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Revigorizar los Parlamentos

Los desafíos de la pluralización social,
cultural y política

Gabriela Rodríguez Rial[1]

1. Definiciones y conceptos asociados

El pluralismo es una noción plurívoca. Podemos hablar de pluralismo social, político y hasta cognitivo. Antropológicamente, la pluralidad remite a la diversidad de los seres humanos y a la existencia, incluso dentro de una misma unidad política –como las polis griegas, las repúblicas modernas, los imperios medievales o los Estados nación modernos–, de grupos o conjuntos sociales heterogéneos (Arendt, 1997: 46). Socialmente, la pluralización de subjetividades es un proceso mediante el cual los individuos y las sociedades rompen con la unidad entre cultura e identidad (Briones y Del Cairo, 2015: 33). En un sentido político, el pluralismo remite a doctrinas como la teoría de los cuerpos intermedios de Montesquieu, el socialismo, el cristianismo social o el demo-liberalismo (Bobbio, 2002: 1184-1190). Pero el pluralismo es también una manera de hacer política. Ser pluralista significa creer que la sociedad está compuesta por grupos o centros de poder que, aun en conflicto, limitan la soberanía política que se encarna en un solo lugar. En este sentido, el pluralismo se opone tanto al poder centralizado como al individualismo extremo y es, a la vez, liberal y comunitarista. Otro rasgo propio de nuestra contemporaneidad es la pluralización de las formas de conocer, inclusive dentro de campos científicos específicos, como la Ciencia Política (Corcuff, 2012).

Es muy habitual que a los conceptos políticos clásicos se les agregue una desinencia, “-ción”, que implica complejización. La pluralización es un neologismo que expresa cómo los constantes cambios que atraviesan las sociedades y la vida política actuales las diversifican y fragmentan, volviéndolas cada vez menos homogéneas.

2. La pluralización de la sociedad y la política contemporáneas

El pluralismo societal no es un fenómeno nuevo. No obstante, la complejidad de los lazos sociales y la diversificación de las identidades en el mundo contemporáneo exigen repensar las formas en las que los grupos hacen visibles sus demandas en el espacio público. ¿Cómo representar una sociedad en continua fragmentación, donde los valores y las opiniones se comparten en grupos cada vez más pequeños que rara vez interactúan?

Las unidades políticas, especialmente los Estados nación, tienen dificultades para lidiar con la heterogeneidad de lo social. Los Parlamentos modernos, por ser la fuente de la legitimidad de la ley y uno de los espacios privilegiados en el debate público, desempeñan un rol clave en la visibilización y representación de los grupos y opiniones presentes en la sociedad. La crisis del liberalismo como tradición política, incluso en los países anglosajones donde era dominante, demuestra que el pluralismo político democrático no es una meta que se alcanza de una vez y para siempre sino que necesita adaptarse a los requerimientos de sociedades cada vez más complejas y diversas.

Las tradiciones políticas argentinas no son ajenas a estas transformaciones. Si bien desde hace casi cuarenta años la democracia se ha consolidado en términos formales, las disputas dentro del campo político no siempre responden a lo que se espera de un régimen político democrático liberal (Aboy, 2010). Es interesante recordar que los movimientos populares que dieron lugar a los partidos políticos históricamente dominantes en el siglo XX –radicalismo y peronismo–, a pesar de su pretensión política hegemónica, reconocían el pluralismo social y político como principio (González, Rossi y Rossi, 2017).

3. Desafíos de los Parlamentos del siglo XXI

Existe un desacople lógico entre el funcionamiento de los Parlamentos y la pluralización creciente de las diversas esferas de la vida en común. Los Parlamentos son instituciones que se transformaron en órganos políticos soberanos en el siglo XIX, con la consolidación del gobierno representativo. Por ende, el parlamentarismo se asocia con la representación moderna, el Estado nación y el liberalismo. Durante el siglo XX, los Parlamentos se adaptaron bien al predominio de los partidos políticos de masas como instancias de agregación y representación de intereses. También supieron escuchar las demandas de colectivos históricamente postergados como los trabajadores, y, bastante más tarde, de las mujeres y las minorías étnicas o culturales. Sin embargo, la fragmentación social e ideológica con la que concluyó el siglo pasado, sumada a la mass-mediatización de la política y al multiculturalismo, exige cambios y readecuaciones del parlamentarismo como práctica política contemporánea (Sartori, 2002).

Con el objetivo de lograr Parlamentos más representativos de la pluralización de la sociedad, se pueden aplicar reformas inspiradas en estrategias previamente adoptadas, como las leyes de cupo y de paridad de género o la reserva para minorías étnicas (Caminotti, 2018). Se puede promover legislación específica para que los grupos, diversos en cultura, lengua e incluso nacionalidad, tengan un acceso privilegiado a bancas legislativas hasta que su representación parlamentaria sea proporcional a la pluralidad de lo social.

En pos de conseguir que el funcionamiento y la estructura de los Parlamentos sean más adecuados para expresar la pluralización política, habría que aplicar algunas tácticas innovadoras. Aunque las redes sociales y su lógica polarizante parecen dominar la opinión pública, dado que lo que se discute en el ámbito parlamentario afecta las fibras más íntimas de la sociedad, hay interés en escuchar lo que dicen los parlamentarios y las parlamentarias. En ese contexto, los valores del parlamentarismo clásico, como el debate público y la tolerancia y el respeto por los demás, se revitalizan. Los individuos y grupos sociales se muestran capaces de cambiar sus puntos de vista sobre la base de argumentos racionales y dejan de defender posiciones solamente por la preferencia por una facción política u otra. A su vez, los partidos políticos siguen siendo instituciones que agregan intereses dentro de una sociedad plural: estructuran el voto, organizan campañas electorales y tienen un rol central en la vida política parlamentaria (Manin, 2017). Por ello, al revés de lo que suele pensarse, los partidos políticos no son parte del problema sino de la solución.

Los Parlamentos podrían aprovechar la tecnología para desarrollar tácticas de aproximación a la ciudadanía, y conseguir que esta se sienta partícipe de lo que sus representantes discuten y deciden. Complementariamente, la experiencia de la planificación estratégica y los presupuestos participativos demuestra cómo la vida parlamentaria excede a quienes fueron electos o electas para representar a la ciudadanía en los ámbitos políticos nacionales, provinciales o locales. No hay mejor manera de revigorizar los Parlamentos que haciéndolos parte de nuestra vida cotidiana: debemos hacer política parlamentaria en las escuelas, fábricas, familias, barrios y otras comunidades de pertenencia: las claves de una ciudadanía activa (Young, 1996). También sería muy recomendable federalizar los debates públicos: los Parlamentos nacionales deberían reunirse en localidades diferentes de la sede del gobierno federal para acercar la política a quienes no forman parte de las elites de poder. En este sentido, los consejos federales que cambian de lugar de encuentro en cada sesión son un ejemplo a seguir.

En conclusión, la pluralización social, cultural y política es un desafío que los Parlamentos del siglo XXI pueden enfrentar reforzando buenas prácticas establecidas, reformulando estrategias que se usaron para resolver otros déficits de representación en el pasado, como la falta de mujeres en los poderes legislativos, y utilizando instituciones y recursos tecnológicos existentes de una manera innovadora (Beetham, 2006).

Bibliografía

Aboy Carlés, Gerardo (2010). “Raúl Alfonsín y la fundación de la ‘segunda’ república”, en Gargarella, Roberto; Murillo, María Victoria; Pecheny, Mario, Discutir Alfonsín, Buenos Aires, Siglo XXI.

Arendt, Hannah (1997). ¿Qué es la política?, Barcelona, Paidós.

Beetham, David (2006). El Parlamento y la democracia en el siglo veintiuno: una guía de buenas prácticas, Ginebra, Unión Interparlamentaria.

Bobbio, Norberto (2002). “Pluralismo”, en Bobbio, N.; Matteucci, N. y Pasquino, G., Diccionario de Política (l-Z). Nueva edición revisada y ampliada, México, Siglo XXI.

Briones, Claudia Noemi y Del Cairo, Carlos (2015). “Prácticas de fronterización, pluralización y diferencia”, Universitas Humanística, 80, 2, 13-52, Universidad Javeriana.

Caminotti, Mariana y Freidenberg, Flavia (2018). “Introducción. Reformas electorales inclusivas en América Latina y retos para la igualdad real de las mujeres en la política”, en Caminotti, Mariana; Freidenberg, Flavia y otros (comps.), Mujeres en la política. Experiencias nacionales y subnacionales en América Latina, México, Instituto Electoral de la Ciudad de México, UNAM.

Corcuff, Philippe (2012). “Análisis político, historia y pluralización de los modelos de historicidad: Elementos de epistemología reflexiva”, Cultura, representaciones soc., vol. 6, n. 12, pp. 38-74.

González, Alejandra; Rossi, María José, y Rossi, Miguel Ángel (2017). “Hermenéutica de un texto que hizo época: La comunidad organizada”, en Giani, Juan José, Perón: una filosofía política (del GOU al kirchnerismo), Buenos Aires, Paso de los libres.

Manin, Bernard (2017). “La democracia de lo público reconsiderada”, Cuadernos del Ciesal. Año 14, número 16, enero-diciembre, pp. 9-24. Traducción de Gisela Signorelli.

Sartori, Giovanni (2002). Homo videns: la sociedad teledirigida, Buenos Aires, Taurus.

Young, Iris Marion (1996). “Vida política y diferencia de grupo: una crítica del ideal de ciudadanía universal”, en Castells, C. (coord.), Perspectivas feministas en teoría política, Barcelona, Paidós, pp. 99-126


  1. Politóloga por la Universidad de Buenos Aires (UBA), magíster en Sociología de la Cultura por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), doctora en Ciencias Sociales por la UBA y en Filosofía por la Université Paris 8. Es investigadora independiente del CONICET y del Instituto de Investigaciones Gino Germani, su especialidad es la teoría política. Es profesora adjunta a cargo de la materia Fundamentos de Ciencia Política I de la Carrera de Ciencia Política de la UBA y de cursos de posgrados en otras facultades de la UBA y otras universidades nacionales. Ha publicado diversos capítulos de libros y artículos en revistas académicas nacionales y extranjeras. Entre sus libros se destacan: Entre la iracundia retórica y el acuerdo. El difícil escenario político argentino (EUDEBA), República y republicanismos, conceptos, tradiciones y prácticas en pugna (Miño y Dávila) y Hobbes, el hereje (EUDEBA).


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