María Laura Pérez Gras (Conicet, UBA, USAL)
El criollo Santiago Avendaño fue cautivo de los ranqueles entre los siete y catorce años, desde 1842 hasta 1849, y dejó 550 fojas escritas de puño y letra que, en parte, recrean la experiencia de vivir de otro lado de la frontera con el indio en pleno siglo XIX. Parte del manuscrito fue publicado de manera incompleta en tres breves fragmentos en La Revista de Buenos Aires, tomos XIV y XV (1867 y 1868) durante la vida del autor. Después de la muerte del excautivo, Estanislao Zeballos guardó y ocultó los manuscritos dentro de su enorme colección de objetos de la frontera y los utilizó hasta el plagio para elaborar su trilogía Calfucurá, Painé y Relmú. Tras la muerte del jurista los archivos fueron donados por sus descendientes al Museo de Luján[1]. El Dr. Jorge Rojas Lagarde fue quien encontró este tesoro en el Archivo Zeballos de este museo y fue también quien se lo dio a conocer al sacerdote benedictino Meinrado Hux para que hiciera una primera edición del material. Hux modernizó los textos con el fin de hacerlos más accesibles para el lector actual. Luego, realizó un ordenamiento cronológico y temático del material y lo publicó en dos partes. La primera se titula Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño (1999), y la segunda, más breve y descriptiva, Usos y costumbres de los indios de la Pampa (2000).
En esta oportunidad, daré cuenta de los problemas que presenta el concepto de “memorias”, que lleva el título de la edición de Hux, y los discutiremos a la luz de los manuscritos originales, del estudio de su contenido heterogéneo e inorgánico, para abordar la complejidad de estos documentos autobiográficos, en un punto, y testimoniales, en otros.
Avendaño fue cautivo entre 1842 y 1849 entre los ranqueles, desde los siete años hasta los quince; pero sus manuscritos también abarcan tiempos anteriores y posteriores a su cautiverio. Comienza con un racconto de los orígenes chilenos de la dinastía de los Piedra, el traslado definitivo a la Argentina de Calfururá en 1834 y el desarrollo de su poderoso cacicazgo; y luego del cautiverio, continúa con los años de prisión que le tocó padecer en Palermo hasta la caída de Rosas, en 1852; incluso, hace referencias a acontecimientos de las historias ranquel y mapuche que abarcan los años 1857 y 1861, —contemporáneos al proceso de escritura— que conoce por su tarea de lenguaraz. Por este motivo, el material conservado se puede organizar, según el orden que parece haberle dado él mismo, en las siguientes partes:
- Parte I: Historiográfica (lo recogido por tradición oral)
- Parte II: Autobiográfica (lo vivido y oído sobre el presente)
- Parte III: Autobiográfica y etnográfica (lo observado)
- Parte IV: Material adicional (lo interpolado, como cartas y documentos de la frontera de autoría del propio Avendaño)
Dentro de la parte I y la parte II, Avendaño narra también la historia de Manuel Baigorria[2] en sus distintos momentos, como el unitario enemigo de Rosas más buscado, autoexiliado entre los ranqueles, amigo de Painé, yerno de Coliqueo, y luego aliado de Urquiza tras la derrota de Rosas en Caseros. Revive las traiciones sufridas por Baigorria por parte de los hermanos Saá y los Pincheira. Describe a este cacique blanco en todas sus facetas, inclusive, como su más grande benefactor, puesto que lo protege y luego lo asiste en la preparación de su fuga.
A pesar de que el padre Meinrado Hux, primer editor de estos manuscritos, tituló el primero de los dos tomos Memorias del excautivo Santiago Avendaño, debemos al menos preguntarnos si podemos considerarlas “memorias” en su totalidad. En rigor, hay muy poca información sobre los orígenes de Avendaño dispersa en sus manuscritos. Contamos con una hoja suelta interpolada que parece ser parte de una carta, foliada con el número 389, en la que Avendaño se refiere a su vida. Hux la utiliza para escribir el capítulo III del primer tomo: “Una página autobiográfica de Santiago Avendaño”. No la reproduce textualmente, sino que compone un nuevo texto con base en la información dada allí. Así lo explica Hux en el prólogo del primer tomo:
No me resultó fácil elaborar una reseña de la vida de Santiago Avendaño, a pesar de que tengamos sus extensas memorias. Entre sus muchos papeles encontré una página que era una especie de autobiografía. La intercalé en su libro como capítulo III, enriquecida por algún datito entresacado de otra página suya. Aquí quiero ampliar esa su propia presentación. Consultando los diccionarios biográficos argentinos de Udaondo, de Piccirilli y de Abad Santillán, encontré datos confusos e imposibles. Ambos dicen que nació en San Juan, en 1820; que luchó contra Rosas en la Revolución unitaria, en 1839, etc. El joven abogado de Azul Dr. Guillermo Palombo presentó un ensayo más correcto de la biografía en la Revista Militar N° 705, julio-septiembre de 1981, incluyó su retrato autografiado. El mismo Dr. Palombo tuvo la buena idea de conectarse con algunos parientes de la familia de Avendaño, en Azul. Para esta presentación de las Memorias, quiero completar el bosquejo de la vida del autor con los datos a nuestro alcance (Hux en Avendaño 2004: 11).
La transcripción[3] de esta hoja autobiográfica manuscrita original, no numerada por Avendaño, sino a posteriori (quizás, por Zeballos), es la siguiente:
Señor: el 18 de marzo[4] de 1842 fuí arrastrado [[¿?]]go cautiverio por una incurcion de los indios Ranqu[[¿eles en el te?]]rritorio de Sta Fé Esta inbacion fue encabezada [[¿por los ca?]]siques Painé, Nahuel-Anco, Anuqueo, Quechuz[[¿?]], Canué, Caley, Llomulhan, Mainque-trus, Güera[[¿?]], Yanequé, Chalüin-laf, Cailfuileo, Gûerre-vil, y otros lo[[¿?]] su estension omito. Permanecí en poder de los indios el espa[[¿cio de?]] 7 meces 14 días y en 16 de marzo del año 42 cuando fui ca[[¿utivo?]] 7 años 7 meces y 21 días de edad. Una série de sufrimientos [[¿?]] especie, fue lo que mi mala suerte me hiso esperimentar, hasta que hallé mi salvacion el la fuga, el 1° de nobiembre [[¿del?]] año venturoso de 1849, que jamas olvido todos los años. En es[[¿e día?]] grande y felis la Divina providencia oyó desde su exelso tro[[¿no?]] los ruegos que con tanta esperansa le dirigia en medio de [[¿?]] velocidad del caballo que me conducia a sí a la patria pes[[¿?]] de tantos años, así a un suelo desde el cual pudiera bu[[¿scar?]] el seno de mis llorados padres. Me és impocible poderos pintar Señor, el entusiasmo que sentia al verme rumbiando a[[¿?]] Norte sin mas guía que el instinto y [[la]] esperanza de ser [[¿?]] dado del dios todo poderoso. Hoy mismo me es dificil patentar el entusiasmo que siento al recordar el portentoso milagro con que el Criador quiso haserme comprender que jamas deja para siempre a la inocencia, victima de los padecimientos mas crudos del Cautiverio. ¿Como describir los medios que emplee, plegarias que por debocion y con tanta fé dirijia al cielo t[odos] los días p.a salvarme despues? ni como haser un detalle sin ser interrumpido por las lagrímas de un contento inefable, tanto bien echor que hase producir lagrimas de reconocimient[to] que perturban mí vista en este momento? Porque mirando [[¿?]] á el pasado veo que fui la criatura mas desgraciada destinada á una vida angustiosa, y en el presente me encuentro tan felis en medio de la sociedad. Ahy! Cuantas lágrimas amargas costaba el solo recuerdo de los tesoros preciosos q.e había p[¿?]sos para siempre; pero en la duda ha[ba]llaba alternativas [[¿?]] la de bolber á ver mí patria, mis padres amados, y en s[[¿in?]] olvidar para siempre los principios de la cultura.
He estudiado pues, Señor, varias istorias qu[[¿?]]cionan con los úsos costumbres y leyes naturales de los in[dios] hé estudiado repito, Señor, lo que escriben a serca de su d[[¿?]] conocido, y todo adulterado, incompleto y deficiente.
De este fragmento, podemos deducir que Avendaño le relata el episodio de su cautiverio a alguna autoridad de la frontera o del gobierno para dar cuenta de su conocimiento privilegiado del indio, cuestión que vamos a observar también en todas las cartas reunidas por Zeballos en su archivo personal del excautivo, y que nos dan la idea de cuál era el fin último de los manuscritos de Avendaño: informar sobre el mundo indígena de la pampa de manera fiel a lo observado desde su perspectiva privilegiada de niño “adoptado” por la comunidad ranquel y mediar de manera más equilibrada y eficiente en los asuntos de la frontera.
La biografía que compone Hux y que constituye el capítulo III de su primer tomo de las Memorias… mezcla una versión modernizada del fragmento epistolar arriba transcripto con el contenido de una hoja suelta que se halla entre los manuscritos de Avendaño, en la que el excautivo describe la composición de su familia adoptiva, y que transcribimos a continuación:
La india que me crió se llamaba (Pichi Quintui[5]) {miró poco}, y tenia un hijo como de 20 á 25 años {Rayhué-Meliton} fruto de su primer matrimonio = Fue casada en segundas nupcias con su cuñado (hermano lejitimo de su prim[[er]] marido) Caniu ú Papagallo[6]. De este tenia cuatro hijos, el primero {Yanquey Guanque[7] ú avestrus perdida} murio como a los 12 ú 13 años de edad atacado repentinamente de una espantosa inchason en el pie izquierdo, sin conseguir detener el progreso de tan violenta enfermedad con ninguno de tantos remedios que le aplicaron. El segundo hijo se llama Ñamcú Anté[8] u Aguila del sol y vive aun Se sigue á este una hija muger llamada Gûomay-Calquin[9] –llora el águila– actualmente es muger de estado con hijo. El cuarto y ultimo se llama Muleinamcú y en castellano Antonio Lucero y todos cuatro viven hoy formando un Lof[10] ú vecindario asociados á sus deudos mas inmediatos Lefí Pang – Huentú – Quintu-lem todos tres cabezas de familia, y reciden en las faldas del bosque llamado Quenquinor Mamueil[11] u monte redondo cuyo distrito está vecino por el Este con el de Bicha Trumé[12] juncal grande, pr el Noreste con Thromurrou[13] Cielo de greda, por el Noroeste con {divisadero} Poitágüe[14] con el Oeste en Palao mancá[15] ú mancarron gateado, por el suroeste con muthrenquenl[16] u clavado, por el Sur con la costa del gran bosque que se estiende hasta mas allá de Bahia Blanca.
De todo lo expuesto hasta aquí, surge inevitablemente la pregunta de si podemos considerar “memorias” los escritos de Avendaño que tienen tan poco de autobiográfico propiamente dicho y presentan largos capítulos sobre las dinastías y las historias de ranqueles y mapuches.
Si profundizamos en la teoría sobre la escritura autobiográfica desarrollada por Silvia Molloy (1996), por ejemplo, que explica que la definición del Yo se da justamente a través del linaje, la familia y de la relación del individuo con la idea de identidad nacional, especialmente significativa durante el siglo XIX en Hispanoamérica, que evita el relato de la primera infancia porque remite a los tiempos coloniales, y que, en cambio, presenta la peripecia personal como el paso individual dentro del engranaje histórico que cada “Yo” hace avanzar, podemos darle un valor diferente a los largos capítulos que se dedican a reconstruir la historia de las comunidades indígenas con las que Avendaño convivió y al relato de su cautiverio como una armoniosa convivencia. Dado que, por medio de la lectura de su epistolario, ya conocemos el objetivo explícito del excautivo de restituir a los indios de la pampa su lugar en el mapa cultural y político de la Argentina de su tiempo, podemos observar que, reconociéndose un hijo adoptivo de los ranqueles, elije narrar los orígenes del linaje que lo adoptó como propio y la historia de cruces y pactos tribales con otras comunidades como la araucana/mapuche; así como también, opta por profundizar en la crianza y los vínculos de afecto forjados en el seno de la familia ranquel que lo tomó como propio en lugar de su recuperar la memoria de la primera infancia en su familia de origen.
Bajtín mismo afirmó que el Yo no se separa valorativamente del mundo de los otros sino que se percibe dentro de una colectividad, en la familia, la nación, la humanidad cultural (1982: 135). Al estudiar la vida de Avendaño, un niño parcialmente transculturado que devino en un adulto autoproclamado “Intendente de los indios” en el pueblo de Azul, Pcia. de Buenos Aires, donde residía, podemos inferir que las nociones del excautivo de “colectividad, familia, nación y humanidad cultural” incluyen deliberadamente el lado aborigen, cuestión que se traslada a su escritura, que deviene autobiográfica en la medida que construye discursivamente su linaje adoptivo.
Esta autodefinición cultural mestiza resulta particularmente significativa y excéntrica en la Argentina de fines del siglo XIX, en la que la construcción de la identidad nacional estaba en pleno desarrollo a través de un proyecto de nación que ya se había debatido entre planteos como “civilización vs. barbarie” y (en gran desventaja cuantitativa) los que se animaban a la idea de inclusión de los pueblos originarios, y se había llegado a la decisión del avance territorial.
El destino de los manuscritos de Avendaño, censurados en vida del autor, ocultos por más de cien años tras su muerte y aún sin publicar en su totalidad y mediados por los editores, junto con el final trágico del propio excautivo, traicionado tanto por las milicias criollas como por una facción de los ranqueles que no querían pactar con el huinca, nos dan una idea cabal de la resistencia que la sociedad decimonónica argentina en su amplia mayoría presentaba frente a la posiblidad de una nación mestiza, tanto étnica como culturalmente.
En conclusión, podemos afirmar que los manuscritos de Avendaño componen sus memorias en la medida que explican su vida pasada, su historia particular, el linaje que lo definió como mestizo cultural y lo llevaría luego a elegir vivir en la zona de contacto, convertirse en lenguaraz y autoproclamarse “Intendente de indios. Estas “memorias” le permitieron al excautivo dejar documentadas tanto su reeconfiguración identitaria personal en función del sentimiento de pertenencia parcial a la comunidad que lo crió, así como la reconfiguración de su visión geopolítica en la disputa por el territorio entre criollos e indios a nivel nacional y, en consecuencia, realizar una reconfiguración literaria de este género autobiográfico, lo que nos habilita a hacer esta lectura.
Bibliografía
Avendaño, S. “La fuga de un cautivo”. La Revista de Buenos Aires, t. XIV. Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1867, pp. 358-370 y 511-519.
— “Muerte del Cacique Painé”. La Capital, 1868, p. 113.
— “Muerte del Cacique Painé”. La Revista de Buenos Aires, t. XV. Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1868, pp. 69-74.
— Usos y costumbres de los indios de la pampa. Segunda parte de las memorias del ex cautivo Santiago Avendaño. Buenos Aires, El Elefante Blanco, 2000.
— Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño (1834-1874). Buenos Aires, El Elefante Blanco, 2004.
Baigorria, M. Memorias. Buenos Aires, El Elefante Blanco, 2006.
Bajtín, M. The dialogical imagination. Austin, University of Texas Press, 1982.
Erize, E. Diccionario Mapuche-Español. Buenos Aires, Cuadernos del Sur, 1960.
Molloy, S. Acto de presencia. 1991. México, Fondo de Cultura Económica, 1996.
Zeballos, E. Callvucurá – Painé – Relmu. Buenos Aires, El Elefante Blanco, 2007.
- El manuscrito de Avendaño se encuentra en el Archivo Zeballos, actualmente Archivo Enrique Udaondo del Complejo Museológico de Luján, provincia de Buenos Aires (carpeta Manuscritos-Guerra de Frontera 1870-1880, del inventario confeccionado por E. Udaondo: I. S. N° 573). El material escrito por Avendaño conservado allí consta de 470 folios.↵
- Manuel Baigorria ha escrito sus propias memorias, publicadas por primera vez en 1938, en la Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, y luego editadas bajo el título Memorias, por Solar / Hachette en 1975 y por El elefante blanco en 2006.↵
- Para la transcripción del manuscrito, utilizo una señalética determinada: {indio} (agregado por encima o por debajo —menos frecuente— del renglón) [?] (tachadura sin descifrar) [ indio] (tachadura descifrada) [[indio]] (se deduce claramente lo que está roto, o cortado, o manchado en la página a partir de las palabras que quedan inconclusas) [[¿indio?]] (se deduce con menor certeza por el sentido de la frase en el fragmento faltante o manchado) [[¿?]] (fragmento de texto faltante en el trozo de hoja roto). ↵
- Hux transcribe “15 de marzo” por error (Avendaño 2004: 91).↵
- “PICHI. adj. Chico, pequeño, menudo” (Erize 1960: 322) y “QUINTUN. tr. Buscar, investigar. || Mirar” (Erize 1960: 358).↵
- De “CANIU. s. Cresta” (Erize 1960: 71).↵
- De “LLAN. intr. Perderse, extraviarse” (Erize 1960: 233); “QUE. […] interpuesta al verbo expresa costumbre o duración” (Erize 1960: 349), y “HUANQUE. s. Avestruz” (Erize1960: 175).↵
- De “ÑAMCU. s. Aguilucho o águila menor de pecho blanco, de espaldas pardas” (Erize 1960: 299) y “AN. apóc. de ANTÜ. Sol. Usada en nombres y toponimia (Erize 1960: 52).↵
- De “NGÜMAN. intr. Llorar. || s. Llanto” (Erize 1960: 298) y CALQUIN. s. Aguila grande” (Erize 1960: 70).↵
- “LOV. s. Caserío, toldería” (Erize 1960: 226).↵
- De “CHINCÙD. […] Cosa redonda, circular, esférica” (Erize 1960: 115) y “MAMUEL. s. Modalidad indígena argentina por MAMÜLL: madera, palo, árbol, leña” (Erize 1960: 250). ↵
- De “VUCHA. adj. Grande. || Viejo” (Erize 1960: 417) y “CHRUN. s. Hierba llamada potentilla” (Erize 1960: 145).↵
- De “CHROMÜ. s. Nube. || Celaje. || Obscuro” (Erize 1960: 141).↵
- “POITAHUE. s. Donde hay atalaya, punto de vista” (Erize 1960: 333).↵
- “PALAO. adj. y adv. Color bayo, especial de caballo, conocido comúnmente en el campo argentino por gateado o lobuno” (Erize 1960: 310) y “MANCUN: Mancarrón” (Rosas 2013: 46).↵
- De “MUCHRUNG. s. tronco” (Erize 1960: 264) “ÜNCOLN. intr. Clavar o parar postes o palos en el suelo” (Erize 1960: 407).↵