Lucia Picarella[1]
En las últimas décadas, la democracia se ha limitado a cuestiones mínimas y procedimentales, y, del mismo modo, la justicia social ha sido reducida a una dimensión sencillamente institucional. El modelo neoliberal de molde utilitarista ha empujado hacia una fuerte reducción de la idea de comunidad como estructura estable, con relaciones internas definidas y continua en el tiempo. El gran desafío de la actualidad consiste entonces en la urgencia de encontrar caminos diferentes y una alternativa reequilibradora de los déficits. En este sentido, se vuelve fundamental la acción de socialización y de resiliencia de los movimientos sociales, de su capacidad de alimentar y fortalecer la acción colectiva y el empoderamiento de la ciudadanía, de recrear y multiplicar ligámenes, de implementar resiliencia mediante solidaridad colectiva y comunitaria, de construir esferas públicas alternativas.
América Latina en particular ha sido cruzada por una nueva y fuerte ola de conflictos sociales caracterizados por una relevante transversalidad y heterogeneidad y que, por un lado, han evidenciado las irresueltas deudas sistémicas de democracias evidentemente disfuncionales en materia de justicia social y, por otro, están guiando la región hacia un nuevo ciclo de redefiniciones políticas e institucionales. Las grandes contradicciones que están caracterizando el contexto latinoamericano destacan sin duda el renovado papel del protagonismo colectivo y de la acción de los movimientos sociales y comunitarios que, desde los barrios y las calles, desde las expresiones artísticas y culturales, presionan las estructuras institucionales tradicionales. La acción colectiva y las manifestaciones culturales evidentemente dialogan con las reivindicaciones y la resistencia de los movimientos y las amplifican, y, en conformidad con la tradición típicamente latinoamericana, en la región estas acciones están profundamente marcadas por la lucha popular para la justicia social, el rechazo a la oligarquía autoritaria, y la reelaboración del binomio “individuo-colectividad”. La exacerbación de los problemas sociales procedente de las dinámicas del neoliberalismo y capitalismo extremo impulsa entonces a centrar la atención en la relación entre los movimientos sociales y la ampliación de las bases democráticas.
La superposición entre conflicto, política, acción colectiva es, por lo tanto, un eje de reflexión crucial para entender y cuestionar de manera crítica y consciente las tendencias sociopolíticas contemporáneas mediante tres dimensiones de análisis, que se refieren a la construcción de la identidad colectiva, la tipología de participación, el horizonte reivindicativo. En este sentido, los movimientos y las acciones colectivos se convierten en mucho más que un medio de reivindicación, porque brindan espacios para la creación y la resignificación de identidades colectivas, de autoafirmación y de praxis solidarias, con el objetivo de reforzar mutuamente libertad, justicia social y democracia a través de la creación de un círculo incesante capaz de fomentar el crecimiento de una ciudadanía participativa que pueda estimular democracias eficaces y al servicio del bien común, para amplificar las posibilidades de justicia sustancial.
Las contribuciones que conformaron este panel diseñan espacios para debates críticos y enriquecedores, e intentan llevar a la praxis las reflexiones y los modelos teóricos en materia de lucha social y empoderamiento con el análisis de puntuales estudios de casos. Mediante enfoques interdisciplinarios y perspectivas multidisciplinarias, los autores abordan diferentes temáticas que sin dudas conforman irresueltas problemáticas de las sociedades contemporáneas, subrayando retos y desafíos para el logro de la igualdad y la justicia social, pero, al mismo tiempo, evidenciando las propuestas transformadoras que llegan desde la acción colectiva. La articulación entre todas las reflexiones presentadas en este panel crea un interesante hilo conductor anclado a la visión de una fuerte coexistencia entre democracia participativa-sustancial y sus pilares, es decir, justicia social, igualdad, libertad, derechos.
Pablo Guadarrama González (Universidad Católica de Colombia) abre el debate mediante una reflexión de tipo teórico relativa a las conceptualizaciones de la acción colectiva de resistencia social. En el capítulo titulado “La acción colectiva de resistencia social para lograr libertad y justicia social”, Guadarrama fundamenta la praxis política a través del ideario filosófico. A pesar de las especificidades estructurales, organizacionales e ideológicas de cada acción colectiva en consideración de las diferentes circunstancias sociopolíticas, histórico-geográficas y socioeconómicas, desde la Antigüedad la acción colectiva se ha caracterizado por elementos comunes, relativos en particular a la creación de una forma de liderazgo auténtico y capaz de conectar su acción con las necesidades de los sectores populares. El autor subraya que, a lo largo de la historia, se han registrado casos de logros significativos, pero también de fracasos, y, por ende, sugiere unas recomendaciones finales útiles para posibilitar que la acción colectiva y sus propuestas emancipadoras puedan articularse de la mejor manera con la actividad de los líderes y así conseguir un mayor nivel de empoderamiento y de justicia social. Entre estas sugerencias, Guadarrama apuesta al trabajo y el papel más protagónico del intelectual orgánico, para crear una constante transmisión comunicacional entre pueblo y liderazgo, favorecer la educación, la cultura y el rescate de la memoria histórica, coadyuvar a los movimientos sociales en sus propuestas programáticas para sugerir políticas públicas más eficaces en términos de libertad y de justicia social y, de esta forma, incidir sobre la institucionalidad.
Las conceptualizaciones teóricas siguen vislumbrándose con el enfoque de Rubén Martínez Dalmau (Universitat de Valencia, España) sobre la construcción formal del concepto de “poder constituyente” en el Estado liberal conservador. El autor, en el capítulo “La construcción del concepto formal de ‘poder constituyente’ en el Estado liberal conservador”, destaca la visión del poder constituyente como amenaza por parte de los segmentos conservadores y tradicionalistas, que se debe impedir para evitar alteraciones del statu quo. Mediante un profundo análisis que corta de manera transversal la teoría del derecho y de las ciencias políticas, Martínez Dalmau explica la oposición conservadora ante los impulsos emancipadores del liberalismo democrático y su base en la construcción de nociones de tipo jurídico y político para escudar las estructuras sociales, económicas y políticas de poder, como por ejemplo el concepto de “soberanía compartida” y el nominalismo de los derechos constitucionales. El autor subraya que la herramienta del liberalismo formal dificultó el desarrollo democrático y favoreció la ampliación de la fractura entre Estado legal y Estado real, desempoderando al pueblo a través de la represión de los mecanismos de participación popular directos y la ausencia de integración de las nuevas demandas sociales, o sea, negando libertad y justicia social. Pero los vientos revolucionarios nunca paran, traspasan fronteras y épocas, se presentan de formas diferentes y se condensan en las resistencias de la acción colectiva.
Los planteamientos teóricos de las dos mencionadas contribuciones sientan las bases para el aterrizaje de las reflexiones en los estudios de casos puntuales. En esta perspectiva, Edgardo Carabantes Olivares (Universidad de La Serena, Chile), en su capítulo “Chile, octubre de 2019. Saberes que surgen desde la acción colectiva y resistencia para salir de un sistema híbrido neoliberal”, considera los movimientos sociales como laboratorios de aprendizajes que generan praxis cargadas de radicalidad, y centra la atención sobre el estallido chileno de 2019. Desde la perspectiva del investigador participante en este proceso, el autor subraya que el cuestionamiento profundo del modelo neoliberal que se dio durante el estallido conllevó a la creación de una narrativa identitaria que fundamentó la acción colectiva. De la reconquista y protección del sentido comunitario a los proyectos solidarios colectivos, de los medios de comunicación alternativos a la reterritorialización de los espacios urbanos, el discurso que movió la acción social y colectiva durante el estallido chileno impulsó, sin lugar a dudas, hacia una nueva lectura y resignificación de la política y del Estado. Empoderamiento y resistencia para la democracia y la justicia que desencadenó el proceso constituyente, cuyo resultado, sin embargo, demuestra que, si se logró superar los impedimentos y las trabas de las élites políticas y económicas, no pudo desarticular la telaraña de desperdicio, terror y confusión creada por los medios de comunicación de propiedad de los sectores conservadores. Carabantes cierra su reflexión con unas preguntas relevantes, que seguramente deben abrir debates futuros, para concientizar sobre el potencial pedagógico de la acción colectiva y de los movimientos sociales acerca de la importancia de seguir alimentando en el tiempo los saberes que de estas acciones sociales proceden, y, además, de trabajar incesantemente para que estos saberes puedan ser interiorizados por parte de todos.
El estallido representa el eje de análisis también del estudio de Cristóbal Padilla Tejeda (Instituto Caribeño de Altos Estudios Políticos y Sociales, Colombia), quien, en su capítulo “Estallido social y acción colectiva: ¿hacia un cambio del modelo político?”, enfoca en el estallido que se registró en Colombia simultáneamente al estallido chileno. La contextualización histórico-política que el autor nos brinda permite entender las problemáticas estructurales del sistema político colombiano, caracterizado por exclusión y marginalización social, por hiperpresidencialismo, corrupción política y militarización, y, al mismo tiempo, sienta las bases para entender las profundas motivaciones que llevaron a una de las más grandes acciones de resistencia social de la historia del país. El autor identifica como detonante del estallido social colombiano el paquetazo tributario, unas series de reformas que golpeaban duramente a la clase media-baja, propuestas en una sociedad estremecida por los estragos de la pandemia. La ciega voluntad del gobierno nacional y el inmovilismo de los partidos políticos propiciaron el fortalecimiento de la acción colectiva y el movimiento social, que lograron tres resultados nucleares: la renuncia del ministro de Hacienda y el pare al paquetazo, la erosión de la extrema derecha al poder, y la apertura hacia un escenario de cambio que conllevó la reconfiguración del espectro político-partidista con la victoria en junio de 2022 –por primera vez en la historia colombiana– de una coalición de centro-izquierda, liderada por un presidente exmilitante de la guerrilla del M-19, y una vicepresidenta afrodescendiente. Padilla destaca tres momentos claves que se dieron durante el estallido, y que anclaron el cambio político, es decir, la fuerte resistencia de la movilización nacional, la descentralización de esta a nivel territorial protagonizada por los jóvenes, los marginalizados y los barrios que se transformaron en “puertos de resistencias” en contra de la violenta represión de la protesta, y, por fin, una estructuración popular y comunitaria de la acción colectiva que, a través de cabildos y asambleas, definió las reivindicaciones y perfiló estrategias de diálogos con la institucionalidad local. Las esperanzas repuestas en el nuevo gobierno anhelan pacificación interna y justicia social, o sea, la implementación de los pilares del Estado social de derecho.
La reflexión se mueve desde América Latina al nivel internacional con Stellamarina Donato (Università LUMSA, Italia), que proporciona una mirada transversal en materia de empowerment y acción colectiva declinados en ámbito de violencia de género. En el capítulo titulado “Violencia de género y movimientos de mujeres: entre lucha y acción colectiva”, la autora destaca que, a pesar de un aumento de la atención mediática, en las campañas electorales y en la lucha de los movimientos feministas sobre la violencia de género y la violencia contra las mujeres en el marco de las violaciones de los derechos humanos, sin embargo, se registra una disconformidad relevante entre prácticas, realidades y narrativas. Estas discrepancias han favorecido una nueva y fuerte ola de acciones de los movimientos feministas que, como #MeToo y Ni Una Menos, reclaman respuestas contundentes por parte de las instituciones internacionales y nacionales en términos de lucha integral en contra de la violencia de género y de cambios en la estructura sociocultural de las relaciones de género. Una reivindicación de cambio que debe abarcar los contextos legales, económicos y políticos, pero también culturales, y para cuyo logro será necesario un diálogo constante entre acción colectiva e institucionalidad.
Mediante la articulación de las diferentes temáticas, la confrontación de las opiniones y las hipótesis de elaboración de estrategias comunes, las contribuciones presentadas representan sin dudas las bases para futuros análisis, debates e investigaciones con el fin de entretejer redes científicas y construir comunidades cada vez más conscientes y participativas.
- Universidad Católica de Colombia. Correo electrónico: picarellalucia@gmail.com.↵