María Inés Carzolio[1]
En el comienzo fue la historia atlántica. En el año 2000, J. Elliott dio la bienvenida a su aparición. La unificación del Atlántico como vínculo entre Europa, África y América, venía a saldar la construcción de los tres Atlánticos surgidos en el siglo XVI, definidos por condiciones climáticas y medioambientales. En el Norte, el inhóspito mar de pesca de Terranova, atravesado por una ruta que se ramificaría hacia el Sur y que acabaría por convertirse en el Atlántico de los británicos, franceses y holandeses, desde la Bahía de Hudson hasta la desembocadura del Delaware. El segundo Atlántico fue el español de la carrera de Indias, que unía a Sevilla con el Caribe y la América continental. El tercero era el luso, originado por el desembarco de Cabral en el Brasil. Continuaba la tendencia iniciada por Ch. Verlinden en 1953, que procuró mostrar cómo desde los comienzos de la colonización americana “la unidad histórica de Europa fue de forma creciente el principal componente de la unidad histórica más amplia nacida de la expansión europea en la zona de civilización atlántica”[2]. Pero más tarde, Elliott registró el impacto de la globalización en la generación actual de historiadores haciéndolos, a su parecer, “poco pacientes ante narrativas históricas confinadas a unidades nacionales individuales y a entidades territoriales” y que por consiguiente tratan “de situar sus historias en contextos más amplios tanto a nivel transnacional como a nivel global”. Puesto que siendo “el movimiento y la conexión” características fundamentales de nuestro tiempo, es natural que tratasen de adaptar a ese marco la escritura de la historia contemporánea[3]. Pero no se trata solo de la ampliación del ámbito de la reflexión. Otro importante investigador, H. Kamen, presenta una construcción historiográfica en la que el Imperio español de la primera modernidad como una obra colectiva que se erige al margen de las diferenciaciones de origen (españoles, pero asimismo italianos, belgas, alemanes y chinos) o de clase entre los grupos (colonizadores, indios reducidos a servidumbre, esclavos negros, marginados, inmigrantes), o aun de sexo. No solo rechaza el eurocentrismo sino también la situación objetiva de cada cual en el organigrama del dominio imperial[4]. Contribuyeron a la formación del Imperio los Tlaxcaltecas que combatieron en Tenochtitlán y más tarde en Filipinas, los africanos que atravesaban el Atlántico en los barcos negreros portugueses, ingleses y holandeses. Pero lo que para muchos fue epopeya, para otros fue irreparable desolación y eso también forma parte de la historia global.
Hace unos años, Romain Bertrand publicó un artículo titulado “Historia global, historias conectadas: ¿un giro historiográfico?”[5], en el cual se preguntaba por la naturaleza de aquéllas, si se refería a una expansión del estudio de las “áreas culturales” o una revolución metodológica. En el último caso cabía interrogarse acerca de si se trataba de un “juego de escalas” o de focos, indagables a partir solamente de archivos europeos, o si cabía dedicar mayor atención a las fuentes extraeuropeas. Pero no eran las únicas preocupaciones de Bertrand. Para él se trata de una historia conectada social o cultural de las zonas de contacto de mundos distantes, que se aparta del europeocentrismo para tratar de elaborar una “historia simétrica” en el sentido de otorgar voz al conjunto de actores en presencia, vale decir, si se empleaba para ello también documentación y archivos de los mundos en cuestión. Esto significa que las historias africanas, americanas, asiáticas, no se sitúan ya en los márgenes de la investigación y de la enseñanza universitaria, sino en espacios centrales[6]. Su revisión de las corrientes que nutrieron el “giro global” rememora y reseña en primer lugar los estudios acerca de los contactos de las “áreas culturales” desde los años 60´, del Índico hasta el Imperio otomano o de los pueblos africanos hasta la primera década del siglo XXI, y de las críticas que suscitó su posición francocentrada. En segundo lugar, se ocupa de la cuestión de la escala de análisis de lo global, que durante la Edad Moderna implica la de la “conciencia de la globalidad” posible en los actores, conduciendo a probables anacronismos o bien una historia de las elites, ya que supone un horizonte del imaginario historiográfico que variaría según el grado de inclusión en las culturas eruditas de su tiempo[7].
Más problemática aun sería la cuestión de la oposición entre lo “micro” y lo “macro”, pues la variación del “foco del objetivo” modifica “la forma y la trama”[8]. Sin embargo, utilización lo “global” con precauciones, permitiría darse cuenta de la diversidad de las “formas de vida” que hicieron posibles los contactos entre sociedades distantes[9]. Pero Bertrand aboga sobre todo por una tercera vía, que es la de la “historia conectada”, donde no existe lo “global” como nivel autónomo sino las conexiones establecidas por los actores mismos (no “la escala” sino “el foco”), que exigen una simetría documental que “obliga a solicitar tanto y del mismo modo, …las fuentes extraeuropeas como las fuentes europeas”[10]. Sin embargo, el encuentro entre europeos, malayos, mongoles o javaneses no revistió para todos ellos la misma importancia y eso se reflejó en su historiografía, lo cual desautorizó la temática de las “miradas cruzadas”[11]. Mientras los europeos escribieron relatos significativos de estos encuentros, los cronistas locales omitieron a menudo la llegada de aquéllos. Para Bertrand esta historia conectada no es una corriente de la historia global, especialmente de una parte de la anglófona que utiliza de manera exclusiva fuentes en lenguas europeas, a la cual considera historia europea. Ambas formas comparten una crítica del eurocentrismo como versión mitificada del “milagro europeo”[12], pero mientras la historia global lo hace bajo el modo de la historia comparada, la conectada desalienta las comparaciones estructurales y explora los registros de entendimiento práctico entre los actores. De allí su predilección por las biografías de los “mediadores” y de los autores mestizos, por lo que alerta sobre la diferencia de la concepción del individuo histórico como agente o como actor.
En cuanto al debate entre historia local e historia global, los opositores a esta última han puesto de manifiesto que el historiador suele trabajar con documentos que son siempre “locales” y que nutrieron los relatos de las ciudades a partir del Renacimiento. Sin ir tan atrás, en la década de los 60´, la historia urbana convivió con la historia regional, fruto del interés por la historia comparativa que cotejaba y confrontaba los datos obtenidos de escenarios más extensos que el local[13]. Pero la historia cultural, cuyo interés se centró a menudo tanto en la historia de los intermediarios culturales como en la de lugares diminutos, halló que el comportamiento particular de éstos puede revelar una realidad de carácter general[14].
Dicho esto, debemos recordar que “la historia global se define -según comenta C. Martínez Shaw- por un cúmulo de microorganismos que garantizan su supervivencia”[15], aludiendo a la miríada de centros de producción, de puertos de importación y exportación y de consumo, de agentes diseminados por todas las geografías (cultivadores, artesanos, comerciantes por mayor y menor, mercaderes, armadores, marinos, consignatarios… y finalmente, consumidores). La historia local, la historia regional, la historia global serían etapas de una misma realidad. La ciudad de México, situada en el Imperio Hispánico a medio camino de las rutas hacia el continente asiático se convierte en el siglo XVII en un centro del comercio intercontinental entre Europa, América y Asia. Centro de unas comunicaciones y de un comercio local, pero también intercontinental[16].
Otros autores están atentos a los contenidos ideológicos: el surgimiento de la historia global está motivado -según C. Martínez Shaw- por el reconocimiento del impacto presente del proceso de globalización sobre la economía, la sociedad y la cultura, al cual, desde un punto de vista europeocéntrico, se lo ve como una nueva etapa de la expansión europea sobre otros continentes, que se inicia en el siglo XVI. Esto ha tenido, para él, el efecto pernicioso de marginar las historias de los mundos extraeuropeos y de bastardear la comprensión profunda de la intercomunicación entre todos los continentes potenciando un discurso unidireccional, lo que reafirmaría la conceptuación de R. Bertrand acerca de que se trataría de historia europea.
En cuanto a la cronología, C. Martínez Shaw propone una fecha concreta para su origen: el lapso que transcurre entre 1492 y 1522, que abarca la llegada de Colón a América (1492), la llegada a la India de Vasco de Gama (1498), el acceso al Mar del Sur (océano Pacífico) por Vasco Núñez de Balboa (1513) y la primera circunnavegación del globo terráqueo por la expedición Magallanes-Elcano (1522). Se inició así una red de intercambios (humanos, biológicos, agropecuarios, culturales y económicos) a partir de redes planetarias. Martínez Shaw considera los llamados sistemas atlánticos como subsistemas dentro de la economía mundial que abarca también el Índico y el Pacífico. La primera globalización o primera mundialización – globalización temprana para B. Hausberger -fue una realidad multifocal, y el comienzo de una verdadera historia universal[17]. La primera mundialización fue una realidad multifocal, y el comienzo de una verdadera historia universal. La plata americana fue el principal agente de esa primera globalización[18].
A partir de ese momento todas las partes del mundo que hasta entonces habían mantenido escasas o inexistentes relaciones entre sí, comenzaron a componer un solo mundo: el mundo interconectado de la historia global[19].
Una de las consecuencias insospechadas de la globalización ha sido la recuperación historiográfica de la posibilidad de grandes narrativas, capaces de ofrecer alternativas a la irrupción de un presente interconectado a escala mundial. Otras han sido tanto el renacimiento de la historia comparada como la aparición de la misma historia global – sobre todo la angloamericana – y como contraste, la resurrección de los nacionalismos políticos e historiográficos, así como la recuperación del relato, que tienen que ver con la necesidad de explicar lo que la contemporaneidad percibe como una creciente globalización del orbe. La importancia de la historia global es tal en la actualidad que D. Armitage, en un reportaje advirtió que, en el presente, si no se está cumpliendo un proyecto explícitamente “trasnacional, internacional o global”, hay que explicar por qué[20]. Ello es notorio en los países de lengua inglesa, donde continuamente aparecen nuevos manuales de Global History, World History, Connected History o Transnational History – títulos que se emplean casi como sinónimos-, cuyo objetivo común suele ser la superación del europeocentrismo, de las escalas y categorías del Estado-nación, de la territorialización de los hechos o fenómenos estudiados y que comparten un grupo de conceptos comunes al campo de los estudios globales[21].
S. Conrad, ha elaborado una esforzada síntesis para proporcionar una comprensión mayor del complejo panorama actual de la historia global, en la cual enumera las tres posibilidades de su probable desarrollo: 1) como la historia de todo, 2) como la historia de las conexiones y 3) como una historia basada en el concepto de integración o de las conexiones. La primera es la historia de cuanto ha sucedido en la Tierra[22]. Para ello, algunos intentan capturar la realidad global durante un período determinado, otros abarcan milenios y por fin, ciertos historiadores parten del Big Bang, pero todos ellos –en su mayoría pertenecientes al ámbito anglosajón- pretenden abarcar la totalidad planetaria. Pero también pueden ocuparse de la historia de un imperio, del azúcar, del té, del chocolate, de la religión, de la guerra, es decir tanto de las formas de la política, la religión o de las pautas de consumo[23]. La segunda se basa en la idea de que ninguna sociedad, nación o civilización existe en forma aislada y abarca gran variedad de temas: circulación de personas, de ideas, o del comercio de larga distancia, aunque el alcance de las redes que implica sea heterogéneo. En todos los casos se ocupa del carácter interconectado del mundo, pero de modelos de intercambio regular y sostenido que hayan tenido trascendencia para el desarrollo ulterior de las sociedades conectadas[24].Pero Conrad se interesa fundamentalmente por el tercer modelo, el de la historia basada en las conexiones, tomando como ejemplo la obra de Ch. Hill sobre el surgimiento de la historiografía moderna en Francia, Estados Unidos y Japón a finales del siglo XIX. Todas tuvieron que hacer frente a problemas internos, participaban de la reestructuración del orden del mundo, derivado del capitalismo y del imperialismo. En cada caso, la historiografía sirvió para fundamentar el nacimiento del estado-nación y su jerarquía en el nuevo orden, vale decir que Hill se refiere a las condiciones globales que dieron forma a los relatos históricos emergentes de cada uno[25].
Conrad sostiene que la historia global es a la vez un objeto de estudio y una forma particular de entender la historia, vale decir, un proceso, un tema, y una perspectiva o una metodología. Se puede enfocar el problema de la esclavitud desde diferentes vertientes de la historia social (económica, de género, demográficas, etc.) pero también se la puede situar en un contexto global, centrándose en otras cuestiones como la creación de un espacio trasatlántico, y vinculando de los problemas de la esclavitud con el estudio de las rutas esclavistas del Sahara y del Índico o comparándolas con otras formas de esclavitud. Como perspectiva, la historia global puede no ocuparse del mundo entero sino de ciertos espacios, pero teniendo en cuenta las condiciones globales y estructurales. No es historia universal ni macrohistoria. En realidad, la investigación sobre el Atlántico es un campo especialmente fértil para la historia global y la investigación transnacional, muchas veces relacionada con el desarrollo de la propia Europa (Ruta de la seda, redes de asiáticas), los procesos de territorialización y desterritorialización, el problema de las unidades de estudio, el de las escalas)[26].
Desde la realidad de las condiciones universitarias del mundo angloamericano tiene un costo: abre el ángulo de visión, pero deberá disputar el campo a la historia nacional y su victoria conduciría a veces al sacrificio de algunos campos relacionados, como la historia medieval.
Más allá de mostrar la heterogeneidad y complejidad de la perspectiva global, Conrad se preocupa por la política del enfoque global: en nuestro presente globalizado, la historia global contribuiría a dar significado al mundo en el que vivimos. En otras palabras, su promesa utópica es la de convertirnos en ciudadanos del mundo. Muchos grandes procesos (movimientos políticos, ideologías globales, crisis económicas y financieras, la expansión de las comunicaciones basada en Internet) ya no se pueden estudiar ni comprender en forma aislada. Otro ejemplo: los desastres provocados por el cambio climático nos hacen conscientes de que todos habitamos el mismo planeta y compartimos sus recursos, o pretendemos hacerlo, pues la primera vez en la historia del planeta que una especie es capaz de alterar las condiciones de vida básicas de la Tierra.
La mirada cosmopolita no es una visión que defiendan todos. Y quienes la defienden, a veces lo hacen para exaltar su propia nación. La historia mundial, popular en China, se asocia a la condición del país como potencia política y económica y a veces sirve de contexto en el que cabe explicar y promover el crecimiento de la nación. A las clases medias internacionales, las perspectivas globales sirven para justificación de los mercados. Pero la historia global se puede usar también como metodología “que ponga en cuestión la teleología de la globalización” mediante la situación de los procesos y acontecimientos en contextos globales concretos. Por otra parte, los historiadores pueden recordarnos que las estructuras globales son siempre el resultado de proyectos de globalización y por lo tanto, persiguen realizar sus propios intereses y programas. Las explicaciones globales nos hacen ir más allá de las endógenas y genealógicas que atribuyen la prosperidad o las privaciones a sociedades, culturas o personas concretas. Pero se tiende a describir grandes procesos “anónimos”, sin sujetos nítidos, o sin responsables.
Por otro lado, a pesar de la retórica antieurocéntrica, puesto que la historia global tiene un costo, solo puede prosperar donde hay gobiernos o fundaciones que financian los estudios. Hasta ahora se dedican a la investigación de las relaciones establecidas por lo que llamamos Occidente, con el resto del mundo.
- Universidad Nacional de La Plata.↵
- ELLIOTT, J. H., “En búsqueda de la Historia Atlántica”, XIV Coloquio de Historia Canario-Americana, Casa de Colón, Cabildo de Gran Canaria, 2000, pp. 20-36. VERLINDEN, Ch., The beginnings of Modern Colonization, Ithaca y Londres, 1970, p. 75, apud ELLIOTT, J., ibid. p. 22.↵
- ELLIOTT, J. H, “Reflexiones sobre una unión fracasada”, Espacio, Tiempo y Forma, UNED, Serie IV, Historia Moderna, t. 25, 2012, p. 22 ↵
- KAMEN, H., Imperio. La forja de España como potencia mundial, Madrid, 2003, pp. 12 y 14.↵
- “Histoire globale, histories conectées: ¿un tournant historiographique?”, En: CAILLÉ, A. et DUFOIX, S. (dir.) Le “tournant globale” des sciences sociales. La Découverte, París, 2013, pp. 44-66, [traducción al español por D. Barriera, bajo el título ya citado, Prohistoria, Año XVIII, 24, dic. 2015, pp. 3-20]. ↵
- Apud, BERTRAND, R., op. cit., p. 7, nota 17, la noción de “historia conectada” apareció por primera vez en “Temps croisées, mondes melées”, Annales. Histoire, sciences sociales, 2001, 56 (1).↵
- ZEMON-DAVIS, N. “Decentering history. Local stories and cultural crossing in a global world”, History and Theory, 50 (2), 2011, pp. 188-202. Sin embargo, puede advertirse que algunos autores de los siglos XVI y XVII se interesaban por acontecimientos que se verificaban en otros continentes. ↵
- REVEL, J., “Microananlyse et construction sociale”, En: REVEL, J. (dir.) Jeux d´échelles. La microanalyse à l´experience, Gallimard-Seuil, Paris, 1996, pp. 15-36, cita p. 19.↵
- BERTRAND, R., op. cit., p. 12 y nota 37.↵
- Ibid., p. 13 y nota 40.↵
- Ibid., pp. 14-15. BERTRAND, R., “Rencontres impériales. L´histoire connectée et les relations euro-asiatiques, en Revue d´histoire moderne et contemporaine, 54-4 bis, 2007, pp. 69-89.↵
- JONES, E. The European Miracle. Environments, Economies and Geopolitics in the History of Europe and Asia, Australia, 1981 (traducido al castellano, El milagro europeo, 1990).↵
- Es el momento de las tesis regionales como las de GOUBERT, P., Beauvais et la Beauvaisis de 1600 a 1730, París, 1960; de VILAR, La Catalogne dans l´Espagne moderne, 1962 (traducida al castellano, Cataluña en la España moderna); de LE ROY LADURIE, E., quien se ocupó de una región en el marco de la historia agraria en Les Paysans de Languedoc, 1966 y de y Montaillou, village occitan, de 1294 a 1324 (traducida al castellano Montaillou, una aldea occitana de 1294 a 1324, 1988); o de CHACÓN, F., Murcia en la Centuria del Quinientos, 1979, ejemplos de una serie muy extensa. ↵
- En tanto la historia regional y la historia agraria querían excluir el dato inusual, desde la historia de las mentalidades rescataron su carácter significativo y hasta paradigmático: GINZBURG, C., Il formaggio e i vermi. Il cosmodi un mugnaio del ´500, 1976 (traducción al castellano, El queso y los gusanos. El cosmos de un molinero del siglo XVI, 2009); ZEMON DAVIS, N., Le retour de Martín Guerre, Cambridge, 1983 (traducción al castellano, El regreso de Martín Guerre, 1983); LEVI, G., L´eredità immateriale: carriera di un esorcista nel Piemonte del Seicento, Torino, 1985 (Traducción castellana, La herencia inmaterial. La historia de un exorcista piamontés del siglo XVII, Madrid, 1990). LEVI ha producido un interesante artículo acerca de esta relación que ha permitido la exploración de experiencias, trayectorias y redes de una manera inédita: “Microhistoria e Historia Global”, Historia Crítica, N° 69, julio-septiembre de 2018, pp. 21-35. También se exploraron otros hechos aislados en el campo de la historia social como la peste, CIPOLLA, C., Faith, Reason and the Plague in Seventeenth-Century Tuscany, 1980, o las redes de poder en un concejo castellano, CONTRERAS, J., Sotos contra Riquelmes, Madrid, 1992. ↵
- MARTÍNEZ SHAW, C., “De la historia local a la historia global”. Discurso de Ingreso. Comité Científico de la Fundación Centro de Estudios Históricos e Investigaciones locales de la región de Murcia (copia cortesía del autor). La cronología que propone para la globalización es casi un siglo a la propuesta por S. GRUZINSKI.↵
- GRUZINSKI, S., Les quatre parties du monde. Histoire d´une mondialisation, París, 2004. Para este autor, el proyecto político de los Austrias españoles habría adquirido forma a partir de la unión de las coronas entre 1580 y 1640 merced al aporte luso, cuyas redes planetarias, en correspondencia con una forma de vida imperial y marítima impulsaron la creación de una primera construcción política de carácter verdaderamente global.↵
- MARTÍNEZ SHAW, C., “¿Sistema atlántico o primera mundialización? Una perspectiva marxista”, En: GÓMEZ ALÉN, J., (ed.), Historiografía, marxismo y compromiso político en España. Del franquismo a la actualidad, Siglo XXI de España, 2018 (copia gentileza del autor). Para el autor, el atlantismo que vincularían indisolublemente a las comunidades de uno y otro lado del Atlántico, responde a la proyección hacia del pasado de fenómenos del presente. Habría tenido su primera manifestación en la creación de la O.T.A.N. y se habría revestido con un ropaje nuevo para reforzar material e ideológicamente la hegemonía de EE. UU. HAUSBERGER, B., Historia mínima de la globalización temprana, México, 2018.↵
- MARTÍNEZ SHAW, C., “¿Sistema atlántico o primera mundialización? Una perspectiva marxista”, en GÓMEZ ALÉN, J., (ed.), Historiografía, marxismo y compromiso político en España. Del franquismo a la actualidad, Madrid, 2018 (copia gentileza del autor). Para el autor el atlantismo que vincularía indisolublemente a las comunidades de uno y otro lado del Atlántico, responde a la proyección hacia del pasado de fenómenos del presente. Habría tenido su primera manifestación en la creación de la O.T.A.N. y se habría revestido con un ropaje nuevo para reforzar material e ideológicamente la hegemonía de EE. UU. Del mismo autor, “La plata española, catalizador de la primera globalización”, en IGLESIAS RODRÍGUEZ, J. J., PÉREZ GARCÍA, R. M., y FERNÁNDEZ CHAVES, M. F. (coord.) Comercio y cultura en la Edad Moderna. Actas de la XIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna, U. de Sevilla, 2015, 2. vol, 1, pp. 21-46. Señala como uno de los principales desencadenantes de las exploraciones de los siglos XV y XVI, el encarecimiento de los metales preciosos por agotamiento de las minas de plata en Europa, que hallaron en las americanas un sustituto de una riqueza hasta entonces desconocida. A partir de ese momento, los caminos de la plata formaron una red que abarcó Europa, Asia, Africa y América e involucró a españoles y portugueses. El papel jugado por la plata en la temprana globalización que HAUSBERGER data entre los siglos XVI y XIX, ha generado trabajos conjuntos de dicho autor y BONALIAN, M., (“Consideraciones sobre el comercio y el papel de la plata hispanoamericana en la temprana globalización, siglos XVI-XIX”, Historia Mexicana, El Colegio de México, LXVIII, 1, 2018, pp. 197-236, con algunos debates (HAUSBERGER, B., “La globalización temprana. Réplica a Mariano Bonalian”, En: Historia Mexicana, México, LXVIII, 4, 2019, pp. 1831-1838.↵
- CONRAD, S., Historia global. Una nueva visión para el mundo actual, Crítica, Barcelona, 2017, p.10.↵
- ETCHECHURI BARRERA, M. Y RODRÍGUEZ AYÇAGUER, A. M., “De las historias nacionales a las circulaciones globales: redes, prácticas y saberes entre América y Europa (siglos XIX y XX)”, Claves. Revista de Historia, vol. 4, N° 7, Montevideo, julio-diciembre 2018, pp. 1-8, p. 1, nota 1.↵
- CONRAD, S., “El espacio en la historia global”, en CONRAD, S., op. cit, 2017, cap. 6, pp. 107-128; ADELMAN, J., “¿What is Global History Now?”, AEOIN, 2/3/2017 (traducido al español: “Qué es la historia global hoy día?” Foro Historia Global online: https://bit.ly/2VEstBO. ETCHECHURI BARRERA, M. y RODRÍGUEZ AYCAGUER, A. M., op. cit., p. 2. ↵
- FERNÁNDEZ-ARMESTO, F. y SACKS, B., “Networks, Interactions, and Connective History”, NORTHROP, D. (ed.) A Companion to World History, Oxford (Willey-Blackwell) 2012; Fernández-ARMESTO, F., Breve historia de la humanidad, Barcelona, 2005; en el caso de GUIDI, J. y ARMITAGE, D., The History Manifesto, Cambridge, 2014, se retorna a la larga duración remontándose a los orígenes mismos del universo, “Historia Profunda” – unos 40.000 años de vida humana, desde los comienzos de la prehistoria – y finalmente la “historia del Antropoceno”, que tendría su iniciación cuando el hombre adquiere los instrumentos materiales y mentales como para “afectar el medio ambiente a escala planetaria”. ↵
- Solo a modo de ejemplo: DARWIN, J., After Tamerlane: The Global History of Empire (traducción castellana, El sueño del imperio: auge y caída de los imperios globales 1400-2000, Madrid, 2012); BURBANK, J. y COOPER, F. , Empires in World History: Power and the Politics of Difference (traducción castellana: Imperios: una nueva visión de la historia universal, Barcelona, 2011); HYDEN-HANSCHO, V., PIEPER, R. y STANGL, W. (eds.), Cultural Exchange and Consumption Patterns in the Age of Enlightenment. Europe and the Atlantic World, MACFARLANE, A. Y MARTIN, G., Glass: a World History (traducción castellana, La historia invisible: el vidrio: el material que cambió el mundo, Barcelona, 2006).↵
- Por ejemplo, ZEMON DAVIS, N., Trickster Travels: A Sixteenth Century Muslim between Worlds (traducción castellana León el Africano: un viajero entre dos mundos, Valencia, 2008).↵
- HILL, Ch., National History and the World of Nations: Capital, State, and the Rhetoric of History in Japan, France, and United States, Durham, NC, 2008.↵
- CONRAD, S., “El espacio en la historia global”, op. cit., pp. 107-128.↵