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Prólogo

Los desafíos del Parlamento en las democracias del siglo XXI

Carlos G. Lazzarini[1] y Federico D. Quilici[2]

El retorno de la democracia en la Argentina coincidió con la aceleración de los procesos de integración mundial que han complejizado tanto los diagnósticos como las posibles respuestas estatales a los diversos problemas políticos, económicos y sociales. Globalización, hiperconexión, ciudadanos digitales, tecnologías disruptivas, nuevos trabajos, diversidades, procesos migratorios, desplazamiento del poder, nuevos mercados, cambio climático, expansión de la vida urbana, escasez de recursos naturales, robótica o inteligencia artificial, entre otros tantos factores, configuran estas nuevas complejidades que no pueden ser abordadas con categorías de otros tiempos.

A la vez, esta creciente complejidad de las sociedades y las dificultades de las instituciones políticas para abordar las problemáticas contemporáneas generan importantes niveles de frustración en la ciudadanía, como también preocupantes señales de desconfianza en el sistema democrático. El desarrollo tecnológico ofrece nuevas herramientas que crean la ilusión de una posible resolución técnica e inmediata a los malestares sociales y acrecienta el descontento con las instituciones políticas que aparecen, ante los ojos de la ciudadanía, como costosas estructuras con escasa representatividad y capacidad de ofrecer o brindar respuestas satisfactorias.

El psicólogo cognitivo Daniel Kahneman, en su conocido libro Pensar rápido, pensar despacio, sostiene que hay dos circuitos distintos a través de los cuales pensamos. El veloz, intuitivo y emocional; y el lento, deliberativo, lógico. La aceleración de todo contribuye a que, salvo para adoptar decisiones importantes o difíciles, nos dejemos llevar todavía más por el primero de ellos, sobre todo cuando vivimos en tiempos de preeminencia emocional. Lo que se ve disminuido, al final, es el juicio político bien meditado. “Detenerse a pensar y a reflexionar” no debería ser un problema. A pesar de ello, es algo que actualmente pareciera no estarles permitido a instituciones como los Parlamentos, responsables hoy de amalgamar posiciones cada vez más radicalizas y polarizadas.

Ante estas dificultades y tensiones, por lo general las principales respuestas han sido soluciones lineales o binarias que tienen su arraigo en viejos clivajes: elite-pueblo; campo-industria; izquierda-derecha; en nuestro país, peronismo-antiperonismo; proteccionismo-apertura o –como se ha potenciado en tiempos de pandemia– libertad vs. cuidado de la vida o del bien común, salud vs. economía, entre otros tantos. Luego de décadas simplificando nuestra democracia y ante la incapacidad de resolver cuestiones tan básicas como la pobreza, la desigualdad, una moneda propia o el crecimiento económico, parecería necesario reconocer la complejidad de nuestra democracia e intentar buscar un nuevo enfoque que permita abordar dichas cuestiones y así poder recuperar la confianza de la ciudadanía. Necesitamos revisar categorías. Queda claro que ya no alcanza con respuestas ancladas en categorías insuficientes para describir la situación actual y, mucho menos, para imaginar escenarios futuros.

Para asumir los nuevos desafíos que se nos plantean, necesitamos repensar la democracia y otro modo de gobernar que resulte, ahora sí, compatible con nuestras sociedades. Una adecuada comprensión de la situación particular de las instituciones democráticas, en general, y la de los Parlamentos, en particular, es fundamental para canalizar el descontento social y permitir la emergencia de nuevas categorías conceptuales que permitan imaginar y pensar el desarrollo de nuestro país. En este marco, los Parlamentos tienen un rol central y estratégico en la medida en que son el lugar donde la política se expresa, de manera diversa y plural, frente a los intereses de nuestra sociedad y, asimismo, donde se acuerdan, diseñan y planifican las verdaderas políticas de Estado. En síntesis, nuestras instituciones democráticas viven un desfasaje teórico que obliga y nos desafía a repensarlas, dado que el actual contexto social, económico y tecnológico contrasta con las circunstancias que dieron origen a la mayor parte de su marco conceptual.

Entre las instituciones estatales, los Parlamentos son, según los principales análisis realizados a fin de cuantificar los niveles de satisfacción social, una de las que mayor descontento producen, en la medida en que la temporalidad pausada propia de una institución fundada en el debate y en la incesante búsqueda de pactos, acuerdos y consensos resulta contraria a la rapidez que caracteriza tanto a los cambios y conflictos sociales como a la expectativa de su resolución inmediata. Se dice que vivimos en tiempos de “turbopolítica”. ¿Cuánta velocidad soportan nuestras instituciones políticas tal como las conocemos? Aun cuando son puestos en cuestión, los Parlamentos tienen la gran oportunidad de dar respuesta a las complejidades. Es la institución que concentra las miradas y también las expectativas sobre los puntos de contacto posibles y la regulación de posturas cada vez más polarizadas. Que actúe como un verdadero catalizador de las expectativas mayoritariamente radicalizadas o extremas.


A partir de esta comprensión de los tiempos actuales, desde el Instituto de Capacitación Parlamentaria de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación nos propusimos reflexionar sobre los desafíos del Parlamento en las democracias del siglo XXI. La pandemia puso en evidencia que hay un quiebre y que el Parlamento ya no puede ser lo que era. Parecería que estamos en presencia de un cambio de magnitud. Todos asistimos al enorme esfuerzo que se hizo para que las sesiones puedan realizarse de manera remota. Y no solo fueron las sesiones, sino todo el trabajo parlamentario. Una tarea enorme que requirió la construcción de amplios consensos, innovación, creatividad y flexibilidad frente al cambio, lo que implicó repensar varias prácticas largamente establecidas.

El presente documento es un trabajo colaborativo que se propone seguir profundizando y agitando la discusión en torno a este cambio que va experimentando la política, las democracias, los gobiernos y por supuesto las instituciones públicas. En ese sentido, el desconcierto frente a la crisis puso de manifiesto que no estamos lo suficientemente preparados para gestionar problemas complejos. Como dice Daniel Innerarity: “mientras la ciencia ha cambiado buena parte de sus paradigmas, los conceptos centrales de la teoría política no han llevado a cabo la correspondiente transformación”. Sucede entonces que “nuestros modelos de decisión, previsión y gobierno siguen basándose en criterios de verosimilitud que no se cumplen en condiciones de una intensa complejidad”. Tendremos que acostumbrarnos a vivir y gobernar un mundo en el que hay muchas cosas que desconocemos, en que las decisiones resultan arriesgadas y la información siempre incompleta. Sumado a esto, además, el virus reabre el debate sobre un futuro que se presenta incierto, menos como promesa que como amenaza. Se da así la paradoja, como señalan algunos analistas y pensadores, de que un riesgo que nos iguala a todos revela, al mismo tiempo, lo desiguales que somos. Pone a prueba otras desigualdades y desafía nuestras democracias.

Esperemos que este trabajo sea solo el inicio de un profundo proceso de conversación, diálogo y discusión. El puntapié inicial para su realización fue la propuesta de una serie de conceptos que, entendemos, marcan nuestro tiempo, nuestras democracias, la política y los gobiernos. Puntualmente son conceptos que atraviesan muy especialmente a las prácticas parlamentarias. Para ello, desde el Instituto de Capacitación Parlamentaria convocamos a reconocidos especialistas nacionales e internacionales para que participen mediante un texto que, esperamos, adquiera vida propia en un largo proceso de debate que nos comprometemos a alimentar. Nos interesa mucho emprender este trabajo, sabiendo que las respuestas correctas no son sencillas de identificar, no hay un consenso sobre ellas o ni siquiera existen. Las mejores respuestas son siempre plurales y diversas: no cierran los debates, sino que los abren.


Con la intención de inducir y promover un espacio de reflexión y debate, abierto y plural entre política, la ciudadanía y los múltiples sectores que integran nuestras sociedades, este libro se estructura a partir de ocho conceptos: i) Pluralización, ii) Subjetividades, iii) Polarización, iv) Representación política, v) Desfasaje institucional, vi) Virtualización, vii) Política y tecnología y viii) Parlamento abierto. Estos conceptos no son productos del azar, sino que surgen de analizar los contenidos de las diversas actividades que realizó el Instituto. A lo largo de 2020 uno de los objetivos propuestos fue abordar los desafíos de las democracias y los Parlamentos en el siglo XXI. En este marco, por ejemplo, se realizaron cuatro webinar: i) “La ComPol en Tiempo de Reset”, ii) “Federalismo, Regiones y Ciudades Postpandemia”, iii) “Los Desafíos de las Democracias en el Siglo XXI” y iv) “Parlamento y Democracia Paritaria”. También se llevaron a cabo cursos que analizaron temáticas afines, a modo de ejemplo: “El Crack del Covid-19: Concepciones de la Excepción Política” o el seminario titulado “Los Desafíos del Parlamento en las Democracias del Siglo XXI”, entre otros.

Luego de un análisis detallado de los contenidos de estas capacitaciones y de los debates generados durante ellas, se identificaron diversos conceptos o nubes de palabras que se repetían o aparecían con una frecuencia recurrente. Estos ocho conceptos seleccionados son, de alguna manera, una síntesis de las principales problemáticas que fueron emergiendo a lo largo de las diversas actividades de formación realizadas. Con el objetivo de dar un salto cualitativo en el análisis, nos pareció pertinente convocar a distintas voces a realizar una reflexión conceptual sobre estas palabras identificadas. Para ello, se elaboró un documento disparador que fue enviado a todos/as los/as autores/as. Esta metodología de trabajo tuvo la intención de impulsar una reflexión conjunta a partir de caracterizar cada concepto e identificar asimismo palabras asociadas. Una síntesis de estas caracterizaciones conceptuales puede ser identificada en las introducciones de cada capítulo, las cuales intentan darle un rumbo a esta reflexión conceptual colectiva, plural y paritaria.


  1. Director del Instituto de Capacitación Parlamentaria (ICaP). Secretaría Parlamentaria de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.
  2. Subdirector del Instituto de Capacitación Parlamentaria (ICaP). Secretaría Parlamentaria de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.


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