Cynthia Pizarro y Ana Ciarallo
Desde el enfoque de la geografía social, se considera que las circulaciones migratorias no son meros movimientos que los y las migrantes realizan en el espacio geofísico, en algunos casos dentro de los límites de los territorios de los Estados-nación en los que nacieron y, en otros, cruzando las fronteras internacionales. Estas circulaciones, movilidades o tránsitos no son sólo los itinerarios conformados por los lugares en los que estuvieron, sino que implican la capacidad de agencia de los y las migrantes para trasladarse en el espacio, movilizando recursos y relacionando lugares dispersos.
Geneviéve Cortes, retomando los aportes de la geografía social francesa, plantea que las prácticas de circulación implican las disposiciones de estxs agentes para crear y mantener lazos materiales, sociales y simbólicos en cada uno de estos nodos. Estas construcciones territoriales suponen una estructuración estable de un campo migratorio a lo largo del tiempo y generan una nueva complejidad territorial entre el aquí y el allá (Cortes, 2009).
La noción de circulación migratoria rompe con la definición tradicional de la migración como un cambio de residencia y un proceso de instalación de un individuo, o de un grupo, desde un espacio hacia otro espacio. Esto se debe a que considera las diversas formas de moverse en el espacio, el carácter circular de los itinerarios y, por lo tanto, los movimientos de idas y vueltas de lxs migrantes (Cortes, 2009).
La categoría circulación migratoria pone en cuestión diversas perspectivas de análisis. Por un lado, no se refiere exclusivamente a la migración circular propia de las migraciones estacionales internas o internacionales, sino a una manera de moverse en el espacio. De hecho, trasciende las definiciones clásicas de las migraciones que las clasifican en migración definitiva o migración temporal, ya que considera formas más complejas de la movilidad humana: movimientos circulares, retornos puntuales, idas y vueltas, doble residencia, entre otras. Por otro lado, remite a un campo de relaciones sociales y espaciales dando cuenta de las maneras en las que los y las migrantes logran relacionar y articular lugares dispersos entre el “aquí” y el “allá” a través de relaciones y redes sociales.
Cortes (2009) propone analizar tres dimensiones de las circulaciones migratorias. En primer lugar, las dinámicas de organización espacial que se relacionan con los itinerarios de los y las migrantes. Esto es, la conformación de polos, de nodos, de interfases, de rutas migratorias, etc. En segundo término, las modalidades concretas del desplazamiento de los y las migrantes y de otrxs agentes involucradxs tales como pasadorxs, transportistas, prestamistas, enganchadores, entre otrxs.
La tercera dimensión se refiere a las disposiciones y capitales que facilitan, demoran o impiden moverse de manera diferencial a lxs distintxs migrantes. Cortes (2009) señala la importancia de los recursos financieros, la movilización del capital social, el uso de redes y la circulación de la información. Hinojosa Gordonava (2009) y Rivero Sierra (2012) destacan también que ciertxs migrantes cuentan con una cultura o habitus migratorio transmitido de generación en generación. Por su parte, Tarrius (2000) remarca las capacidades de ciertas personas para poder circular y, también, para hacer circular a otrxs migrantes, bienes o información. En síntesis, según este autor, se trata de un saber circular, o “saber-ser de aquí y de otra parte a la vez”.
Retomando el planteo de Cortes (2009), hacer foco en la movilidad de las personas permite concebir que las migraciones no son necesariamente permanentes o temporarias, sino que un creciente número de migrantes –particularmente lxs trabajadorxs migrantes– son “permanentemente” temporarixs al tiempo que numerosas migraciones –sobre todo las laborales– son continuamente “circulares”. La dimensión temporal, entonces, confluye con la espacial en el interés por analizar la manera en que las personas que se mueven de manera temporaria o circular construyen un sentimiento de membresía parcial en y entre las sociedades de origen y de destino. Esto mismo fue señalado por Pries (1997) cuando definió el “espacio social transnacional” como la estructura social reticular entre los lugares de salida y de llegada.
Cortes (2009) y Sassone et al. (2006) sostienen que las circulaciones migratorias no describen solamente el recorrido físico de un lugar a otro, sino que están imbricadas con procesos de movilidad socio-temporal.
En tal sentido, el concepto circulaciones migratorias se imbrica con el de trayectorias migratorias, en tanto recorridos entre posiciones sociales definidas por los condicionamientos estructurales y por las disposiciones adquiridas por los y las migrantes a lo largo de sus movimientos entre distintos campos sociales. De este modo, estas trayectorias migratorias constituyen un movimiento espacial en el que se interiorizan ciertos condicionamientos estructurales y se experimenta la vida cotidiana de maneras particulares.
Los regímenes de movilidad/inmovilidad de los trabajadores y de las trabajadoras resultan de la yuxtaposición de limitantes y condicionantes que actúan en diversos niveles. Entre ellos cabe mencionar, por ejemplo, las redes migratorias que sostienen la circulación de la información, del dinero y de los trabajadores y las trabajadoras; las formaciones socioculturales y los mercados de trabajo de las sociedades de origen, de paso y de destino; las familias de “aquí” y de “allá”; lxs mediadorxs (instituciones y agentes estatales y no estatales); las entidades de control y gestión de las migraciones internacionales; y lxs propixs trabajadorxs migrantes. La consideración de las dimensiones socioespacial, sociotemporal y experiencial de las migraciones permite dar cuenta de las maneras en que los trabajadores y las trabajadoras migrantes, así como sus patronxs y aquellxs mediadorxs que facilitan o limitan el viaje, lxs que abastecen los mercados de trabajo y lxs que regulan los procesos laborales resignifican los condicionamientos estructurales reproduciéndolos, resistiéndolos y, a veces, transformándolos.
Bibliografía
Cortes, G. (2009). Migraciones, construcciones transnacionales y prácticas de circulación. Un enfoque desde el territorio. Párrafos geográficos, 8 (1), 35-53.
Hinojosa Gordonava, A. (2009). Buscando la vida, familias bolivianas transnacionales en España. La Paz, Bolivia: CLACSO, Fundación PIEB.
Pries, L. (1997). Migración laboral internacional y espacios sociales transnacionales: bosquejo teórico-empírico. En S.M. Gambea y F. Herrera Lima (eds.), Migración laboral internacional. Transnacionalidad del espacio social (pp. 17-51). Puebla, México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Rivero Sierra, F. (2012). ‘Cultura Migratoria’ y ‘Condiciones de Emigración’ en comunidades campesinas de Toropalca (Potosí, Bolivia). Miradas en movimiento. Revista de Migraciones Internacionales, 6, 103-133.
Sassone, S.; Bertone de Daguerre, C.; Capuz, S.; Jáuregui, G y Matossian, B. (2006). Migración transnacional y trayectorias residenciales: bolivianos en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Párrafos geográficos, 5 (2), 135-162.
Tarrius, A. (2000). Leer, describir, interpretar. Las circulaciones migratorias: conveniencia de la noción de “territorio circulatorio”. Los nuevos hábitos de la identidad. Relaciones, 21 (83), 39-66.