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Rutas narrativas en Tucumán

Siglo XX al nuevo milenio

Liliana Massara (Universidad Nacional de Tucumán)

En algunos casos, la postdictadura es una marca de pertenencia: la “democracia de la derrota”, es decir, la de una nación atravesada por la impunidad y los fantasmas…En otros casos, la marca tal vez esté precisamente en algo opuesto: un cambio de clima social que lenta pero persistentemente fue imponiéndose…

Elsa Drucaroff

Las reflexiones aquí expuestas, muestran una dinámica del campo literario tucumano, dentro de la literatura argentina del Noroeste. El propósito es observar y revisar los movimientos de este campo, sus continuidades y desvíos frente a la tradición, a partir de la democracia de 1983 hasta el año 2016 del nuevo siglo, cuestión que puede ser compleja dado que se trabaja sobre un tempo y un tiempo cercanos al acontecer de la escritura, en procesos de búsqueda más que de asentamiento. Con tal objetivo, realizo una selección panorámica de algunas producciones que tienden a mostrar un espacio heterogéneo, diverso en tanto hay muchos frentes derivados de la convivencia generacional. En consecuencia, el campo literario se materializa en tensión; se fisuran modelos y se percibe un proceso de resignificación de la cultura y la política para pensar los estados actuales de la sociedad en relación con nuevas perspectivas ideológicas y proyectos de país.

Pensar este período, adicto a los cambios en el ámbito de la tecnología y el universo digital, supone observar quiénes escriben: los autores en sí, sus modos estéticos y cómo circulan sus bienes simbólicos en un espacio que sigue esgrimiendo ciertas disputas de índole hegemónico entre Buenos Aires y las provincias.

Tanto poetas como narradores propician escrituras que van al quiebre con la tradición. Algunos pactos literarios confrontan lo realizado por otras generaciones, al considerar ciertos paradigmas “trasnochados” y atávicos, pero no tienen aún posiciones definidas. En algunos casos se perciben “rebeldías” en el hacer creativo, proclives a desvanecerse, tal vez por excesos de experimentación sin sostenes discursivos concretos, particularmente en la narrativa.

En la prosa, hay propuestas difusas, otros están en la búsqueda y no disponen un programa escriturario claro, (hay colectivos y editoriales independientes que fomentan nuevos paradigmas). Lo cierto es que, en la selección de narraciones realizadas para esta oportunidad, entre 1983 y 2016, el campo literario tucumano se dispersa en múltiples variantes, aunque la tradición realista se asienta en continuidades.

Algo fluye dentro del ámbito literario, pero no se sabe bien qué todavía, es aún difuso. Se desliza tenue el intento de una narrativa no pintoresca, más sugerente o sugestiva en el modo de nombrar, confrontativa, pero sin una ruta estética afianzada. Están en la transición, en el buceo; deviene de grupos universitarios, de ciertas teorizaciones y de la crítica con la que se vinculan. Se gestiona el objeto creativo desde los lectores estudiantes, suele ubicarse en el centro de la escena literaria capitalina, reconocida por cierto espacio intelectual, universitario, con durabilidad transitoria, o bien, mantenerse aislada, a la espera de un lector gestor, o, a través del periodismo cultural hegemónico, todavía reacio a predisponer de espacios para los autores tucumanos.

Vientos de cambio hacia fines del siglo XX

En Tucumán la flexibilidad cultural fue difícil[1], los deseos de innovación en la prosa se confirman a partir de los años 70 y se destacan en los 80. Ciertas manifestaciones literarias se desplazan hacia los bordes y cada tanto los rescata el ámbito académico, tal como ocurre con la obra de Osvaldo Fasolo,[2] reconocido desde el espacio de la crítica con El hombre que yo inventé, (1975) –poemas y cuentos–.

Tucumán, en su narrativa, insiste en la perduración de una tradición realista, descriptiva y lineal[3], efecto de una sociedad y de un lector burgués conservador; no se realizan escrituras experimentales, salvo propuestas como las de Julio Ardiles Gray; los escritores heterodoxos continúan bordeando el sistema literario de su “zona”. Muchos (Ivo Marrochi, Osvaldo Fasolo, Francisco Galíndez, Ramón Alberto Pérez, Francisco Julia, David Lagmanovich, que escriben desde Tucumán) se ubican en los márgenes del sistema literario argentino/tucumano, con alguna excepción como Lagmanovich o Julia, por sus vínculos con la universidad y el periodismo cultural.

Respecto de la aparición de lo nuevo, entendida como negación a lo anterior, y a veces, como negación a la tradición misma, Theodor Adorno en su “Filosofía de lo Nuevo” (1984: 5) expresa que “lo nuevo” elabora su materia textual aplicando la lógica de la diferencia, sutil o no, y considera que puede ser más perceptible, a veces, aquello que le precede, material del que se dispone para generar la diferencia con lo que acontece, (la que de lo contrario no se produciría) en el momento presente de su aparición. Los “vientos de cambio”, generan desestabilización, incertidumbre, o rechazo. Lo diferente que acontece requiere de un tiempo para comprobar su potencialidad; para ser tal, tiene que manifestarse en perspectiva de futuro no de inmediatez; una aprobación dispuesta por un lapso temporal, una posibilidad con acciones perdurables y resistentes, y que no sea sólo un movimiento de moda, intervenido por el mercado. Mucho más valor es que, el quiebre con la tradición, así como las disrupciones o la experimentación acontezcan por una cuestión de índole cultural, histórica, y no por esnobismo, o simple ambición personal, razón por la cual, alguna literatura ha tenido, y tiene en la actualidad poca presencia y recepción.

Respecto a la narrativa tucumana, la selección de un corpus de autores y textos que resulte, tal vez, arbitraria, me permite diagramar un posible campo literario con escrituras de la “zona”,[4] con escritores radicados en Tucumán, ya que algunos como Máximo Cheín, desde Buenos Aires, construye una narrativa urbanizada citadina, no representativa del ciudadano tucumano; se roza más con el sujeto de ciudad cosmopolita; en su obra convergen concepciones del arte contaminadas de un canon rioplatense, pero con un producto literario interesante.[5]

De las últimas dos décadas del siglo XX, selecciono a Hugo Foguet y Eduardo Rosenzvaig, como casos paradigmáticos en la hibridación y disolución de los géneros, con la ciudad como locus; con la reinstalación de la experimentación formal, con desplazamientos al pasado histórico de la región, del continente, registrando una prosa que se articula con los ejes de la historia, que, desde la escritura de Piglia, se aboca a buscar formas nuevas para narrar los hechos acontecidos después de la última dictadura: cómo hablar de ciertos sucesos traumáticos, sin nombrarlos (Piglia, Respiración artificial, 1980) Esto sugiere apartarse del realismo tradicional y aventurase a narrar desde procedimientos borgianos, y en relación con un canon rioplatense, ya establecido en estas décadas: Borges, Walsh, Piglia, Saer. Otros, menos convocados, como Cortázar o Bioy, convergen en lo fantástico con autores como Rogelio Ramos Signes.

En contraposición, la escritura de Osvaldo Fasolo y Dardo Nofal tienden a la simplificación narrativa, aunque con algún movimiento sutil que percibe pequeños intentos de transformación para salirse del realismo formalmente clásico.

El caso Fasolo, es una especie de provocación, se dispersa en otredades, sale hacia los bordes de la ciudad, lo seducen los márgenes, y concibe su discurso a partir del planteo de una problemática social de discriminación, incitando a la innovación según ciertos formatos, al modo de las novelas de Puig, estableciendo una posible continuidad genealógica.

En El Ángel de Fasolo (1994) la presencia de la muerte y un velorio, incorporan al texto, la parodización “rumoresca” de un coro de voces por donde ingresa una importante cuota de humor “deshumanizado”, descarnado, articulador de la risa; construye una forma de “barbarie” de lo vulgar y del margen. Fasolo representa los suburbios tucumanos, de su gente, de sus actividades, no ortodoxas para la clase burguesa; hace del humor, la ironía y la exclusión social, la marca de un estilo, sumando la intermediación de la hibridez genérica, apelando a una heterodoxia popular.

Una lágrima por el cóndor (1995) de Dardo Nofal retoma el registro autobiográfico y relata los años 77 y 78 de la Argentina y la historia de un crimen que enmascara las prácticas de la dictadura, apela a evocaciones de la niñez, hasta su adultez, recomponiendo etapas políticas del peronismo, la suma de fracasos, con un relato, transparente y ordenado.

Encuentro en este período, dos líneas: una, de impulso experimental, y otra, sostenida en ciertas continuidades de la tradición, pero quebrando el realismo pintoresquista. Una que acomete con un lenguaje grandilocuente que se cruza entre lo cotidiano y popular y lo abigarrado de la erudición borgiana. Esta primera línea “letrada” procede a “contrariar” la tradición, no reniega de ella. La segunda línea, apegada a la continuidad del realismo tradicional, tiene un contenido sedimentado en sus formas, con trazos de sostenida referencialidad[6] y acentuada crítica social, propiciando “una literatura de raíz realista” como dice Lagmanovich (2010: 43).

Puertas de entrada al nuevo milenio. Algunas rutas estéticas en el siglo XXI

Hubo en Tucumán, un campo literario “privilegiado” a fines del siglo XX. El espacio del arte, actualmente, continúa eclipsado por la poesía, con la variabilidad y los desvíos estéticos que obedecen a las diferentes generaciones que conviven en el mapa cultural del presente, entre los nacidos en los años 50 y las próximas generaciones más jóvenes, nacidos a partir de los 70. En esta última etapa se observa el quiebre de los proyectos escriturarios, con la negación de la metáfora, con un lenguaje recargado de cotidianeidad, un lenguaje que nombra lo que no se podía nombrar, con los excesos de lo urbano y suburbano; una orfebrería del lenguaje muy diferente entre unos y otros, que deriva en una maquinaria no decantada todavía. Numerosas manifestaciones líricas, microrrelatos, relatos breves, antologías que se operativizan a través de editoriales independientes y circulan mediante jornadas y encuentros culturales.

En el ámbito de la novela y el cuento se avizora una narrativa todavía esporádica; el mapa conforma un espacio, extendido, disperso, amorfo, a menudo, contagiado por la premura de publicar. Hay muchas ventanas abiertas, líneas que se cruzan o se trazan paralelas, con invenciones disímiles, con intenciones diferentes, como una divagación de paseantes, que se reinscribe en una genealogía, o confronta a través de la construcción de distopías, género incipiente que confronta genealogías y busca posicionarse.

Rutas de la ficción narrativa

1. Representaciones del “terrorismo de estado”, mediante la novela realista, comprometida, de crítica social, de dolor reprimido y de no olvido, persiste en Dardo Nofal con La prisión de bautista (2001), novela de borramiento de identidades, situado a 20 años del Golpe militar. Se indaga a partir del recuerdo de un niño que ha perdido su nombre, y anclado en una villa miseria, con los avatares sociales que viven allí tantos marginales, el personaje bucea en su interior en busca de verdades posibles. Su última novela, Matar para morir, (2006) cierra esta trilogía que había comenzado con la ya mencionada Una lágrima por el cóndor, (1995). En Matar…, integrantes de bandos opositores y de antiguos rencores de la época activista, reviven la historia política del país con sed de venganza.

Bernardo Vides Almonacid –1953– en La patria de los herejes (2016) construye, desde el presente en Buenos Aires, el pasado, los años 70 en Tucumán, con un realismo social de fuerte anclaje en lo político. Un espacio ideologizado que refracta un país de antinomias, imprevisible ante las prácticas del poder; tensiones permanentes con dosis de misticismo religioso y de misterio.

Horacio Elsinger con La novela perdida (2016), se atreve a la fragmentación; más desafiante con las formas, un periodista, en los años 70 pierde una novela sobre la rebelión obrera de los ingenios azucareros a principios de siglo XX, y trata de reescribirla, consciente de su enfermedad y de la fragilidad del tiempo. En simultáneos planos de voces, narra el hijo del periodista, planteando conflictos políticos y generacionales en el cruce con un discurso metatextual que va a la búsqueda de una identidad.

 

2. Modos del policial: en esta línea lo social se corporiza en los modos del policial que transcurren en los bordes de la ciudad, en suburbios, con la clase proletaria, con la lumpenización, diseñando una geografía marginal de la pobreza, de la corrupción y del crimen. Horacio Elsinger publica La virgen de los ojos cerrados, (2014) en el cruce periodístico con los modos de la investigación policíaca. El periodista Esteban Diriart pone el cuerpo e ingresa al mundo de una secta religiosa, abocada al oscurantismo y a la catástrofe. Una forma de ingresar al infierno manipulando mentes, e ir fusionando lo esotérico con la intriga y la investigación.

El policial que deviene sociedad del presente, sencillo, a la manera minimalista en el caso del escritor Juan Ángel Cabaleiro, autor que se involucra en el campo literario por su inteligente “autogestión”, apelando a los márgenes del centro capitalino. Es El caso Dorindo, (2016c) una historia del hampa tucumana, un secuestro en San Miguel de Tucumán, ficcionalizado en el Gordo Reyna. Este personaje se reitera en otros textos, configura subjetividades tenebrosas, violentas, marginales, con un realismo “sucio”, donde el grotesco, lo cotidiano y el quiebre de convenciones del lenguaje, construyen ambientes peligrosos y sórdidos. Se narra a partir de estereotipos que funcionan para el mercado editorial. El autor ha rescatado este género popular, y ha conseguido ingresarlo en la lectura escolarizada.[7]

 

3. Lo auto-bio-gráfico: ruta con un fuerte giro subjetivo e intimista. Una novela de viaje y de aventura de Máximo Olmos, Tanto viaje, (2015)[8] en la que el biógrafo va entramando la vida de Secondo Gasparini, en el cruce con lo autobiográfico; el recuerdo se entrama con la presencia del fascismo, mostrando las paradojas entre arte y guerra, y cruces de versiones con el biógrafo y del nieto. La aventura de cruzar el océano, el desarraigo en América, la crisis de identidad, los cruces de culturas, los “embates del corazón”.

Fabián Soberón publica Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez. Relato de vida con la sencillez del amor maternal, pero tejida de entrecruzamientos entre la autobiografía y la biografía, (ella su madre y él su hijo que se cuenta a sí mismo) en la que convergen los restos de Diario de Roland Barthes que escribió a raíz de la muerte de su madre. La diferencia está en que el escritor francés lo hace para elaborar su duelo, y Fabián Soberón, para exorcizar la muerte y para loar la vida desde la experiencia vital de la paternidad del narrador.[9] Un cinéfilo que entrecruza la veta del cine y su formación en el periodismo cultural.[10]

 

4. La novela del delirio y el amor: Clademira y el vuelo (2013) de Silvia Camuña, roza lo surrealista mediante la experimentación formal y los modos de nombrar, de dar significados a la palabra, con la imaginación, a veces, en los bordes del delirio, como si fuera impulsado por una locura, devolviendo a la realidad una presencia irreal; un fluir fragmentado, estarse en el límite, entrecruzando discursividades disímiles que se flexibilizan y potencian por la inclusión de lo mágico en la significación del lenguaje, intercalando estructuras del microrrelato[11], en la invención de realidades paralelas que bordean lo fantástico.[12]

En el tema amoroso, también se diseminan modos, dada la diferencia generacional, confrontando estéticas, entre lo absurdo y ambiguo de Camuña, por ejemplo, y la novela de Rogelio Ramos Signes, La sobrina de Úrsula, (2015) de la que el escritor dice estar expresamente pensada en “formato realista”. Isabel Juárez relata. Se construye una época a través de otras disciplinas artísticas como la música con grupos británicos del rock progresivo del 67: el cine con Love Happy con Marilyn Monroe, la literatura japonesa con Yasunari Kabawata desde su novela, El sonido de la montaña, (1969), entre otros textos culturales que encaja entre tiempos y artes diversos: enlaza literatura, música y cine, se define a una generación sesentista. ¿Un intento de refundar la novela realista?[13]

Conclusión

La ficción narrativa, en el sistema literario tucumano transita por una convivencia generacional, manifiesta en la selección aquí realizada.

El objeto simbólico libro ha comenzado a visibilizarse a través del surgimiento de editoriales industriales y artesanales que aparecieron en el medio, y permiten gestionar por mayor circulación,[14] además del trabajo que se realiza por vía virtual.

Ruptura / tradición, muy confrontativas; en su primogénito vínculo, no se rechazan, se necesitan, y ambas conforman el sistema. Esta combinación supone una articulación en la que se anudan y desanudan diferentes usos y prácticas, valoradas, o no, que están en tensión, propia de la historia literaria; movimientos en pugna que se producen dentro del campo en relación con los contextos y las edades de los autores, y que, por lo tanto, conlleva el cambio de determinados paradigmas, que se aceptan, se rechazan, se complementan, en la alternancia de posiciones resbaladizas o amenazadas dentro de la conformación del campo. Son procesos de permeabilidad e impermeabilidad que, en el presente, muestran visos de transformación; surge la necesidad de innovar en los más jóvenes o no[15], según qué generaciones “ideologizadas” sean las que escriben y cuáles sus lectores.

Respecto de las producciones, a través del breve mapeo expuesto, se pueden percibir distancias estéticas y culturales. Por un lado, estalló la fragmentación y el coro de voces, multiplicando versiones de la historia; una primera línea literaria con pretensión de totalidad en la novela, una continuidad de lo que existió en los 60. Un gesto de negación con la tradición, de ruptura profunda con el legado anterior: rompen los límites entre los géneros, apelan al collage, a las citas; quiebran con la tradición realista pero no la rechazan; ostentan con la crisis de las formas. Hay una conciencia hiperliteraria en un grupo pequeño de escritores en los 80 y 90, que luego se paraliza. Por otro lado, la ruptura no alcanza a constituir, todavía, un acto totalizador y un quiebre conjunto de fuerte posicionamiento.

Mientras el género lírico se multiplica en la diversidad, en donde destaco la presencia de la escritura de mujeres, algunos jóvenes, en un nuevo mapa literario construyen un “hiperrealismo” de lo cotidiano donde todo se nombra sin prejuicios. Apelan a un “aggiornamiento” cultural e imponen una retórica de la era global, de lo virtual, con alguna tendencia a la experimentación formal.

Hay disrupciones y experimentación; una práctica escrituraria en el límite con lo ambiguo y absurdo: Elsinger admite persecución por lo formal; Rogelio Ramos Signes replantea el absurdo y la ambigüedad cuando apela al fantástico; Fabián Soberón cuando sale de lo exclusivamente autobiográfico cruza discursividades diferentes; Silvia Camuña, avanza por la ciudad con sujetos descentrados, al borde de la locura, entre lo residual surrealista y diversidades discursivas, con la aparición de otredades que circulan buscando su lugar de identidad.

En otros escritores, persisten los estereotipos, el realismo minimalista, sucio, suburbano, descriptivo, sencillista, de Cabaleiro, un policial de esencia norteamericana, mediante un realismo sostenido en la claridad escénica y en el brote de la violencia y lo marginal.

Tal vez, siguiendo a Canclini, en el nuevo milenio, la pregunta es: ¿estamos atravesando por una estética de la “inminencia”, o, una nueva vanguardia? El tiempo decantará las identidades escriturarias, no hay concreciones ni posiciones definidas todavía.

Bibliografía

Adorno, T. W. Teoría estética, Barcelona, Hyspamérica Argentina, 1984.

Cabaleiro, J. A. Como me hice un asesino y otros cuentos. Tucumán, Ediciones de autor, Taller LiterarioTucumán, 2016a.

La verdad sobre el caso R.C. Tucumán, Ediciones de autor, Taller literario Tucumán, 2016b.

El caso Dorindo. Tucumán, Ediciones de autor, Taller literario Tucumán, 2016c.

Viaje a Walden, Tucumán, Ediciones de autor, Taller literario Tucumán, 2016d.

El secreto de la quebradita. España, Reino de Cordelia, 2017.

Masacre en Lastenia. Tucumán, EDUNT, 2019.

Camuña, S. Clademira y el vuelo (al dorso: Relato en son para Mala). Tucumán, Culiquitaca Ediciones, 2013.

Cheín, M. Salir a la nieve. Buenos Aires, Fundación El Libro, 2017.

Elsinger, H. La virgen de los ojos cerrados. Buenos Aires, De los cuatro vientos, 2014.

La novela perdida. Tucumán, EDUNT, 2016.

Fasolo, O. El Ángel. Tucumán, Asociación Argentina de Lectura, 1994

El hombre que yo inventé. Buenos Aires, Rodolfo Alonso Editor, 1975.

Lagmanovich, D. Ensayos sobre la literatura de Tucumán. Tucumán, Fundación Miguel Lillo, 2010.

Nofal, D. Una lágrima por el cóndor. Buenos Aires, Corregidor, 1995.

La prisión de Bautista, Buenos Aires, Corregidor, 2001.

Matar para morir. Buenos Aires, Corregidor, 2006.

Olmos, M. Tanto Viaje. Biografía de Secondo Gasperini, Tucumán, Ediciones Trompetas. 2013

Piglia, R. Respiración Artificial, Buenos Aires, Six Barral, 1980.

Ramos Signes, R. La sobrina de Úrsula. Tucumán, Culiquitaca, 2015.

Por amor a Bulgaria. Córdoba, Ed. de la Municipalidad de Córdoba, 2009.

En los límites del aire. Revista Péndulo. Buenos Aires, Ediciones de la Urraca, 1986.

Diario del tiempo en la nieve. Buenos Aires, Minotauro 2° época, 1985.

Las escamas del señor Crisolaras. Buenos Aires, Minotauro, 1983.

Soberón, F. Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez, Tucumán, Culiquitaca Ediciones, 2013.

La conferencia de Einstein. Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, 2007.

Vides Almonacid, B. La Paria de los herejes, Tucumán, Humanitas, UNT, 2016.


  1. No hay que olvidar que la conformación cultural deviene del proceso político/militar conducido durante la dictadura, y luego, la gobernación de Bussi que significó una anestesia productiva del campo simbólico durante décadas, desde el cierre de ingenios, incluso, durante los primeros tiempos de la nueva democracia.
  2. Osvaldo Fasolo, (1937-2012): El Ángel (1994).
  3. La escritura realista tradicional mantiene un narrador omnisciente que controla todo el texto, devenido, posiblemente, de un Estado controlador y conservador; huella ideologizada de un tiempo político.
  4. El período revisado toma los años 2000 y 2016, advirtiendo un campo literario más aventurado a las rupturas en los jóvenes nacidos en los 80 que comienzan a publicar a partir de 2017.
  5. Máximo Chein: Salir a la nieve (2017), premio, Fundación El Libro en 2016. Cuenta también con crónica y novela.
  6. Esta selección es sólo un muestreo de dos décadas en que la literatura tucumana, con escritores de generaciones cercanas, radicados en la provincia apelaron a estéticas disímiles.
  7. Juan Ángel Cabaleiro, residió en España entre 1999 y 2013. Sus Cuentos de las dos orillas, ganó el concurso Nacional de cuentos Adolfo Bioy Casares en 2103. Su obra publicada, además de la premiada consiste en cuentos y novelas: Cómo me hice un asesino y otros cuentos (2014), La vida bochornosa del negro Carrizo (2015-2019), Viaje a Walden (2017), El secreto de La Quebradita (2017), La verdad sobre el caso R.C. (2018), Masacre en Lastenia (2019). Obtuvo el premio Francisco García Pavón de narrativa policíaca, 2017.
  8. Esta biografía de Máximo Olmos, ficcionalizada, fue escrita por encargo de la familia del músico.
  9. Esta biografía de Soberón, al modo de apuntes, coincide en un punto con La novela perdida (2016, Edunt) de Horacio Elsinger, en el tono intimista, el giro subjetivo/afectivo, a través de la representación de la relación padre / hijo que, salvando diferencias, está presente en ambas novelas.
  10. Fabián Soberón escribe La conferencia de Einstein, (2006) narrada por Ariel, un estudiante de ingeniería que va a Rosario en busca de un padre fantasma. El entramado es marcadamente híbrido, hay restos autobiográficos, biografías de pintores, metatextos reflexionando acerca de la literatura. Novela de viaje, Tucumán, la Patagonia, Jujuy, el enclave con la astrología y la relación con la literatura argentina, el planteo de lo nacional, a partir de la búsqueda del padre. Novela inconclusa, sin el padre, o un fantasma que pretende acabar con cierta tradición.
  11. El microrrelato, un género que se extiende gradualmente. En Tucumán su maestro fue y es David Lagmanovich. La Asociación que lleva su nombre, integrada por escritores como Ana María Mopty, Mónica Cazón, Julio Estefan y quien escribe, son gestores y divulgadores de este género en Tucumán, en el país y el continente.
  12. Clademira y el vuelo de Silva Camuña tiene un juego de estructura editorial especial, ya que es una nouvelle breve, y desde la contratapa, aparece otra historia, Relato en son para Mala, que experimenta con el lenguaje; un proceso de escritura delirante, un laboratorio con un lenguaje que se metamorfosea para ser niña y mujer a la vez. Historia de una transmutación que apela al cambio: romper con los mandatos maternos y sociales: “Y si pudiera se comería el mundo para no sentir la intemperie” (28).
  13. Rogelio Ramos Signes, un escritor radicado en Tucumán desde 1972, que ha escrito en todos los géneros, incluido el ensayo. Ha trabajado en cuento con soltura y ha experimentado con el fantástico en Las escamas del señor Crisolaras, (1983), Diario del tiempo en la nieve, (1985), y en la nouvelle, En los límites del aire, de Heraldo Cuevas, (1986). Con la novela, Por amor a Bulgaria, (2009), obtuvo el premio del concurso Luis José de Tejeda de la Municipalidad de Córdoba en 2008.
  14. Editoriales industriales: Monoambiente, La Cimarrona, Minibus, Ediciones del Parque; otras, artesanales: Gato Gordo, Gerania, Inflorescencia, Plata & Vicio.
  15. Luego de la dictadura y con el gobierno de Bussi hubo un llano productivo que se quedó en la poesía amorosa, en la elegía y el canto a la naturaleza.


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