Denise Zenklusen
A nivel internacional, la mayoría de los estudios sobre migraciones internacionales en destino se situaron en las grandes metrópolis, en particular en aquellas ciudades denominadas globales. Desde comienzos del siglo XXI, y particularmente, durante la última década, investigaciones recientes señalan que la dinámica migratoria en América Latina se ha complejizado y transformado (Ceja, Álvarez Velasco y Berg, 2021). Los países de la región pasaron de ser espacios emisores de migrantes hacia el norte (Europa y Estados Unidos) a convertirse en receptores de flujos migratorios regionales y también globales.
Si bien la problematización de las ciencias sociales por la presencia de migrantes en los lugares de destino tiene una larga trayectoria, lo cierto es que en la actualidad el estudio de los procesos migratorios internacionales en las ciudades de América Latina ha adquirido relevancia en varios sentidos. Por un lado, la migración como objeto de estudio se consolidó como un campo dentro de las ciencias sociales latinoamericanas. Desde diversas disciplinas –antropología, sociología, ciencia política, geografía, demografía- y, especialmente, a partir de la denominada migración sur-sur, se construyó un corpus sólido de investigaciones que buscan comprender este fenómeno.
Por otro lado, el carácter urbano que revisten la mayor parte de estas migraciones sur-sur en América Latina y por la tradición de las ciencias sociales de los estudios de las ciudades, llevó a que las investigaciones sobre migraciones tengan un componente que se articula con lo urbano. Estos trabajos han permitido comprender las dinámicas de las grandes urbes y ciudades de la región, en especial los procesos de distribución de la población migrante, así como también las múltiples desigualdades que emergen de la vida urbana.
En América Latina, encontramos una serie de trabajos que reflexionan sobre las relaciones que establecen las poblaciones migrantes en los lugares de destino (para Chile: Stefoni, 2013 y Garcés, 2015; Colombia: Salcedo, 2015; Argentina: Caggiano y Segura, 2014; Canelo, 2019; Magliano, Perissinotti y Zenklusen, 2016; por mencionar algunos). Estas investigaciones se desarrollan en las grandes ciudades de América Latina y resultan antecedentes clave para interrogarse por los modos en que los grupos sociales diversos conviven en el espacio urbano.
En torno a esta inquietud, el marco conceptual de la convivialidad (Gilroy, 2004), en tanto estrategia teórica y política que apunta a explicar, construir y promover formas de convivencia en contextos específicos caracterizados por la diversidad y la desigualdad, aporta algunas herramientas para reflexionar sobre las migraciones en las ciudades. El marco conceptual de la convivialidad surge en el contexto de las migraciones contemporáneas en Gran Bretaña y del análisis de los procesos de convivencia de grupos sociales diversos en un determinado momento socio-histórico. Específicamente, Gilroy (2004), si bien reconoce la existencia de conflictos que son continuamente justificados por la presencia de fronteras raciales, étnicas y culturales; plantea que existe la posibilidad de gestionar políticamente la realidad en la que vivimos, que nos involucra en continuas y cotidianas relaciones con la diversidad y –en contextos como el latinoamericano– la desigualdad.
Los aportes de Gilroy son recuperados por el Programa de investigación Maria Sibylla Merian International Centre for Advanced Studies Conviviality-Inequality in Latin America (MECILA, 2017) que nuclea a investigadores e investigadoras de América Latina y Alemania. Desde este programa, se señala que el espacio urbano constituye un terreno en el que se encuentran, interactúan, negocian y se enfrentan una multiplicidad heterogénea y desigual de actores y usos sociales (Segura, 2019). Así, la propuesta teórica del Programa MECILA se inscribe en aquellas preocupaciones sobre el modo en que las interacciones cotidianas constituyen contextos de negociación y resignificación tanto de posiciones sociales como de identificaciones culturales. Desde allí propone poner el foco en la convivialidad como marco conceptual que permita captar las relaciones sociales e interacciones cotidianas –en un nivel micro– en contextos caracterizados por la desigualdad y la diversidad. Paralelamente, esas relaciones sociales e interacciones cotidianas deben leerse atendiendo a las relaciones de poder –atravesadas por el género, la raza, la etnicidad, la clase, el origen nacional– que las estructuran. Así, reponen la importancia de describir e interpretar las maneras que tienen los sujetos en determinados escenarios de establecer relaciones sobre la base de sus distancias, diferencias, desigualdades y, en definitiva, diversidades.
En el campo de los estudios migratorios en América Latina, las teorizaciones sobre la convivialidad han sido aún poco exploradas. En el contexto europeo, y específicamente en Alemania, los trabajos de Gutiérrez Rodríguez (2011, 2021) resultan una referencia ineludible. Para la autora, la convivialidad brinda herramientas para cuestionar el “lente étnico” y las concepciones de comunidades homogéneas con fronteras culturales compartidas que se desprenden de muchos estudios sobre etnias, razas, minorías religiosas y la migración transnacional (Gutiérrez Rodríguez, 2020). Por ello, la convivialidad interrumpe el patrón de pensamiento que enfatiza la existencia de “comunidades divididas” y pone en tensión los discursos sobre sociedades “fragmentadas y paralelas” para hacer hincapié en la demanda del sostenimiento de vidas comunes (Gutiérrez Rodríguez, 2021). Específicamente, a partir de un estudio sobre migración, trabajo doméstico y afectividad de Berlín, la autora señala que más allá de las divisiones de clase, étnicas y raciales que operan en los hogares entre trabajadoras migrantes y empleadoras nativas, emergen en las prácticas cotidianas conexiones (Gutiérrez Rodríguez, 2020). El devenir de estos espacios, sugiere Gutiérrez Rodríguez (2020), expresan formas de convivialidad que no necesariamente son voluntarias. Por su parte, los trabajos de Padilla, Olmos Alcaraz y Azevedo (2018) y Padilla (2015) en Lisboa (Portugal) y Granada (España) discuten con los estudios migratorios que se enfocan en la integración, ya que presentan limitaciones para comprender la diversidad cultural a la vez que apuestan a una visión más holística que incluye los patrones de relaciones, interacciones y tipos de influencias entre los “residentes inmigrantes y autóctonos” (Padilla, Olmos Alcaraz y Acevedo, 2018). A través de etnografías multisituadas de lo cotidiano en espacios públicos, sobre todo en diferentes barrios, reflexionan sobre el uso de la convivialidad como una herramienta teórico-metodológica que trasciende las categorías raza, etnia, cultura, nacionalidad (Padilla, Olmos Alcaraz y Acevedo, 2018).
La convivialidad aporta un enfoque novedoso para abordar la articulación entre migraciones y espacios urbanos, en tanto repara en las relaciones de y entre las personas que viven y conviven en un determinado territorio (Padilla, Olmos Alcaraz y Azevedo, 2018; Gutiérrez Rodríguez, 2021; Segura, 2019). Esto implica no responsabilizar a la persona migrante por su integración (o falta de ella); por el contrario, admite que las personas cohabitan en el espacio urbano, en los espacios de trabajo, educativos, de socialización y recreativos. Y es allí donde emergen diferentes tipos de relaciones sociales e interacciones (o ausencia de ellas) denominadas convivialidad. El acercamiento y estudio de las formas de convivialidad contribuiría, en palabras de Padilla, Olmos Alcaraz y Azevedo (2018), a evitar la construcción de “procesos de otrerización”. Para ello, es importante atender a las transformaciones de los cambios, de las dinámicas de movimientos y movilidades de los contextos que estudiamos y de la relevancia de incluir en el análisis a toda la población, no solo a las personas migrantes o a las minorías etnificadas (Padilla, Olmos Alcaraz y Azevedo, 2018).
El concepto de convivialidad introduce una perspectiva teórica-metodológica en los estudios de migración que no se limita a la presencia migrante en las ciudades, sino que se adentra en las relaciones que los y las migrantes sostienen en su cotidianidad y en donde lo urbano no es un simple escenario donde transcurren sus vidas, sino que es una dimensión más constitutiva de esos vínculos. Segura (2019) explica que mientras desde el campo de los estudios urbanos conceptos dominantes como segregación, fragmentación y segmentación, tienden a colocar el foco en la distancia, la separación y el aislamiento recíproco entre grupos y clases sociales en la ciudad, el concepto de “convivialidad” en cambio nos invita a pensar los encuentros, las interacciones, las negociaciones y los conflictos en espacios urbanos contemporáneos.
En este marco, los procesos migratorios en las ciudades son centrales para reflexionar sobre la convivialidad en dos sentidos. Por un lado, la heterogeneidad de la experiencia urbana migrante es un campo fructífero para reponer el carácter de “contexto de convivialidad” de cada ciudad (Segura, 2020). Es decir, para reconocer que cada “configuración urbana” otorga lugares específicos a la diferencia cultural, de origen nacional o étnica, cultural, estableciendo lógicas específicas de discriminación y estigmatización, pero también espacios de interlocución y marcos de interrelación particulares (Caggiano, 2005), a partir de las cuales –y sobre las cuales– se despliega la propia “agencia migrante” (Segura, 2020).
La mirada teórica y política puesta en la convivialidad ofrece un marco para reflexionar críticamente sobre las interacciones cotidianas de grupos sociales diversos y sobre los contextos de negociación y disputa, de cooperación y de discriminación con miras a encontrar respuestas sociales, académicas y políticas que contribuyan a mejorar la vida en común en contextos socio-históricos particulares.
Bibliografía
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