Guillermo Celentano
Palabras claves: educación física, materiales de trabajo, juego, tradiciones, legitimación.
Este relato transcurre en una escuela céntrica de la ciudad de La Plata, que, entre el primario, el secundario y el jardín de infantes, ocupa toda una manzana. Su construcción es digna de un palacio, pero justo ahora hay una transición administrativa y las pocas escuelas llamadas “Normales” que quedan en la ciudad pasaron de la órbita nacional a la órbita provincial[1], entonces hay cuestiones administrativas y pequeñas obras que confunden a su comunidad educativa.
El gimnasio está en arreglo y los materiales de educación física por ahora solo son usados por el secundario, por lo que los profes del primario les dieron una nota a los alumnes en la que les solicitaban si podían colaborar con dos pesos para adquirir material didáctico para las clases de educación física.
En ese contexto, uno de los profesores se dirigía al patio con el 2.° E a las 13:12, cuando dos padres y su hijo, que es alumno de ese curso, lo interrumpen. El profesor los invita a proseguir, para no dialogar con los chicos en medio de una galería, llegan al patio, y allí comienza esta charla.
“Martincito”, y le acaricia la cabeza a su hijo, “nos dio una nota en la que el Departamento de Educación Física pide dinero para comprar materiales, ¿es correcto?”. El tono de voz y la actitud del padre eran muy tensos, poco amigables, más que una pregunta era todo un reto. El profesor responde: “No es obligatorio, lo que ocurre es que no podemos emplear los materiales que están en la escuela, hay indefiniciones administrativas y, mientras se resuelven, para que las clases no se resientan, les pedimos una mínima colaboración”.
El padre responde indignado: “Mi padre vino a esta escuela, yo egresé de esta escuela y es la primera vez que esto ocurre, mi familia paga la cooperadora, esto es insólito…”. Este diálogo es interrumpido por dos alumnos que gritan: “Martín, Martín, vení a jugar”. El chico permanece junto a sus padres. Uno de los chicos que lo invitaban a jugar le dice algo al oído, y entonces Martín abre su mochila con carrito nuevita, nuevita y saca un par de hojas. Los chicos hacen una pelota de papel y comienzan a jugar.
El profesor responde tímidamente: “Miren, lamento las molestias, sepan disculpar, yo ahora estoy en clase, si les parece podemos continuar la charla en otro momento…”. El padre no recibe con agrado este comentario y dice: “Yo no puedo venir a la escuela a cada rato, pago la cooperadora y exijo otra respuesta”. El profesor lo mira y responde tímidamente: “Pero no lo tome así”. De pronto tres compañeros de Martín le piden más hojas, entonces él abre rápidamente la mochila y se caen un libro de Inglés, un manual de Ciencias Sociales, otro de Ciencias Naturales, un manual de Matemáticas y una cartuchera con témperas y pinceles. La madre toma la mochila, y el profesor se agacha y ayuda a guardar los útiles en la mochila.
Mientras tanto, los chicos ya jugaban con tres pelotas de papel, un grupo jugaba al fútbol, habían marcado los arcos con sus buzos, otros jugaban a una especie de tenis con sus manos, y otros a la mancha arrojándose el bollo de papel. Los útiles nuevamente estaban dentro de la mochila, el profesor se dirige a los padres y les dice: “¿Ven a los chicos jugar? Tres simples pelotas de papel permiten que se formalicen tres juegos diferentes, en cada juego ocurren aprendizajes distintos y el cuerpo se involucra de diferente modo, el tren inferior en este grupo, el tren superior en los otros dos grupos, están trabajando su lateralidad, su independencia segmentaria, hay un compromiso cardiovascular muy pronunciado”. Los padres asienten, ahora interesados, y el profesor continúa: “Además de todos estos aspectos, se divierten y entre todos acuerdan y negocian sus propias reglas de juego, lo que es un aprendizaje muy útil para una convivencia democrática”.
El profesor hace una breve pausa y continúa con tono amable: “¿Saben qué? Les pido por favor que la próxima vez le digan a la maestra de Sociales que pida un libro 25 centavos más barato, a la de Naturales que haga lo mismo, a la de Matemáticas lo mismo, con la profesora de Inglés la misma recomendación. Ah, y traten de ahorrar un peso entre la mochila y las témperas. Así Martín puede disponer, entre todos esos gastos para sus otras materias curriculares, de dos pesos para la hora de educación física…”.
Los padres ahora se ven muy avergonzados, lo miran a los ojos al profesor y responden a coro: “Disculpe profesor, no lo molestamos más, gracias”. Toman del bolsillo un billete de dos pesos y se lo dan a Martín, y le dicen: “Tincho, dale esto a tu profe y andá a jugar con tus compañeros”. Le acarician el pelo, luego se despiden del profesor y la clase comienza.
Al otro día, un bolsón enorme de pelotas de gimnasia, conos, sogas y hasta un silbato llegan a la dirección con una nota a la directora que simplemente decía: “Ayer aprendí que en la escuela no hay asignaturas menores, que todas son un complemento en la educación de nuestros hijos. Sepan disculparnos ante el profesor del momento que le hicimos sentir ayer. Cordialmente, Familia…”.
- La escuela fue fundada en el año 1888, y perteneció a la Nación hasta el año 2013.↵