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EL DIARIO

Jueves 23 de Abril de 1908

DEL GENERAL MANSILLA


PÁGINAS BREVES

París, marzo 27

 

Marcel Prevost[1] nos ha dado el viernes 13 de marzo una conferencia sobre George Sand[2].

El elegante teatro Femina, de los Campos Elíseos, estaba de bote a bote; la concurrencia era, como casi siempre, selecta; para un hombre lo menos había diez del sexo contrario, con tantas casadas como solteras.

No me detendré a hacer el elogio de la ejecución del espectáculo. Es decir, del talento del conferenciante, indiscutible, y la gracia de las artistas que lo acompañaron leyendo admirablemente algunas páginas de George Sand y, representando algunas escenas de sus dramas con un donaire insuperable.

Lo que me pregunto es esto: ¿qué gana la moral con la tesis, digamos, de Marcel Prevost que ha sido esta: Los libros de George Sand, que os recomiendo, son todos ellos reflejos animados de su vida?

Porque si bien es cierto que como madre y como abuela tuvo abismos de ternura, no lo es menos que como mujer casada no fue modelo de resignación ejemplar; como tampoco lo fue en la constancia de su media docena larga de devaneos, los unos dentro del ciclo Musset[3], Nodier[4], los otros dentro del ciclo Merimé, Chopin. Lo más o menos platónico no lo pongo en cuenta.

Señor, ¿con qué habrán soñado, anoche, las jóvenes si, al echarse en brazos de Morfeo la visión que mecía sus sentidos eran las conmociones delirantes de esta versátil heroína de Marcel Prevost?

Mucho tacto se requiere, y no le faltó, no, al conferenciante para velar el cuadro de una existencia tan enredada.

Pero por mucho que se esforzara su ingenio, siempre quedó transparente esta verdad como un templo: que mujeres de esta naturaleza física y mental, mejores son para escritoras que para esposas.

Comprendo todas las debilidades, comprendo todas las indulgencias, y creo que nunca somos bastante indulgentes. Pero lo que no comprendo es que ante un auditorio en el que el pudor de los primeros años brilla resplandeciente, se diga con énfasis: os recomiendo los libros de George Sand (que tantas cabezas han trastornado, Marcel Prevost no lo ignora, ¿y entonces?).

¡Oh! no. Podéis leer a George Sand cuando ya estéis por pagar tributo a la maternidad, si esa curiosidad tenéis. Antes no. Es mejor que busquéis distracción en mucho viejo, excelente, sin lo moderno que no escasea; en “Clarisa Harlowe[5], tipo de lo primero exquisito, por ejemplo; y en “La peur de vivre[6]”, tan llena de movimiento, tipo de lo segundo, coronada por la Academia para honra y prez de su sabio autor Henry Bordeaux[7].

Una observación y pongo punto final a este parágrafo: ¿qué habrá en este medio ambiente de París que lo que oímos decir en francés no nos produce a nosotros, al menos, que hablamos lengua castellana, el mismo efecto que si lo oyéramos en español?

Mientras yo medito para ocuparme de ello después, háganme ustedes el favor de ir reflexionando a su vez.

El efecto a que en general me refiero no es precisamente el del concepto sino el de los vocablos de que nos servimos para darle forma a la idea.

Al poner un poco más arriba “nosotros”, hago notar que me he referido particularmente a la buena sociedad sudamericana, tanto de origen español como portugués.

No habiendo vivido en España sino como “tourist” conozco poco su gente selecta.

Con que así vamos, ustedes reflexionando y yo meditando sobre el tema apuntado, diré:

Ya otra vez llamé la atención de ustedes hacia una tendencia francesa: la invasión de la lengua verde (langue verte) en los dominios del arte de bien hablar. Ahora insinuaré que el teatro –y la crónica policial escandalosa– son otro elemento deletéreo, me parece, pues así como a fuerza de ver acaba uno por familiarizarse con ciertos actos feos; así a fuerza de oír acabamos por incorporar, sin querer, los modismos plebeyos a la conversación que llamaremos de salón. De tal manera que “abájanse los estrados y álzanse los establos”.

Todavía tengo algo más que hacer notar, al fin de ver si damos en el “quid”. ¿No estará una parte de la esencia de las cosas en la legislación que radicalmente transforma poco a poco las costumbres? En nuestra sociedad argentina, por ejemplo (no digo por esto que sea más moral que otra), no se habla de divorcio, de adulterio, sátiras, de “amant”, de “maitresse”, de “demi-mondaine”, de “cocotte” etc., como en esta; ni se discuten los temas de piezas teatrales como las que constituyen la generalidad de los espectáculos aquí, todo lo cual con contadísimas excepciones es regla general que pase de castaño oscuro.


Si ustedes se interesan en lo que voy diciendo, en abreviatura parafrástica, lean esta conclusión a la que arriba el “Times[8] haciendo la crítica del último discurso de lord Rosebery[9], con motivo de la famosa carta del emperador de Alemania al ministro de marina.

En tal caso (al tener que elegir entre protección económica y socialismo) y admitiendo que la protección sea cosa muy mala, él, Rosebery, ni vacilaría, siendo el socialismo el final de todo: imperio, religión, libertad y propiedad.

Probablemente el lord liberal, muy acaudalado, pensó en ese momento en Proudhon[10] que preguntaba y contestaba:

–¿Qué es la propiedad?

–La propiedad es el robo.

Vivimos en una época de descubrimientos extraordinarios, y así, ahora resulta que Proudhon se apropió lo ajeno para empezar su compaña sofística.

Brissot de Warville[11] en su libro “Recherches philosophiques sur le droit de propieté et le vol[12] (1780) ya había dicho, es decir muchos años antes que Proudhon nacido en Besançon (1809): “La propiedad exclusiva es un robo en la naturaleza. El propietario es un ladrón”.


“C’est le premier pas qui coute[13]”, ha dicho el moralista, aunque el más difícil suela ser el último.

Vayan ustedes pues poniendo la barba en remojo, caminando como caminan en el sentido de no quedarse atrás en materia de lo que se llama el progreso moderno.

Después de bregar y bregar escribiendo y hablando, el bello sexo acaba de obtener un gran triunfo en el país quizá más aferrado a sus costumbres, la Inglaterra.

Hasta ahora habían conseguido que lo que allí se denomina un “bill” (proyecto de ley), concediéndole a la mujer el derecho de votar, obtuviera en segunda lectura (algo parecido a nuestra discusión en general), siquiera la mayoría de un voto en la Cámara de los Comunes.

Ya lo tienen y con creces.

El otro día votaron por 271 contra 92.

Mayoría en favor 179.

Falta el rabo por desollar, rabo al que en Inglaterra no se le quita el pellejo con tanta facilidad como entre nosotros.

El procedimiento parlamentario inglés es un dédalo que tiene más vueltas que el río Paraná.

El inglés, que ha hecho el proverbio “time is money”, se va muy poco a poco en cuanto se trata de alterar sus usos y costumbres; y si es aventurero, como lo es, no hay más que ver cómo su capital por todas partes se desparrama, lo que es de novelero no tiene pizca.

Este negocio del sufragio activo femenil ha tenido y tiene partidarios y adversarios eminentes.

Asquith[14], Harcourt y Sinclair entre otros ministros han estado en contra.

Ya en tiempo de Gladstone[15] este mismo “bill” fue derrotado, por su iniciativa, a razón de dos contra uno.

Yo por mi parte, no soy partidario ni adversario de tamaña franquicia, lo que quiere decir que me hallo en la legendaria postura en que se hallaba Quevedo.

Pero me pregunto: si los hombres no dan en bola (pruébalo que no hay gobierno del que no se quejen mucho o poco), me pregunto viendo lo que pasa si ¿no valdría la pena de ensayar el gobierno político del bello sexo (salvo error u omisión) y digo político; porque en otro sentido quien nos gobierna?

Ponga cada cual la mano sobre su conciencia y conteste.

Arduo asunto, ¿no?

En fin, allá veremos. Ya tenemos médicas, abogadas, cocheras (con a, es decir ellas por ellos).

No hemos de tardar en ver diputadas al parlamento inglés.

Si este proyecto pasa, cerca de millón y medio de mujeres podrán votar. Pero es claro: si la caridad bien entendida empieza por casa, conseguido el sufragio activo querrán el otro, y, obtenido este, votarán por “Ellas”, y no por nosotros.

En cuanto al peligro posible de la opresión femenina, no le temo mucho.

Las mujeres son tan desunidas como los hombres, y Azais tiene razón quizá cuando escribe “la mujer necesita ser gobernada”.

Ya tienen en Inglaterra, y esto apoya lo que acabo de decir la “Liga Primorosa” y, la “Federación liberal de mujeres”.

Más todavía: tienen las denominadas “suffragists” y las “suffragettes”.

“Encore”, las últimas se han dividido en la “Unión Social y Política” y en la “Liga de la libertad de la mujer[16]”.

Tratándose de números todo lo inglés es inteligible; pero en materia social y política, comunal y legal, sobre todo para entender bien lo primero que se requiere es ser inglés.

Renuncio pues a explicarles a ustedes lo que yo mismo no entiendo muy bien.

Lo que vendrá seguramente en virtud de leyes de psicología trascendental es esto: en las elecciones unas mujeres votarán del lado de unos candidatos con calzones y otros apoyarán a sus contrarios.


Portugal sigue su marcha prudente y firme con el joven monarca. Pasaban, y están pasando todavía en aquel bello y rico suelo, pero de carne escasa y de pan carísimo, cosas como las que pronto van a desaparecer: cesará en Lisboa el monopolio municipal de la “carne” y del “pan”; medida de administración socialista, o comunista, que solo le permitía a los menos comer carne y a los otros pan barato, costando éste tres veces más que en algunas otras partes de Europa.


Los unos hacen una novela viviéndola; los otros inventándola; algunos, pocos, interesantes en cierto sentido, son los narradores de sí mismos, los grandes actores solamente suministran materiales a la historia.


Zola irá a reposar en el panteón. ¿Cuánto tiempo?

Sería menester ocupar muchas columnas para detallar todos los argumentos parlamentarios aducidos en pro y en contra de tamaño homenaje, lo serio y lo grotesco.

Ha habido de todo, desde mandar desalojar las tribunas para poder leer sin presencia de barra femenil algunas páginas de Zola siendo Maurice Barrés[17] el lector, hasta lapsus gramaticales de esos que hacen imposible contener la hilaridad.

Dijo Drumont[18], por ejemplo, combatiendo a Barrés: embassadeur auprés, en vez de prés. A lo que espiritualmente se ha observado, temiendo un duelo entre los literatos: “Dumont hubiera debido escoger para testigos el diccionario y la gramática”.

Cociente de reflexiones: el más formal, el que a mi parecer resume mejor el hecho histórico, son estas palabras melancólicas de “Le Temps[19]”:

“Y sería tan pueril asombrarse hoy día (de esto, en lo que se mezcla lo que sabemos), como lo sería mañana, si la rueda de la fortuna política se diera vuelta, para glorificar lo contrario”.


  1. Eugène Marcel Prévost (París, 1862–Vianne, 1941) fue un novelista y dramaturgo francés, miembro de la Academia Francesa y conocido por su tendencia a escribir novelas que narran –desde un punto de vista moralizante y conservador–vidas femeninas. Entre sus obras, se cuentan: Jardin secret (1897), Les Vierges fortes (1900), Frédérique (1900), Léa (1900), L’Heureux Ménage (1901), Les Lettres à Françoise (1902), La Princesse d’Erminge (1904), L’Accordeur aveugle (1905), Féminités (1912), Les Don Juanes (1922), La Mort des Ormeaux (1938). (Extractado de VIAF: http://viaf.org/viaf/68938611).
  2. Ver notal al pie de PB.16.03.06 o índice onomástico.
  3. Ver nota al pie de PB. 27.03.06 o índice onomástico.
  4. Ver nota al pie de PB.16.03.06 o índice onomástico.
  5. Clarissa o la historia de una joven dama (Clarissa, or The History of a Young Lady) es una extensa novela epistolar escrita por Samuel Richardson y publicada en 1748, hoy epítome de la narrativa romántica, junto con Pamela, del mismo autor. En algunas ediciones aparece bajo el título Clarissa Harlowe; or the History of a Young Lady.
  6. Bordeaux, Henry. La peur de vivre. Paris: Plon, 1902.
  7. Henry Bordeaux (Saboya, 1870 – París, 1963) fue un escritor y abogado francés, miembro de la Academia Francesa desde 1919. Sus novelas reflejan los valores de las comunidades católicas provinciales tradicionales. En este sentido, un tema recurrente en su obra es la lealtad: a la familia, al país y a Dios. Entre sus novelas, se cuentan: Le Pays natal (1900), La Peur de vivre (1902), Les Roquevillard (1904), La Petite mademoiselle (1905). (Extractado y adaptado de VIAF: http://viaf.org/viaf/59079310).
  8. Ver notal al pie de PB.08.03.06 o índice de publicaciones periódicas.
  9. Ver nota al pie de PB.20.03.07 o índice onomástico.
  10. Pierre-Joseph Proudhon (Besanzón, 1809–Passy, 1865), fue un filósofo político y revolucionario francés que, junto con Bakunin, Kropotkin y Malatesta, es considerado uno de los padres del movimiento anarquista histórico y de su primera tendencia económica, el mutualismo.
    (Extractado de VIAF: http://viaf.org/viaf/17228286).
  11. Jacques Pierre Brissot, o Brissot de Warville, (Chartres, 1754–París, 1793), fue un escritor y dirigente político francés que lideró a los Brissotins o girondinos durante la Revolución francesa (1789). Entre sus obras, se cuentan: Recherches philosophiques sur le droit de propriété considéré dans la nature (Paris, 1780, mencionada aquí por Mansilla), Bibliothèque philosophique du Législateur, du Politique et du Jurisconsulte, Berlin et Paris (1782-1786), Voyage aux États-Unis (1791). (Extractado de VIAF: http://viaf.org/viaf/64002647).
  12. “Investigación filosófica sobre derechos de propiedad y robo”.
  13. “Es el primer paso el que cuesta”.
  14. Ver nota al pie de PB.08.03.06 o índice onomástico.
  15. Ver nota al pie de PB. 22.05.06 o índice onomástico.
  16. Ver nota al pie de PB. 23.03.06 o índice de eventos históricos.
  17. Ver nota al pie de PB.23.03.06 o índice onomástico.
  18. Ver nota al pie de PB.14.03.07 o índice onomástico.
  19. Ver nota al pie de PB.05.03.06 o índice de publicaciones periódicas.


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