Otras publicaciones:

Book cover

DT_Cassin_Sferco_13x20_OK-2

Otras publicaciones:

9789871867844_frontcover

remesas

Violencia de género
y movimientos de mujeres:
entre lucha y acción colectiva

Stellamarina Donato[1]

Violencia de género contra las mujeres

En todo el mundo, se calcula que 736 millones de mujeres –casi una de cada tres– han sido objeto de violencia física o sexual por parte de su pareja, de violencia sexual fuera de la pareja, o de ambas al menos una vez en su vida. Además, se computa que el 30 % de las mujeres tienen de 15 años o más. Y estos son los datos de ONU Mujeres, los que son visibles y públicos y que las estadísticas nacionales consiguen recoger. Pero esto es solo la punta del iceberg. Algunos de los informes y las denuncias, como es bien sabido, y sobre todo en algunas partes del mundo, en países donde los datos no se recogen o siguen una normativa que no incluye las diferentes formas de violencia de género, los números no se reportan y, por lo tanto, hay toda una parte del fenómeno que queda sumergida y que ciertamente agravaría este prospecto inicial que nos transmite la comunidad internacional.

A nivel teórico, la violencia de género contra las mujeres es un fenómeno multidimensional que incorpora diferentes enfoques. Estos han caracterizado el debate en la literatura durante muchos años: desde el ámbito de la sociología, hasta la política y las distintas ciencias sociales (Donato, 2020; Taylor & Jasinski, 2011; Casique & Furegato, 2006; Heise, 1998; Walby, 1990).

Aunque el debate sobre el fenómeno social así entendido viene de lejos, puede decirse que aún hoy existen dos paradigmas teóricos que se monopolizan para explicar el fenómeno social que estamos examinando: el paradigma de violencia contra las mujeres y el paradigma de violencia de género. Ellos presentan elementos comunes, pero, sobre todo, diferencias importantes que también ayudan a comprender las realidades en las que se establecen con más éxito.

La violencia contra las mujeres se caracteriza por un modelo ecológico de la violencia que incorpora tres niveles principales (Casique & Furegato, 2006; Heise, 1998). El primer nivel, más restrictivo, es el nivel de interacción entre hombres y mujeres (generalmente una pareja), donde se observan patrones de diálogo y comportamiento repetitivos (o inexistentes) en la relación. En segundo lugar, está el nivel más amplio, que se refiere a las relaciones familiares, entre amigos y sociedad; cada uno de estos factores puede o no desempeñar un papel en la actuación o prevención del comportamiento agresivo. Un tercer nivel, aún más amplio, es la sociedad, donde la cultura dominante puede apoyar o prevenir y condenar la violencia, y las políticas y los servicios pueden ayudar a las víctimas y a la sociedad en general con planes de prevención efectivos.

El segundo modelo, el modelo de violencia de género (Taylor & Jasinski, 2011; Merry, 2009; Nayak & Suchland, 2006), incorpora este fenómeno al marco conceptual del patriarcado, es decir, la dominación de los hombres sobre las mujeres (Bourdieu, 2001). Esta es una hipótesis teórica basada en el análisis histórico del estatus social que han poseído las mujeres en todas las culturas y sociedades, hasta tiempos muy recientes, y que en algunos lugares sigue siendo muy precario.

Numerosos estudios confirman que la violencia es una forma de mantener el dominio masculino, que quiere hacer valer su posición de poder. La masculinidad/feminidad distingue esta posición de poder. El modelo ecológico de la violencia contra las mujeres, el primero que se ha presentado aquí, abarca así diferentes niveles, ayuda a explicar las causas de la violencia contra las mujeres, no solo centrándose en cuestiones de poder y desequilibrios de género.

Por lo tanto, se puede argumentar que las similitudes entre los dos modelos radican en elegir el campo de la violencia en función del conflicto de género y reconocer que es un fenómeno social. Las diferencias son claras: si el primer modelo es más flexible, admitiendo distintas hipótesis explicativas y aplicando múltiples contextos, el segundo modelo, el de violencia de género, tiende a una dirección que lo abarca todo, incluyendo muchos casos y situaciones sociales, en un único modelo, el del patriarcado.

En este breve artículo, y según el investigador que lo escribe, la formulación adapta del fenómeno debería ser “violencia de género contra las mujeres”, en inglés gender-based violence against women (GBVAW).

Así entendida, la violencia de género contra las mujeres (GBVAW), como en Baker y Leicht (2017), se centra en las raíces culturales de la violencia como históricamente perpetrada por un grupo de la sociedad (los hombres) contra el otro (las mujeres) debido al desequilibrio del poder de género.

En esta formulación, la violencia de género contra las mujeres aborda las causas principales de la violencia, relacionadas con las diferencias dentro de las sociedades y las construcciones de género que existen tanto a nivel internacional como de los Estados nación, y también abarca el enfoque ecológico de la violencia contra las mujeres. Además, esta expresión es cada vez más familiar a nivel mundial y, junto con la de “violencia masculina contra las mujeres” (Ciccone, 2017; González, 2012), creo que podría ayudar a enmarcar el tema tanto en la prevención como en el contraste de sus ocurrencias, más que en la descripción de lo que es.

Entre lucha y acción colectiva

La acción colectiva, entendida en sentido estricto a nivel sociológico, se define como la acción voluntaria que coordina la participación de varios individuos para hacer triunfar un interés o una causa. La forma en que se entiende aquí es que, a menudo, al tratar el fenómeno de las discriminaciones y los casos de violencia de género contra las mujeres, los actores implicados actúan de forma desvinculada. La lucha, entendida solo en el ámbito del activismo y los movimientos, no siempre va acompañada de una acción colectiva. La acción colectiva en la era de la globalización (Moghadam, 2000) es, por tanto, de crucial importancia, porque aúna cuestiones sociales, culturales, económicas y políticas y actúa sobre una serie de cambios. En este caso, los desafíos se refieren a los derechos de las mujeres y a su derecho a vivir una vida sin violencia y sin discriminación.

Se argumenta aquí que el punto de inflexión, que lleva al cambio cultural, se encuentra en la unión de la lucha de los movimientos y la acción colectiva de diferentes actores. Para explicarlo bien, veamos algunas fechas importantes en un reciente eje temporal, desde el 1948. Aquí me refiero a los momentos que considero más significativos para poner en diálogo las luchas de los movimientos y las acciones colectivas, precisamente porque se traducen en resultados a nivel internacional y en protestas a escala global sobre el fenómeno de la violencia de género y derechos de las mujeres (Donato, 2022).

Empecemos en 1948 con la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). El artículo 1 expresa: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Cabe señalar que, debido a la presión de algunas de las mujeres que participaron en la redacción del manifiesto de 1948, como Eleanor Roosevelt y Hans Geoffrey Mehta, así como del eminente académico Marcel Lagarde (1997), se nos recuerda que, en lugar de optar por un falso general y neutral “todos los hombres”, los términos utilizados insisten en “seres humanos”. En 1993, la violencia de los hombres contra las mujeres entró en la esfera pública y se convirtió así en un asunto público, independientemente de si ocurría en la vida pública o privada (artículo 1 de la Declaración de Viena, UN/GA 48/104). A nivel de la ONU, gracias a la Plataforma de Beijing, la comunidad internacional ha reconocido que la violencia de género es un obstáculo para los derechos, la libertad y el desarrollo personal de las mujeres. La GBVAW fue revisada posteriormente por el Consejo de Europa (EP) en el marco del Convenio de Estambul de 2011. La forma en que estas organizaciones internacionales abordan la violencia machista es fundamental en la medida en que los gobiernos responden en términos de políticas y cómo se movilizan los movimientos sociales en diferentes partes del mundo, incluso durante la pandemia, especialmente debido a movimientos como #Metoo y Ni Una Menos y la conexión entre acción local y global. Así que podemos decir que contar con instrumentos vinculantes y declarativos de las organizaciones internacionales para promover y proteger los derechos de las mujeres en el ámbito de los derechos humanos es de suma importancia. Esto significaría permitir a todos los que habitan este mundo vivir una vida sin discriminación, y sin discriminación basada en el género, promover los derechos de las mujeres como derechos humanos y así acabar con las prácticas de poder y violencia, que todavía se ejercen con demasiada frecuencia contra las mujeres, porque, como expresan Arruzza et al. (2019), “las mujeres son en este momento a la vez fuertes y atacadas, más libres y con mayores dificultades, y no hay contradicción entre lo uno y lo otro”.

En este sentido, también el concepto de “igualdad sustantiva” frente al de “igualdad formal” es crucial para precisar, es decir, la igualdad de resultados, además de la igualdad de partida. De hecho, mientras que los movimientos progresistas feministas y sociales han producido más un cambio de conciencia que una creación real de prácticas, estructuras e instituciones capaces de cambiar la vida de las personas (Fraser, 2019), y aquí la combinación de la acción colectiva y lucha se vuelve aún más significativa.

En fin, el objetivo de la igualdad sustantiva y la eliminación de la violencia de género no son una mera herramienta de derecho internacional o solo un debate interno que “habitan” los movimientos: requieren un cambio en las actitudes sociales y en los roles de género y el desafío a los guiones y estereotipos de género para un cambio cultural que une a los actores y promueve la acción colectiva. La lucha contra la violencia de género requiere acción colectiva y un esfuerzo conjunto de la sociedad en su totalidad, incluyendo a la comunidad, a las organizaciones y a los gobiernos. La acción colectiva puede incluir la sensibilización pública, la aplicación de la ley y el apoyo a las víctimas. También es importante trabajar en la prevención de la violencia de género a través de la educación y la promoción de la igualdad de género.

Hay varios movimientos y grupos de lucha que trabajan para abordar la violencia de género hacia las mujeres. Algunos de ellos incluyen los movimientos feministas: el movimiento feminista lucha por la igualdad de género y el fin de la violencia contra las mujeres; las campañas y marchas de las mujeres son también una forma de visibilizar la lucha contra la violencia de género y exigir acción. Además, hay organizaciones de derechos de la mujer que se especializan en apoyar a las mujeres que han sufrido violencia y trabajan para prevenir diferentes formas de violencia en el futuro. La colaboración intersectorial entre distintos sectores, incluyendo la justicia, la salud y los servicios sociales, es igualmente crucial para abordar efectivamente la violencia de género y contra las mujeres y el papel desempeñado por los países y las entidades supranacionales (entre ellos, las Naciones Unidas, el Consejo de Europa, la Unión de Naciones Suramericanas).

Para concluir, es importante seguir apoyando y fortaleciendo estos movimientos y esfuerzos a fin de lograr una sociedad libre de violencia hacia las mujeres. Y, al mismo tiempo, es esencial garantizar que el diálogo constante entre los distintos componentes de la sociedad vaya acompañado de un diálogo con las instituciones y organizaciones que permita perseguir una causa común a través de la acción colectiva.

Bibliografía

Arruzza, C., Bhattacharya, T., Fraser, N. & Prunetti, A. (2019). Femminismo per il 99%: un manifesto. Bari: Laterza.

Baker, P. L. & Leicht, K. T. (2017). Globalization, Gender, and Development: Toward a Theoretical Understanding of Public Gender-Based Violence against Women and Girls. Sociology of Development, 3(4), 323-345. En t.ly/2b-t.

Bourdieu, P. (2001). Masculine domination. Cambridge: Polity Press.

Casique Casique, L. & Furegato, A. R. F. (2006). Violence against women: theoretical reflections. Revista Latino-Americana de Enfermagem, 14(16), 950-956. En t.ly/M7t68.

Ciccone, S. (2017). Violenza maschile. Post-filosofie, 8, 70-81.

Corradi, C. & Donato, S. (2019). Prevención y lucha contra la violencia de género en México e Italia: semántica de las leyes y desarrollo de las políticas en un análisis comparado. Cultura Latinoamericana, 29(1), 110-136.

Donato, S. (2020). Gender-based violence against women in couple and intimate relationships. The case of Spain and Italy during COVID-19 pandemic lockdown. Italian Sociological Review, 10(3S), 869-888.

Donato, S. (2022). El papel de las organizaciones internacionales (ONU, COE) en el debate sobre la libertad y la justicia social como parte de los derechos humanos: no es un ámbito de género, pero el género importa. En Guadarrama González, P. & Picarella, L. (eds.). Libertad y justicia social para el cambio social. Perspectivas y problemas. Fisciano, Italia: NaSC Free Press (pp. 65-85).

Donato, S., Eslen-Ziya, H. & Mangone, E. (2022). From offline to online violence: new challenges for the contemporary society. International Review of Sociology, 32(3), 1-13.

Easteal, P., Bartels, L. & Bradford, S. (2012). Language, gender and “reality”: Violence against women. International Journal of Law, Crime and Justice, 40(4), 324-337.

Flood, M. (2011). Involving men in efforts to end violence against women. Men and Masculinities, 14(3), 358-377. En t.ly/1IF4j.

González Álvarez, M. (2012). Violencia intrafamiliar: características descriptivas, factores de riesgo y propuesta de un plan de intervención. Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, ESP.

Heise, L. (1998). Violence against women: An integrated, ecological framework. Violence Against Women, 4, 262-290. En t.ly/hyKR.

Merry, S. E. (2009). Gender violence: a cultural perspective. Chichester: Wiley-Blackwell.

Moghadam, V. M. (2000). Transnational feminist networks: Collective action in an era of globalization. International Sociology, 15(1), 57-85.

Nayak, M. & Suchland, S. (2006). Gender Violence and Hegemonic Projects. International Feminist Journal of Politics, 8(4), 467-485. En t.ly/4WYwJ.

Pitanguy, J. (2011). Reconceptualizing peace and violence against women: A work in progress. Signs: Journal of Women in Culture and Society, 36(3), 561-566.

Taylor, R. & Jasinski, J. L. (2011). Femicide and the Feminist Perspective. Homicide Studies, 15(4), 341-362. En t.ly/NjQx.

Walby, S. (1990). Theorizing Patriarchy. Oxford: Basil Blackwell.

Walby, S., Towers, J., Balderston, S., Corradi, C., Francis, B., Heiskanen, M. & Strid, S. (2017). The concept and measurement of violence. Bristol: Bristol University Press.

Weldon, S. L. (2002). Protest, Policy, and the Problem of Violence Against Women. Pittsburgh: The University of Pittsburgh Press.

Weldon, S. L. (2006). Women’s Movements, Identity Politics and Policy Impact: A study of policies on violence against women in the 50 United States. Political Research Quarterly, 59(1), 111-122. En t.ly/jAAEk.

Weldon, S. L. & Htun, M. (2013). Feminist Mobilisation and Progressive Policy Change: Why Governments Take Action to Combat Violence Against Women. Gender & Development, 21(2), 231-247. En t.ly/208r.


  1. Università LUMSA (Italia). Correo electrónico: s.donato3@lumsa.it.


Deja un comentario