Experiencias diferenciadas según los espacios de recepción y la comunidad exiliada
Paola Adriana Bayle[1]
Introducción
Este trabajo tiene como objetivo dar cuenta de las experiencias diferenciadas que una misma comunidad nacional exiliada experimenta en función de múltiples variables: la portación de capital social, económico, académico, político (acumulados previo al exilio); los espacios de recepción; los vínculos que se generan entre la comunidad exiliada y la de acogida; entre muchos otros elementos que implican considerar al exilio como un fenómeno complejo y transnacional (Bayle, 2019; Roniger, 2016).
Esto último refiere, asimismo, a una perspectiva teórica y metodológica que nos obliga a indagar elementos vinculados no solo a la comunidad exiliada, sino, también, a la comunidad de acogida y a las redes de contacto que se generan entre ambas. Por un lado, consideramos que estos contactos que, en apariencia, son coyunturales –generados a partir del proceso exiliar– tienen una trayectoria histórica que los explica y que es necesario abordar y reconstruir. Por otro lado, a partir de trabajos previos, observamos que, entre las comunidades exiliadas y las de acogidas –heterogéneas en su interior–, se genera una relación que trasciende el período de exilio y que deja marcas en ambas. Finalmente, este posicionamiento trasnacional nos permite alejarnos de una mirada naciocéntrica, que solo aborda a la comunidad exiliada para poder visualizar redes de contactos, espacios del ámbito internacional, por ejemplo, las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) internacionales, organizaciones filantrópicas, las transferencias culturales y académicas, entre otros aspectos que, creemos, enriquecen el abordaje.
Particularmente, trabajaremos sobre el exilio chileno provocado por la dictadura militar que comenzó en 1973 y perduró 17 años, en dos espacios: en el Reino Unido y en la provincia de Mendoza, Argentina. De las múltiples variables por analizar, nos enfocaremos –por razones de espacio– en la asistencia educativa que recibieron quienes salieron al exilio en estos espacios de recepción.
En primer término, pondremos el foco en un programa sistemático y organizado de relocalización masiva de académicos y académicas que portaban distintos niveles de capital académico y social desde Chile hasta el Reino Unido[2], situación que presentó rasgos diferenciados a lo experimentado en tierras mendocinas (Bayle y Paredes, 2022). El análisis de este segundo caso es, en gran parte, deudor de la indagación realizada por un colega, Alejandro Paredes, sobre el exilio chileno en Mendoza. El trabajo colaborativo y comparativo entre distintos espacios de acogida nos permite identificar, en casos concretos, lo que plantearemos en adelante en términos teóricos.
Posición teórica respecto del exilio, las estrategias metodológicas y las fuentes de información
Antes de comenzar la presentación de los casos concretos analizados, proponemos un paréntesis de orden teórico-metodológico. Etimológicamente, el término “exilio” refiere a una situación de destierro, de una persona separada de su país –del latín exilum, ‘fuera de la tierra’, ‘errante’– (Gómez de Silva, 2006). En la historia de las migraciones humanas, existen numerosas situaciones que dan cuenta de esta imposibilidad de poder vivir en la patria: razones estrictamente políticas, religiosas, de seguridad, por expulsión, por prohibición de ingreso al país. A estas se les deben añadir nuevas problemáticas que están siendo incorporadas en distintas agendas de investigación, como lo son los exilios por cuestiones ecológicas derivados de los desastres naturales o económicos.
La situación de exilio implica la violación de los derechos humanos contemplados en el artículo 9 de la Declaración Universal (1948): “Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso, ni desterrado”. Y en el artículo 13: “1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. 2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país”. Estos artículos se complementan con el artículo 14, que considera un derecho la búsqueda de asilo en caso de persecución:
1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país. 2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas (Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948).
Ahora bien, cuando se utiliza el concepto de “exilio” en el terreno del análisis sociológico e histórico, comienzan los problemas: la variación nacional de la definición jurídica de la situación de exilio (Jedlicky, 2007); los límites de la categoría del refugiado estatutario; los problemas derivados de la determinación de las motivaciones subjetivas de quienes se exilian; las diferencias y los límites entre migración política y migración económica; y las diversas formas de salida del país natal. Las categorías sociológicas deben dar cuenta de una realidad social que no está ordenada de acuerdo a las definiciones pautadas en el ámbito jurídico y de una complejidad que no queda esclarecida con tan solo construir figuras legales.
Es así que hablamos de “exilios” en plural precisamente porque partimos de considerar las múltiples experiencias que personas de una misma comunidad nacional experimentan al exiliarse. En el mismo sentido, afirmamos que, así como existen múltiples exilios, debemos hablar de formas diferenciadas de retornos a la patria (tema que no trataremos en este trabajo). Es justo advertir que existe un consenso entre quienes estudian situaciones de exilio y retorno en calificarlos como objetos de estudio poliédricos, complejos, móviles, con dificultad de reducirlos a un único sentido –por ejemplo, el jurídico– (Joly, 1996; Rebolledo, 2006; Del Pozo, 2006; Yankelevich y Jensen, 2007; Jensen; 2011; Lastra y Peñaloza Palma, 2016; Roniger, 2016; Yankelevich, 2016), y adherimos a estas posturas.
Asimismo, en términos metodológicos, abordar experiencias desde una perspectiva transnacional de un objeto de estudio que se enmarca en la historia reciente de nuestros pueblos implica no solo el traslado a los espacios nacionales involucrados, sino, también, la utilización de diversas estrategias de indagación a fin de reconstruir un pasado que genera múltiples debates que atraviesan nuestro presente.
Respecto del exilio chileno en el Reino Unido, nuestro trabajo de campo implicó el traslado físico a Chile y al Reino Unido, además de la sede de la Secretaría General de Clacso en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y la realización de más de 40 entrevistas en profundidad a informantes claves.
La localización de ellas y ellos (en estos espacios nacionales) generó un desafío en sí, por varias razones: quienes habían recibido la beca para realizar estudios en el Reino Unido y así salir de Chile no siempre se sentían en condiciones cómodas para decirlo. Tal como Soledad Lastra afirma, tuvimos que lidiar con el problema del privilegio (Lastra, 2016). Pues consideramos que, en las comunidades atravesadas por las dictaduras en el Cono Sur –en este caso–, se generaron una serie de artefactos discursivos en torno al exilio y al retorno sobre el supuesto privilegio de salir del país frente a otras prácticas represivas, en torno a los diferentes espacios de recepción y a las condiciones de vida en distintos espacios nacionales, entre muchos otros elementos. Como resultado de la experiencia histórica vivida, la autorrepresión y el miedo que sufren aún hoy quienes vivieron el exilio en el pasado obturan el trabajo sobre la memoria de esas experiencias. El hecho de que el exilio sea un territorio de disputa, incorporado en las tradiciones y rupturas partidarias antes y después del retorno de la democracia, ligado también a la categoría nativa de privilegio (Lastra, 2016), generó la internalización de ciertos estereotipos y lugares comunes que fueron organizando la memoria y que se disparan cuando se enciende el grabador para comenzar una entrevista.
Creemos que, a pesar de estos discursos y estereotipos, nuestro trabajo de objetivación nos permitirá –sin realizar una jerarquización de las víctimas de la dictadura– dar cuenta de diferentes tipos de exilios que se experimentaron.
La construcción de objetos científicos ligados a los períodos dictatoriales se torna complicada, además, por las dificultades metodológicas que emergen del estado de excepción de la experiencia. En este sentido, entre las dificultades metodológicas para objetivar el fenómeno, conviene agregar la extensión de la práctica de la clandestinidad y la confiscación que el régimen militar produjo en los archivos documentales. Esto potencia la dificultad de dimensionar el fenómeno, así como la falta de fuentes escritas –mayormente sustraídas en allanamientos, o destruidas por quienes ayudaron a quienes necesitaban exiliarse y que debían proteger los datos personales para evitar represalias–. En definitiva, una de las principales dificultades fue la identificación de quienes habían obtenido becas para así poder realizar entrevistas y reconstruir el periplo de sus experiencias. En muchos casos, la quema de un listado con nombres por quienes habían asistido a la comunidad en riesgo evitaba un peligro mayor.
Así, reconstruir con fuentes documentales y testimonios las razones, por ejemplo, por las cuales el Reino Unido financió un programa sistemático de becas para chilenas y chilenos a partir de 1974 nos condujo a realizar trabajo de archivo en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (MINRE), entre muchos otros lugares. Queremos resaltar este espacio porque en nuestra cocina de investigación fue, en un principio, subestimado como archivo de fuentes primarias prioritario. Sin embargo, esta elección se tornó parte de nuestra más inestimable caja documental para reconstruir nuestro objeto de estudio. Fue allí, en la documentación desclasificada, de distinto orden y jerarquías (oficios –ordinarios, reservados, secretos o confidenciales–; memorándums; memorias anuales), donde logramos encontrar nombres y eventos que nos permitieron ir armando un rompecabezas para localizar a nuestros informantes. Es decir, fue en aquellos documentos (por varios años secretos y clasificados) escritos por funcionarios de la dictadura dónde conocimos nombres de actores fundamentales para la solidaridad chilena en el exilio. Estos llamados “enemigos de la chilenidad” -como la dictadura los denominó- nos permitieron ir armando redes de contactos que fueron de sumo valor para nuestras preguntas y, como en toda investigación, abrieron, otras nuevas. Por supuesto, esto fue una de las tantas puntas de una madeja que se fue desarmando, junto a otras, para darnos pistas sobre cómo organizar nuestra pesquisa, plasmada en trabajos previos que nutren las reflexiones ahora presentadas (Bayle, 2010)
A partir de exponer nuestro posicionamiento teórico-metodológico, nos centraremos en el caso chileno.
Los exilios chilenos a partir de 1973
Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes, sabiendo que, muchos más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición (Allende, 11 de setiembre de 1973).
Las palabras que preceden corresponden al último mensaje emitido por el presidente Salvador Allende Gossens el 11 de setiembre de 1973. A partir del golpe militar, sus últimas palabras y las imágenes del bombardeo al Palacio de La Moneda se expandieron por el mundo, generando acciones de solidaridad hacia el pueblo chileno en emergencia. Entre las múltiples consecuencias del golpe, el país experimentó un proceso de exilio masivo, inédito en cuanto al número de exiliados[3] y exiliadas y por las características represivas que provocaron las salidas durante los primeros años de la dictadura y por el modelo económico y las políticas neoliberales implementados, que generaron nuevas olas de exilios económicos. Respecto de las formas de salidas del país, nuestra perspectiva sociológica, que ya hemos explicitado, se aparta de una conceptualización jurídica del exilio, aunque la tiene en cuenta al momento de analizar los casos concretos.
El exilio chileno en tierras británicas
Hacia setiembre de 1973, el Reino Unido era gobernado por el Partido Conservador y no existieron acciones gubernamentales para la aceptación de chilenas y chilenos en condición de exilio. De hecho, el primer ministro, Edward Heath, reconoció al gobierno militar chileno el 22 de setiembre de 1973 y, a pesar de las múltiples presiones por parte de la oposición, no se permitió la entrada a quienes provenían de Chile por razones políticas.
Las primeras acciones de solidaridad provinieron de espacios académicos y de sectores políticos –por entonces en la oposición– afines al gobierno de Allende (sindicatos y el sector más radicalizado del Partido Laborista, principalmente el Grupo Tribune).
Ahora bien, con el triunfo de los laboristas en las elecciones de febrero de 1974, la situación con relación al exilio chileno cambió rotundamente. En marzo de ese año, James Callagham –Secretary of State for Foreign and Commonwealth Affairs (1974-1976)– comunicó la política a seguir por el gobierno británico respecto de Chile. Si bien no se rompieron relaciones diplomáticas con este país, se permitió la entrada de chilenas y chilenos –bajo distintos permisos–, se suspendió la asistencia económica en concepto de Ayuda para el Desarrollo, entre otras acciones vinculadas a la denuncia respecto de la violación a los derechos humanos (DD. HH.) en Chile.
En términos generales, diremos que cerca de 3.000 chilenas y chilenos ingresaron al país y para su asistencia recibieron, principalmente, ayuda de organizaciones ad hoc, que emprendieron varias acciones conjuntas, aunque manteniendo cada una un perfil específico (Joly, 1987, 1996; Kay, 1987). Se trató del Joint Working Group for Chilean Refugees, del Chile Committee for Human Right y de la Chile Solidarity Campaign. A estas organizaciones hay que sumar la asistencia brindada por militantes laboristas, por los sindicatos, por organizaciones religiosas, por sectores de la comunidad académica y por integrantes de cierta parte de la comunidad británica afines a sectores sensibles con lo que estaba ocurriendo en Chile.
Tal como expresamos en el inicio del trabajo, nuestro foco estará puesto en la asistencia educativa que esta comunidad recibió en dos espacios distintos. En el Reino Unido, fue de vital importancia el trabajo realizado, a días del golpe, por un grupo –conformado ad hoc– de intelectuales de la comunidad académica británica, ligados –en líneas generales– a estudios sobre América Latina: se trató de Academics for Chile (AFC). A este grupo, inicialmente compuesto por Alan Angell, Emanuel de Kadt y Cristian Anglade, se sumaron intelectuales que rechazaban la violación de los DD. HH. en Chile y emprendieron acciones de solidaridad con sus pares de Chile. Ahora bien, ACF se organizó para gestionar la asistencia de un pequeño grupo de estudiantes que, estando en el Reino Unido al momento del golpe, podría sufrir cancelaciones de becas o tendrían problemas para volver a su país. Al evaluar que la dictadura se extendía en el tiempo y que la violación a los DD. HH. en ese país requería una asistencia mayor, AFC recurrió a una ONG que tenía experiencia en la asistencia a personas en situación de refugio. Se trató del World University Service-United Kingdom (WUS UK), que era uno de los tantos comités nacionales del WUS Internacional[4]. Esta ONG escuchó la demanda de AFC y, rápidamente, comenzó a diseñar un programa de asistencia para el exilio chileno.
Hasta 1974 las posibilidades financieras para la ayuda eran mínimas, situación que cambió radicalmente cuando se anunció –tras el triunfo de los laboristas en febrero– que se cancelaría la Ayuda para el Desarrollo que Chile estaba recibiendo hasta entonces. Si bien no podemos explayarnos en este hecho político, esta decisión tomada por la flamante ministra de Desarrollo de Ultramar Judith Hart[5] otorgó dimensiones inéditas para el WUS UK y fue vital para el exilio chileno en ese país. Pues bien, su decisión política, apoyada en su postura respecto de lo que debía implicar la Ayuda para el Desarrollo (Hart, 1973), significó que los fondos que antes recibía el gobierno chileno se trasladaran a becas para asistir a exiliados y exiladas de ese país para que, en su posterior retorno a su patria, pudieran aportar al desarrollo de este. De esta forma, el programa administrado por el WUS UK recibió, entre 1974 y 1986, 11.188.736 libras esterlinas (WUS-UK, 1986). Con los fondos asegurados, gracias a un conjunto de factores de índole política y académica –entre ellos, que Duddle Seers[6] presidía el comité de becas–, el llamado Chilean Refugees Scholarship Programme adquirió una importante dimensión. En líneas generales, diremos que se otorgaron becas a 900 personas exiliadas de Chile para realizar estudios en universidades, politécnicos y colleges de todo el país en carreras de posgrados, grado y educación continua o secundaria, tal como expresa la siguiente tabla.
Tabla 1. Distribución de becas según nivel de educación por año académico (n: 900)
Año académico | Posgrado | Grado | Educación avanzada y no avanzada (secundaria) |
73/74 | 9 | 2 | – |
74/75 | 77 | 13 | 2 |
75/76 | 99 | 63 | 5 |
76/77 | 112 | 73 | 17 |
77/78 | 74 | 83 | 16 |
78/79 | 64 | 62 | 6 |
79/80 | 30 | 43 | 31 |
80/81 | 8 | 4 | 5 |
81/82 | – | – | 1 |
83/84 | – | – | 1 |
Total | 473 | 343 | 84 |
Fuente: WUS-UK, 1986, p. 29.
Tal como expresa la tabla, observamos el momento de expansión del programa, a partir de 1974, cuando se recibieron los fondos públicos y un mayor número de becas otorgadas para realizar estudios de posgrados, sobre todo en los primeros años de este. Sin embargo, se observa un crecimiento año a año de becas para estudios de grado y de educación avanzada y no avanzada (secundaria o de formación técnica). Este cambio tiene varias explicaciones, entre ellas la lógica del campo universitario británico, el conocimiento del idioma, como otros factores de índole académica, política y humanitaria que atravesaron al programa de becas.
Pues, el Chilean Refugees Scholarship Programme no estuvo librado de tensiones entre los criterios académicos y humanitarios y recibió presiones por parte de la comunidad chilena y británica, de sectores políticos, de organismos y militantes de DD. HH., entre otros, para flexibilizar los criterios de otorgamiento de becas (por ejemplo, el tópico del desarrollo), sobre todo cuando, a partir del decreto ley 504, de 1975, la dictadura chilena posibilitaba conmutar la cárcel por el extrañamiento (decreto ley 504, 1975). Ante esta situación, con una carta de permiso para entrar a un país, se lograba salir de la cárcel. La beca se convirtió en un mecanismo de salida de Chile, por lo que se articularon acciones con el Comité Pro Paz (luego Vicaría de la Solidaridad), con la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC) y con otras organizaciones de DD. HH. con el fin de facilitar los trámites legales.
En relación con los resultados del programa, en términos académicos, de 900 becarias y becarios, 574 terminaron sus estudios (64 %). El reporte del WUS UK de 1986 advierte que quienes iniciaron estudios de menor jerarquía presentaron mayores dificultades para titularse, a diferencia de estudiantes de posgrado (WUS UK, 1986). Además de las diferencias entre el sistema universitario británico y el sistema chileno, el conocimiento del inglés fue uno de los principales obstáculos, a lo que debemos sumar la difícil situación de estudiar luego de haber atravesado situaciones de extrema violencia.
Si bien hemos sintetizado las acciones principales de este programa administrado por el WUS UK, debemos aclarar que, en las primeras tareas de preselección para el otorgamiento de becas, jugaron un rol fundamental el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) –en distintos momentos del programa– y que, a lo largo de los años de funcionamiento, se articularon acciones con diferentes organizaciones de América Latina y de Europa.
Ahora bien, a los fines de nuestros objetivos, nos interesa destacar el proceso de expansión por América Latina que se generó en el WUS a partir, principalmente, del caso chileno. Esta organización internacional fue conocida en la región como Servicio Universitario Mundial (SUM) y, si bien desde 1960 había tenido cierta presencia en algunos países del continente, en los años setenta del siglo pasado extendió sus acciones en América Latina para fomentar programas de educación para personas en situación de refugio y programas de retorno a América Latina y de fortalecimiento de la democracia en los países atravesados por las dictaduras, entre otras líneas de trabajo.
El Servicio Universitario Mundial
El WUS UK, al instrumentar su programa que incluía, además, un programa de retorno a Chile o la región latinoamericana, financió viajes a sus integrantes para establecer contactos y generar diagnósticos sobre la situación en términos de DD. HH. Estas tareas del WUS UK dieron el puntapié inicial para la instalación de comités nacionales de la organización internacional en distintos países de la región. Una cifra no menor es que entre 1976 y 1979 se establecieron en América Latina diez comités nacionales del WUS o SUM, tal como se lo nombró en varios países. Hacia 1990 se contabilizaban 16 comités nacionales del SUM en América Latina y el Caribe.
En este proceso de expansión de la organización, se fueron incorporando intelectuales y activistas de la región; situación que fue cambiando el perfil del SUM, antes ligado a otros continentes y a otras emergencias. Entre los principales tópicos a los que apuntó el SUM, se destacó la asistencia educativa de sectores afectados por las dictaduras o crisis políticas, el fomento de cierta idea de desarrollo, la defensa de los DD. HH. y la lucha por la restauración de la democracia –sobre todo en los años setenta–. En términos financieros, esta ONG recibió aportes de la Agencia Sueca Internacional de Cooperación al Desarrollo (SIDA, por sus siglas en inglés) y, en menor volumen, del Departamento Finlandés para la Cooperación Internacional al Desarrollo (FINNIDA), del Ministerio de Asuntos Exteriores de Dinamarca (DANIDA), del Ministerio de Asuntos Exteriores (Países Bajos), de UNICEF, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de la Fundación Ford.
El exilio chileno en Mendoza y la asistencia del Servicio Universitario Mundial
Tal como hemos adelantado, nuestro posicionamiento teórico respecto del exilio como fenómeno transnacional y complejo, que considera que una misma comunidad nacional experimenta múltiples formas de exilio y de retorno, nos invita a analizar el caso del exilio chileno en Mendoza, Argentina, y el rol del SUM ante esta situación.
Pues bien, el exilio chileno en Mendoza tuvo otras características a las registradas en el Reino Unido. En los párrafos precedentes, mostramos cómo el SUM se expandió en América Latina asistiendo a víctimas de las dictaduras militares y que su accionar no estuvo ajeno a lo que estaba ocurriendo en tierras mendocinas. Sin embargo, las dimensiones de la asistencia y el perfil de quienes recibieron la ayuda fueron radicalmente diferentes a lo sucedido en el Reino Unido.
La provincia de Mendoza comparte con Chile la frontera, y este no es un dato menor a la hora de historizar los procesos de exilios o migraciones entre ambos espacios. El trabajo de Alejandro Paredes recupera distintas etapas de exilios chilenos a la provincia de Mendoza, que datan del siglo xix. Sin embargo, hasta 1973 no se habían registrado cifras como aquellas que se generaron a partir de la dictadura militar chilena; pues ese año mismo año ingresaron a Mendoza más de 30 mil personas provenientes de Chile producto de la situación política (Paredes, 2005, 2007). Estas cifras se fueron incrementando e, incluso, en los años ochenta hubo una nueva oleada de exilios, producto de la persecución en Chile de estudiantes de escuelas secundarias y universidades y militantes de distintas poblaciones del país.
En Mendoza, la asistencia a quienes obtuvieron el estatus de refugiado otorgado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estuvo a cargo del Comité Ecuménico de Acción Social (CEAS). Fue precisamente a través del CEAS como el SUM intervino en la provincia de Mendoza. En Argentina, hacia mediados de los años ochenta, ya en el período democrático de ese país, el comité del SUM, bajo la conducción de Jorge Taiana, comenzó a realizar alianzas con organizaciones locales e internacionales para fomentar su política de asistencia.
Debemos resaltar que, entre ambas organizaciones (SUM y CEAS), existía una fuerte ligazón a partir del ecumenismo y generaron alianzas coyunturales y redes de apoyo locales e internacionales (Keck y Sikkink, 1998) para lograr la asistencia a la comunidad chilena en el exilio.
La ayuda que otorgó el SUM vía CEAS en Mendoza estuvo atravesada por diferentes criterios –humanitarios, políticos, académicos, éticos-religiosos–, y atendió a una población con perfiles sociales distintos a la situación planteada en el Reino Unido. Si bien en Mendoza quienes se exiliaron no tenían problemas vinculados a la lengua –caso contrastante con el caso británico–, las condiciones de vida no siempre eran las óptimas, más aún para realizar tareas académicas.
Entre 1985 y 1987, pudimos localizar 48 solicitudes de becas al SUM, a través del CEAS. Estas cifras muestran lo limitado del programa en comparación con el caso analizado en el Reino Unido. Nuestro trabajo etnográfico sobre 15 casos, a partir de los legajos que contienen las solicitudes de pedido de becas al SUM (Bayle y Paredes, 2022), nos permite afirmar que quienes recibieron beca del SUM portaban experiencias previas de militancias sociales, religiosas, políticas, barriales o de movimientos de DD. HH. en Chile. Es decir, poseían capital militante, entendido como un saber hacer aprendido en instancias de luchas políticas, partidarias y no partidarias (Matonti y Poupeau, 2004; Poupeau, 2007). Esto no difiere de la mayoría de quienes salieron al exilio a diferentes latitudes. En términos educativos, objeto de este trabajo, diremos que las becas de SUM fueron, principalmente, adjudicadas para realizar estudios técnicos o formación en oficios y orientadas a sectores con escaso capital social, económico y académico, a diferencia de quienes recibieron las becas en el Reino Unido, donde, en términos porcentuales, y, principalmente, en los primeros años de la dictadura, los estudios de posgrado tuvieron mayor presencia.
Las diferencias se explican por varios factores: entre ellos, podemos atribuirlas a los capitales sociales y académicos de quienes se exiliaron en cada espacio de recepción y a las posibilidades de generar los contactos necesarios para gestionar la salida del país; también, en los espacios de acogida, al financiamiento recibido por las organizaciones que asistieron y a los contextos políticos en donde sucedieron cada uno de estos procesos. Recordemos que en Argentina en 1976 comenzó una de las dictaduras militares más cruentas de su historia política y, si bien los casos analizados se dieron en el período democrático –en la segunda mitad de los años 80–, las condiciones para la recepción de otras comunidades en situación de exilio no eran óptimas, por razones económicas, entre otras. A diferencia del Reino Unido, que desde 1974 recibió fondos públicos de más de 11 millones de libras esterlinas para administrar un programa sistemático de becas.
Respecto de las becas otorgadas por el SUM en Mendoza, consideramos que, entre los distintos criterios para el otorgamiento, primó el humanitario y, para la gran mayoría, la experiencia del exilio significó una instancia de movilidad social descendente. En el caso británico, el criterio humanitario nunca estuvo ausente por las características mismas del programa, pero, en sus primeros años, fueron el capital académico y, en cierta medida, el social los que ocuparon una mayor presencia. Tal como ya explicitamos, fueron las tensiones que atravesaron al programa las que fueron imponiendo el criterio de necesidad social (humanitario).
Palabras finales
En este trabajo abordamos dos experiencias exiliares que una misma comunidad, la chilena, vivenció a partir de la dictadura militar que comenzó en 1973, en dos contextos radicalmente distintos. En primer lugar, nos posicionamos en relación con la categoría de exilio, entendida en términos transnacionales, y atendiendo a las múltiples complejidades que atraviesan a este fenómeno. Rechazamos la idea de suscribirlo a experiencias singulares, que no atiendan a las múltiples aristas y a la multicausalidad del proceso. Consideramos, por estos motivos, que una misma comunidad nacional puede vivenciar distintas formas de exilios y retornos en función de un conjunto de variables.
En segundo término, nos detuvimos en cuestiones de orden metodológico; por un lado, advertimos la complejidad que presenta el estudio objetivo de nuestro pasado reciente, cuyas consecuencias siguen actuando en el corazón de las memorias individuales y colectivas. A lo anterior, sumamos una reflexión en torno a las fuentes de investigación de nuestro objeto de estudio, para señalar que la construcción de este implicó un periplo que fue cambiando en función del trabajo en archivos documentales, que propiciaron el armado de nuevos esquemas y de renovadas preguntas de investigación. Reflexionamos, asimismo, en lo engorroso de la identificación de informantes claves, a raíz, también, de varias causas; por ejemplo, los distintos artefactos discursivos que generan estereotipos sobre quienes salieron al exilio y que producen una jerarquización sobre las víctimas de la dictadura. Esto dificultó el acercamiento o la identificación de quienes recibieron, en este caso, la beca del WUS UK. A esto agregamos la dificultad en la localización de ciertos documentos, en ocasiones descartados por la situación de emergencia, o resguardados en distintos espacios geográficos.
A partir de estos señalamientos, nos adentramos en los casos analizados. Profundizamos en el exilio chileno en tierras británicas; particularmente en el accionar de una ONG, el WUS UK, que, con fondos públicos, administró un programa de becas para que 900 chilenas y chilenos realizaran estudios en diferentes instituciones del Reino Unido. Sintéticamente, analizamos las razones políticas, académicas y humanitarias que dieron origen a dicho programa y las tensiones que lo atravesaron. En particular, focalizamos en cuestiones educativas, y mostramos cómo en este programa tuvieron mayor presencia los estudios de posgrado.
Finalmente, observamos el accionar de esta misma organización que se conoció como SUM, en la provincia de Mendoza. En ambos espacios, la organización articuló redes de apoyo con organizaciones locales e internacionales. En el caso de Mendoza, trabajó a través del CEAS, encargado de la asistencia de quienes venían de Chile y obtenían el estatus de refugiado, en términos de ACNUR. Analizando las asignaciones de becas, podemos señalar que estas estuvieron destinadas, principalmente, al estudio de oficios o saberes técnicos, no siempre vinculados con las trayectorias educativas previas de quienes adquirían la beca. Se trató de una asistencia numéricamente menor, mínima en relación con el programa analizado en el Reino Unido. El trabajo comparativo nos mostró las razones financieras, políticas y ligadas a los capitales previos que portaban quienes se exiliaron en cada espacio, que explican estas diferencias.
En definitiva, con este trabajo quisimos mostrar la multiplicidad de formas que adquieren las experiencias de exilio, lo que implica la necesidad de la no reducción del estudio al solo focalizar en la comunidad que sale al exilio, sino también en los espacios de acogida y en los grupos que asistieron a las comunidades en emergencia. En estos distintos espacios, es primordial atender a la heterogeneidad de las experiencias y de los capitales sociales, económicos, políticos, académicos, entre otros, que explican formas distintas de vivenciar los exilios y los retornos.
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- Universidad Nacional de Cuyo-CONICET (Argentina). Correo electrónico: paolabayle@gmail.com.↵
- Esta sección deriva de trabajos previos, como la tesis doctoral defendida en la Universidad Nacional de Cuyo en 2010 con el título La diáspora de una población calificada: el exilio académico chileno en el Reino Unido (Bayle, 2010). ↵
- Hacia 1990 la Oficina Nacional del Retorno de Chile afirmaba que la cifra de exiliados representaba cerca de 200 mil personas. Este número se aproxima a lo planteado por la Vicaría de la Solidaridad de Chile, que contempló el número de 260 mil (Rebolledo, 2006). Carmen Norambuena (2000) destaca que la cifra ascendió a 408 mil, mientras que hay quienes afirman que más de un millón de chilenos dejaron el país, si consideramos, además, a las víctimas del modelo económico implementado por la dictadura (Montupil et al., 1993).↵
- El WUS era una organización internacional no gubernamental cuyos objetivos estuvieron vinculados a tres áreas: educación, desarrollo y derechos humanos. Fue creada en 1920 bajo el nombre de World Student Christian Federation; luego cambió por European Student Relief, para poner énfasis en que su ayuda estaba destinada a estudiantes en emergencia por la Primera Guerra Mundial. Durante el período de la Segunda Guerra Mundial, adoptó otra designación: International Student Service (ISS). Por entonces, ISS ayudó a que cientos de exprisioneros de guerra continuaran sus estudios y aportó a la reconstrucción de las universidades afectadas por la contienda internacional. Durante este período, y desde su creación, esta organización había centralizado su ayuda en los países europeos. Al comenzar los años cincuenta, adoptó el nombre de WUS y el foco de su atención pasaron a ser otros continentes: Asia, África y, en los años setenta, América Latina.↵
- Judith Hart había tenido un vínculo político estrecho con el presidente Salvador Allende y una postura firme respecto a lo que significaba la Ayuda para el Desarrollo. El caso chileno ocupó un lugar especial en la política del ministerio a su cargo, ya que supo justificar que, en Chile, bajo dictadura, no estaban dadas las condiciones políticas para recibir fondos en concepto de Ayuda para el Desarrollo, teniendo en cuenta que Pinochet estaba desmantelando políticas ligadas a la reforma agraria o a la capacitación de trabajadores. ↵
- Seers portaba estrechos vínculos académicos con Chile y era considerado uno de los padres fundadores del ministerio. Fue uno de los responsables de la creación del Instituto de Estudios del Desarrollo (IDS) de la Universidad de Sussex y, por su trayectoria, era un respetado intelectual con suficientes credenciales sobre cuestiones del desarrollo.↵