Sebastián Alejo Fernández[1]
La profusa obra de Esteban Echeverría tuvo un importante alcance dentro del ámbito político y cultural rioplatense a lo largo del siglo xix. No obstante, es destacable que, desde sus primeras hasta las últimas formulaciones, el aspecto educativo ocupó un lugar central en el códice que Echeverría propuso como modelo de organización político ciudadano para los países del estuario del Plata.
La construcción de la comunidad educativa argentina fue un proceso gradual y tardío. Sin embargo, podemos ubicar como hito en la empresa de una educación de impronta nacional la creación, por iniciativa del Poder Ejecutivo, del Consejo Nacional de Educación[2] en 1881. Esta institución, encargada inicialmente del gobierno de las escuelas primarias de la Ciudad de Buenos Aires y luego ampliado a todas las escuelas nacionales, emitió una publicación oficial llamada El Monitor de la Educación Común, en donde se editaron diversos informes y proyectos relacionados con la situación formativa del país.
El presente texto propone abordar los alcances que tuvo la obra educativa de Esteban Echeverría dentro de las aulas en el escenario de un país en ciernes. Para ello, se indagará la publicación mencionada con anterioridad desde sus orígenes hasta el inicio del siglo xx. Esto se corresponde con una primera aproximación tomando únicamente la mirada desde el organismo estatal educativo como fuente, por lo que se deberán matizar las expresiones aquí vertidas con un estudio de mayor profundidad.
Con el fallecimiento de Echeverría en 1851, su obra quedó relegada al recuerdo de aquellas personas con quienes compartió el ostracismo de su tierra natal. Sin embrago Juan María Gutiérrez, uno de sus amigos más cercanos, se dedicó a compilar y publicar el grueso de los textos, éditos e inéditos hasta ese momento, de Echeverría en cinco tomos que vieron la luz entre 1870 y 1874. Dentro de estos tomos, el cuarto, para ser más precisos, se encuentra el Manual de enseñanza moral[3], originalmente editado en 1846 en Montevideo para las escuelas orientales. Esta primera edición póstuma del Manual, obra cenital del autor en materia educativa, supuso un primer impulso para su reedición e introducción, previa adopción, en las escuelas primarias de la provincia de Buenos Aires primero y luego en el resto del país, como se verá más adelante.
Ahora bien, presentado el objeto del presente, conviene indagar sobre el rol de esta obra de Echeverría en las aulas argentinas. En el número 24 de El Monitor de la Educación Común, correspondiente al segundo año desde su inicio, se presentó un informe de la comisión de textos y libros por parte del vocal Miguel Goyena y del inspector José Hernández.
Aquí se manifestaba el cuadro de situación sobre los textos escolares utilizados. El informe expuso:
La más grave dificultad que desde el primer momento se presentó a la Comision, fue la falta absoluta de antecedentes organizados, que pudieran servirle de base o punto de partida. No se conocían en la mayor parte los libros y textos usados en las Escuelas […] se ve que muchos ó casi todos los Preceptores han introducido en sus Escuelas textos de enseñanza de lectura que no han sido previamente adoptados por Ia autoridad correspondiente, cuya irregularidad en opinion de esta Comision debe apresurarse a corregir ese Consejo (1883, pp. 157-158).
La elección de los textos que impartir a los alumnos quedaba enteramente en las manos de los maestros y preceptores. De esa manera, no existió una dirección unificada sobre el material de estudio.
En 1879, la Dirección de Escuelas de la Provincia había designado un listado de textos aprobados para adoptarlos en las escuelas de su dependencia. Los maestros podían elegir de los libros admitidos según su criterio pedagógico. Sin embargo, esa disposición tuvo poco acatamiento y en su lugar eran utilizadas otras obras escolares que respondían al gusto de los docentes. Para combatir esa deficiencia en la unidad de criterio, el CNE se arrogó la competencia de declarar cuáles textos o libros podían ser utilizados en las escuelas, dejando un marco de libertad tutelada al docente en su elección.
Al ejemplificar sobre los textos que eran utilizados, el informe menciona:
… tiene también Iugar en los ramos de historia, geografía, ciencias, moral y religion; sobre estos últimos puntos, por ejemplo, los textos adoptados son la moral de Echeverria, Alcántara, Barrau, Frank y la Vida de Jesu-Cristo por Wallon, y en las Escuelas se ensena además de estos, por Mazo, Fleme, Terradillo Zeguela, Carreño y otros autores […]. No es el ánimo de esta Comision tachar ninguno de los textos citados en los diversos ramos de que acaba de hacerse mención, ni negar las ventajas que la adopción de algunos de ellos puede ofrecer al progreso de la educación; al contrario, algunos de esos autores son de innegable mérito y tienen ya conquistada una justa popularidad entre los pedagogos (1883, p. 158).
El tratado de moral cívica de Echeverría era un texto ya utilizado en las aulas, como lo confiesa el CNE. Asimismo, el informe reconoce el mérito y la popularidad del Manual. Podemos entonces afirmar que es a partir de aquí cuando los textos reconocidos por el CNE tuvieron un impulso por parte del Estado para su introducción en las escuelas. Esto se expresó bajo la forma de la adopción. Es decir, que los textos aprobados llevaban esa leyenda en sus portadas, tal como figura en la obra educativa del poeta romántico en las ediciones posteriores a 1880.
En el número veintisiete de la publicación, se transcribieron algunas de las sesiones del órgano educativo de 1883. En la correspondiente a la del 9 de febrero de ese año, se pusieron en conocimiento de la comisión los textos escolares licitados en los contratos celebrados con los libreros. Dentro del extenso detalle de obras, figura una solicitud de 500 copias del Manual a la Imprenta del Mazo.
En el número 35, correspondiente al mes de julio de 1883, se detallaban libros y útiles entregados por el CNE a la segunda sección de la Capital el 13 de abril de 1883, donde se indicaban cuatro copias del Manual de Echeverría.
Ya para el número 53, de febrero de 1884, se presentó el catálogo de los libros en existencia en el depósito del CNE. Allí se indicaba la existencia de copias del Manual de Echeverría sin detalle del licitador.
Para poder dimensionar la importancia del valor que se le otorgaba a la educación moral dentro del proyecto educativo-ciudadano, en el número 61, correspondiente a agosto de 1884, se subrayaba un artículo sobre la enseñanza moral en que tomó la alocución José María Torres, director de la Escuela Normal de Paraná, durante la entrega de diplomas a los graduados.
El acento en la educación moral como condición formativa del ciudadano fue el objetivo principal perseguido por la obra educativa de Echeverría, lo que manifiesta la importancia que se le otorgaba a este texto escolar y a su introducción en las aulas.
Para finales de 1887, tal como se expone en el número 120 de la publicación, se hizo apertura del proceso de licitación de los textos y útiles para el año venidero. Allí se solicitaban trescientas copias del Manual de Echeverría. Estas fueron debidamente adjudicadas como figura en el número 123 de El Monitor de la Educación Común de enero de 1888.
Como se observa, el libro de Echeverría mantuvo su validez como texto escolar. Tal fue el caso que, en el número 145 (diciembre de 1888), se detallaba el catálogo de las obras, las memorias, los informes o los textos publicados o editados en la Capital como presentación de las escuelas de Buenos Aires para la exposición universal de París de 1889. El Manual de Echeverría aparece con el número de orden 39 y sin fecha de edición.
No solo eso, ya que, pocos números más adelante, número 148 de enero de 1889, se presentaba la biblioteca pedagógica a cargo del Sr. Guerrico. En dicho catálogo aparecían las Obras Completas de Echeverría editadas en Buenos Aires (1870-1874). Por lugar y fecha de esa edición, podemos inferir que se refiere a la realizada por Juan María Gutiérrez. Al tratarse de un repositorio de consulta pedagógica para los maestros, es asumible que la vigencia de Echeverría en materia educativa no se ceñía únicamente al Manual, aunque este fuese el texto elegido para ser impartido en las aulas.
En ese mismo año, número 160 de julio de 1889, apareció la primera mención del Manual fuera de Buenos Aires. El inspector Marcelino Elizondo envió una carta sobre las escuelas de Formosa en 1888. Allí se indicaba que la escuela estaba provista de libros y útiles con bastante regularidad. En el inventario general de la escuela mixta de Villa Formosa, constaban siete copias del Manual de Echeverría con un estado de conservación indicado como “nuevo”.
Con el cambio de década, una nueva realidad se presentaba para el Manual. En el número 174 de febrero de 1890, se publicó la solicitud de la concesión de libros para los detenidos por parte de la biblioteca de la correccional de la Ciudad de Buenos Aires hacia el CNE. Por disposición de las autoridades de la institución educativa, se convino remitir libros que, por haber cambiado la índole de los programas, ya no se utilizarían en las escuelas y que estuvieran en existencia en el depósito del CNE. En el listado presentado, figuraba el Manual de Echeverría. Además de ello, se detallaba que en el depósito había en existencia 864 copias.
Sin embargo, poco tiempo después se publicó el informe del inspector Aníbal Helguera Sánchez para las escuelas de Jujuy. En el listado que solicitaba muebles, textos y útiles pedidos al CNE, se requerían cien copias de Nociones de moral práctica de Echeverría, como consta en el número 178 del mes de abril de 1890.
Durante el transcurso de 1890, también se expresaron otros movimientos de la obra en cuestión. En junio de 1890, se mencionaban las existencias de textos en el depósito del CNE hasta esa fecha. Del Manual de Echeverria, se detallaban 864 copias al inicio de ese año. Hasta el 15 de junio, hubo un total de 52 salidas, por lo cual quedaban 712 copias hasta la fecha de la publicación del número 182. Tres números y mes después, se presentó el inventario general del Museo Escolar donde figuraban dos copias del Manual de Echeverria.
En el número 205, diciembre de 1891, se publicó la extensa nota de redacción “Educación común y particular en la R. Argentina” por Federico de la Barra y Félix Martin y Herrera. Ambos hombres revestían el cargo de vocales del CNE al momento de la publicación del artículo. A lo largo de sus páginas, se avizora una honda preocupación por las condiciones educativas de ese año como corolario de la crisis económica del año anterior. La pieza periodística entrelaza elementos estadísticos, económicos y pedagógicos. Sobre este último punto, los autores mencionan a Echeverria como el fundador de Mayo como credo social:
La historia de nuestra revolución y emancipación política debe resucitarse con sus más vivos colores y abrazar el más extenso escenario que sea compatible con el grado intelectual del niño, porque de allí arranca nuestro credo social. Es fuerza, ha dicho con razón Echeverria, explicar la Revolución de Mayo y rehabilitarla en su carácter de tradición legítima y regeneradora, buscando en ella los principios engendradores de nuestro sistema social (1891, p. 110).
Volvemos a encontrar una genuina preocupación por el elemento moralizador de la escuela para la conformación ciudadana y en la figura de Echeverría, un exponente ponderado sobre esta materia.
De aquí en adelante y hasta el final de siglo, tanto Echeverría como su obra desaparecieron de las páginas de El Monitor de la Educación Común. Sería recién en el número 327 (mayo de 1900) cuando se haría una mención al autor del Manual. Quien la realizó fue Miguel Cané dentro de su apoteosis a la figura de Domingo Faustino Sarmiento. En la alocución, Sarmiento es diferenciado y elevado del resto de la generación de los escritores de su tiempo como un hombre que, por su genio e inédita predisposición, se mantuvo refractario a la influencia del Romanticismo.
A modo de conclusión, se puede afirmar que, para el período 1881-1890, el texto escolar de Echeverría no solamente tuvo la aprobación desde el punto de vista pedagógico, sino también el impulso estatal para su edición, impresión y distribución en las escuelas.
La institucionalización de finales del siglo xix necesitó construir una sólida fundación educativa para la Argentina. Esteban Echeverría ya había proyectado con su obra educativa las formulaciones para erigir al ciudadano democrático argentino[4]. El CNE encontró en el Manual una herramienta necesaria para los objetivos que perseguía. Así, la vigencia del Manual, y del pensamiento de su autor, perduró en las escuelas mucho tiempo después de que la vida de Echeverría se había extinguido. No obstante, durante 1891-1900, la circulación del texto y del pensamiento de Echeverría entró en declive. Esto puede deberse a dos cuestiones que se indican en este trabajo: el cambio de planes educativos y la crisis económica de 1890.
La cuestión social, dinamizada por la depresión económica, motivó la necesidad de construir desde las escuelas un nuevo homo civis afecto por el ejercicio no solamente democrático, del orden y las leyes, sino enteramente argentino.
Bibliografía
Echeverría, Esteban (1873). Manual de enseñanza moral para las escuelas primarias del estado oriental, en Gutiérrez, Juan María (compilador), Obras completas de D. Esteban Echeverría, Tomo iv, Buenos Aires, Imprenta y Librería de Mayo, pp. 327-411.
Echeverría, Esteban (1886). Manual de enseñanza moral. Adaptado para las escuelas de la provincia de Buenos Aires, Montevideo, Imprenta Obras de Escuela.
Echeverría, Esteban (s/f), Manual de enseñanza moral. Adaptado para las escuelas de la provincia de Buenos Aires, Buenos Aires, Maravilla Editorial.
El Monitor de la Educación Común (1881-1900), n.º 1-334, Buenos Aires, CNE.
- Universidad del Salvador (USAL). Correo electrónico: sebaf_07@hotmail.com.↵
- También puede conocerse por su abreviatura, “CNE”.↵
- De aquí en adelante, se lo mencionará simplemente como Manual.↵
- Originalmente, la obra fue dirigida para los alumnos de las escuelas de Montevideo. Sin embargo, a lo largo del texto, se puede apreciar que también perseguía su imposición en las orillas vecinas del Río de la Plata.↵