permiten objetivar, a modo de racconto incompleto, lo sucedido. Este relato se construye desde la ilusión de un tránsito continuo y casi sin obstáculos. Sin embargo, lejos estamos de idealizar el proceso y menos aún santificar el resultado. El campo de la comunicación tiene por delante los mejores y más seductores desafíos.

De aquí en adelante, desde los ámbitos académicos, la comunicación tendrá la oportunidad de generar mayor cantidad de líneas de trabajo que promuevan interlocución entre otros campos disciplinares, en el trabajo conjunto con metodologías trianguladas. La interlocución académica es sustancial, pero más lo es la escucha social y política que permita seguir entramando saberes con la comunidad. Para ello, es necesario salir de la fragmentación y la atomización de las prácticas.

Un dispositivo clave para esta superación es la sistematización de la información existente y de las prácticas, y la recuperación de bases de datos compartidas, para aprender en conjunto desde un saber solidario. Si estas intervenciones y articulaciones pueden darse en base a problemas, lograríamos gestar políticas que promuevan las rupturas disciplinares, para fusionarnos en redes posdisciplinares que pongan por delante a nuestras sociedades, luchando contra las disputas académicas por un poder en sí mismo.

Estos procesos no pueden sino ser acompañados por la revisión de los planes de estudio, pero sobre todo la revisión de los perfiles de graduados. Son aquellos profesionales que se forman en estos tránsitos académicos los que podrán en la actual reconfiguración de la coyuntura social y política intervenir, juntos con nosotros, en la transformación social con una mirada comunicacional. Y, aquí, el mayor desafío es rediseñar el campo de prácticas, imaginando nuevas intervenciones, reinventándonos una y otra vez para seguir “poniendo en común”.

Los desafíos actuales

A fines del mes de abril de 2019 se creó el Sistema Nacional de Docentes Investigadores Universitarios (SiDIUN) “con el objetivo de jerarquizar la investigación científica y el desarrollo (I+D) en el ámbito del Sistema Universitario Argentino y destacar el papel que éstas cumplen dentro del sistema científico tecnológico nacional” según la Resolución N° 1216/19. El SiDIUN viene a reemplazar al programa de incentivos a docentes/investigadores y se contempla tanto para Universidades Públicas como Privadas.

Se evidencia que el programa prioriza ciertas líneas de investigación en desmedro de otras. Asimismo, valora la transferencia de conocimiento como un factor clave de la investigación, “en particular aquellas actividades científicas vinculadas con el desarrollo de tecnologías que generen un impacto positivo social, productivo, medioambiental o regional”.

En el anexo de la resolución se establecen las áreas de conocimiento mencionando a: Ciencias Naturales y Exactas, Ciencias Médicas y de la Salud, Ciencias Agrícolas y del Ambiente, Ciencias Sociales, Humanidades, Ingenierías y Tecnologías.

Todavía es muy reciente para evaluar el programa, sin embargo, existen ya algunas críticas que sostiene que premiaría las trayectorias individuales de los docentes en base a dos variables: la formación y la productividad medida a partir de la transferencia. Si esto fuera así, la comunicación y las ciencias sociales verían con mayor dificultad acceder a los parámetros establecidos de la transferencia. Lo mismo sucede con diferentes recorridos académicos en las ciencias sociales que permiten obtener una especialización o una maestría antes que un doctorado, lo cual no es similar a otros campos que acceden al doctorado ni bien finalizan los estudios de grado. Desde este punto de vista podría conspirar contra la democratización de la producción del conocimiento.

No es menor que el SiDIUN se cree en el marco de la degradación a Secretaría del Ministerio de Ciencia y Tecnología, de los Recortes presupuestarios que afectan al Consejo Nacional de Investigaciones Científica y Técnicas (CONICET), la Agencia Nacional para la Promoción de la Ciencia y la Tecnología (Anpcyt) y las Universidades Nacionales. Tampoco en el contexto de implementación del presupuesto 2019, la reducción de becas e ingresos a carrera CONICET, y un desfinanciamiento de la Universidades Nacionales en presupuesto para funcionamiento, para ampliar plantas docentes y de personal administrativo, y de programas específicos para fomentar las políticas universitarias.

Como nos dice Carse, “En los juegos infinitos, el juego se trata no de ganar, sino de crear las condiciones para poder seguir jugando” (Carse, 1986). Desde el campo de la comunicación y desde las universidades nacionales tenemos que seguir generando esas condiciones para seguir jugando. Y esto se hace luchando por la democratización del saber, por el derecho a la educación, por la inversión en ciencia y tecnología, y por una universidad comprometida con la comunidad y con los tiempos que les toca protagonizar.

Bibliografía

Carse, James P. (1986). Finite and Infinite Games. New York: Free Press.

González, Jorge (1998). “La voluntad de tejer: análisis cultural, frentes culturales y redes de futuro”. En Razón y Palabra, Nº 10, abril-junio. Disponible en: https://bit.ly/2MIqaq8

Martín Barbero, Jesús (1993), De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía, Barcelona: Gustavo Gili.

Nethol, Ana María y Mabel Piccini (1984). Introducción a la pedagogía de la comunicación. México: UAM-Terranova.

Sitios

http://portales.educacion.gov.ar/spu/

http://www.coneau.gov.ar/CONEAU/

https://bit.ly/36cSWa9

http://www.portaldelestudiante.gov.ar/

http://mapavoluntariado.siu.edu.ar/mapa.php

http://www.rexuni.edu.ar

https://bit.ly/2seHHiU

https://bit.ly/2u0q8Dy


  1. https://bit.ly/2s8teVt
  2. Cabe recordar que dicho programa era para docentes-investigadores. De esta manera no se pueden categorizar graduados, tesistas, adscriptos, entre otros, ya que no son docentes, aunque forman parte activa de un proyecto de investigación acreditado en dicho programa. Asimismo, los incentivos económicos que se abonan alcanzan, solamente a los docentes con mayor dedicación, quedando por fuera los docentes con dedicación simple y parcial. Este debate excede los propósitos de este artículo.
  3. CONICET, CIC, ANPCyT y las UUNN
  4. La información pública del Programa Nacional de Incentivos a docentes-investigadores alcanza al listado de proyectos aprobados del año 1996 al 2010.
    La información de los proyectos en ejecución, en CONICET, pueden consultarse en https://bit.ly/37PbzBj
  5. Siempre lo hizo, aunque esta vez de una manera particular que puso el acento en el derecho a la comunicación.
  6. Ley 26.522.


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