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La territorialidad discursiva del imaginario fantástico en la narrativa de Samanta Schweblin

Espacios intersticiales de desrealización
en Distancia de rescate (2014)

Mariana Belén Conte (Universidad Nacional de Formosa)

Introducción

Desde un entramado de configuraciones conceptuales, la hipótesis que vertebra este trabajo[1] enfatiza el fantástico como un modo de desarticular la realidad, de descubrir lo siniestro que, en ella, aparece como oculto. A partir del análisis de Distancia de rescate (2014) de Samanta Schweblin, el objetivo será dar cuenta de cómo lo fantástico opera en la cultura y el lenguaje desde su territorialidad discursiva, exponiendo en sus espacios intersticiales una realidad “desrealizada”[2] (Bessière 1974).

Las reflexiones arribadas articulan las propuestas metodológicas de Carlos Reis (1981), desde el análisis de múltiples interrelaciones entre niveles y códigos temáticos e ideológicos del texto literario, y de Ana María Barrenechea (1985; 1991), desde el análisis del discurso, con una propuesta de lectura de doble faz: de los marcos socioculturales e históricos y de las relaciones interdiscursivas que tejen los textos. A partir de la noción de territorialidad[3] discursiva se trabajará particularmente con las contribuciones teóricas en relación a lo fantástico de Irene Bessière (1974), Fredric Jamerson (1989) y Rosalba Campra (1991; 2001), para dar cuenta de una configuración de sentidos (a partir de representaciones geoculturales e ideológicas) entre las fronteras de la ficción fantástica y la realidad como problemática social.

Transgresión e incertidumbre. Orientaciones teóricas sobre la noción de lo fantástico

Para hablar del fantástico literario como ficción no-realista, menciones obligadas son la de Guy de Maupassant (quien fue el primero es esbozar la noción de lo fantástico) y la de Todorov que, en su Introducción a la literatura fantástica (1970), teoriza en profundidad las características, personajes y temas del género (como la locura, el miedo, la desintegración o el doble). Pero en particular, su tesis sobre la “vacilación experimentada” frente a un “acontecimiento sobrenatural” es lo que aún sigue teniendo vigencia, pese a las críticas contemporáneas y a las posiciones que complementan, siguen o refutan su línea teórica[4]. En sus postulados –basados en la literatura europea y estadounidense de los siglos XVIII y XIX–la vacilación del lector o del personaje respecto a la naturaleza de lo narrado y la oposición a una lectura poética o alegórica, son condiciones indispensables de lo fantástico.

En la literatura argentina, lo fantástico como categoría epistemológica opuesta al realismo, no sigue la tradición literaria del género[5] ni se cierra en él, sino que presenta constantes y transformaciones e irrumpe en formas, lenguajes y subgéneros (como el terror, la ciencia ficción) adoptando la forma de un modo narrativo con propiedades contradictorias y ambiguas, que continúan ancladas en la vacilación todoroviana. En esta línea, Todorov (1970), Bessière (1974) y Barrenechea (1991) coinciden –en menor y mayor medida– en que la noción de “choque”, de violación o alteración del orden natural implícita en el fantástico se produce entre dos órdenes irreconciliables, lo real y lo sobrenatural, en cuya intersección y superposición se produce una transgresión que genera el quiebre de las certezas del lector.

Por su parte, Rosalba Campra (1991), agrega que los modos de textualización no abandonan la mirada sobre lo real-social y el texto fantástico no opone “real/irreal”, dado que todo es ficcional en la narrativa literaria. Desde este lugar, postula la existencia del irreductible del “extrañamiento como resultado de una grieta en la realidad, un vacío inesperado que se manifiesta en la falta de cohesión del relato en el plano de la causalidad” (56). Lo fantástico se configura como acción que transgrede fronteras o límites (en la anulación, la superposición y las inversiones que generan incertidumbre respecto de los órdenes de la identidad del “yo” y el “otro”, del tiempo y del espacio como “representaciones” de “lo real”) y da por descontado que en el mundo representado ciertas cosas no caben en el orden “natural” (Campra). De este modo, el fantástico ha sufrido desplazamientos hacia otros temas (fuera de los convencionales que dieron origen al género), mientras que las estrategias de organización discursiva y el nivel semántico problematizan su percepción.

A su vez, esta percepción de lo fantástico excede la vacilación y da lugar a la ideología (Bessiere 1974) desde una lectura simbólica e ideológica, a partir de coyunturas sociales e históricas que se vuelen los insumos del relato fantástico (Jamerson 1989). En todos estos autores, las concepciones de lo fantástico problematizan las fronteras entre la ficción y la realidad, convirtiendo a este género –y a la literatura en general– en un espacio intersticial “… un espacio fracturado donde circulan distintas voces, que son sociales” (Piglia 1990: 16).

Espacios intersticiales en clave fantástica. La desrealización de la realidad en Distancia de rescate

En clave fantástica, Samanta Schweblin toma el tópico de la transmutación de almas para develar la perturbadora realidad de la alteración del ambiente con la contaminación agrotóxica. En esta novela, la tensión y la ambigüedad del relato surgen discursivamente, desde las primeras páginas, planteando la idea del doble y un interrogante: ¿quiénes hablan verdaderamente a través de la protagonista, Amanda? El extrañamiento frente al espectro de la propia realidad (ominosa y distorsionada), altera la percepción y la experiencia del personaje principal –alteración que se ve compartida por el lector, que debe atender a los “detalles” importantes–: Amanda es presa de algo siniestro y se ve obligada, en apariencia, por la interpelación de un “otro” (David), a recordar con insistencia “el punto exacto” donde secretamente se halla el sentido, para reconstruir el “hilo vital” de la historia:

Esto no es normal, David. Sólo hay oscuridad, y me hablás al oído. Ni siquiera sé si realmente esto está sucediendo.
Está sucediendo, Amanda… Tenemos poco tiempo, y antes de que el tiempo se acabe hay que encontrar el punto exacto. (Schweblin 2016: 35).
… se siente como gusanos, al principio, en el cuerpo. Pero Amanda, ya pasamos por eso también. Ya hablamos del veneno, de la intoxicación. Ya me contaste cómo llegaste acá cuatro veces.
No es verdad.
Es verdad.
Pero yo no sé, todavía no lo sé.
Lo sabés. Pero no entendés.
Me estoy por morir.
Sí . (Schweblin 79).

En Distancia de rescate “lo fantástico y lo real ocupan un mismo territorio en la ficción”[6], por lo que se podría afirmar, en este punto, que el vigor de su narración convive con la antinomia normal/anormal expresada por Barrenechea (1991) como característica del relato fantástico. En el devenir de los hechos narrados, el especio del campo va mutando y volviéndose amenazante y terrorífico; un ambiente insólito, extraño, debido a la progresiva transformación generada por un sistema que impera sobre el costo social y humano.

Distancia de rescate afronta, en clave fantástica, “esa distancia variable” del hilo que ata y asegura los lazos de madre e hija entre Amanda y su pequeña Nina, pero más que en ese argumento, la clave se halla en la “distancia variable” de un escenario donde aparece esa realidad “otra” (desarticulada o desrealizada, según la hipótesis aquí trabajada) que intenta mostrar la precipitación de lo monstruoso que en ella se esconde. En tal sentido se realizan dos operaciones de interpelación: al lector implícito y al lector real que, así como otros personajes en el interior del relato:

No ve los campos de soja, los riachuelos entretejiendo las tierras secas, los kilómetros de campo abierto sin ganado, las villas y las fábricas, llegando a la ciudad… No ve lo importante: el hilo finalmente suelto, como una mecha encendida en algún lugar; la plaga inmóvil a punto de irritarse (Schweblin 124).

De esta manera, lo fantástico teje interdiscursivamente una relación con problemáticas políticas, socioculturales y geográficas vinculadas a lo real, constituyéndose de manera “desrealizada” según la imaginación creadora del autor. En la obra de Schweblin, el imaginario fantástico se encuentra ligado a “marcos socioculturales y formas de entendimiento que definen los campos de lo natural y de lo sobrenatural, de lo banal y de lo extraño” (Bessière 1974: 2-3).

Sin contradecir las leyes del realismo literario y en consonancia con ideologías del momento y debates históricamente fechados (que en este caso atañen a problemáticas socio-ambientales en torno a la utilización de fertilizantes y sus nocivas consecuencias), muestra una realidad cuya resonancia se vuelve interpelativa y problemática. Desde aquí, en sus espacios intersticiales de discursividad, tiene lugar una lectura crítica de la obra como denuncia a la contaminación agrotóxica y la fatalidad que recae sobre el hombre y la naturaleza. De ello da cuenta, por ejemplo, las observaciones que el personaje de Amanda le hace a David sobre el aspecto casi fantasmal y monstruoso que percibe ante sus ojos:

Te miro. Tenés los ojos rojos, y la piel, alrededor de los ojos y de la boca, es un poco más fina de lo normal, un poco más rosada (…) Ahora que estás al sol, descubro algunas manchas de tu cuerpo que antes no había visto. Son sutiles, una cubre la parte derecha de la frente y casi toda la boca, otras manchas te cubren los brazos y una de las piernas (Schweblin 50-52).
Son chicos extraños. Son, no sé… Chicos con deformaciones. No tienen pestañas, ni cejas, la piel es colorada, muy colorada, y escamosa también. Sólo unos pocos son como vos (Schweblin 108).

El texto de Samanta, subvierte el escenario realista para llamar la atención sobre la incertidumbre que flanquea entre lo real y lo fantástico de la fatalidad anunciada. Lo inextricable del relato de Amanda y las intervenciones de David develan una realidad donde lo natural abre paso a lo sobrenatural; donde el mundo cotidiano de la vida del campo se convierte en una amenaza y en el germen de una atrocidad latente e incierta. Las prácticas cotidianas y naturalizadas de las intervenciones sobre los cultivos y la tierra con el uso de agrotóxicos (especialmente sobre los cultivos de soja) afectan el ritmo “normal” de la naturaleza, arrastrando a los personajes hasta las consecuencias últimas: para salvar la vida de los hijos se recurre a una curandera y a la migración de almas. El foco que da sentido a la historia es el recuerdo de Amanda sobre de la confesión que Carla (su amiga) le realiza, develando todos sus temores:

“El caballo ya está muerto”, dijo la mujer, y yo no había dicho nada todavía del caballo…Dijo que a David le quedaban todavía algunas horas, quizá un día, pero pronto necesitaría asistencia respiratoria.… Entonces la mujer dijo algo terrible. Algo peor a que te cuenten cómo se va a morir tu hijo (…) Dijo que el cuerpo de David no resistiría la intoxicación, que moriría, pero que podíamos intentar una migración (…) Si mudábamos el espíritu de David a otro cuerpo, entonces parte de la intoxicación se iba también con él… Dijo también que la migración tendría sus consecuencias. No hay sitio en un cuerpo para dos espíritus y no hay cuerpo sin espíritu. La trasmigración se llevaría el espíritu de David a un cuerpo sano, pero traería también un espíritu desconocido al cuerpo enfermo. Algo de cada uno quedaría en el otro, ya no sería el mismo, y yo tenía que estar dispuesta a aceptar su nueva forma (Schweblin 2016: 26-27).

La vacilación ante las causalidades, el desfase temporal entre fabula y trama, el desplazamiento del nivel de funcionalidad de las acciones, las ambigüedades en torno al “yo” y al “otro” como sujetos de la narración; generan, en el relato fantástico, una transgresión en el sentido de la dinámica convencional del texto (Campra 2001: 185). En los intersticios de la discursividad narrativa, lo insólito y el terror se cuelan para arribar a la experiencia de leer ideológicamente “entre líneas” la trama del relato, como el reverso de la realidad. En tanto “la ficción fantástica fabrica otro mundo, con palabras, pensamientos y realidades que son de este mundo” (Bessière 1974: 3), la transgresión aparece, por lo tanto, como la isotopía que, atravesando los diferentes niveles del texto, permite la manifestación de lo fantástico (Campra 2001: 189). Los polos entre ficción y realidad –siempre en oscilante tensión– son los que definen el fantástico acorde a su mayor o menor adecuación al mundo extratextual en las concepciones de lo “fantástico” y “realista” (Campra 2001: 153-154; 164-165). En su espesor, la polivalencia de este relato fantástico de Schweblin:

… supone una lógica narrativa a la vez formal y temática que refleja… para el lector… las metamorfosis culturales de la razón y el imaginario colectivo (…) Lo fantástico, es sólo uno de los procesos de la imaginación (…) dirigido desde su interior por una dialéctica de constitución de la realidad y de desrealización” [el subrayado es propio] que pertenece al proyecto creador del autor (Bessière 1974: 2).

El extrañamiento, aquí, no lleva a un efecto de sorpresa sobre la propia realidad, sino al cuestionamiento de la misma. Lo fantástico, entonces, por un lado, problematiza la representación de lo real, lo temporal y lo espacial, y el texto fantástico se constituye así en un acto simbólico donde se interpela y problematiza lo histórico, lo lingüístico lo político y lo cultural. Por otro, lo fantástico es más que un hecho de percepción del mundo; su función es la de “iluminar por un momento los abismos de lo incognoscible que existen fuera y dentro del hombre, de crear por lo tanto una incertidumbre en toda la realidad” (Campra 2001: 191). De este modo, cabe también la afirmación de Bessière en tanto:

… lo fantástico acerca la verdad a los monstruos reales, los que producen la sociedad y la naturaleza. Es hijo de la historia que, por desórdenes, hace surgir aquello que está oculto en el fondo del ser (…). La irrealidad se convierte en el único modo de representar lo cotidiano: la literatura tiene una debilidad, la de la imaginación socializada incapaz de encontrar lo real según los términos de lo real. Lo fantástico señala la conciencia del presente y, al mismo tiempo, un distanciamiento de la actualidad (Bessière 1974: 21).

Consideraciones finales. El imaginario fantástico en Distancia de rescate

Hasta aquí, las indagaciones de esta novela de Schweblin se encuentran con una dialéctica entre márgenes de lo fantástico y lo real más allá de su referencialidad. En ella la experiencia de lectura lleva a transitar semánticamente los recorridos temáticos identificables históricamente con el género fantástico (como la trasmisión de almas, lo monstruoso y las figuras del doble) y discursivamente, por la vacilación que pone en vilo al lector para provocar su interpelación con la proyección social y la tensión ante lo siniestro, puesto en contexto. En consecuencia, el acto de lectura reclama un lector activo que interactúe en la dinámica del texto y lo actualice[7].

De este modo, las amplias concepciones de lo fantástico, se encuadran metodológicamente en un marco que conjuga lo sociocultural y lo semiótico; sin embargo, dichas confluencias teóricas (y las que todavía faltan analizar) abren la discusión sobre las fronteras entre lo natural y lo sobrenatural, lo racional y lo suprarracional que aparece como trasgresión instersticial, generando efectos de extrañamiento y desrealizaciones de la propia realidad. Del imaginario fantástico emerge así, otro espacio: un espacio geocultural que llama la atención sobre una siniestra realidad, haciendo visible lo que no se ve, articulando lo que no se dice e irrumpiendo intersticialmente en el discurso –ya que habita en él– como “resonancia” (Jameson 1989: 114) del aparato cultural e ideológico en el que éste se inserta.

Bibliografía

Arán, P. “La interpretación de la ley del género” en El fantástico literario. Aportes teóricos. Córdoba, Ed. Narvaja, 1999, pp. 24-32.

Barrenechea, A. M. El espacio crítico en el discurso literario. Buenos Aires, Kapeluz, 1985, pp. 45-54.

— “El género fantástico entre los códigos y los contextos”. Morillas Ventura, E. (Comp.), El relato fantástico en España e Hispanoamérica, Madrid, Sociedad Estatal Quinto Centenario-Ediciones Siruela, 1991, pp. 75-82.

Bessière, I. Le recit fantastique. La poètique de l’incertain. París, Larousse, 1974, pp. 1-24.

Campra, R., “Los silencios del texto en la literatura fantástica”. Morillas Ventura, E. (Comp.), El relato fantástico en España e Hispanoamérica. Madrid, Sociedad Estatal Quinto Centenario-Ediciones Siruela, 1991, pp. 49-74.

— “Lo fantástico: Una isotopía de la transgresión”. Teorías de lo fantástico. Ed. David Roas. Madrid, Arco Libros, 2001, pp. 153-191. 

Eco, U. Lector in fábula. Buenos Aires, Sudamericana, 2013.

Jameson, F. 1989, “Narraciones mágicas. Sobre el uso dialéctico de la crítica de los géneros”. Documentos de cultura, documentos de barbarie, La narrativa como acto socialmente simbólico. Madrid, Visor, 1979, pp. 83-120.

Piglia, R. “La lectura de la ficción”. Crítica y ficción, Universidad Nacional del Litoral, Ed. Siglo XX, 1990.

Reis, C. Fundamentos y técnicas del análisis literario. Madrid, Ed. Gredos. Biblioteca Románica Hispánica, 1981.

Schweblin, S. Distancia de rescate. 2014. Buenos Aires, Ed. Literatura Random House, 2016.

Todorov, T. Introducción a la literatura fantástica. 1994. México, Coyoacán, 1999.


  1. La presentación de “La territorialidad discursiva del imaginario fantástico en la narrativa de Samanta Schweblin: Espacios intersticiales de desrealización en Distancia de rescate (2014)” tiene como propósito poner a consideración una parte del avance de investigación del proyecto 54/H 136 “El imaginario fantástico en los textos narrativos de Samanta Schweblin, Ana María Shua y Liliana Bodoc” (acreditado por SECyT-UNaF).
  2. Este trabajo se apropia del concepto de Bessière, entendiendo la “desrealización” como sinónimo de desarticulación de la realidad, postulado a modo de hipótesis, como una lectura particular de la obra de Samanta Schweblin, en clave fantástica.
  3. La territorialidad es entendida en sentido muy amplio, en relación a un espacio vivido y a un sistema percibido, apropiado y subjetivado. Tomado del concepto de “territorialización” (Deleuze-Guattari, 2002 [1972]) como conjunto de representaciones y comportamientos en tiempos y espacios geográficos, sociales, culturales, estéticos, cognitivos. Desde Deleuze y Guattari, la construcción de un territorio conduce a un movimiento que gobierna agenciamientos, como colectivos de enunciación. En este caso, la maleabilidad del concepto es tomada para definir la territorialidad como espacio discursivo propio, en este caso, de un autor, para identificar los componentes ideológicos de sus huellas discursivas.
  4. Ejemplo de ello es el caso de Ana María Barrenechea (1972; 1985), quien, primero intenta flexibilizar el modelo estructural propuesto por Todorov con la incorporación de otros textos del fantástico moderno (incluyendo textos dramáticos, poéticos y narrativos). Cuestiona, además la vacilación que postula el autor (en tanto la interpretación procede del efecto fantástico) y la división de la naturaleza de los hechos narrados. Propone, por otro lado, la consideración de los tipos de hechos que se narran: “normal/anormal como problema para caracterizar el tipo de discurso fantástico en cualquier manifestación genérica (El género fantástico entre los códigos y los contextos” (1991: 80). Su interés radica, no en la naturaleza de los acontecimientos fantásticos, sino cómo éstos se problematizan en el texto (conflictuando al lector), cómo los convierte (discursivamente) en fantásticos para generar perturbación. Por otro lado, cabe recordar que la perspectiva de Todorov se limita al estudio del género en la literatura europea o estadounidense de los siglos XVIII y XIX (sobre todo en la cuentística del ya mencionado Guy de Maupassant o en la de Edgar Allan Poe), mientras que la manifestación de este modo literario en Latinoamérica, y más aún en Argentina, tal vacilación posible de los personajes parece cuestionable (sobre todo en autores como Lugones, Quiroga, Bioy Casares, Borges, Silvina Ocampo, Bianco, Anderson Imbert, Cortázar –con su perceptible influencia en Schweblin en la irrupción de fantástico en lo cotidiano– , por mencionar algunos).
  5. La tradición literaria focaliza la memoria del género (Pampa Arán 1999) –como categoría bajtiniana– que seculariza (desde sus orígenes góticos) ciertos motivos y temas en la incorporación de lo anormal, lo desconocido, lo extraño, lo extraordinario, volviendo lo sobrenatural a lo cotidiano, a lo real (entendido como categoría abstracta y constructo cultural).
  6. Entrevista de Paula Peña Rozas a Samanta Schweblin en Revista Intemperie, leído el 20/08/2018 en https://bit.ly/3blp2Uw.
  7. Para Umberto Eco (1979) el escritor construye un lector modelo que tiene por tarea actualizar al texto, lo que supone atender no sólo a la expresión superficial sino también a las presuposiciones y elementos no dichos (2013: 19).


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