Un análisis de la visita pastoral a Corrientes en 1764
Analía Silvia García y José Meza[1]
Esta presentación tendrá como objeto de análisis el discurso religioso de la Visita Pastoral a la ciudad de Corrientes en 1764[2], específicamente en torno a las Defunciones, a partir de los marcos categoriales que aporta Michel Foucault en su obra Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión.
Trabajamos además con el concepto de historias conectadas que vinculan la escala local (Corrientes), la regional (gobernación del Río de la Plata o Buenos Aires) con la global (Monarquía católica). Esa conexión se reconoce en la implantación de instituciones civiles y eclesiásticas españolas y sus representantes en América, reforzando redes de vocación universal, desplegando diócesis-provincias-instituciones, a través de las cuales instalan sistemas de símbolos y concepciones del mundo que dan cuenta de estrategias de dominación.[3]
Pero además aparecen en la Visita improntas locales que implican una desvinculación de la ortodoxia religiosa, específicamente señaladas, y dan cuenta de otros actores, otros imaginarios, otras configuraciones.
Como fuente permite ser abordada desde diferentes miradas- económica- institucional- política- religiosa y cultural, atravesada por una doble visión: lo legal o normativo, es decir atenta a un orden institucional y, por otro lado, lo subjetivo que recupera las experiencias vividas por clérigos, obispos, etc. quienes se constituyen en ‘cuadros vivos’ que transforman cualquier confusión en orden, marcan lugares, indican valores.[4]
En la sociedad correntina del siglo XVIII la religión que constituye un componente esencial y vertebrador de la cultura, su más firme elemento ordenador y emisora de mensajes ideológicos dirigidos a fortalecer su objetivo principal: dar seguridad, estabilizar, como la forma más eficiente de conseguir que lo dudoso se convierta en incuestionable, debemos pensarla como una estructura institucional de dominación que involucra también una dimensión simbólica.
En ese contexto, quienes fallecieran sin dejar testamento eran castigados no pudiendo elegir lugar de sepultura fuera de la Parroquia porque la redacción del documento de última y postrímera voluntad es un acto jurídico y espiritual impuesto por la Iglesia mediante el cual el individuo se somete a la voluntad divina que, en el proceso de preparación para la muerte, exige su redacción.
Refleja actitud disciplinar y de vigilancia religiosa señalada a través de las numerosas fórmulas rituales estandarizadas, también jerarquización, intereses económicos y sociales y constituye un sistema de transferencia de bienes a la Iglesia, por ello, hubo un interés especial por difundir su práctica y controlar su cumplimiento.[5]
El cura debe estar advertido que los Herederos de intestato, no pueden elegir para el Difunto Sepultura fuera de la Parrochia, no teniendo la deseada en otra Iglesia Parroquial o Regular; o de antemano formal y expresamente señalada. Y si el testador fundare alguna Capellanía u otra Obra Pía debe constar en el Assiento, […], poniendo esto al margen: Capellanía Obra Pía; “para que de este modo se pueda reconocer en las Visitas su cumplimiento” siendo necesario a los albaceas o herederos al puntual cumplimiento[6].
Las visitas pastorales no son una novedad, eran frecuentes desde la Edad Media aunque a partir del Concilio de Trento se harán más recurrentes por su carácter obligatorio y normativo[7], siendo el período 1600-1750 el más prolífico en todo el ámbito católico, incluyendo los márgenes del Imperio Hispánico, como el caso de Corrientes, una “villa” que depende de la Diócesis de Buenos Aires[8].
Son fuentes documentales concebidas como poderoso instrumento para controlar la dimensión pastoral y moral de los clérigos, la vida de la población y los aspectos materiales y administrativos.[9]
A partir del concilio de Trento se convertirán en testimonio evidente de la autoridad del obispo en su diócesis. Al mismo tiempo, las visitas pastorales les servirán para conocer mejor el estado material y espiritual de los obispados a su cargo. De ahí que, según numerosos autores, las visitas pastorales lleguen a constituirse como un importante mecanismo de control de una sociedad totalmente sacralizada [10].
La división religiosa/territorial permitirá instalar focos de control extendiendo las redes de la Monarquía católica, y la distancia se reducirá con las visitas regulares.
El rol de la Iglesia en una sociedad donde la religión es el componente vertebrador de la cultura, se manifiesta como el de un emisor de mensajes ideológicos.
Esto define a la disciplina que organiza un espacio analítico para conocer, dominar y utilizar, es una modalidad de poder con instrumentos, técnicas, procedimientos que operan, ininterrumpidamente, sobre el cuerpo social que podemos identificar en los rituales de la muerte:
Y porque S.J. ha notado que los entierros de Parvulos se hacen en esta Ciudad con Cruz Alta y llevando incienso a las casas todo lo cual es contra la Disposición y Ministeriosos Ritos de Nuestra Santa Madre Iglesia que ordena que los Parvulos se entierren con Cruz sin Hasta, a diferencia de los Adultos que ha de ser elevada con ella; porque siendo la Cruz el Real Estandarte de la Milicia Christiana, se enarbola para dar a entender que aquel Difunto milita bajo la bandera de JesuChristo con las armas de la fe contra el Mundo, Demonio y la Carne[11].
Los rituales semejan los “ejercicios”, en tanto técnicas del poder disciplinario, que se imponen como tareas repetitivas e influyen en el comportamiento del individuo que busca cumplir con las reglas de la religión para alcanzar la Buena Muerte.
Esto implica respeto al ceremonial externo, a la administración de sacramentos tales como Eucaristía, Matrimonio, Extremaunción y la redacción del testamento, evitando así que la muerte sobreviniera sin haberse tomado las disposiciones materiales y espirituales necesarias[12].
Pensemos en el entierro, como medio de acercamiento a la Divinidad y, en consecuencia, imprescindible para alcanzar la gloria eterna, pero además como signo que permite reconocer de lejos las características sociales del fallecido, tal como lo plantea Foucault[13] respecto de los soldados del siglo XVII:
Cuando los entierros no son de pobres no se debe usar incienso fuera de la Iglesia para bendecir la sepultura que se hace antes del Oficio (Misa) o al salir de la Iglesia, como se previene por el Manual, y se practica en las mas de las Parrochias de Castilla en las quales no se usa Incienso, mas que para los Sacerdotes, por su característica distinción: siendo mayor Abuso el de la multitud de capas, mediante que la Iglesia previene solamente Capa para el Parrocho[14].
Es necesario destacar que hubo un especial interés de los visitadores en indicar cómo debían realizarse los ritos fúnebres no sólo en cuanto control disciplinario sino teniendo en cuenta que la feligresía asistía más a los entierros que a las mismas bodas: “más útil y provechosa la asistencia a los entierros que a las Bodas, se ve que en estas asisten los convidados a Misa y a mirar, […] siendo todo lo referido como el ageno a la Christiana Piedad, e impropio de la Chatolica circunspección”[15].
Michel Foucault nos aporta el criterio de disciplinas a las que considera “fórmulas generales de dominación” y donde está presente una “mecánica del poder” que funciona como microscopio de la conducta, implementada por la Monarquía, el Patriarcado y la Iglesia desde distintos espacios celulares.
Estas instituciones disciplinarias, con gran poder de difusión, actúan hacia el siglo XVIII en el Imperio Hispánico, como moldeadoras de conciencia, fabricando cuerpos dóciles.
La función principal es enderezar conductas y su éxito se debe al uso de instrumentos simples: la inspección jerárquica, la sanción normalizadora y el examen[16].
La vigilancia jerarquizada, continua y funcional, convierte al poder disciplinario en un sistema integrado, múltiple, automático. Su funcionamiento es de arriba hacia abajo, produce un poder indiscreto, no deja ninguna sombra, es como una luz que domina todo y controla. Tiene una manera específica de castigar: la inobservancia, penaliza el dominio indefinido de lo no conforme.
El castigo tiene la función de reducir las desviaciones, normalizar, por ello, es esencialmente correctivo, responde al sistema de gratificación-sanción que implica calificar las conductas a partir de dos valores opuestos: el bien y el mal[17].
El examen es una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar, establece una visibilidad sobre los individuos a partir de la cual se los diferencia y sanciona. En él se unen la ceremonia del poder y la experiencia, el despliegue de la fuerza y el establecimiento de la verdad.[18]
Intentaremos reconocer estos instrumentos del poder en el análisis de la Visita de 1764.
Una de las principales características que nos plantea Foucault sobre la Vigilancia Jerarquizada se conecta con la observación o visibilización permanente, un “lugar de convergencia para todo lo que debe ser sabido: ojo perfecto al cual nada se sustrae”[19] que, sin lugar a dudas, es una de las funciones sustanciales de la religión para sostener un sistema de valores que debe mantenerse inamovible a partir del cual lo dudoso se convierte en incuestionable.
Y por lo respecto a las desordenadas y escandalosas fiestas que se practican por las Villas en el fallecimiento de Parvulos les prohibía y prohibió, anathematizaba y anathematizo S.S.J. baxo de las mismas penas que van impuestas contra los llamados Velorios de los Difuntos Adultos, encargando como encargo al presente Cura, que para exterminar dichos Abusos y demás, que van notados en la serie de esta visita, implore en caso necesario el auxilio del Real Brazo sin el qual no suele tener eficacia la Authoridad de los Obispos como se escrive en el Cap. 2° de la Tercera Parte de el Concilio de Aquisgran asociandosse con el Theniente Gobernador o Justicia Mayor de esta Ciudad y su Jurisdiccion [20].
En el centro de todos los sistemas disciplinarios funciona un mecanismo penal, según palabras del sociólogo francés: “Lo que compete a la penalidad disciplinaria es la inobservancia, todo lo que no se ajusta a la regla, todo lo que se aleja de ella, las desviaciones”[21].
El apego a la doctrina religiosa- la norma- se refleja en algunos de los párrafos de la Visita:
Mediante la serie de esta Visita ha reconocido por S.S.J. que muchos de los Parvulos enfermos mueren sin Sacramentos porque además de la grave distancia, en muchos sectores donde en los mas, no avisar a los Curas hace que la total decadencia de el enfermo… dan a entender el próximo peligro; Mandaba y Mandó S.J. que los Curas o su Lugar Thenientes amonesten y repetida vezes, prevengan a los feligreses que en sintiéndose enfermos, les avisen al Tercero dia como esta prevenido por la Iglesia para que estando en sus cabales sentidos puedan fructuosamente confesarse y disponerse para el Santo Viatico si fuera Necesario, recordándoles a todos que de haver pecado no hay otro medio ni remedio para nuestra salvación que la verdadera Penitencia[22].
Como correlato inevitable de la sanción aparece el castigo con un objetivo esencialmente correctivo.
El castigo, en la disciplina, no es sino un elemento de un sistema doble: gratificación-sanción. Y es este sistema el que se vuelve operante en el proceso de encauzamiento de la conducta y de corrección. El maestro “debe evitar, tanto como se pueda, usar de castigos; por el contrario, debe tratar de hacer que las recompensas sean más frecuentes que las penas, ya que los perezosos se sienten más incitados por el deseo de ser recompensados como los diligentes que por el temor de los castigos; por lo cual se obtendrá un fruto muy grande cuando el maestro, obligado a usar del castigo, conquiste si puede el corazón del niño, antes que aplicarle aquél [23].
Ante situaciones de descontrol que se vive en los entierros, la Visita busca encauzar las conductas de los feligreses a través del miedo y castigo:
Les prohibía y prohibió anatematizando semejante desorden con excomunion mayor sentencia contra los dueños de las Casas, e inmediatos interesados de el Difunto que, en adelante solicitaren, y executaren, o permitieran tal monstruosidad; mandando como mandaba y mando S.J. al presente Cura y su Lugar Theniente: que los publiquen por tales excomulgados y fixen en tablillas precediendo la Publicación de esta prohibición por tres días festivos paraque venga a noticia de todos y no pretexten ignorancia [24].
El examen combina las técnicas de la jerarquía que vigile y las de la sanción que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar:
Y siendo menos abominable la concurrencia de mugeres dolientes al entierro, siendo inevitablemente […] causas del gemido y el llanto […] que por su genio se hallan como imposibilitadas de reprimir y aun de moderar los lamentos: y mas cuando muchas (como sucede con las mulatas) parecen que gritan de estudio y que le pagan […] que alquilaban lloronas o lloradoras; siguiendose de ese abuso como señalaba San Agustín: llanto mucho y ningún fruto para los Difuntos. […] ocasionando con los clamores de el dolor […] grave e irreverente perturbación de los Divinos Oficios y sus Ministros; como distracción a los fieles, que piadosamente asisten para sufragiar el Difunto [25].
Conclusiones
Las Visitas Pastorales nos muestran un amplio abanico de posibilidades de análisis desde diferentes perspectivas. Una de ellas es, sin lugar a dudas, el disciplinamiento, presente en el discurso a una feligresía que respeta el poder de la Iglesia que, aún en las márgenes del Imperio Hispánico y con algún grado de flexibilidad, controla gestos o actitudes de cuerpos dóciles, que obedecen y responden. Se construye así un aparato eficaz, que sanciona y “endereza conductas” aunque también gratifica, el concepto de premio- castigo, que opera sobre la culpa y el pecado.
Su redacción refleja la vocación universal del catolicismo, pero con improntas locales que permiten, no sólo conectar distintas escalas de análisis, sino recuperar particularidades propias del contexto, por ejemplo en torno al ritual de la muerte, espectáculo público que la población seguía muy de cerca y que impactan fuertemente en una sociedad con profunda raigambre católica como la correntina.
- Universidad Nacional del Nordeste.↵
- La Visita fue realizada por D. Manuel de la Torre quien fuera designado Obispo de Asunción del Paraguay por Real Decreto de Carlos III en enero de 1762 y en octubre de 1763 partía para el Obispado de Buenos Aires, desde donde realizará la Visita a Corrientes, Chaco y Santa Fe, como parte de sus obligaciones.↵
- GRUZINSKI, S. Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización. México D. F., 2015, p. 156.↵
- FOUCAULT, M. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires, 2002, p. 136. ↵
- RODRÍGUEZ DE GRACIA, H. “Hacer testamento en Jaén durante el siglo XVII”. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, Año XXXIX, 149, 1993, p. 77.↵
- Visita Pastoral 1764, folio 7.1. Tomado de Family Search. Disponible en: https://bit.ly/3rGACls [Las negritas son nuestras].↵
- Desde el Concilio de Trento, el prelado debía recorrer las parroquias de su obispado, ya sea personalmente o bien enviando a un visitador con una tarea específica encomendada, que sería apuntada en el libro del visitador y en el libro de mandatos de visita, registrados en la parroquia. Cfr. GARCÍA HOURCADE, J. y IRIGOYEN LÓPEZ, A. “Las visitas pastorales, una fuente fundamental para la historia de la Iglesia en la Edad Moderna”. Anuario de la Historia de la Iglesia, Nº 15, 2006, p. 293.↵
- La Gobernación de Buenos Aires, creada por Felipe II, que incluía las ciudades de San María de Buenos Aires, ciudad de Santa Fe, ciudad de Corrientes, ciudad de Concepción del Bermejo. En: AUDIBERT, A. Los límites de la antigua provincia del Paraguay, Buenos Aires, 1892, Capítulo IX. ↵
- JAEN SANCHEZ, P. J. “Un modelo de visita pastoral Ayna 1766”. Al- Basit. Revista de Estudios Albacetenses. Instituto de Estudios Albacetenses, 56, 2011, p. 102.↵
- GARCÍA HOURCADE, J. J. e IRIGOYEN LÓPEZ, A. “Las visitas pastorales…”, op. cit., p. 294.↵
- Visita Pastoral 1764, folio 9.1. Tomado de Family Search.↵
- SOLETO LÓPEZ, A. “Sociología testamentaria en Badajoz durante el siglo XVIII”. Revista de Estudios Extremeños, Nº 1, T. XLVI, 1989, p. 173.↵
- FOUCAULT, M. Vigilar y castigar... op. cit, p. 124.↵
- Visita Pastoral 1764, f. 12.↵
- Ibid., f. 15.1.↵
- FOUCAULT, M. Vigilar y castigar..., op. cit., p. 175.↵
- Ibid., pp. 181-185.↵
- Ibid., p. 189.↵
- Ibid., p. 161.↵
- Visita Pastoral 1764, f. 22.↵
- FOUCAULT, M. Vigilar y castigar…, op. cit., p. 177.↵
- Visita Pastoral 1764, f. 22.1.↵
- FOUCAULT, M. Vigilar y castigar ..., op. cit., p. 178.↵
- Visita pastoral 1764, f. 14.1.↵
- Ibid., f. 16.2.↵