María Isabel Becerra[1]
Introducción
Para quienes sostenemos que la historia hace referencia a una realidad pasada, el tema de las fuentes es fundamental. En la búsqueda de este tipo de registros históricos es pertinente recurrir a los llamados textos autorreferenciales o escritos del yo, como un modo de acercarnos no solo al sujeto sino al contexto que estos reflejan, en forma explícita o no. En el siguiente trabajo hemos centrado nuestra mirada en un tipo específico, como son las cartas personales reunidas y publicadas en el Epistolario de Francisco de Quevedo.
En primer lugar, realizaremos un recorrido sobre la conceptualización de los llamados textos autorreferenciales como aporte teórico, en este análisis nos interesan las noticias sobre lo que la Historiografía contemporánea dice con respecto a este tipo de escritura. Se completa el cuadro examinando las relaciones posibles entre Historia y Literatura por tratarse de un género compartido que se mueve entre realidad y ficción.
En segundo lugar, desarrollaremos las referencias necesarias sobre la vida del autor y su contexto entendido como Siglo del Quijote. Por último, hemos analizado el Epistolario ordenando los datos encontrados en ciertos ítems o temas que nos hablan de la sociedad a la que perteneció el autor.
Nuestro objetivo es la búsqueda en las cartas de Francisco de Quevedo de los datos que nos hablen de la sociedad de la España del siglo XVII desde la perspectiva de la vida cotidiana, en un tiempo y espacio acotado (microhistoria) y desde la mirada de un sujeto que se halla inmerso en su tiempo. Por lo tanto, la hipótesis que guía nuestro trabajo es que desde la representación de una vida (que se manifiesta a través de un texto autorreferencial) podemos acercarnos a la realidad social del siglo.
Textos autorreferenciales
Entre los diferentes registros escritos que los hombres han dejado a lo largo de la Historia, se destaca lo que llamamos textos autorreferenciales. Este tipo de discursos permiten estudiar no solo el contenido sobre una serie de circunstancias particulares que expresan muy personalmente, sino que pueden ser valoradas como un vehículo a través del cual percibimos el entorno social que los rodea en su dimensión privada o pública. Sin olvidar lo que no dice, nos preguntamos por las razones de sus silencios,
Actualmente hay una especie de revival de los escritos autobiográficos como literatura retrospectiva “en primera persona que revela o expone experiencias personales”[2]. Esta definición tan general permite incluir a: diarios, crónicas familiares, cartas (escritas con la intención de manifestar vivencias personales), relatos de viaje y autobiografías espirituales[3].
Es un tipo de escritura que expresa generalmente cuales son los motivos por los que se redacta y hace referencia, en forma explícita o no, al entorno cultural y político, es decir a un universo más dilatado que el cosmos social que los contiene. Por esa razón, es importante la valoración de este tipo de textos como fuentes, que nos remiten a los espacios de Sociabilidad del que forma parte la persona que escribe. Desde la familia y la actividad profesional u oficio, hasta el mundo nos vamos deslizando a partir de la esfera privada a la pública[4]. En consecuencia, el ego documento nos permite reflexionar sobre todos los aspectos de la existencia social, por lo que es pertinente considerarlo un tipo de Historia total.
Recordemos que este anhelo de la escuela de Anales presenta dificultades al momento de estudiar la totalidad de aspectos en una época. La novedad estaría en que los historiadores han encontrado en la biografía y estudio de autobiografías un método de recorte temporal y espacial en una vida, pero atendiendo a todos los aspectos por eso hablamos de biografías totalizantes. En un interesante artículo Will Folwer destaca este aspecto por el que a partir de este “prisma biográfico”[5], podemos hacer a la vez, historia política, historia de las ideas, historia de la vida cotidiana, etc.
Nosotros hemos seleccionado para este trabajo una tipología que abunda en la Edad Moderna como son las cartas. Modo privilegiado de comunicación formal e informal, que se desarrolla en una época, siglo XVII[6], aparentemente poco propicia para el intercambio epistolar pues abundaban los analfabetos. Por el contrario, encontramos abundantes referencias, por ejemplo, en el Quijote, que ilustran sobre cómo se echaba mano a distintas personas letradas encargadas de escribir o leer cartas para resolver este problema.
Para analizar este tipo de textos autorreferenciales resulta imprescindible un fructífero dialogo con la Literatura[7] por lo que se habla de un “género híbrido”[8], como un caso compartido por literatos e historiadores, en el cual lo real se mezcla con la imaginación o con la exposición de tipos ideales. El profesor Karl Kohut quien nos dice al respecto:
Sea como fuere, es innegable que un número notable de historiadores se va aproximando de nuevo a la literatura. A pesar de que la problemática sigue siendo muy controvertida, es importante notar que, después de un período de desconocimiento mutuo, se haya entablado un diálogo entre las dos disciplinas, lo que se traduce en rico caudal de libros y artículos, de congresos y de volúmenes colectivos [9].
Estas consideraciones sobre la relación Historia y Literatura se entroncan con el contexto historiográfico de finales del siglo XX[10], pues el florecer de las memorias, biografías y autobiografías para los historiadores responde a:
El retorno a la biografía debe interpretarse pues, como un epifenómeno de la ‘vuelta al sujeto´ en su forma más clásica, pero no puede limitarse ya al descriptivismo anecdótico centrado en la interioridad del personaje tomado en forma aislada. Es preciso recrear la complejidad de la trama en la que se halla inserto y en la cual interacciona, evitando simplificaciones […] Solo así se podrá obtener una imagen congruente del protagonista y al mismo penetrar a través de el en la problemática de la época [11].
El autor y la época
Unas breves referencias serán necesarias para enmarcar en la época y en la vida de Francisco de Quevedo, la escritura de algo tan personal como sus cartas. Perteneciente a una familia noble nació en 1580 en Madrid, Gracias a sus padres creció muy cercano a la nobleza y a los mismos reyes. Huérfano de pequeño, recibió de los padres jesuitas una educación humanística y clásica en el Colegio Imperial de Madrid que completó en la universidad de Alcalá y Valladolid.
Ya titulado en teología y artes comienza una vida que alterna entre la corte, sus intereses políticos y su talento como escritor preocupado por los cambios políticos y por España. Todos estos aspectos se verán reflejados en su Epistolario. Su estampa, caracterizada por gruesos anteojos, ha quedado plasmada en cuadros y en el relato que de él hace su biógrafo Pablo de Tarsia:
[…] de mediana estatura, pelo negro, algo encrespado, la frente grande, sus ojos muy vivos, pero tan corto de vista, que llevaba continuamente anteojos; la nariz y demás miembros proporcionados, y de medio cuerpo arriba fue bien hecho, aunque coxo, y lisiado de entrambos pies, que los tenía torcidos azia dentro, algo abultado, sin que le afeasse; muy blanco de cara [12].
Aventurero y de vida nocturna, acompañaba al rey y fue cercano a la corte del conde Duque de Olivares. Con el correr de los años profundiza cada vez más su condición religiosa por lo que busca la soledad voluntaria en su propiedad de la Torre de Juan Abad o en el Convento de San Macos de León, donde estuvo preso algunos años. Desde estos lugares partirán las cartas que fueron engrosando su Epistolario. Ya retirado en su propiedad muere en 1645, fecha significativa pues para muchos también es el fin del Siglo de Oro español.
Si bien no es el objetivo de este trabajo sintetizar ni analizar lo que significó el Siglo de Oro español o el Barroco, consideramos atinado una breve referencia a ciertos aspectos que dan el tono a la época pues los veremos reflejados también en las cartas de nuestro autor. Seguimos en esto el Prólogo que José Cepeda Adán ha realizado al tomo XXVI de la Historia de España de Ramón Menéndez Pidal.
En primer lugar, propone cambiar el término Barroco, que considera tiene una carga negativa, por el de Siglo del Quijote al modo de Pierre Vilar, lo que nos cambia el eje hacia los logros culturales más que a los problemas militares o económicos. En segundo lugar propone identificar lo que llama “la más completa y apasionante visión del mundo que pueda darse pueblo alguno”[13], que se plasma en una interpretación particular del hombre y del mundo, que se nutre de un molde común europeo pero se va diferenciando a España del resto de Europa. Sintetizando afirma que lo dicho dará lugar a que el siglo XVII sea:
El más genuinamente hispánico en la Edad Moderna […] En efecto a lo largo de la centuria, el español, con los elementos que le proporciona la matriz común cristiano-occidental, más la reflexión de su propia historia-increíble historia de ascensión y caída- elabora una personalísima visión del mundo y de sí mismo de profunda hondura que se manifiesta desbordante y apasionada en todos los campos del pensamiento y del arte, inconfundible entre el repertorio cultural […] El legado español del siglo XVII al acervo común occidental se manifiesta, en una síntesis apretada, en una forma peculiar de entender la religiosidad, en un arte perfecto de novelar, en un teatro de fuerte mordedura popular y en una pintura genial que trascendentaliza al hombre y a las cosas [14].
En los escritos quevedianos todo lo dicho está presente: en primer lugar, la referencia a la cultura clásica. Podemos hablar en sus textos de una reescritura de los clásicos que se presenta según analiza Ignacio Arellano[15], como imitación y recreación de las ideas, como apropiación de algunos motivos o como huellas de tipo formal sobre la base del concepto. En segundo lugar, Quevedo, conceptista por excelencia, propone el “cultivo o mística de las ideas” con un sentido moral y ético de lo que transmite. Esta valoración de la poesía como «cosa de utilidad pública» será promulgada también por Pedro Alderete en la dedicatoria de las Tres últimas Musas dirigida al cardenal Pascual de Aragón “todas las obras de don Francisco de Quevedo mi tío, así en verso, como en prosa, sacras, serias, y burlescas, se dirigen a la reformación de costumbres, y contienen alta enseñança”[16]. Este sentido ético no limita su lenguaje que a veces llega a lo procaz.
“Más allá de las adaptaciones temáticas que obedecen al contexto histórico o a los imperativos ideológicos/éticos, la tarea de la reescritura en su dimensión artística, poética, se rige por los mecanismos del ingenio, verdadera guía de la reescritura quevediana de los clásicos”[17].
Por último, antes de pasar al análisis del Epistolario, nos preguntamos cual fue la valoración póstuma de este autor. No compartió con Lope de Vega las exequias a su muerte, y como hemos apuntado más arriba pasó parte de los últimos años de su vida falto de libertad. Su reconocimiento llegó tardíamente y fue póstumo gracias a la biografía que escribió Pablo de Tarsia en 1663 por encargo del heredero y sobrino de Quevedo, Pedro Alderete. De quienes si había recibido reconocimiento era de otros poetas entre ellos se destaca Lope de Vega quien le dedica unos versos que sirvieron a Tarsia para comenzar su obra:
Al docto Don Francisco de Quevedo
llama por luz de tu ribera hermosa,
Lipso de España en prosa,
y Juvenal en verso,
con quien las Musas no tuvieran miedo
de quanto Ingenio ilustra el Universo [18].
Las Cartas. Epistolario
Quevedo fue un profuso escritor, atento a los problemas y conflictos de su época volcó estas inquietudes en su riquísimo epistolario. Hemos trabajado con la edición on- line de Cervantes virtual de Epistolario y Documentos relativos a la vida del autor/ Francisco de Quevedo y Villegas, colección completa, corregida, ordenada e ilustrada por Don Aureliano Fernández Guerra y Orbe. Madrid, Ribandeneyra, 1859.
Las cartas van apareciendo con un registro del año en que fueron escritas y el destinatario. Luego, el texto se completa con notas y cometarios. Incluye no solo cartas de autoría de Quevedo sino las que se le han enviado. Vamos a dar noticias de la información no carta por carta sino tratando de identificar los temas sobre los que nos informa.
Con respecto a los destinatarios, muchos pertenecen a la nobleza por ejemplo el Duque de Osuna, el Marques de Villanueva del Fresno y Barcarrota hombre importante casado con la hija de don Álvaro Bazán primer marqués de Santa Cruz[19], otra carta enviada al duque del Infantado don Juan Hurtado de Mendoza[20], al marqués de Velada y San Román, de la orden de Calatrava y gentil hombre de Felipe IV[21], al presidente de Castilla don Francisco de Contreras carta que espera llegue por su intermedio al conde de Olivares[22], también a Don Juan Adán de la Parra, abogado del consejo de inquisición de Toledo en 1626[23] y a Don Alonso de Messia de Leiva[24], otro personaje relevante es él Duque de Medinacelli [25]con quien sostiene varias cartas y sus respuestas.
En muchas habla de sí mismo, en ellas se define como: “Humilde traductor y comentador”[26], pero en gran parte refiere a su mala fama y por eso escribe:
Yo al revés, malo y lascivo, escribo cosas honestas; y lo que más siento es que han de perder por mí su crédito, y que a la opinión que yo tengo merecida ha de hacer sospechosos mis escritos. Ya saben mis amigos que mientras lo quieran, han de tener en mí defender y amparar; y no me deben poco en ocasionarlos a mostrar quilates de amistad verdadera cuando serán recibidos del mundo (que hoy vivimos) por milagros [27]
Para mejorar su imagen escribe una carta a doña Margarita de Espinosa su tía a quien le dice: “Solo pretendo, ya que la voz de mis mocedades ha sido molesta a vuesa merced y escandalosa a todos, conozca por este papel mis diferentes propósitos”[28].
Para escapar de la mala fama recurre a la soledad por lo que en muchas cartas hace referencia a su refugio en La Torre de Juan Abad como en esta en que expresa:
Yo me enfado y murmuro inútilmente contra esta gloria, y no hallo otro modo de ampararme y defenderme de ella, que salvándome en algún lugar privilegiado, donde no solo haya un portero que diga que no estoy, sino también un capitán que lo diga con autoridad [29].
Protesta por este desprecio por lo que escribe a don Juan Hurtado de Mendoza a quien le dice:
Nada escribo de memoria; que mis ojos vieron más que quisieron, y algo me toco tan de cerca, que a ser mas no me hallara encerrado y si sepultado […] Vea vuecelencia si algo puede perjudicar mi libertad y táchelo de prisa […] que si bien es de gloria el martirio, aun no deseo la palma [30].
¿Cuál era la causa de tan mala fama? El mismo sostiene que es por responder o ser excesivamente sincero y muy directo en las críticas:
La verdad desnuda amigo Parra, es pan y turrón para los buenos, pero se cambia en dogal para los malos; y es que, si los unos las buscan, los más la huyen, y afilan las ponzoñosas armas de la traición para asesinarla. Yo, que no soy más cuerdo que vos cuando de verdades se trata, me hallo mal arado con esta madrastra, que siempre paga mal a sus hijos, pues que da armas a sus enemigos para que lo asesinen [31]
En 1624 escribe una carta en la cuenta un viaje con el rey por Andalucía, en ella hace referencia su problema físico al caminar por todos conocido: “Mis pies no han menester apetites para tropezar; soy tartamudo de zancas y achacoso de portante”[32]
Noticias sobre costumbres de la época
En 1629 escribió una carta en la que cuenta una noche pasada en una posada que nos ilustra acerca de las condiciones en las que tenían que descansar en ellas.
Llegue a las ventas de Puerto Lapiche, no escogí en ellas; contentéme con una choza que llamaban aposento, en la postrera. Fieme del vocablo, apenas pude entrar y apenas cabia; todo lo embarazaba una cama, cuya manta era inquietud, mal espulgada, la almohada asco, las sabanas castigo; el jergón, amenaza al sueño y remedio a la modorra, mejor para despertar que para dormir [33].
También explica y relata sobre acontecimientos curiosos y divertidos. El 23 de setiembre de 1630 casi diez años después de que el rey Felipe IV ocupara el trono español, Francisco de Quevedo enviaba una carta a su amigo y protector el joven duque de Medinaceli, D. Antonio Juan Luis de la Cerda, en la que contaba un caso gracioso que había presenciado. Según su relato, alguien que ejercía de bufón o lo parecía- un tal Alonso Toribio- había protagonizado un instante de auténtica diversión mientras se hacía pasar por hombre de banca:
¿Cómo diré yo a vuecelencia el regocijo que me dio ver a Alonso Toribio hecho hombre de negocios dando letras? En mi vida he reído tanto como cuando vi una firma escrita con escarabajos despachurrados por letras. Vuecelencia haga que le confirme el obispo de los ginoveces y que de Alonso le haga Octavio y del Toribio, Centurion. Yo fui a su casa que vive en la calle del Pozo, y cuando vi y olí la callejuela, dije: “aquí no se acetan letras, sino letrina[34]
El mismo Quevedo explica que en la puerta de la casa había caballerizas de ahí el aroma que recibía a los visitantes. Cabe acotar que a partir de este texto, Carmen Sanz Ayán siguiendo la referencia de Quevedo, ha realizado un precioso trabajo sobre Octavio Centurion, banquero genovés que fue prestamista real destacándose su actividad durante el reinado de Felipe IV[35].
El rey y sus validos
Según hemos dicho Quevedo se mostró muy comprometido con los problemas políticos de la España de los Austrias Menores, por lo que refleja en sus cartas diversas opiniones sobre el rey y los validos. En 1619 le dirige al duque de Osuna una carta donde deja traslucir problemas económicos y descontentos entre cortesanos:
A lo que yo he tirado es, a estar con descanso y sin muchos disgustos, y a que cuando vuecelencia lo dejase, que se hallle con lo que conviene; […] Bien pudiera yo haber callado y excuarme del desabrimineto que vuecelencia tiene conmigo por esta carta que yo escribi desta manera; pero bueno me hallara yo debiendo a vuecelencia cuanto, si viendo lo que pasa hubiera desentendiéndome[36]
En la carta donde cuenta el viaje por Andalucía relata las incomodidades del viaje en el que el coche se da vuelta, como la falta de camas. También sobre las fiestas que fueron preparando para el rey: por ejemplo, fuegos y toros. El coche queda atascado en otro tramo y las desgracias se suceden un poco a la riza, pero frente a todo Quevedo rescata la compostura del rey:
Su majestad se ha mostrado con tal valentía y valor, arrastrando a todos sin recelar los peores temporales del mundo: presagios son de grandes codazos, y sin robustez pude ser amenaza de todas las naciones. En esta incomodidad va afabilísimo con todos, granjeando los vasallos que heredó. Es rey hecho de par en par a sus reinos y es consuelo tener rey que nos arrastre y no nosotros al rey y ver que nos lleva a donde quiere [37].
El tema de los favoritos es una preocupación constante: “El de Lerma no os perdonara la burleta, y yo tampoco, que respeto a los amigos; y así, os suplico que, si no por él, por mí, pasen sus virtudes al de Olivar, que al fin es árbol de fruto más aceitoso y manchadizo”[38]. En la correspondencia que mantiene con Don Juan Adán de la Parra encontramos frases que pintan la imagen que tiene del rey y Olivares:
El conde sigue condeando, y el Rey durmiendo, que es su condición más análoga; hay parece, nuevas odaliscas en el serrallo, y esto entretiene mucho a su majestad y alarga la condixción del de Olivares, para pelar la bolsa en tanto que su amo lo hace de las pavas. Todos gruñen por esto y lo que vuesamenced sabe; pero los sabuesos se mean en los perrillos y siguen adelante. Dios nos asista con pan y paciencia, y ruede la boa, como no nos tope [39] .
Conclusiones
En el presente trabajo hemos realizado una primera aproximación a las cartas de Quevedo, en ellas hemos encontrado que los destinatarios en general pertenecen a la nobleza, que manifiesta una preocupación constante por su mala fama a la que considera una injusticia porque no es consecuencia de un mal comportamiento sino de la sinceridad de sus críticas. En otro aspecto, varía en su estima con respecto al rey y los válidos, algunas veces admiración otras, burla. Demuestra un sentido aprecio por su propiedad en la que encuentra tranquilidad y en otras misivas nos relatan las peripecias y dificultades de los viajeros en esa época.
Por otra parte, hemos podido constatar que la fuente elegida responde a los requerimientos del texto autorreferencial: uso de la primera persona, análisis micro histórico, utilización de la narración que apela y nos refiere al contexto, de tal manera que podemos identificar: algunas notas sobre los Espacios de sociabilidad de los que formo parte y el entorno cultural, económico y religioso en el que transcurrió su vida.
Los aportes y las propuestas historiográficas reciente han permitido esbozar una idea de lo que caracteriza a la biografía histórica que ha permitido una mejor conceptualización de la misma. En este sentido se han definido sus características propiamente históricas: cientificidad, utilización de una base documental trabajada en forma crítica, referencia a un contexto real histórico, búsqueda del individuo como protagonista, pero en el marco de grupos sociales que enmarcan su vida. En cuanto a los espacios compartidos con la literatura, que son muchos y fructíferos, advertimos que hay un punto que de partida que define los objetivos científicos de cada ciencia. La literatura maneja la ficción, la historia la realidad, sostenemos que desde lo que las define se conseguirá prolongar el trabajo compartido.
- Universidad Nacional de Cuyo.↵
- AMELANG J. “Los dilemas de la autobiografía popular” Trocadero, 2004. pp. 9- 17. ↵
- Por otra parte, encontramos una importante cantidad de trabajos autorreferenciales, considerados ego-documentos en los que conocidos historiadores relatan sus derroteros intelectuales. Por ejemplo, ARÓSTEGUI J. “Autorretrato en escorzo (y nada complaciente) con figuras al fondo”. Cuadernos de Historia Contemporánea 2005, vol. 27, 53-59; AURELL J. “Del logocentrismo a la textualidad: la autobiografía académica como intervención historiográfica”. Edad Media. Rev. Hist., 9 (2008).↵
- AMELANG, J. “Los dilemas…”, op. cit. p. 13. ↵
- FOWLER W. “En defensa de la biografía: hacia una “historia total”. Un llamado a la nueva generación de historiadores del siglo XIX mexicano” Secuencia, ISSN 0186-0348, núm. 100, enero-abril 2018, 24-52. ↵
- Uno de los temas que se han planteado es sobre la posibilidad de encontrar textos autobiografícos en el siglo XVII. Algunas reflexiones las encontramos en: AMELANG, J. “Los loros de Parets: reflexiones sobre una fuente autobiográfica” Studis, 30, 2004, pp. 7-20. ↵
- Sobre el tema de la relación entre Literatura e Historia ver: CASTAÑEDA HERNÁNDEZ M del C. “Santo oficio de la memoria” ¿evocación o ficción? Sincronia, N°4, 2011. AMELANG J. “La autobiografía moderna. Entre la Historia y la Literatura”. Chronica Nova, 32, 2006, 143-157.↵
- DOSSE F., El arte de la biografía. Entre Historia y ficción. México, 2007, p. 234.↵
- KOHUT K. “Historiografía y Memoria”. Itsmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos N° 9, julio-diciembre 2004) ISSN: 1535-2315.↵
- Son importantes los aportes que realiza Jaume Aurell sobre el retorno de las biografías y autobiografías en la consideración de los historiadores contemporáneos. Se puede consultar AURREL J. La escritura de la memoria. De los positivismos a los postmodernismos. Universidad de Valencia, 2005. AURELL J. Comprender el pasado. Una historia de la escritura y el pensamiento histórico. Madrid, 2013.↵
- PASQUALI, P. “San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria”. Buenos Aires, 1999., p. 9.↵
- RIANDIÉRE, J., “Quevedo en su vida y en su mundo: unas claves de lectura”, en Revista Anthropos: Huellas de conocimiento, Núm. Extra 6 (2001), p. 14.↵
- CEPEDA ADÁN J. “Prólogo”. En: Historia de España, Menéndez Pidal, tomo XXVI, Dir por J. M. JOVER ZAMORA, Madrid, 1996, p. XX.↵
- Op. Cit. p. XX-XXI.↵
- ARELLANO I. “Quevedo: Ingenio y erudición clásica”. Ágora. Estudos Clássicos em Debate 16 (2014) 205-234.↵
- QUEVEDO F. Tres últimas Musas. En: ALFÉREZ SÁNCHEZ M. La vida de Quevedo de Pablo de Tarsia: un modelo excepcional en la producción biográfica del Siglo de Oro. Miscelanea. Revista de historiografía 30, 2019, pp. 225-244.↵
- ARELLANO I., op. cit., p. 216.↵
- ALFÉREZ SÁNCHEZ M. “La vida de Quevedo de Pablo de Tarsia: un modelo excepcional en la producción biográfica del Siglo de Oro.” Miscelanea. Revista de historiografía 30, 2019, pp. 225-244.↵
- QUEVEDO F. de Epistolario y documentos relativos a la vida del autor. Carta XXI. Madrid, 1859, p. 520.↵
- Ibid, Carta XXII, p. 52.↵
- Ibid, Carta XXIII, p. 521.↵
- Ibid, Carta XXVI, p.525.↵
- Ibid, Carta XXX, p.530.↵
- Ibid, Carta LIX, p. 545.↵
- Ibid, Carta LXIV, p. 545.↵
- Ibid, Carta III, p.512.↵
- Ibid, Carta V, p. 513.↵
- Ibid, Carta VIII, p. 514.↵
- Ibid Carta XXI, p. 520.↵
- Ibid Carta XXII, p. 521.↵
- Ibid Carta XXX, p.530.↵
- Ibid Carta XXIII, p. 521.↵
- Ibid, Carta LIX, p. 545.↵
- Ibid, Carta LXIV, p. 547.↵
- El libro al que hacemos referencia SANZ AYÁN C. Un banquero en el siglo de oro. Octavio Centurión, el financiero de los Austrias. Madrid, 2015. ↵
- QUEVEDO F. de, op. cit., carta XX, p. 520.↵
- Ibid, Carta XXIII, p. 521.↵
- Ibid, Carta XXX, p.530.↵
- Ibid, Carta LVIII, p. 545.↵