El Consejo Nacional de Educación en tiempos de los Centenarios (1910-1916)
Laura S. Guic[1]
A modo de presentación
En esta primera jornada organizada por la Universidad Nacional de Lanús, y muy especialmente en este panel denominado “Las políticas públicas educativas y su abordaje historiográfico en Argentina entre 1880 y 1916”, les propongo adentrarnos en un ámbito poco profundizado: la historia del gobierno de la educación. Desde esta perspectiva, intento interpelar aquellas políticas educacionales de las primeras décadas del sistema educativo en Argentina, articulado con ese funcionariado que las implementa. Allí, desde la escena en la que se inscribe mi recorrido de investigación, se sigue la pista en torno a la ampliación de una idea fuerza transformada en categoría para la investigación de Juan Carlos Tedesco acerca de la función eminentemente política de la educación y sus derivas, dando inicio así a esta ponencia denominada “El gobierno de la educación común: El Consejo Nacional de Educación en tiempos de los Centenarios 1908-1916”. Ubica el objeto de estudio y el contexto.
Así, en el título puede verse condensado el espacio de incumbencia de los estudios realizados desde el propio camino, en la configuración de esa función educativa en términos de la construcción de la ciudadanía y las políticas educativas en las que se entraman, en un tiempo específico que es el Centenario, cuya apertura considero que se inicia con el centenario, pero de la Revolución de Mayo, y que se clausura con los festejos independentistas, hacia 1916.
La hipótesis que planteo –en un sentido ampliado y teórico en principio– propone que, en este ciclo de los centenarios –de conmemoraciones entre la Revolución y la Independencia–, las ideologías y axiologías se despliegan entre un patriotismo y un nacionalismo en disputa, y desde allí se instaura un relato de la élite dirigente que se continuará en el ciclo de gobierno diferente, con huellas que pueden ser reconocidas en el presente. Además, se estudian en las fuentes los contenidos de ambas conmemoraciones a fin de reconocer continuidades y rupturas entre ambos, para revisar así, en ciclos posteriores, los modos en que se fueron solapando.
Hacia 1916, en la escena de una Argentina que se prepara para los festejos del Centenario de la Independencia, pueden advertirse modalidades de implementación encadenadas con la tradición del Programa de Educación Patriótica, planificado, administrado y dirigido, desde la presidencia del Consejo Nacional de Educación, por el Dr. José María Ramos Mejía, entre 1908 y 1913. Lo interesante es que, a diferencia de algunas otras naciones, la Argentina conmemora dos fechas míticas y fundacionales de la nación, el 25 de Mayo de 1810 y el 9 de Julio de 1916.
Muchos docentes a lo largo del tiempo agradecen que el 25 de mayo se encuentre antes que el 9 de julio en el denominado “calendario escolar”, ya que evita mayores confusiones de las que ya existen en los saberes históricos aprendidos de la escolaridad primera del alumnado argentino.
Volviendo a las instauraciones del relato y específicamente a los Centenarios, pude encontrar ciertas correspondencias en ambas fiestas patrias respecto de los programas educacionales, entendidos como genuinas políticas públicas educativas, bajo la órbita del mismo signo político, caracterizado como “orden conservador” por Natalio Botana.
Siguiendo la clave de una función patriótica, diseñada hacia el primero de los festejos, la política implementada en los primeros años del siglo xx exhibe algunas modificaciones del dispositivo, tanto en su trama curricular como en su didáctica, que tornará paulatinamente en un discurso nacionalista, propio de un escenario atravesado por las transformaciones regionales y mundiales, subrayo “una apelación a la nacionalidad distinta”.
La hipótesis que presento a continuación de la anterior sostiene que, en el período radical, entre 1916 y 1930, existen más continuidades que rupturas en la función política de la educación y particularmente en la definición patriótica/nacionalista que asumen sus formas y contenidos. También se encuentra una prolongación en su modalidad administrativa, sin cambios sustantivos en la dirigencia desde el Consejo Nacional de Educación, en adelante CNE.
Este formato primero que suscribe a algunas recepciones de la modernidad tornará hacia una nueva discursividad que remite más a definiciones nacionalistas antes que patrióticas, como se mostrará con algunas evidencias a continuación. Solamente como formulación hipotética, diré que las apelaciones a la autoridad del pensamiento y la ideología europeos virarán hacia una remisión que transmutará en un pensamiento argentino. Lo anterior está aún por desentrañarse. Aclaro que esta concepción de transmutación implica la transformación y los ajustes que la dirigencia de la nación le impone.
De algún modo, este cambio se advierte en la incorporación al panteón de la narrativa histórica de nuevas figuras, y, dicho esto, puede matizarse la afirmación sosteniendo que el cambio hacia un nacionalismo particular se instalará a partir de la denominada “república imposible” de 1930. Esta investigación se encuentra en curso.
Más allá de los cambios o de la preeminencia del patriotismo o el nacionalismo, existen en el presente evidencias de la función patriótica naturalizadas en las prácticas escolares de conmemoración e historia, que aún pueden encontrarse en las evocaciones y apelaciones a la nación de este presente.
Algunas pistas para estudiar la política educativa del Centenario Independentista
Una primera distinción necesaria entre patriotismo y nacionalismo permitirá evitar la sinonimia con la que comúnmente se los define y emplea. Una brevísima concepción de cada uno para el presente trabajo se expone a continuación a modo explicativo. Se entiende el patriotismo como aquella ideología de identificación con la patria, como ese lugar de filiación vinculado a un relato, cuyo panteón de héroes se convierten en los padres del pueblo. En cambio, el nacionalismo es concebido como aquella ideología que remite a la nación como Estado, según la construcción de características compartidas, de apelación a los lineamientos de una territorialización de la ciudadanía.
En definitiva, el patriotismo se vinculará en sus relatos poniendo el origen en la Gesta de Mayo, y su simbología y el nacionalismo tomarán la épica de la Independencia y sus héroes.
Como rasgos generalísimos del Centenario Independentista, y siguiendo las mismas estrategias de intervención e intervenciones estratégicas definidas por Ramos Mejía y equipo, a partir de la conmemoración maya, se diseñan e implementan desde el CNE las políticas públicas educativas de corte patriótico con algunos matices nacionalistas. Estas políticas son consideradas en su tiempo como programas educacionales por sus promotores e implementadores.
Se explora entonces la política educativa, tomando como referencia primera las actas del CNE y sus intervenciones desde el gobierno; estos son soportes documentales escasamente estudiados. Desde estas decisiones y gestiones administrativas, se realiza una lectura comparativa para conocer si existe una distancia o no entre ambas actuaciones del CNE, con las consecuentes materializaciones en sede educativa. Para establecer si la política tramita en las aulas, se encuentran evidencias sustantivas en la publicación del CNE, El Monitor de la Educación Común, revista educativa que instaura y divulga las intervenciones y las acciones efectivas en este sentido.
Por último, este desarrollo forma parte de un trabajo más extenso que interpela los orígenes del gobierno de la educación desde una perspectiva histórica, en la instauración de una función eminentemente patriótica, en principio, intentando establecer respuestas a preguntas como quién o quiénes gobiernan la educación, desde qué ideologías, con qué instrumentos, etc.
Se toma como antecedente y punto de partida el estudio con relación al diagnóstico de Ramos Mejía, cuando en 1899 escribe Las multitudes argentinas, obra de amplia recepción en su tiempo que formula una fuerte sentencia acerca de la cuestión del inmigrante, y la respuesta estará condensada en su programa educativo “La educación patriótica” (Guic, 2021).
En cuanto a la modalidad de investigación, volviendo sobre el diseño de una metodología rizomática, se contempla para este abordaje el estudio de actas gubernamentales, leyes, textos escolares y artículos de divulgación del órgano de gobierno de la educación común; esta pluralidad documental exige la construcción de instrumentos y diseño que atiendan al tratamiento particular de cada una de estas fuentes.
En una primera entrada a este recorte del problema de investigación, es posible desentrañar las nuevas imposiciones de la dirigencia gubernativa, ya en el ocaso del orden conservador.
Unos de los aportes de estos últimos recorridos han sido, en perspectiva metodológica, la recuperación de las fuentes diversas para el fortalecimiento de la construcción de los objetos de estudio y la vuelta hacia la redefinición de los abordajes investigativos.
Evidencias primeras
Recordemos primero la escena política de 1916, tiempo que encuentra a los conservadores en un momento específico, donde Roca –líder del PAN–, quien era el dirigente que mantenía cierta cohesión al interior del partido, había fallecido en 1914, y, además, en esa escena, aparecen los efectos no deseados de la ley 8.871. Más conocida como Sáenz Peña, en 1912, la ley del sufragio universal (masculino), obligatorio y secreto, es el instrumento legal que el 2 de abril de 1916 lleva a la presidencia a Hipólito Irigoyen (1852-1933), cambiando el signo partidario del oficialismo por los próximos catorce años.
Este cierre de ciclo del gobierno del orden conservador es la apertura a uno nuevo en este año particular, 1916; es el inicio del ciclo radical, lo que implica un atravesamiento que no debe pasar inadvertido para quienes interpelemos las políticas educacionales de esta escena.
El advenimiento de los radicales traerá a la presidencia del consejo a Ángel Gallardo (1867-1934), quien permanecerá en el cargo por un lustro, pero también a Abel Teodato Ayerza (1861-1918), de una tradición política análoga a la de Ramos Mejía, médico como su padre y su hijo. También puede verse en la lista de vocales a Juan Pedro Ramos (1878- 1958), quien es el autor del conocido y poco profundizado Informe Ramos.
Siguiendo, ahora sí, las pistas de las resoluciones previstas en actas de sesión del CNE, desde donde se disponen y comunican a las escuelas comunes de todo el país las acciones tendientes a desplegar el programa de las festividades de la conmemoración independentista, pudo encontrarse un documento similar al denominado “La escuela del Centenario”, de 1909 y 1910, que favorece el seguimiento del derrotero de este nuevo programa educacional. El programa se publica el 30 de junio de 1916, en El Monitor, con el título: “Centenario de la Declaración de la Independencia 9 de Julio de 1816”.
Si bien algunas anexiones se centran en el protagonismo que adquieren militares y políticos luego de las luchas por la independencia, tal es el caso de San Martín, puede adelantarse que esta selección para el panteón relega a figuras centrales de las luchas y eleva a otras al santoral patriótico. Podemos solamente mostrar quiénes por su género o lugar de nacimiento quedaban a los pies de los altares, como la coronela Juana Azurduy (1780-1862), por cuestiones de género, o Martín Miguel de Güemes (1785-1821), otrora depreciado por librar una guerra gaucha. Y si tomamos una segmentación, podemos citar a María Remedios del Valle (1766/6-1847), recientemente recuperada por ser protagonista en las luchas por la Independencia.
Los festejos del 9 de Julio tramitarán, como podemos ya adelantar, en un intento de reivindicar los linajes de tradición nacional de los conservadores y ubicarán en el otro lado a los radicales y sus seguidores. Pero las evidencias para fortalecer esta hipótesis por ahora se están profundizando.
Volviendo a enero de 1916, es posible visualizar que ya en las sesiones del CNE los dirigentes se disponen a promover acciones en torno al Centenario de la Independencia.
Ahora bien, al revisar las sesiones posteriores a abril, los integrantes de este órgano de gobierno están anoticiados de su eminente salida de los cargos, que, como ya señalamos, se produce con algunas variaciones, el 12 de diciembre de ese mismo año.
Explorando las sesiones previas a la conmemoración de la Independencia, puede advertirse la acción gubernamental del CNE, ya en la primera de ellas, en enero de 1916, en relación con los festejos. La apertura de estas sesiones está a cargo de Pedro Arata (1849-1922), quien preside el CNE desde la renuncia de su antecesor en el cargo, Ramos Mejía.
En comparación con el programa de educación patriótica revolucionario, puede afirmarse que José María Ramos Mejía, presidente del CNE en el ciclo 1908 y 1913, inicia una estructura de sesión con el mismo ordenamiento que sus antecesores dividiendo la reunión por secciones, provincias, capital, territorios y varios.
Las funciones previstas por la ley 1.420 y otras agregadas por el crecimiento y fortalecimiento del organismo fluctúan entre designaciones y movimientos de docentes y directivos, licencias, juicios, licitaciones públicas para la construcción de edificios, aceptación de recursos para construcciones edilicias, etc. Entre ellas aparece la moción de “acceder al pedido del Congreso Americano de Bibliografía e Historia, en su oportunidad y en homenaje a la celebración del Centenario de la Jura a nuestra Independencia” (Actas del Consejo Nacional de Educación, 1916, pp. 4 y 5).
Puede verse reflejada ya en esa primera sesión de gobierno una primera pista que ubica a las celebraciones por este nuevo Centenario previstas por este órgano de gobierno.
Es preciso recordar que estas actas en su mayoría se encuentran publicadas en la sección oficial de El Monitor de la Educación Común, para mostrar las actuaciones gubernamentales y como intervención estratégica, que revela, en parte, la modalidad de la política del consejo.
En la revista, se publica en el número[2] que sale a la luz justo antes de las celebraciones, con el título “Centenario de la declaración de la Independencia 9 de julio de 1816”. Se sigue el modo de presentar el panteón desde la estética que ya existía en el centenario anterior.
Un aspecto que retomar del título, y al plano discursivo, es que aquí ya se pone énfasis en la declaración y no en la jura. Pueblan las primeras páginas fotografías de la casa histórica, y un retrato de Francisco Narciso de Laprida (1786-1829), sanjuanino y fallecido en Mendoza, señalado como diputado por San Juan y presidente de la Asamblea. Les siguen así seguidas fotografías y retratos que configuran en este sentido el relato de los partícipes de la fecha histórica.
Esta progresión se corta con el monumento de la Asamblea del Año xiii y Congreso de 1816 que se encuentra en la plaza de los dos Congresos. Una forma de llevar a Buenos Aires la celebración de escena tucumana.
Le sigue a la publicación un artículo titulado “El general San Martín en el Perú”, de Basilio Hall, que es un militar que publica un libro basado en el diario escrito en Chile, Perú y México entre 1820 y 1822.
El relato y la estética pueden compararse con la presentación de la construcción de un Belgrano en el Centenario.
La tradición con la función patriótica en otros aspectos puede verse con una ruptura particular en el artículo que sigue, “La escuela al sol”, donde aparece una fuerte impronta vinculada al mundo del trabajo y la escuela al aire libre. Muy conveniente para este tiempo que habitamos. Quien firma el artículo es el Dr. August Roller (1874-1954), un suizo que publica en 1914 La cura del soleil. Luego de otro artículo, “La ética de la química”, aparece un canto a Cabral, de corte patriótico, del poeta uruguayo Victoriano Montes (1855-1917), de 31 estrofas. Como último aspecto de la caracterización de la publicación, en la información nacional se ocupan de la instrucción primaria en Tucumán y una caracterización de la situación, y algunas consideraciones de la fiesta patriótica.
Como cierre, es preciso afirmar que en 1916 el gobierno no muestra una política educacional novedosa a través de las publicaciones, como claramente lo hiciera el ciclo de Ramos Mejía.
Estas perspectivas para indagar las nuevas modalidades que se van imponiendo por vía educativa, a través de sus programas y sus relatos históricos, profundizarán el estudio de su tránsito hacia el nacionalismo en este tiempo en que se le abre al radicalismo la entrada al gobierno nacional.
Bibliografía
Consejo Nacional de Educación (1908-1916). Actas de Sesión del Consejo Nacional de Educación. Disponible en t.ly/EP6G.
Botana, Natalio (1987). El orden conservador, Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
El Monitor de la Educación Común (1916). Centenario de la Declaración de la Independencia 9 de Julio de 1816. Año 34, n.º 522, Buenos Aires, 23 de junio de 1916, tomo 57.
Guic, Laura S. (2019). Ramos Mejía y Las multitudes argentinas. Una intervención política en Buenos Aires, hacia fines del SXIX. Tesis. Maestría de Investigación Científica, UNLa, Lanús.
Guic, Laura S. (2021). El gobierno del otro y la educación común: Estudio de las políticas educativas del Consejo Nacional de Educación, durante la presidencia de J. M. Ramos Mejía, hacia el Centenario de la Revolución de Mayo (1908-1913). Programa Interuniversitario de Doctorado en Educación, Tesis doctoral, UNLa; Tres de Febrero; Universidad de San Martín.
Ramos Mejía, José María (1899). Las multitudes argentinas, Editorial Belgrano, Buenos Aires.
Ramos Mejía, José María (1909). La escuela del Centenario, Consejo Nacional de Educación. Repositorio digital de la Biblioteca Nacional del Maestro.
Ramos Mejía, José María (1913). La Educación Común en la República Argentina, (1909-1910), Consejo Nacional de Educación, Buenos Aires, Penitenciaría Nacional.
Tedesco, Juan Carlos (2005). Educación y sociedad en la Argentina (1880-1945), Buenos Aires, Siglo xxi Editores.