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Escribiendo desde Roma

Un acercamiento a la Historia de la Compañía de Jesús de José de Jouvancy y el tratamiento de la región rioplatense

Josefina G. Cargnel[1]

La escritura fue fundamental dentro de la Compañía de Jesús, ya que se convirtió en un lugar de memoria de la institución y en una herramienta de defensa de la misma frente a los enemigos que poseía tanto adentro como afuera de la Iglesia. Desde las primeras cartas de Ignacio hasta los escritos que abordaban todo tipo de temas, la escritura se fue insertando, con diferentes objetivos, dentro de una cultura de elite producida y dirigida a un grupo que tenía acceso a la lectura, aunque al mismo tiempo incluía la lectura de las historias, diarios y biografías en voz alta en los refectorios para difundir las noticias entre los iletrados. Asimismo, toda la producción de la Compañía, tanto las historias naturales como aquellas que se ocupaban de los sucesos profanos, tenían su origen en una búsqueda de conocimiento que se justificaba en tanto contribuían al conocimiento de Dios, haciendo honor al lema jesuita «Ad Majorem Dei Gloriam», que no se desprendía de una forma de conocimiento en un contexto religioso, convirtiéndose en un producto multicausal.

El papel que los jesuitas desempeñaron durante los siglos XVI, XVII y XVIII en el mundo conocido puede estudiarse desde varias perspectivas. Más allá de las miradas tradicionales centradas en las misiones entre indígenas o el papel que desarrollaron en el mundo colonial en el aspecto social, religioso, político o económico. Nos interesa observar a esta institución desde una perspectiva historiográfica, concentrada en la construcción de la narración histórica que la Orden montó sobre sí misma, tanto para el “afuera” como para la misma Compañía.

Dentro de ese gran marco de escritura, queremos concentrarnos en las historias generales que se insertan en el “proyecto historiográfico de la Compañía de Jesús”[2]. Hablar de un proyecto implica poder observar elementos que combinen objetivos, temas, estructuras y personal entre otros aspectos. Coincidimos con Alcántara Bojorge en la posibilidad de hablar de un «proyecto historiográfico» para la Compañía de Jesús a partir de una carta del General Claudio Aquaviva con fecha del 26 de septiembre de 1596[3]. La misma presenta una serie de instrucciones en las que se visualiza la ejecución de un plan que se proponía como objetivo publicar una historia de la institución que remarcara «los frutos y la comodidad que teníamos en mente desde toda la historia de la Compañía», cuya temática principal consistía en el accionar de los jesuitas en el mundo conocido y que establecía cómo se llevaría a cabo y las condiciones de las personas que lo realizarían[4]. Este proyecto se cristaliza con la publicación, desde 1614 en adelante, de una serie de libros o historias, llamadas «generales» que narraban la historia de la Compañía y que buscaban relatar el accionar de los jesuitas en todos los territorios en los que se desempeñaban. Entre los siglos XVII y XVIII salieron a la luz las “Historiae Societatis Iesu”, encargadas a distintos historiadores que las periodizaron según los generalatos[5] manteniendo la idea de una sola obra ininterrumpida, marcando algunos lineamientos para la escritura de la historia de la Compañía.

La existencia de un “proyecto historiográfico” forjado a fines del siglo XVI da cuenta de una política clara en cuanto a la construcción de un relato oficial que se proponía reseñar los logros de los jesuitas. Este proyecto dio lugar a las “Historiae Societatis Iesu” a cargo de Francisco Sacchini, José de Jouvancy y Julio Cordara escritas desde Roma entre los siglos XVII y XVIII. Estas recibieron, con fines de estudio, el nombre de “generales” ya que buscaban relatar el accionar de los jesuitas en todos los territorios en donde la Compañía se desempeñaba; uniendo la información “mostrable” enviada desde las provincias en las que esta se había instalado, formando así una historia general de la orden. A su vez, para nutrir esas “historias generales” se escribieron las “historias particulares” que debían reunir y compilar las noticias de cada provincia y enviarlas a Roma[6].

Por este motivo, en 1598 el General Acquaviva “prescribió que todos los provinciales asegurasen que se escribiera la historia particular de sus provincias […] basada en hechos edificantes y en las vidas devotas de aquellos jesuitas que habían contribuido a conformar y agrandar la historia”[7]. Variando la periodicidad, todas las provincias enviaron a la sede central sus historias que poseían características comunes, convirtiéndose en un registro oficial de las provincias a diferencia de otros registros de escritura como las crónicas, los diarios y las cartas annuas con los cuales convivieron. En la Provincia Jesuítica del Paraguay estas historias oficiales fueron escritas por Nicolás del Techo, Pedro Lozano y José Guevara, quienes fueron nombrados durante los siglos XVII y XVIII como “historiographus provinciae” en los catálogos de la Orden[8].

El uso de los textos históricos, como fuente principal de trabajo, puede analizarse desde diversas perspectivas; en esta oportunidad no trataremos temas relativos a la materialidad de los libros, sino que buscamos observar algunas cuestiones referidas a la escritura desde una perspectiva historiográfica que indaga la vinculación de cada sociedad con el pasado, el sentido del tiempo y la conciencia de ser parte de un hilo histórico[9]. Es en este sentido que entendemos que las historias que la Compañía escribió sobre si misma fijan una realidad e implican una construcción del pasado, obligándonos a pensarlas también en el contexto del autor prestando atención a la forma en que estos miraban el pasado. Esta observación se condicionaba por el presente de cada autor, ya que consideramos que el uso del pasado implica un uso político ajustado por la realidad que rodea al autor, es decir por su presente.

La primera “Historia” fue escrita por Nicolás Orlandini y titulada “Historiae Societatis Iesu Pars Prima sive Ignatius” abordando los años 1540 a 1556. Esta labor fue continuada por Francisco Sacchini quien ocupó el cargo de historiador de la Compañía por más de 50 años y consiguió la edición de numerosas obras. Entre las “historias” publicadas entre 1620-1661, bajo su autoría, se cuentan la “Historiae Societatis Iesu Pars Seconda sive Lainus” (1556 – 1564), la “Historia Societatis Iesu Pars Tertia sive Borgia” (1564 – 1572), la “Historia Societatis Iesu Pars Quarta sive Everardus” (1572 – 1580) y la “Historia Societatis Iesu sive Claudius pars prima” que se ocupa de la primera parte del generalato de Aquaviva entre los años 1580 – 1590. Durante el siglo XVIII continuó José de Jouvancy publicando en 1710 la Historia Societatis Iesu Pars Quinta Seconda sive Claudius. Tomus posterior ab anno Christi MDXCI ad MDCXVI abordando el periodo 1591 – 1616 y finalmente Julio Cordara publicó en 1750 la Historiae Societatis Iesu Pars Sexta sive Mutio Tomus prior, comprendiendo los años 1616 – 1632 que corresponden al generalato de Munzio Vitelleschi[10]. Esta obra pone fin a las historias generales de la Compañía de Jesús. La institución volverá a tener un proyecto editorial entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX influenciado por el historicismo y la primacía del documento.

Como señalamos, estas historias generales se articulaban, según el proyecto historiográfico, con las historias particulares de las provincias. Para la Provincia Jesuítica del Paraguay tenemos noticias de la primera historia en 1638 a cargo de Juan Pastor, que todos llaman “Historia del Paraguay” pero quedó inédita y no llegó a nuestros días. Después de Pastor, Nicolás del Techo escribió la primera “Historiae Provinciae Paraguariae Societatis Iesu” impresa en 1673 abarcando desde los primeros descubrimientos hasta la llegada de los jesuitas y la formación de la Provincia en 1604. Al igual que entre los historiadores generales hay periodos que, aunque está hecho el nombramiento, los designados no pudieron concretar la escritura de una Historia, en la provincia paraguaya fueron Juan Romero, Diego de Boroa, Pedro Cano, Diego Lezama y Juan Bautista Peñaloza. En 1730 fue designado historiador Pedro Lozano y se convirtió en un personaje de relevancia por la calidad de escritos que sentaron las bases de la historiografía posterior. A él se deben varios textos relativos a la historia de la región, pero abordó la historia de la Compañía en su “Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay” que fue publicada en 1754 y se ocupa desde la llegada de los primeros misioneros jesuitas a la región, desde Brasil y desde Perú, hasta la creación de la provincia Paraquaria y el gobierno de su primer provincial Diego de Torres en más de quinientas páginas. La extensa obra de Lozano debía ser continuada por la de José Guevara “Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. Hasta fines del siglo XVII”; sin embargo, abordó el mismo periodo[11]. De lectura más breve y llevadera, explica el proceso de conquista de las provincias rioplatenses desde la llegada de Juan Díaz de Solís y las primeras entradas hasta los inicios del siglo XVII, reseñando al mismo tiempo las tareas desempeñadas por los primeros padres jesuitas que llegaron a estas regiones.

La Historiae de José de Jouvancy y sus citas

Teniendo como marco el proyecto historiográfico, analizaremos en la “Historia Societatis Iesu Pars Quinta Seconda sive Claudius. Tomus posterior ab anno Christi MDXCI ad MDCXVI” de José de Jouvancy las secciones dedicadas a la provincia Jesuítica del Paraguay. Nuestro interés se centra en José de Jouvancy ya que, por la fecha de edición de su obra, en 1710, y abordando los primeros años del generalato de Aquaviva estaría “obligado” a conocer y utilizar la obra de Nicolás del Techo que se había publicado en Madrid en 1673. Recordemos que el proyecto historiográfico suponía que la escritura oficial que emanaba de la sede central recuperaba los escritos, documentos y testimonios de las ciudades, pueblos y misiones marginales, unificando la información.

Jouvancy fue un integrante destacado de la Compañía, ingresó a la Compañía en Francia y allí fue profesor de Retórica, Filosofía y Teología en distintos colegios. En Roma, promovió activamente los estudios clásicos y publicó ediciones expurgadas de muchos autores latinos y griegos, acompañadas de traducciones latinas en prosa. También escribió en latín obras teatrales para los colegios y traducciones latinas de vidas de santos jesuitas. Su participación fue fundamental en la conformación del programa de estudios de los colegios jesuíticos y algunos lo consideran uno de los autores de la Ratio Studiorum. Estos antecedentes le valieron su designación como historiador y fue el encargado de escribir la continuación de la historia latina de la Compañía de Jesús, publicando en 1709 un volumen en folio que abarcaba los años 1591‑1616[12]. Sin embargo, su obra no fue bien recibida en el ambiente francés y en la misma Compañía por el tratamiento de algunas cuestiones y principalmente por el abordaje de los ritos chinos[13]. Asimismo, la censura que se realizó a su obra separó la sección relativa al generalato (1615-1645) de Muzio Vitelleschi, que se conserva en manuscrito. En los años siguientes a la publicación del volumen de 1709, Jouvancy redactó un “Epitome” completo de los volúmenes escritos por sus predecesores Nicolás Orlandini y Francisco Sacchini, así como de los suyos propios, para los años 1540‑1616 que quedó inédito y fue publicado tardíamente en 1853.

La primera referencia la encontramos en el Libro XIX que aborda cuestiones relativas a los sucesos de los jesuitas en las misiones de China y América entre los años 1591 – 1616, a partir de la sección XI se dedica a la provincia del Paraguay tratando la formación de la provincia, la ciudad de Buenos Aires y su puerto, la posición de la Compañía en torno al servicio personal, la presencia de jesuitas en las ciudades de Mendoza, San Juan y Tucumán. También se dedica a fundación de un colegio en Asunción y las primeras misiones que realizan desde allí entre guaraníes, entre otras cuestiones. En estas 20 páginas solo hay 3 citas al margen del texto, una señalando “Isa, 6” refiriendo probablemente a documentación de la Orden porque en el cuerpo del texto refiere unas líneas entre Diego de Torres y Marcial de Lorenzena siendo este ya rector del Colegio de Asunción:

Erat is P. Marcellus Lorenzana, collegii Assumptionis rector. P. Didacus domun redux nostros congregat, rem exponit: tum, Quem mittam, inquit, & quis ibit nobis*? Cui Lorenzana: Ecce ego, ait, mitte me: flatimque ad iter fe accingit. Cives abeuntem faustis ominibus, & pia prece, ad multa assuum millia sunt profecuti [14].

La cita que sigue a la anterior “Ad Roman XI”, puede referir a las Sagradas Escrituras o a la misma Historia, pero a la sección dedicada a Roma; esta cita presenta un desafío por lo cual continuaremos con el análisis una vez que tengamos la traducción completa:

Distulit Lorenzana instates, anno toto, constantiae periclitandae causa; nempe gnarus gentis, & usu longo doctus quantum afferre foleat exitii praeceps & inconsulta pietas, quae furculos ex isttis oleastris excisos, nulla praeparatos arte, nulla morum doctrinaeque cultura subactos inferere in bonam olivam* properat [15].

La última referencia señala “supra, num 26”, que era una fórmula muy usada en los textos de jesuitas para señalar un texto citado anteriormente, en este caso nos remite al mismo texto pero la sección 26 que trataba específicamente de los conflictos en torno al servicio personal de los indígenas en nuestras regiones: “Fuerat coacta Societas urbem S. Jacobi, Tucumaniae caput, obortis propter servitium personale turbis, deferere”[16].

Es llamativa esta cuestión en dos aspectos, en cuanto a la metodología porque en las “historias particulares” abundan las citas de otros autores, de las Sagradas Escrituras, de los Padres de la Iglesia y en número mayor de obras de jesuitas y de documentación a las que el historiador tenía acceso de acuerdo a lo que remarcaba la misma carta de Aquaviva, en este sentido las referencias de Techo al texto de Pastor o las largas citas de documentos para dar la voz a los partícipes de los hechos son habituales y sin embargo esta práctica no se refleja en el texto de Jouvancy.

Otra cuestión llamativa es que para la fecha en la que escribe Jouvancy y abordando cuestiones tales como las señaladas anteriormente, no hay una sola cita de Nicolás del Techo cuando su obra ya estaba publicada. Esta ausencia de citas a Techo en la sección que analizamos nos llama la atención y deja un interrogante abierto. Quizás los historiadores generales entendían que “nutrirse” implicaba absorber el texto completo y hacerlo propio; con nuevos análisis podremos comprobar esto continuando con el análisis de los extractos dedicado al Paraguay en las historias generales que continúan la de Jouvancy. Nos preguntamos si es posible que Jouvancy no conociera el texto de Techo por haberse editado en Madrid, aunque no creemos que esto fuera posible ya que estaban directamente relacionados por la función de Techo para esto, es decir que edito o manuscrito Jouvancy debía hacerse nutrido de él.

Algunas reflexiones finales

Este primer acercamiento comparativo que realizamos deja muchos interrogantes, ya que hay una diferencia clara en cuanto al citado, por lo cual nos preguntamos, cual es el modelo que copian los historiadores jesuitas “americanos”. Es clara la existencia de un “proyecto historiográfico” al que todos los historiadores – generales y particulares – se ajustan por la temática, los ítems propuestos por Aquaviva, la consulta a los archivos, la relevancia otorgada a los benefactores en el relato, la presencia de “topos de escritura” que se repiten, especialmente en las introducciones. Entonces porque unos exponen claramente sus fuentes y otros no los hacen, y si los generales debían nutrirse de los particulares porque no los citan. Sin duda la relevancia que cobraron las historias “particulares” con los siglos siguientes, convirtiéndose en fundantes de las historiografías americanas porque también refieren en algunos casos los inicios de la conquista, no estaba pensada en el proyecto de Aquaviva. Aunque todavía no podemos responderlo claramente, creemos que debido a que el objetivo fundamental en una escritura netamente apologética y propagandística eran las “generales”, aquellas estaban pensadas para ser absorbidas por las primeras y por esto no fueron citadas. Con el avance de nuestra investigación podremos determinar estas cuestiones y señalar si estas características responden al proyecto o si son propias del autor analizado.

Estos análisis nos permiten observar los diálogos que la institución generaba entre un centro, en Roma, y la periferia, en las provincias, reflejados en la escritura; ese movimiento se replicaba cuando esas periferias se convertían en nuevos centros en relación a nuevas periferias descubiertas. Hemos demostrado en otros trabajos[17] que los historiadores jesuitas de la provincia paraguaya en particular, pero puede aplicarse a otras provincias americanas, formaron una espiral historiográfica a través de la cual se apoyaban unos en otros, pero al mismo tiempo se separaban re-escribiendo sobre los mismos temas de acuerdo a las necesidades de cada momento o a las condiciones de cada uno. Por esto las fuentes principales de estas historias son los mismos historiadores jesuitas porque el relato formado con los testimonios “confiables de sus hermanos misioneros” junto a los que suman los documentos de los archivos, se convirtieron en el núcleo central de los relatos. Sin embargo, esta espiral no se observa en las “Historiae” ya que los historiadores generales no re-escriben sobre la misma época, sino que continúan el relato donde se había detenido lo que remarca las características particulares que fueron construyendo las historias provincias, dentro de un proyecto que suponía imponer un modelo.

Desde que trabajamos con los historiadores provinciales, hemos visto un modelo de citado que se repite, reseñando las obras de otros jesuitas y cargando los textos de copias de cartas, informes y otros documentos realizados por los jesuitas que se encontraban en el “terreno” y remitían la información al provincial, superior o encargado y de allí al archivo donde el historiador tenía permitido recuperarla. Hemos trabajado el concepto de espiral historiográfica contemplando esta situación y hemos podido observarla también entre otros historiadores provinciales de América, como en el caso del Perú o Nueva España. Sin embargo, es paradigmático que en las historias generales no aparece este tipo de citas o de “empalme”, por lo cual el interrogante queda abierto.


  1. Universidad Nacional del Nordeste.
  2. Esta idea fue desarrollada por Dante Alcantara Bojorge en su Tesis de Maestría en Historia presentada en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ver: ALCANTARA BOJORGE, D. La construcción de la memoria histórica de la Compañía de Jesús en la Nueva España, siglos XVI-XVII. México D. F., 2007. Adherimos a esta idea para explicar la existencia de un proyecto para escribir la historia de la Compañía de Jesús a escala universal.
  3. Claudio Acquaviva (1541-1615) fue elegido General de la Compañía de Jesús en la Cuarta Congregación General de 1581, convirtiéndose en el cuarto general de la Orden. Tuvo el mandato más largo y es considerado el segundo fundador de la Orden ya que se dedicó a revisar y regular todas las actividades de los jesuitas, por lo cual se lo considera el legislador de la Orden.
  4. La carta en cuestión fue extraída de la Tesis de Maestría de Dante Alcantara Bojorge, quien tradujo el documento del latín que se encuentra en el repositorio del ARSI.
  5. COEMANS, A. Breves notitiae de Instituto Historia Bibliographia Societatis. Bélgica, 1937.
  6. CARGNEL, J. “Diálogos e influencias entre las «Historias generales» y las “historias particulares”. Illes I Imperis, Nº 19, 2017, pp. 37-58.
  7. ALCANTARA BOJORGE, D. La construcción de…op. cit.
  8. Archivum Romanun Societatis Iesu (en adelante ARSI), Paraquaria 6, folio 168v.
  9. CERTEAU, M. La escritura de la Historia, México, 1993.
  10. Al respecto, véase: ORLANDINI, N. Historiae Societatis Iesu pars prima. Roma, 1615; SACCHINO, F. Historia Societatis Iesu Pars Quinta Prima sive Claudius. Roma, 1661; JOUVANCY, J. de. Historia Societatis Iesu Pars Quinta Seconda sive Claudius. Roma, 1710; CORDARA, J. Historiae Societatis Iesu pars sexta sive Mutio Vitelleschi. Roma, 1759.
  11. TECHO, N. Historia de la Provincia del Paraguay de la Compañía de Jesús. Madrid, 1997; LOZANO, P. Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay. Madrid, 1754; GUEVARA, J. Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. Hasta fines del siglo XVI. Buenos Aires, 1986.
  12. O’NEILL, C. y DOMINGUEZ, J. Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús. Madrid-Roma, 2001.
  13. La disputa por los ritos chinos fue un conflicto a fines del siglo XVII entre los misioneros jesuitas en China y el Papa a cerca de un cristianismo ortodoxo y una adaptación a los ritos y usos locales.
  14. JOUVANCY, J. de. Historia Societatis Iesu Pars Quinta Seconda sive Claudius. Roma, 1710, p. 744.
  15. Idem.
  16. Ibid., p. 745.
  17. CARGNEL, J. La Historiografía de la Compañía de Jesús. Pedro Lozano, su historiador. Córdoba, 2015 (Tesis de doctorado en Historia, defendida en la Universidad Nacional de Córdoba, inédita).


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