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El momento autobiográfico

La representación del espacio
y el espacio de representación: las Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt

María Fernanda Musante (Universidad Nacional de La Plata,
Universidad Nacional de San Martín)

Introducción

La teoría de la autobiografía está plagada por una serie recurrente de interrogantes y acercamientos que no son simplemente falsos, en el sentido de resultar forzados o aberrantes, sino que son limitadores, por asumir presupuestos acerca del discurso autobiográfico (…) Los intentos de definir la autobiografía como género parecen venirse abajo entre preguntas ociosas sin respuesta. (De Man, 1991: 113)

Estas son las primeras líneas de La autobiografía como desfiguración, donde Paul De Man analiza distintos estudios realizados sobre el género autobiográfico. En su trabajo, De Man señala que muchos de estos estudios proponen categorías genéricas extremadamente cerradas que dejarían de lado muchas obras históricamente consideradas autobiográficas. Como introducción a este trabajo intentaremos dar cuenta de los más importantes aportes realizados por distintos críticos en torno al género para luego abordar el análisis propuesto: demostrar que las aguafuertes seleccionadas tienen un claro registro autobiográfico que, siguiendo la denominación de De Man, daremos en llamar “momento autobiográfico”. Asimismo, intentaremos demostrar que este registro autobiográfico se encuentra estrechamente ligado a los conceptos de “representación del espacio” y “espacio de representación” acuñados por Henri Lefebvre, en tanto Arlt escritor por excelencia del espacio urbano porteño.

En cuanto al género autobiográfico, comenzaremos por establecer el tema escencial de toda autobiografía. En este sentido Karl Weintraub señala que los temas escenciales son “las realidades ‘experimentadas’ de una forma concreta” (1991: 19) y no las que forman parte “del ámbito de las experiencias” consideradas en sí mismas separadas del sujeto que las lleva a cabo. Asimismo, considera que la realidad externa forma parte de la experiencia, pero esta experiencia se ve modificada por la vida interior del escritor de la autobiografía. Todo hecho externo alcanza “un determinado grado de valor sintomático que se deriva de su absorción y reflejos internos” (1991: 19). Es así que la realidad externa, en tanto experiencia, se ve modificada por la vida interior del sujeto que la experimenta transformándola en lo que Hans George Gadamer define como “vivencia”. Leonor Arfuch (2010) señala que Gadamer, con una línea hermenéutico-fenomenológica, afirma que el término “vivencia” (Erlebnis en alemán) ya era usado en tiempos de Goethe con un doble matiz: el de “comprensión inmediata de algo real en oposición a aquello de lo que se cree saber algo, pero a lo que le falta la garantía de una vivencia propia” y el de “designar contenido permanente a lo que ha sido vivido” (2010: 35). Wihem Dilethey (1994) agrega que en el término (vivencia) no sólo aparecen ambas ideas (vivencia-contenido) sino que adquiere además un matiz epistemológico por cuanto pasa a designar también la “unidad mínima de significado” que se hace evidente a la conciencia, en reemplazo de la noción Kantiana de “sensación”: “lo vivido es siempre vivido por uno mismo y forma parte de su significado el que pertenezca a la unidad de ese uno mismo.” Gadamer también distingue que la unidad de sentido que es la vivencia “se encuentra en una relación inmediata con el todo, con la totalidad de la vida” (2010: 35), es decir, la realidad externa como realidad experimentada de la que nos habla Weintraub.

En cuanto a la figura del autor (sujeto que experimenta, según Weintraub) Michael Sprinker señala desde un punto de vista filosófico y psicológico que el “yo” en la autobiografía “no puede llegar a ser autor de su propio discurso en mayor medida de lo que cada productor de un texto puede ser llamado autor, esto es, originador de su propia obra” (1991: 120). De este modo, Sprinker entra en la arena de los debates sobre algunas cuestiones cruciales que la noción de autor plantea en la crítica literaria, en donde la idea de autor como presencia subjetiva que origina; y por tanto, es responsable de un discurso determinado, ha sido objeto de análisis de innumerables críticos como Roland Barthes y Michel Foucault, entre otros, quienes tienen como denominador común en sus estudios el esfuerzo de establecer la primacía de “el yo textual no subjetivo” como productor del discurso. Asimismo, desde un punto de vista que podríamos llamar Freudiano, Sprinker señala que la autobiografía es la indagación del “yo” en su propio origen e historia. En esta misma línea de pensamiento se encuentra Dilthey, quien señala además que la autobiografía corresponde a la reconstrucción de la vida como medio de interpretación de la realidad histórica en que vive el autor.

Desde un punto de vista retórico y técnico, Philippe Lejeune señala que la autobiografía “es un relato retrospectivo en prosa[1] que una persona real hace de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y, en particular, en la historia de su personalidad” (Weintraub 1991: 48). Lejeune desarrolla minuciosamente en su teoría distintos aspectos desde el sujeto de enunciación hasta la estructura de la autobiofrafía para concluir que tanto el autor como el lector entienden explicita o implícitamente que el texto es una autobiografía. Es decir que “‘la identidad de nombre’ entre autor, narrador y personaje” debe establecerse en “el pacto autobiográfico”. De este modo, Lejeune realza el lugar otorgado al otro: ese lector activo que interpela al texto, pero desde una concepción preestablecida. Paul de Man, por su parte, critica el estudio de Lejeune ya que a su entender su teoría “parece no estar fundada ni en argumento ni en evidencia” (1991: 114). De Man también señala que no deberían existir definiciones genéricas extremadamente cerradas, ya que muchos de los textos considerados autobiográficos por la crítica “parecen solaparse con géneros vecinos e incluso incompatibles” (1991: 113). Es así que la autobiografía no es entonces un género sino una figura de lectura y de entendimiento que se produce en todo texto en el “momento autobiográfico”. De esta manera, De Man también pone foco en la figura del lector. En esta misma línea de pensamiento se encuentra Roberto Retamoso, quien (si bien no teoriza sobre autobiografías) coincide con De Man en cuanto a las definiciones genéricas cerradas al analizar la obra periodística de Roberto Arlt. Retamoso señala que los críticos trazan rígidas fronteras entre los distintos géneros literarios y que

[…] los textos periodísticos de Roberto Arlt han desafiado este tipo de distinciones ya que por su peculiar lenguaje, por sus formas descriptivas y narrativas, por su vasta temática o por sus recursos y dispositivos retóricos, nunca dejan de evocar la presencia de distintos discursos literarios […] y es esa modalidad de su escritura, presisamente, la que obliga a relativizar las oposicines clasificatorias rígidas, proponiendo una nueva manera de leerlos sin desconocer, naturalmente, las diferencias de escritura y de género que objetivamente separan unas de otras. (2014: 299-300).

Arlt no se limitaba entonces a un solo registro; según los casos, “sus crónicas se tratan de relatos de viaje, de crítica literaria o de textos de tipo ensayísticos” (Retamoso, 2014: 302-303). El propio Arlt manifiesta su despreocupación en torno al género de sus textos: “Yo con toda ingenuidad, nunca me he preocupado de saber qué era lo que yo escribía.” (1994: 38).

En cuanto a la forma, podemos señalar que el uso de la primera persona en casi todos sus relatos acompañado de un nombre propio “yo soy Arlt” le dan a sus crónicas un registro autobiográfico que muestra un alto grado de subjetividad que “dan cuenta tanto del devenir del mundo que se observa” (la representación del espacio de la que nos habla Lefebvre y trataremos a continuación) “como del devenir de ese sujeto en el mundo observado” (Retamoso 2014: 305) (el espacio de representación de Lefevbre o las realidades experimentadas de Weintraub) y ese sujeto es precisamente Roberto Arlt, autor, narrador y personaje, el héroe autorreferencial de Bajtín[2] que trata de escenificar su propio quehacer y experiencia en cada relato. Estas crónicas trazan una imagen del escritor que “como toda imagen literaria, es una imagen construida discursivamente” (Retamoso 2014: 307), es decir, el “yo textual no subjetivo” como productor del discurso del que habla Sprinker. Por esta razón, describen sus rasgos y atributos distintivos que le confieren su identidad singular. Es por ello que muchas de las aguafuertes muestran diversas formas de representación de su autor que nos hace pensarlas también como textos autobiográficos.

En cuanto la idea de espacio, Henri Lefebvre (2013) describe al mismo con dos conceptos claves que a nuestro entender se encuentran estrechamente relacionados con el momento autobiográfico que intentamos analizar: La representación del espacio y el espacio de representación Lefebvre entiende como “representación del espacio” al espacio concebido, es decir, el espacio desde un punto de vista técnico, científico y físico. Este es el espacio planificado por los urbanistas y tecnócratas y son los espacios que Arlt se lanza a descubrir para encontrar temas que disparen su escritura: las calles de Buenos Aires, sus edificios y sus lugares. En cuanto alespacio de representación”, Lefebvre lo describe como el espacio vivido a través de las imágenes y los símbolos que lo acompañan. Se trata del espacio experimentado pasivamente que la imaginación desea modificar, es así como la imaginación recubre el espacio físico utilizando simbólicamente sus objetos. Este “espacio de representación” es precisamente el que Arlt describe desde un yo enunciativo que nos hace pensar en variados momentos autobiográficos que, en su conjunto, narran sus vivencias como realidades experimentadas de una forma concreta, es decir, la indagación del “yo” en su propio origen e historia del que nos habla Sprinker. Las crónicas de Arlt detallan la experiencia del Flâneur que, como el viajante, hace descripciones concretas de lo que ve pero, a diferencia del viajante, relata el devenir del espacio que recorre entrelazado con su propio devenir en cuanto este espacio es el espacio propio y habitado y, por tanto, expresa lo vivido; su propia experiencia espacial que no es más ni menos que el “espacio de representación” de Lefebvre. En el sentido opuesto a lo que señala Dilthey, Arlt narra la realidad histórica y espacial en la que vive como medio de descripción de su propia vida como cronista y escritor.

Teniendo en cuenta lo expuesto y siguiendo la misma línea de pensamiento de Paul De Man retomaremos la idea desarrollada por Retamoso en cuanto al registro autobiográfico de las crónicas de Roberto Arlt. Aquí el centro de atención de nuestro trabajo se desplazará hacia la idea de un “momento autobiográfico”, en donde el lector activo podrá integrar más libremente las diversas características del género para construir el significado autobiográfico de la colección. Asimismo, intentaremos determinar las relaciones de ese registro autobiográfico con los conceptos de “espacio representado” y “espacio de representación”, que a nuestro entender se encuentran estrechamente ligados al registro autobiográfico de las crónicas de Arlt —ya que en su obra periodistica describe no sólo los lugares que recorre, sino su propia existencia en ese espacio cotidiano.

Roberto Arlt, flâneur en busca de la representación del espacio

Arlt comienza a escribir sus Aguafuertes porteñas para el diario El Mundo a finales de la década del veinte en una Buenos Aires convulsionada por los cambios tecnológicos, sociales, económicos y arquitectónicos de lo que Beatriz Sarlo (2003) denominó “una modernidad periférica”. El paseante de esta ciudad atraviesa un espacio que ya ha sido trazado, pero que cambia constantemente debido a transformaciones tecnológicas y urbanísticas que se suceden en un período de tiempo relativamente breve y tienen un impacto importante en los hombres y las mujeres de Buenos Aires, quienes quedan entre una ciudad pasada que recuerdan y una nueva en la que están inmersos. La ciudad vive a una velocidad sin precedentes y estos desplazamientos espaciales vertiginosos no producen consecuencias solamente funcionales, sino que modulan un nuevo elenco de imágenes, percepciones y necesidades.[3] Este nuevo escenario requiere nuevas formas textuales y nuevos procesos de enunciación: la modernidad, la modernización y la ciudad aparecen entremezcladas en la literatura como nociones descriptivas del espacio y como valores materiales. Es precisamente en este espacio vertiginoso en donde Arlt se hace cargo de las notas costumbristas de El Mundo, usuales en los diarios de la época, que desde el 5 de agosto de 1928 se denominarán Aguafuertes porteñas.[4]

Para escribir sus notas, Arlt se lanza a las calles en búsqueda de temáticas y así lo expresa en su aguafuerte “El placer de vagabundear” en dónde se desliza su propia condición de escritor en su narración autodiegética: “Comienzo por declarar que creo que para vagabundear se necesitan excepcionales condiciones de soñador” (2000: 8). Es en este vagabundear en donde Arlt descubre una representación del espacio urbano en pleno proceso de cambio arquitectónico, social y cultural. Arlt descubre la ciudad moderna pensando el espacio que ella ocupa y el espacio del que ella se apropia:

Los extraordinarios encuentros de la calle. Las cosas que se ven […] la calle lisa y que parecía destinada a ser una arteria de tráfico con vereda para los hombres y calzada para las bestias y los carros, se convierte en un escaparate, mejor dicho, en un escenario grotesco y espantoso donde, como en los cartones de Goya, los endemoniados, los ahorcados, los embrujados, los enloquecidos, danzan su zarabanda infernal. (2000: 8).

Arlt, flâneur hundido en este espacio urbano del que él también forma parte, es un escritor en relación problemática no sólo con “la representación del espacio” que describe sino también con “el espacio de representación”. En su descripción, el escritor señala los cambios tecnológicos que se están produciendo en donde conviven en el mismo espacio, la calzada, las “bestias y los carros”.[5] Esta descripción corresponde a la representación del espacio concebido.[6] Pero Arlt no se queda sólo en la representación, va más allá dando cuenta de su propio espacio de representación, su vivencia y experiencia personal en esas calles. Arlt designa contenido permanente a lo que ha sido vivido en las calles al mencionar “los cartones de Goya”, obra que ha visto y con la cual se siente identificado: “Porque, en realidad, ¿qué fue Goya, sino un pintor de las calles de España?” (2000: 8). Claramente la obra de Goya forma parte de su experiencia pasada designando así una unidad mínima de significado que forma parte de la conciencia y construye la experiencia dando cuenta del relato retrospectivo del que nos habla Lejeune; pero, en este caso, es un relato retrospectivo implícito que el lector deberá identificar en el momento autobiográfico.

En cuanto al relato retrospectivo del que nos habla Lejeune, se pueden encontrar también ejemplos directos en distintas crónicas de nuestra colección, tal es el caso de “La crónica nº 231” en la cual Arlt hace un recuento de su obra periodística desde el 14 de mayo de 1928 al 31 de diciembre del mismo año:

Con el primer número de El Mundo apareció mi primera crónica. ¡Cuántas preocupaciones cruzaron por mi mente entonces! (…) Es necesario que antes de hablar de mi, hable del director de este diario (…) Muzio Sáenz Peña me dio plena libertad para escribir (…) libertad de denunciar la tontería; libertad de atacar la injusticia; libertad de decir, de ser lo que se es, sin restricciones, sin mojigaterías. (1991: 27-28).

De esta manera, el autor traza un momento autobiográfico que da cuenta de un relato retrospectivo de la experiencia vivida como así también del espacio social porteño. Esta construcción narrativa de lo privado inmerso en lo público adquiere también una nueva dimensión entre lo social y lo político, aspectos que nunca escaparán de la mirada de Arlt y que lo definirán como sujeto de enunciación. Más adelante en la misma crónica, menciona su modo característico de escribir: “Escribo en un “idioma” que no es propiamente el castellano, sino el porteño” (1991: 29). Arlt retoma el tema de su modo de escribir en la siguiente crónica de la misma colección en donde cuenta que recibe cartas de lectores[7] y reproduce segmentos de las mismas: “Por favor, señor Arlt, no rebaje más sus artículos hasta el cieno de la calle…” (1991: 31). Podemos percibir entonces en esta frase el pacto autobiográfico entre lector-escritor en el uso del nombre propio. Asimismo autor, narrador y personaje se articularán más adelante en la misma crónica cuando Arlt le responde a este lector:

Y yo tengo esta debilidad: la de creer que el idioma de nuestras calles, el idioma en el que conversamos usted y yo en el café, en la oficina, en nuestro trato íntimo, es el verdadero […] yo no soy ningún académico. Yo soy un hombre de la calle, de barrio, como usted y muchos tantos que andan por ahí […] yo he andado un poco por la calle, por estas calles de Buenos Aires, y las quiero mucho, y le juro que no creo que nadie pueda rebajarse ni rebajar el idioma usando el lenguaje de la calle […] créame. Ningún escritor sincero puede deshonrarse ni rebajarse por tratar temas populares y con el léxico del pueblo”. (1991: 31-32-33)

Lila Caimari (2016) señala que durante los años en los que Arlt escribe sus aguafuertes se estaba produciendo un debate entre los intelectuales de la época en cuanto a su pureza. Los defensores de la pureza del lenguaje deploraban el poliglotismo de las élites y la polifonía de los arrabales; en cambio, los defensores de la autonomía de la lengua consideraban a Buenos Aires como la “cuna dichosa de un castellano ágil y moderno, que permitía purgar todo un lastre estético e ideológico de pesadeces castizas” (Caimari 2016: 156). Roberto Arlt no se encontraba al margen de este debate y lo manifestaba, como se ve en esta aguafuerte, en cada ocasión que se le presentaba. Es así como podría delinearse la especificidad de algunas aguafuertes como género autobiográfico en la tensión del mundo privado (la historia de la personalidad de la que habla Lejeune), a la luz de la incipiente conciencia histórica moderna (realidad intelectual externa) en relación con el nuevo espacio social (la modernización).

En las aguafuertes podemos percibir no sólo el espacio interior del pensamiento, la autoreflexión y la afectividad, sino también el espacio físico: la vivienda, la calle y la ciudad toda como espacio público:

Esmeralda, Carlos Pellegrini, corrientes (…) son las calles donde se le da una despiadada batalla a la paciencia de los seres humanos. En Esmeralda agonizan de impaciencia los motorman en la imposibilidad de arreglar los obstáculos del tráfico con malas palabras; en Carlos Pellegrini, además de los tranvías estacionados, usted cuenta tales brigadas de mujeres abriendo la boca frente a las vidrieras, que si se resuelve a caminar, tiene que hacerlo a base de “gambetas” como si estuviera boxeando con su sombra (…) En Corrientes, es la peste de los destructores de calzadas y veredas. Cuando no es una empresa, es otra, o si no es la O.B.S. de la N. y aquí ya no son “gambetas” las que tiene que hacer. (Arlt 2000: 82-83)

La descripción de las vidas de otros y del espacio público cobra aquí una dimensión particular: la razón de la descripción de la propia vida produciendo así un nuevo momento autobiográfico. En esta producción literaria Arlt crea un efecto de “verdad” tanto en la descripción de espacios reales (que los lectores transitaban habitualmente) como en la apropiación de la primera persona como garante del yo real que enuncia. En este yo enunciativo nuevamente se entremezcla autor, narrador y personaje. Esto también sucede en la crónica “La vuelta al pago” en dónde Arlt recrea el personaje escritor que no es más ni menos que él mismo:

Vino a verme el petiso Scalabrini Ortiz y me dijo:
–Che, Arlt ¿hasta cuándo pensás tirarte a muerto? Lo contemplé un instante y le dije:
–Bueno, andá, decíle al director que el 15 iré a trabajar.
Y heme aquí de vuelta al pago. Entre compañeros; mi mesa de costumbre. Hablando con ustedes, mis colosales y anónimos amigos. (1991: 34).

La serie de Aguafuertes Porteñas se interrumpe desde el 11 de septiembre hasta el 15 de noviembre de 1929. En su lugar aparecen los “Apuntes Porteños” de Raúl Scalabrini Ortiz (Saítta 1991: 34). En esta primera crónica luego de su ausencia, Arlt explica su vuelta al espacio propio desplegando así un nuevo momento autobiográfico en donde se entremezcla realidad y ficción y el lector puede identificar al yo autor en torno al yo personaje. Desde el punto de vista de la relación autor-lector, queda claro un pacto autobiográfico explícito y otro implícito. Por un lado, Arlt usa la primera persona enunciativa que relata una experiencia vivida, es decir, el texto afirma la identidad del autor. Por otro lado, el lector tiene conocimiento de la ausencia de Arlt en la redacción del diario, ya que sus notas no estaban siendo publicadas. Es así que el lector activo tratará de establecer relaciones, a pesar del autor, buscando los momentos en que se respete el pacto autobiográfico.

Antes de emprender su viaje a Europa y África enviado como corresponsal del diario, Arlt escribe dos Aguafuertes que funcionarán en su columna diaria como prólogo a la serie de crónicas que se publicarán y que cambiarán de título de acuerdo al lugar en donde Arlt se encuentre.[8]

La primera crónica describe un relato retrospectivo de la personalidad del autor:

¡Y aún no puedo creerlo! Aunque a ustedes les parezca un disparate. Sí, no puedo creerlo, tan largamente, con tanto ardor de años e imposibilidades he deseado este viaje.
¡Ah! Y algo que no me averguenzo de confesar:
No me atrevo a escribir una palabra que pueda, con su referencia, dar una imagen de la arquitectura de este sueño. (Arlt 2017: 33).

Esta crónica tiene un registro similar a un intercambio epistolar que cuenta una experiencia íntima, cambiando el registro de la esfera de lo público a la esfera de lo privado. En este sentido, Habermas (2004) resalta la importancia en el intercambio epistolar que se produjo a partir del siglo XVIII: “El diario se convierte en una carta destinada al remitente y la narración en primera persona destinado al receptor ajeno (…)” (2004: 86). Y es esto precisamente lo que ocurre en esta aguafuerte y en la siguiente en dónde Arlt describe su emoción previa al viaje:

Última nota en tierra firme. Mañana me embarco.
Emoción lenta. Latidos del corazón espaciados. Esta ciudad, que me es tan conocida, ahora cobra en el fondo de los ojos relieves nuevos. Las cornisas parecen separarse de la línea de los muros, con molduras frescas. La mirada bebe ávidamente el paisaje urbano, como si fuera a perderlo para siempre. (2017: 35).

Arlt despliega su más profundo sentir en cuanto al espacio de representación, aquel espacio de la experiencia propia e íntima que abraza a la ciudad, exponente primordial de la representación del espacio en todas sus aguafuertes. Arlt observa y “bebe” ese espacio entrañable entendiendo que se enmbarca en una nueva aventura en donde encontrará nuevos espacios pero, que ya no serán el espacio de representación en tanto no serán espacios propios los que encontrará sino espacios otros.[9] Es así que las crónicas de Arlt, como señala Alberto Giordano[10] (2018) juegan a borrar los límites entre realidad y ficción, entre lo público y lo privado y entre el espacio representado y el espacio de representación apelando a un registro autobiográfico que se presenta claramente en algunas crónicas y sutilmente en otras.

A modo de conclusión

Nos hemos propuesto en este trabajo demostrar que muchas de las crónicas periodísticas de Roberto Arlt publicadas en el diario El Mundo tienen un claro registro autobiográfico estrechamente ligado al concepto de “espacio de representación”: espacio dominado y pasivamente experimentado que la imaginación desea modificar. Nuestro recorrido comenzó con el análisis de distintos autores que teorizaron sobre el género. Hemos señalado que algunos teóricos dan definiciones extremadamente cerradas y otros definen la autobiografía en términos más abiertos dándole relevancia al lector en sus teorías. Luego de este análisis, hemos adoptado la idea del género autobiográfico como una experiencia de lectura que forzará al lector activo a descubrir las distintas características del mismo en el “momento autobiográfico”. Asimismo, intentamos definir los conceptos de “representación del espacio” (el espacio concebido) y de “espacio de representación” (el espacio vivido y experimentado), que se encuentran estrechamente ligados a los textos periodísticos de Roberto Arlt, cronista de los espacios urbanos por excelencia.

Nuestro recorrido continuó con el análisis de crónicas de Arlt seleccionadas. Hemos descubierto en el camino que el autor se lanza a descubrir la representación del espacio, el cual describe de un modo entre irónico y brutal. Sin embargo, la narración no se agota en la mera descripción; Arlt a su vez despliega un espacio de representación particular que no es ni más ni menos que su propia experiencia en aquel espacio concebido, y es precisamente en este punto en donde el lector encontrará distintos momentos autobiográficos en donde autor, escritor y personaje se entremezclan creando un pacto entre lector y escritor, que permitirá descubrir realidades experimentadas de forma concreta. Asimismo, el lector descubrirá experiencias pasadas en el relato retrospectivo, pero también descubrirá la experiencia presente del paseante en un espacio del que él también forma parte. Roberto Arlt, flâneur que describe lo que ve, siente y experimenta en su constante vagabundear por la ciudad, es el autobiógrafo del presente que relata la realidad histórica del espacio que habita como medio de reconstrucción de su propia vida.

Bibliografía

Arfuch, L. El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2010.

Arlt, R. Aguafuertes porteñas. La Plata, Terramar, 2011.

Aguafuertes porteñas. Buenos Aires, vida cotidiana. Buenos Aires, Losada, 2000.

Aguafuertes porteñas: cultura y política. Buenos Aires, Losada, 1994.

 “Prólogo” a Aguafuertes de viaje. España y África. Buenos Aires, Hernández Editores, 2017.

Bajtín, M. Autor y personaje en la actividad estética. Estética de la creación verbal. México, Siglo Veintiuno Editores, 1985.

Barthes, R. The Death of The Author. Bit.ly/2NS2zUj.

Camarini, L. Buenos Aires. Mezclas puras: lunfardo y cultura urbana (Buenos Aires 1920 y 1930). Ciudades sudamericanas como arenas culturales. Buenos Aires, Siglo veintiuno editores, 2016.

Collot, M. En busca de una geografía literaria de los textos. Espacios, imágenes y vectores. Desafíos actuales de las literaturas comparadas. Buenos Aires, Miño y Dávila Editores, 2015.

De Man, P. La autobiografía como desfiguración. La autobiografía y sus problemas teóricos. Estudios e investigación documental. Barcelona, Anthropos, 1991.

Foucault, M. ¿Qué es un autor? Entre filosofía y literatura. Obras esenciales, Volumen I. Barcelona, Paidós, 1999.

Des espaces autres, conferencia pronunciada en el Centre d’Études architecturales el 14 de marzo de 1967 y publicada en Architecture, Mouvement, Continuité, n° 5, 1984.

Giordano, A. Giro autobiográfico y escrituras del yo. Historia Crítica de la literatura argentina. Tomo XII, Una literatura en aflicción. Buenos Aires, Emecé Editores, 2018.

Habermas, J. Historia crítica de la opinión pública. Barcelona, Gustavo Gil, 2004.

Lefebvre H. La producción del espacio. Madrid, Capitan Swing, 2013.

Retamoso, R. Roberto Arlt, un cronista infatigable de la ciudad. Historia Crítica de la literatura Argentina. Tomo VI. El imperio Realista. Buenos Aires, Emecé Editores, 2002.

Saítta, S. El escritor en el bosque de ladrillos. Una biografía de Roberto Arlt. Buenos Aires, DeBolsillo, 2008.

— “Prólogo” a Aguafuertes de viaje. España y África. Buenos Aires, Hernandez Editores, 2017.

Sarlo, B. Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Buenos Aires, Nueva Visión, 2003.

Sprinker, M. Ficciones del “yo”: el final de la autobiografía. La autobiografía y sus problemas teóricos. Estudios e investigación documental. Barcelona, Anthropos, 1991.

Weintraub, K. J. Autobiografía y conciencia histórica. La autobiografía y sus problemas teóricos. Estudios e investigación documental. Barcelona, Anthropos, 1991.


  1. Weintraub menciona a las memorias, diarios y otras expresiones literarias también como autobiografías. Sin embargo para Lejeune son géneros vecinos ya que no cumplen con todas las condiciones de las autobiografías: forma del lenguaje, tema tratado, situación del autor y posición del narrador.
  2. Mijaíl Bajtín afirma que la autobiografía es “la construcción de un héroe autoreferencial” y en esta construcción no hay identidad posible entre autor y personaje (héroe) porque no existe coincidencia entre la experiencia vivencial y la “totalidad artística”, que se trata simplemente de literatura. Es decir, que existe un extrañamiento entre el “yo enunciador” y su propia historia. Asimismo señala que el autobiógrafo no difiere de la figura del narrador biógrafo (un “otro yo” o “un otro”) que para narrar la vida de su “héroe” se somete a un proceso de identificación y, por ende, de valoración, en este caso, “un valor biográfico”.
  3. Para tener una idea más acabada del desarrollo cultural en las décadas del veinte y treinta ver Sarlo (2003).
  4. Esta columna cambiará sucesivamente de título a lo largo de todo el período en que fueron publicadas.
  5. Lefebvre (2013) plantea que en la producción de un nuevo espacio, el espacio pasado no es completamente destruido y reemplazado por un nuevo espacio. Por el contrario, los nuevos espacios, los concebidos y los vividos (experiencia personal) se construyen sobre el espacio anterior conviviendo en constante tensión.
  6. Michel Collot (2015) denomina a la representación del espacio, lo concebido según Lefebvre, como “paisaje”. Este paisaje es una imagen elaborada a partir del punto de vista de un sujeto, sea él un artista o un simple observador.
  7. Sylvia Saítta señala que “muchas veces, la crítica ha señalado el carácter ficticio de las cartas de lectores que Arlt transcribe. Sin embargo en los años veinte (…) los diarios despliegan diferentes estrategias que apuntan a reconstruir los lazos sociales que la misma sociedad mediática está poniendo en peligro (…) los lectores escriben y opinan, protestan y levantan la voz, participan en las encuestas que organizan los diarios y envían su colaboración a las secciones que así lo demandan” (2008: 83). Por lo tanto no es descabellado pensar que Arlt haya recibido innumerables cartas de lectores.
  8. Sylvia Saítta (2017) compilará todas las crónicas del viaje de Arlt a Europa y África.
  9. El concepto de los espacios otros fue expresado por Michel Foucault en Des espaces autres, conferencia pronunciada en el Centre d’Études architecturales el 14 de marzo de 1967. Ver Foucault (1984).
  10. Cabe destacar que en su ensayo Giordano no analiza la obra de Arlt. Analiza cómo la literatura argentina había dado un notable giro hacia lo autobiográfico o lo subjetivo en las últimas décadas del siglo XX y los inicios del siglo XXI y que esa tendencia se ve reflejada en distintas series de crónicas.


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