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El Duende, revista cultural de Jujuy (1993-2005): un estado de la cuestión

Carmen Julieta Dávila (Universidad Nacional de Jujuy)

Vino a la siesta, a los chistidos, con su sombrero aludo, con una mano de lana y la otra de fierro vino a llevarnos. Hizo correr la bolilla y lo seguimos.

 

Editorial del Nº 1, revista El Duende

El presente trabajo apunta, en primera instancia, a indagar sobre el surgimiento de la revista cultural El Duende, a partir de una breve entrevista realizada a su director. Nos referiremos en forma general a los escritores que participaron en las publicaciones, a la transformación que tuvo con el paso del tiempo y cómo pretendía convertirse en portadora de ideas y estéticas en el quehacer de la sociedad moderna de Jujuy.

En segunda instancia nos aproximaremos descriptivamente a las revistas para dar cuenta de los contenidos, temáticas, géneros y autores que publicaron durante los años 1993, 1995 y 1998. Con esto aspiramos ofrecer una lectura del posicionamiento literario, político e ideológico con el que se instalaron en la escena cultural y literaria de la provincia.

El Duende: origen, autores y géneros, apreciaciones de un inventario personal

Sostiene Beigel que “la revista cultural puede examinarse como ‘documento de cultura’, en términos de Benjamin, porque permite ‘disecar’ un determinado estado del campo intelectual (y) porque contribuyen a conocer los proyectos políticos-culturales desarrollados en un periodo.” (2003: 105).

En septiembre de 1993, un grupo de jóvenes, entre ellos estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba y de Tucumán, deciden lanzar el proyecto de tener una revista cultural. Alejandro Carrizo, director e integrante de este proyecto cultural desde su fundación y hasta su última aparición, recordaba en una entrevista:

Nos reuníamos durante la siesta para no molestar a nadie, y se iba a llamar Tornillo, en base a un cuento de Cortázar. Pero como lo hacíamos a la siesta y yo venía obsesivo con recuperar los mitos y leyendas de la zona, le pusimos El Duende, porque el duende sale a la siesta. En una primera etapa hicimos un primer borrador de un A4 doblado, con eso fuimos a una entrevista con Olga Márquez de Aredez, y ella nos dijo “me encanta el proyecto, yo los ayudo económicamente”. Así que hicimos entrevistas, juntamos cuentos, poemas y nos ayudó para salir con el primer número en noviembre del ´93. Este era en un tamaño oficio, llevaba un dibujo de Olga Demitrópulos en la tapa y un poema de Juan Gelman. Empezamos a presentarlo en Jujuy y San Pedro. Hicimos el segundo número en Ledesma y el tercero ya lo hicimos yo viviendo en Jujuy. Acá comienza la segunda etapa de El Duende, constituimos con Diego Fernández, como director de editorial, yo como director literario, y también con Ernesto Aguirre, Pablo Baca, Alberto Alabí, entre otros escritores. (Dávila 2019).

Estos jóvenes se van incorporando al quehacer literario y cultural de la provincia de Jujuy, desde una posición periférica respecto de los grandes centros urbanos del país. Buscaban movilizar a las letras y la cultura jujeña, tras la fuerte presencia y vigencia que había tenido la prolífica generación de Tarja[1]. En los noventa los escritores recurrían a publicaciones colectivas, y las revistas culturales ofrecían un espacio propicio para publicar sus escritos. Como sabemos, las revistas literarias no sólo funcionan como agentes fundamentales que configuran el territorio/campo/escena literario y cultural de una época, sino que, frecuentemente son el vehículo de las tendencias estéticas que favorecen la irrupción de nuevas formaciones culturales. (Beigel 2003: 108).

El proyecto que tenían los integrantes de El Duende era ambicioso por tener una visión cultural y artística, no sólo del NOA, sino también latinoamericana y mundial. Apostaban a registrar la vida literaria que ocurría en otras partes, por eso abrían corresponsalías en distintos puntos del país y del mundo.

Por lo general, en las revistas se pone el acento en la novedad, esta actitud es asumida como rebelde ya que muchas veces constituyen empresas de jóvenes que proponen hipótesis arriesgadas, desafiantes y polémicas. Los escritores que participan en ellas, coinciden sin dudas con el programa que proponen, como lo define Soledad Blanco:

La revista, como objeto de estudio, es una manifestación de su actualidad social, literaria y cultural, que está inmersa en el presente, sobre el cual el grupo director y sus colaboradores actúan para transformarlo. Al ser el órgano de difusión de una formación cultural, en ella quedan registrados los distintos elementos culturales (dominantes, residuales y emergentes), ya sea que éstos se critiquen o se difundan a través de ella. Los textos programáticos formulan taxativamente las disputas por el reconocimiento en el campo, y a la vez son modos de establecer lazos con otros grupos o escritores estéticamente cercanos. (Blanco 2018: 45).

El Duende con el tiempo fue abriendo la perspectiva de los contenidos. Esta observación surge a partir de la comparación de las revistas publicadas en los años 1993, 1995 y 1998. Se puede apreciar que hubo un pasaje de lo cultural y lo político a lo meramente literario. Algo importante que puede ser relacionado con el sentimiento de “derrota” cultural y política, en una supuesta “maduración” como autojustificación.

Los integrantes de El Duende promovieron un nuevo modo de entender el hecho cultural, que reflejaba sus pretensiones vanguardistas en la elección temática; así expresaron tendencias ideológicas y estéticas heterogéneas. Esto lo advertimos también en las distintas etapas de la revista en las que fueron variando no solo la participación de los autores frecuentes sino también los géneros publicados, el staff, los colaboradores, corresponsales y sponsors.

Todo esto provocó un cambio en el posicionamiento ideológico en cuanto a la divulgación de la literatura, que da cuenta de la coyuntura social de la época en el cambio de siglo (1990 al 2000), es decir, cristaliza un proceso modernizador en la urbanidad jujeña; así lo expresa su director:

Al vivir en Jujuy se formaliza más la revista y aparece un apoyo económico muy importante, Andrés Fidalgo y señora, Nélida, también aparece el apoyo de Héctor Tizón, y nos juntamos como grupo con Pablo Baca, Alberto Alabí, Estela Mamaní, Mónica Undiano y se empiezan a sumar María Inés Zigarán y otros amigos como corresponsales en otras provincias. Comenzamos a mandar la revista a Salta, Tucumán y Catamarca.Se intensifican los números con un grupo de promotores publicitarios, armamos a cuatro o cinco personas que salían a vender avisos. Esto es singular porque eran avisos gráficos, no había tantas FM´s, ni había internet o era poquísimo. No teníamos competencia más que el diario Pregón, y como éramos muy distintos y teníamos buen precio empezamos a recibir pequeños espacios de publicidad, teníamos desde un kiosco hasta una farmacia y el Gobierno de la Provincia, se fijó una página permanentemente para ellos y la Universidad. Comenzamos a salir muy regularmente, del cinco al diez de cada mes salíamos con mil ejemplares y hacíamos presentaciones de la revista. Abríamos corresponsalías desde Humahuaca, Ledesma, San Pedro, La Quiaca, Tilcara, Salta, Tucumán, rápidamente cubrimos el Noroeste, se abren colaboraciones de Buenos Aires, y algunas ya empiezan en el exterior. La esposa de Héctor Tizón que es Flora Guzmán nos hizo una conexión con el Teuco Castilla que estaba en España, Mario Romero que estaba en Suecia, y Jorge Boccanera se suma a la revista en Buenos Aires y nos hace contacto con Juan Gelman, que estaba en México. Y acá, en Jujuy, se fortalecía la participación de Groppa, Tizón y Fidalgo. (Dávila 2019)

Según Lafleur, Provenzano y Alonso, “diarios y revistas aparecen vinculados con la etapa histórica en la que publican, esta configura el rostro de una época, marca ciertos momentos de crisis y transformaciones.” (2006:12).

El mantenimiento y circulación de la revista en el campo literario[2] jujeño estuvo directa o indirectamente ligada a algunas condiciones extraculturales, siendo la principal el apoyo del Gobierno de la Provincia y la participación de colaboradores locales (como Tizón y Fidalgo) que tenían sus propias redes intelectuales. Esto favoreció que reconocidos escritores, redactores, colaboradores y artistas en general presentaran sus obras en aquellas páginas. De esta forma contribuyeron para que la revista se constituya en un instrumento de difusión de las ideas que circulaban en aquel momento histórico en el ámbito intelectual con la relativa autonomía obtenida a partir del apoyo de los escritores consagrados y prestigiosos que no siempre estaban alineados a las políticas estatales. Y así lo apreciamos en las siguientes palabras de su director:

La mensualidad de la publicación se cortó cuando asume Guillermo Snopek que fue paradigmático, nos retiran la publicidad del Gobierno y empiezan a surgir las FM´s. Esto va a ser una competencia económica bastante fuerte, ya que no podíamos competir con nuestra publicidad gráfica con la radial, porque ésta era más barata y las empresas y los negocios que nos publicitaban comienzan a sacar la publicidad. Teníamos ocho promotores y nos quedamos con dos. Hubo giros económicos en el país y en la provincia, así que comenzamos a salir más espaciados. Previo al final, sucedido con el gobierno de De la Rúa, que ganamos un premio nacional a la revista cultural, con un buen subsidio, decidimos hacer un número con la recuperación de la cultura local y hacemos un número de la cultura Aba Guaraní. Pero nunca pudimos cobrar el premio y eso fue muy fuerte porque no nos alcanzaban los fondos para seguir publicando. Comenzamos a salir una vez cada cuatro meses. Después decidimos con Ernesto Aguirre entregarle la revista a los jóvenes para que comiencen con una nueva etapa, ellos hacen tres números nada más y deciden dejarla, creo que desemboca en la revista Intravenosa. (Dávila 2019)

La revista El Duende constituía un medio de comunicación alternativo, que se definía asimismo como autogestivo. Fue publicada desde 1993 hasta el 2005. Resulta muy interesante que el origen y la continuidad de la revista coincida con la convulsión político-social local y nacional de la década de los noventa –periodo en el que el gobierno argentino, bajo la presidencia de Carlos Menem, adopta las políticas del neoliberalismo[3] y de los primeros años del nuevo milenio con el gobierno de De la Rúa– cúspide de la crisis social que deriva en la huida y en la seguidilla de presidentes provisorios. Nos interesa además hacer notar la duración de la revista en el campo cultura local, una década, pues llegó a publicar más números que la emblemática revista Tarja.

Advertimos también que a partir del segundo número, se abrió un espacio destinado a las cartas de lectores denominado: “Puertas abiertas, el correo de El Duende”, en el que se publicaban las colaboraciones de los lectores. Percibimos que estos textos están relacionados con el contenido de la revista. A partir del año 1995 en este espacio ya no se incluyen colaboración de lectores comunes sino textos de escritores consagrados o personalidades reconocidas en el medio, como por ejemplo Eduardo Llanos Melussa (chileno), Leonor Fleming (desde Madrid), César Bisso y Jorge Ariel Madrazo (colaboradores que escriben en el número aniversario de la revista de diciembre de 1995).

Creemos que el formato de la revista y la organización interior tienen un cambio a partir del momento en que comienza a tener subvención estatal y de la Universidad Nacional de Jujuy. En esta época también hubo un aumento de la publicidad privada de empresas como la Fundación Norte Chico, la editorial Cuadernos del Molle y la firma “Milkaut” todas propiedades de Raúl María Nocetti, integrante del Consejo de Redacción de la revista El Duende.

Los cambios mencionados tienen que ver con el formato de la publicación, fue en tamaño oficio desde el N° 1 (1993) a la N° 25 (1997). A partir del N° 26 pasaron al tamaño A4 tipo libro a color. Evidenciamos, además, que desde el N° 14 hay un notable aumento en la cantidad de páginas, de 12 páginas al inicio pasaron a 28 páginas y en el N°38 a 46 páginas por ser el mes aniversario. Pareciera que la regulación al respecto se debe a una lógica de tener que asimilar la revista más al formato libro, además, porque el contenido está orientado más a lo literario: se publican cuentos que ocupan varias páginas, fragmentos de novelas, historietas, entrevistas y comienzan con las publicaciones de antologías.

La mayoría de los autores nacidos en la década del cincuenta publicaron en el espacio de las páginas de la revista, podemos decir que algunos de ellos fueron los que impulsaron la creación de editoriales efímeras en el tiempo como: Tunupa ediciones, Cuadernos del Molle, esta última relacionada con la Fundación Norte Chico[4] cuyo director fue Raúl María Nocetti (empresario) que conformaba el staff en los inicios de la revista y era un fuerte patrocinador. Así también surge en el año 2005 la editorial Cuadernos del Duende, propiedad de Alejandro Carrizo, que actualmente continúa publicando libros.

Los llamados “ochentosos” que según Nallim comparten un “trípode generacional”:

[Son] egresados del Colegio Nacional, se consideran herederos de una genealogía poética ligada a la metáfora de Borges y a la literatura popular de Groppa, por ello se declaran “bachilleres borgeanos y engropados”, y por último son jóvenes que emigran a Tucumán como locus universitario y como foco del terror de Estado entre ellos se encuentran: Ernesto Aguirre, Pablo Baca, Alejandro Carrizo y Álvaro Cormenzana. (Nallim 2011: 47).

Ellos formarán parte de la generación de la revista de El Duende, con deseos de oxigenar el campo; a pesar de los deseos de recuperación de la cultura oral y mítica de Jujuy que por momentos solo se ve en el nombre (El Duende[5]). El modo de intervención de la revista en el campo cultural y literario revela el perfil estratégico que muchas veces interpela a un público para el reconocimiento de sus intelectuales.

Alejandro Carrizo rememora las reuniones con las figuras preeminentes de la literatura que colaboraban en la redacción y que habían fundado la revista Tarja, hito en la literatura de Noroeste argentino:

Teníamos la oficina en la galería Colonial, nos juntábamos casi todos los días con Fidalgo, el turco Alabí, Pablo Baca, Ernesto Aguirre y un colaborador el “Bebe” Álvarez. Pero sobre todo estaban los Fidalgo: Nélida y Andrés eran los grandes colaboradores, estaban todo el día ahí en la redacción, seleccionando textos. Fidalgo, todos los días traía notas y vendían y hacía un montón por la revista, Groppa un poco menos, porque él estaba en la Universidad (en la editorial) y el (suplemento) Pregón. Y Tizón porque era juez y ya todos eran grandes. Pero Fidalgo era como un niño estaba a la par nuestra. (Dávila J. 2019)

En El Duende notamos además que hay una suerte de rescate de la cultura popular folklórica, que tensiona permanentemente con el resto de la literatura jujeña que publicaban. La actividad de los escritores que participaban en esta revista está definida según prevalezca en ellos algún tipo de capital que no tenga que ver con lo “viejo”, hay una especie de búsqueda de quiebre con los autores referentes y dominantes de un determinado campo cultural, pero presentan una posición conservadora con respecto a los poetas de la revista Tarja que todavía dominan el campo de los noventa.

La estrategia que adopta Alejandro Carrizo, en tanto agente cultural, le sirve para el posicionamiento en el campo literario jujeño, pretende que la revista sea un órgano de consolidación de los “ochentosos” como los renovadores de ese campo. Aunque justamente en sus inicios no apreciamos ese “parricidio” sino una reivindicación y continuidad de los autores residuales y dominantes como Galán, Tizón, Groppa y Fidalgo, con los que convivían en El Duende.

Por otro lado, un principio regulador presente en esta revista, son las disputas intrínsecas que se producen entre los autores, esto genera la polémica necesaria para que el campo no se detenga. Al respecto pudimos identificar un espacio constante titulado: “El duende con la de fierro y El duende con la de lana” con gran carga de denuncia y crítica social que reflejaba el tipo de conflictos centrados en los trabajadores estatales que caracterizaron a Jujuy durante toda la década del 90[6]. Al respecto el director de la revista nos decía lo siguiente:

Al principio había como rebeldía, provocación, pero eso también nos acarreó algunos problemas, como amenazas. Nosotros comenzamos con la “de fierro” en el primer número, estaba dedicada a la empresa Ledesma y a la Iglesia Católica, entonces tuvimos que retroceder. Nos llamaron por teléfono, eso nos sirvió para posicionarnos, agotamos los dos primeros números por ese tema. Hacíamos denuncias ecológicas, de violación a los derechos humanos, pero era para divertirse, hacíamos chascarrillos con Menem, con Tinelli, era una cosa muy irónica y a veces agresiva, para provocar. Fue una maduración, porque fuimos madurando con el tiempo, fue como los chicos, que luego nos tomamos muy en serio la literatura porque además fue una cosa importante, empezamos a ver que la revista se usaba en las escuelas, entonces empezamos a ser un poco más serios en el material. Más adelante, con el “turco” Alabí, en el número 41, hicimos el especial para niños: El duendecito, fue todo un éxito, tuvimos tres tiradas de mil ejemplares, porque nos lo pedían las escuelas. Todo lo que hacíamos era de acuerdo a lo que nos pedía la gente. Fue un proceso literario, político y antropológico si se quiere, para revalorizar nuestra cultura. Fue más que eso, fue una lucha para formar lectores. (Dávila 2019)

Aquí nos hacemos la pregunta respecto a lo que significa “ceder” por las “amenazas”, bajo qué intereses, cuáles serían los valores que se negociaban, y si esa supuesta “maduración”, implica resignación o derrota. Esto puede ser tomado como una autojustificación que explica de este modo cómo se dio el paso de lo político a lo cultural o artístico despolitizado del contenido de la revista.

Por otro lado, la relación entre la escuela y la “seriedad” de la que habla su director pone de manifiesto qué concepciones culturales y educativas tenían, la que puede llegar a entenderse como una negociación para ingresar a un ámbito institucional y así lograr legitimación.

En general, por lo que venimos marcando se ve mucha predisposición negociadora (que siempre implica alguna resignación de valores) por parte de El duende, a pesar de su perfil supuestamente crítico y disruptivo.

En este sentido, y de acuerdo con la presente instancia del proceso investigativo de la revista tenemos el propósito de evidenciar que la construcción metadiscursiva y polifónica le sirve para valerse de textos colectivos y no individuales (como reseñas, editoriales) que son capaces de expresar la consonancia del pensamiento, más allá de las individualidades de cada escritor.

Soledad Blanco expresa:

La idea de un espacio estático y en permanente construcción nos aproxima a la teoría cultural desarrollada por Raymond Williams, sobre todo en Marxismo y Literatura (1980) y en Sociología de la cultura (1994). El fenómeno del canon (ligado a la conformación de una “tradición literaria”) debe enfocarse entonces no tanto como una cuestión del “pasado”, sino en relación a su función en la realidad sincrónica en la que se apela a él, muchas veces como forma prescriptiva orientada hacia el futuro, de modo que pasado-presente-futuro son ejes sobre los cuales se instaura una determinada tradición. Esta perspectiva sobre el canon que lo considera un modo de organizar el pasado desde las necesidades de legitimación de un grupo social en el presente, relaciona entonces el proceso de canonización con la construcción de una tradición literaria. (Blanco 2018: 79).

Es decir que con las reseñas editoriales y secciones fijas El Duende conforma, de cierta manera, su propio canon literario y genera nuevas consagraciones.

Aclaramos que cuando hablamos de “tradición literaria” planteamos que la revista propone una versión del pasado conectada con el presente para repetir ese modelo antiguo. Es decir, propone un doble movimiento: hacia atrás para rescatar los textos que le sirven para construirse identitariamente como grupo en un presente del campo, y hacia adelante para proyectarse como perspectiva de la escritura literaria. Entonces retoma lo popular, modifica el pasado a conveniencia del presente; la nueva generación aplica su propia práctica cultural en la tradición y así se legitiman en una práctica del pasado. La “tradicionalización de la revista” es esa acción de tejer lazos con una tradición literaria que se retoma como respaldo del lugar que el grupo ocupa o pretende ocupar dentro del campo literario para posicionarse, para militar, y con qué capital simbólico quiere hacerlo.

En relación con lo expresado por Alejandro Carrizo al rememorar el fin de la revista, una vez que El Duende estuvo ubicado en un lugar de legitimación en el campo literario, con cuarenta y seis números publicados, le cede su lugar a la “nueva generación” (de Intravenosa) para legitimarlos también. El joven escritor, Maximiliano Chedrese, había sido galardonado con un premio de literatura por sus cuentos, así comienza a afirmarse en las letras y a ser visibilizado en el campo cultural y literario de Jujuy para ser el nuevo director de El Duende.

A modo de conclusión

Vino a castigarnos por no dormir la siesta ¡Pero cómo íbamos a dormir con el corazón tan preocupado! Sí, ya no podíamos andar por estas tierras del Trópico tan como siempre lo mismo.

 

Editorial N° 1, revista El duende

El Duende cuenta con una historia de publicaciones de aproximadamente diez años, con tres etapas bien distinguidas por su director, en las que atravesó cambios de lineamientos políticos y culturales. Esto nos permite ver cómo se armaban las polémicas, los diálogos ya que al principio advertimos que tenía un perfil contestatario. Desde nuestro presente podemos leer aquel contexto histórico no sólo jujeño, sino también regional, nacional e internacional. Estos jóvenes tenían un proyecto ambicioso de tener una mirada cultural y artística, no sólo del NOA, ya que apostaban a registrar la vida literaria que ocurría en otras partes.

A lo largo de este trabajo hemos visto cómo el proyecto cultural de la revista El Duende se instaló en el campo literario de Jujuy para posicionarse y legitimarse como grupo renovador y constructor de una nueva tradición literaria formulando la misión de la revista de renovación ante lo viejo.

Así también nos habilita a cuestionarnos la tensión entre disrupción y negociación que marcará a estos escritores y al propio Carrizo (director) en esa relación extraña para lograr la reivindicación y continuidad entre los escritores nucleados alrededor de El Duende con la generación de Tarja. Igualmente las tensiones que advertimos en la relación entre la revista y las instituciones educativas a las que quiere ingresar como una de las metas en la batalla cultural que propone.

Bibliografía

Baumgart, C. et al. “La poesía del noroeste. Manuel J. Castilla”. Capítulo. La poesía del cuarenta. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1980-1985, pp. 241-264.

Beigel, F. “Las revistas culturales como documentos de la historia latinoamericana”. Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 8, n°. 20, 2003, pp. 105-115.

Bergesio, L. y Fandos, C. “Neoliberalismo: Ideología y práctica. Su influencia en América Latina de los noventa”. Lagos, M. (director) Jujuy bajo el signo Neoliberal, San Salvador de Jujuy, EDIUNJU, 2009, pp. 15-63.

Blanco, S. Reseña, canon y tradición literaria. Aportes teórico-metodológicos para el abordaje de las Revistas Culturales, San Salvador de Jujuy, Ed. Avesol, 2018.

Castro, R y A. Nallim (Dir.) El Norte del Sur. Escritores, escribidores y otros sujetos de moral dudosa, San Salvador de Jujuy, Proyecto C, 2014.

Davila, J. Entrevista al escritor Alejandro Carrizo (director) de la Revista El Duende, 2019 (Inédita).

Gómez E. y Kindgard F. Trabajo, Desocupación y Movimiento obrero en Teruel A. y Lagos M. (Directores) Jujuy en la historia. De la Colonia al Siglo XX. Jujuy, EDIUNJU, 2006, pp. 519-549.

Lafleur, H., Provenzano S. y Alonso F. Las revistas literarias argentinas (1893-1967). Buenos Aires, Editorial el 8vo Loco, 2006.

Nallim, A. “La literatura regional del nuevo milenio Estación Jujuy”, Massara, L. et al. (Dir.) La literatura del noroeste argentino. Reflexiones e Investigaciones. Subproyecto Interinstitucional sobre la literatura del NOA. Proyecto de Apoyo a las Ciencias Humanas (PROHUM) Universidad Nacional de Jujuy – Universidad Nacional de Salta – Universidad Nacional de Tucumán, 2010.

Pita, A. y M. Grillo. “Revistas culturales y redes intelectuales: una aproximación metodológica”, Fondo de Nuestra América n° 54. México, Universidad de Colina, 2012, pp. 177-193.


  1. A partir de 1955 se nuclea en Jujuy, alrededor de la revista Tarja, un nutrido grupo de artistas que recoge y amplía la herencia de La Carpa. Sus directores fueron: Mario Busignani (1915), Jorge Calvetti (1916), Andrés Fidalgo (1919), Néstor Groppa (1928) y Medardo Pantoja. En los dieciséis números aparecidos desde noviembre de 1955 hasta julio de 1960, colaboran un nutrido grupo de plásticos, espacialmente Luis Pellegrini, y destacados poetas y narradores: Héctor Tizón, Jaime Dávalos, Manuel Castilla, Raúl Galán, Raúl Aráoz Anzóategui, Mario de Lellis, Álvaro Yunque, Nicolás Cócaro, Carlos Mastronardi, Horacio Jorge Becco. Luis Gudiño Kramer, León Benarós, etc. (Baumgart et al. 1980/1985).
  2. Soledad Blanco sostiene que el campo es un espacio social donde los participantes se involucran en relaciones recíprocas en el curso de sus actividades, y el fragmento citado deja en claro que campos aparentemente muy diferentes entre sí (como la política, la religión, la literatura) tienen propiedades comunes que nos permiten generalizar sobre el funcionamiento de algunas esferas de la sociedad. Principalmente, porque todo campo se configura como un juego de poder por la obtención de una posición privilegiada, de estatus o reconocimiento, o cualquier otro tipo de capital en juego dependiendo del campo social del que se trate, y el literario no es la excepción. (Blanco, 2018: 14-15).
  3. Las políticas neoliberales en Latinoamérica se instalaron desde un “discurso neoliberal” en el que según Liliana Bergesio y Cecilia Fandos “aparece el crecimiento como la consecuencia natural de la aplicación de determinadas políticas macroeconómicas y reformas estructurales (privatizaciones, desregulaciones, etc.) que espontáneamente lo generan, a lo cual se agrega el dinamismo que le infunde la economía internacional” (Bergesio y Fandos 2009: 57).
  4. En una entrevista Juan María Nocetti nos dijo lo siguiente: “La Fundación Norte Chico era una ONG que nació por mandato de todas las intendencias y comisiones municipales de la Quebrada y Puna; su objetivo era generar fondos o conseguirlos para el desarrollo de pequeños emprendimientos en toda la región que comprendía Quebrada y Puna, los cuales no tenían financiamiento de la Nación ni de la Provincia. La fundación trabajó desde el año 1995 hasta el 2000, se hicieron más de 700 obras en toda la región. En su mayoría las obras eran financiadas con dinero que provenía del Ministerio del Interior de la Nación del ATN (Aporte del Tesoro Nacional).” (Dávila, J., 2019)
  5. Apelar a un relato de tradición oral como el del “duende”: ser que es identificado en la Puna como pequeño, que tiene una mano de hierro y otra de lana; un enorme sombrero puntiagudo que impide que se le vea la cara. Casi siempre se les aparece a los niños que juegan solitarios o que extienden sus juegos hasta muy tarde. El duende es compañero de juegos y de vez en cuando intenta alejar del hogar, para adentrarse en el monte, donde él vive, mediante la promesa de otorgar un juguete o juego maravilloso. También se dice que el duende es un niño que murió sin ser bautizado, o un niño malo que golpeó a su madre. Cuando se acerca a alguien le pregunta con cuál mano desea ser golpeado (con la de hierro o con la de lana). Algunos dicen que, sin importar la elección, el duende golpeará siempre con la de hierro. Otros, en cambio, aseguran que los desprevenidos eligen la de lana y que es ésta la que en realidad más duele.
  6. Los años 90 se inician con el movimiento obrero debilitado, dividido políticamente, fragmentado en sus luchas y acorralado por la creciente desocupación y la persistente ofensiva de la burguesía por desarticular lo que quedara de los derechos laborales, imponiendo la llamada “flexibilización laboral”, que perseguía el debilitamiento del poder de negociación de los sindicatos. Sin embargo, a lo largo de la década se fue rearticulando un movimiento de resistencia obrera a las políticas neoliberales. (…) Durante esa década hubo un persistente aumento de la desocupación y la subocupación y, hacia finales de la misma, se consolidaron las organizaciones de trabajadores desocupados, surgidas de las luchas de los desocupados reclamando ayuda estatal y cambios en la política económica, que permitieran la creación de fuentes de trabajo. Una vez más, la provincia de Jujuy fue uno de los epicentros de esa lucha, y el FGE jugó un papel importante en la movilización inicial de los desocupados, así como en su posterior organización. (Gómez y Kindgard 2010: 527).


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