Carolina Martínez[1]
[…] en nuestros tiempos se ha descubierto esta nueva parte del mundo, de la cual por mucho tiempo no se había tenido noticia, y cerca […] y bajo la línea del Ecuador hay habitantes, que viven tan cómodamente como hacen las demás personas en el resto del mundo, cosa que los antiguos negaron[2].
En el período de auge de la expansión transoceánica europea de fines del siglo XV y comienzos del XVI, más que cualquier otro saber, la geografía del Renacimiento atravesó profundos cambios de orden epistemológico, pues se enfrentó al problema de la medición y representación de una ecúmene ampliada por los grandes viajes de descubrimiento. A la vez, la disciplina se vio en la obligación de conciliar una mirada ordenadora del orbe terrestre con las necesarias modificaciones que la diversidad y las novedades de ultramar produjeron en la imagen del mundo. Tales desafíos hicieron del discurso cosmográfico un recurso eficaz para conjugar en un mismo espacio textual las tensiones producidas por la confluencia, más o menos contradictoria, de la experiencia práctica y el conocimiento libresco. Desde la publicación de la Cosmografía Universal de Sebastián Münster en 1544 hasta la “crisis” del género a fines del siglo XVI, las cosmografías ofrecieron a sus lectores un mundo ordenado en función de criterios heredados de la antigüedad clásica permeables, no obstante, a la novedad.
Una primera aproximación a las obras de Sebastián Münster, Guillaume Le Testu (1556), André Thevet (1575) o François de Belleforest (1575), revela que todas ellas recurrieron a un conjunto de operaciones intelectuales que posibilitaron la convivencia de ambos campos del saber. Se trató, en principio, de recursos visuales, estilísticos y retóricos que permitieron al género cosmográfico modular un discurso histórico y geográfico del Orbe Terrestre impactado tanto por los viajes de exploración como por el redescubrimiento de los Antiguos. De todos ellos, en base a una selección de cosmografías publicadas entre 1544 y 1575, el presente trabajo tiene por objetivo examinar con especial atención: a) el espacio asignado a las noticias del Nuevo Mundo en relación con la descripción total del orbe terrestre y b) los títulos, frontispicios y grabados que se publicaron junto a los textos cosmográficos[3].
El lugar del Nuevo Mundo en el género cosmográfico
Cuando en 1544 Sebastián Münster publicó la obra que se volvería representativa del género, dedicó a las regiones recientemente descubiertas por los europeos diecisiete páginas de un total de mil cuatrocientas veintinueve[4]. La descripción de las tierras nuevas fue presentada por Münster como una continuación de las descripciones hechas sobre las Indias (orientales), que en la secuencia del libro se ubicaban en el siguiente orden: Europa, Asia (con India en último lugar), las Indias “occidentales” o nuevas tierras descubiertas y África. Aunque Münster adelanta información sobre los territorios descubiertos por los españoles en el Libro II[5], es recién en el Libro V (de un total de seis), que su cosmografía refiere a “Las nuevas islas, cuándo, cómo y por quiénes fueron halladas”. A partir de entonces Münster narra la llegada de Colón a la Hispaniola para luego referirse a “Los caníbales comedores de carnes humanas”, al viaje de circunnavegación magallánico y a las cuatro navegaciones de Américo Vespucio a “islas nuevas”[6].
Münster, que basó su Cosmographiæ en el Omnium Gentium Mores, Leges et Ritus que el humanista Ioannes Boemus publicara en 1520[7], parece anclarse en modelos clásicos y otorgar poca importancia a la novedad presentada por los viajes de exploración. De hecho, a lo largo de la obra utiliza de manera indistinta grabados para ilustrar las poblaciones del mundo conocido y del mundo recientemente descubierto[8]. Sin embargo, hacia el final de la obra destaca los aportes de las autoridades clásicas tanto como de las modernas en la confección de la cosmografía, poniendo a ambos en pie de igualdad. En este sentido, señala que se permite, así como “Estrabón, Pomponio, Plinio, Curcio, Justino, etc. y como muchos escritores nuevos, recitar aquello que no he visto sino recibido de gentes dignas de fe”[9].
En la cosmografía manuscrita del piloto normando Guillaume Le Testu, en cambio, el espacio dedicado a América es significativamente mayor. En efecto, de las cincuenta y seis planchas in-folio que componen la cosmografía, quince están dedicadas a Pars Quarta. Le Testu obsequió este ejemplar al Almirante de Francia Gaspard de Coligny en 1556, en el marco del proyecto de colonización francés en Bahía de Guanabara, Brasil. La atención prestada al Nuevo Mundo así como a la Tierra Austral incógnita (a la que dedica diez mapas in-folio) da cuenta de la agenda francesa en términos de expansión, pues tanto la detección de posibles zonas de ocupación en América como el hallazgo de Terra Australis constituyeron alicientes para los armadores normandos y la corona, que hasta fines del siglo XVIII continuó ubicando aquel quinto continente en el horizonte de sus expectativas coloniales[10].
La descripción de América resulta, sin duda, el desafío más grande para Le Testu pues, a diferencia de los recursos disponibles sobre las otras partes del mundo, es sólo de la experiencia de los viajeros modernos que puede obtener información certera. Las imágenes y los topónimos que pueblan sus mapas sobre el Nuevo Mundo provienen, muy probablemente, de los relatos y crónicas de españoles y portugueses que, hacia mediados del siglo XVI, circulaban en Europa en diferentes lenguas y formatos. Las imágenes textuales utilizadas por Américo Vespucio y Antonio Pigafetta para dar cuenta de las costumbres de las poblaciones brasileñas y patagónicas respectivamente parecieran traducirse en las imágenes cartográficas destinadas a América presentes en la Cosmografía de Le Testu. Asimismo, es posible que su experiencia como “Piloto en la mar del Poniente” así como la de los franceses que traficaban palo brasil en las costas orientales de América también haya contribuido a desarrollar una determinada imagen de América, de sus riquezas y de sus habitantes.
El peso de lo nuevo en relación con el legado clásico pareciera afianzarse hacia el último cuarto del siglo XVI con la publicación de las cosmografías de André Thevet y François de Belleforest en 1575[11]. En el caso de Thevet, que detenta el título de cosmógrafo del rey[12] pero cuya pericia como cosmógrafo es puesta en duda por sus contemporáneos[13], el espacio concedido al Nuevo Mundo en su cosmografía está vinculado a su propia experiencia en territorios americanos. Entre 1555 y 1556 había participado de la fundación de la Francia Antártica, una colonia francesa implantada bajo la dirección de Nicolás Durand de Villegagnon en territorio nominalmente portugués entre 1555 y 1560. Sus impresiones de Terra Brasilis se plasmaron poco después en Les Singularitez de la France Antarctique[14], obra en la que Thevet combatió abiertamente el legado clásico, y en su Cosmographie de 1575. En ambos textos, Thevet reivindica la experiencia sobre el terreno de los viajeros modernos contra las teorías heredadas del saber clásico: “la experiencia (como muchas veces hemos dicho) nos certifica cuán grande es el mundo, y acomodable a todas las criaturas, y lo es tanto por la continua navegación por mar como por distantes viajes por tierra”[15]. En el caso de la Cosmographie, la obra se encuentra dividida en cuatro volúmenes y aborda la descripción del orbe terrestre en el siguiente orden: África, Asia, Europa y “la cuarta parte del mundo”, a la que no asigna el nombre “América”.
En cuanto a la Cosmographie de Belleforest, la obra es deudora de Münster pero, según señalaba el título, los aportes del humanista alemán se encontraban “mucho más aumentados, ornamentados y enriquecidos por las investigaciones de François de Belleforest, natural de Cominge, así como por la ayuda de muchos estudios enviados desde diversas ciudades de Francia por hombres amantes de la historia y de su patria”[16].
El título no aclaraba, sin embargo, que Belleforest también había recurrido a los saberes de los geógrafos y cartógrafos de su tiempo tales como Abraham Orelius, Giacomo Gastaldi o Georg Braun. En cuanto a la información relativa a América, la sección dedicada al Nuevo Mundo comienza en la página 2035 y finaliza en la página 2235, lo que equivale al casi 9 % de la obra. Para describir América Belleforest hace referencia los escritos de Pedro Mártir, Américo Vespucio y Gonzalo Fernández de Oviedo, aunque da cierto lugar a los Antiguos, pues considera que Séneca y Virgilio predijeron la existencia de un nuevo mundo.
Si bien en relación con el espacio otorgado a las otras partes del mundo la descripción de las Indias Occidentales ocupa un lugar reducido en la mayoría de las cosmografías analizadas, interesa aquí que (más allá de la importancia asignada a aquella cuarta parte del mundo) la propia existencia de aquella masa continental jamás descripta por los Antiguos suscitó necesariamente la reflexión sobre la validez del legado clásico. En definitiva, “el carácter propiamente ‘desconocido’ de aquella cuarta parte de la Tierra obliga[ba] a posicionarse en relación con la validez del saber de los Antiguos”[17].
Antiguos y modernos en títulos, grabados, frontispicios
Una mirada general a los frontispicios y mapas que se incluyeron en las distintas cosmografías publicadas entre 1544 y 1575 revela que sus autores no solo tuvieron la necesidad de conciliar ambos saberes en un discurso unificado, sino que también hicieron un esfuerzo por evidenciar en imágenes la presencia de lo antiguo y lo moderno en un mismo grado de igualdad. En otras palabras, la influencia que en términos epistemológicos ambos saberes ejercieron en la nueva configuración de la imago mundi tuvo su contraparte visual en las imágenes cartográficas y las alegorías con que las portadas de las distintas secciones de las cosmografías del período presentaron los temas tratados[18].
Así como en el mapamundi realizado por Martin Waldseemüller en 1507, la representación de lo antiguo y lo moderno encarnados en un geógrafo del período clásico (Ptolomeo) y un navegante contemporáneo (Vespucio) volvería a repetirse en los frontispicios de cosmografías posteriores tales como aquel de la primera edición francesa de la Cosmographiæ uniuersalis de Sebastián Münster (Figura 1) o el de la sección “Atlantis pars Altera” del Atlas, sive cosmographia e meditationes de fabrica mundi et fabricati figura (1595) de Gerardo Mercator.
Figura 1. MÜNSTER, S. La Cosmographie universelle, contenant la situation de toutes les parties du monde, avec leurs proprietez et appartenances. Basilea, 1554 [1552]. Frontispicio
Fuente: John Carter Brown Library.
A su vez, la alusión a lo antiguo y lo moderno resultó una constante en los títulos de las cosmografías y los mapas que circularon de forma impresa o manuscrita a lo largo del siglo XVI. Fue entonces que este elemento discursivo adquirió un uso estratégico, pues la presencia de ambos saberes en un único encabezado resultó una manera de validar la pericia del cosmógrafo como articulador de mundos. Le Testu, por ejemplo, invitaba a leer el contenido de su obra en este sentido pues su Cosmographie universelle selon les navigateurs tant anciens que modernes se legitimaba ante sus posibles destinatarios por el hecho de fundar su autoridad tanto en el legado clásico cuanto en la experiencia moderna.
En el mundo del impreso, además de los ya mencionados casos de Münster, Thevet y Belleforest, resulta de interés examinar el texto presente en el mapamundi de Sebastián Caboto, impreso en Amberes en 1544. El cartógrafo, quien como su padre era considerado un experto en el arte de navegar, refuerza la confiabilidad de las informaciones presentadas al conjugar en un único título el saber clásico, el saber práctico y su propia experiencia como marino. Tal como el encabezado sugería, el mapa había sido tirado,
[…] por grados de latitud y longitud con sus vientos como carta de marear, imitando en parte a Ptolomeo y en parte a los modernos descubridores, asi Espannoles como Portugueses, y parte por su padre y por él descubierto; por donde podrás navegar como por carta de marear[19].
Lejos de dar cuenta de una aparente tensión de saberes, la presentación de distintas fuentes de saber en pie de igualdad pareciera refrendar que es la suma de todas ellas la que permite avanzar en el conocimiento del mundo.
Reflexiones finales
El análisis de los frontispicios, textos introductorios e imágenes de una selección de cosmografías publicadas entre 1544 y 1575 ha revelado la coexistencia de referencias a lo antiguo y lo moderno en la conformación de un discurso cosmográfico que, frente al impacto de los viajes de exploración, debió resignificar la autoridad del saber clásico. En relación con este último punto, más allá de que el espacio dedicado al Nuevo Mundo fuera considerablemente menor a las páginas dedicadas al mundo conocido, tanto los frontispicios como las imágenes y los títulos de las cosmografías escogidas asignaron un peso equivalente a la experiencia frente al saber clásico. En algunos casos, el Nuevo Mundo se presentó como una prolongación del mundo conocido. En otros, el valor del testimonio directo, de lo visto y de lo oído, fue valorado tanto como el legado de los Antiguos. En este sentido, lejos de presentarse como “dos fuentes de conocimiento en permanente tensión”[20], las reiteradas alusiones a la complementariedad del saber clásico con la experiencia moderna (i.e. en las figuras de Ptolomeo y Vespucio o en las del viejo cosmógrafo y el joven explorador, etc.) parecieran haber validado un discurso cosmográfico que, en la modernidad temprana, no podía prescindir de ninguno de ellos si buscaba presentarse como un saber legítimo.
En otras palabras, a través de sus títulos, índices y prefacios, el género cosmográfico permitió a los humanistas desarrollar los dispositivos necesarios para “traducir” e insertar las noticias recientes sobre el Nuevo Mundo en una historia y geografía de corte “universal”. El desequilibrio entre las pocas informaciones disponibles sobre América y el mundo ya conocido fue subsanado visualmente a través de los frontispicios y grabados que, repetidos a lo largo del texto por las propias lógicas de edición, parecieron amalgamar la flora y fauna de regiones tan remotas como Asia, América y el África subsahariana. En este proceso de traducción de saberes de distinta naturaleza, el libro como artefacto cultural jugó un papel fundamental, pues proveyó el soporte material para la normalización del contenido[21]. Resta señalar que aquella plasticidad para incorporar “lo nuevo” no fue un rasgo exclusivo del género cosmográfico, pues tanto las compilaciones de viaje como el atlas buscaron completar su conocimiento del orbe con las informaciones y datos provistos por los viajeros en su experiencia sobre el terreno. La valorización del testigo presencial como fuente legítima de conocimiento fue, en definitiva, el rasgo sobresaliente y compartido por todos los géneros surgidos en este período de expansión de alcance planetario.
- CONICET, Universidad Nacional de San Martín.↵
- La presente comunicación se ha realizado en el marco del Proyecto Filocyt (FC19-024) “Traduciendo la alteridad: experiencias, ediciones, manuscritos e impresiones ante el desafío de un nuevo mundo (s.XV a XVIII)”, aprobado por el Consejo Directivo de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, con Resolución Nº 1570 el 21 de mayo de 2019. Una versión extendida de los temas aquí tratados puede consultarse en: MARTÍNEZ, C. “Antiguos y modernos en la construcción de una nueva imagen del mundo. El auge del género cosmográfico en el siglo XVI”. Eadem Utraque Europa, 20, 2019, pp. 63-93. RAMUSIO, G. B. Delle navigationi et viaggi. Venecia, 1606 (Vol. 3), s/p.: Discorso del Ramusio. Esta como todas las traducciones del presente texto han sido realizadas por la autora.↵
- Para una definición del género cosmográfico y su desarrollo en la modernidad temprana véase: LESTRINGANT, F. “Ouverture. La méditation cosmographique, une méditation entre deux livres”. En: AA.VV., Les méditations cosmographiques à la Renaissance, París, 2009; GAUTIER DALCHÉ, P. “The Reception of Ptolemy’s Geography (End of the Fourteenth to Beginning of the Sixteenth Century)”. En D. WOODWARD (Ed.), The History of Cartography, Chicago, 2007, pp. 285-364; CARRIÓ CATALDI, L. A. y VÉLEZ POSADA, A. “Entre le ciel et la terre: cosmographie et savoirs à la Renaissance – Introduction”. L’Atelier du Centre de recherches historiques, Nº 17, 2017, s/p. ↵
- Se utiliza aquí la primera edición en francés, realizada en Basilea en 1552. En ella, las “tierras nuevas” se describen desde la página 1357 hasta la página 1374, lo que resulta un número de páginas relativamente escaso en comparación con el espacio que el libro dedica a las otras partes del mundo.↵
- En el Libro II, la obra hace una pequeña referencia a las navegaciones de los españoles cuando señala que “los castellanos fueron hacia Occidente, detrás de una multitud de islas que son ricas en oro, que hallaron y pusieron bajo su dominio”. MÜNSTER, S. La Cosmographie universelle, contenant la situation de toutes les parties du monde, avec leurs proprietez et appartenances, par Sebast. Munstere. Basilea, 1552, p. 64. ↵
- La sección dedicada a “Cómo el duque Magallanes llegó por un estrecho del mar de Occidente a Oriente a muchas islas donde murió” comienza en la página 1364 de la edición de 1552. En la página 1368 Münster aborda “Las cuatro navegaciones de Américo Vespucio a islas nuevas”.↵
- La obra de Boemus es considerada uno de los primeros tratados de tipo etnográfico del período. GRAFTON, A. New World, Ancient Texts. The Power of Tradition and the Shock of Discovery. Cambridge, 1995, pp. 99-107.↵
- Al describir “Comment les Hespaginolz virnent aux isles Molucques” [Cómo los españoles llegaron a las islas Molucas], en la página 1365, aparece inserto el mismo grabado utilizado para referirse a los hombres de orejas gigantes en la India. Lo mismo sucede con los grabados usados para referirse a las poblaciones antropófagas del Nuevo Mundo y a las poblaciones de la isla de Java. Debe recordarse, sin embargo, que en ambos casos, la repetición de grabados pudo haberse debido a una decisión editorial y no necesariamente a una elección realizada por el propio Münster.↵
- MÜNSTER, S. La Cosmographie Universelle…, op. cit., p. 1429.↵
- MARTÍNEZ, C. “Relatos de viaje e imaginarios geográficos en la Cosmografía Universal (1556) de Guillaume Le Testu: apuntes para una arqueología textual”. Magallánica: Revista de Historia Moderna, Nº 4, 2016, pp. 118-135.↵
- El proyecto original había sido el de preparar una cosmografía universal conjuntamente, que ambos habían comenzado hacia 1566. Sin embargo, su creciente enemistad finalmente llevaría a la publicación de dos cosmografías individuales en París en los primeros meses de 1575. LESTRINGANT, F. Sous la leçon des vents. Le monde d’André Thevet, cosmographe de la Renaissance. París, 2003, p. 32. ↵
- Thevet fue cosmógrafo del rey de Francia entre 1560 y 1589.↵
- GINZBURG, C. El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio. Buenos Aires, 2010, p. 97. ↵
- THEVET, A. Les singularitez de la France antarctique, autrement nommée Amérique, & de plusieurs terres & isles découvertes de nostre temps: par F. André Thevet, natif d’Angoulesme. Amberes, 1558 [1557]. ↵
- Ibid, p. 37.↵
- BELLEFOREST, F. La Cosmographie universelle de tout le monde en laquelle, suivant les auteurs plus dignes de foy, sont au vray descriptes toutes les parties habitables & non habitables de la terre et de la mer, leurs assiettes & choses qu’elles produisent… París, 1575, s/p.↵
- GOLDMAN, O. “Les imprimés et l’Amérique en France pendant les guerres de Religion”. Nuevo Mundo Mundos Nuevos, s/p. Goldman remite, en este sentido, al impacto de la tríada “antiguos, modernos, salvajes” estudiada por François Hartog en los debates y reflexiones sobre la naturaleza del Nuevo Mundo en el siglo XVI.↵
- Se entiende por imago mundi la representación que los hombres del siglo XVI “podían hacerse de su planeta con sus zonas y sus ‘climas’, sus mares y sus continentes, sus ríos y sus montañas, sus plantas y sus habitantes”. Véase: BROC, N. La géographie de la Renaissance. París, 1986, p. 7.↵
- MARTÍN MERAS, L. Cartografía marítima hispana: La imagen de América. Madrid, 1993, p. 112.↵
- NIETO OLARTE, M. Las máquinas del imperio y el reino de Dios. Reflexiones sobre ciencia, tecnología y religión en el mundo atlántico del siglo XVI. Bogotá, 2013, pp. 57 y 80.↵
- LESTRINGANT, F. Le livre des îles. Atlas et récits insulaires de la Genèse à Jules Verne. Ginebra, 2002, p. 30.↵