Otras publicaciones:

frontcover_RIMISP

9789871867905_frontcover

Otras publicaciones:

Book cover

12-3864t

El azúcar como frontera de conflicto

Las representaciones del poder en Las fauces del abismo de Alberto Coutouné

Martín Fernando Coronel (Universidad Nacional de Jujuy)

Sobre Coutouné, su obra y su trasfondo

Alberto Coutouné es, sin lugar a dudas, uno de los pioneros en tematizar su obra alrededor del proceso de industrialización extranjero en los ingenios azucareros. Las Fauces del Abismo de 1915 es la primera de sus dos novelas en tratar sobre acontecimientos acaecidos en los primeros años de modernización de los ingenios de la provincia de Jujuy. Este “díptico del azúcar” –como he dado por llamarlo– se caracteriza por ficcionalizar los enfrentamientos y resistencias de ciertos sectores del proletariado contra el patrón de estancia, sus súbditos y las fuerzas del Estado funcionales a él. Las Fauces del Abismo, particularmente, se focaliza en la lucha que mantiene una maestra de escuela llamada Sara contra el patrón Don Jorge Alzogaray y su esbirro Julio Porcel. El ejercicio del poder en esta obra se manifiesta tanto en el plano político como sexual dejando al descubierto las formas de opresión, de injusticia y esclavitud a la que eran sojuzgados los trabajadores de la zafra por parte de las autoridades del ingenio. De esta manera, Coutouné no sólo erige su obra como denuncia de las atrocidades cometidas dentro de la finca, sino también como crítica hacia una problemática que sufre la región del noroeste de su época y donde pueden leerse aún los resabios de la colonización. Además, la novela al estar ambientada hacia la última década del siglo XIX nos ofrece un panorama político-económico en donde la ideología imperante del progreso se corresponde al período de industrialización que atraviesa el país en aras a su consolidación como Estado-Nación. En este sentido, se realizará una lectura sobre las manifestaciones del poder con el propósito de desmontar las estrategias de opresión y resistencia acaecidas dentro la fábrica de azúcar. Desde una perspectiva transgresora, también se buscará reflexionar sobre el rol de la mujer y pensar a los cuerpos de los trabajadores como voces de la rebelión y ecos del silencio que referencian ficcionalmente las sórdidas condiciones de vida del contexto inaugural del siglo XX en el noroeste argentino.

Las representaciones del poder

Para el presente análisis haré uso del aporte foucaultiano como también de algunos lineamientos del pensamiento crítico latinoamericano para desentrañar y comprender las tramas del poder dentro de la novela. Para el pensador francés el poder funciona y se ejerce dentro de las instituciones de manera silenciosa consolidando una “red productiva” que atraviesa todo el cuerpo social (Delgadillo 2012). Cabe aclarar que para Foucault esta forma de ver y analizar el poder prima por sobre la concepción jurídico-filosófica del contrato de soberanía tan proclamada por Hobbes en su Leviatán.

Con respecto al espacio de la novela, podríamos decir que el ingenio azucarero se configura como una institución donde se generan los mecanismos de poder-saber, esto es, el lugar donde se conforman los discursos de verdad que atraviesan a cada uno de los obreros, pero que funciona también como una especie de prisión en el sentido que el poder se ejerce sin enmascaramientos a través de la represión. Un ejemplo del carácter represivo del ingenio lo encontramos en la enumeración de nombres de obreros que fueron víctimas del yugo de Don Jorge:

Nadie pensaba en Luis Asencio, asesinado en una orjia por un capricho del patrón beodo. Nadie pensaba en Don Francisco Pérez, ensillado como caballo i paseado por la población para ejemplo. Nadie recordaba de Carrasco. Nadie de Mariano Subieta i su mujer i sus chicos, tirados con sus harapos al otro lado del río, sin un bocado, para pasto de las fieras ó de las crecientes del río. (Coutouné 1915: 128)

En lo referido al discurso de verdad el tema es aún más complejo ya que hay que pensarlo desde su configuración histórica. Según Foucault cada época cultural posee un código fundamental, un orden o configuraciones que adopta el saber, es decir, lo que se dice y se calla en una cultura y sobre cuyo fondo se elaboran, piensan e interpretan los objetos (Ávila, 2006). La lógica del discurso que se impone a los trabajadores de la zafra viene signada desde los períodos de la colonización: el hombre americano, desde la idea de raza, es inferior. Aníbal Quijano en “Colonialidad de poder, eurocentrismo y América Latina (2000) nos explica cómo la idea de la raza lejos de quedar como una referencia a supuestas estructuras biológicas diferenciales pasó a constituir un instrumento de clasificación social de la población. Más tarde esta diferencia se extendería hacia otros ámbitos como ser el laboral y legitimaría las relaciones de dominación impuestas por la conquista; en este sentido, el binomio dominación/explotación aparecerá asociado al de raza/trabajo.

De este entramado discursivo se concluye que el hombre superior quien detenta el poder del capital, del trabajo y de los recursos de producción es Don Jorge, mientras que la inferioridad estaría representada por los obreros que se someten a su autoridad. Por un lado, dicha autoridad deviene en tiranía puesto que como ya se mencionó, el poder del patrón se manifiesta sin enmascaramiento como en una prisión; por otro lado, su accionar opresivo se encuentra justificado y amparado por el Estado pese a que en la novela sea Don Jorge quien se impone e influye sobre éste:

El patrón tenía siempre tendido su látigo, para caer sobre las espaldas de los olvidadizos, o de los rebeldes. Siempre tenía el látigo tendido, hasta sobre las espaldas de la provincia. (Coutouné 1915: 95)

Por otro lado, Don Moisés, padre adoptivo de Sara, expone las desgraciadas condiciones laborales que padecen los trabajadores de la fábrica:

Ah! Mirar la robustez de los hombres, tirándose diariamente doce i catorce horas, sobre la rudeza del trabajo exijente, para amasar con sus sudores i sus sangres, tan sólo la miseria de un jornal que no les alcanza para apagar ni siquiera sus enormes hambres! (Coutouné 1915: 64)

Estas malas condiciones de pago y de vida de los obreros responden al período de mecanización de las industrias azucareras en donde el abaratamiento del trabajo asalariado no es proporcional al crecimiento de la demanda de mano de obra y a la expansión de las tierras de cultivo. A su vez, Don Jorge está ceñido al programa ideológico discursivo de la prosperidad del Estado que se alcanzará mediante leyes que impongan y funden la patria sobre los mandatos del orden y la obediencia. Por este motivo y ante la idea del supuesto atentado en el ingenio expresa lo siguiente:

Donde irían los tres mil empleados que hoy, comen i viven en el injenio, si, se me ocurriera clausurar la fábrica? Qué sería de ellos? No irían a irrumpir en los pueblos, hambrientos, i ansiosos de robo? Entonces, no somos acaso, los grandes guardadores de la cosa pública, del orden nacional? Esto debería hacérseles meter en la cabeza de esos facciosos, que no quieren saber que, sin el capital, qué sería del mundo […]. (Coutouné 1915: 108)

En este sentido, el dueño de la empresa reluce su condición de superioridad y se siente autorizado a ejercer su poder para sostener sus ideales de república. En el proceder de la ficción Don Jorge castigará y posteriormente exonerará a los supuestos “anarquistas” dando a entender que los asesinó poco después de abandonar la finca.

Otra manifestación del poder se evidencia en el ámbito de los cuerpos femeninos:

Don Jorge, tenía, como todo ser humano, una debilidad. La debilidad de los adinerados. La debilidad de los amos. La mujer. En su conciencia de perverso, se había estratificado como si fuera un postulado o un dogma, esta sentencia brutal: “La mujer, es, para el hombre de plata”. Los pobres no pueden tenerla! […] I, generalmente, dos veces por semana, hacía incursiones por la ranchería, de los obreros, en busca de la presa que ya sus ojos de libidinoso, vieran por la calle. (Coutouné 1915: 204)

Para el patrón la mujer es comparable al capital en cuanto posesión de unos pocos y patentiza su poder y autoridad al cruzar la frontera del obraje para escoger a su víctima. Podríamos pensar esta situación como una manera de colonizar el cuerpo femenino y, por lo tanto, de manipularlo, de educarlo, de hacerlo dócil y obediente a sus intereses sexuales. Esta práctica naturaliza en algunas mujeres la sumisión directa al amo ensanchando aún más la brecha de poder entre superioridad e inferioridad. En uno de los pasajes de la novela Don Jorge es apuñalado por equivocación y provoca la preocupación de cierto sector de mujeres que siente alivio al enterarse que su patrón está fuera de peligro: “[…] una ola de satisfacción cruzó la sala. I secó las lágrimas de varias mujeres, que tenían ¡todavía! Lágrimas para verter sobre el cuerpo de su explotador”. (Coutouné 1915: 201)

Hasta aquí se ha visto sucintamente cómo se configura el ingenio como un lugar de poder donde el patrón manifiesta y ejerce su autoridad sobre los trabajadores y sus familias. A continuación se analizará el rol de la mujer que encarna Sara como cuerpo combativo que denuncia y resiste, directa e indirectamente, en favor de todos aquellos sujetos subalternos que son víctimas de las violencias del poder hegemónico estatal.

El rol de la mujer como cuerpo combativo

Sara es una maestra de escuela que comparte sangre europea y americana. Al quedar huérfana es educada por Don Moisés y toma conciencia del trato desfavorable que ha vivido la raza durante largos siglos. De esta manera, ella configura en su interior una nueva forma de sentir la raza que le permite trascender el mero “estar-no-más”. Por lo tanto, se puede decir que Sara se encuentra geoculturalmente situada y esto le permite enarbolar la bandera de la “defensa existencial” de los pueblos americanos.

Según Foucault en Poder y Saber (2012), las relaciones de poder no triunfan por completo y no son imposibles de eludir puesto que existe la posibilidad de una resistencia y, en consecuencia, el poder opera ejerciendo aún más fuerza para no ser desplazado de su lugar de dominio.

En este sentido, Sara representa la resistencia de todos aquellos sujetos silenciados por el avasallamiento de sus derechos. Desde tiempos de la conquista, estos hombres fueron obligados a adquirir un estatuto ontológico de inferioridad que los permeabilizó para aceptar pasivamente el sometimiento. Sara experimentará diariamente esta situación e intervendrá mediante acciones que podríamos considerarlas como una especie de resistencia pasiva. Por un lado, tenemos su actitud caritativa frente a la desigualdad económica de las familias del ingenio:

Aquella mujer era un alma santa. Había dispuesto, dividir así sus mensualidades […] Había dispuesto que cuarenta pesos, fueran distribuidos por mes, entre las dos familias más necesitadas. (Coutouné 1915: 181)

Por otro lado, a través de su labor docente pretenderá fomentar una escuela social, renovadora e independiente cuya educación deba ajustarse a la realidad del medio y fomentar los valores y la toma de conciencia sobre la libertad de los individuos:

[…] Sara, quería conducir aquella falange esclavizada, no a la revolución social, sinó a la revolución moral. Quería estucar en aquellos pechos, los valores necesarios para la victoria […] Decirles el gran verbo de los derechos. El derecho a vivir. (Coutouné 1915: 94)

Estas formas de resistencia equivalen a una forma de sublevación al poder imperante, lo que llevará al patrón a querer exonerarla del ingenio. Pero el clímax del combate y la resistencia se verá evidenciado cuando Don Jorge, en un exabrupto de lujuria, querrá transgredir los límites de lo sexual en un intento por colonizar el cuerpo de la maestra.

Cuando Sara se presenta ante él para pedirle la liberación de Don Moisés y sus compañeros, Alzogaray le declara su amor y se abalanza para poseerla por la fuerza. La maestra se defiende clavándole sus uñas a la manera de una “fierecilla indomable en una escena que puede leerse como símbolo del combate de los pueblos americanos:

El alma de los incas, había revivido en aquella mujer que junto con el calor de su corazón, había amamantado las fuerzas de la defensa. A través de mil trasmigraciones milenarias, los quíchuas, no habían perdido el valor de sus músculos. Dormidos estaban. Dormidos solamente. (Coutouné 1915: 124)

En base a las ideas anteriormente expuestas, podemos considerar a Sara como portadora de la fuerza y la memoria de los pueblos sojuzgados. Su condición de mestiza incide, por lo tanto, en su constitución identitaria, permitiéndole percibir la realidad injusta y desfavorable que aqueja a los trabajadores y familias del ingenio. A manera de una madre redentora, hará suyo el dolor del pueblo y se erigirá como la voz y el cuerpo que denuncia y resiste, a través de sus acciones, las violencias ejercidas por el poder de Jorge Alzogaray.

Conclusión

Las Fauces del Abismo es una novela donde el desarrollo de las tramas del poder no sólo representa una problemática propia del noroeste argentino, sino de toda Latinoamérica. A través de ella podemos acceder a una realidad que, si bien se encuentra ficcionalizada, nos permite conocer la deplorable y avasallante situación que viven los trabajadores de los ingenios azucareros. Sara será quien enarbole la denuncia hacia los sectores de poder que se caracterizan por oprimir al hombre en favor de su itinerario político, económico e ideológico. Si bien el tema analizado es el más evidente de toda la novela, se pretende que éste sirva de impulso para futuras y aún más interesantes propuestas de abordaje en torno a reflexionar sobre el contexto inaugural del noroeste argentino de principios del siglo XX.

Bibliografía

Ávila–Fuentemayor, F. “El concepto de poder en Michel Foucault”. Telos, vol. 8, n° 2, 2006, pp. 215-234.

Coutouné, A. Las fauces del abismo. Jujuy, Establecimiento “Artes gráficas” Perovic, 1915.

Delgadillo, J. F. “Foucault y el análisis del poder”. Revista de Educación y Pensamiento, año 17, n° 19, 2012, pp. 160-170.

Foucault, M. “Poder y Saber”. El poder, una bestia magnífica. Sobre el poder, la prisión y la vida. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2012, pp. 67-86.

Quijano, A. “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”. La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Lander, E. (Comp.). Buenos Aires, CLACSO, 2000, pp. 122-151.



Deja un comentario