Otras publicaciones:

remesas

Book cover

Otras publicaciones:

12-3301t

DT_Jablonka_Katz_13x20_OK1

Empresariado étnico

Alberto Riesco-Sanz

La empresarialidad étnica conforma un ámbito de estudio de las ciencias sociales que trata de explicar los procesos mediante los cuales determinados grupos de población étnicamente marcados se especializan y concentran en ciertos tipos de actividades económicas (por cuenta propia), así como las consecuencias de dicha especialización. Se trata de un campo de estudio que se desarrolló a partir de las décadas de 1960 y 1970, especialmente en Estados Unidos, y en el que destacan, por su importancia y carácter pionero, tres perspectivas: las minorías intermediarias, las economías étnicas y las economías de enclave étnico.

El término de minorías intermediarias (u otros semejantes como: middleman trading people, marginal trading people) constituye posiblemente uno de los términos pioneros en la tentativa de dar cuenta de la empresarialidad étnica. Inspirado en los debates sobre los pueblos paria de la sociología clásica (Weber, Sombart), el término se desarrolla en las décadas de 1950 y 1960, siendo posteriormente recuperado y actualizado para el estudio de la empresarialidad étnica gracias, fundamentalmente, a los trabajos de Edna Bonacich y sus colaboradores. El término de minorías intermediarias hacía referencia a grupos étnicos diaspóricos que ocupaban a lo largo del mundo una posición similar como intermediarios –entre el conjunto de la sociedad y las elites, los productores y los consumidores– dentro de la estructura social de las sociedades de llegada, concentrándose laboralmente de manera destacada en el comercio. Dicho término había sido empleado hasta entonces en el contexto de sociedades tradicionales, coloniales o con procesos de desarrollo capitalista aún poco consolidados. Sin embargo, Bonacich tratará de aplicar el análisis de las minorías intermediarias a las sociedades capitalistas avanzadas. Bonacich señalará la presencia de economías étnicas dentro de las minorías intermediarias, definiéndolas como el trabajo por cuenta propia de los miembros de la minoría estudiada, las ayudas familiares recibidas y los eventuales empleados de dichos negocios pertenecientes a la minoría en cuestión.

La perspectiva de las economías étnicas (con Ivan Light como uno de sus principales impulsores) estuvo fuertemente influida por esta primera aproximación a la empresarialidad étnica, si bien algunos de sus representantes consideraban que las minorías intermediarias conformaban un caso específico de economía étnica, siendo ésta un fenómeno más amplio. Aunque la explicación de su dinámica variase, en términos empíricos la economía étnica de Light fue acotada de forma similar a como lo había hecho previamente Bonacich. Para Light todo cuanto no formase parte de la economía étnica pertenecería automáticamente al mercado de trabajo y la economía generales. Según esta perspectiva, la economía étnica no implicaba necesariamente una concentración de empresas étnicas en un territorio o en un sector de actividad económica concretos, ni que las empresas étnicas vendieran a clientes o comprasen a proveedores del mismo grupo étnico. El concepto de economía étnica no presuponía ningún ambiente cultural particular, ni dentro de la empresa, ni entre compradores y vendedores. Por último, la economía étnica seguiría siendo “étnica” aun cuando empleasen también a trabajadores de otros colectivos étnicos. La economía étnica lo era por el hecho de que sus propietarios pertenecían a un determinado colectivo étnico, al igual que, en caso de disponer de ellos, el grueso de sus empleados. A esta primera demarcación del término de economía étnica se le añadió posteriormente una nueva distinción entre economías de propiedad étnica y economías étnicamente controladas, ampliándose así considerablemente el alcance y las dimensiones de las economías étnicas. La economía de propiedad étnica haría referencia a lo que hasta ahora se había considerado de manera general una economía étnica, mientras que una economía étnicamente controlada serían todas las situaciones y sectores de actividad económica en los que los empleados de un mismo grupo étnico ejercen –como consecuencia de su número, concentración, organización– un control importante y duradero sobre dichos sectores de la economía general.

Finalmente, de forma paralela a las minorías intermediarias y la economía étnica se desarrolló el término de economía de enclave étnico, planteamiento impulsado, entre otros, por Alejandro Portes, cuyo nacimiento habría que vincularlo a los debates sobre la economía dual y la segmentación del mercado de trabajo en Estados Unidos. La economía de enclave étnico pretendía constituirse como una tercera alternativa a la dualidad de los modos de incorporación laboral de los inmigrantes en las sociedades de llegada y consistiría en la concentración de un número relevante de empresas étnicas en un espacio físico determinado –por lo general dentro de áreas metropolitanas–, entendiendo por empresas étnicas firmas de tamaño diverso, propiedad de alguna minoría étnica o nacional que, además de ser gestionadas por ellos mismos, daban empleo a una proporción significativa de trabajadores de su mismo grupo étnico y/o nacional. Al igual que ocurría con las minorías intermediarias, los representantes de la perspectiva de las economías étnicas consideraban la economía de enclave étnico como un tipo específico de economía étnica. Todo grupo inmigrante o minoría étnica dispondría de una economía étnica (mayor o menor), pero sólo algunas de ellas mostrarían una pauta de concentración espacial capaz de derivar en ventajas de control cuasi-monopolistas de determinadas franjas del mercado. En cualquier caso, pese a las disputas y diferencias existentes entre estas aproximaciones pioneras a la empresarialidad étnica creemos que existían también presupuestos compartidos en sus análisis.

Todas estas aproximaciones presuponen que la lógica “económica” moderna (la lógica de mercado) no permitiría explicar, por sí sola, la especialización de determinadas poblaciones en el trabajo por cuenta propia. Las causas de estos comportamientos habría entonces que buscarlas en las dimensiones y estructuras socioculturales en las que la propia dinámica económica se encontraba inserta. No obstante, tales dimensiones y estructuras socioculturales quedaron reducidas, de facto, a las características comunitarias (étnicas) propias de los grupos investigados. Abordar la concentración y especialización de determinadas minorías étnicas en los modos de empleo por cuenta propia significaba atender a las (supuestamente específicas) formas de organización social (incluida la gestión de los negocios) presentes en tales grupos minoritarios. Se trataba de hacer hincapié en la trama social, cultural e institucional (valores, tejido asociativo, redes, marcos normativos y reglas) que articularía internamente a dichas comunidades étnicamente diferenciadas, siendo la presencia o ausencia de este entramado social y de estas formas de vida (que permitían movilizar recursos de todo tipo: financieros, fuerza de trabajo, información, clientes) lo que determinaría, en última instancia, las posibilidades emprendedoras de unos u otros grupos.

Se hacía hincapié en la existencia de un modo de organización colectiva dotado de un denso entramado social y articulado en torno a principios “étnicos” de pertenencia. Esta colectividad “étnicamente” delimitada configuraba una comunidad de orden “moral” que establecía nítidamente un adentro y un afuera del grupo o, lo que es lo mismo, una dualización de los marcos normativos presentes en las relaciones sociales y los intercambios. La aplicación de unos u otros marcos dependía de que el interlocutor formara o no parte de dicha unidad moralmente constituida. La solidaridad grupal era, por lo tanto, el resultado del sentido de pertenencia a una misma colectividad étnicamente definida (era una solidaridad “étnica”) y moralmente erigida (constituía una solidaridad “forzosa” de obligado cumplimiento).

Como consecuencia de ello, las relaciones sociales intracomunitarias parecían regirse por los principios de reciprocidad y obligación típicos de los intercambios en forma de dones y contradones. Las relaciones sociales (incluidas las económicas) quedaban enmarcadas y circunscritas (incrustadas) dentro del marco normativo e institucional que cohesionaba al grupo. Lo estrictamente “económico” quedaba supeditado a “lo social”, lo que limitaba el impacto negativo del primero sobre el segundo, al tiempo que se permitía el desarrollo de “alternativas” emprendedoras exitosas, muy eficaces incluso desde el punto de vista de la lógica económica dominante en las sociedades capitalistas.

La progresiva consolidación y extensión de este campo de estudio se acompañó de toda una serie de debates internos que fueron problematizando y reformulando algunos de los presupuestos de partida. Las primeras aproximaciones a la empresarialidad étnica habrían favorecido, sin pretenderlo, una etnificación del fenómeno investigado (y de su explicación). Ahora bien, la consideración de la etnicidad como único o principal elemento articulador de estos grupos se demostró controvertida. Pronto se pudo constatar la presencia de otros elementos (religiosos, políticos, generacionales y de género) que incidían en la aplicación de la “solidaridad étnica” (y en el acceso desigual a los recursos dentro de un mismo grupo étnico). Se puso también en cuestión que la economía étnica fuera igual de provechosa para todos los que se empleaban (por cuenta ajena) en ella, lo cual evidenció la existencia de no pocos conflictos laborales en su seno. Finalmente, se constató que la movilización de la dimensión “étnica” conformaba un fenómeno más complejo y dinámico (subetnicidades, etnicidad interna, movilización y desmovilización instrumental de la identidad “étnica”). Fue produciéndose así una revisión, más o menos profunda, de los abordajes iniciales.

Portes y su equipo (Portes, 1995; Portes, Guarnizo y Haller, 2002), por ejemplo, contribuyeron a abrir el debate de la empresarialidad étnica al conectar dicho fenómeno con la discusión sobre los usos y fuentes del capital social, así como con los debates más generales de la sociología económica contemporánea. Lo mismo podría decirse de otras propuestas más recientes como la denominada empresarialidad étnica transnacional, que proponía conectar las iniciativas emprendedoras de los inmigrantes (transnacionalismo desde abajo) con circuitos, redes y dinámicas sociales que trascenderían los límites del Estado-nación, así como con las propias prácticas transnacionales de los gobiernos y las grandes empresas (transnacionalismo desde arriba). Esta propuesta posibilitó una apertura en el modo de abordar las redes emprendedoras inmigrantes, reconociendo el impacto en ellas de dinámicas globales que trascenderían no sólo las fronteras espaciales de carácter nacional, sino también las propias fronteras del colectivo inmigrante.

A estas propuestas de apertura se les podría añadir otras, como la teoría de recursos de la empresarialidad (Light y Rosenstein, 1995; Light y Gold, 2000; entre otros) o la denominada perspectiva interactiva (Waldinger, 1986; Waldinger, Aldrich y Ward, 1990; entre otros). Aunque diferenciados, ambos planteamientos habrían apostado también por complejizar el abordaje de los recursos implicados en las iniciativas emprendedoras de las poblaciones minoritarias. No se trataba, sin embargo, de poner únicamente en juego una mirada más sofisticada sobre los recursos y características de las minorías étnicas estudiadas, sino de reconocer también la importancia explicativa de los “contextos” y de los sectores en los que se concentraban la mayoría de sus negocios. La perspectiva interactiva, por ejemplo, propuso incorporar al análisis no sólo las poblaciones implicadas, sino también las estructuras de oportunidad de mercado y las condiciones de acceso a ellas, siendo las estrategias de los actores el elemento responsable del ajuste entre unas y otras dimensiones. Ya no bastaría, por lo tanto, con atender a las características socioculturales de la población inmigrante, sino que habría que considerar también las circunstancias históricamente contingentes que moldearían las posibilidades emprendedoras disponibles para dichas poblaciones (condiciones de mercado, vías de acceso a la propiedad o el control de los negocios). Algo similar plantearía, al menos formalmente, el enfoque de los recursos de la empresarialidad étnica al apostar por análisis que conectasen la dimensión de la demanda de empresarialidad por parte de la economía (que haría referencia a las características de los nichos económicos ocupados, la legislación migratoria y laboral, etc.) y la dimensión de la oferta de emprendedores por parte de las poblaciones (que guardaría relación con sus recursos socioculturales, sus redes y capital social, las características demográficas, etc.).

A pesar de la apertura y de la incorporación de nuevas dimensiones al análisis, estas reformulaciones de los estudios de la empresarialidad étnica terminarían, no obstante, por situar también en “lo étnico” el elemento que, en última instancia, proporcionaría a la empresarialidad étnica su especificidad y eficacia: las estrategias étnicas puestas en marcha por parte de las minorías en el caso de la perspectiva interactiva, las dimensiones de la oferta y los recursos étnicos de carácter específico en el caso de la teoría de recursos de la empresarialidad. En este sentido, propuestas más recientes como la perspectiva de la incrustación mixta (con Jan Rath como uno de sus investigadores más visibles) (Rath, 2000), aún reconociendo las aportaciones de estos últimos planteamientos, van a criticar su reducción apriorística de la empresarialidad de las minorías étnicas a un fenómeno etnocultural instalado, prácticamente, en un vacío institucional (o la reducción del contexto institucional a las características e instituciones del propio grupo étnico considerado). La incrustación mixta apostaría por una aproximación a la empresarialidad étnica en la que ésta quedaría contextualizada y condicionada (incrustada) en distintos regímenes socioeconómicos, modelos regulatorios e institucionales articulados a distintas escalas espaciales (locales, regionales, nacionales, internacionales).

Bibliografía

Bonacich, E. (1973). A theory of middleman minorities. American Sociological Review, 38, 583-594.

Bonacich, E. y Modell, J. (1980). The Economic Basis of Ethnic Solidarity in the Japanese American Community. Berkeley: University of California Press.

Light, I. (1972). Ethnic Enterprise in America. Business and Welfare Among Chinese, Japanese and Blacks. Berkeley: University of California Press.

Light, I. y Bhachu, P. (ed.) (1993). Immigration and Entrepreneurship. Culture, Capital and Ethnic Networks. New Brunswick: Transaction Publishers.

Light, I. y Bonacich, E. (1988). Immigrant Entrepreneurs. Koreans in Los Angeles 1965-1982. Los Angeles: University of California Press.

Light, I. y Rosenstein, C. (1995). Race, Ethnicity and Entrepreneurship in Urban America. Nueva York: Aldine De Gruyter.

Light, I. y Gold, S. (2000). Ethnic Economies. San Diego: Academic Press.

Portes, A. (ed.) (1995). The Economic Sociology of Immigration. Essays on Networks, Ethnicity and Entrepreneurship. Nueva York: Russell Sage Foundation.

Portes, A. y Bach, R. (1985). Latin Journey. Cuban and Mexican Immigrants in the U.S. Berkeley: University of California Press.

Portes, A. y Stepick, A. (1993). City on the Edge. The Transformation of Miami. Berkeley: University of California Press.

Portes, A.; Guarnizo, L. y Haller, W. (2002). Transnacional Entrepreneurs: An Alternative Form of Immigrant Economic Adaptation. American Sociological Review, 67 (2), 278-298.

Rath, J. (ed.) (2000). Immigrant Businesses. The Economic, Political and Social Environment. Londres: Palgrave MacMillan Press.

Sanders, J. y Nee, V. (1987). Limits of ethnic solidarity in the enclave economy. American Sociological Review, 52 (6), 745-767.

Waldinger, R. (1986). Through the Eye of the Needle. Immigrants and Enterprise in New York’s Garment Trade. Nueva York: New York University Press.

Waldinger, R., Aldrich, H. y Ward, R. (eds.) (1990). Ethnic Entrepreneurs: Immigrant Business in Industrial Societies. Newbury Park: Sage.

Westwood, S. y P. Bhachu (eds.) (1988). Enterprising Women. Ethnicity, Economy and Gender Relations. Londres: Routledge.

Zhou, M. (1992). Chinatown. The Socioeconomic Potential of an Urban Enclave. Philadelphia: Temple University Press.



Deja un comentario