Jueves 3 de Septiembre de 1908
DEL GENERAL MANSILLA
PÁGINAS BREVES
Boulogne, agosto 6
No se alucionen[1] ustedes con lo que ahora se llama en Francia la “Confédération Générale du Travail[2]”.
No es más que una nueva manifestación del socialismo revolucionario.
Un escritor que siempre pone el dedo en la llaga la ha calificado de laboratorio de “greviculture”, o sea “huelguicultura”.
En dos palabras, es una explotación organizada por la oligarquía de los caudillejos socialistas, explotación, en su provecho personal, de todas las facilidades y socorros financieros que la municipalidad acuerda a la masa obrera.
Los republicanos conservadores no están precisamente alarmados, pues la tendencia no es socialista en el sentido ordinariamente dado a esta palabra. No. Tan es así que esa tendencia repudia el llamamiento al Estado en ayuda del Estado.
Al contrario, afirma el principio antisocialista de ayúdate a ti mismo.
Pero “el microbio es revolucionario”, me decía ayer un hombre de gobierno; y eso es justamente lo que se querría neutralizar más eficazmente que con medidas espasmódicas.
El optimismo del mayor general von Liebert[3], que ustedes leerían en mi anterior, se esfuma, oyendo ahora nada menos que al personaje que no ha mucho fue virrey de Egipto, lord Cromer[4].
Ha manifestado su pensamiento sin mayores ambages hablando así:
El deber de todo gobierno dotado de patriotismo y previsión, consiste en prepararse en vista de un peligro; de ese peligro del que yo estoy muy firmemente convencido.
“My Lords” –está hablando en la cámara de los lores– “me siento presentemente en un terreno delicado. No es necesario ni de desear que explique con detención las razones que determinan en mí una opinión semejante. Me limitaré a decir que se justifica sin que sea necesario poner en duda la buena fe de las altas personalidades extranjeras que protestan incesantemente que sus intenciones son pacíficas…”.
Vivimos en una época en que la influencia de los individuos, por muy altamente que se hallen colocados, es limitada.
Cuando están en juego intereses nacionales y cuando se excitan querellas de raza, siempre hay riesgos de una colisión.
Después de lord Cromer ha manifestado parecidas inquietudes el señor Arthur Chamberlain[5], y en pos de él, como era natural, ha hablado en sentido tranquilizador el señor Lloyd George[6], canciller del tesoro. Su respuesta ha sido la de siempre, es un “cliché” para el uso de todos los gobiernos: esta situación no es nueva, ya en otras ocasiones se ha hablado de conflictos posibles, no remotos; todo ha pasado como tormenta de verano. Por lo demás “estamos en aptitud de defendernos, nuestros recursos son amplios.”
Sí, todas las promesas son que no se omitirán esfuerzos ni sacrificios para mantener la paz. Pero son tantos los focos de incendio que, hora por hora, este mundo europeo y el asiático mismo, le reservan al que se durmió confiado una sorpresa como la revolución de Turquía y las atrocidades de Persia.
Y estas sorpresas engendran otras complicaciones, no previstas, y de tamaños hechos una consecuencia moral resulta, y es que los pueblos se afirman y se confirman, cada vez más, en que solo cuando las balas silban es que se está en vísperas de las reivindicaciones que cortan el nudo gordiano interno o externo.
Una de las ilusiones ideológicas del partido radical (no me refiero a los radicales argentinos, sino a los radicales en general), consiste en no ver que si la sociedad reforma las leyes todos los días, hasta ahora se ha visto que solo las leyes reforman la sociedad.
“La flota aérea” es una de las grandes preocupaciones europeas, en Alemania sobre todo, y las citas y visitas de reyes, emperadores y presidentes que se abrazan con efusión en nombre de la paz universal presente y futura les hacen coro.
Los diarios de Berlín anuncian la constitución en Manheim de la Liga en favor de la creación de una flota grande, en número y tamaño, de globos dirigibles; y al hacerlo llaman la atención popular hacia la importancia del problema que una vez resuelto definitivamente, hará posible la guerra no solo por tierra y por mar sino, como ha dicho el poeta, “por el piélago inmenso del vacío”.
Como se ve, o uno no quita lo otro o, por mejor decir, lo cortés no quita a lo valiente y algo es algo conseguir por medio de conferencias y congresos que la mina que se prepara tarde lo más posible tallar.
¡Alarmista!, pensará alguno. Es posible. Pero en el recogimiento de la vida que hago lejos del bullicio, no sé, paréceme que observo mejor que otros, que oigo ruidos que ellos no sienten y que no sueño cuando leo frases como estas que he leído ayer en un gran diario francés:
“Il ne supposait pas que ses plus nobles intentions aboutiraient au purgatoire anarchique où la République de se débat. Il dut pourtant en avoir quelquefois le pressentiment, s’il est vrai qu’il murmura un jour a l’oreille d’un ami, en mettant un doigt sur sa bouche, que dans une assemblée politique il y a généralement cinquante intrigants et cinq cents imbéciles.
Si bas qu’il l’ait dit, il n’a pas emporté son sacret dans la tombe”[7].
Se refiere a Waldeck-Rousseau[8].
Piensan algunos que en virtud de la ley histórica “todo se repite con las modificaciones del tiempo y del espacio”, que si la revolución francesa, que decapitó reyes, fue la guerra, la que eche abajo la república esta, consecuencia de la derrota, también será la guerra, anhelando reivindicar los preciosos pedazos territoriales perdidos.
La guerra futura o, en términos menos alarmantes, un folleto oficial alemán sobre lo que serán las batallas de mañana y el papel de los globos.
El general von Blume[9] se ocupa de la cosa en la última entrega de lo que el estado mayor publica trimestralmente, respecto a la “dirección de las tropas”.
Hace notar el general que la Alemania de hoy tendrá que combatir contra ejércitos nacionales y no ya con ejércitos de oficio. Para ella misma la situación se ha modificado igualmente, puesto que en lugar de 500.000 hombres de ejército activo y de 960.000 de reserva, como en 1871, podrá poner en pié de guerra 4.750.000 hombres preparados por ejercicios frecuentes, “entrainés”; es decir, preparados para todas las fatigas del oficio.
La infantería seguirá siendo el arma principal. Las batallas se darán de día y de noche y la victoria o la derrota dependerán esencialmente de los efectos físicos y morales del fuego. La bayoneta no representará jamás sino un papel secundario.
La guerra futura será verosímilmente más mortífera, más violenta todavía que las precedentes. La fisonomía exterior de la guerra cambiará también, los campos de batalla estarán vacíos en apariencia, y los adversarios tratarán de sustraerse a las miradas del enemigo.
Los telescopios y los globos dirigibles serán de un gran socorro para triunfar de las nuevas dificultades y representarán un papel preponderante en la guerra del porvenir.
Mientras que antes el general en jefe tanteaba frecuentemente, gracias a los globos dirigibles, ahora podrá ver la mayor parte del tiempo, con los ojos, lo mismo que sobre un damero, las fuerzas del enemigo.
La defensiva sacará de ello gran provecho, porque la ofensiva se funda esencialmente en la sorpresa y en la incertidumbre del adversario.
El equilibrio será restablecido (nota bene), con ventaja para la ofensiva cuando los globos dirigibles estén en aptitud (oiga la próxima conferencia de la Haya), de lanzar explosivos en las líneas de defensa.
En cuanto a los gastos de la guerra, se elevarán para la Alemania, según el general, a unos diez millones de marcos.
Con razón se habla tanto de paz, los armamentos incesantes arruinan, convenido. Pero a veces la guerra suele ser algo así como una liquidación con beneficio de inventario, para alguno, durante algunos o muchos años, desahogo y reposo para muchos.
Está visto. En todas partes se cuecen habas. Pues no acabo de leer en un editorial, nada menos que del “Times[10]”, referente a prisas en la cámara de los comunes, ansiosos los honorables de irse a veranear:
“Entre cincuenta y sesenta millones (de libras), fueron votados bajo la guillotina (nuestro “que se cierre el debate”), sin ninguna discusión o examen de los guardianes de la bolsa nacional. Cuando tal cosa se hace en otra parte los británicos moralizan sobre los males de la autocracia. Pero las cosas no alteran su moral y carácter político porque son hechas en diferentes países y llamadas por nombres apenas diferentes”.
Claro está que la “guillotina” parlamentaria, que no hace correr sangre sino rabiar, no es instrumento de minorías, la que en todas partes no tiene más remedio que aguantar esperando su día.
No diré que la nota de lord Cromer haya dejado de vibrar. No. El sentimiento general es de duda, de desconfianza, casi de inquietud. Pero no puede negarse que las declaraciones de sir Edward Grey[11], ministro de relaciones exteriores, al presentar su presupuesto en la cámara de los comunes, han producido una excelente impresión. La gente piensa: bueno, todavía no estamos sobre un volcán.
Sir Edward, entre otras observaciones pertinentes, justificando la política inglesa ha hecho notar: que el príncipe de Bülow[12] declaró hace algún tiempo que la política de la Alemania no reposaba absolutamente sobre la provocación de animosidades contra ninguna potencia.
Yo, por mi parte, querría completar esa declaración diciendo que en lo que nos concierne, no pertenece absolutamente a nuestra política el darle a nuestras amistades un sesgo hostil hacia otra potencia cualquiera. Pero es menester que tengamos la libertad de concluir esas amistades (muy buena política para el Río de la Plata). Y, al fin y al cabo, cuando se habla del aislamiento de la Alemania, conviene no olvidar que la Alemania posee dos aliados. Nosotros nunca hemos mirado con malos ojos celosos esa alianza; nunca hemos considerado esa alianza como dirigida contra Inglaterra; y si hemos concluido acuerdos con Francia y con Rusia, cuyos términos son, por otra parte, conocidos del público –los de la triple alianza no lo son– no hay lugar por consiguiente para suponer que tales acuerdos tengan por objeto el aislamiento de otra potencia o la adopción de medidas poco amigables.
En “Margarita de Borgoña[13]”, cuyo verdadero título fue el que le dio Dumas[14], “La Four de Nesle”, como muy bien lo hace notar Larra en una de sus críticas literarias tan intensas, hay una frase: “París está tranquilo, dormid en paz”. Y París se despertaba con algo inesperado. Es el caso de la Europa. Unas veces tenemos los “massacres” serbios o los portugueses o la revolución de Turquía, revolución cuyas consecuencias no se pueden todavía apreciar. Debe tenerse presente que todo hecho histórico de importancia obedece a causas varias y todos ellos de naturaleza diversas. Y que los más próximos, los que hacen estallar el acontecimiento, no son siempre las verdaderas causas de este último, siendo solo la ocasión o el pretexto.
Hemos de vivir, lo espero, y ustedes y yo ya veremos. Intertanto, otro coro por la paz acaba de alzarse en Londres. Me refiero a la inauguración del Universal Paix Congress[15]. La paz, para ser eléctricamente corto, se dijo, leyendo una carta del señor Balfour, es el interés supremo.
Trabajemos sin descanso en el sentido de consolidarla, acercando pueblos, destruyendo sospechas; pero no descuidemos por eso los armamentos (¡ya apareció aquello!), que hacen respetables a los pueblos y que así son una garantía más de paz.
Si la revolución de Turquía[16] resuelve el grande y complicado problema de implantar un régimen constitucional, sin efusión de sangre, allí donde la religión misma de la masa de los creyentes es autoritaria y absolutista, siendo el sultán jefe espiritual y temporal, habrá realizado un milagro; así como será menester convenir en que todo es posible bajo las estrellas si vemos que lo que se llama el “joven partido turco” realiza esta parte de su programa: la retrocesión de la Palestina a los judíos sobre la base de los “sionistas”.
Suele acontecer que cuando procedemos irreflexivamente, inventamos causas o motivos para explicar o justificar el acto que nos perjudicó o con el que perjudicamos a otros, de tal suerte el hombre aspira a tener siempre razón ante el tribunal de sus semejantes.
- No es la primera vez que en estas Páginas breves Mansilla usa “alucionarse” en lugar de “ilusionarse”. ↵
- La Confédération Général du Travail de Francia (CGT) es una organización sindical fundada en 1895 en Limoges. Originalmente apolítica, propugnaba la organización voluntaria de la sociedad desde los sindicatos. Fue la principal organización de los trabajadores franceses antes de la Primera Guerra Mundial. (Extractado de VIAF: http://viaf.org/viaf/137906679). ↵
- Ver nota al pie de PB.25.08.08 o índice onomástico.↵
- Evelyn Baring (Norfolk, 1841 – Westminster, Londres, 1917), primer conde de Cromer, fue un estadista, diplomático y administrador colonial británico. En 1901 fue nombrado conde de Cromer. En 1906 fue devino miembro de la Orden del Mérito por el rey Eduardo VII. Ingresó en la Cámara de los Lores en 1908, y se dedicó a la política hasta su muerte en 1917.(Extractado de VIAF: http://viaf.org/viaf/9879377). ↵
- Ver nota al pie de PB.10.01.06 o índice onomástico. ↵
- Ver nota al pie de PB.30.09.08 o índice onomástico. ↵
- “No se supone que las más nobles intenciones deban pasar al purgatorio anárquico o a la República del debate. Habrá tenido, sin embargo, un presentimiento, si es cierto que susurró un día al oído de un amigo,
llevándose un dedo a la boca, que en una asamblea política generalmente hay cincuenta intrigantes y quinientos imbéciles”.↵ - Ver nota al pie de PB.29.04.08 o índice onomástico. ↵
- Wilhelm Carl Hermann Blume (Berlín, 1835 – Berlín, 1919) fue un general prusiano de infantería. (Para más datos, ver VIAF: http://viaf.org/viaf/27852804). ↵
- Ver nota al pie de PB. 08.03.06 o índice de publicaciones periódicas.↵
- Edward Grey (1862 – 1933) fue un hombre de estado británico del Partido Liberal y adherente del «Nuevo Liberalismo». Fue ministro de Asuntos Exteriores desde 1905 hasta 1916. (Extractado de: https://bit.ly/2FCpaTI). ↵
- Ver nota al pie de PB.19.01.06 o índice onomástico.↵
- Dumas, Alexandre. Margarita de Borgoña: drama en cinco actos y en prosa. Paris: Campins, 1855.↵
- Ver nota al pie de PB.13.03.06 o índice onomástico.↵
- Entre 1889 y 1939 se realizaron una serie de Congrès universel de la paix, a razón de uno por año. El de 1908, como refiere aquí Mansilla, tuvo lugar en Londres.↵
- En 1908 se produjo en Turquía lo que se conoce hoy como la “Revolución de los jóvenes turcos”: una colación de jóvenes reformistas, secularistas y anti-monárquicos logró devolver a Turquía el sistema parlamentario que en 1878 había sido destituido por el sultán Abdul Hamid II. La revolución desbancó a las instituciones monárquicas y restituyó las instancias democráticas.↵