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2 Arte

Jorge Francisco Sánchez-Jofras

La palabra arte precede del latín ars, que se utilizó para designar los saberes aprendidos a través de la práctica y es equivalente al término griego τέχνη (téchne), de donde proviene la palabra técnica. Su etimología se refiere tanto a la destreza para realizar una práctica como a la ejecución conforme a normas. También se utiliza para señalar la facultad o el dominio de una actividad. El término arte incluye artefactos y acciones (Dutton, 2010). En consecuencia, implica el uso del cuerpo y las herramientas, así como las expresiones que de ello resultan.

Según la RAE (2014), el arte es una manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real, o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. La creación artística es un ámbito de investigación en las ciencias sociales y las humanidades. Disciplinas como la antropología estudian la producción de significados a través de la creación de objetos, imágenes y prácticas culturales. Por lo tanto, la producción artística es una actividad integrada a las relaciones sociales y al contexto que le da lugar. 

El arte de frontera aborda la situación de las personas que habitan espacios fronterizos, se inscriben en ámbitos fronterizos, transitan fronteridades, o están bajo la influencia de políticas fronterizas. El arte es uno de los medios privilegiados para expresar la cosmovisión e idiosincrasia de un agente individual o social. Las fronteras políticas, económicas, culturales y espaciales se expresan en categorías sociales, étnicas, nacionales, de clase, género, sexualidad, raza, idioma y religión, entre otras. La manera en la que se posicionan las distintas identidades que tienen lugar en, entre y a través de las fronteras, da lugar a diversas expresiones y agenciamientos que se manifiestan en las artes. 

Las fronteras separan y unen a la vez, son concreción y representación de los límites o umbrales entre espacios, tiempos y otredades. Las fronteras crean distinciones entre grupos humanos, lugares e historias. Dichas construcciones sociales requieren paradójicamente la existencia física y simbólica de los otros para afirmar un nosotros. Estas tensiones se expresan en la creación de narrativas, imágenes y acciones en torno al espacio, el tiempo, el cuerpo, la memoria, la historia, la lengua y las identidades. Éstas, a su vez, impactan los imaginarios y representaciones sociales. De manera similar, la relación con las fronteras se manifiesta en las prácticas sociales, es decir, en las formas de ser y hacer, así como en la elaboración de significados, representaciones y creaciones artísticas. 

Para comprender esta temática, se ha privilegiado una concepción socioantropológica. El capítulo se divide en cinco secciones. La primera explora el carácter fragmentado de las identidades. La segunda se interesa por la relación entre procesos culturales y fronteras. La tercera indaga la relación entre frontera y procesos creativos. La cuarta expone ejemplos del arte y la cultura chicana. La quinta y última, corresponde a las prácticas culturales y artísticas de la frontera.

Fragmentación de las identidades 

La creación cultural florece en las fronteras, en los intersticios y las zonas de contacto, así como en los encuentros y conflictos entre diferentes culturas (Le Bot, 2006). Dichas interacciones son motivo de diálogo y encuentro, pero también de pugna y rivalidad, que se expresan en el atrincheramiento de las identidades, pero también en divergencia, negociación, aceptación o reconocimiento de otredades. Es importante señalar que en el mundo contemporáneo las identidades se están diversificando, debido a que los referentes del orden social —ligados a clase, género, sexualidad, etnicidad, raza o nacionalidad— que suponían posiciones estables en la modernidad clásica, se fragmentan en la modernidad tardía (Hall, 2013). 

Los elementos que daban continuidad al grupo, sobre todo aquellos ligados a las identidades nacionales, están siendo cuestionados, al mismo tiempo que los procesos de identificación se vuelven más abiertos, variables y problemáticos. Estas transformaciones se viven tanto en las identidades individuales como en las colectivas, ampliando los repertorios identitarios y sus expresiones. Siguiendo el argumento de Hall (2013), las identidades sociales están siendo descentradas y dislocadas por fuerzas que están afuera de ellas, a través de procesos que atañen a la mundialización y la globalización, como la compresión espaciotemporal ligada a la red mundial de transporte y telecomunicaciones, la ampliación global del consumo, la hibridación cultural, así como las diásporas y las migraciones.

Las desigualdades económicas, las persecuciones políticas y las catástrofes naturales obligan a la migración de contingentes humanos en busca de alternativas para sobrevivir y desarrollarse. De esta manera se van conformando comunidades translocales, cuyo movimiento no deriva de la proximidad geográfica, sino de procesos migratorios inter y transcontinentales, como ocurre con migrantes centroamericanos, caribeños y provenientes de regiones árabes, africanas y asiáticas. Los contactos culturales entre las diversas trayectorias humanas ofrecen oportunidades de recreación cultural, mestizaje, hibridación y sincretismo, como se ve en las localidades de arribo, sobre todo cuando media la interacción y el diálogo intercultural. 

En las sociedades latinoamericanas contemporáneas se observan, hoy como ayer, mosaicos de identidades pluriculturales ligados a su historia y conformación regional, una policromía de prácticas y expresiones que ligan el pasado con el presente, alimentando el sentido de pertenencia al lugar. Ello incide en la producción de narrativas y representaciones de aquella geografía imaginaria vinculada a las raíces. Al mismo tiempo, el dinamismo de la globalización empuja al encuentro entre diversas culturas mediante el desplazamiento humano y las telecomunicaciones. De estas maneras los individuos y pueblos del mundo entran en contacto con los otros y sus representaciones.

La música acompaña a los pueblos en su transitar por el mundo. La región del Caribe ha sido un espacio de intercambio de grupos nativos, europeos y africanos desde la colonización (García de León, 2002). No es extraño que dicho espacio sea uno de los más prolíficos en la producción de músicas afrolatinas y de creación de nuevos géneros. Hay un amplio registro de música contemporánea que nace de raíces populares y se mezcla con otras corrientes y artefactos culturales. En Jamaica, mento, ska, rocksteady y reggae se fusionan y dan pie a subgéneros que convocan a audiencias locales e internacionales. Diversas voces postcoloniales narran las situaciones de su tierra y pueblos, incluso franqueando la censura estatal, como el punk rock y el hip hop cubano, otros aprovechan la movilidad internacional, así como la difusión de la música en diversas plataformas para dar a conocer su música. En ocasiones estas trayectorias encuentran salidas comerciales, que aprovechan sus compositores para vincularse a los mercados internacionales. En las artes, la creación musical es un ejemplo de las articulaciones entre lo local y lo global. 

Procesos culturales y fronteras

Los procesos culturales convergen y se multiplican en ámbitos fronterizos, construyendo y reconstruyendo realidades y ficciones. Comprender la pléyade de procesos que ocurren en las fronteras, supone analizarlas desde sus dimensiones conectiva, conjuntiva y generativa, así como su condición disyuntiva e inyuntiva (Valenzuela, 2014). Estas dimensiones de análisis pueden ser convergentes, ya que la correlación de fuerzas y actores que convocan los espacios fronterizos se manifiestan con distinta intensidad y dirección. 

La dimensión conectiva de las fronteras refiere a la red de relaciones internacionales ligadas al sistema mundo (Wallerstein, 2005), donde las interacciones entre grupos y personas son mediadas por relaciones sociales, históricas, raciales, sexogenéricas y de enclasamiento. Los procesos conectivos globales enlazan física y simbólicamente a los habitantes del orbe. Sin embargo, en el mundo contemporáneo se van conformando identidades, imaginarios y representaciones que escurren los controles fronterizos, dando pie a comunidades translocales, transnacionales y transfronterizas, que recrean elementos y significados de sus matrices culturales, desde su tránsito hasta el encuentro con los otros en las sociedades de arribo. 

La dimensión generativa de las fronteras articula procesos de construcción simbólica e interacciones que se intensifican en las zonas de contacto. En las fronteras convergen elementos, procesos y actores que las cargan de significados y capacidad generativa. La proximidad física de los agentes, también acerca sus matrices culturales, apreciándose en los campos lingüísticos, gastronómicos y de producción cultural en la frontera. Al mismo tiempo, la pluralidad de agentes y situaciones se manifiesta en diversas realidades, que suponen intercambios y desencuentros, a la vez que múltiples y complejas intersecciones, espacialidades, liminalidades y temporalidades en las fronteras.

La dimensión conjuntiva, articula relaciones entre los grupos divididos por las fronteras. La contigüidad facilita encuentros entre comunidades vecinas, como en los proyectos de cooperación binacional, integración económica, o de consumo a través de las fronteras. La vecindad se vive con distintos grados de cercanía o alejamiento, con base en el estatus migratorio de los aledaños. La barrera que inscribe la separación entre territorios permanece como obstáculo para las trayectorias humanas. Sin embargo, la dimensión conjuntiva reconoce las experiencias de solidaridad, convivencia y reconocimiento entre los habitantes de las fronteras.

La condición disyuntiva de la frontera acentúa la separación entre realidades intrínsecamente relacionadas. La disyunción incide en la definición de las fronteras, establece marcadores geosimbólicos para identificar y poseer territorios, de la misma manera, recurre a clasificaciones etnoraciales para producir y extender desigualdades sociales, tal como ocurrió en la colonización de África, Asia y América. De manera concomitante, la condición inyuntiva, refiere a la imposición de ordenamientos legales e imposiciones a través de relaciones de fuerza y dominación. Las formas de implementación del dominio postcolonial emplazan procesos de disputa y conflicto, en los que se desarrollan diversos procesos de resistencia cultural en los ámbitos identitario, lingüístico, étnico, de género y generación. Estas situaciones son fuente de reflexión y trabajo cultural que exploran las fronteras sociales, políticas y culturales, así como sus pliegues históricos, yuxtaposiciones y resistencias, a través de diversos formatos del pensamiento y la creación artística.

Procesos creativos en las fronteras

Al distinguir los límites geopolíticos entre los pueblos, sobre todo las demarcaciones territoriales y su concreción en divisiones físicas, conviene recordar el aforismo de Simmel sobre los límites espaciales: “el límite no es un hecho espacial con efectos sociológicos, sino un hecho sociológico con una forma espacial” (1986, p. 652). Ello se ejemplifica en la marcación de los límites e historia de la frontera entre México y los Estados Unidos, que testifica conflictos y negociaciones entre ambos pueblos. Aunque la mayoría de los estadounidenses no tiene una relación de proximidad con la frontera, su objetivación en muros y controles fronterizos son referentes del imaginario político actual, pues representan la protección del territorio y la patria. Por su parte, en el imaginario nacional mexicano, dicha frontera es el recordatorio de la patria perdida y la cesión del territorio durante el siglo XIX, resultado de la guerra con el vecino país. No obstante, para los fronterizos que habitan los espacios limítrofes, la frontera se experimenta de diversas maneras, dependiendo de la configuración sociocultural de sus habitantes y su situación legal. 

Las fronteras comprenden procesos contradictorios entre movilidad y encierro, dependiendo del sujeto o colectividad que las transita o establece relaciones con ellas. La producción de significados, con base en los distintos niveles de interacción fronteriza, exponen la diversidad de formas en que se experimenta e imagina estar en la frontera. El espacio geográfico articula dinámicas que tienen concreción en las fronteras, es decir, en experiencias específicas en el lugar, lo que a su vez repercute en su representación simbólica.

Iglesias (2014) denomina fronteridades a las diversas experiencias sociales e individuales que se desarrollan en los espacios fronterizos, mismas que están ligadas a condiciones geopolíticas y construcciones simbólicas que se expresan en las prácticas culturales y en las identidades sociales. A partir de estudiar la frontera Tijuana-San Diego, aborda distintas realidades que se viven en torno a dicho espacio, como pueden ser: la separación entre naciones, el área de intercambio comercial, o la zona de transición entre países. Entre diversas tipologías, esta autora propone estudiar la transfronteridad como condición de sentido que trastoca las lógicas binarias de la separación y en su lugar, suponen simultaneidad, fluidez y mayor interacción social, cultural, política y geográfica. 

Las fronteras entre México y Estados Unidos son zonas de transición entre proyectos políticos y económicos, que expresan la asimetría norte-sur. Particularmente en la frontera Tijuana-San Diego se condensan las tensiones y contradicciones globales, que describen paisajes y vivencias en las que se reúnen simultáneamente abundancia y precariedad. La población más vulnerable de las fronteras enfrenta problemáticas sociales, económicas y ambientales. En estas condiciones la creatividad es un recurso vital, puesto que es necesario responder a las contingencias, pero también, imaginar, redefinir y abrir posibilidades.

Los habitantes de las fronteras desarrollan constantemente procesos creativos al combinar elementos tradicionales e innovadores, negociando significados, cuestionando los límites y desplazando los centros hegemónicos de producción cultural. En su investigación sobre procesos creativos en la ciudad de Tijuana, Iglesias (2008) encuentra que el contexto fronterizo y las dinámicas sociales estimulan la producción de las artes visuales. En ello coincide con Teagle (2006), quien caracteriza a la urbe fronteriza como un espacio de innovación en las artes, cuyas producciones incluyen: gráfica, pintura, instalación, arte conceptual, fotografía, imágenes digitales, cine, video, arquitectura, diseño y música electrónica. Al mismo tiempo, las situaciones y realidades divergentes que se dan en la frontera convocan a escritores, académicos, periodistas y críticos de arte, por lo que la literatura también es prolífica en los espacios fronterizos. De ahí que las fronteras son polos de atracción para la creación y el análisis sociocultural.

Arte y cultura chicana

La resistencia cultural del pueblo chicano comienza con el desplazamiento de la frontera en 1848. Tras la intervención militar, México cedió más de la mitad de su territorio y sus pobladores perdieron patria y derechos, además de ser expropiados de tierras y desposeídos de sus bienes. La situación de los chicanos en los Estados Unidos los ha obligado a habitar escenarios de integración, aculturación y disputa, en los que han tenido que reeditar su génesis y renombrar el mundo con elementos lingüísticos provenientes del inglés (Valenzuela Arce, 2003), o combinarlos creativamente con el español o lenguas indígenas de pueblos transmigrantes. 

En convergencia se dan proceso de recreación cultural, a partir de resemantizar los elementos de matrices culturales precursoras, dentro de nuevos campos simbólicos, con base en procesos de identificación a diversos espacios intersticiales como los borderlands, a través de los cuáles, Anzaldúa (2015) propone enfrentar las contradicciones que implica habitar el cuerpo y el lugar desde la subalternidad, mediante la apropiación de una nueva identidad; Nepantla, es el término en náhuatl que utiliza para describir la experiencia de liminalidad.

En la misma tendencia, Bhabha (2002) desarrolla el concepto in between, para referir a la construcción de subjetividades discontinuas a la modernidad, de sujetos y comunidades que habitan los márgenes en las condiciones políticas del presente. Quienes habitan espacios intersticiales recurren a estrategias de reelaboración identitaria, performando sus bagajes culturales en otras coordenadas espaciotemporales, haciendo negociaciones intersubjetivas o enfrentando diversos antagonismos. El autor se refiere al hibridismo estético de la cultura chicana para ejemplificar la reconfiguración del pasado de acuerdo con las necesidades del presente. Tal como sucede con la reelaboración del mito del retorno a Aztlán, el lugar del origen de los mexicas, que se encontraba al norte del continente americano. 

Actualmente los latinos de origen mexicano son el grupo poblacional dominante en muchas áreas metropolitanas en los estados fronterizos de Arizona, California, Nuevo México y Texas. La migración al norte remite tanto a vínculos históricos y socioculturales con el territorio, como a la necesidad de mano de obra y el diferencial de salarios. Conjuntamente, en la medida en que la población latina ha aumentado, busca negociar sus posiciones y reconocimiento social. Esto se observa en los espacios públicos de las ciudades estadounidenses. Los aportes culturales de las poblaciones migrantes se observan en distintos espacios y prácticas culturales, en ciudades como Los Ángeles, en murales urbanos, museos y centros comunitarios, en las presentaciones de música, canto y danzas tradicionales en fiestas populares, cívicas, religiosas, así como en los medios de comunicación escritos y audiovisuales.

Los ambientes de la vida cotidiana, así como aquellos vinculados al consumo y convivencia, son espacios para la puesta en escena de las culturas. En los mercados, lugares de reunión y ocio, se recrean elementos de cultura popular de los grupos migrantes. Algunos aspectos de su religiosidad se exponen en altares, retablos y veladoras, cuyas imágenes ofrece rutas para identificar rasgos culturales relativos a las creencias de los grupos en cuestión. Estos elementos son de gran valor al momento de exponer sus identidades culturales. Ybarra-Frausto (1983), sugiere poner atención a los afiches y almanaques con imágenes costumbristas o paisajes alusivos a los lugares de origen, que penden en cocinas, tiendas y restaurantes donde acuden migrantes. En definitiva, la cultura popular es un refugio para los pueblos migrantes, que se ven confrontados con alteridades dominantes en los lugares de destino.

El cuerpo es otro de los campos que cruza las fronteras, en particular los cuerpos de los migrantes. Por ellos, desde la teoría feminista, las aportaciones de Anzaldúa (2015) sirven para comprender –a partir de su propia biografía y escritura- las intersecciones del cuerpo con las fronteras geográficas, culturales, sexuales, de género, raciales y de clase. Habiendo nacido al sur de Texas, como mexicoestadounidense pauperizada, encarna en su cuerpo las marcas de la diferencia: descendiente de obreros y campesinos, sin la lengua adecuada, lesbiana y enferma. Su escritura articula un dispositivo político, pedagógico y estético, que le permite enfrentar las experiencias de dolor, miedo o vergüenza ligadas a su posición social. Con ello ofrece una metodología para transitar estas situaciones, a través de la narrativa (Belausteguigoitia, 2009a). Incluso, va más allá, puesto que desarrolla pedagogías para desarticular las diferencias y asimetrías frente al poder y generar otras fuentes de sentido a partir de los márgenes, los espacios intersticiales, el disenso, el cuerpo, la lengua, el retorno crítico a las raíces y la localidad. De ese modo, desarrolla epistemologías que cruzan fronteras y disciplinas (Belausteguigoitia, 2009b).

Figura 1
Mural colaborativo coordinado por Garzón Masabo en Espacio Migrante, Tijuana, México

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Fuente: Platel, 2019.

Prácticas culturales y artísticas de la frontera

Los sujetos creadores responden a las condiciones sociohistóricas de su entorno. Entre los retos de habitar la frontera entre México y Estados Unidos está el impacto de las violencias y el dolor social vinculados al endurecimiento de los controles fronterizos, la violencia del narcotráfico y la precarización laboral ligada a la reducción efectiva de derechos y garantías (Valenzuela Arce, 2012). Frente a estos escenarios, las prácticas culturales y artísticas de la frontera operan como mecanismos de resistencia a las diferentes formas de control, asimetría y gestión de la vida en la frontera. 

Valenzuela Arce (2014), propone el constructo de ámbitos transfronterizos para vincular el complejo de relaciones y espacialidades fronterizas, con la agencia de las personas que inciden en los espacios fronterizos. La biografía e historia de los sujetos y las colectividades que transitan y habitan las fronteras, son referentes para comprender el papel de las artes en la construcción de mundos y proyectos de vida, donde la frontera representa intersticio, desafío y crítica a los procesos disyuntivos e inyuntivos

El Movimiento Inmigrante Internacional iniciado por Tania Bruguera, en Queens, Nueva York, opera con la representación política de los migrantes. La artista explica que, cuando las personas se vuelven migrantes, se les niega la potestad de enunciarse como sujetos políticos (Art21, 2014). La condición liminal de los migrantes descansa en la posición social y en las representaciones del migrante tanto en la sociedad receptora como en la de origen. En otras palabras, dicha problemática articula una disputa simbólica entre identidades que se están redefiniendo con base en su nueva posición en el espacio social, pero también a partir de su capacidad de agencia para reconfigurar su lugar y representación.

La creación artística permite iniciar procesos de reflexión y crítica, desde el pensar y el hacer, así mismo, identificar aquellos elementos que impiden el desarrollo del sujeto o la colectividad. En ese sentido, desde el giro social de las artes, las capacidades creativas se han orientado a desarrollar diálogos y resolver problemas con las comunidades, las organizaciones sociales y las redes de solidaridad, integrándolas como cocreadoras de procesos artísticos con horizontes de transformación social y empoderamiento.

En el análisis de las prácticas culturales y artísticas hay que reconocer las aportaciones —por ende, la creatividad— de todos los integrantes del grupo que participan en procesos de creación, recreación y producción cultural. No hay que olvidar el papel de los creadores anónimos, no legitimados por las instituciones o por el mercado, ya que éstos ponen en práctica un cúmulo de operaciones y talentos para aprovechar objetos, espacios y oportunidades para crear cultura (De Certeau, 2004). Estas prácticas o artes de hacer suponen ámbitos de libertad para intercalar posiciones, jugar con el lenguaje, ingeniar instrumentos y apropiarse de recursos para la autodeterminación (De Certeau, 2010).

Desde la historia social del arte, las prácticas culturales como tal y las artes se inscriben en contextos sociales e históricos específicos. La situación de los mexicanos expropiados de sus territorios se expresa en la resistencia cultural de los chicanos. El hecho de vivir en fronteras, con o sin posibilidad de cruce, supone realidades divergentes para sus habitantes, sobre todo cuando el estatus migratorio cancela o salvaguarda posibilidades. Por ello, en la investigación de las artes, es necesario objetivar el trasfondo, con el fin de especificar las interpretaciones posibles de la obra. No obstante, más allá de la imagen mecanicista de la obra de arte como reflejo de la sociedad, la recomendación metodológica para los investigadores del fenómeno artístico en las fronteras es reconstruir la red de relaciones complejas, que entretejen forma y contenido, sin obviar que, las fronteras como construcciones sociales aluden a realidades concretas y al mismo tiempo representadas.

Bibliografía

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