María Amelia Arancet Ruda
(Pontificia Universidad Católica Argentina, CONICET)
Corpus
En este trabajo[1] retomamos nuestro estudio de Jacobo Fijman (1898-1970), que estuvo centrado en los tres libros publicados, sus cuentos sin reunir[2] y algunos de sus poemas dispersos. Sabemos que el último libro que él publicara fue Estrella de la Mañana, en 1931. Luego brotó de su mano un cúmulo de composiciones obsequiadas a amigos y a conocidos, entre quienes hubo personas que las valoraron, las conservaron con sumo cuidado y las legaron; así, por ejemplo, Lysandro Z. D[3]. Galtier a Daniel Calmels, y Osvaldo Horacio Dondo[4] a sus hijos. Esta parte de su obra constituye un conjunto de forma y de límites que no hay manera de precisar. En todo caso, su forma es permanentemente variable.
En dicho conjunto proteico hay unos pocos textos publicados en diarios –vg, La Nación– y en revistas –vg, Número, Vida nuestra e Ichthys–; y, además, hay muchos textos inéditos, desperdigados por el autor mismo; algunos de ellos, ya sin su intervención, vieron la luz años después: se trata de los poemas dados a conocer por Zito Lema[5] (1969), por Bajarlía (1992), por Calmels (1996), por Sosnowski (2002), por Arias (2005), por Gioia (2012), por Pérez Míguez (2014) y por la familia Dondo (Fleischer, 2015; Pérez Guzmán, 2019). Este grupo extendido de textos junto con aquellos hasta ahora desconocidos, provenientes de la Colección Dondo y de nuestro trabajo en hemerotecas, es el que comenzamos a observar ahora con mayor dedicación. Para su identificación práctica en nuestro estudio hemos decidido llamar a tal conjunto “obra fuera de libro (OFL[6])”, dado que no constituyen obra en el sentido hoy ya convencional de un todo completo, terminado y cerrado por el autor.
En el camino
Frente a la OFL, sea la dispersa, la recientemente hallada o la publicada hace muy poco tiempo (2019), que de manera invariable desconcierta a sus lectores, nos replanteamos la ubicación de Jacobo Fijman. ¿Dónde está Jacobo Fijman? La pregunta vuelve a ser inquietante. En verdad, tanto su ardua o imposible ubicación, cuanto su pertenencia parcial a diversos ámbitos culturales son tema recurrente y siempre renovado en el mapa de la poesía argentina. Ante esta escasa integración, si no exclusión, surge un aglomerado de cavilaciones[7].
La lectura del corpus fijmaniano extendido mediante lo que él no armó como libro nos lleva a ir sumando apreciaciones y reflexiones que podríamos organizar según la fuente o la colección de la que provienen los textos. Sin dudas, este es un criterio con base certera. Pero, por el momento[8], dejamos de lado tal opción. Nos permitimos considerar una totalidad, falsa y provisoria, para ir trazando el dibujo del recorrido hecho por los textos regalados, a sabiendas de que, con la potencial y probable aparición de nuevos inéditos, tal dibujo siempre va a alterarse, poco, mucho o sustancialmente. Esta licencia que nos damos tiene como finalidad proponer caminos de abordaje para la obra fijmaniana. La minuciosa observación de los textos habilita, por ejemplo, subrayar recurrencias. De esta manera, a lo largo de la OFL se van delineando algunas constantes y sus variantes, sobre todo en la producción correspondiente a sus últimos veintiocho años[9]. De esas constantes aquí nos atenemos a una que se presenta como un complejo, en tanto hecho de partes diferentes e interconectadas. Esta iteración muestra que el “otro” está presente de diversos modos, a pesar de que en principio su figuración no es clara en absoluto, puesto que lo hermético de los textos, si no críptico, parece señalar exclusivamente hacia la desconexión.
Nuestra hipótesis asocia al otro/lo otro, en sus distintas formas en estos textos, con el gesto de Fijman de haber ido regalando la propia obra a multiplicidad de personas, de manera que estos dos aspectos se influyen recíprocamente: el otro y el gesto de dar/se. Su accionar, extratextual y biográfico, refuerza la interpretación del papel del otro en los textos. A la par, la construcción del otro mediante cierta referencialidad erudita, libresca y, posiblemente, fantasiosa y rememorativa, ilumina el sentido del deambular del autor. Parecen dos facetas no solamente inseparables, sino mutuamente esclarecedoras.
Dónde está Jacobo Fijman
La movilidad continua, dinamismo que ya encontramos en la estructura en constelación de Estrella de la Mañana (Arancet Ruda 2001: 197-252), se liga aquí tanto con una búsqueda cuanto con una desintegración de la subjetividad, aconteceres no contrapuestos, por cierto. Esta movilidad continua es un rasgo característico de nuestro autor desde este su tercer poemario publicado, donde el yo toma consistencia exclusivamente en tensión con un tú, identificado con una dimensión trascendente: “Amor, Amor, Amor,/ estamos en el abrazo de la tierra y el cielo” (Fijman 1931: 12); especialmente, con el tú de Cristo, así nombrado varias veces (vg, “En las rodillas de Cristo se asientan las moradas” –Fijman 1931: 12–)[10].
En relación con su origen judío, es oportuno recordar aquí el ancestral carácter migrante de su pueblo a lo largo de la historia, pueblo al que también Jesucristo perteneció. Esta condición de errancia se hace carne, una vez más, en Jacobo José[11] Fijman, al haber arribado él a la Argentina con su familia a los cuatro años aproximadamente, en busca de una vida mejor[12], huyendo del antisemitismo y del hambre en el este europeo. Ya en nuestro país, aunque todavía niño, cambió de ciudad varias veces: usualmente son mencionadas Choele-Choel[13] (provincia de Río Negro), Lobos (provincia de Buenos Aires) y Mendoza, además de la ciudad Buenos Aires (Arias, 2005, 1). Y de joven, antes de ser internado, viajó largamente por Europa –una o dos veces, según las fuentes–, y por Sudamérica, específicamente por Paraguay, Brasil y Uruguay. Desde 1942, una vez institucionalizado, salía con asiduidad, por ejemplo, para ir a leer a alguna biblioteca, o para ir a visitar a un amigo o conocido; sobre estas salidas dice Jorge Saurí[14]: “Él tenía permiso para salir como quería. Nunca le puse una obligación de estar allí” (Arias 2001: 2). Era entonces cuando regalaba sus poemas, sus dibujos, sus acuarelas, sus textos en general.
Así, al carecer de espacio propio, su “ubi” se define en relación con el otro/lo otro, esto es, en lo vincular; paradójicamente, de acuerdo con Saurí, es en ese punto donde tenía “seria dificultad” (Arias 2001: 3). La errancia a la que se vio expuesto muy tempranamente –tenía entre tres y cuatro años de edad al viajar desde la Besarabia rusa a la Argentina– pudo haber marcado traumáticamente su vida, de manera que le fuera imposible la efectiva y durable pertenencia, salvo a lo único por él manejable: su creación, sobre todo verbal. A la par, sabido es que la cultura del libro, el país de las letras, ha dado cobijo tradicionalmente al disperso pueblo judío. Respecto de este no echar raíz salvo en la palabra y en Dios, José Kozer –poeta judío y cubano– caracteriza al “judío sin nación” como aquel “cuya nación es el lenguaje, lenguaje del libro y del Libro, el judío cuya nación es Dios, Dios que se tiene que buscar y que recuperar constantemente”[15] (Kozer 2000: 419).
Vamos comprendiendo por qué motivos la ardua localización de Fijman es un rasgo tanto del autor como del yo de sus obras; incluso más cuando nos referimos a la OFL. Las condiciones de producción, nunca en un hogar propio, por un lado pueden tomarse como un elemento que ayuda a interpretar la ausencia de referencialidad concreta, no solamente espacial, sino relativa a alguna situación, cualquiera, que resulte fácilmente reconocible por el común de las personas. Esa misma falta de pertenencia explica la construcción de un ámbito propio, afincado en la cultura libresca y en la memoria; desde este punto de vista cobran sentido más claro las alusiones y las citas que instalan una España literaria medieval –sobreabundan los “romances” (Arancet Ruda 2001: 435-466)– y renacentista –Cervantes y su Quijote se dejan ver (Arancet Ruda 2001: 467-483)–. Asimismo, se torna inteligible la construcción de un ámbito rural de labriegos y de pastores, del todo ajeno a la urbe porteña, pero afín al contexto de su infancia: sea el contexto de Orhei “(“Uriv” en yiddish, “Orhei” en moldavo, “Orgeyev” en ruso)” (Arias 2005: 1), región y ciudad cuyas principales actividades siguen siendo la agricultura y la ganadería, y de donde la familia Fijman traía su imaginario; sea el contexto de, por ejemplo, el asentamiento en el Valle medio del río Negro en la Argentina, conocido sobre todo por su producción de manzanas, tan abundantes en la OFL.
Ante el estigma de ser siempre un excluido o un sobrante del sistema, en esta parte de la producción fijmaniana se construye un espacio espiritual, urdido de símbolos provenientes de diversas tradiciones y de erudición libresca. En alguna medida –lo desarrollaremos en otra ocasión– se trata del trazado de la propia Tierra Prometida.
¿El uno? En el otro
Localizar la producción dispersa de Jacobo Fijman, identificar para él un contexto literario, hallar sus domicilios de residencia, inscribirlo en una tradición, situarlo en el canon: todas tareas arduas y siempre de resultados algo equívocos, o imposibles. Frente a esta dificultad para ubicar a Jacobo, pensamos desde la OFL que su lugar propio se halla en las vinculaciones, generalmente momentáneas y ocasionales, con otros. En su ser en relación está tanto el problema, cuanto el anclaje. Es la posición del otro –sea quien fuere– lo que le permite definirse. Según adelantamos antes, puede ser Otro, con mayúscula, como el Dios de Estrella de la mañana; ese gran Otro, muchas veces expresamente mentado, “obscuro” (Fijman 1930: 1) y a menudo numinoso, generador de espanto, pero también de adoración –por cierto–, Fijman señala esta última disposición anímica como la ubicación por antonomasia en su ensayo “Misterio de la poesía”: “No estamos en nuestro lugar fuera de la adoración” (1930: 2).
Asimismo, el otro es el grupo de escritores con que tuvo contacto, y algunos de ellos individualmente, según las épocas. En los años 20 y 30 son los vanguardistas de Martín Fierro, entre quienes entabló más relación, por ejemplo, con Oliverio Girondo, Antonio Vallejo y Leopoldo Marechal. En los años 30 y 40 son los miembros de los Cursos de Cultura Católica y, más todavía, de la revista y editorial Número, entre quienes se destacó la asiduidad con Ignacio B. Anzoategui y Mario Pinto. En los 50 y 60 son los amigos que permanecen, aun en la adversidad, y algunos nuevos, que se acercan a él ya internado, como Juan Jacobo-Bajarlía. En los 60 y70 –año en que muere– hay algunos jóvenes que van expresamente a conocerlo; entre ellos resalta Vicente Zito Lema.
En tercer lugar, el otro está encarnado por los profesionales que lo trataron en los hospitales, por ejemplo los psiquiatras Enrique Pichon Rivière, Eduardo Kraft, Jorge Saurí y Ramón Melgar. A ellos están dedicados varios poemas, como enunciatarios o por la dedicatoria, como es el caso del poema dedicado a la Dra. Melgar, o a la “doctora del anillo de jaspe”, tal vez.
Frente al yo que se diluye y desaparece, también son “el otro”, en tanto interlocutores internos, aquellos autores que sabemos que leyó, como Cervantes y los que integran la Patrística. En esa confrontación imaginaria vuelve a erigirse el yo.
Además, el otro, en la medida en que no es “yo”, toma a veces la consistencia de la vida institucionalmente reglada, de la cual el canon literario y el plástico constituyen una forma. Respecto de ellos Fijman es siempre un outsider.
Ya en sus textos, hay figuraciones del otro más fáciles de encontrar. Como en el evidente poema homónimo, “El otro”, donde introduce algo o alguien que trae peligro y que produce miedo:
Tarde de invierno.
Se desperezan mis angustias
como los gatos;
se despiertan, se acuestan;
abren sus ojos turbios
y grises;
abren sus dedos finos
de humedad y silencios detallados.
Bien dormía mi ser como los niños,
¡y encendieron sus velas los absurdos!
Ahora el Otro está despierto;
se pasea a lo largo de mi gris corredor,
y suspira en mis agujeros,
y toca en mis paredes viejas
un sucio desaliento frío.
¡La Esperanza juega a las cartas
con los absurdos!
Terminan la partida
tirándose pantuflas.
Es muy larga la noche del corazón.
(Vázquez[16] 1983: 56)
A su vez, especialmente en la OFL, el otro es asumido como un frecuente tú femenino (Arancet Ruda 2001: 485-523):
“Canon de mística teología”
Tú que vuelves por lágrimas al evo del arcángel y la rosa.
Tú que luces el acto de los soles beatos,
¿A quién ama el amor de las dulces gacelas?
¿A quién la eternidad?
Tú que vuelves por llanto la soledad, la muerte,
Las torres olvidadas y la paz de la aldea,
Y tu cuerpo más fuerte,
Más presente que el sueño de la luz y la muerte.8 de diciembre de 1965
(Bajarlía 1992: 211)
“Écloga”
Tú, la incóndita niña,
De la incóndita flor
y la incóndita muerte,
constas de flor y muerte.
Tú, la incóndita niña,
Demuestra flor y muerte,
Tú, la breve sentencia
De la lúcida muerte,
Que pones con el llanto
la incóndita flor,
Y la incóndita muerte.
(Zito Lema 1969: 16)
En estos textos el otro, con diversas figurativizaciones, se piensa, se palpa, se presiente, se intuye, se imagina, se desea, se mira, se admira teme. En estos avatares de la vida interior y exterior de un sujeto errante y siempre a punto de diluirse el yo encuentra anclajes que lo mantienen de este lado. Así ocurre también, muy especialmente, en las relaciones establecidas con los otros como destinatarios de sus regalos, como veremos en el siguiente punto.
En múltiples manos
Finalmente, el otro es cada una de las personas que recibió como regalo directamente de Fijman un poema o un dibujo. Tal vez antes, durante o después de ese obsequio acontecía una instancia de diálogo. Este ademán fijmaniano de ofrecer su poesía habla, también, del sitio al que había accedido nuestro autor en su vinculación con la alteridad.
Acerca de esta actitud de obsequiar sus poemas es fácil especular que, debido a que su domicilio era el manicomio –el “Borda”, en la calle Dr. Ramón Carrillo 375, ex Vieytes; y el “Open Door”, en el partido de Luján–, muy posiblemente no tuviera dónde guardar sus creaciones con demasiada seguridad. Ciertamente, a ello apunta Daniel Calmels cuando dice que Fijman dejó su trabajo “en múltiples manos”, ya que “no tenía espacios alrededor de su cuerpo donde guardar sus bienes terrenales” (Sylvester 2005: 40). También señala la ventaja de este modus operandi al observar que “el regalo continuo que hacía de sus producciones puso una parte de su obra a resguardo del olvido y del exterminio” (Calmels 1996: 21); esta es una consecuencia innegable y que agradecemos.
Hallamos que el sujeto, especialmente después de 1931 grosso modo, está hecho de pedazos o “de estampas”. Así aparece el cuerpo cuando todavía es referido, en Molino Rojo, siempre fragmentario (Arancet Ruda 2001: 83-92). El yo poético prodiga su cuerpo en partes: eso son sus textos dactiloscritos y sus dibujos. Con agudeza Bajarlía sintetiza este aspecto al sentenciar que “Fijman quiere despojarse de su cuerpo, y para conseguirlo se mutila fragmentariamente.”[17] (Calmels, 1996, p. 6).
En la OFL de Fijman, definitivamente, el cuerpo es texto. Bajarlía condensa que en Jacobo corporeidad y hacer creador se corresponden semánticamente (Calmels 1996: 6). El gesto de regalar cada una de las ocasionales hojas en que escribía o dibujaba es la manera más concreta de entrar en relación con el otro a través de la donación de sí, de su ser corporal y de su ser anímico. En los poemas y en los dibujos, generosamente obsequiados a otro, el cuerpo se da a modo de ofrenda sacrificial, esto es una manera de hacer sagrado lo habido, lo propio, que se transforma al estar en otras manos. Como Dionisos. Como Jesucristo. “Yo soy el Cristo Rojo” repetía a voz en cuello cuando fue encarcelado y luego internado en 1921, según recoge Vicente Zito Lema (1970: 34). La entrega es, entonces, el sentido final, al menos el sentido posible y tangible, de la poiesis fijmaniana.
La ubicación de Fijman, acerca de la cual nos interrogamos en el inicio, se localiza de manera patente en esta acción de darse al otro. En este gesto[18] encontramos un elemento abarcador de la OFL. Tal actitud concuerda con la concepción del arte que Fijman deja entrever en algunos de sus ensayos en Número (Adur 2018). Y, también, en algunas entrevistas: como en la de Vicente Zito Lema en Talismán (1969), donde dice que escribe para que sus actos se ordenen a Dios (1969: 77); y en la de Guillermo Zorraquín (h.) en Gente, donde afirma: “La poesía es un carisma de mi ser, un deber; el poeta no busca las palabras sino el Verbo[19]” (1969: 64). Para Jacobo tenía más sentido compartir desprendidamente su escritura con otros, que acopiarla. Así, su dadivoso gesto se asocia con el desapego que vivía consciente y deliberadamente[20].
Al pensar en los textos dispersos en diferentes puntos de la ciudad, imaginamos que dichos puntos se conectan en un mapa. Si esa trama fuera visible, Buenos Aires luciría una suerte de secreta red lumínica y, así, “el más ausente” se volvería “el más presente”, con sutileza. Como un eco ampliado de la estructura de Estrella de la Mañana nos encontraríamos con una constelación que genera rutas y sentidos que se apartan de aquellos valores, más transitados en nuestro sistema, como el reconocimiento y el posicionamiento. Los ingresos en la textualidad Fijman son arduos y obligan a correrse de las principales líneas del sistema en que se sumen nuestras vidas, o la mayoría al menos.
Conclusiones de arranque
El grupo de textos que compone el corpus fijmaniano extendido, en especial la OFL, subraya su no integración en el sistema. Así es ahora y, mayoritariamente, así fue en vida del poeta, cuando andaba por Buenos Aires continuando su condición de errancia[21].
Por el momento apenas consideramos como totalidad provisoria la OFL con el fin de proponer caminos de abordaje de la obra fijmaniana. Su minuciosa observación nos habilita a asociar el rasgo de la movilidad continua, la errancia, el otro/lo otro –en sus distintas formas– con el gesto de Fijman de regalar la propia obra. Así, su “ubi” se define en lo vincular. Es en la coordenada del encuentro ocasional, sea tangible y visible, o bien interior, imaginario y fantasioso, donde está el “ubi” de Fijman. No señalamos el encuentro como un tema desplegado en sus poemas, sino como espacio, tiempo, estado y símbolo que se vuelve ocasión de erigir su faz relacional y, por tanto, de erigirse.
Bibliografía
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- Esto es, al cabo de veintiún años, ya que defendimos nuestra tesis doctoral el 23 de diciembre de 1999, la que publicamos como libro en 2002: Jacobo Fijman. Una poética de las huellas, Buenos Aires: Corregidor.↵
- Al cabo de aquel lejano trabajo, cuando estábamos pensando en reunir y publicar sus cuentos, salió la edición de San Julián, el pobre, hecha por Alberto Arias, como siempre en su caso, muy cuidadosamente.↵
- La Z. corresponde a Zéfiro y la D., a Deodato (Pigüé, 1901-Buenos Aires, 1985).↵
- Buenos Aires, 1902-1962.↵
- Quizás en el caso de los poemas que Vicente Zito Lema publicara en Talismán (1969) Fijman sí haya tenido alguna injerencia, dado que estaba vivo y mantenía un contacto muy asiduo y cercano con Zito Lema.↵
- En adelante, con fines prácticos, usaremos a menudo estas tres iniciales, OFL, para designar el corpus en cuestión.↵
- Nuestra actual propuesta de interpretación tiene su origen en un proceso inverso respecto del tradicional “pregunta-respuesta”. Las reflexiones y apreciaciones aisladas condujeron a formularnos esta pregunta “¿Dónde está Jacobo Fijman?”, por lo que se convirtieron automáticamente en respuestas y, luego, en vías de abordaje. Estas respuestas/abordajes se tocan notablemente entre sí, de manera que los reenvíos internos, a modo de hipervínculos, abren cada vez más posibilidades de lecturas y de relecturas. Así, los enfoques que vamos proponiendo, en este y en sucesivos trabajos, señalarán inductivamente la pregunta englobante, que los reúne orgánicamente.↵
- Más adelante sí tomaremos estas colecciones como recortes en el corpus, porque refieren, como mínimo, un derrotero determinado del autor que regala sus poemas.↵
- Aclaramos que el foco está en este período temporal porque hay OFL muy temprana, anterior incluso o apenas inmediata a Molino Rojo (1926). ↵
- Las otras veces en que Cristo es directamente mencionado son: “Salta tu canto, vuela mi rezo en Cristo unidos” -1931, 14-; “El agua oscura, la luz oscura de mi alma quiere morir en Cristo”, “En los brazos de Cristo he visto tierra y cielo,” -1931, 19-; “niño en la luz y con la luz y por la luz de Cristo” -1931, 23-; “y en nuestra sangre muero, y resucito en la sangre de Cristo” -1931, 25-; “Puesta está la creación toda en el Misterio con Dios visible en Cristo” -1931, 27-; “donde los niños reposan su soledad de niños cantores arraigados en Cristo, desmenuzados en Cristo” -1931, 30-; “miran a Cristo las criaturas” -1931, 31-; “Dichosa el alba de las ciudades que hacen en Cristo sus murallas” -1931, 32-; “Entre sí suben las criaturas mansas tendidas en amor de Cristo./ Entre sí suben las criaturas fuertes sobre asientos de paz/ que cuidan las espadas en amor de Cristo”, “afuera nos besaremos desnudos de tinieblas y pavores, tendidos en amor de Cristo” -1931, 40 y 41-; “[…] voz que muere en suavidad de Cristo” -1931, 42-; “Me veo en la dichosa semejanza del agua y de la luz de Cristo” -1931, 62-; “Cristo ha puesto los signos de su boda”, “Vienen los soles y las lunas en el alba de Cristo” -1931, 69-). Así, figura un total de dieciocho veces.↵
- José es el segundo nombre de Jacobo, según consta en el acta de bautismo; no sabemos si tomado con ocasión del rito bautismal o preexistente.↵
- Sobre la migración de los judíos desde el este europeo nada mejor que leer Judíos errantes (1927), de Joseph Roth (Ucrania, 1894-París, 1939).↵
- Pensamos en la abundante referencia a las “manzanas” en los poemas de Fijman en posible conexión con su haber vivido algún tiempo, durante su infancia, en el oasis agrícola, especialmente fruticultor, que es Choele-Choel, ciudad patagónica.↵
- Así lo testimonia este psiquiatra, que fue Jefe de Servicio en el “Neuropsiquiátrico de Hombres” –actual “Borda”–, entre 1952 y 1955, en entrevista con Alberto Arias.↵
- Con elocuente claridad y precisión expresiva, José Kozer (La Habana, 1940) refiere: “El nacer y crecer en un lugar implica la prerrogativa natural de quedarse en ese lugar permanentemente. Uno no nace argentino, francés, venezolano o cubano para no permanecer en el territorio lógico de la nación. Sin embargo, esta prerrogativa lógica, natural, por siglos ha sido la excepción que ha marcado al judío. Esta noción de excepción, por supuesto, está marcada por cierta terminología. No existe condición humana que carezca de términos prejuiciosos, o por lo menos de definiciones que intenten delimitar la condición en términos de lenguaje. El judío, por lo tanto, es definido como el “errante” y el “internacional”; estos términos de valor, estas definiciones que demarcan diferencia, estos términos de dolor y alegría, de la alegría positiva de ver más, de estar en más lugares, de siempre pertenecer poco a poco al más allá, de ser dos y tres a la vez, el judío o algo más, y a la vez, algo nuevo y algo diferente, se convierten a base del prejuicio, en términos despectivos de negación. El judío internacional y el judío errante fueron términos utilizados para definir al judío como el egoísta, el que constantemente quiere acaparar (el judío como banquero, el judío que acapara sólo para sí), reduciendo así a un grupo que vagaba sin querer vagar y que también poseía una alta espiritualidad, una espiritualidad desde arriba y, por lo tanto, una espiritualidad que se mantenía sobre todo. El judío errante, el judío internacional. ¿Una condición? ¿Un aura? ¿Un sentir real y sobre todo poético? ¿Un ser que está por todas partes y simultáneamente en ninguna? ¿Una soledad impuesta sobre mí (estoy parafraseando a Kafka) y en parte voluntariamente buscada por mí? ¿Por el judío que soy yo?” (2000, 419).↵
- Debido a la extrema importancia que en el caso de Jacobo Fijman tienen los editores que publicaron su obra póstumamente, hemos decidido asentarlos en la bibliografía ingresándolos por el apellido del editor. Así, cuando sea necesario aludiremos a la obra de Fijman en (Vázquez, 1983), en (Schvartz, 1998 y/o 1999), en (Sylvester, 2005), en (Arias, 2005), en (Pérez Míguez, 2014), etcétera.↵
- De manera diferente pero similar, los poemas desperdigados de Fijman equivalen a las esquirlas de Héctor Viel Temperley en su Hospital Británico (1986); y, también, a los objetos del todo diversos con que el protagonista del “Primer Mural” (1957) de Miguel Ángel Bustos quiere armar su fantoche o gólem, dos de los poetas habitantes de la violencia de la frontera, teorización para estudiar a estos poetas, que venimos desarrollando hace ya varios años.↵
- A la par, es un factor esclarecedor en medio del hermetismo. Este hermetismo tiene causas varias: primer vanguardismo, surrealismo, alteración mental, un pensamiento refinado y complejo –de maneras harto diversas, Leopoldo Marechal (1948) y Vicente Zito Lema (1970) dan cuenta de ello– y el gusto por producir significación encriptada, ya que muy posiblemente él mismo haya leído la realidad, en sus muchos niveles, de esta forma, según lo deja entrever, por ejemplo, en su ensayo “Mallarmé, lector de símbolos” publicado en el n°6 de la revista Número, donde afirma, entre otras cosas: “La creación poética es análoga a la palabra interior de Dios, es su Verbo, en el cual y por el cual el artesano del verso ve como [sic] se hace su obra.” (Fijman 1931b: 1).↵
- Exactamente con este sintagma cierra su nota “Misterio de la poesía” (Fijman, 1930: 2), de treinta y nueve años antes de la entrevista.↵
- Según es sabido, no poseía absolutamente nada, dato desarrollado en el testimonio que Vicente Zito Lema se ocupa de asentar, mediante grabación, desgrabación y transcripción (1970).↵
- Condición patente en su relato “Dos días” (Arias 1998: 19-38), por ejemplo.↵
- Todavía no sabemos quién es H.T.↵