Los casos de El guacho Martín Fierro de Oscar Fariña (2011) y “El amor” de Martín Kohan (2015)
Tomás Agustín Miprineka (Universidad Nacional de San Luis)
La centralidad del Martín Fierro de José Hernández en el canon literario es indiscutible. Desde su amplia difusión al momento de su publicación tanto en la campaña como en la ciudad, hasta los animados debates en torno a la identidad nacional con el surgimiento de la reacción nacionalista a principios del siglo XX, el texto hernandiano ha sido casi unánimemente proclamado como una obra de elevado valor literario. La discusión en torno a la categoría de “poema épico” que Lugones y Rojas se atrevieron a adjudicar al Martin Fierro, se cristalizó con la encuesta que en 1913 la revista Nosotros difundió entre algunos estudiosos acerca del significado de la obra logrando originar las más dispares opiniones. De cara a la amenaza de disolución nacional y moral que representaba el inmigrante, esta problemática intelectual posicionaría a la obra de Hernández como el texto que traza las líneas de una tradición literaria nacional; y, al gaucho Martín Fierro, como un héroe épico digno de enaltecimientos y, más importante, arquetipo de nuestra raza.
No obstante, no es asunto extraño para aquellos que transitan a menudo la compleja tarea de educar en literatura que el decrecimiento de la lectura masiva es hoy una realidad y, de este suceso, la obra gauchesca por antonomasia no se encuentra ajena. Si bien no es propósito de este trabajo concebir nuevas técnicas ni metodologías que pongan fin a esta apatía de los sujetos del aprendizaje hacia la literatura en general, y al Martín Fierro en particular, esta ponencia se plantea, de alguna manera, intentar reposicionar la obra a partir de dos reescrituras realizadas aproximadamente un siglo y medio después de la publicación del texto hernandiano, El guacho Martín Fierro y “El amor”, de Oscar Fariña y Martín Kohan, respectivamente.
Este análisis crítico y reflexivo de las obras mencionadas, tiene como punto de partida una concepción de la Literatura en dónde los textos literarios no pueden ser leídos aisladamente. Es decir, considera que es necesario ponerlos en relación entre sí, con su tradición y su memoria y con aquellas otras textualidades en los que encuentra su continuidad y produce rupturas. Desde esta perspectiva, el campo literario es concebido como un espacio de tensiones entre rupturas y continuidades. Mijaíl Bajtín (1982 citado en Arán, 2006) sostiene que los enunciados siempre, de una manera u otra, responden a enunciados ajenos que le preceden; en otras palabras, un enunciado es un eslabón dentro de una cadena que no puede ser separado de los anteriores ya que estos lo determinan generando reacciones de respuestas y ecos dialógicos.
Tanto la obra de Fariña (2017) como la de Kohan (2015) comprueban este proceso. Ambas reescrituras vienen a disputar sentidos de la tradición a más de un siglo del texto oficial. La postura estético-política de los autores desafía el texto de Hernández asimilando nuevas discursividades y sujetos históricos que llevan a problematizar algunas de las descripciones institucionalizadas alrededor del gaucho. Fariña, según su propio testimonio, emprendió esta escritura con la intención de ir contra el sentido común más instalado alrededor del Martín Fierro y teniendo presente la definición de Borges respecto del clásico: aquel libro del que todos hablan y nadie lee. En su corpus teórico, Bajtín designa este procedimiento como un ejercicio paródico que es, en resumidas cuentas, aquel discurso en el cual un autor asume o se apropia de la palabra de otro para cargarla de un sentido novedoso. Pampa Olga Arán (2006) sostiene:
Entre palabra parodiante y palabra parodiada existe un enfrentamiento de valoraciones, chocan entre sí horizontes semánticos e ideológicos decididamente hostiles: el autor toma la palabra ajena para mostrar su falsedad, la relatividad de su sentido, sus vanas pretensiones de convertirse en discurso absoluto (212).
En El guacho Martín Fierro, publicada en 2011, se narra la historia de un pibe chorro que es capturado por la policía y enviado por el fiscal a la cárcel, experiencia que se vuelve un martirio para el guacho. Los paralelismos, desde el primer momento, son evidentes. Las combinaciones novedosas entre el texto original de Hernández y el parodiante de Fariña construyen una estilización paródica dónde el autor intenta re-crear el lenguaje ajeno, reconstruyendo un nuevo universo de sentido. El pibe chorro verifica un procedimiento que desacraliza la construcción del sujeto gaucho y pone en cuestión las consideraciones sobre el sujeto subalterno en general: al encontrarse el gaucho como referente tan alejado en tiempo-espacio, los procesos discursivos que entronizan al Martín Fierro dentro de la tradición literaria se ven profanados con esta reversión villera ya que, trae a primera plana el fenómeno de las villas miserias. Con escenas de juergas infestadas de drogas, bailes sensuales y violencia explícita, en la obra de Fariña las escenas de alto contenido sexual comprueban una intención lúdica de inversión de los sentidos:
Pintaba el aro de cuero,
la sabrosa suxionada,
una argolla bien mojada,
las pastillas y el güen vino…
pero ha querido el destino
que todo aquello acabara (Fariña, 2011: 25).
El socavamiento del dogmatismo en el texto hernandiano, por medio de la reescritura permanente, apela a una imaginería dónde lo exacerbado de las pasiones más bajas del ser humano confluyen en una pretensión de dotar y/o crear una vía de escape al orden vigente de los discursos, sin que esto signifique negar lo normalizado en ellos, sino más bien un trastocamiento. Bajtín (2004) afirma: “El carnaval celebra el cambio mismo, el propio proceso de transformación y no el objeto del cambio (…) No absolutiza nada, sino que proclama la alegre relatividad de todo” (p. 183).
En el proceso de carnavalización, la condición estética se conecta necesariamente con la realidad material y actuante del entorno social circundante. Con la risa carnavalesca se recurrirá a elementos de los modos propios de ese entorno que, cómo práctica paródica, intentará re-crear la lógica de sentidos interna del sujeto parodiante protagonista: el pibe chorro. Es así que, en el “texto oficial”, el gaucho Fierro tendrá como lugar utópico, ante la feroz persecución del gobierno, la vida en las tolderías, mientras que la frontera que el guacho desea atravesar es ya una formalmente delimitada por dos estados: la frontera del Paraguay. Se permutan los “caciques” que amparan a los “cristianos” por los “barderos” que amparan a los “kurepas”, ya no se “anda en el “disierto”, se anda “haciendo dedo” para cruzar el límite y llegar a destino. Para comparar:
Allá no hay que trabajar,
Vive uno como un señor;
De cuando en cuando un malón,
Y si de él sale con vida,
Lo pasa echao panza arriba
Mirando dar güelta el sol (Hernández 2018: 135).
Allá no hay que laburar;
vive uno bien pipón;
se cosecha de a montón
del que pega para arriba;
esa sí que es buena vida:
siempre re lokos y al sol (Fariña 2017: 186).
El proceso de sustitución aboga por un cambio histórico y cultural de los elementos propios de la obra de Hernández. Además del relevo de objetos, el de sujetos conformará uno de los momentos claves de la actualización ya que permitirá vislumbrar la correspondencia entre procesos históricos que marginan a los mismos sujetos en distintos tiempos. La narración de un momento clave del texto hernandiano como lo es el asesinato del moreno en la pulpería, será ahora reemplazada por el de un “boli”:
Se le notaba la vena
al bolita desde ajuera;
en lo oscuso le brillaban
los ojos como linterna (Fariña 2017: 98).
Este uso paródico dota al espacio de la tradición de nuevos significados que entran en disputa con los anteriores, siendo este un tratamiento que además le brinda homenaje a una obra central del canon literario argentino reactualizándola y asignándole nuevas posibles lecturas. En “El amor” de Martín Kohan (2015) la reescritura no será permanente, ni tan evidente, como en El guacho Martín Fierro de Oscar Fariña (2011) que desde el título se advierte una variación con respecto a El gaucho Martín Fierro de José Hernández (1872), sin embargo el ambiente y los dos protagonistas de este relato de Kohan remiten a esa escena final de huida de los gauchos Fierro y Cruz al espacio de los indios. Otra vez el proceso paródico demuestra cierto agotamiento en el “texto oficial” al deconstruirlo y reinventarlo en un relato que, esta vez, se centrará en el amorío de los gauchos y pondrá en evidencia que la carnavalización en dicho proceso pone en cuestión los valores y hábitos dominantes. Al respecto, García Rodríguez enuncia:
La carnavalización se opone activamente, en su destello transitorio, a la normalización de la existencia, a la perpetuación de jerarquías y valores, al desarrollo pensado, al perfeccionamiento constante, mediante prácticas de libertad incompletas y absurdas, en el contacto vivo, material y sensible (2013: 125).
La posibilidad de celebrar lo otro se vuelve factible: se genera una rasgadura en el espacio de sentidos alrededor de la “versión primera”. Marcela García (2018) sugiere que el autor de “El amor” contradice los parámetros establecidos de la hombría a la vieja usanza y decide mostrar las necesidades sexuales de dos hombres de campo. El dogmatismo en las construcciones alrededor del sujeto protagonista en el campo de la tradición de la literatura gauchesca se disputa ahora con las descripciones del encuentro amoroso de aquellos dos que por largo tiempo han ostentado el título de “macho argentino”, Fierro y Cruz:
Una emoción desconocida y rara, una especie de ebriedad nunca antes alcanzada, se adueña de Cruz cuando aferra entre sus dedos el socotroco de Fierro (…) Es suya por fin esa parte que ávido conjeturó, sable en mano todavía y en plena redada policial. La atesora con fervor entre los dedos, y le pica pronto la curiosidad de saber si en su boca cabrá eso que en la mano del todo no cabe (Kohan 2015:16).
Esta posibilidad de invertir los sentidos y significaciones en la obra de Kohan está relacionada con un proceso de alteración (a diferencia de la obra de Fariña más cerca de la sustitución) que subraya los valores dominantes de la época en que el texto de Hernández surge, al mismo tiempo que irrumpe en el campo literario por medio del trastocamiento y la creación de nuevos significados. Y este proceso no solo encuentra como texto parodiado El gaucho Martín Fierro sino que también se identifica una forma de intertextualidad con “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)”, cuento de Jorge Luis Borges dónde se relata la vida del sargento Cruz hasta el momento en que se encuentran en la redada policial. En el relato, Cruz es mencionado como en el cuento borgeano: “–Tadeo, lindo Tadeo: qué manera de quererte. Es el goce de tenerte el solo dios en que creo” (Kohan 2015:18). Se advierte también que si bien este cuento es mayoritariamente narrado en tercera persona, es evidente la utilización de la rima y métrica que caracterizó la obra de Hernández cada vez que Fierro habla en el cuento de Kohan.
En el ejercicio de dialogar por medio de la carnavalización del mundo se asume que las corporalidades se trasforman y devienen hacia formas y usos irreconocibles. Las descripciones sobre los cuerpos de los gauchos que realiza Hernández, donde lo tosco, lo rudo, las asperezas de la apariencia están acompañadas de concepciones de la mujer como objeto delicado, suave y traicionero que existen en función de los intereses de los hombres:
Es triste a no poder más
El hombre en su padecer,
Si no tiene una mujer
Que lo ampare y lo consuele;
Mas pa que otro se la pele
Lo mejor es no tener (Hernández 2018:119)
Este tratamiento en el relato de Martín Kohan, si bien encuentra muchas de las mismas adjetivaciones, es disímil por la incorporación del elemento homoerótico en el uso y empleo del cuerpo de los gauchos: ahora la tosquedad, las durezas y asperezas de sus figuras se buscarán y se desafiarán el uno con el otro para descargar sus necesidades tanto físicas como emocionales.
Respecto de lo grotesco y la relación con el carnaval, Olga Arán (2006) afirma que este es el que descompone las figuras clásicas y problematiza los cánones estéticos sacralizados como discursos acreditados del poder. La narración del encuentro amoroso entre Fierro y Cruz se inscribe dentro de un periodo histórico dónde las luchas y reclamos de las minorías sexuales han logrado conquistar nuevos sentidos en la disputa contra una cultura resueltamente machista. La carnavalización asume cierta integración de lo grotesco pues hace visibles modos, maneras y quehaceres que se han encontrado fuera del canon oficial en general, y de la tradición de la tradición de la literatura gauchesca en particular.
En esta lectura reflexiva sobre las masculinidades en el relato “El amor” se comprueba la creación de un nuevo mundo de sentidos dónde el ejercicio de la carnavalización produce un viraje en los valores de los discursos dominantes. Al querer saciar una necesidad tanto sexual como afectiva, al final del relato tanto Fierro como Cruz demuestran que han podido sobreponerse a cualquier juicio homofóbico y lograr concretar el acto sexual en un espacio de intimidad que constata cierta impugnación de lo oficial. El juego de evocaciones de lo pasado al principio del relato ahora demuestra la osadía que han acometido los gauchos:
Se echan mansos el uno junto al otro. Se pasan de mano en mano el cigarro que Cruz ha encendido. Ven los humos que cada cual sopla al mezclarse en el aire y hacerse uno solo. Sonríen satisfechos: son felices y lo saben. Han descubierto el amor (Kohan 2015: 18).
Finalmente, se puede afirmar que aproximadamente un siglo y medio después del texto hernandiano, la obra de Fariña, mediante la “traducción” del lenguaje popular rural al lenguaje popular villero y, la obra de Kohan, mediante la narración del amorío entre Fierro y Cruz, generan por medio del trastocamiento una irrupción en el campo literario actual logrando inscribirse en la tradición literaria del Martín Fierro.
En la actualidad, los debates en torno a los valores y significaciones alrededor del texto de José Hernández todavía son motivo de las más grandes discusiones en el campo cultural. La centralidad de dicha obra, con traducciones a más de 70 idiomas y múltiples reediciones, sigue siendo irrefutable. Sin embargo, con la debacle de la lectura masiva, el texto favorito de las instituciones escolares sufre las consecuencias de esta apatía. Con estas reescrituras –y muchas más que circulan en la actualidad– se puede advertir que con la noción de parodia de Bajtín la vigencia de un texto está dada en la medida en que, desde su fluctuación y contradicción interna, promueva nuevas lecturas y efectos heterogéneos en el público en general (García Rodríguez 2013).
En definitiva, mediante una lectura crítica analítica a la luz del concepto de parodia se puede vislumbrar cómo en ambas obras se utilizan procedimientos claves en la inversión de sentidos del texto oficial, resignificando, por medio la carnavalización literaria, el discurso literario, y logrando un impacto en la estructura social por la apertura a asuntos y temáticas que demuestran una postura estético-política desafiante frente al campo de la tradición literaria argentina.
Bibliografía
Altamirano, C. “La fundación de la literatura argentina”. C. Altamirano y B. Sarlo, Ensayos Argentinos: De Sarmiento a la vanguardia. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2016, pp. 191-194.
Arán, P. O. Nuevo diccionario de la teoría de Mijaíl Bajtín. Cordoba, Ferreyra Editor, 2006.
Bajtín, M. Problemas de la poética de Dostoievski. Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2004.
Fariña, O. El guacho Martín Fierro. Buenos Aires, Interzona Editora, 2017.
García Rodríguez, R. E. La carnavalización del mundo como crítica: risa, acción política y subjetividad en la vida social y en el hablar. Athenea Digital, 2013. bit.ly/3f0RhsN.
García, M. A. “Los gauchos que desafiaron la tradición. ‘El amor’ de Martín Kohan”. Actas del VI Congreso Internacional CELEHIS de Literatura. Mar del Plata, Universidad Nacional de Mar del Plata, 2018, pp. 936-945.
Hernández, J. Martín Fierro. Buenos Aires, Penguin Clásicos, 2018.
Kohan, M. Cuerpo a tierra. Buenos Aires, Eterna Cadencia Editora, 2015.