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Agradecimientos

A la Universidad Nacional de General Sarmiento, en donde trabajé todos estos años. Allí pude crecer y desarrollarme profesionalmente. A las autoridades del Instituto del Desarrollo Humano y al personal del DGTA, que siempre me han apoyado. A mis compañeros y compañeras del área de economía y de los distintos proyectos de investigación en los que participé estos años, a mis estudiantes, a la colo. Gracias a ellxs por darme contención y por potenciarme. A la Red de Macro Universidades de América Latina y el Caribe por haberme otorgado una beca para poder realizar una estancia de investigación en el exterior.

A mi director Pablo Miguez, que siempre estuvo presente, nunca me puso trabas y cada vez que tuve dudas me incentivó a seguir adelante y me ayudó a sacar la cabeza sobre el nivel del agua para poder ver en dónde estaba parado.

A mi amiga Mariana Fernández Massi, mi gurú, que me guió, me contuvo, me dio los consejos más sabios y cálidos en los momentos en los que más los necesitaba y me regaló la taza más linda que tengo de “futuro ex tesista”.

A la profe Verónica Maceira, que con su sinceridad y dedicación me señaló aquellos problemas que tenía mi propuesta inicial y me ayudó a llegar a un plan de tesis factible, devolviéndome la confianza en mí.

A mi familia. A mi viejo, que siempre me banca y me acompaña. A mi vieja, que todavía me cuida y me contiene y que me acobijó durante la cuarentena para que pueda terminar de escribir A mi abuela Lina, por esas risas, ese acento y esa humildad que siempre me recuerda de donde vengo. A mi tía Adri, por aquel reiki sanador. A Batu, mi compañera fiel que nunca tiene un mal día.

A mis compas de la Sociedad de Economía Crítica por todos estos años de luchar por cambiar la forma en que se enseña la economía y por seguir buscándole la vuelta a eso de pensar otros mundos posibles y más justos. Especialmente a Fran Cantamutto, que siempre me dio una mano y me tiró para arriba, pero también a Nico, Lichi, Santi, Juli, Lavih, Facu, Mica, Ari, Martín K, Martín RM, a la niña Ana, Pato y a todxs lxs compas de todxs las regionales.

A mi querida República de Botafogo: el Ger, que me enseñó a hacer yacaré, al Nico y especialmente el Comandante Sergio Páez, que me abrió las puertas de la Cidade Maravilhosa, me mostró el camino a seguir y me ayudó a mejorar este borrador. Ellos fueron mi familia en Rio de Janeiro. También a Lean Bona, una pieza imprescindible del equipo. A André Coelho, que fue muy generoso conmigo en mi estancia en Río. A mis amigues del Bloco Que Pena Amor, gracias a quienes pude sentir el carnaval y virar carioca. A lxs trabajadrxs del bandejão y a todxs con quienes me crucé en la salinha del IE y con quienes compartí alguna experiencia estos meses.

A mis amigues y a la Cali, por las risas y la permanencia. Especialmente a Roy, por seguir siendo mi compañero de aventuras después de veinte años. A Miku, que siempre me pregunta cómo estoy y es de las pocas personas a las que le puedo decir la verdad. A Eve, que me ofreció refugio en el delta para que arme el primer borrador de esta tesis. A mi amiga Sabri, que hace seis años me hizo una pregunta que me dejó pensando y que hoy pude responder, aunque sea parcialmente, en esta tesis.

A mis ex compañeros del Centro Redes, especialmente a Fernando Peirano y Fernando Porta, gracias a quienes comencé a aprender el oficio de investigar y a quienes les debo muchas de las preguntas que me hice en este trabajo. A Mercedes D´Alessandro, que me ayudó mucho en mis inicios en la docencia y en la investigación. A Eduardo Basualdo y mis profesores de la Maestría de Economía de FLACSO. A mis compas del Taller de El Capital. A Germán Pinazo, Vero Robert, Paul Cooney, Jaime Osorio, Dani Perrota, Beti Muller, Lu Ghiotto, Tomasso Pardi, Cedric Durand, Bruno Carballa, Joel Rabinovich y Cecilia Rikap, por haberme ayudado en distintos momentos de este largo camino. A mis compas del Bachi Vientos del Pueblo y también a los del IPES21. De todxs he aprendido mucho.

A Enrique Arceo y Claudio Katz, dos imprescindibles que sin lugar a dudas fueron quienes más influyeron en la forma que tengo de ver el mundo y con quienes tengo una deuda intelectual muy grande.

A todxs con quienes debatí, con quienes compartí charlas, mates, mesas, reflexiones. De todxs ellxs también soy deudor intelectual.

A todxs los que me bancaron estos años en los que fui abandonando espacios y compromisos para focalizar en la tesis.

Un día sin reír es un día perdido, y con la tesis la verdad que hubo momentos en que se complicó bastante, así que muchas gracias sobre todo a aquellxs que me bancaron en momentos de angustia y me sacaron una sonrisa.



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