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Heterodoxia en escrituras contemporáneas de la Patagonia

Hina Ponce (Universidad Nacional de Córdoba)

La patagonia ingresa al relato occidental

como una desmesura observada con ojos imperiales

y dicha por una lengua colonial

 

Luciana Mellado

Este trabajo es parte de un trabajo mayor con una serie de novelas de escritores patagónicos y foráneos a la región Patagónica que conforman el corpus de análisis en mi proyecto doctoral. La hipótesis central que guía este trabajo es que existen formas distintas de comprender y construir la Patagonia según el lugar de enunciación, es decir, si se trata de escritores patagónicos (nacidos o residentes en la región) o escritores foráneos. Para esa tarea abordaré las obras: ​Los buscamuertes (2014) de Pablo Yoiris y​ El país del viento (2003) de Sylvia Iparraguirre. Si bien la heterodoxia es un concepto nodal del trabajo, se trabajarán paralelamente otras líneas de discusión como ​imaginario, ​frontera/frontería y territorio/identidad​.

I. Palabras iniciales

Ahora bien, entiendo que la heterodoxia funciona como categoría siempre relacional e histórica, de profundidad histórica:

La heterodoxia es la disparidad el riesgo, la confrontación, pero siempre en el marco de una serie de relaciones dadas y asentadas. No se puede ser heterodoxo simplemente por el hecho de serlo, o de forma independiente de las situaciones contextuales. Es decir, que quienes se definen como heterodoxos están adoptando una posición diferenciada (Corona Martínez 2013: 10).

Esta categoría me permite pensar a la literatura de y sobre la Patagonia en términos dicotómicos y en una serie de relaciones que la semantizan y le dan forma; dichas dicotomías son: literatura de la Patagonia/literatura sobre la Patagonia, literatura regional/literatura universal, escritor patagónico/escritor argentino, identidad cristalizada/identidad construida, territorio propio/territorio ajeno. De esta manera, la construcción de la heterodoxia como categoría teórica y analítica en relación a las obras literarias no es una noción cerrada y acabada, sino que por el contrario me permite abrir nuevas aristas constantemente ya que me permite comprender a la Patagonia como región en la que confluyen construcciones escriturarias disímiles que dialogan y tensionan permanentemente.

En ese sentido, entiendo a la Patagonia como una región que ha sido construida a través de un relato, de una narrativa fundacional (Mellado 2019: 8) un relato que construyó un imaginario sobre el paisaje, los sujetos y sus vínculos o sus tránsitos. Desde el siglo XVI la Patagonia fue atravesada por la escritura y se constituyó como un territorio de circulación de cultura escrita (Torre 2010). En la actualidad existen escritores que reinterpretan la región desde una nueva perspectiva, no son extranjeros que visitan la región sino que son sujetos que nacieron o han elegido esas latitudes para instalarse y que disputan con ese relato heredado; asumen y legitiman la Patagonia como lugar de enunciación. Es decir, que a pesar de que encontramos ​definiciones identitarias e imaginarios de la región que perduran en la producción actual, también encontramos otras que revisan, revitalizan, critican, fagocitan, en pos de construcciones nuevas, en espacios nuevos, con y productores nuevos. Por este motivo, leo la producción escrita ​de ​ y​ sobre ​ la Patagonia siempre en diálogo porque es en ese vínculo intertextual en el que pululan sentidos nuevos sobre los que me interesa indagar.

II. Patagonia para Iparragirre

Para leer las obras que se convocan en este trabajo desde la heterodoxia y en relación con esa ​narrativa fundacional me propuse plantear algunas ideas (que comulgan con el relato fundacional patagónico, y que al mismo tiempo lo ensanchan) desde las que considero que esta categoría puede funcionar: ​la Patagonia como peligro; y ​la Patagonia como exotismo.

La Patagonia como peligro refiere a la construcción cristalizada que hemos leído en innumerables ocasiones, por ejemplo, en Echeverría, Sarmiento, Zeballos escritores que construyen el espacio patagónico y los sujetos que lo habitan como peligrosos, acechadores, como una malignidad latente, salvaje, incontrolable. Ese imaginario se reescribe en varios relatos de Iparraguirre aunque también hay líneas de fuga a las que me referiré más adelante. El país del viento de Iparraguirre reúne un conjunto de relatos que ocurren en distintas épocas y en distintos lugares de la Patagonia. En la contratapa de la edición de Alfaguara dice que los relatos se desarrollan en:

Un paisaje marcado por una soledad salvaje y los embates de una naturaleza turbulenta, marineros, presidiarios, colonos, náufragos y buscadores de oro que enfrentan con heroicidad, humor y valentía las que les propone esta última frontera[…] Los lectores de cualquier edad podrán compartir con los personajes el vértigo de vivir en el confín del mundo (s/d).

Desde esta descripción, la Patagonia es pura naturaleza que además de hostil, es vertiginosa, implacable, singular y aterradora todo al mismo tiempo.

El primero de los relatos “En el sur del mundo” se ubica en Chubut en 1866. Sabido es que las colonias galesas tuvieron un desarrollo peculiar en la provincia y que tuvieron buenas relaciones con las comunidades tehuelches con las que estrecharon vínculos. La narración se centra en las percepciones de Dylan que es el hijo de una familia de galeses que llegaron a instalarse en la Patagonia y su hermana nace en el transcurso del relato. Desde el asentamiento galés creen ver un malón de indios tehuelches merodeando, lo primero que genera es miedo, sin embargo, hay quienes piensan que puede no ser un presagio de ataque sino curiosidad, un afán de comunicación. Los indios se ven humanizados solo en el final del relato, antes, por un lado, se los describe como partes del paisaje que observa Dylan, es decir, visibiliza análogamente la estepa y los indios, y por otro lado, se los animaliza (pensemos en los indios vampirizados de Echeverría): aquí los indios son astutos como gatos, corren como potros, etc. Por otro lado, en “El faro” ambientado en Cabo los Hornos en 1932 la autora suma al peligro que acecha en la Patagonia, la locura. Donovan es el personaje principal del relato, y relevado de su puesto por perder la cordura, producida por un lado por la soledad; pero también por el frío, el viento, los engaños del mar: ​“no había nada de nada, salvo el mar, las tormentas y las hogueras de los indios” (Iparraguirre 2009: 46). Es decir, que la configuración de la Patagonia como desierto y como vacío produce en este caso temor porque al mismo tiempo hay una construcción de la locación como desconocida. Por eso, a pesar de su soledad, Donovan se siente constantemente en peligro, lo inquietan los murmullos del viento, el mar lo engaña permanentemente, siente que el faro es un lugar como tantos otros de estas latitudes que repele a sus visitantes. Algo similar le ocurre al protagonista del relato “La tormenta” ambientado en la Isla de los Estados en 1902. Novello queda abandonado en la isla: ​“Las corrientes marinas y la niebla eran temibles en la isla, hacían naufragar los barcos estrellándolos contra las piedras como si fueran barriles vacíos” (Iparraguirre 2009: 75). ​

Se sentó en una roca y estaba comiendo una galleta cuando una piedra cayó por detrás de su espalda y rodó hasta el borde de la rompiente. Le pareció ver una sombra, que desaparecía arriba. Tratando de tranquilizarse, caminó por la base del acantilado. ​ (Iparraguirre 2009: 77)
Animales salvajes desconocidos, algún ser extraño y furioso de la isla, tomaron formas caóticas en la mente de Novello. (Iparraguirre 2009: 78)

 

Más adelante, Novello se encuentra con un presidiario mutilado con quien mancomunadamente puede sobrevivir, sin embargo, la noción de peligro al acecho se mantiene constantemente.

En los relatos que he recorrido si bien se emparentan con algunas líneas escriturarias pertenecientes al relato fundacional también afloran las zonas de contacto, la frontería en términos de Trigo (1997). Considero pertinente aclarar que durante la segunda mitad del siglo XIX se produjo un importante volumen de obras agrupadas bajo la denominación “Literatura de fronteras” (Batticuore, 2008; Torre 2010), en la que se encuentran dos líneas de escritura:: la oficial (Estanislao Zeballos); y la heterodoxa, cargada de las tensiones mismas de la zona de fronteras, la porosidad y los intercambios, entre cuyos autores podemos nombrar a Santiago Avendaño, Lucio V. Mansilla, Manuel Baigorria y Ramón Lista, entre otros (Bocco 2013). Esta segunda línea de mediadores que adoptan (nunca sin resistencias) en algunos casos la voz del “otro” (los nativos de la zona), estos “renegados” (Aliaga 1998) o heterodoxos (cautivos, exiliados, desertores, inmigrantes galeses, por ejemplo) asumen una posición disidente que desafía la línea oficial y ortodoxa. Dentro de la línea heterodoxa y desafiante de la literatura de frontera podemos leer los relatos de Iparraguirre. En ellos encuentro las tensiones permanentes de la zona de Fronteras. “En el sur del mundo” el narrador menciona la preexistencia de los indios en esas tierras: ​

Son los de esta región desde que se tiene memoria. Se han hecho tratados, el gobierno a veces les ha pagado por sus tierras, muchas veces no es posible, es casi seguro que nos hayan observado desde que pusimos el pie aquí y es posible que también que quieran acercarse ​ (Iparraguirre 2009: 17).

Por otro lado, cuando llega el momento de encuentro entre tehuelches y los colonos, la madre de Dylan se abre camino entre los hombres y le entrega a su hija a una mujer tehuelche. Podemos leer este acto de entrega como una ofrenda, como muestra de respeto, como acto de buena fe, es decir en la entrega de una hija (con el orgullo de ser de “sangre galesa” que siente esa madre), es esta acción la que habilita a que los colonos y los tehuelches estrechen sus manos.

Por otro lado, Novello en el relato “La tormenta” solo puede sobrevivir porque se apocopa al presidiario. Es decir que en ambos relatos encontramos las líneas de fuga al relato fundacional a partir de los contactos intersubjetivos que se desarrollan entre los personajes que dan cuenta de la porosidad de la frontera.

La segunda idea que me interesa profundizar es la de la Patagonia como exotismo. En el relato “24 kilos de oro” ambientado en 1888, narra una época históricamente familiar: “Era la fiebre del oro. En aquel desierto salvaje donde dominaba la ley de la bala, el método y el orden del ingeniero lo habían convertido en el primer explorador de la Tierra del Fuego” (Iparraguirre 2009: 46). El ingeniero nombrado es Popper que ya tenía 24 kilos de oro y sus trabajadores: el Chatarra López, el chilote Jacinto y el yugoslavo cuidaban con esmero y con miedo a las represalias del ingeniero. En el relato lo exótico se vincula con la singularidad del territorio que es Tierra del fuego en este caso pero al mismo tiempo con la riqueza del territorio, con el “pingüe patrimonio” de Echeverría, por ejemplo. Sin embargo y como en los relatos anteriormente nombrados el imaginario se resquebraja cuando el botín de oro se ve amenazado por un grupo de indios que amenazan con robarlo y paradigmáticamente logran su cometido por la participación de sus mujeres, y cinco hijos quienes huyen con el botín, secundados por sus maridos. Los indios no sólo superan en número a los buscadores de oro, sino que también son más astutos: aguardan en los arbustos para realizar el ataque, gritan como guanacos para llamar la atención, conocen el terreno por el que tienen que huir y desde ahí se produce una transfiguración del exotismo: la Patagonia es exótica, para quienes están allí de paso, para estos extractivistas, sin embargo, es la experiencia de habitar en la Patagonia la que produce la eficacia del golpe al ingeniero del oro.

III. Patagonia para Yoiris

Partiendo de las consideraciones de que la literatura de fronteras tiene dos líneas de escritura: la oficial y la heterodoxa que ya mencioné anteriormente, encuentro que los escritores patagónicos retoman la posición desafiante de la literatura de frontera heterodoxa para promover una ruptura; encontramos en ello un gesto emancipador respecto al imaginario construido por otros. El punto nodal de diferenciación resulta el lugar desde el que se enuncia, de esta manera en los escritores patagónicos paralelamente a la (re)construcción estética literaria se manifiesta una (re)construcción identitaria; no se narra el territorio (como lo hacen los escritores “foráneos”) sino​ desde el territorio, en un afán de superar y desbordar el imaginario regional hacia lo universal.

Para Yoiris Neuquén es el lugar en el ocurren las acciones no tematiza el espacio, la importancia se encuentra en las acciones que podrían ocurrir en cualquier lugar pero que, sin embargo, ocurren en Neuquén.

Iparraguirre ambienta el relato “Lila y las luces” en la misma ciudad. En el relato, Lila vive en algún lugar del valle que hermana Neuquén y Río Negro, asiste a una escuela rural donde se espera con ansias al maestro y el préstamo de sus libros. Las luces a las que hace referencia el título del relato son las luces de los autos de la ciudad. En el relato permanece el ámbito rural que en muchas narraciones de la Patagonia encontramos.

Nada de lo que hemos mencionado ocurre en la narrativa de Yoiris. En ​Los buscamuertes, el narrador se encuentra con Rosas, quien viaja a Neuquén en busca de un librero que habría embarazado a una mujer en Tornquist. El dilema no se centra en el reclamo de la paternidad del librero sino que el presente de la narración hay un virus de contagio sexual que no permitía el funcionamiento de los sistemas reproductores humanos y que sumía a la sociedad en una denominada “muerte retrospectiva”, ante la imposibilidad del “regeneramiento”, el suicidio se había vuelto una forma de sacarse el cuerpo, planificada, compartida en muchos casos.

La novela de Yoiris no es heterodoxa solo por estar escrita en la Patagonia o por pertenecer a un género que no vinculamos a la región sino en relación con escrituras previas. Los buscamuertes ​ es una novela de ciencia ficción ambientada en Neuquén, sin embargo, lo interesante de la narración no es la locación, no es la descripción de un espacio otro, divergente, extraño, peligroso y exótico (como sí ocurre en los relatos de Iparraguirre) sino la trama de las acciones. Así, se produce un cambio en el foco de atención, desde el territorio a las acciones que pueden ocurrir, en el que Neuquén es una capital más del territorio argentino. A lo largo de la narración hay una normalización permanente de los elementos o acciones que parecen novedosas, la irreproductibilidad humana, el suicidio, vivir en Neuquén; todo es parte de la vida diaria de los personajes, es decir, que Yoiris se encabalga a temas y géneros que no vinculamos a ciertas regiones y que desde esta perspectiva pueden ocurrir en cualquier ciudad.

El escritor rionegrino Cristian Carrasco en relación a la industria cinematográfica dice:

Deberíamos conocer Tucumán, Rosario, Comodoro Rivadavia, Bariloche, por películas que las tomen como un protagonista más de las historias que en ellas transcurren y no sólo como un decorado exótico, tal y como recuerdo que aparecían en esa racha de películas rodadas a fines de los 90s, donde los directores porteños venían cámara mano a la Patagonia con la pretensión de explicarnos quiénes éramos y dónde vivíamos, lo cual es desde todo punto de vista inaceptable. ¿Quién sino nosotros debería escribir sobre nuestro lugar (sea cual sea ese lugar) y definirnos como la cruza entre vivencias y paisaje que todo ser humano de hecho es? ​ (Carrasco 2018: s/n).

El narrador dice al principio de la novela: ​“No se preocupe, va a poder ver un poco del desierto en el que vivimos, es lo más real que uno tiene a mano cuando viene al sur” ​ (Yoiris 2011: 8). ​“Acá en el sur un viaje así, Cutral Co-Neuquén, es austero en imágenes, es limpio. No invita a asomarse porque no hay motivo, no hay nada” (Yoiris 2011: 9). Por un lado, el uso del nosotros inclusivo con el verbo “vivimos”, es una sugerente marca de pertenencia, un nosotros en contacto de un extranjero que esta narración está personalizado por Rosas un viajero bonaerense. En este sentido considero paradigmático que en uno de los pocos relatos de Iparraguirre en los que hay un cambio de narradores en “HablaKishé”. Aquí encontramos un nosotros, y ese nosotros es una manada de guanacos: ​“somos los dueños de estas tierras sin fin” ​ (Iparraguirre 2009: 107). El jefe de la manada interpela a un lector extranjero:​

Para ustedes que tal vez nunca los vieron diré cómo somos,nosotros,los habitantes de inmensa extensión de las pampas en el sur, exploradores de acantilados y paseantes de arenas desiertas y salvajes. Nuestra cabeza es fina y graciosa, con ojos grandes, lánguidos y oscuros de largas pestañas […] En cuanto al amor por nuestro suelo, diré que mi raza es la única que sabe apreciar la belleza del bosque en invierno, la delicada sombra de las ramas desnudas en la nieve, el gorgoteo alegre del agua bajo el hielo, el brillante salto de la trucha del arroyo en primavera. Aquí vivimos protegidos por el viento, nuestro padre ​ (Iparraguirre 2009: 109).

Me parece interesante que utilice la voz de un guanaco como expresión de sujeto patagónico, si bien es interesante la humanización del guanaco que narra una historia no deja de llamarme la atención que la sensación de pertenencia, la comodidad con el clima y la naturaleza patagónicas se exprese únicamente por la voz de un animal.

Volviendo a la obra de Yoiris, claro está que la ciencia ficción no es el género que se nos cruza por la mente cuando pensamos en la narrativa producida en la Patagonia. Que la narrativa patagónica se desplace del imaginario regional entendido como el pintoresquismo, lo rural y lo histórico ensancha los límites de los narradores de la región y es un gesto a celebrar.

IV. Palabras finales

Yoiris expresa un nuevo lugar de enunciación heteróclito, heterodoxo y desde ese lugar reconstruye el territorio y el imaginario sobre “lo patagónico”. Habitar la Patagonia supone una “territorialización subjetiva” o un “espacio vivido” (Guatarri y Rolnik 2006: 85). Así es que ​la singularidad de Yoiris deviene de la particularidad de su pertenencia patagónica. Existen diferencias significativas entre escribir y ser escrito por otro, en ese sentido considero que Yoiris a través de su producción intenta repensar la posición de escritor patagónico –y joven– y repensar la misma región en su escritura. Sin embargo, considero necesario para comprender las escrituras patagónicas relacionarlas con aquellas que tematizan la Patagonia como la de Iparraguirre. La literatura ha construido un imaginario (Castoriadis 1979), una representación escrita sobre el territorio, la experiencia, el viaje, y los sujetos patagónicos, que ha producido lo que Ángel Uranga denomina el “eco de la letra” (Uranga 2011); es decir, réplicas y relaciones dialógicas que parten de esa construcción cristalizada y estereotipada de la Patagonia, de ese imaginario que produce efectos de realidad, que crea y recrea realidades, subjetividades e identidades. La literatura del sur entonces puede leerse como un murmullo de voces yuxtapuestas cuyos ecos resuenan en la narrativa reciente. Las novelas históricas de escritores “foráneos” (a la Patagonia) que se incluyen en el corpus de esta investigación están ambientadas en la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX. En ellas el dialogismo con la literatura de frontera “heterodoxa” se manifiesta como una continuidad; y asumen esa posición desafiante para narrar contactos, cruces y contaminaciones propias de las zonas de frontera, no se detienen solo en el paisaje. Por otro lado, los escritores patagónicos retoman la posición desafiante de la literatura de frontera heterodoxa para promover una ruptura; encontramos en ello un gesto emancipador respecto al imaginario construido por otros. El punto nodal de diferenciación resulta el lugar desde el que se enuncia, de esta manera en los escritores patagónicos paralelamente a la (re)construcción estética literaria se manifiesta una (re)construcción identitaria; no se narra el territorio (como lo hacen los escritores “foráneos”) sino​ desde el territorio, en un afán de superar y desbordar el imaginario regional hacia lo universal.

Bibliografía

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— “Postas heterodoxas la literatura de fronteras”. Mapas La Heterodoxia. Corona Martínez, C. (Comp.) Córdoba, Editorial Babel, 2013, pp. 87-112.

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Un mundo ch´ixi es posible. Buenos Aires, Tinta Limón ediciones, 2018.

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Torre, C. ​Literatura en tránsito. La narrativa expedicionaria de la Conquista del desierto. ​ Buenos Aires, Prometeo, 2010.

Trigo, A. ​Fronteras de la epistemología: epistemología de la frontera. Papeles de Montevideo. La crítica literaria como problema, 1997. Bit.ly/2VClUwU.

Yoiris, P. Los buscamuertes. ​ Trelew, Editorial Jornada, 2011. 



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