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Quinta narrativa: la Educación Física que nos contaron

Matías Durruty y Andrea Torres

Palabras claves: profesorado, juegos, educación física, practicantes.

Llegar a las clases prácticas del profesorado en educación física con un mate y termo con agua caliente recién cargada en el bufé de la facultad bajo el brazo ya se había hecho una costumbre. Sentarse en el piso con tus compañeros y compañeras, para compartir unos bizcochitos y unas risas, mientras esperábamos que pasaran asistencia, con el sol pegando en las cabezas, aunque el frío viento nos hacía usar una campera como resguardo.

Ese día nos tocaba dar la clase con nuestro grupo, habíamos preparado unos juegos que no estábamos muy segures de si les iban a entusiasmar a nuestros compañeros y compañeras. Eran juegos para jardín, en su defecto para escuela primaria, pero los considerábamos divertidos para que en nuestra clase pasara un buen momento la gente de nuestra edad. Cada vez que un grupo debía dar clase práctica con algún juego, todes nos poníamos a jugar, siempre predispuestes, riéndonos, pasándola bien.

Una vez que se terminó de pasar asistencia, comenzamos a acomodar los materiales que debíamos usar para los juegos, mientras otras personas del grupo daban las instrucciones y reglas para ese juego: cómo se llamaba, de qué manera se jugaba, cómo nos íbamos a distribuir por el espacio, si era individual o por grupos, etc. Esa parte fue fácil ya que todes prestan atención, porque cuando les toca a los demás grupos también quieren esa atención para el momento de la explicación; ya se sabe que esas clases van con nota y, si no respondés de buena manera a las actividades de tus compañeros y compañeras, podes perjudicarles con esa nota.

Cada juego fue risas, diversión, chistes de por medio. Hasta les profesores se integraron a los juegos, como en cada clase, dejando de lado los estratos jerárquicos en los que se encuentran para pasar a vivenciar los juegos de la misma manera que les demás practicantes. Así las actividades se hacen más amenas para el grupo que se encuentra dándolas, te podés relajar y no encontrarte con tanto miedo y tanta tensión para ese momento de pararte frente a un grupo que te está escuchando al dar explicaciones de lo que se va a realizar ese día.

Esa fue, en parte, la educación física que nos contaron, nos mostraron y nos hicieron vivenciar en el profesorado; una educación física que gusta, una educación física que divierte, una educación física que provoca risas y alegría.

Pero (como en toda historia, siempre hay un “pero”) ¿ocurriría lo mismo cuando, en lugar de dictarles las actividades a nuestros compañeros y compañeras, lo hiciéramos en la escuela, con niños y niñas de una edad determinada de acuerdo con el grupo que nos tocara?

Es aquí donde nos volvía a invadir esa sensación de miedo y tensión. ¿Entenderán mis explicaciones? ¿Serán muy técnicas? ¿Cómo reaccionarán a determinados juegos? ¿Jugarán? Y fue ahí donde nos dimos cuenta de que no podíamos dar las clases tal como lo hicimos con nuestros compañeros y compañeras. Nos encontramos con grupos con ganas de jugar, que siguieron las consignas y respondieron a las actividades preparadas, hasta en algunos casos nos faltó tiempo, pero con otros grupos no fue tan fácil, nos encontramos con los famosos “Profe, a mí este deporte no me gusta” y “Profe, ¿hacemos fulbito?”, o la mitad de los chicos pedían SAF (sin actividad física) y la clase preparada para treinta practicantes, ni uno más ni uno menos, se desmoronaba. ¿Y ahora? ¿Qué hacemos? ¿Cómo podemos resolverlo? Si bien cada uno de nosotros tuvo su propia experiencia teniendo situaciones lindas y otras complicadas, lo más importante fue que lo que habíamos aprendido en nuestros años de carrera universitaria nos permitió superar las adversidades que se nos presentaron y logramos convertirnos en les profes que hoy todos esperan.



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