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Experiencias migratorias

Cynthia Pizarro y Ana Ciarallo

Es importante indagar sobre la dimensión experiencial de las movilidades de las personas, porque permite dar cuenta de las maneras en que lxs migrantes interpretan los constreñimientos que lxs limitan. Tal como lo señala Vaittinen (2014), la trayectoria migratoria no describe solamente el recorrido físico de un lugar A a un lugar B. Por el contrario, siendo que la migración es un fenómeno vivido y hecho cuerpo, la migración constituye más una evolución de la subjetividad que un movimiento físico. Entonces, es importante dar cuenta de cómo los y las migrantes mediatizan los condicionamientos estructurales y las maneras en que las estructuras objetivas se subjetivizan y se hacen cuerpo en el marco de sus experiencias migratorias.

Este enfoque permite indagar sobre las maneras en que las circulaciones y las trayectorias migratorias son vividas. Betrisey (2009) señala que las personas viven la experiencia de migrar de acuerdo con el sentido que otorgan a sus prácticas de movilidad. Estas prácticas están mediatizadas por el conjunto de creencias y repertorios culturales que son producidos en un determinado contexto social e histórico y moldeados por los valores hegemónicos. Las circulaciones y trayectorias migratorias vividas o subjetivas son los modos en que lxs agentes reconstruyen los acontecimientos significativos de su biografía migratoria y los juzgan en el marco de un espacio dado y culturalmente marcado que lo estructura.

Los momentos de cambio o inflexión (históricos o personales) son significativos debido a su repercusión en la continuidad o cambio de las circulaciones y trayectorias migratorias. Esto supone que existen momentos clave o nudos en la vida de los y las migrantes, momentos de transición o paso. Ellxs recuerdan estos episodios biográficos y los interpretan otorgándoles un sentido en relación con las maneras en que influyeron en sus vidas. Estos relatos dan cuenta de las habilidades individuales que pusieron en acto para atravesar estos hitos al tiempo que ponen en evidencia la manera en que se anudaron en sus vidas los condicionamientos estructurales. Esto se debe a que la memoria es una construcción social que interpreta el pasado con sentidos intersubjetivos compartidos por lxs agentes que ocupan la misma posición.

Según Schapendonk (2012), el estudio de la experiencia de la movilidad permite poner de relevancia que los y las migrantes tienen distintas aspiraciones, toman distintas decisiones y pueden valorar eventos similares de maneras diferentes en distintos momentos de sus vidas. Por ejemplo, en el curso de los distintos trayectos y detenciones, a medida que el movimiento tiene lugar, estar “acá” puede evocar el deseo de llegar “allá” y, una vez que se ha arribado “allá”, otro “allá” puede surgir, o la aspiración de retornar “acá” puede volverse prominente de nuevo. El autor hace hincapié en la importancia del in-between, esto es, la fase de movilidad o la trayectoria en sí misma y no tanto su comienzo o su final. Incita a estudiar la dinámica de las travesías de lxs migrantes y los cambios que pueden sufrir en el camino, prestando atención a tres componentes del viaje: las motivaciones o aspiraciones para viajar, que difieren de las intenciones de lxs migrantes ya que no están ligadas directamente a planes factibles y pueden incluir sueños, deseos y perspectivas futuras; la facilitación del viaje, y la velocidad de la trayectoria, esto es, los períodos de descanso, de redireccionamiento y de asentamientos temporarios o de largo plazo.

Las movilidades de las personas también están modeladas por las características de los territorios en los que tienen lugar. Las experiencias migratorias se anclan en ciertas cartografías socioculturales que emergen de los movimientos cotidianos entre lugares que son familiares para lxs migrantes, aun cuando la distancia entre ellos sea muy grande. Musset et al. (2013) destacan su capacidad para hacer frente a lugares extraños y volverlos familiares en el marco de procesos de apropiación del espacio y de territorialización, cuya amplitud es tanto espacial como simbólica.

En la misma dirección, Tarrius (2000) propone una antropología del movimiento para estudiar las maneras en que las personas construyen territorios circulatorios. Retomando la noción de geografías del espacio-tiempo de Giddens, plantea que los ritmos de la vida social caracterizan la organización de los intercambios generales de diversas poblaciones en ciertos marcos espaciales usuales. Los caminos usados para realizar actividades señalan proximidades sociales y espaciales fundadoras de la cohesión de grupo, identificadoras de las vecindades. Por otra parte, existen secuencias temporales o ritmos de vida que puntualizan las actividades de las personas. La lógica de esta organización de los tiempos manifiesta los momentos bloqueados y los momentos disponibles propicios para los desplazamientos de cada miembro del hogar o de cada grupo poblacional.

De hecho, estos movimientos no son actos soberanos de libertad, sino que están constreñidos por los regímenes de movilidad/inmovilidad que operan en diferentes escalas: global, nacional y local. Sheller (2014) y Glick Schiller y Salazar (2013) remarcan la importancia de seguir la huella tanto temporal como espacial de los movimientos de personas, afectos, imágenes, códigos, pautas, discursos, objetos, bienes materiales y simbólicos. Hacen hincapié en la importancia de analizar las experiencias de movilidad e inmovilidad, las prácticas y sus efectos sobre las personas y los lugares en el marco de relaciones de poder que gobiernan el ritmo y acotan la movilidad, favoreciéndola, paralizándola o constriñéndola.

Tarrius (2000) sostiene que las estrategias residenciales que realizan lxs migrantes no tienen nada que ver con los azares del lanzamiento de una bola de billar. Por el contrario, los acercamientos y evitaciones residenciales describen la génesis de la constitución o de la dislocación de las colectividades humanas territorializadas. En el marco de la antropología del movimiento incita a indagar las maneras en que las memorias de las personas definen cuáles lugares fueron invadidos, ocupados o atravesados, y a entender cómo las travesías del espacio son siempre también travesías de las jerarquías sociales.

Bibliografía

Bretisey, D. (2009). Experiencia migratoria y procesos identitarios de japoneses en Madrid. Papeles de Población, 15 (60), 123-149.

Glick Schiller, N. y Salazar, N. (2013). Regimes of Mobility Across the Globe. Journal of Ethnic and Racial Studies, 39 (2), 183-200.

Musset, A.; Correa, V. y Bortolotto, I. (2013). Introducción. Santiago y sus migrantes: entre espera y esperanza. En V. Correa, I. Bortolotto y A. Musset (eds.), Geografías de la espera. Migrar, habitar y trabajar en la ciudad de Santiago, Chile. 1990-2012 (pp. 17-30). Santiago de Chile: Uqbar Editores.

Schapendonk, J. (2012). Turbulent Trajectories: African Migrants on Their Way to the European Union. Societies, 2 (27), 41.

Sheller, M. (2014). The new mobilities paradigm for a live sociology. Current Sociology Review, 1, 1-23.

Tarrius, A. (2000). Leer, describir, interpretar. Las circulaciones migratorias: conveniencia de la noción de “territorio circulatorio”. Los nuevos hábitos de la identidad. Relaciones, 21 (83), 39-66.

Vaittinen, T. (2014). Reading global care chains as migrant trajectories: a theoretical framework for the understanding of structural change. Women’s Studies International Forum, 47, 191-202.



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