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EL DIARIO

Martes 25 de Agosto de 1908

DEL GENERAL MANSILLA


PÁGINAS BREVES

Boulogne, julio 31.

 

Mis notas antecedentes refiriéndome a la situación internacional y a posibles complicaciones eran un tanto pesimistas. No he cambiado de impresiones. Pero hay ojos que no observan como los míos. Veamos, pues, acortando en cuanto cabe, en qué consiste y se funda su optimismo.

El mayor general von Liebert[1], ex-gobernador de la colonia alemana del Este africano, y actualmente diputado al Reichstag, en un artículo que publica el “Tag[2]”, calculado desde luego para calmar los temores y aprehensiones, dice:

¿Cuáles son las razones que hacen que tanta gente halle la situación actual análoga a la que precedió la guerra franco-alemana de 1870? Los alemanes se han habituado a la “entente” entre Inglaterra y Francia, y el acuerdo que se ha establecido en Reval, entre los soberanos de Inglaterra y Rusia, no puede ser considerado como una alianza ofensiva, ni siquiera como una señal de que hay la decidida voluntad entre los dos países de emprender una guerra ofensiva.

El ejército ruso, continúa, no puede meternos miedo. En cuanto a Inglaterra, todo lo que podría hacer sería apoderarse de los barcos mercantes que se dejaran tomar y bloquear las costas alemanas. Los aproches[3] de los grandes centros comerciales alemanes están perfectamente protegidos y a la flota alemana no le faltaría, es seguro, iniciativa. En cuanto al desembarco de tropas inglesas en Alemania eso no sería más que un simple episodio, más bien divertido (!) para las reservas alemanas que irían a su encuentro.

Queda el ejército francés. La Alemania está perfectamente lista para hacerle frente. El conflicto ha sido pesado, considerado y calculado de todos los modos posibles durante los últimos 37 años, y, además, la Alemania tiene la ventaja de una población de 62 millones de habitantes, no es poco, cuando Francia solo cuenta con 39.

El general Liebert considera que razones de Estado obligarían a Austria-Hungría a tomar parte en favor de la Alemania.

La Italia estaría a la neutralidad armada. En cuanto a la Turquía, cree él, que no dejaría de aprovechar la ocasión de tomar las armas en favor de la Alemania, para ventilar así su cuestión con Rusia.

Sería, continúa el general, un refuerzo de no poca importancia, y el imperio ruso se hallaría rodeado en vez de la Alemania.

La distancia, prosigue el autor, entre una entrevista de soberanos y la declaración de una guerra mundial, es en extremo considerable y todas las naciones saben que una guerra con la Alemania sería una lucha desesperada, porque estaría en juego la existencia misma de un gran pueblo civilizado.

En el ejército y en la marina alemanes, todos los oficiales, todos los soldados están penetrados de esta idea: ¡¡es menester que Alemania no sea vencida!! Toda división que sea derrotada volverá de nuevo al fuego para rescatar su reputación.

Otras naciones (esto es inaudito como profesión de fe militar), pueden soportar una derrota. El imperio alemán, todavía mal cimentado, no lo puede. Es menester que sea vencedor, de lo contrario se desplomará. Por consiguiente, todo adversario que se resuelva a luchar contra él, está notificado: la batalla será desesperada.


Siguiendo la regla de conducta que me he impuesto, consistente en darles más cantidad que calidad, han de permitirme ustedes que pase como un relámpago sobre el asunto “the struggle for the life of the future”, o sea “la lucha por la vida futura” (vida material).

Es el señor Benjamin Kidd[4] el que piensa que la humanidad está presenciando lo que él llama “un movimiento gradual de la mentalidad social hacia una concepción más orgánica de la sociedad”.

“La cualidad que prevalecerá”, será la misma que prevalece en la rivalidad entre los individuos, la victoria será la de los más prácticos.

Lo que se ha llamado la “americanización del mundo” es una frase que implica la importancia de un aspecto particular del desarrollo inglés. El señor Kidd lo es y de no poca fama.

“La germanización del mundo” es otra faz del problema, siendo la Alemania un pueblo que llamaremos “eficiente”.

La batalla entre los opuestos principios será entre la “idea” que se contiene en lo que significa americanismo y germanismo.

Habrá que optar.

Me escapo por la tangente y mi consejo helo aquí: sigan ustedes sembrando trigo y maíz, respondiendo así a fines providenciales. Si el hielo contiene mucha civilización, el pan implica bienestar, el fin que se persigue.


Mientras haya en una nación hombres que crean y que les prediquen a sus compatriotas que no hay conflicto entre lo material y lo espiritual, ese pueblo no caerá en decadencia.

¿Por qué?

Porque las religiones contempladas no del punto de vista del racionalismo, que niega, sino con el socorro de la observación y de la experiencia, nos hacen ver a la vez que los lados sombríos, que son los de la humana naturaleza, el vínculo de las sociedades, la fuerza que le dan a la conducta de los creyentes, la seguridad contra la duda, la paz interior, el refugio para los náufragos de la lucha, el servicio de aquellos a quienes nadie atiende, el asilo en Dios de los males, de las miserias de la vida humana, tan llena de contrariedades y de infortunios.

Lo repito, sin creencias “nihil”. Después de tantas crisis del alma, pasando de la fe al escepticismo y del escepticismo a la fe, ahí se llega.


Los interesados en saber detalladamente qué ha sido de la segunda conferencia de La Haya, estaban echando de menos un libro que los informara con alta imparcialidad. Ya lo tienen. Es un grueso volumen de 800 páginas. Se titula “La seconde conférence de la paix[5]”, siendo su autor el señor Ernest Lémonon[6], doctor en derecho, abogado de la corte de apelaciones de París. Y el señor Leon Bourgeois[7], con lo que está dicho todo en elogio de la útil e interesante publicación, la abre con un prefacio magistral.

Viendo mentada tantas veces a la República Argentina, he sentido la fibra patriótica estimulada por un noble orgullo nacional. Sí, ya somos alguien.

Dice el señor Borurgeois, después de explicar en dos palabras elocuentes cuál es el ideal de estas conferencias, que el libro del señor Lémonon, “debe ser leído tanto por los amigos como por los adversarios de la conferencia, lo que prueba y confirma que hay quien cree y quien no cree, quien espera y quien duda de que los pueblos lleguen a realizar todo el programa de los pacifistas”.

Es mucho más viejo de lo que generalmente se piensa el anhelo de la paz universal. Ya en una esfera limitada el emperador de Alemania, Maximiliano, después de haber hecho cesar la anarquía intentó lo que nos refiere la historia con el nombre de “paz pública perpetua”. El sueño generoso se disipó como una bola de jabón. Y el mismo Napoleón, soñando con Carlo Magno, quiso dominar el mundo europeo para asegurarse así un eterno reposo.

Como aquí no tengo margen ni siquiera para condenar sintéticamente el trabajo tan extenso del señor Lémonon, trabajo que, por otra parte, ustedes han de leer, estudiando sobre todo la actitud de los Estados Unidos, que en una conferencia prevalecieron, he de terminar este esbozo de informe literario con una observación de fondo, aunque corta: pretenden los Estados Unidos que ellos tienen en el Nuevo Mundo un “interés especial, porque en virtud de esta tesis, que cada estado, nación o pueblo puede tener ese mismo interés especial; porque la repartición geográfica de los territorios en el mundo implica el sistema de “do ut des”.

No lo han dicho en los mismos términos en la conferencia pero ¿acaso la política es lo que se dice? Yo, ya lo he manifestado, sean cuales sean los antecedentes de la doctrina Monroe[8], no la acepto para mi tierra, haciéndome el efecto de un protectorado contra un agresor fantástico, detrás del cual puede ocultarse otro real que no quiera flota sino a condición de que sea poderosísima.


Las partidarias del sufragio, femenino naturalmente –si no, el artículo empleado al empezar en vez de “a” tendría “o”, lo digo por los errores de caja– han dado con la horma de su zapato, aconteciendo lo que como en el billete de Rosina estaba escrito: que si los hombres no se entienden no serían más felices las mujeres.

Se ha formado una nueva liga, en Inglaterra, denominada: “Women’s National Anti-Suffrage League[9]”.

Ya han dado un manifiesto, ya se han reunido, ya han perorado de lo lindo, contra sus adversarias, y ¡qué verbosidad fulminante!

Está a la cabeza del movimiento lo principal, y han declarado que no se darán punto de reposo hasta no haber aniquilado a sus contrarias.

¡Atrás! es el grito unánime, las que pretenden hacer de nosotras lo que no somos, sacándonos del camino de nuestra misión natural y social.

El “Times[10]”, discutiendo la liga, observa con mucho “esprit”: la razón real porque las mujeres no deben tener la franquicia política es la muy sencilla razón que no son hombres, y que de acuerdo con un conocido dicho, que ni una ley del parlamento puede hacerlas hombres. Los hombres gobiernan el mundo, concluye, y hasta donde es posible divisarlo, ellos deben siempre gobernarlo.

Pues que se contenten las damas con lo que ya tienen, no es poco si se reflexiona que la influencia magnética, o el poder de sugestión que sobre sus atentos servidores ejercen es incontrastable.


Siguiendo lo que aquí se llama “la calle ancha”, donde está la casa en que murió nuestro general San Martín, hay una aldea que “per combinazione”, como dicen los italianos, se llama también San Martín (“Saint Martin”).

Voy allá, hay una capilla que ver, me dije, tomaré el tranvía frente a la iglesia de San Nicolás, al lado de la que, así es la civilización, hay un mercadito de flores y un puesto o carnicería de “carne de caballo”, que ya no pudo más con la osamenta.

Lo anuncia un gran letrero “viande chevaline[11]”, todo ello como si dijéramos, para darles a ustedes una idea cabal de la topografía y del cuadro, ubicado en el atrio de San Francisco y San Roque ahí.

A mi espalda quedaba una zapatería y una librería. Zapatos no necesito, ¡a Dios gracias!, libros nunca están de más, a condición de no empacharse con ellos.

Miré la vidriera donde de esto último había mucho con esta nota: “vient de paraitre[12]”.

Estaba entre ellos el último de Anatole France[13], “Jeane d´Arc[14]”.

Ahí en nuestro Río de la Plata particularmente cuando publicaba mis “Causeries” del jueves en el folletín del “Sud América”, he sido uno de los más divulgadores del talento y sapiencia de dicho autor. Lo que es hoy no solo recomendaré la lectura de su Juana de Arco sino que diré que es factura de gran estilo, buena para los que como Max Nordau[15] no creen en Dios ni en el diablo, a no ser que éste sea japonés, el cual según la vieja leyenda es ateo.

Si sospechara Anatole France que desde hace luengos años tengo, ¡qué casualidad!, un recorte de “Le Temps[16]” pegado en la hoja en blanco de uno de mis libros de cabecera, y que ese recorte se refiere a su libro “La Vie Litteraire[17] y que en ese libro mismo, él, el mismo autor de los dos volúmenes macizos sobre Juana de Arco, que tantas ilusiones desvanece, ha escrito, entre otras cosas lindamente dichas, la siguiente de que ya, es más que probable, no hace memoria:

“El libro es el opio de Occidente. Nos devora. Llegaría un día en que todos seremos bibliotecarios y será cosa concluida. Amemos los libros como la enamorada del poeta amaba su mal. Amémoslos; nos cuestan demasiado caro. Amémoslos; nos morimos por ellos. Sí, los libros nos matan. Creedme, a mí que los adoraba, a mí que a ellos me entregaba tanto cuanto podía sin reserva. Los libros nos matan (vuelve a decirlo insistiendo). Tenemos demasiados y de demasiadas suertes. Los hombres han vivido largas edades sin leer nada, y es precisamente el tiempo en que hicieron las cosas más grandes y las más útiles, porque es el tiempo en que pasaron de la barbarie a la civilización. Por no tener libros no estaban del todo desprovistos de poesía y de moral; sabían de memoria canciones y pequeños catecismos…”.

¿A qué seguir?

Pregunto.

Si los libros son un veneno, ¿a qué suministrarle al público los dos abultados volúmenes de Juana de Arco humanizada, es decir, sin la poesía con que la leyenda la embellecía?

Si Anatole France no tiene las facultades mnémónicas decayendo, evidentemente está en contradicción consigo mismo; y si se acuerda y no ha querido pensar en sus expansiones y consejos de antaño, ¿qué queda de todo ello? Lo que Hamlet leía en su libro: palabras, palabras, palabras.


Louis Lėgendre[18] publica en el suplemento de “Le Figaro[19]”, entre otros pensamientos, esto que diz le ha dicho un viejo:

“No me gustaría volver a ser joven; era muy fatigoso”.

No le creo.

Más fatigosas son las molestias físicas de todo género que vienen con la edad. Lo que no me gustaría sería renacer viejo y, sin embargo, acabaría por conformarme. ¡Bregamos tanto por vivir!


  1. Eduard Wilhelm Hans Liebert (Rendsburg, 1850 – Tscheidt, 1934) fue un oficial prusiano, general de infantería y gobernador de África Oriental alemana. También fue miembro del Reichstag de 1907 a 1914 y escritor militar. (Extractado de VIAF: http://viaf.org/viaf/89156985).
  2. No hemos hallado aún información sobre este periódico.
  3. Anglicismo por “approaches”, acercamientos, en el sentido de puntos de ingreso.
  4. Benjamin Kidd (1858–1916) fue un sociólogo y filósofo anglo-irlandés. Fue parte de un movimiento que busco incorporar las ideas de Darwin al estudio de las sociedades. Su trabajo contenía un fuerte ataque a las percepciones socialistas, especialmente a las sugerencias de Marx. (Extractado de VIAF: http://viaf.org/viaf/29543562).
  5. Lémonon, Ernest. La seconde Conférence de la paix, La Haye (juin-octobre 1907). Paris: s/e, 1908.
  6. Ernest Lémonon (1878-1956) fue un economista francés, autor de varias obras de política internacional y economía, entre ellas: Europa y la política británica (1882 – 1909) (1910), La Italia de la posguerra, 1914-1921 (1922), Nueva Europa Central y su equilibrio económico (1919-1930) (1931). (Extractado de VIAF: http://viaf.org/viaf/89161514).
  7. Léon Victor Auguste Bourgeois (París, 1851 – Marne, 1925) fue un político francés que, entre otros cargos, desempenó el de delegado en representación de Francia en las Conferencias de la Haya de 1899 y 1907 y el de miembro permanente de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya. En 1920 fue galardonado con el premio Nobel de la Paz. (Extractado de VIAF: http://viaf.org/viaf/91513665).
  8. Ver notal al pie de PB.10.01.06 o índice onomástico.
  9. Liga Nacional Anti-sufragista de Mujeres.
  10. Ver nota al pie de PB.08.03.06 o índice de publicaciones periódicas.
  11. “Carne de caballo”.
  12. “De publicación reciente”.
  13. Ver nota al pie de PB.18.05.06 o índice onomástico.
  14. France, Anatole. Vie de Jeane d´Arc. [Vida de Juana de Arco]. Paris: Calmann-Levy, 1908.
  15. Ver nota al pie de PB.27.03.06 o índice onomástico.
  16. Ver nota al pie de PB.05.03.06 o índice de publicaciones periódicas.
  17. France, Anatole. La Vie Litteraire. Paris: Calmann-Levy, s/f.
  18. Louis Lègendre (1851-1908). Sin datos biográficos. Puede consultarse una lista de sus obras (casi todas comedias y poemarios) en Worldcat: https://www.worldcat.org/identities/lccn-no2004081849/ (Extractado de VIAF: http://viaf.org/viaf/42101434).
  19. Ver nota al pie de PB.16.03.06 o índice de publicaciones periódicas.


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