Brígida Baeza
Los aportes acerca de los estudios sobre memorias nos dejaron la premisa básica acerca de que no se recuerda en soledad, sino en contexto, en grupo, con otres y para otres. Lo manifestado condensa no sólo el acto de recordar y por qué recordar, sino también el modo en que nos acercamos a las memorias desde las ciencias sociales. Nuestro compromiso de qué cuestiones de los procesos de memoria problematizar y “sacar a la luz” indica la perspectiva y tensión que se presenta al momento de abordar metodológicamente los actos de recordar, olvidar, silenciar y evocar. Básicamente nos obligan a considerar aquellos aspectos particulares e individuales que se refieren al modo en que se desarrollan los procesos subjetivos de rememoración y resignificación, pero siempre en relación con los modos colectivos que se van acordando en torno a la memoria. Entonces, pensar en disputas, tensiones, “huecos y fracturas” (Jelin, 2002), así como “combates” en torno a la construcción de memorias es el proceso que debemos atender por el compromiso que se entabla cuando la reconstrucción de los procesos en torno a las memorias remite a grupos migrantes limítrofes.
En el caso de la construcción de memorias en grupos migrantes, se trata de considerar que la memoria social se construye en contexto de desplazamiento, donde más importante que la “fidelidad” de los recuerdos y el cúmulo de conocimientos y verdades, lo es como objeto de reflexión en sí mismo, como “modo de experimentar el entorno” (Ramos, 2011). Entonces, nos interesa reparar y ubicarnos en el campo de los estudios de memorias que se centran en las imbricaciones que poseen los procesos de recuperación de historias, de resignificación de prácticas y tradiciones en contextos de desplazamientos. En esta línea de análisis recuperamos los aportes que pueden brindar las geografías indígenas en relación con el campo de estudios de las migraciones, desde donde se han venido recuperando y construyendo conceptos para dar cuenta de la complejidad de estos procesos sociales. Nos interesa conocer las particularidades que adquiere el desplazamiento de un grupo étnico, en tanto modo de organización social (Barth, 1976), a una zona geográficamente distante del lugar de procedencia y la construcción de un espacio y vínculos que lo constituyen en comunidad, como parte de un proceso de territorialización. Para el análisis del modo en que los grupos migrantes construyen sus procesos de memoria, es necesario considerar el “elástico territorial” que les migrantes prolongan hasta donde conduce el viaje, en un movimiento donde se produce la ausencia física en el lugar de origen pero no la “desterritorialización en términos simbólicos y subjetivos” (Giménez, 2001). Al contrario, vemos un reforzamiento de aquellos mecanismos orientados al recuerdo, a la superación de la nostalgia a través de la resignificación de prácticas que remiten a la memoria, y también las disputas al interior de los grupos migrantes en relación con qué marcos de memoria se resignifican, considerando qué densidad adquirirá la ancestralidad y qué selección se realizará, o bien qué otros elementos se obviarán. Así, aquellas cuestiones que tienen que ver con el modo de definición de “la patria”, les migrantes las trasladan y resignifican/modifican en la migración. Las interpretaciones acerca de un mismo recuerdo variarán sobre la base de las experiencias previas y el contexto donde los grupos migrantes desarrollan sus vidas. En este sentido, es necesario considerar pliegues, despliegues y replegamientos de experiencias de la memoria (Ramos, 2017). Gupta y Ferguson (2008) reparan en la necesidad de considerar que en el caso de los grupos migrantes, usan la memoria para construir imaginativamente el “nuevo mundo”. Al punto que es necesario considerar qué sucede cuando no se ha desarrollado la experiencia de migrar y sin embargo la apelación mnemónica es central en la constitución de identificación personal, y se constituye en un recurso de legitimación cultural (Herrera, 2018). Es justamente a través de la construcción de ese “elástico territorial” que mencionamos anteriormente donde es posible observar la profunda “bifocalidad” (Gupta y Ferguson, 2008), que se encuentra asociada a las experiencias que se generan a partir de la interconexión que las redes de comunicación e intercambio profundizan en la vida de los grupos migrantes. Sin embargo, quienes emprendieron la decisión de migrar vieron transformar y modificar sus vidas, situación que se comienza a generar a partir del inicio del viaje. Sumado a las diversas situaciones que se generan estando, interactuando, trabajando, socializándose (o no) en el nuevo lugar de residencia, los grupos migrantes no son nunca idénticos al momento de partida del lugar de origen. Consideramos que los estudios sobre memorias de grupos migrantes limítrofes deben mantener una mirada amplia al diálogo interdisciplinario tanto teórica como metodológica, atenta a las disputas, tensiones, acuerdos, desacuerdos y definiciones siempre contextuales y dinámicos que estos grupos sostienen en torno a qué olvidar, qué evocar, qué silenciar, qué recordar, en determinados contextos espaciales y temporales.
El presente aporte no se propone conformar un estado del campo de estudios acerca de la memoria, dado que fracasaríamos como producto de la vasta producción que se ha dado en Argentina desde la década de 1990 a la actualidad, pero sí intentaremos otorgar un panorama de lo que reflejan los estudios respecto de las principales líneas que podemos referenciar en torno a la relación entre el campo de estudios de las migraciones y las memorias. No cabe duda que el proceso de globalización a nivel mundial (Rousso, 2018) visibilizó y acrecentó la denominada museabilización y la búsqueda del recuerdo total (Huyssein, 2000), y en paralelo se expandió el temor a una “amnesia colectiva” (Le Goff, 1991, p. 178). En este contexto se enmarcan los “trabajos de la memoria” (Jelin, 2002), donde se entablaron posiciones, luchas y disputas en torno a qué recordar, qué olvidar, qué silenciar y por sobre todo bajo qué marcos establecer las prácticas acerca de la memoria. Los países latinoamericanos no quedaron exentos de los debates sobre la memoria, donde las producciones de la academia tuvieron un alto compromiso social. Aunque nos interesa particularmente mencionar las características que asumió el debate en el caso argentino; no podemos dejar de referenciar lo que ha significado para la historiografía en torno a los estudios sobre memorias en Argentina la recepción de la amplia obra que en Europa se fue desarrollando a lo largo del siglo XX.
En principio en Francia, donde la tradición que dejara Durkheim se encuentra presente en la línea de estudios que inició el grupo de historiadores de la denominada Escuela de los Anales, tal como es el caso de Pierre Nora (1984), quien con Les Lieux de Mémoire consolidó una línea de análisis que remite a los lazos generados a partir de haber vivido un pasado en común, de esos recuerdos compartidos, y que en el contexto del Bicentenario de la Revolución Francesa reactualizó el debate en torno a la nostalgia por la nación francesa. En este sentido, Nora recuperó los aportes de Maurice Halbawchs acerca de la existencia de tantas memorias como grupos sociales y el hecho de reparar en que recordar no es revivir, sino reconstruir un pasado a partir de los marcos sociales del presente (Halbwachs, 1950). Tal como señala Halbwachs, el tiempo presente actúa como escenario donde se desarrollan los marcos sociales desde los que se señalarán y seleccionarán los componentes de la memoria colectiva. Estos marcos sociales están definidos temporalmente, a partir de fechas de conmemoraciones, nacimientos, aniversarios, etc., que funcionan como referencia de los grupos sociales y espacialmente, a partir de la selección de determinados lugares, objetos, donde se ha depositado la memoria de los grupos (Halbwachs, 1950). En otra instancia, podemos mencionar la tradición europea –en particular la alemana– que asumió la reflexión en torno al significado del trauma del genocidio perpetrado en el contexto del nazismo y otros totalitarismos como el fascismo. Sin duda, en Argentina, las discusiones europeas y estadounidenses en torno a la memoria fueron de gran relevancia, sin embargo el concepto de memoria colectiva fue problematizado a la luz de la categoría de memoria social y se consolidó un campo de estudios así como una agenda de problemáticas alrededor de los “estudios sobre memoria” (Feld, 2016). En este sentido, el concepto de memorias otorgó diversas posibilidades para explicar los procesos, luchas de sentido (Feld, 2016) y “trabajos de memoria” (Jelin, 2002) que se entablaron en torno al terrorismo de Estado emprendido en el contexto de la última dictadura militar en Argentina. En este sentido, no podemos dejar de mencionar la relevancia que posee para las investigaciones emprendidas en el Cono Sur de América Latina el programa “Memoria colectiva y represión”, desarrollado por el Social Science Research Council (SSRC), bajo la dirección de Elizabeth Jelin y Carlos Iván Degregori, alrededor del cual se formaron grupos de investigadores, y se publicaron una serie de libros y artículos que contribuyeron al debate en torno a los estudios sobre memorias ligadas a las dictaduras latinoamericanas. En este contexto los aportes de Elizabeth Jelin en torno al proceso subjetivo que implica la rememoración, así como las disputas y luchas enmarcadas en relaciones de poder en torno a las memorias y la necesidad de historizarlas (Feld, 2016), fueron guiando los estudios sobre memorias en torno a las dictaduras militares y otros campos en los cuales éstos se expandieron, tal como es el caso del campo de memoria y migraciones. Al mismo tiempo que fue generando un modo de encarar estudios de carácter interdisciplinario en el abordaje teórico-metodológico acerca de las memorias, donde se destaca la acción y proyección política en torno a ella (Feld, 2016). En el campo de la historia los debates se dieron en el plano de la diferenciación entre memoria e historia, pero también en el reconocimiento de que ambas poseen negaciones de otras historias y memorias (Traverso, 2001).
Además de los aportes de los “clásicos” sobre memoria colectiva, memoria social, memorias traumáticas, en los estudios sobre memorias ligadas a etnicidad, clase, género, generaciones, entre otras categorías que se fueron empleando en el análisis de los estudios de memorias ligados a grupos indígenas, migrantes, afrodescendientes, entre otros grupos subalternizados en Argentina, se recuperaron con mayor énfasis los aportes de los estudios sobre memoria popular. En particular del Popular Memory Group (1982), denominación que referencia al grupo perteneciente al Centro para Estudios Culturales Contemporáneos de la Universidad de Birmingham, y que aportó acerca de la necesidad de considerar las memorias de grupos hegemónicos y de aquellos subalternizados (Mendlovic Pasol, 2014). Además de considerar todo el “legado” que la historia oral emprendió junto a los estudios sobre memoria (Portelli, 1989, 1991; Flier, 2018). En este sentido, adquirieron relevancia también los estudios etnográficos de grupos que aún no habían sido narrados por la historia oficial, fueron visibilizados a través de los estudios sobre memorias de grupos subalternizados como los desarrollados por el Grupo de Estudio sobre Memoria, Alteridad y Subalternidad (GEMAS) (Ramos et al., 2016; Rodríguez et al., 2020), afrodescendientes (Geler, 2010; Monkevicius, 2012) y migrantes limítrofes (Baeza et al., 2016; Pizarro, 2018).
Sin embargo, también la memoria de grupos de inmigrantes europeos que no habían sido considerados junto a grupos europeos con mayor “suerte historiográfica”, tales como determinados mitos en relación con grupos judíos (Freidenberg, 2013; Cherjovsky, 2015), la infancia en inmigrantes eslovenos (Bjerg, 2012), entre otros sobre los que se construyeron invenciones u omisiones. Las fiestas conmemorativas asimismo están dentro de los temas que se investigan, y aquellos vinculados a la centralidad que adquieren los grupos de inmigrantes europeos en los usos del pasado que relata una historia oficial basada en la idea del crisol de razas y en una historia épica que se prolonga hasta el presente (Herrera, 2019).
Además se han investigado los modos en que se presentan las memorias en relación con los procesos que llevan adelante algunos grupos migrantes en torno a la salud. También los rastros del sufrimiento social registrados como marcas en la memoria corporal, así como en modos de interpretar, actuar y responder frente a ellos (Goldberg, 2014). Y los momentos críticos que pertenecen al plano de los malestares corporales se corporizan en las marcas de dolor. El dolor forma parte de diferenciaciones individuales y de historias que se refieren a contextos específicos donde se debió acudir a los recuerdos familiares para subsanar las dificultades de no poder contar con las personas que sanan en la comunidad de origen. De ahí la importancia de considerar las nuevas construcciones de relacionalidad (Carstens, 2000), tanto con paisanes como con otres significantes con quienes se comparten experiencias en situaciones críticas.
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